ESCRIBANO MONACAL

ESCRIBANO MONACAL
UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

lunes, 14 de abril de 2025

LA EXPULSIÓN DE LOS ALEMANES DE LA ANTIGUA CHECOSLOVAQUIA

 

Hoy voy a dedicar este artículo a un tema que, aunque parezca mentira, sigue siendo muy controvertido. Sigue ahí como una herida, que siempre ha enturbiado las relaciones entre Alemania, la República Checa y Eslovaquia.

No me estoy refiriendo a la expulsión de los militares alemanes, que invadieron la región de los Sudetes y luego toda Checoslovaquia, antes del comienzo de la II Guerra Mundial.

Es preciso decir que, antes de la II Guerra Mundial vivían casi 3.000.000 de personas de origen alemán en toda Checoslovaquia. Ciertamente, donde más había era en las zonas más cercanas a la frontera con Alemania.

Por ejemplo, en los Sudetes, alrededor del 75% de su población era de origen alemán y en el resto de Checoslovaquia, el 20% de sus habitantes tenían ese mismo origen.

No vayamos a pensar que se trataba de alemanes, que acababan de llegar, tras la invasión alemana en la época de Hitler. Todo lo contrario, la mayoría de ellos había llegado en el siglo XV a raíz de una invitación del emperador del Sacro imperio, que era quien gobernaba en ese territorio. Luego fueron llegando más con el Imperio Austro-Húngaro.

Parece ser que los grupos políticos checoslovacos en el exilio estuvieron presionando, durante toda la guerra, a los aliados para que les permitiesen expulsar a los alemanes que vivían en su país.

Por lo visto, empezaron por convencer al propio Churchill y éste logró el beneplácito del resto de los líderes aliados en la Conferencia de Postdam. Celebrada en agosto de 1945.

Antes de esa fecha, el presidente checoslovaco Edvard Benes ya había dado la orden de expulsar a todos los alemanes que vivieran en su país.

Así que, entre enero y octubre de 1946, alrededor de 1.300.000 ciudadanos de origen alemán fueron expulsados a la zona de Alemania ocupada por los USA. Mientras que otros 800.000 fueron a parar a la zona alemana ocupada por los soviéticos. Lo cierto es que unos 750.000 ya habían sido expulsados antes de la Conferencia de Postdam.

Parece ser que no todos fueron expulsados, sino que, alrededor de unos 200.000 les permitieron quedarse, por ser muy importantes para la industria de ese país, ya que eran ingenieros y obreros muy especializados. Aunque algunos de ellos fueron deportados a otras zonas alejadas de Alemania. 


Parece ser que, casi todos estos, también se fueron yendo hacia la República Federal de Alemania.

En 1958, un estudio del Gobierno de la República Federal Alemana estimó en unos 270.000 el número de muertos durante esas deportaciones. Sin embargo, expertos checos los han reducido a unos 30.000. Mientras que una comisión de la Iglesia alemana ha confirmado la cifra de, al menos. 14.215 asesinados con nombres y apellidos.

Parece ser que, en la posguerra, los gobernantes checoslovacos tomaron la decisión de que, en el futuro, en su país sólo habría tres tipos de etnias. O sea, checos, eslovacos y rutenos. Por tanto, decidieron expulsar no sólo a los de origen alemán, sino también a otros, como los de origen húngaro.

Como a los de estos dos últimos orígenes, durante la II Guerra Mundial, les habían dado pasaportes alemanes y húngaros, respectivamente, los gobernantes checoslovacos alegaron que sólo estaban expulsando a los extranjeros, como una buena excusa para poder expulsarlos.

Incluso, promovieron una campaña en los medios de comunicación en la que acusaron a esos alemanes de haber sido una especie de Quinta Columna para facilitar la ocupación alemana de Checoslovaquia. Lógicamente, con eso lograron que la mayoría de la población odiara a los alemanes.

También, a esta población de origen alemán en Checoslovaquia, se unió que, al final de la guerra, llegaran otro 1.500.000 de alemanes, que residían en Polonia y venían huyendo de las tropas soviéticas.

En abril de 1945, el presidente Edvard Benes, que se hallaba exiliado en Londres, regresó a su país y dio a conocer, en la ciudad de Kosice, el programa del nuevo gobierno. Uno de sus puntos principales era la expulsión de los alemanes y los húngaros.

No sólo los expulsaron, sino que les revocaron su nacionalidad checoslovaca, les confiscaron todos sus bienes, los encarcelaron, los condenaron a trabajos forzados y a unos setecientos, los condenaron a muerte y los ejecutaron.

El propio jefe del Ejército checoslovaco ordenó a sus tropas que trataran con extrema dureza a los ciudadanos de origen alemán, aunque fueran mujeres y niños.

Incluso, en julio de 1945, el Ministerio de Defensa ordenó a sus tropas que dieran máxima prioridad a esas expulsiones y que lo hicieran de una forma discreta para que el resto de los aliados no pudiera hacer nada para impedirlo.

Parece ser que las autoridades locales, policiales y militares se lo tomaron al pie de la letra. Por ello se produjeron abundantes masacres, que siempre han querido ser silenciadas.

Por ejemplo, a mediados de junio de 1945, unos 265 civiles alemanes, incluidos mujeres y niños, viajaban en un tren para ser deportados. Al llegar a la ciudad eslovaca de Prerov, los militares les obligaron a bajar de los vagones. Luego, los llevaron a un campo cercano, donde les obligaron a cavar sus propias tumbas y allí les asesinaron.

Unos 20.000 ciudadanos de origen alemán fueron expulsados de Brno, la segunda ciudad más importante de la actual República Checa. Fueron enviados a campos de concentración ubicados en Austria. Se cree que, al menos, 800 de ellos murieron antes de llegar a esos campos.

También muchos ciudadanos particulares decidieron asesinar a sus antiguos vecinos de origen alemán. En la localidad de Usti se calcula que asesinaron a unos 100, mientras que en la actual Postoloprty mataron a unos 760. Evidentemente, el Gobierno Checoslovaco no hizo nada por impedirlo, ni tampoco castigó a los culpables.

Precisamente, en 2006, la Policía checa se decidió a investigar este último suceso. Un comisario consiguió probar que los que dieron las órdenes para esta masacre fueron un capitán del Ejército y el jefe de la Policía de esa localidad. Ya no podrían asumir ninguna responsabilidad, ya que ambos habían fallecido.

Por otro lado, la Sociedad Alemana contra la expulsión publicó un informe en el que afirmaba que unos 350.000 ciudadanos de origen alemán fueron encerrados en 1.215 campos de concentración y 846 de trabajos forzados, donde murieron muchos de ellos, debido al maltrato y al hambre que padecieron. Algunas de estas instalaciones eran campos nazis reutilizados, como el de Theresienstadt.

Casualmente, en mayo de 1946, la Asamblea Nacional Provisional de Checoslovaquia aprobó la Ley 115/1946, que otorgaba protección a todos los actos de represalia realizados contra estos ciudadanos de origen alemán. Así que hasta 1997 no reconoció el Gobierno checoslovaco estos hechos y lamentó lo ocurrido en una declaración firmada junto a los gobernantes de Alemania.

Por supuesto, el gobierno alemán también lamentó, en esa misma declaración, todos los sufrimientos ocasionados desde que Checoslovaquia fue invadida por las tropas alemanas.

Como se suele decir: “A río revuelto, ganancia de pescadores”. Traigo esta conocida frase, porque, tras el golpe de Estado de 1948, con el que el PC checoslovaco se hizo con el poder en ese país, se incrementaron las confiscaciones de los bienes de los alemanes y se repartieron entre los checoslovacos. Eso hizo que una gran mayoría de checoslovacos apoyaran y, ya antes del golpe, votaran a favor del PC.

Parece ser que,  entre 1949 y 1952, algunos de estos alemanes, que habían sido expulsados, pretendieron regresar a sus hogares. Sin embargo, fueron obligados a residir en lugares deshabitados en el centro del país y ni siquiera se les permitió visitar las tumbas de sus familiares, ya que siempre estuvieron vigilados muy de cerca por la policía comunista.

En varias ocasiones, el Comité de Derechos Humanos de la ONU se pronunció a favor de que se pagaran indemnizaciones o se devolvieran sus bienes a los alemanes, que habían sido expulsados. Sin embargo, nunca les hicieron caso, porque alegaron que lo consideraban como una parte del pago por las indemnizaciones que debía pagar por la guerra Alemania a Checoslovaquia. Por ello, Alemania se negó a pagar reparaciones a Checoslovaquia, ya que tuvo que pagar miles de millones de los antiguos marcos alemanes a los expulsados de ese país.

Sin embargo, el Gobierno de Checoslovaquia sí que accedió a pagar indemnizaciones a los ciudadanos de origen húngaro que fueron expulsados de su país.

En 1978, los opositores checoslovacos, que firmaron la famosa Carta 77, declararon que, cuando privaron de sus derechos a esos ciudadanos de origen alemán, fue sólo un ensayo para luego privar de sus derechos a todos los checoslovacos.

Desde luego, fue una declaración muy valiente, ya que siempre había sido un tema censurado por el gobierno comunista de Checoslovaquia.

Incluso, en 2002, el Gobierno checo tuvo que contratar a unos juristas extranjeros para que se pronunciaran a favor de que el mencionado decreto Benes, por el que se expulsó a los alemanes de ese país, no constituía un obstáculo para su ingreso en la UE.

En 2010, a raíz de la emisión de un documental sobre este tema, en la televisión pública checa, muchos testigos se decidieron a hablar y se encontraron muchas fosas comunes, donde habían enterrado a muchos de esos expulsados. Eso dio lugar a que se colocaran placas y monumentos en esos lugares.

En 2018, la antigua canciller de Alemania, Angela Merkel, pronunció un discurso que levantó muchas ampollas en el Gobierno checo, al decir que la expulsión de los ciudadanos de origen alemán de los países de Europa oriental fue un acto injusto. Algo que les pareció inaceptable, tanto al presidente de la República Checa como al de su gobierno. A ese rechazo gubernamental se sumaron muchos líderes políticos checos.

 

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sábado, 12 de abril de 2025

LA OPERACIÓN IRONCLAD

 

Seguro que muchos ya creen saberlo casi todo sobre la II Guerra Mundial. Sin embargo, yo soy el primero que afirmo que aún desconocemos más de la mitad de lo ocurrido en ese conflicto bélico.

Por ello, se me ha ocurrido escribir un artículo sobre una de las batallas más desconocidas de esa guerra.

Todos sabemos que los británicos lo pasaron muy mal durante la II Guerra Mundial. Ya no me refiero a los militares, sino también a los civiles, que resistieron en Gran Bretaña.

Los sucesivos gobiernos británicos, desde la primera revolución industrial, apostaron fuertemente por la industria, dejando a un lado la agricultura y la ganadería.

Por ello, confiaron su alimentación a los proveedores, que les suministraban productos de sus muchas colonias, por medio de su inmensa marina mercante.

Eso ya lo vio el propio Napoleón Bonaparte y, por eso, decretó el boicot de todos los países contra el Reino Unido. Los únicos que no lo respetaron fueron Portugal y Rusia y ese fue el motivo que alegó para invadir ambos países,

Durante la I Guerra Mundial aún no estaban muy perfeccionados
los submarinos. No obstante, los alemanes consiguieron hundir unos 3.000 barcos mercantes.

Sin embargo, en la II Guerra Mundial, Alemania apostó fuertemente por el arma submarina, ya que sus barcos no podían competir con la potente Armada británica.

Eso dio lugar a que esta vez hundieran 4.700 barcos mercantes británicos y murieran unos 29.000 marineros.

Evidentemente, esto dio lugar a una gran escasez de alimentos en el Reino Unido. La gente tuvo que plantar verduras y hortalizas hasta en los parques públicos y el Gobierno castigó con mucha dureza el mercado negro.

La verdad es que lo debieron de pasar muy mal. Eso se puede ver en algunas series, aunque no muchas, porque ya sabemos que los británicos tienen una memoria muy selectiva. De hecho, el Reino Unido, fue uno de los primeros países en pedir un préstamo al FMI.

Para el que esté interesado en esa época, yo recomiendo una pequeña serie británica, que se llama Foyle’s War y que tiene unos 20 años, pero todavía se puede ver en algunos sitios.

Curiosamente, sus productores dijeron que la serie les estaba saliendo muy cara y ya no iban a hacer más capítulos. Sin embargo, mucha gente les pidió que siguieran y rodaron una temporada más.

A modo de ejemplo, para ver cómo lo pasaron, he de decir que en España eliminaron las cartillas de racionamiento en 1952, mientras que en el Reino Unido fue en 1954.

Volviendo al tema de este artículo, como la mayoría de las mercancías y los refuerzos británicos para la guerra tenían que venir por el Índico y atravesar el Canal de Suez, los alemanes se fijaron en la posición de Madagascar, que no está demasiado lejos de Yemen y estaba bajo el control del Gobierno colaboracionista de Vichy. Sería un buen sitio para enviar unas cuantas naves para impedir el paso de esos convoyes británicos hacia el Mar Rojo y el Canal de Suez.

Madagascar no parece tan grande, vista desde lejos. Sin embargo, tiene una superficie de unos 587.000 km2, que es mayor que la de la Península Ibérica (583.000 km2). Es la cuarta isla más grande del mundo.

No hará falta recordar que Japón entró en la guerra, en diciembre de 1941, tras atacar la base USA de Pearl Harbor, situada en Hawai. A partir de entonces, se sucedieron las victorias japonesas y eso puso en guardia a los aliados.

En enero de 1942 cayó Birmania y en febrero del mismo año, nada menos que Singapur. Un lugar, que el Gobierno británico había considerado inexpugnable.

A la flota británica se le ordenó que zarpara de Birmania y se refugiara en el puerto de Mombasa, en la actual Kenia.

El colmo fue cuando sus servicios de Inteligencia detectaron que se habían reunido en Berlín un almirante alemán con otro japonés para ponerse de acuerdo sobre la forma de actuar en el Índico. Parece ser que acordaron que las prioridades serían tomar Madagascar, Seychelles y Ceilán.

Incluso, se enteraron de que la Armada japonesa iba a realizar una operación con varios submarinos y varios barcos de superficie.

Así que la Armada británica decidió tomar la iniciativa y, sospechando que iban a viajar hasta Madagascar, decidieron tomar esa enorme isla, antes de que llegaran los japoneses para instalar bases en esos puertos.

Además, la zona norte de la isla de Madagascar se encuentra a unos 1.400 km de Mombasa. Así que la flota británica correría un grave peligro, si se quedara en ese puerto. En tanto que la distancia de Madagascar al Mar Rojo es de unos 2.400 km.

El almirantazgo británico ideó un plan al que llamó Operación Ironclad y, como se suele decir, puso toda la carne en el asador, porque formó una flota con unos 50 barcos. La mayoría de ellos procedía de la zona del Mediterráneo. Esta zona quedó ahora a cargo de la Armada USA. También llevaban dos portaviones para dar cobertura aérea.

Por el contrario, creo que se quedaron cortos con los efectivos a desembarcar, ya que sólo llevaron unos 4.000 efectivos entre marines y comandos. Sin embargo, el Gobierno francés de Vichy tenía destacados allí a unos 8.000 efectivos, al mando del general Armand Leon Annet.

Curiosamente, no le quisieron decir nada al general De Gaulle para no estropear esta operación. Se ve que nunca se fiaron mucho de él, ni él de los británicos.

En principio, se había previsto realizar el desembarco en abril de 1942, pero hubo que hacerlo a primeros de mayo de ese año.

El general Annet sólo podía plantear una discreta defensa. Aparte de esos 8.000 efectivos, casi todos senegaleses y malgaches, tenía 4 barcos y 5 submarinos de la Armada francesa. Además de unas decenas de aviones y artillería de costa. Sobre el papel, no estaba mal, pero era todo material y armamento muy obsoleto. Lo normal para una isla que no había sido afectada por la guerra.

Los británicos eligieron como zona de desembarco el puerto de Diego Suárez (actualmente, Antsiranana), situado al norte de esa isla.

Las fuerzas británicas estuvieron comandadas por el general de Marines Robert Sturges y el almirante Edward Syfret, ambos con mucha mayor experiencia bélica que el general Annet.

Por lo visto, lo primero que hicieron fue inutilizar las defensas costeras, por medio del desembarco de comandos.

Hay que decir que el general Annet sólo tenía 3.000 efectivos defendiendo esa zona. Los demás estaban repartidos por el resto de la isla. Así y todo, se produjeron unas 500 bajas en cada bando.

No obstante, los japoneses ya habían enviado allí varios de sus submarinos de bolsillo, los cuales consiguieron dañar gravemente al acorazado británico HMS Ramillies, buque insignia de esa flota, y hundir a un petrolero, que se hallaba junto a él.

Los submarinos franceses también alcanzaron a algunos barcos británicos, aunque sólo lograron hundir a una corbeta.

Al final, los británicos hundieron tanto a los submarinos japoneses como a los franceses.

Seguro que nadie se hubiera imaginado que hubieran luchado juntos los japoneses y los franceses contra los británicos. Estas cosas son las que no les gusta recordar a los franceses.

Parece ser que los británicos confiaron en una rápida victoria, dado el éxito que tuvieron al desembarcar. No hay que olvidar que su último desembarco fue durante la I Guerra Mundial, en el que sufrieron la derrota de Gallipoli.

Sin embargo, como esa isla es muy montañosa y los franceses no tenían la intención de rendirse, pasaron muchos meses hasta que lograron la rendición del general Armand Annet y sus tropas, la cual tuvo lugar en el mes de noviembre de ese año.


Por ello, el Alto Mando británico tuvo que enviar muchos refuerzos para poder vencerles.

Hay quien afirma que los franceses resistieron durante más tiempo a los británicos en Madagascar que a los alemanes, cuando invadieron Francia.

Tras la rendición del general Annet, su puesto como gobernador de Madagascar fue ocupado por el general británico Sturges. No obstante, en diciembre de ese año, fue sustituido por el general francés Legentilhomme, leal al general De Gaulle. Esa lealtad le había ocasionado ser condenado a muerte, en ausencia, por el régimen de Vichy.

La situación ya continuó de esa forma hasta el final de la guerra.

Madagascar, como otros pueblos colonizados, quiso ser independiente. Eso dio lugar a un levantamiento, que tuvo lugar entre 1947 y 1949. Comenzando el Domingo de Ramos, que coincidía con la tradicional fiesta de año nuevo, según las costumbres de Madagascar.


Curiosamente, las autoridades francesas acusaron al Gobierno británico de estar apoyando a los rebeldes. Eso dio lugar a que expulsaran al cónsul y a todos los británicos residentes en esa isla.

Parece ser que no hubo demasiadas bajas en el bando francés. Sin embargo, en el bando malgache se cuentan por decenas de miles, ya que, según relatan los testigos, los franceses utilizaron métodos absolutamente criminales, como incendios de pueblos, torturas, fusilamientos masivos y hasta lanzamiento de personas vivas desde los aviones. Algo que luego les copiaron en Argentina.

Incluso, detuvieron a tres políticos malgaches, que eran diputados en la Asamblea Francesa. No respetaron sus derechos como parlamentarios. Fueron encarcelados e interrogados mediante torturas. Al final, les condenaron a cadena perpetua con trabajos forzados, pero fueron amnistiados en 1958.

Sin embargo, varios miles de malgaches fueron juzgados por tribunales penales civiles y militares. Curiosamente, de las 44 penas de muerte dictadas por los consejos de guerra, sólo se ejecutaron 8. Mientras que de las 129 dictadas por los tribunales ordinarios, se ejecutaron 16.


Afortunadamente, en 1960 lograron su independencia.

Finalmente, tras haberse rendido, el general Annet fue trasladado a Sudáfrica y de allí a Casablanca, para terminar en una prisión parisina.

Posteriormente, en 1947, fue juzgado y condenado por un delito llamado de indignidad nacional. Esta condena daba lugar a la pérdida del derecho al voto, la expulsión de la Administración pública o del Ejército, también la expulsión de los puestos directivos en las empresas privadas, etc. Incluso, los tribunales podrían dictar el destierro fuera de Francia y hasta la incautación de todos sus bienes.

Afortunadamente, este delito fue abolido en 1951 y luego solicitó ser amnistiado. Cosa que logró en 1954.

 

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miércoles, 9 de abril de 2025

EL GRAN ESCULTOR JUAN MARTÍNEZ MONTAÑÉS

Como nos vamos acercando a la Semana Santa, se me ha ocurrido escribir un artículo sobre la biografía de uno de los más importantes autores de esas obras, que sacan todos los años en procesión por las calles españolas.

Por si no lo saben mis lectores de Hispanoamérica, en España, a los escultores de obras de tipo religioso se les llama imagineros.

Nuestro personaje de hoy se llamaba Juan Martínez Montañés. Nació en 1568 en la localidad de Alcalá la Real (Jaén).

En realidad, “Montañés” debió de ser una especie de apodo familiar, porque ese era el que tenía su padre, que también se llamaba Juan Martínez. Así que es posible que tuviera un origen cántabro, porque así se llamaban, en aquella época, a los españoles, que vivían en Cantabria. En cambio, su madre se llamaba Marta González.

Supongo que sería una familia modesta, pues su padre tenía el oficio de bordador y tuvieron nada menos que 6 hijos. Algo muy raro ahora, pero muy normal en aquella época.

Nuestro personaje fue el primogénito y el único varón. Curiosamente, siempre tuvo muy buenas relaciones con dos de sus hermanas, que fueron las únicas que sobrevivieron hasta llegar a la edad adulta. Es sabido que en aquella época era muy alta la mortandad infantil.

Supongo que, en aquella época, se estaba intentando repoblar con cristianos todo el reino de Granada. Así que, en 1579, su familia se trasladó a esa ciudad y allí fue donde empezó a formarse con otro importante escultor llamado Pablo de Rojas.

Curiosamente, Rojas había nacido en la misma localidad que nuestro personaje, aunque en 1549. Era el décimo hijo de un pintor llamado Pedro Raxis, originario de Cerdeña, que castellanizó su apellido. A este Raxis le apodaron el viejo, porque luego hubo otro pintor Pedro Raxis, llamado el joven, que era nieto del anterior y que colaboró en el taller de Martínez Montañés. 

Así que estos Raxis montaron un taller familiar en Granada, donde también trabajaron otros personajes, como Martín Gaviria o Miguel Cano, padre del famoso Alonso Cano. Parece ser que fueron unos grandes especialistas en la técnica del estofado.

Pablo de Rojas fue un escultor muy influido por el manierismo, llegado de Italia y triunfante en aquel momento. Fue discípulo del granadino Rodrigo Moreno del que se conocen algunas obras suyas en su ciudad y también en el Monasterio del Escorial.

Aunque la especialidad de Rojas fue realizar obras para retablos, también fue el primero en realizar esculturas exentas, que son las que se utilizan para salir en procesión.

Volviendo a Martínez Montañés, hay que decir que se estuvo formando en el taller de Pablo de Rojas, al que siempre consideró como su maestro. Sin embargo, en 1587, se sabe que él y su familia se trasladaron a Sevilla. 

Es preciso mencionar que, en aquella época, Sevilla era una de las ciudades más pujantes del mundo, ya que allí estaba la sede de la Casa de la Contratación, desde dónde partían y llegaban las naves cargadas de riquezas venidas de América.

Ese mismo año, se casó con Ana de Villegas, hija de un importante ensamblador de imágenes religiosas dentro de los retablos.

Parece ser que tuvieron cinco hijos. Optando tres de ellos por su ingreso en órdenes religiosas. Hay que decir que nuestro personaje siempre fue una persona muy religiosa.

Al año siguiente, tuvo que pasar un examen para poder ser admitido como maestro en su gremio. Algo muy habitual en aquella época y, por lo que se ve, las obras que realizó fueron muy del agrado del tribunal examinador. Así que eso le dio la oportunidad de poder trabajar como escultor y como ensamblador. O sea, los que diseñan y construyen los retablos.

Parece ser que los que lo conocieron dijeron que siempre fue un perfeccionista, pero también que era una persona con muy mal carácter, aunque también, a veces, sufría depresiones. Sobre todo, cuando le salía algo mal.

No sé si sería fruto de su mal carácter. Lo cierto es que se sabe que en 1591 se vio envuelto en una riña, que dio lugar al homicidio de un tal Luis Sánchez.

Por lo visto, estuvo casi dos años encarcelado por este motivo. Sin embargo, fue puesto en libertad, tras haber acordado pagar la fuerte suma de 100 ducados a la viuda de la víctima.

Supongo que estaría preso en la Cárcel Real de Sevilla, la cual estaba situada entre las actuales calle Sierpes y Entrecárceles, donde hoy está la sede de una entidad bancaria.

Parece ser que era un edificio, que tenía 3 plantas y debió de ser bastante grande, pues solía haber hasta 1.000 presos.

Ciertamente, entre los muchos presos que hubo allí, se podrían mencionar algunos nombres muy conocidos, como Alonso Cano o Mateo Alemán.

Sin embargo, el más famoso de todos fue Miguel de Cervantes, que permaneció encarcelado allí entre septiembre y diciembre de 1597, cuando fue acusado de haberse quedado con el importe de los impuestos que había recaudado.

De hecho, dicen algunos autores que allí fue donde empezó a escribir Don Quijote.

Parece ser que, en el siglo XVIII, este edificio ya se hallaba en muy malas condiciones y también fue afectado por el famoso Terremoto de Lisboa, ocurrido en 1755. Así que fue demolido en 1835.

En 1613 falleció Ana, su esposa. Sin embargo, al año siguiente, se casó con Catalina de Salcedo, hija de un pintor local, con la que tuvo otros 7 hijos.

En 1635, es muy posible que, gracias a la intervención de otro famoso sevillano, el pintor Diego Velázquez, fuera contratado por Felipe IV para realizar una gran obra. Se trataba de la estatua ecuestre de este rey, que podemos ver en la madrileña Plaza de Oriente.

Por lo visto, Montañés y Velázquez ya se conocían desde cuando el segundo estuvo aprendiendo en el taller de pintura de su maestro y luego suegro, Francisco Pacheco.

Parece ser que, en aquella época, los distintos talleres solían realizar tertulias a las que asistían todos los miembros de varios talleres para aprender de sus maestros.

En su momento, esta estatua fue muy revolucionaria, pues nunca se había realizado una estatua ecuestre, donde el caballo tuviera sus dos patas delanteras en alto.

Así que se consiguió gracias a la colaboración de varias personas. Galileo fue el que hizo los cálculos y aconsejó que las patas traseras fueran macizas, mientras que las delanteras fueran huecas para lograr el equilibrio.

El pintor Velázquez fue el encargado de realizar los dos bocetos, que fueron aprobados por el rey. Mientras que Martínez Montañés se dedicó a modelar en barro un busto con la imagen del monarca.

La fundición de esa estatua en bronce se la encargaron al escultor toscano Pietro Tacca, que tenía su taller en Florencia. Curiosamente, fue el mismo, que había fundido, unos años antes, la estatua de Felipe III.

Así que la estatua se empezó a proyectar en 1634 y se entregó en 1640. El mismo año de la muerte de Tacca.

En un principio, fue instalada en los jardines del antiguo Palacio del Buen Retiro y, por fin, tras haber sido instalada en varios lugares, fue colocada en el lugar en el que ahora está.

Velázquez retrató a Martínez Montañés, en uno de sus cuadros, mientras se hallaba modelando en barro el busto del monarca. Esta obra está expuesta en el Museo del Prado.

Parece ser que, en 1598, también colaboró, junto a otros artistas sevillanos, en la confección del túmulo dedicado al fallecimiento de Felipe II. Incluso, Cervantes fue otro de los colaboradores, escribiendo un famoso soneto.

Desgraciadamente, Martínez Montañés murió en 1649. Fue uno de los 60.000 sevillanos, que murieron a causa de la epidemia de peste ocurrida en ese año y que se llevó por delante casi a la mitad de los habitantes de aquella ciudad.

También es verdad que ya tenía 81 años. Una edad muy longeva para la esperanza de vida, que había en aquella época.

Por lo que se refiere a sus obras, empezó trabajando muy influenciado por el estilo manierista de su maestro, aunque en sus obras finales se le ve un traslado al barroco. Sin embargo, en sus obras podemos apreciar un realismo, sin tener que acudir a las típicas expresiones exageradas, propias del Barroco.

Fue un pionero en la llamada técnica de la encarnación, con la que conseguía que las pieles tuvieran un aspecto lo más realista posible.

La mayoría de sus obras son de tipo religioso. Salvo unas esculturas para unas tumbas de nobles y el mencionado busto del monarca.

Parece ser que su etapa en la que tuvo un mayor número de encargos fue entre 1603 y 1620. No sólo podemos encontrar sus obras en Andalucía, sino que también se pueden ver algunas en Extremadura y hasta en Hispanoamérica.

Dada su gran producción, y para no alargar más este artículo, he de mencionar que en Sevilla se pueden admirar varias de sus obras en los siguientes lugares: la catedral, el museo de Bellas Artes, la iglesia del Salvador, la de la Anunciación, el convento de Santa Clara y el de Santa Paula.


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