Nuestro personaje de hoy se
llamaba Marcello Cervini de los Sapannocchi y nació en 1501 en un pequeño
pueblo de la región de las Marcas, que está en la costa italiana del Adriático.
Su padre era un alto funcionario
papal en la ciudad de Ancona, por lo que supongo que su familia sería
acomodada.
Marcello estudió en buenos
colegios, tanto en Siena como en Florencia. Principalmente, se formó en Derecho
y Filosofía, pero también latín y griego. Más o menos, la formación clásica de
un caballero de aquella época.
Sin embargo, parece ser que el
padre era muy aficionado a la astrología. Al realizar el horóscopo de Marcello,
vio que tendría un gran futuro dentro de la Iglesia.
Por lo visto, el padre era muy
amigo del nuevo Papa, Clemente VII, un miembro de la familia de los Médici, así
que le buscó un enchufe. De momento, trabajó como escribiente en una oficina
papal.
Por otro, quiso mediar entre
Francia y España. Sin embargo, los soberanos de ambos países le exigieron que
se decidiera por uno de los dos bandos.
Así que, como se decidió por
Francia, en 1527, el emperador Carlos V ordenó el infame saqueo de Roma y el
Papa se salvó de milagro.
Marcello tuvo suerte, porque pudo
huir a tiempo de Roma. Después, volvió y su padre lo colocó en la oficina del
cardenal Farnese, que sería el futuro Papa Pablo III. Es curioso cómo iba
acertando su padre con los que iban a ser los futuros Papas.
En 1535, fue ordenado sacerdote y
trabajó como secretario papal y 4 años después, fue creado como obispo. Como
dice el refrán: “el que a buen árbol se arrima…”.
También, parece ser que tuvo una
buena amistad con muchos de los artistas renacentistas y humanistas, que vivían
en Roma.
Posteriormente, fue nombrado uno
de los 3 presidentes en el famoso Concilio de Trento, aunque luego tuvo que
dejarlo para ejercer labores diplomáticas ante el emperador Carlos V.
También le nombraron encargado de
la famosa Biblioteca Vaticana. Parece ser que aumentó sus fondos con varios
centenares de códices antiguos.
Entre 1549 y 1550, asistió, como
cardenal, al cónclave para elegir al sucesor de Pablo III. Después de muchas
votaciones, donde fueron eliminando a los favoritos del emperador Carlos V y de
algunas familias importantes, como los Farnese, salió elegido Julio III.
Esa enfermedad era muy común en
Italia, pues, no muy lejos de Roma, había unas marismas, que formaban pantanos,
donde se criaban esos mosquitos. No fue hasta la época de Mussolini cuando se
desecaron esos pantanos y no volvieron a registrarse casos de malaria.
Parece ser que no tuvo unas
buenas relaciones con Julio III, al que recriminó que se dedicase a colocar a
toda su familia y amigos en el Vaticano. Eso dio lugar a que nuestro personaje
tuviera que marcharse de Roma.
No obstante, en 1555 murió Julio
III y se organizó otro cónclave para elegir a un nuevo Papa. Parece ser que,
tanto el rey de Francia como Carlos V, quisieron intervenir en esa elección a
través de los cardenales afines a cada bando.
Evidentemente, Carlos V quiso
vetar a nuestro personaje, porque le tenía antipatía personal. Parece ser que
el origen de la misma se hallaba en la negativa de Marcello a tratar la lucha
contra la Reforma en Trento, tal y como le exigía el emperador. Sin embargo, él
decidió que los debates se dedicasen a cuestiones dogmáticas.
Parece ser que en Roma se
organizaban grandes fiestas para festejar el nombramiento de un nuevo Papa. Sin
embargo, él prohibió esas fiestas por estar en medio de la Semana Santa. Así
que no empezó con un buen pie.
Por lo visto, en su ceremonia de
coronación, realizada un Jueves Santo, primero lavó los pies a 12 pobres de
Roma y luego lo coronaron en una ceremonia muy austera. Seguro que eso no gustó
nada a los romanos, porque en esas fiestas corría mucho dinero.
Todos sabemos que a Roma le viene
muy bien eso de tener al lado al Vaticano. No hay más que ver la cantidad de
fieles que se desplazan todos los años para ver al Papa y, lógicamente, no se
quedan a comer y dormir en ese pequeño Estado, sino en Roma.
de Roma es el Vaticano y que no les gustaría nada que viniera alguien a estropearles el invento.
Parece ser que la salud de
Marcello ya no era muy buena y todas esas interminables ceremonias para el
nombramiento de un nuevo Papa le restarían muchas fuerzas.
No obstante, tuvo la energía
suficiente para amenazar a los embajadores de Francia y de España, en el caso
de que no cumplieran con los tratados de paz ya firmados.
Por lo visto, tampoco quiso que
los miembros de su familia se enriquecieran por el hecho de que él fuera el
Papa. Supongo que eso no les haría mucha gracia, porque lo normal es que los
Papas enchufaran a todos sus familiares y amigos. Lo que se llama el nepotismo.
Algo que también suelen hacer muchos políticos.
Incluso, ordenó hacer recortes en los cuantiosos gastos de su sede en Roma. Seguro que esa decisión no le gustó a mucha gente, porque siempre habían vivido de eso.
Es más, ordenó la revisión de
ciertas gracias otorgadas, anteriormente, a algunos cortesanos.
También quiso prohibir, mediante
una Bula, la venta de los bienes de la Iglesia.
En pocas palabras, en unos
cuantos días, se creó multitud de enemigos. Una cosa un tanto extraña para una
persona que siempre se había dedicado a la diplomacia.
Sin embargo, se sabe que tuvo muy
buenas relaciones con San Ignacio de Loyola, al que le dijo: “Tú, prepárame soldados
que yo los emplearé”. Lógicamente, se refería a los jesuitas.
Parece ser que el 29 de abril no
durmió nada bien y al día siguiente sufrió un infarto, que le dejó en estado de
coma.
Evidentemente, no pudieron
curarlo, porque la Medicina no estaba tan avanzada como ahora y,
desgraciadamente, murió esa misma noche. Tras haber durado 22 días en el cargo.
Ciertamente, reinó durante muy
pocos días. Sin embargo, hubo 5 Papas que tuvieron un reinado más corto que el
suyo.
Yo no voy a decir que lo
envenenasen, pero eso no era nada extraño en aquella época. Precisamente, eso
fue lo que dicen que, en 1503, le causó la muerte a Alejandro VI, el Papa
Borgia.
En cuanto a las medidas que
quería tomar para reducir gastos y llevar la Iglesia a ser más cercana al pueblo,
me suena a lo mismo que decían que quería hacer el fallecido Papa Juan Pablo I,
que duró 33 días en el cargo.
Éste sólo duró 4 años, pero
también es cierto que, cuando llegó al Papado ya tenía casi 80 años. Poca gente
llegaba a esa edad en aquella época.
El cadáver de Marcello fue
enterrado en una sencilla tumba en el ábside de la antigua Basílica de San
Pedro, en el Vaticano.
Posteriormente, en el siglo XVII, cuando ya se habían terminado las obras de la actual Basílica de San Pedro, sus restos fueron colocados en un sarcófago no romano del siglo IV d. de C. y éste fue colocado en las Grutas del Vaticano, que es donde se halla ahora.
Es posible que ese sarcófago lo hallaran en el subsuelo de la Basílica, porque debajo de ésta hay un cementerio romano.Parece ser que, en 1562, el
compositor Giovanni Pierluigi da Palestrina compuso la llamada Misa del Papa
Marcelo, en honor a nuestro personaje de hoy. Esta composición fue utilizada
hasta 1963 para la ceremonia de entronización de los nuevos Papas.
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