Hoy voy a hablar de un extraño
personaje, que tuvo su momento de gloria en torno a los años de la I Guerra
Mundial. Por lo que está relacionado con mi anterior artículo.
Su nombre fue Manuel Bravo
Portillo, aunque también aparece escrito en algunos sitios como Brabo. Incluso,
creo que él, en algunos documentos, lo escribió así. Ya sabemos que, en
español, los apellidos no siguen las reglas de Ortografía.
Para empezar, he de reconocer que
era un tipo del que no hay muchos datos y se puede observar que muchas de las
informaciones que se han publicado sobre él son contradictorias.
Todos dicen que nació en 1876.
Sin embargo, unos indican que fue en Filipinas, mientras que otros dicen que
fue en la isla de Guam, en el archipiélago de las Marianas, que, por entonces,
también era española.
Debió de nacer en el seno de una
familia acomodada, pues se dice que su padre fue gobernador político de las
islas Filipinas, aunque no he encontrado a ningún gobernador de esas islas con
esos apellidos. Así que se licenció en Derecho en la Universidad de Santo
Tomás, en Manila. Curiosamente, se trata de la universidad más antigua de Asia,
fundada por los dominicos en el siglo XVII y todavía sigue existiendo.
Ciertamente, en el siglo XVI, los
jesuitas, fundaron la Universidad de San Ignacio, también en Manila, pero ésta
fue cerrada en el siglo XVIII, con motivo de la expulsión de esa Orden de todos
los territorios del Imperio español.
Parece ser que, en su juventud,
Bravo combatió en el Ejército español contra los rebeldes filipinos y llegó a
obtener el grado de teniente, siendo condecorado en dos ocasiones.
Posteriormente, se le concedió
permiso para venir a la Península, poco antes de la guerra con USA, por la que se
perdieron esas colonias.
Siempre debió de ser un tipo muy
inteligente. En 1903, le vemos que aprueba, con el número 1,
las oposiciones
para oficial de Hacienda, siendo destinado a la Delegación de Hacienda en
Guadalajara. Mientras que en 1908 aprobó, también con el número 1, las
oposiciones para inspector de Policía, siendo destinado en Barcelona, la ciudad
donde se producían la mayor cantidad de delitos de toda España.
La famosa Semana Trágica,
ocurrida entre los días 26 de julio y 2 de agosto de 1909, le pilló en esa
ciudad y le tocó defender su comisaría de las Atarazanas del asalto de las
turbas violentas. Por ello, primero fue condecorado y luego ascendido al grado
de comisario, siendo el más joven de España.
Parece ser que, mientras estuvo
destinado en esa zona, donde también vigilaban el Barrio Chino, conoció a mucha
gente y formó su propia red de confidentes, que le sirvió mucho a lo largo de
su carrera policial.
También empezó a sacarse uno de
sus acostumbrados sobresueldos, pues, según parece, cobraba por dar protección
a los dueños de ciertos establecimientos. Por ello, pronto empezó a
acostumbrarse a llevar un tren de vida, muy por encima de sus ingresos como
comisario.
Por ejemplo, parece ser que un
fabricante de muebles, apellidado Pallarols, recibió una carta amenazante de un
llamado “comité de huelga”. Contactó con Bravo Portillo y éste le dijo que se
ocuparía de todo. Incluso, le presentó a un colaborador suyo, Bernat Armengol,
que había sido dirigente del sindicato de la madera y ahora era confidente
suyo.
Así que el empresario ya no tuvo ningún problema y pagó 5.000 Ptas. a
Armengol, que las repartió con el comisario.
Parece ser que la idea había sido
del comisario, mientras que el autor de esa carta había sido Armengol. Por ese
mismo procedimiento chantajearon a unos cuantos empresarios más.
Como mucha gente que progresa en
la vida, sabía cómo tratar a cada uno. Siendo débil con los fuertes y fuerte
con los débiles. Por ello, llegó a ser el jefe de la Brigada Social, en
Barcelona.
Por aquella época, no le faltó
trabajo. Participó en la disolución de la reunión de la Asamblea de
Parlamentarios, que ya mencioné en mi anterior artículo.
A base de ponerles trampas,
consiguió quitarse del medio a los otros dos comisarios, que trabajaban con él
y, por lo visto, cobraban de los Aliados. De esa forma, logró que los
destinaran a otras comisarías fuera de Barcelona.
También participó en la represión
de la huelga de agosto de 1917. Incluso, llegó a ordenar a los policías que
utilizaran sus sables contra las mujeres que se manifestaban por la calle
contra la desmesurada subida de precios. Así que los hombres tuvieron que
incorporarse a esas manifestaciones para proteger a las mujeres de la violencia
policial.
Aquello fue cada vez peor y a
finales de enero de 1918, se proclamó el estado de guerra en Barcelona y la
censura militar en la prensa, dado que se multiplicaban los tiroteos y saqueos
por toda la ciudad.
Por lo visto, esta lucha dio
lugar a una gran victoria obrera. El gobernador civil dimitió y el sustituto en
el cargo consiguió que bajaran los precios un 30% y que el Gobierno prohibiera,
durante un período, la exportación de alimentos básicos. De esa manera, las
tiendas volvieron a estar surtidas para poder vender al público.
Parece ser que, durante la I
Guerra Mundial, a la Inteligencia militar alemana no se le pasó por alto este individuo
y lo ficharon para que les informara sobre los barcos mercantes que iban a
zarpar de Barcelona con mercancías para los Aliados a fin de que sus submarinos
pudieran hundirlos. Por eso mismo, le molestaba trabajar con otros agentes de
la Policía que espiaban para los Aliados.
Por lo visto, Bravo, fue
reclutado por el llamado barón Rolland, cuyo nombre real era Isaac Ezratty. Se
trataba de un judío sirio, que pertenecía a la Inteligencia militar alemana y
trabajaba en el Consulado alemán, en Barcelona.
Estos dos personajes, no sólo se
dedicaron a informar a la Armada Imperial alemana, sino que provocaron muchas
huelgas en las fábricas que suministraban productos a los Aliados. Incluso,
llegaron a ordenar el asesinato de algún empresario. Tal fue el caso del
ingeniero Josep Albert Barret i Moner y de tantos otros.
Tampoco está muy claro quiénes
eran los que realizaban estos atentados. Por lo visto, en 1917, el diario
anarquista Solidaridad obrera, pasaba por un mal momento económico y hasta su
editor, José Borobio, llegó un emisario del Consulado alemán en Barcelona,
dándole apoyo financiero a cambio de publicar ciertos artículos, donde no se
recomendase a los obreros españoles ir a trabajar a Francia.
Así que, cuando se supo esto, el propio
Sindicato de Artes Gráficas de la CNT, expulsó a ese editor y lo sustituyó por
Ángel Pestaña.
Curiosamente, el mismo Pestaña,
recordaba, años después, que unos pistoleros se habían presentado en la sede
barcelonesa de la CNT, ofreciéndose para darles protección y que la había
aceptado el Sindicato Metalúrgico. El mismo sector al que pertenecía el ingeniero
y empresario Barret.
Lo cierto es que el tema es un
poco enrevesado. Parece ser que Barret, que fabricaba en su empresa “Industrias
Nuevas”, suministros de guerra para los franceses, había hecho fracasar una
huelga en su sector. Así que von Rolland y Bravo prepararon un atentado,
contando con la complicidad de la CNT y haciendo recaer la culpabilidad en
estos. Para ello, se valieron, como confidente, de Eduardo Ferrer, dirigente
del sector metalúrgico de la CNT.
Barret y otro ingeniero, llamado
Francisco Pastor, se dirigían a las 19 horas del 8/01/1918 en un tranvía hasta
las instalaciones de la denominada Escuela Industrial, un centro de formación
profesional para los obreros. Creado por la Diputación de Barcelona.
Varios pistoleros los esperaban en
la parada del tranvía, disparándoles a ambos. Barret fue alcanzado por 18
disparos, por lo que murió al instante, mientras que Pastor sólo fue herido
levemente en el pie derecho y logró escapar de allí con vida.
Curiosamente, un sereno, llegó a
detener a uno de los pistoleros. Posteriormente, lo entregó a un policía. Para
su sorpresa, éste le dejó marchar, sin hacerle ninguna pregunta.
Ciertamente, ya se habían
cometido muchos asesinatos, antes que éste, pero, ahora el hecho tuvo un mayor
calado, dado que se trataba de una persona muy importante entre la patronal
catalana y que realizaba su labor docente de manera desinteresada. Incluso,
estaba bien visto entre sus empleados.
Además, su abogado era Francesc
Layret, un conocido líder nacionalista, que solía defender a los miembros de la
CNT y también fue asesinado dos años más tarde. Es el que aparece en la foto con las muletas que siempre utilizó.
Por lo visto, la Policía detuvo a
5 sospechosos del crimen, pero no a Ferrer. Así que en la CNT se dieron cuenta
de que era un confidente de la Policía.
En un principio, en un artículo
de Solidaridad Obrera, se podía leer que se alegraban del asesinato de Barret.
Sin embargo, Pestaña, que también debía de ser un tipo muy inteligente, muy pronto
se dio cuenta de que los estaban manipulando y comenzó una campaña para
defender a los acusados de ese asesinato. Alegando que eran inocentes, porque
no eran unos matones.
Incluso, en junio de ese año,
llegó a publicar dos cartas manuscritas, firmadas por Bravo, y dirigidas a uno
de sus subordinados, Luis Royo San Martín, donde le pedía datos del mercante
Joaquín Mumbrú, que se dirigía a USA y que luego fue torpedeado y hundido por
un submarino alemán.
Hay que precisar que, aunque
España fue neutral, durante la I Guerra Mundial, los dos bandos hundieron nada
menos que a 80 barcos mercantes con pabellón español.
Por lo visto, los objetivos de la
Inteligencia alemana en España no terminaban con el hundimiento de barcos
mercantes o el asesinato de empresarios, sino que tenían otros objetivos a
nivel mundial.
Entre ellos, estaba influir en la
Casa Real española, donde Alfonso XIII se debatía entre las opiniones de su
madre, que era austriaca, y la de su mujer, que era británica, para que tomara
partido por su bando.
Otra de sus funciones fue generar
inestabilidad en el Gobierno español a base de crear focos de rebeldía en
Marruecos, que afectaran a los protectorados español y francés.
Una vez que Pestaña destapó este
asunto, hubo otros diarios, de diferentes tendencias, que se sumaron a él. Ya
no eran sólo periódicos dirigidos a los obreros, sino otros, como El Noticiero
Universal, un diario claramente conservador desde su fundación, en 1885.
Así que el diario Solidaridad
Obrera montó una cuestación para lograr las 5.000 pesetas, que le exigía el
juez para iniciar la demanda contra el comisario Bravo Portillo. Contra todo pronóstico,
en muy pocos días se recaudó esa cantidad, que era una fortuna en esa época, y
el comisario fue detenido, junto con sus dos colaboradores: los policías Royo San Martín y
Guillermo Bellés.
No hay que descartar que buena
parte de ese importe fuera aportado por la Inteligencia francesa, que tenía
comprados a otros policías y marinos españoles y le molestaba tener a Bravo
trabajando en el mismo sitio que los agentes que trabajaban para los Aliados.
Las cosas fueron de mal en peor
para el comisario, pues sus antiguos colaboradores, ahora pasaron a serlo de la
Justicia y empezaron a confesar. Uno aseguró que Bravo daba informaciones a los
alemanes sobre los cargamentos de los barcos y el otro afirmó que su jefe había
estado detrás del asesinato del empresario Barret.
Casualmente, Royo San Martín, murió
unos días antes de declarar ante el juez, al que le había prometido que le iba
a contar muchas cosas. Parece ser que era drogadicto. Así que no debió de ser
muy difícil deshacerse de él.
Por lo visto, estos policías,
también tenían comprados a los hombres de confianza de Barret, para que les
dijeran lo que estaban fabricando, para qué países y en qué barcos los iban a
transportar hasta su destino. Sin embargo, parece ser que Barret se enteró de
ello y es posible que esa fuera una de las razones por las que lo mataron.
También se dijo que esas cartas
de Bravo a sus colaboradores, donde les indicaba lo que tenían que hacer eran,
posiblemente, unas falsificaciones, pues estaban escritas en folios con
membrete de su comisaría y firmadas por él mismo. Incluso, se llegó a afirmar que eran obra de un famoso falsificador de esa época, Mariano Conde, conocido
por la famosa estafa del Cantinero de Palacio.
Lo más normal es que hubieran sido
escritas en cualquier trozo de papel y en un código sólo conocido por los
inculpados.
El proceso fue avanzando. No
obstante, como la guerra acabó el 11 de noviembre, ya no parecían tener interés
las presuntas actividades de Bravo como espía de los alemanes. Así que, a
primeros de diciembre, el juez revocó el auto de procesamiento contra Bravo y
Bellés.
No obstante, aunque todavía
quedaba pendiente el caso del asesinato de Barret, el juez decretó libertad
bajo fianza para ambos acusados.
El juicio contra ambos policías y
los presuntos asesinos de Barret tuvo lugar a primeros de abril de 1919. El
jurado declaró inocentes a los acusados por falta de pruebas y el juez los
absolvió.
Posteriormente, en junio del
mismo año, se repitió el juicio, a petición del fiscal y con un jurado
diferente, pues se sospechaba que todos habían sido amenazados. Sin embargo, la
decisión del jurado fue la misma. Lo cual fue un escándalo.
Parece ser que no comparecieron
muchos testigos que habían sido citados por el fiscal. Mientras que los
testimonios del vigilante y el sereno se contradijeron de lo declarado ante la
Policía.
Posteriormente, el Ministerio quiso
trasladar, forzosamente, a Bravo Portillo a Madrid. No obstante, antes que se
desplazara hasta allí, un grupo de empresarios, escribió una carta al capitán
general de Cataluña para que se opusiera, pues alegaban que habían contratado
al comisario para que organizara un servicio de protección para ellos. Así que abandonó
la Policía.
Pocos meses más tarde, empezaron
a producirse asesinatos de líderes obreros. Curiosamente, en cierta ocasión,
delataron a uno de los asesinos y se demostró que pertenecía a ese servicio
organizado por Bravo.
Hay que recordar que el Gobierno
había declarado el estado de guerra en Barcelona, desde primeros de 1919. Así
que en septiembre llegó un nuevo gobernador civil con órdenes de intentar
acabar con la violencia entre los empresarios y los anarquistas. Una de las
primeras medidas gubernamentales, fue suspender el estado de guerra, con la
intención de aplacar los ánimos.
Aquello había comenzado en
febrero de ese año, con la huelga de la compañía La Canadiense, que
suministraba electricidad a Barcelona y eso provocó una huelga general. El caso
es que, en esa ocasión, la CNT consiguió todas sus reivindicaciones. Algunas
muy importantes, como, la jornada de 8 horas, por primera vez en España, además
de la subida de los salarios, la readmisión de todos los huelguistas y el
reconocimiento de los sindicatos como representantes de los trabajadores ante
la empresa.
Sin embargo, no consiguieron que
el capitán general, Joaquín Milans del Bosch, pusiera en libertad a los
huelguistas que habían sido detenidos. Así que decidieron proseguir la huelga.
Por el lado de la patronal, como
habían contratado a Bravo Portillo,
pues éste aprovechó sus contactos en el
hampa barcelonesa para formar un grupo de matones a sueldo. Popularmente, se le
denominó la Banda Negra y su objetivo era descabezar las organizaciones
obreras.
Sus primeros objetivos fueron 7
dirigentes sindicales, cuyas muertes les podrían reportar unas 25.000 Ptas.,
que era un dineral en aquella época.
Empezaron presentándose como
policías en la casa de Pedro Masoni, del sindicato de la construcción y se lo
llevaron. Afortunadamente, consiguió escapar.
Otros sindicalistas tuvieron peor
suerte, como Pau Sabater o José Castillo. Este último fue asesinado, mientras
lo estaban afeitando en una peluquería. Una escena más propia de una película
sobre la Mafia.
Lógicamente, los sindicatos, al
ver que estaban siendo cazados como patos, pusieron en marcha sus propios
grupos de autodefensa, que no eran otra cosa que matones, como los del otro
bando.
Hay que decir que, durante los
meses de enero a marzo de 1919, en los que tuvo lugar la huelga de la
Canadiense, los dos bandos enfrentados cometieron 77 asesinatos en Barcelona.
Así que una tarde de septiembre
de 1919, se produjo un suceso inesperado. Sobre las 14 horas, cuando el
comisario Bravo Portillo, un hombre que ya se creía invulnerable, viajaba
en un
tranvía por Barcelona, para visitar la casa de una de sus amantes, se sintió
vigilado por otros dos pasajeros.
Es preciso decir que, aunque
llevaba su arma, iba vestido con una chaqueta muy entallada, siguiendo la moda
del momento. Una ropa muy elegante, pero que le permitía poca libertad de movimientos.
En fin, lo normal para un tipo
que, gracias a sus trabajos extras, había cobrado por ellos, nada menos que el
cuádruple de su sueldo como Policía. Además, vivía en pleno Paseo de Gracia, una
de las zonas más lujosas de Barcelona. Con esto, quiero decir que no se
molestaba en ocultar su lujoso tren de vida.
Hasta se decía que era un protegido
de la reina María Cristina, madre de Alfonso XIII y del conde de Romanones, el
cual, junto con el conde Güell y el propio Alfonso XIII, fueron los principales
accionistas de la Compañía de Minas del Rif. No hará falta que mencione que la
Guerra de África comenzó a causa de un ataque de los rifeños contra una de las
instalaciones de esta empresa.
Tenía un aspecto muy parecido al
del famoso inspector Poirrot, protagonista de muchas novelas de la genial Agatha
Christie. Un tipo muy educado, moreno con poco pelo y con los bigotes hacia
arriba.
Así que, cuando se encontró con
un tipo con cara de matón, en la calle Santa Tecla, esquina con la avenida
Diagonal, quiso huir, pero vio que tenía detrás a los dos individuos del
tranvía.
Él debía de conocer ese método, porque
era el mismo que usaban los de su banda. Así que intentó ocultarse bajo un
coche. Entonces los coches eran mucho más altos que ahora. Sin embargo, los
otros lo vieron y le dispararon por debajo del vehículo, ocasionándole la
muerte.
Se sospechó que los autores de
este asesinato eran los del grupo liderado por Progreso Ródenas, un anarquista,
que, durante la guerra civil, combatió a las órdenes de Buenaventura Durruti.
Pero nunca detuvieron a los culpables.
Este suceso no hizo más que
prender aún más la mecha de la violencia. Ya que no se disolvió ninguna de las
bandas.
Por entonces, acababa de llegar a
Barcelona un aventurero alemán, llamado Friedrich Rudolf Stallmann, que se
hacía llamar el barón de Koening. Durante la I Guerra Mundial había sido doble
espía y también había sido acusado de varios asesinatos. Él fue el sucesor del comisario al frente de
esta banda. Entre 1919 y el golpe de Estado del general Primo de Rivera, en
1923, ocurrieron nada menos que 424 asesinatos en Barcelona.
La guerra entre las dos bandas de
pistoleros llegó hasta tal punto que, el 08/03/1921, tres anarquistas catalanes
asesinaron en Madrid a Eduardo Dato, presidente del Gobierno. El suceso tuvo
lugar sobre las 20.15, cuando se dirigía a su casa en su coche oficial. Al
pasar junto a la Puerta de Alcalá, los pistoleros, que iban montados en una
moto con sidecar, se colocaron a su lado y ametrallaron el vehículo. Pero de
esa historia ya hablaré en otro momento.
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