Hoy voy a dedicar este artículo a
un tema que, aunque parezca mentira, sigue siendo muy controvertido. Sigue ahí
como una herida, que siempre ha enturbiado las relaciones entre Alemania, la
República Checa y Eslovaquia.
Es preciso decir que, antes de la
II Guerra Mundial vivían casi 3.000.000 de personas de origen alemán en toda
Checoslovaquia. Ciertamente, donde más había era en las zonas más cercanas a la
frontera con Alemania.
Por ejemplo, en los Sudetes,
alrededor del 75% de su población era de origen alemán y en el resto de
Checoslovaquia, el 20% de sus habitantes tenían ese mismo origen.
Parece ser que los grupos
políticos checoslovacos en el exilio estuvieron presionando, durante toda la
guerra, a los aliados para que les permitiesen expulsar a los alemanes que vivían
en su país.
Por lo visto, empezaron por
convencer al propio Churchill y éste logró el beneplácito del resto de los líderes
aliados en la Conferencia de Postdam. Celebrada en agosto de 1945.
Así que, entre enero y octubre de
1946, alrededor de 1.300.000 ciudadanos de origen alemán fueron expulsados a la
zona de Alemania ocupada por los USA. Mientras que otros 800.000 fueron a parar
a la zona alemana ocupada por los soviéticos. Lo cierto es que unos 750.000 ya
habían sido expulsados antes de la Conferencia de Postdam.
Parece ser que no todos fueron expulsados, sino que, alrededor de unos 200.000 les permitieron quedarse, por ser muy importantes para la industria de ese país, ya que eran ingenieros y obreros muy especializados. Aunque algunos de ellos fueron deportados a otras zonas alejadas de Alemania.
Parece ser que, casi todos estos, también se fueron yendo hacia la República Federal de Alemania.
En 1958, un estudio del Gobierno
de la República Federal Alemana estimó en unos 270.000 el número de muertos
durante esas deportaciones. Sin embargo, expertos checos los han reducido a
unos 30.000. Mientras que una comisión de la Iglesia alemana ha confirmado la
cifra de, al menos. 14.215 asesinados con nombres y apellidos.
Parece ser que, en la posguerra,
los gobernantes checoslovacos tomaron la decisión de que, en el futuro, en su
país sólo habría tres tipos de etnias. O sea, checos, eslovacos y rutenos. Por tanto,
decidieron expulsar no sólo a los de origen alemán, sino también a otros, como
los de origen húngaro.
Como a los de estos dos últimos orígenes, durante la II Guerra Mundial, les habían dado pasaportes alemanes y húngaros, respectivamente, los gobernantes checoslovacos alegaron que sólo estaban expulsando a los extranjeros, como una buena excusa para poder expulsarlos.
Incluso, promovieron una campaña
en los medios de comunicación en la que acusaron a esos alemanes de haber sido
una especie de Quinta Columna para facilitar la ocupación alemana de
Checoslovaquia. Lógicamente, con eso lograron que la mayoría de la población
odiara a los alemanes.
También, a esta población de
origen alemán en Checoslovaquia, se unió que, al final de la guerra, llegaran
otro 1.500.000 de alemanes, que residían en Polonia y venían huyendo de las
tropas soviéticas.
No sólo los expulsaron, sino que
les revocaron su nacionalidad checoslovaca, les confiscaron todos sus bienes,
los encarcelaron, los condenaron a trabajos forzados y a unos setecientos, los
condenaron a muerte y los ejecutaron.
El propio jefe del Ejército
checoslovaco ordenó a sus tropas que trataran con extrema dureza a los ciudadanos
de origen alemán, aunque fueran mujeres y niños.
Parece ser que las autoridades
locales, policiales y militares se lo tomaron al pie de la letra. Por ello se
produjeron abundantes masacres, que siempre han querido ser silenciadas.
Por ejemplo, a mediados de junio de 1945, unos 265 civiles alemanes, incluidos mujeres y niños, viajaban en un tren para ser deportados. Al llegar a la ciudad eslovaca de Prerov, los militares les obligaron a bajar de los vagones. Luego, los llevaron a un campo cercano, donde les obligaron a cavar sus propias tumbas y allí les asesinaron.
Unos 20.000 ciudadanos de origen
alemán fueron expulsados de Brno, la segunda ciudad más importante de la actual
República Checa. Fueron enviados a campos de concentración ubicados en Austria.
Se cree que, al menos, 800 de ellos murieron antes de llegar a esos campos.
También muchos ciudadanos
particulares decidieron asesinar a sus antiguos vecinos de origen alemán. En la
localidad de Usti se calcula que asesinaron a unos 100, mientras que en la
actual Postoloprty mataron a unos 760. Evidentemente, el Gobierno Checoslovaco
no hizo nada por impedirlo, ni tampoco castigó a los culpables.
Por otro lado, la Sociedad
Alemana contra la expulsión publicó un informe en el que afirmaba que unos
350.000 ciudadanos de origen alemán fueron encerrados en 1.215 campos de
concentración y 846 de trabajos forzados, donde murieron muchos de ellos,
debido al maltrato y al hambre que padecieron. Algunas de estas instalaciones
eran campos nazis reutilizados, como el de Theresienstadt.
Por supuesto, el gobierno alemán
también lamentó, en esa misma declaración, todos los sufrimientos ocasionados
desde que Checoslovaquia fue invadida por las tropas alemanas.
Parece ser que, entre 1949 y 1952, algunos de estos alemanes,
que habían sido expulsados, pretendieron regresar a sus hogares. Sin embargo,
fueron obligados a residir en lugares deshabitados en el centro del país y ni
siquiera se les permitió visitar las tumbas de sus familiares, ya que siempre estuvieron
vigilados muy de cerca por la policía comunista.
Sin embargo, el Gobierno de
Checoslovaquia sí que accedió a pagar indemnizaciones a los ciudadanos de
origen húngaro que fueron expulsados de su país.
Desde luego, fue una declaración
muy valiente, ya que siempre había sido un tema censurado por el gobierno
comunista de Checoslovaquia.
Incluso, en 2002, el Gobierno checo tuvo que contratar a unos juristas extranjeros para que se pronunciaran a favor de que el mencionado decreto Benes, por el que se expulsó a los alemanes de ese país, no constituía un obstáculo para su ingreso en la UE.
En 2010, a raíz de la emisión de
un documental sobre este tema, en la televisión pública checa, muchos testigos se
decidieron a hablar y se encontraron muchas fosas comunes, donde habían
enterrado a muchos de esos expulsados. Eso dio lugar a que se colocaran placas
y monumentos en esos lugares.
En 2018, la antigua canciller de
Alemania, Angela Merkel, pronunció un discurso que levantó muchas ampollas en
el Gobierno checo, al decir que la expulsión de los ciudadanos de origen alemán
de los países de Europa oriental fue un acto injusto. Algo que les pareció inaceptable,
tanto al presidente de la República Checa como al de su gobierno. A ese rechazo
gubernamental se sumaron muchos líderes políticos checos.
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