Supongo que, a estas alturas,
todo el mundo sabrá que la clave de la victoria de las fuerzas aliadas en la II
Guerra Mundial y, sobre todo, de los USA, fue que pudieron fabricar una mayor
cantidad de armamento que los alemanes.
La razón principal era que sus
fábricas no estaban al alcance de los bombarderos enemigos. Justo lo contrario
de lo que les ocurría a las fábricas alemanas, que eran bombardeadas
diariamente.
En resumen, la II Guerra Mundial,
desde el principio, fue concebida como una guerra industrial. Así que la potencia militar que pudo
producir mayor cantidad de material fue la que ganó.
De hecho, tanto los aliados como
los alemanes, sabían que se tardaba mucho menos tiempo para fabricar un montón
de aviones que para formar un piloto. Así que, si os fijáis, podréis comprobar
que a los pilotos que caían prisioneros, de uno y otro bando, se les encerraba
en campos situados lo más lejos posible del frente, para que, en caso de
escaparse, les fuera muy difícil llegar hasta sus líneas y volver a combatir
contra ellos.
Incluso, al principio de la
guerra, Alemania, no tuvo ningún problema para vencer en el combate naval. De
hecho, en 1942, sus submarinos fueron capaces de hundir 13 mercantes con
bandera USA en tan sólo 17 días.Por otra parte, los componentes del Alto Mando aliado tampoco eran nada del otro mundo. Muchos de ellos, como Eisenhower o Bradley, nunca habían combatido en primera línea y al que sabía un poco de eso, como Patton, nunca le hicieron mucho caso.
Lo que quería decir, con todo
este rollo que os he soltado, es que, como los alemanes eran conscientes de que
sus bombarderos no podían llegar al territorio USA y de que su industria les
estaba haciendo mucho daño en el frente de batalla, pues idearon un plan para intentar
nivelar esta situación.
No hay que olvidar que todas las
industrias del automóvil de USA fueron reconvertidas en fábricas de material
bélico.
En USA siempre ha habido una gran
colonia de ciudadanos de origen alemán. Actualmente, se estima que hay más de
50.000.000 de ciudadanos USA, cuyos orígenes están en Alemania.
Es más, hay ciudades USA, como
Cincinnati, en Ohio, donde había tanta población alemana, que la gente solía
hablar en alemán y no en inglés.
Lógicamente, tras la I Guerra Mundial, la cosa cambió un poco. Supongo
que para no llamar mucho la atención.
Lo cierto es que, tras la Crisis
de 1929, también calaron las ideas de
tipo nazi entre estos ciudadanos de origen alemán. Se calcula que, antes de la
II Guerra Mundial, ese partido llegó a tener unos 300.000 afiliados en USA y
lucían sus uniformes, al igual que lo hacían en Alemania.Curiosamente, en Alemania, en 1919, cuando Hitler ingresó en el partido nazi, éste sólo tenía unos 60 afiliados. Lo cierto es que a los carnets del partido les pusieron unos números muy altos, como si tuvieran miles de afiliados.
Posteriormente, cuando intentaron
dar el golpe de Estado en Múnich, conocido como Putsch de la cervecería, ya llegaban a los 50.000.
Evidentemente, algunos de estos
alemanes emigrados a USA, volvieron a territorio germano. Unos porque no habían
tenido mucha suerte en la vida y otros porque había comenzado la II Guerra
Mundial y, aunque todavía no había entrado USA en ella, querían luchar por
Alemania.
El problema es que muchos de
ellos se encontraron con una Alemania muy diferente a la que ellos habían
conocido. Habían dejado un país democrático y muy culto y se encontraron otro sin
libertades y dirigido férreamente por la dictadura nazi. Todo un conflicto para
muchos
de ellos.
Muy pronto, los nazis se dieron
cuenta que aquí tenían un filón. Así que concentraron a un grupo de estos
emigrados retornados. Para ellos, eran gente muy valiosa, porque habían vivido
muchos años en USA, acababan de volver y conocían perfectamente sus costumbres
y, lo más importante, hablaban inglés sin ningún tipo de acento que les pudiera
delatar.
Parece ser que el cine británico
estrenó, en 1940, una película donde, precisamente, se narraba el desembarco de
unos saboteadores en las costas de Canadá. Algo muy parecido a lo que luego
hicieron nuestros personajes.
Todavía no he presentado a nuestros
personajes de hoy. La Abwehr, uno de los servicios de Inteligencia de Alemania,
al mando del almirante Canaris, reclutó a muchos de ellos, eligiendo a 8 personas
para llevar a cabo una serie de sabotajes en USA.
Todos ellos eran alemanes que
habían vivido varios años en USA. Se trataba de George John Dasch, que fue el
encargado de esta operación, Edward John Kerling, Richard Quirin, HeinrichHarm Heinck, Hermann Otto Neubauer y Werner Thiel. Incluso, se les unieron Ernst Burger y Herber Haupt, que eran ciudadanos USA y militaban en el partido nazi de ese país.
Parece ser que le pusieron ese nombre a la operación en honor a Francis Daniel Pastorius, que fue el primer alemán que fundó una colonia estable en USA, en el siglo XVII, llamada Germantown. Curioso nombre para una operación bélica, porque, Pastorius, era cuáquero, o sea, pacifista.
El grupo de agentes recibió una
formación intensiva en una casa de campo a las afueras de Berlín. El
responsable de su formación fue el teniente Walter Kappe, un hombre con una
gran experiencia en el entrenamiento de saboteadores.
Este grupo de 8 agentes se
dividió en 2 grupos de cuatro, con unos objetivos diferentes para cada uno.
También se les dijo que deberían de hacer proselitismo dentro de la comunidad
alemana de USA a fin de formar más saboteadores dentro del país para
utilizarlos en el futuro.
A finales de mayo de 1942, cada
grupo navegó a bordo de un submarino alemán. Ambos partieron de la base de
Lorient, en la Francia ocupada.
El primer grupo desembarcó, el 14
de junio de ese año, en una pequeña
playa de Long Island, cerca de Nueva York. Iban vestidos de uniforme, por si
los capturaban, no los pudieran acusar de espionaje, conforme a las leyes de
guerra.
Como, en principio, no vieron a
nadie, se despojaron de sus uniformes y los metieron en las cajas de armamento
y munición, que escondieron bajo la arena de la playa.
Desafortunadamente, un vigilante
perteneciente a los guardacostas, que paseaba desarmado por la playa, los
descubrió.
Intentaron convencerle de que se
habían perdido y, como no lo consiguieron, pasaron a sobornarle. Tras pagarle
una cantidad de dinero, el vigilante se fue. Sin embargo, se dirigió a ver a sus superiores para denunciarles.
Cuando los militares llegaron al lugar,
los saboteadores, ya se habían ido. No obstante, el vigilante, John C, Cullen, les mostró dónde habían escondido las cajas con
la munición y los uniformes. Así que montaron una discreta guardia, por si
volvían a por el contenido de las cajas. No obstante, dieron el aviso al FBI,
que, inmediatamente, informó a Hoover y éste al presidente. Por supuesto, no
publicaron nada sobre este tema.
En cambio, el segundo grupo, que
desembarcó el día 17 en una playa de Florida, al mando de Edward John Kerling, tuvo más suerte, porque no fueron
descubiertos. Así que se dirigieron hacia los objetivos marcados en Cincinnati
y Chicago. Como dije antes, ambas ciudades están llenas de emigrantes de origen
alemán y, seguramente, podrían encontrar allí muchos posibles contactos.
Los objetivos que les habían
marcado eran estaciones de ferrocarril, presas como la de las cataratas del
Niágara, fábricas de aluminio (esencial para la fabricación de aviones), grandes
almacenes, cuyos dueños fueran judíos, etc.
Ahora viene lo inexplicable. El
primer grupo ya se hallaba en Nueva York, cuyas estaciones de ferrocarril
estaban entre sus objetivos a sabotear. Sin embargo, por alguna extraña razón,
Dasch convenció a Burger y ambos decidieron entregarse a la Policía.
En un principio, Dasch, llamó al
FBI, pero nadie le hizo caso. Más tarde, dejando a Burger al frente de la
misión, fue a la sede central del FBI en Washington. Allí, tras mostrarles los
fajos de dinero que portaba, fue
interrogado por uno de los jefes del contraespionaje USA y le convenció de que
era un agente alemán. Les contó lo ocurrido, con todo lujo de detalles y,
además, delató a los demás, explicando también dónde se hallaban escondidos. El
interrogatorio duró varios días y sus
declaraciones ocuparon 250 páginas.
Así que el FBI no tuvo ningún
problema para atrapar a los miembros de los dos grupos. Precisamente, la captura
de estos saboteadores le valió una condecoración a Hoover, fundador de esa
agencia.
En un principio, iban a ser
juzgados por un tribunal civil. Sin embargo, el presidente Roosevelt, quería
unas condenas ejemplarizantes. Así que se optó por juzgarles ante un tribunal
militar. De todas formas, no está muy claro que ellos fueran civiles o militares
capturados en tiempo de guerra.
Otra versión dice que, si
hubieran sido juzgados por un tribunal civil, como mucho, les hubieran impuesto
una pena de dos años y unas multas de unos miles de dólares.
Sin embargo, al hacerlo por la
vía militar, se aseguraban una condena mínima de 30 años y la posibilidad de la
pena de muerte, que es lo que pretendía Hoover y logró convencer al presidente
para que así se hiciera.
Esta decisión de que unos civiles
fueran juzgados por la vía militar, en USA, se cree que fue un peligroso
precedente para la orden que dio el presidente Bush hijo, en ese mismo sentido,
tras el atentado de las Torres Gemelas, en 2001.
Tampoco hay que olvidar que,
entre nuestros personajes, dos de ellos
eran ciudadanos USA y, legalmente,
tenían derecho a ser juzgados por un tribunal civil, pero ese “pequeño
detalle” se lo saltaron a la torera.
Realmente, nunca había ocurrido
esto, desde que los militares juzgaron a todos los civiles implicados en el asesinato del presidente
Lincoln.
Casualmente, el propio presidente
Roosevelt, designó a los 7 generales, que presidieron el Consejo de Guerra,
entre los cuales no había ningún jurista, y a los abogados de los procesados. Estos
últimos, que eran dos coroneles, hicieron lo imposible para que el juicio fuera
desviado a un tribunal civil, pero no les fueron admitidos sus recursos.
Curiosamente, uno de los fiscales
era el Fiscal General y ministro de
Justicia de USA, Francis Biddle. Posteriormente, fue uno de los jueces que
presidieron los famosos Juicios de Nüremberg.
A pesar de que Hoover y Biddle pidieron una atenuación en las penas
para Dasch y Burger, lo cierto es que todos fueron condenados a muerte, como
quería el presidente.
Otra versión dice que Hoover
estaba muy contento con la condecoración que le había sido otorgada y no quería
que Dasch, que era muy locuaz, explicara que el FBI había detenido a los dos
grupos gracias a su delación. Así que ordenó que lo encerraran en una celda en
régimen de aislamiento, sin que se le permita
hablar con los guardines y sin
poder disponer de ningún objeto que le sirviera para escribir.
Sin embargo, estos dos agentes,
tuvieron mucha suerte, porque, unos días después, falleció el presidente y su sucesor, Truman,
aceptó conmutar las penas de muerte de estos dos reos por las de 30 años. Así
que fueron encerrados en un penal de Georgia.
Posteriormente, en 1948, aceptó
otorgarles el indulto y ambos fueron deportados a la zona de Alemania, que
estaba ocupada por los USA. No obstante, nunca les perdonaron oficialmente,
como les habían prometido, por haber colaborado con la Justicia USA.
La verdad es que siempre les
engañaron. Parece ser que en el FBI le dijeron a Dasch que lo juzgarían con los
demás, para despistar a los alemanes y que, en un plazo máximo de 6 meses, lo
pondrían en libertad con un indulto del presidente, pudiendo volver a residir
en USA.
Los otros seis condenados no
tuvieron la misma suerte. Todos ellos fueron ejecutados en agosto de 1942, por
medio de la silla eléctrica. Sus cadáveres fueron enterrados en un cercano
cementerio, bajo unas lápidas donde sólo se habían grabado unos números, sin
ningún nombre que los identificara.
El caso de Dasch es muy
llamativo. Realmente, no sabemos si fue un saboteador nazi o un agente al
servicio de USA. Hay que recordar que, durante su larga estancia en esa nación,
concretamente, 19 años, tuvo varios trabajos. Incluso, se alistó en el Ejército USA y hasta se casó con una ciudadana
de ese país. Curiosamente, también había servido en el Ejército alemán al final
de la I Guerra Mundial.
Hay otra versión que dice que no
regresó a Alemania para luchar a favor de su país, sino porque su madre estaba
gravemente enferma. Así que intentó volverse cuanto antes a USA, porque no le
gustó nada el régimen de Hitler, y así poder reunirse con su esposa.
Parece ser que lo que pretendía
Dasch, al cooperar con el FBI, era
salvar su vida y quedarse en USA, a fin de participar en emisiones de radio de
propaganda contra el régimen de Hitler.
En el caso de Burger, era un
mecánico que ya se había afiliado al Partido Nazi, antes de emigrar a USA. Allí
trabajó en varios oficios y se nacionalizó USA. Incluso, se alistó en la
Guardia Nacional, siendo destinado a Michigan y a Wisconsin.
Tras la Crisis de 1929, regresó a
Alemania y al Partido Nazi, pasando a militar en las SA a las órdenes directas
de Ernst Röhm.
Parece ser que escribió un
artículo criticando los violentos procedimientos de la Gestapo y eso le valió
su encierro en un campo de concentración. Precisamente, allí lo encontró la
Abwehr y lo fichó para esta operación.
Posteriormente, también fueron
procesados los familiares de los procesados, que aún vivían en USA. Varios de
ellos fueron encarcelados, durante unos años, y luego deportados a Alemania.
También he leído en alguna parte
que el material que les aportaron era de baja calidad y hasta muchos de los
dólares que les entregaron ya no estaban en circulación desde 1933. Con lo
cual, llamarían mucho la atención y les seguirían el rastro muy fácilmente.
Así que es posible que las
verdaderas intenciones de Alemania no fueran enviar unos comandos para hacer
unos cuantos actos de sabotaje, sino aterrorizar a la sociedad de ese país,
haciéndoles pensar que habían enviado muchos comandos a ese país.
Incluso, se rumoreó que el propio Canaris había boicoteado esta operación y les había dado pistas a los aliados, sobre la misma.
Lo que está claro es que Alemania
quería, de alguna manera, hacerles ver a los ciudadanos USA y a sus empresas,
que no estaban a salvo en su país, aunque estuvieran fuera del
alcance de los
bombarderos alemanes.
Lo cierto es que los dos
saboteadores que sobrevivieron no recibieron una buena acogida en Alemania.
Allí fueron calificados como unos traidores, que habían causado la muerte de
sus compañeros.
Además, estropearon ese proyecto
y, según parece, Alemania no volvió a
enviar más saboteadores al territorio USA. Sin embargo, es sabido que envió a
muchos espías a México, país fronterizo con USA y, por entonces, con una
frontera que se podía cruzar muy fácilmente.
Se sabe que Dasch pidió numerosas
veces poder regresar a USA, pero todas ellas le fueron denegadas. Su vida no
fue muy feliz en su país, pues no encontró ningún buen trabajo y, en cambio,
tuvo que soportar continuamente amenazas de muerte. Murió en 1992 a la edad de
88 años y nunca le llegó el prometido perdón presidencial.
Su compañero, Burger, había
muerto en 1975, a la edad de 69 años. Se rumoreó que, durante unos años, estuvo
residiendo en España.