Voy a comenzar
este nuevo ciclo de entradas, por aquello del centenario de esta famosa guerra,
con un personaje que a mucha gente igual ni le suena. Seguro que más de uno hubiera empezado por escribir
sobre otro mucho más conocido para los lectores de hoy, pero yo os prometo que
lo que os voy a contar sobre este monarca es la mar de interesante. Leedlo, porque
no os defraudaré.
Jorge nació en
1865 en la mansión asignada a los príncipes de Gales, título que tenía entonces
su padre, en Marlborough house.
Como no era el
hermano mayor, lo destinaron a hacer carrera en la famosa Armada británica, así
que a los 12 años ingresó en la Academia naval. Allí fue donde aprendió a ser
un chico disciplinado y esclavo de su deber, algo que le vino muy bien para más
adelante.
Nunca estuvo
muy cerca de su padre, así que fue comportándose de una forma diferente a éste,
ya que el futuro Eduardo VII, como tuvo que esperar una gran cantidad de años
para heredar el trono, se dedicó toda su vida a disfrutar del ocio, teniendo
todo tipo de vicios, que pusieron más de una vez en evidencia a la familia real
británica.
En el caso del
hermano mayor de Jorge, Alberto Víctor, duque de Clarence y futuro heredero al
trono, los problemas fueron mayores aún. Lo cierto es que padecía claramente un
retraso mental y, además, se dedicaba a
las relaciones homosexuales, algo totalmente prohibido en la Inglaterra
victoriana. No hay más que ver lo que le pasó a Oscar Wilde.
Incluso,
se comentó en su momento que pudiera estar involucrado en los asesinatos del
famoso y nunca capturado Jack el destripador, algo que nunca se demostró.
Como
la reina Victoria andaba muy preocupada por la mala vida de este chico, no se
le ocurrió cosa mejor que concertar su matrimonio con una princesa alemana, para
enderezarle, se supone, porque tenía fama de ser muy dura. Su nombre era María
de Teck.
No
sabemos si fue por una enfermedad o por el disgusto causado con esta noticia,
lo cierto es que el duque de Clarence, murió seis semanas después a causa de
una neumonía.
La
tradicional flema británica se puso en marcha cuando María de Teck fue
prometida al nuevo heredero, Jorge, el cual tuvo que dejar de navegar y ocupar
su sitio tras su padre.
En
1901 pudo cambiar su título de duque de York por el de príncipe de Gales, ya
que su padre alcanzó el
trono, tras haber esperado durante 60 años. El actual
príncipe de Gales, Carlos, lleva la misma carrera.
En
el caso de Jorge, la espera fue menor, pues los varones de esa dinastía suelen
durar menos que las hembras y ya en 1910 subió al trono.
Nada
más llegar, tuvo que solucionar un gran problema, pues la cámara de los Lores
se opuso al presupuesto presentado por el primer ministro, Lord Asquith, al
cual no se le ocurrió otra cosa que pedirle al rey que nombrara unos cientos de
nuevos lores, para que esa cámara fuera más manejable. Como eso rayaba lo
ilegal, el monarca se reunió con los dirigentes de esa cámara y les convenció
para que aprobaran el presupuesto, cosa que hicieron sin oponer mucha
resistencia.
Al
empezar la I Guerra Mundial no tuvo especial interés por visitar las tropas en
el frente, como hicieron algunos de sus colegas. Sin embargo, durante una
revista de las tropas de la Aviación, gritaron tantas hurras al monarca que su
caballo se asustó, lo tiró al suelo y cayó sobre él. Todo el mundo pensó que lo
había matado. Estuvo tan grave que ni siquiera pudieron trasladarlo a Londres y
tuvieron que curarlo allí mismo. Por supuesto, esta noticia no se conoció hasta
muchos años después.
Quizás,
las medidas más interesantes de su reinado fueron dos. Una de ellas fue cambiar
de apellido y la otra traicionar a su primo el zar de Rusia.
En
el primer caso, no debemos de olvidar que, desde 1714, con Jorge I, rey de
Hannover, todos los reyes británicos son de origen alemán. De hecho, a la vez
de ser reyes de la Gran
Bretaña también lo fueron de Hannover, hasta la reina
Victoria, que tuvo que ceder ante la famosa Ley Sálica, vigente en ese
territorio de Alemania.
El
apellido que usaban todos hasta ese momento era Battemberg o
Sajonia-Coburgo-Gotha. Por eso, el padre de nuestro rey se llamaba Juan de
Borbón y Battemberg.
Aunque
parezca mentira, las relaciones entre la casa real británica y las diversas
casas reales alemanas siempre fueron muy buenas. La misma reina Victoria se
casó con el príncipe alemán Alberto de Sajonia-Coburgo-Gotha, el que llevó a
Inglaterra, entre otras cosas, la costumbre de colocar el árbol de Navidad.
Pues
bien, como, tras varios años de guerra, el pueblo británico no podía soportar a
los alemanes, Jorge V tomó la decisión de cambiar su apellido tradicional,
Battemberg por Mountbatten, que es su traducción literal al inglés, y por
Windsor, que era el nombre de una de sus fincas.
Incluso,
se dice que los aliados habían pedido el cese del jefe de la flota británica,
Luis de Battemberg, por llevar un apellido claramente alemán.
De
hecho, algunos miembros de la familia real, como Alicia de Albany, tuvieron que
renunciar a sus títulos alemanes, por orden expresa del rey. Su marido, que era
alemán, se cambió su apellido por el de Cambridge.
La
otra decisión fue más dolorosa, pero es posible que fuera acertada, aunque no
sentó muy bien en su momento.
Con
la llegada de la revolución, la familia imperial rusa fue encerrada en varios
lugares hasta su destino final en Ekaterimburgo.
Antes
de la toma del poder por parte de los bolcheviques, el gobierno del demócrata
Kerensky se puso en contacto con el Gobierno británico, liderado en aquel
momento por Lloyd George.
Les
ofrecieron evacuar a la familia imperial al Reino Unido y el premier no puso
ningún reparo, presuponiendo que el rey tampoco lo pondría. Para el premier estaba
muy clara la postura que tendría el rey, pues el zar era su primo hermano y,
además, como se parecían tanto, a veces había jugado a cambiarse los uniformes
para confundir a los demás. Lo cierto es que siempre se habían llevado los dos
muy bien.
Su
sorpresa llegó cuando el rey se negó en redondo a aceptarlos, argumentando que
las masas proletarias, que ya estaban rebelándose en varios países de Europa,
podrían no verlo con buenos ojos y podrían poner en peligro a la Corona
británica.
Es
posible que Jorge V tuviera razón, pues al final de la I Guerra Mundial, las
masas proletarias consiguieron derrocar a cuatro de las cinco grandes
monarquías. La única que quedó fue la suya.
En
1924 dio otra muestra de su talento, al entregar por vez primera el Gobierno al
candidato laborista, o sea, socialista, Ramsay MacDonald. No olvidemos que éste
había dicho durante la I Guerra Mundial que su única bandera era la roja. Es posible
que lo echaran, en 1931, del partido sus propios compañeros, debido a ese
cambio de opinión.
Otros
de los éxitos políticos de su reinado fueron conseguir que los Lores cedieran
parte de su poder, la independencia de Irlanda, el voto femenino, el
reconocimiento de los derechos políticos para los católicos y, como ya he
dicho, la llegada de la izquierda al poder.
Metiéndonos
en terrenos menos científicos, algunos apuntan que, cuando fue un joven marino,
Jorge fue uno de los 13 tripulantes del barco Bachante que vieron al buque
fantasma conocido por el “Holandés errante”.
Por
eso, algunos dicen que sus descendientes fueron maldecidos. El primero de
ellos, que llegaría a reinar bajo el nombre de Eduardo VIII, abdicó para
casarse con quien quiso.
El
segundo, llegó a reinar como Jorge VI. También tuvo muchos problemas como el
anterior, pues padecía tartamudez y para dominar sus nervios, fumaba de manera
incesante, lo cual le llevó a la tumba con 56 años. Fue el padre de la actual
reina, Isabel II.
El
tercero de sus varones, que tuvo el título de duque de Kent, tampoco fue ningún
ejemplo a causa de sus relaciones con ambos sexos. Murió en plena II Guerra
Mundial a causa de un accidente aéreo nunca aclarado, del cual ya hablaré en
otra próxima entrada.
La
salud de Jorge V se fue deteriorando a partir de 1928 y ya en 1935 no pudo reponerse,
muriendo en poco tiempo.
A
su entierro asistieron varios reyes junto con presidentes de república, ya en
un mismo plano protocolario, no como se había hecho hasta entonces.
Uno
de los asistentes fue Carlos Eduardo, también nieto de la reina Victoria, pero
al ser alemán, en la I Guerra Mundial, luchó en el bando alemán. Por ello fue
desposeído de todos sus títulos británicos, como el ducado de Albany. Sin embargo,
curiosamente, no fue expulsado de su lugar en la sucesión al trono británico.
Bueno,
pues este señor acudió y desfiló en el entierro de Jorge V con el uniforme pardo
de las famosas SA de Hitler. Evidentemente, todavía quedaba muy lejos la II
Guerra Mundial.
Espero
que os haya gustado y os deseo un Feliz Año 2014 y que os hayan traído muchas
cosas los Reyes Magos.
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