Seguro que a más de uno le habrá
sorprendido el título de este artículo, pero me parece que lo entenderá muy
bien, cuando termine de leerlo.
Posiblemente, más de uno me dirá
que el que descifró los mensajes enviados por la máquina Enigma fue el
británico Alan Turing. Eso, en parte, es cierto. No obstante, ya sabemos que
uno de los “defectos” de los británicos es que tienen una memoria muy selectiva
y suelen encumbrar solamente a los suyos, en perjuicio de los demás.
Como de costumbre, vayamos al
principio. Nuestro personaje de hoy se llamaba Marian Adam Rejewski y nació en
la ciudad de Bydgoszcz a la que los alemanes llamaban Bromberg.
Se podría decir que su familia
pertenecía a la clase media, pues su padre se dedicaba al comercio del tabaco y
gozaba de una cierta posición acomodada.
Curiosamente, en 1905, que fue
cuando nació, esa ciudad se hallaba dentro del Imperio alemán. Sin embargo,
como todos sabemos, Polonia, sufrió varios repartos territoriales a lo largo de
su Historia. De tal modo, que llegó a desaparecer. Así que, antes de la I
Guerra Mundial, su territorio estaba dividido entre Alemania, Rusia y el
Imperio Austro-Húngaro.
Sin embargo, tras ese infame
conflicto, y gracias a muchos, sobre todo, al presidente Wilson, surgieron o
resurgieron varias naciones. Entre ellas, Polonia.
Así que en 1920 su ciudad pasó a
depender del nuevo Estado de Polonia. Algo que les alegró mucho, porque en su
familia siempre se habían considerado polacos.
Al final de la Secundaria, se
trasladó a la ciudad de Poznán, en cuya Universidad estudió la carrera de
Matemáticas, realizando, posteriormente, un máster en Filosofía.
Durante esos años tuvieron lugar
unos hechos, que tuvieron mucha trascendencia en su vida. En 1918, un ingeniero
eléctrico alemán, llamado Arthur Scherbius, patentó una máquina a la que llamó
Enigma y que servía para enviar mensajes codificados.
Por lo visto, en un principio, se
trataba de un cacharro enorme. Luego fue reduciendo su tamaño para que pudiera
ser un objeto portátil.
Paradójicamente, los primeros
encargos no le llegaron desde los militares, sino de diversas empresas
exportadoras y financieras. Sobre todo, de Holanda.
Posteriormente, como el Estado
Mayor alemán se acababa de enterar, al final de la I Guerra Mundial, que sus
mensajes habían sido descifrados por el otro bando, necesitaba un sistema más
seguro para enviar sus mensajes. Así que se decidieron por éste y, aunque era
una máquina un poco cara, le hicieron un pedido de unas 30.000
unidades para el
Ejército y la Armada. Por ello, Scherbius fabricó dos modelos diferentes: uno
para uso civil y otro militar.
Enigma tenía el aspecto de una
máquina de escribir metida dentro de una caja de madera, con su teclado y dos
filas de bombillas con un total de 26 letras. En su interior, tenía 3 discos
rotatorios, los cuales había que girar diariamente y colocarlos en la posición
ordenada por el Alto Mando. De esa manera, la máquina emisora y la receptora
utilizarían el mismo código. El operador sólo tenía que teclear un mensaje y
esas ruedas giratorias harían que cada letra se convirtiera en otra diferente,
la cual se encendía en la bombilla correspondiente a esa letra. Eso pensaban
que haría casi imposible su desciframiento, pues se calculaba que existían unos
159 trillones de combinaciones.
Por uno de esos azares del
destino, el sábado 26/01/1929, llegó una caja a una aduana de Polonia. Lo que
realmente mosqueó a ese oficial de aduanas fue que les llegó un escrito de la
Embajada de Alemania en Varsovia, pidiéndoles que devolvieran la caja,
inmediatamente, a Alemania. Incluso, siendo un sábado, apareció por allí un
funcionario de esa embajada reclamando el paquete. Algo muy extraño. Se estaban
tomando muchas molestias, pues ese día no trabajaban.
Supongo que alguien se habría
equivocado al realizar el envío. Si la hubieran remitido por valija diplomática,
los aduaneros polacos, no la habrían abierto.
Sin embargo, con muy bien
criterio, el aduanero, se puso en contacto con el Estado Mayor polaco y éste le
envió un grupo de militares de la Oficina de Cifra.
Evidentemente, abrieron el
paquete y estuvieron estudiando el aparato de cabo a rabo. Incluso, les
ayudaron los miembros de una empresa de ingeniería, que solía trabajar para el
Ejército. No obstante, no pudieron averiguar mucho, pues se trataba de un
modelo diferente al de uso civil. Así que la volvieron a empaquetar y la
entregaron al funcionario alemán.
Durante varios años, no sólo los
polacos, sino también otras agencias de Inteligencia de los países aliados,
estuvieron interceptando miles de mensajes enviados por los alemanes, los
cuales no había manera de descifrar.
Así que, en 1929, al capitán
Maximiliam Ciezki, jefe de la Oficina de Cifra del Ejército polaco se le
ocurrió la feliz idea de impartir un curso de Criptografía a los estudiantes
más sobresalientes de la Facultad de Matemáticas para ver si podría fichar a
alguno de ellos.
De los 20 que acudieron a ese
curso, seleccionados por el profesor Krygowski, sólo se quedó con 3 de ellos y uno de esos tres era nuestro personaje de
hoy. Los otros dos fueron Henryk Zygalski y Jerzy Rozycki. Olvidaba mencionar
que uno de los requerimientos básicos para hacer el curso era hablar
perfectamente alemán. Así que ya os imagináis por dónde iban los tiros.
Curiosamente, no sé si, en
principio, a Rejewski no le interesaría ese tema, porque luego se fue a la ciudad
alemana de Gotinga a hacer un curso de Matemáticas aplicadas a los actuarios de
seguros.
Es posible que, en 1930, la
Inteligencia polaca le encontrara un puesto mejor, pues regresó a Poznan y se
puso a trabajar como profesor de esa Universidad y también en la Oficina de
Cifra del Ejército. Posteriormente, esa oficina fue trasladada a Varsovia.
En esa oficina tuvieron algunos
éxitos importantes, pero el Ejército alemán iba perfeccionando el
funcionamiento de Enigma y se lo ponía cada vez más difícil.
Para descifrar los mensajes de Enigma
era preciso saber cómo funcionaba, averiguar cómo estaban conectados los cables
a cada rueda y, por último, saber la clave diaria que había que poner en esos
aparatos.
En principio, Marian, sólo
solucionó el primer problema. Eso sí, a base de técnicas matemáticas, como la teoría de Galois, consiguió
reducir esos trillones de combinaciones a unas 150.000,
que también son muchas, pero menos que al principio. De hecho, ya en 1931,
consiguieron descodificar la mayoría de los mensajes interceptados a la Armada
alemana. Sin embargo, pronto cambiaron a un modelo más complejo, lo cual
impidió que pudieran seguir descifrando los mensajes.
Los investigadores quedaron bloqueados,
cuando las ecuaciones formuladas por nuestro personaje empezaron a tener
demasiadas incógnitas, que no podían resolver.
Sin embargo, aquí entra en escena
el personaje del que hablé en mi anterior artículo. Me refiero a Hans Thilo
Schmidt, un alemán que trabajaba para la Inteligencia francesa. Él fue el que,
desde finales de 1932, les facilitó los libros de códigos y, posteriormente,
llegó a mostrarles un esquema del cableado interior de esas máquinas. De esa
manera, se ahorraron varios años de trabajo.
Por lo visto, a partir de 1936,
los alemanes aumentaron el nivel de seguridad. No obstante, Rejewski y sus
colegas estaban ya más preparados y construyeron un aparato llamado ciclómetro,
que calculaba con mucha rapidez las permutaciones realizadas en el sistema.
Así que, de esa forma, ya en
1937, consiguieron leer la inmensa mayoría de los mensajes de los alemanes.
Supongo que los alemanes también
estarían un poco nerviosos por la segur idad de sus transmisiones.
Así que, periódicamente,
modificaban el sistema. De esa manera, en 1938, consiguieron que los polacos no
pudieran leer sus mensajes. No obstante, como Rejewski y sus colegas ya habían comprendido
la base de ese sistema, construyeron a toda prisa un aparato al que llamaron la
bomba criptológica, que realizaba los cálculos en poco tiempo. Precisamente, en
este aparato se basó Alan Turing para construir el suyo, aunque le dotó con
algunas modificaciones.
También Zygalski aportó su
granito de arena, cuando diseñó unas tarjetas perforadas que llevan su nombre y
simplificaron mucho los cálculos.
Sin embargo, a mediados de
diciembre de 1938, los alemanes aumentaron el número de rotores de sus máquinas
Enigma, lo cual dificultó tanto el desciframiento de sus mensajes, que los
polacos tuvieron que diseñar 60 máquinas bombas criptológicas y miles de hojas
Zygalski. Desgraciadamente, esto se les fue de las manos, pues superaba, con
creces, el presupuesto otorgado a este departamento.
Así que, cuando el Estado Mayor
polaco se dio cuenta de que los alemanes pensaban invadirles y no tenían más
presupuesto para esas investigaciones, decidieron reunirse con sus colegas
franceses y británicos y compartir sus conocimientos para intentar parar a los
alemanes. Esa reunión tuvo lugar en julio de 1939. De esa forma, a finales de ese año, los británicos, pudieron empezar a descifrar los mensajes de los alemanes
y los franceses sólo unos meses después.
Así que muchos expertos en temas criptográficos
opinan que los esfuerzos de estos científicos polacos hicieron que los Aliados
ganaran la guerra y que ésta durase entre 2 y 4 años menos.
Parece ser que, cuando se produjo
la invasión de Polonia, estos científicos huyeron a Rumania, junto con un par
de máquinas Enigma. En un principio, pidieron la protección de la Embajada
británica, pero se les negó. Afortunadamente, después, fueron a la francesa, la
cual les facilitó la huida hasta Francia.
En ese país, trabajaron conjuntamente
con los expertos franceses, logrando volver a descifrar los mensajes alemanes.
Evidentemente, tras la invasión de Francia, tuvieron que salir huyendo y se
fueron a Argelia.
Aunque algunos de esos técnicos continuaron
residiendo en la Francia no ocupada, su labor se hizo mucho más arriesgada,
pues, los alemanes, cada vez realizaban más detenciones en esa zona, secuestrando
a los detenidos y llevándolos a la zona ocupada.
Así que, para mayor seguridad, la
Inteligencia francesa, les dio la orden de evacuación. De esa manera, Rejewski
y Zygalski consiguieron huir a España, aunque fueron detenidos por la Policía
española y encarcelados. No obstante, después de dos meses, fueron puestos en
libertad, gracias a la intermediación de la Cruz Roja. De Madrid fueron a
Lisboa y de allí a Gibraltar, donde tomaron un avión militar con destino al Reino
Unido.
A partir del verano de 1943,
estos dos científicos, se unieron al Estado Mayor de las fuerzas polacas, con
base en Gran Bretaña. Allí siguieron descifrando códigos de diversos servicios,
como los de la Inteligencia alemana.
Desgraciadamente, Jerzy Rosycki,
que fue destinado a Argel, pereció durante el hundimiento del barco francés Lamoricière,
cuando se dirigía a Francia. El suceso tuvo lugar en un punto situado al nordeste
de la isla de Menorca. Parece ser que se debió a una fuerte tormenta, cuando
intentaba auxiliar a otro barco de la misma nacionalidad.
Paradójicamente, como ya sabemos
cómo son los anglosajones, tanto los británicos como los USA, aunque se
beneficiaron del trabajo de estos científicos polacos, les excluyeron y no les
permitieron trabajar con ellos. Sólo les dejaron trabajar en el desciframiento
de códigos mucho más simples.
En noviembre de 1946, Rejewski, fue
licenciado de su puesto como teniente del Ejército polaco. Así que decidió volver a su país, donde vivían su mujer y sus dos hijos.
Se desconoce el motivo por el que
no regresó a su trabajo como profesor en la Universidad de Poznan. Sólo que volvió
a su ciudad natal de Bydgoszcz, donde trabajó en una fábrica de cables y luego
también como contable en el sindicato de la madera. Siempre vigilado por la Policía polaca.
Parece ser que se jubiló en 1967
y sólo en 1973 se decidió por escribir un libro con sus memorias, contando su
labor en el desciframiento del código Ultra, que utilizaban las máquinas Enigma.
Así que fue entonces cuando empezaron a reconocer sus méritos y apareció en algunos
programas de tv. También entregó su archivo relativo a sus investigaciones
sobre Enigma al Instituto de Historia Militar de su país.
Como no deberíamos de olvidar que
la invasión de Polonia fue una operación conjunta de los ejércitos alemán y
soviético, pues, antes de que eso ocurriera, también, nuestro personaje se
dedicó a descifrar los códigos soviéticos. Por lo visto, algo bastante más
sencillo que estudiar los de los alemanes. Así que, supongo que a los soviéticos,
que fueron los que dominaron ese país en la posguerra, no creo que les gustara
mucho que se difundiera que Rejewski y sus colegas les habían estado espiando
todo el tiempo.
En los años 70, empezó a sufrir
problemas cardiacos y su salud se empezó a deteriorar. En 1978 fue condecorado
por el Consejo de Estado de Polonia.
Desgraciadamente, en 1980, murió
a causa de un fallo cardiaco y fue enterrado con honores en un cementerio
militar en Varsovia.
A partir del año 2.000 se
sucedieron los reconocimientos internacionales. Se erigieron varios monumentos
en su honor, tanto en su ciudad natal como en Varsovia. También fueron
reconocidos sus otros dos compañeros con placas de bronce, erigidas en su
honor, en vario s lugares. Hasta en el famoso Bletchley Park, lugar desde donde la Inteligencia británica, logró descifrar los mensajes de los alemanes. Allí es donde trabajó Alan Turing.
Incluso, desde entonces, en
Polonia, se han ido emitiendo sellos y monedas para recordar la importante
labor llevada a cabo por este matemático.
Puestos a reconocer méritos, creo
que no deberíamos olvidarnos de un grupo de exiliados republicanos españoles,
encabezados por Faustino Antonio Camazón, que ya tenían mucha experiencia en
descifrar comunicaciones militares alemanas, realizadas mediante Enigma, pues
lo hicieron durante la guerra civil, y los franceses los pusieron a trabajar
junto a los expertos polacos.
En España, igual deberían de
tomar buena nota de eso los entusiastas de la Ley de la Memoria Histórica. El
equipo llamado PC Bruno lo componían 15 polacos, 9 franceses y 7 españoles.
Curiosamente, no hace muchos años, Rejewski, también fue condecorado por la propia OTAN. Obviamente, no lo pudieron
hacer antes, porque Polonia pertenecía al Pacto de Varsovia.
En su momento, el tema fue tan
secreto que Churchill guardó los documentos sobre Enigma en una caja fuerte,
que sólo la podía abrir él.
Por lo visto, en la posguerra,
los británicos, no quisieron difundir que habían descifrado las claves de los
mensajes por esa máquina, porque vendieron unas cuantas, a otros países, como
Egipto, y así tuvieron la ventaja de poder controlar sus comunicaciones.
Después de leer todo lo anterior,
la pregunta que me surge es cómo pudo Hitler invadir casi toda Europa, si los
Aliados sabían lo que pensaba hacer y cuándo lo iba a llevar a cabo. Igual a
alguno se le ocurre alguna respuesta.
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