Hace unos días, estuve metido en
un foro, donde se debatía si hubiera sido posible pararles los pies a Hitler y
que no se hubiera producido la II Guerra Mundial. Yo siempre he pensado que
todo es posible, si existe voluntad de hacerlo. Sin embargo, en el caso de
Hitler, nadie tuvo esa voluntad o tal vez, los aliados, se confiaron demasiado.
Seguramente, por eso mismo, me
vino a la memoria este otro hecho, que se dio en un momento en que la violencia
y la muerte era lo más habitual y la gente estaba harta de soportarla.
La Paz de Dios fue un movimiento
impulsado por algunos obispos con el fin de proteger a la gente más expuesta a
las frecuentes guerras de los señores feudales en la Alta Edad Media.
Se intentaba prohibir que
atacaran a los pobres, a los campesinos, a los clérigos y a los mercaderes que
viajaban por los caminos de pueblo en pueblo.
Las penas a aplicar serían la
excomunión o la interdicción. Algo que ahora nos parecería absolutamente ridículo,
sin embargo, era algo muy importante en esa época.
Por ejemplo, los vasallos podrían
llegar a dejar de obedecer a su señor, con lo cual, ya veis por dónde iban los
tiros.
La tregua de Dios buscaba ampliar
estas medidas para ponerlas siempre en práctica en una mayor cantidad de días
del año.
En 984, durante un concilio de
obispos celebrado en Charroux (Poitiers), se toman las primeras medidas de ese
tipo, ya que el rey se ve impotente para mantener el orden en su reino. Hay
quien dice que se decidieron a hacerlo para proteger las propiedades de la
Iglesia de las incautaciones y destrucciones de los señores feudales.
En cambio, otros autores afirman
que el inicio de este movimiento se dio en un concilio celebrado en 987 en la
ciudad de Puy.
Empezaron prohibiendo la
violencia los domingos. Luego, fueron añadiendo los sábados y algunos viernes y
jueves muy concretos. Como durante la Semana Santa.
A eso se añadieron otros días,
como ciertas festividades de santos, además de la Cuaresma o el Adviento. Más o
menos, la idea era ir acorralando a los señores feudales violentos a base de prohibirles
ejercer la violencia contra los demás.
Por ejemplo, en 1027, se convocó
un concilio en Toluges (Rosellón), donde, con la asistencia de obispos, nobles
y pueblo, se acordó que habría paz y tregua desde la hora nona de los sábados
hasta la prima del lunes.
En dicho acuerdo se decía que
nadie podría atacar ni robar ni a clérigos, ni a laicos que fueran o volvieran
de la iglesia. A este concilio asistió un personaje muy importante: el abad
Oliva, al que dediqué otro de mis artículos.
En 1064, otro nuevo concilio,
donde asistieron varios obispos y condes de los territorios catalanes situados
a ambos lados de los Pirineos, decidió que no habría guerras entre la puesta
del sol de los miércoles hasta la madrugada de los lunes. Aparte de otras
festividades cristianas.
La pena sería pagar el doble del
daño cometido, exilio perpetuo (en el caso de haber causado alguna muerte), prohibición
de edificar castillos, etc.
En 1068, durante el concilio de Gerona,
al que asistieron autoridades civiles y eclesiásticas de toda la región, se
creó una paz y tregua de Dios a cumplir desde el domingo después de Pascua
hasta 8 días después de Pentecostés.
Posteriormente, algunos reyes se
sumaron a ese carro y, durante sus consejos, acordaron nuevas medidas de paz y
tregua, como la de 1173, presidida por Alfonso I el batallador. Aquel rey que
se hizo famoso por legar su reino de Aragón a las órdenes militares.
En esa reunión, se amplió su
radio de protección, no sólo a clérigos y laicos, sino también a su ganado, sus
propiedades y hasta a sus aperos de labranza.
En esa asamblea, se fijaron como
días de tregua los domingos, las fiestas donde se celebraban los cultos a los
apóstoles, el tiempo de Adviento, la Cuaresma, la Epifanía, Pentecostés, etc.
Más adelante, tuvieron lugar
otros concilios, como el también presidido por Alfonso I, en 1192; el de Pedro
I, en 1200 y el de Jaime I, en 1214. Estos acuerdos llegaron a formar parte del
Derecho en Cataluña.
Esta situación se dio a partir de
la desaparición del Imperio Carolingio, sobre todo, en el siglo X y en el sur
de Francia. Este movimiento duró hasta el siglo XIII, cuando los reyes ya
empezaron a ver reforzado su poder y pudieron imponer el orden en sus reinos.
El personaje político que más se
caracterizó por apoyar estos movimientos pacifistas fue el duque de Aquitania.
También colaboran las órdenes religiosas para buscar el apoyo de las masas
populares.
En ciertas ocasiones, los nobles,
eran obligados por los clérigos a asistir a algunos concilios, donde juraban
respetar esas normas y no guerrear durante esos días.
También en algunos sitios se
organizaron las comunas diocesanas, que eran una especie de milicias, creadas
por los obispos, para mantener la paz en ciertos núcleos urbanos. Desgraciadamente,
en algunos casos, llegaron a luchar contra algún señor feudal y salieron perdiendo.
Tal y como era de esperar, pues
los señores feudales disponían de soldados profesionales, acostumbrados a la
guerra.
La excomunión sirve para ser
apartado de la Iglesia y que, en caso de muerte, se prohíba que su cadáver sea
enterrado en un cementerio religioso. No hará falta decir que en aquella época
no había otros cementerios que esos. Así que a nadie le gustaría ser enterrado
en el campo, como si fuera un animal.
El interdicto o entredicho era una
medida contra todo un territorio, por el que la Iglesia se negaba a cumplir en
él sus funciones. Por tanto, no hacían misas, ni bodas, ni entierros, etc. Toda
una contrariedad en una época, donde eran muy normales las alianzas políticas
basadas en bodas de conveniencia entre miembros de familias o dinastías
importantes.
El éxito de este movimiento hizo
que se utilizase en otras regiones de las actuales Francia, Bélgica, Holanda,
Alemania, Italia, Inglaterra, España.
Por lo visto, en Italia, tuvo
mucha aplicación en el reino normando, que se había fundado en Sicilia.
En cambio, la tregua de Dios,
nació en el Rosellón, uno de los condados ultrapirenaicos catalanes.
Actualmente, dentro de Francia. Aunque luego llegó a aplicarse en otros lugares
más alejados, como Normandía.
A mediados del siglo XI, en el
Concilio de Narbona (1054), se decide la prohibición de que se derramase la
sangre de cualquier cristiano.
Con esto, se puede decir que, en
esa época, los obispos, ya habían hecho todo lo posible para mantener la paz y
ahora esperaban que las autoridades civiles pusieran algo de su parte para
desarrollar aún más este movimiento.
Uno de los que se deciden a tomar
cartas en el asunto es el propio Papa, lo cual hace que aumente su peso a nivel
político. No olvidemos que el Pontífice siempre ha sido tanto un líder
Hay algunos autores que dicen que
los Papas aprovecharon las Cruzadas para encauzar y aprovechar la violencia de ciertos
señores feudales hacia un enemigo de la Cristiandad.
Digamos que la Iglesia logró
convencer a los señores feudales de que utilizar la violencia contra los clérigos
o los pobres podría ser una forma de acabar en el Infierno. Mientras que, si se
alistaban en las Cruzadas para luchar contra el infiel, era una forma segura de
salvación.
También, debido a que las
autoridades civiles van reponiéndose y tomando cierto poder, apoyan este
movimiento, pues les favorece para luchar contra los señores feudales.
Incluso, ya en el siglo XII, los
propios monarcas, empiezan a apoyar este movimiento, pues les da cierto poder
para “domesticar” a ciertos nobles, que siempre habían tendido a ir a su aire
en sus respectivos territorios.
Hasta entonces, los nobles siempre
habían tenido mucho poder. Por ejemplo, cuando los nobles juraban obediencia al
rey de Aragón, decían lo siguiente: “Nos, que somos y valemos tanto como vos,
pero juntos más que vos, os hacemos Principal, rey y Señor entre los iguales,
con tal de que guardéis nuestros fueros y libertades, y si no, no”
Por lo visto, la Iglesia, nunca
estuvo en contra de los guerreros, sino que aprovechó sus cualidades y a cambio
se podría decir que las sacralizó. Como vemos en las diversas ceremonias como
la entrega de armas, la bendición de las mismas o la consagración del
caballero.
Con esto, yo creo que queda muy
claro que no es tan difícil conseguir la paz. Sólo es cuestión de voluntad. Para ello, se pueden introducir una serie de medidas tan originales como estas, que
hagan que el mundo sea más seguro para todos.