Me he decidido a escribir este artículo, ahora que parece que, entre los políticos, ha vuelto a estar de moda hablar de lo que fue la esclavitud en España.
Alguien dijo que los políticos no
están para resolver nuestros problemas, sino para crear otros nuevos en los que
nadie había pensado antes.
Así que procuraré no desviarme del
tema para no despistar a mis lectores, a fin de no hacer lo mismo que suelen
hacer los políticos.
El personaje de hoy fue llamado
Juan Latino, aunque también fue conocido como Juan de Sessa, por el motivo que diré
más adelante.
Parece ser que, durante su
infancia, fue comprado por el matrimonio formado por Luis Fernández de Córdoba,
conde de Cabra, y su esposa, Elvira Fernández de Córdoba, duquesa de Sessa e
hija del archifamoso Gran Capitán.
Sin embargo, un enemigo suyo
afirmaba que Juan era el fruto de una relación del conde de Cabra con una esclava
africana y que había nacido en Baena (Córdoba).
Durante esos años, fue una
especie de paje de uno de los 3 hijos de ese matrimonio, que también se llamaba
Gonzalo Fernández de Córdoba, como su heroico abuelo. Gonzalo era 3 años más
joven que Juan.
Esta noble familia residió, durante
varios años, en Italia, pues el conde de Cabra fue nombrado embajador del
emperador Carlos V en los antiguos Estados Pontificios.
Desgraciadamente, Elvira,
falleció en 1524, en el ducado de Sessa, a causa de una de esas terribles infecciones,
que solían provocar la muerte de las parturientas, y su marido también murió tan
sólo 2 años después, en la ciudad de Roma.
Como cualquier miembro de la alta
nobleza de la época, Gonzalo recibió una educación muy completa. Entre otras asignaturas,
estudió latín, griego, humanidades, música, poesía y equitación.
Parece ser que Juan iba con él a
todas partes. Sin embargo, como no le permitían entrar en las clases de la
Universidad de Granada, solía escuchar las explicaciones desde el otro lado de
una de las puertas. De esa manera, ambos obtuvieron la misma formación.
En 1538, cuando Juan ya había
conseguido traducir varias obras famosas de autores romanos, fue liberado por
Gonzalo, con el que siempre mantuvo una gran amistad.
En 1546, Juan ya consiguió el
título de bachiller en Filosofía. Lo que hoy llamaríamos licenciado o graduado
y eso le permitió empezar a dar clases.
Curiosamente, Ana ya había sido prometida
por su familia a Fernando de Válor, descendiente de los reyes Omeyas y, posteriormente,
conocido como Aben Humeya.
Parece ser que esta relación, de
Juan y Ana, obtuvo el apoyo de su amigo Gonzalo y de Pedro Guerrero, arzobispo
de Granada. Este último contrató a Juan para dar clases de latín en el Colegio
Catedralicio, siendo, posteriormente, catedrático del mismo. También fue catedrático
de Gramática en la Universidad de Granada. Curiosamente, fue muy amigo de la
persona que, anteriormente, ocupó esa cátedra, Pedro de la Mota.
Así que se le considera el primer
profesor y catedrático de raza negra de toda la Historia. Para que vean lo “racistas”
que éramos en España.
Juan y su familia residieron en
una casa de la granadina calle Santa Ana, cercana a la iglesia de Santa Ana,
hoy llamado Barrio de la Churra. Parece ser que llevaron una vida acomodada, al
ser Juan catedrático de esa Universidad y haber heredado ella los bienes de su
familia.
Por lo visto, eso de que lo
nombraran para la cátedra de la Universidad de Granada no fue del agrado de
algunos, que profirieron insultos racistas contra él.
Parece ser que llegó a
relacionarse con algunas de las personas famosas de su tiempo, como Juan
Boscán, Diego Hurtado de Mendoza o Garcilaso de la Vega.
También fue autor de varias
poesías, todas escritas en latín, y dedicadas a personajes ilustres, como Felipe
II, el Papa Pío V o don Juan de Austria.
Parece ser que conoció a este
último, cuando acudió a Granada para tomar el mando de las tropas, que
combatían en la rebelión de las Alpujarras.
Parece ser que el poema en
homenaje a don Juan de Austria, por haber vencido en Lepanto, le fue encargado,
posteriormente, por Pedro de Deza, presidente de la Real Chancillería de
Granada.
Uno de los oficiales que acompañaban
a don Juan de Austria era Gonzalo Fernández de Córdoba, el gran amigo y valedor
de Juan Latino, el cual obtuvo varias victorias frente a los moriscos.
Parece ser que gozó de una
merecida fama en su época y hasta fue elogiado por el propio Cervantes, el cual
le menciona en el prólogo del Quijote. También Lope de Vega le dedicó uno de
sus poemas.
Incluso, fue muy respetado por
sus conciudadanos granadinos. Lo cual ya tiene mucho mérito en un país como
España.
Desgraciadamente, en 1578, murió en
Madrid, su amigo y protector, Gonzalo Fernández de Córdoba, al que dedicó una
elegía. Gonzalo murió sin hijos.
A Juan, los achaques de la edad
le fueron llevando a la ceguera. No obstante, llegó a conocer a San Juan de la
Cruz, cuando éste fue el prior del convento de las carmelitas de esa ciudad.
Por lo visto, cuando Felipe II
logró que se terminaran las obras de El Escorial, se llevó al panteón real de
ese monasterio el cadáver de su madre, Isabel de Portugal, que estaba enterrado
en la catedral de Granada.
Sin embargo, cuando pretendió
llevarse también los de los Reyes Católicos, su hija y su yerno, Juan Latino,
habló con el rey, en representación de las autoridades granadinas, para pedirle
que los dejase en su ciudad. Así que ellos siguen allí gracias a los buenos oficios
de nuestro personaje con este famoso monarca.
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