La Historia está llena de grandes personajes, que son los que suele conocer todo el mundo, porque son los que figuran en los titulares, pero no suelen citarse los nombres de los que han llevado a cabo los propósitos de estos. Como dice aquella vieja frase “el diablo está en los detalles”. Así que hoy voy a narrar la historia de un hombre sin el que el Comunismo no hubiera llegado a ser lo que es hoy en el mundo.
Wilhelm Münzerberg nació en 1889
Erfurt, capital del Estado alemán de Turingia. Era hijo de un humilde posadero,
así que nunca tuvo la posibilidad de tener una buena formación.
Durante varios años, fue dando
bandazos por diversos oficios, empezando por el de aprendiz de barbero, obrero
en una fábrica, mozo en una farmacia, etc.
No obstante, también en esa
época, se afilió a diversas asociaciones de ideología socialista y ahí logró
exhibir su talento como agitador de masas.
Más tarde, cuando se dividió el
SPD, al discutir sobre la participación de los obreros alemanes en la I Guerra
Mundial, él optó por la rama radical, que se negaba a participar en ese
conflicto.
Como se suele decir: “Dios los
cría y ellos se juntan”. Lo digo, porque fue en Zurich donde conoció a Trotsky
y donde éste le presentó a Lenin. Es curioso que en un país tan capitalista
como Suiza fuera el lugar donde se exiliaron tantos comunistas. También es
verdad que dicen que allí viven ahora algunos de la CUP.
No sé si el haber llegado a conocer a Lenin le dio más caché en su partido, lo cierto es que llegó a ser el líder del movimiento juvenil socialista suizo y, posteriormente, miembro de la Ejecutiva del Partido Socialista de Suiza. Llama poderosamente la atención que un extranjero tuviera una carrera tan fulgurante en ese país.
Curiosamente, llegó a tener tanta
amistad con Lenin que, incluso, le acompañó hasta el famoso tren que le iba a
llevar, a través de Finlandia, de vuelta a Rusia. Sin embargo, no se le
permitió viajar con él a causa de su nacionalidad alemana. No sé si sería por
su condición de prófugo de la Justicia de su país o para no relacionar a
Alemania con la organización de ese viaje.
De todas maneras, no todo iban a
ser éxitos. Suiza es un país que presume de ser muy apacible, así que a sus
autoridades no les gustó nada eso de tener a un experto agitador político extranjero
dentro de sus fronteras. Por ello, tras una leve condena a prisión, fue deportado
a su país, cuando ya había acabado la guerra.
A su regreso, se encontró con un
país en ebullición, muy diferente a cómo lo había dejado. Muy pronto, retomó su
actividad política y, junto con varios amigos, fundaron el KPD (Partido
Comunista de Alemania).
También se sumó al movimiento
espartaquista en Stuttgart, que pretendía tomar el poder por medio de las
armas. Tras fracasar, fue detenido y pasó varios meses en prisión.
Tras su puesta en libertad, fue
elegido secretario general del KPD en el antiguo Estado federal de Württemberg
y, posteriormente, participó en el Congreso Mundial de la Internacional
Comunista, celebrado en 1920.
Realmente, nunca fue un
parlamentario muy brillante, pero sí un experto en saber manejar los medios de
comunicación a su antojo. Era como lo que también sabía hacer muy bien
Goebbels, pero desde el otro lado del espectro político. Aunque, como ya
sabemos, en muchas ocasiones, los extremos se tocan.
Por ejemplo, en 1921, Lenin, le
encargó una campaña para paliar, con fondos de otros países, la hambruna que se
estaba padeciendo en la URSS. Evidentemente, no se mencionó que era a causa del
mal gobierno soviético, sino que se decía que era por culpa de los países capitalistas.
Hay que decir que nuestro personaje, que era un tipo muy hábil, aprovechó esta campaña del Socorro Rojo Internacional para que los ciudadanos de los países occidentales simpatizaran con la URSS. Para ello, fundó publicaciones y subvencionó a otras occidentales para que hablaran muy bien de la Unión Soviética. Esas publicaciones iban dirigidas a la clase media y a los intelectuales de esos países. De esa forma, consiguió una corriente de opinión muy favorable a la URSS.
En 1924, fundó la revista, cuyas
siglas eran AIZ. Se trataba de un semanario satírico de ideología socialista,
no sólo dirigido a los miembros y simpatizantes de ese partido, sino a todos
los obreros alemanes, en general. Uno de los personajes más satirizados fue el
mismo Hitler. Así que no es de extrañar que éste tardara poco en cerrar ese
medio de comunicación, en cuanto llegó al poder.
Posteriormente, fue nombrado jefe
de propaganda de la Internacional Comunista y también fundó varias
publicaciones con las que llegó a crear un grupo editorial que fue el segundo,
en importancia, de Alemania.
Como no podía ser de otra manera,
él y su pareja, se mudaron a un amplio piso de lujo y no se conformó con
comprarse un coche utilitario, sino que se le veía pasear por Berlín en un
lujoso automóvil Lincoln. Así que le empezaron a llamar el millonario rojo.
Ya he mencionado anteriormente
que, en 1933, se produjo la llegada al poder de Hitler. Poco después, tuvo
lugar el famoso incendio del Reichstag, del que le echaron la culpa a los
comunistas.
Dejó atrás un país, donde, no
sólo el Ejército había jurado lealtad a Hitler, en lugar de a su Patria, como
se había hecho hasta entonces, sino que, incluso, varios miles de profesores
alemanes se reunieron en un teatro de Leipzig a fin de firmar un manifiesto en
el que declaraban su fidelidad a Hitler.
Una de sus actividades en el
exilio fue la edición del Libro marrón sobre el incendio del Reichstag, el cual
fue publicado en Francia a finales de 1933 por Editions du Carrefour, una
empresa creada por nuestro personaje.
Posteriormente, publicó otros
libros, donde se iban detallando los excesos del régimen nazi en Alemania.
Con estas publicaciones se fue
atrayendo a una serie de intelectuales de varios países a fin de fundar un
comité de ayuda para Alemania.
Como era de esperar, el régimen
nazi, movió ficha y sus jueces lo condenaron a muerte en ausencia. O sea, en un
juicio donde ni él, ni ningún abogado suyo estuvieron presentes.
Hay que reconocer que este hombre
fue todo un maestro en la labor de convencer a la gente de las bondades del
comunismo. Llegó a hacer creer que su ideología procedía de la Ilustración y
que iba a traer una verdadera democracia a todos los países. El famoso escritor
Arthur Koestler le llamaba “eminencia roja”.
También realizó una campaña
contra el proceso, que se había iniciado en USA contra los anarquistas Sacco y
Vanzetti, dando a entender que eran inocentes y que estaban siendo injustamente
castigados por los tribunales de ese país.
Desde luego, siempre tuvo muy
claro que era mucho más rentable ganarse a los intelectuales y alumnos
universitarios, que a los obreros de cada país.
Curiosamente, su modelo era la
URSS, un país donde se despreciaba a los intelectuales y, de vez en cuando, se
les purgaba.
Para ello, se valió de diferentes
medios. Desde sus mencionadas publicaciones hasta los congresos de escritores
antifascistas, los manifiestos o las marchas callejeras de protesta. Paradójicamente,
nuestro personaje, en lugar de agradecérselo, los despreciaba, y solía
denominarlos “el club de inocentes”.
También fundó algunas
organizaciones para atraer a los intelectuales del momento, como los Amigos de
la Unión Soviética, la Liga contra el Imperialismo, la Sociedad Mundial para el
alivio de las víctimas del fascismo alemán o el Socorro Internacional de los
Trabajadores. Curiosamente, esa forma tan heterodoxa de actuación llamó la
atención y fue criticada por los líderes comunistas más ortodoxos.
Volviendo al tema del incendio
del Reichstag, en 1935, logró que, en el Reino Unido, se hiciera una especie de
juicio paralelo a los detenidos, por ese hecho, en Alemania. Todos ellos
militantes comunistas.
Posteriormente, nuestro
personaje, fue con su esposa y varios acompañantes de gira por USA, donde participó
en algunos mítines en las ciudades más importantes.
Supongo que fue “abonando” el
terreno para su causa, porque luego envió a uno de sus agentes a ese país para
que crease organizaciones antifascistas, como la Liga Antinazi de Hollywood a
la que se afiliaron muchos conocidos rostros del cine.
También se le encargó una gestión
para que el inoperante Comité de No Intervención permitiera que el Gobierno de
la II República pudiera comprar, legalmente, armas para usarlas en la guerra
civil. Parece ser que no tuvo demasiado éxito en esta empresa.
No obstante, siguiendo con su
estilo habitual, fundó varias organizaciones para recaudar fondos a fin de
ayudar a los republicanos españoles. Aparte de montar conferencias y
manifestaciones con el mismo objetivo.
Es más, llegó a crear en París
una agencia de prensa para difundir los logros del Gobierno de la II República.
Hasta llegaron a utilizar el local de la Oficina española de turismo para hacer
propaganda de esos logros a base de organizar, constantemente, exposiciones de
todo tipo.
También intentaron refutar la
idea, fomentada por la Iglesia Católica, de que el régimen republicano era
anticlerical y de que la guerra era una Cruzada. Así que intentaron atraerse a
ciertos intelectuales católicos, como Jacques Maritain o François Mauriac.
También alegaron que los nacionales estaban reprimiendo muy duramente a un
pueblo tan católico como el vasco.
Por lo visto, en 1936, le
llamaron para que se presentara en Moscú a fin de otorgarle un cargo en el
Komintern. Realmente, lo que hicieron fue criticar muy duramente su estilo, que
no se ceñía a las órdenes directas de Stalin. Así que, en cuanto que pudo,
pidió volver a París para continuar el trabajo que había comenzado.
Ciertamente, le costó trabajo, pero, al fin, lo consiguió gracias a su amistad
con algunos importantes líderes del Partido.
Parece ser que los esfuerzos de
Münzerberg para luchar contra el fascismo no estaban gustando ahora mucho en
Moscú, porque Stalin ya se hallaba buscando una alianza con Italia y Alemania.
Incluso, la comisión de control
del Komintern, le abrió un expediente y, en 1939, fue expulsado del Partido. Para
colmo, en una de sus publicaciones advirtieron de que se trataba de un
“enemigo”.
En 1940, el avance de las tropas
alemanas, le obligó a huir de París. Sin embargo, como se trataba de un alemán,
fue detenido, al llegar al sur de Francia, y encerrado en un campo de
concentración ubicado en esa zona.
Parece ser que allí trabó amistad
con un joven recluso, que le propuso a él y a otros, huir del campo,
aprovechando el caos político y administrativo, producido tras el armisticio.
Eso fue lo que hicieron, pero se
separaron para que fuera más difícil capturarles. La intención de todos era
llegar a Suiza.
Así que se fueron en junio de 1940 y esa fue la última vez que vieron con vida a Münzerberg. En el mes de octubre de ese mismo año, unos cazadores, encontraron su cadáver al pie de un árbol. Su cuerpo se hallaba en descomposición y se encontró una soga rodeando su cuello. El informe forense dijo que la causa de la muerte fue el estrangulamiento por ese cordón alrededor del cuello, aunque también parecía que le habían matado por medio del garrote.
Se sospecha que el joven que conoció en aquel campo de concentración no era un preso más, sino un agente del NKVD, el antecesor del KGB, que es posible que le tendiera una trampa para que lo mataran, pues en Moscú habían dado la orden de asesinarlo.
Por otra parte, en cierto
documento, procedente de la antigua RDA, se dice que un agente de la Gestapo
alemana fue el encargado de asesinarle. Tampoco
sería descartable, porque tenía enemigos en ambos bandos, aunque también es
cierto que, cuando se produjo la invasión de Francia, Alemania y la URSS todavía
eran aliadas.
No sé si alguna vez sabremos
quién lo mató, aunque yo creo que fue otro de esos asesinatos cometidos por la
larga mano de Stalin, de la cual ya he aportado algunos ejemplos en otros de
mis artículos.
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