Esta vez traigo al blog nada
menos que a un hombre de la Iglesia. Lo cierto es que no fue un clérigo
cualquiera, sino un personaje con unas ideas muy claras que influyeron mucho en
la España, que aún no existía, y hasta en la Europa de su tiempo.
Bueno, pues, comencemos. Oliva u
Oliba, que da igual, fue todo un miembro de la nobleza catalana de la Edad
Media.
Su padre fue Oliba Cabreta, conde
de Cerdaña, Ripoll y Besalú. Luego también de Berga, que fue un condado creado
a partir del de la Cerdaña. Su madre se llamaba Ermengarda. Así, su linaje
procedía directamente del conocido Wifredo el Velloso, el primer conde que obró
con cierta independencia del Imperio Carolingio.
Es preciso aclarar que, hasta la
figura de Wifredo, el título de conde no se consideraba en el Imperio un título
nobiliario personal, sino que era una especie de cargo. Como ser gobernador de
una zona. Cuando el emperador los cesaba en el cargo, perdían el título de
conde.
Como he dicho antes, a partir de
Wifredo, cada conde empezó a actuar por su cuenta, ya que el Imperio no podía
defender esos territorios de las constantes invasiones musulmanas y así los
condes pudieron legar a sus sucesores sus títulos y sus propiedades, con el
beneplácito del emperador.
Bien, volvamos a nuestro
personaje de hoy. Se cree que nació en torno al 971, pero no se sabe dónde. Tuvo
cuatro hermanos más: Bernardo Tallaferro (conde de Besalú), Wifredo II de
Cerdaña, Adelaida y Berenguer, que llegó a ser obispo de Elna.
Esta familia siempre tuvo
relación con la Iglesia, pues su padre, cuando se hizo mayor, dejó a los suyos
y se recluyó en el monasterio de Montecassino. Un hijo de Bernardo fue el
obispo de Besalú. Wifredo II de Cerdaña también se retiró en su ancianidad, para
profesar como monje en el monasterio de San Martín de Canigó, que había fundado
él mismo en 1007. También uno de sus hijos fue, posteriormente, obispo de
Gerona.
También hay que decir que Oliba
tuvo una hermanastra, fruto de una relación extraconyugal de su padre, la cual llegó
a ser abadesa del monasterio de San Juan de Ripoll, también llamado San Juan de
las abadesas.
Siguiendo a nuestro personaje,
podemos mencionar que su padre le legó los condados de Berga y Ripoll. En 1003,
cuando se hizo monje renunció a ellos y cedió el de Berga a su hermano Wifredo
y el de Ripoll a su otro hermano, Bernardo.
Profesa como monje benedictino en
el monasterio de Ripoll. Llegaría a ser abad del monasterio de san Miguel de
Cuixá, que había fundado su padre, y también del mencionado de Ripoll.
Es necesario mencionar que, en
aquella época, cada conde intentaba
tener su obispo propio, con objeto de independizarse de las consignas que le
venían de Narbona y de otras diócesis de otros condes. Necesitaban tener a la
Iglesia de su parte.
Fue amante de la cultura,
consiguiendo agrupar en los monasterios bajo su mando las mejores obras
literarias de todos los tiempos y, además, ordenó que se tradujeran muchas de
ellas.
Al mismo tiempo, embelleció sus monasterios,
como el de Cuixá, donde mandó ampliar la abadía con varias nuevas
construcciones.
Realmente, fueron focos
culturales que atrajeron a mucha gente. Incluso, en el siglo X, un dux de
Venecia ya jubilado, fue a vivir allí durante sus últimos años.
No olvidemos que, ya en el siglo
XI, se produjo una especie de mini renacimiento cultural a todos los niveles. Esto
se dio, principalmente, porque, dando el gran crecimiento económico, algunos
pudieron dedicarse al mundo de la cultura e, incluso, buscar por Europa a los mejores
maestros.
Se dice que, durante la Edad
Media, en la Universidad de la Sorbona de París, si los alumnos consideraban
que su maestro no estaba al nivel exigido por ellos, podrían tirarlo por la
ventana.
En 1017, Oliba, fue nombrado
obispo de Vich. Es preciso recordar que ese fue, durante muchos años, el
obispado más importante de Cataluña, hasta que el conde de Barcelona consiguió
restaurar el antiguo arzobispado romano situado en Tarragona.
Se relacionó con muchos
personajes del
momento, como Sancho III el mayor de Navarra, al que ya dediqué
anteriormente otra entrada. Se conserva algún escrito que él le dirigió desde
su monasterio.
Bueno, una vez situado el
personaje en su época, tengo que decir que le tocó vivir una época muy
violenta, pues en los condados catalanes, como en casi todas partes, se
produjo, entre 1020 y 1060, la llamada
“revolución feudal”.
Esta consistió en que cada noble
hizo la guerra por su cuenta contra el resto de los nobles, a fin de quitarles
sus territorios y obligar a que los campesinos de esos territorios trabajaran
para él, sin poder moverse de los mismos. Es normal, porque estos nobles
militares vivían del botín, pero, en ese momento, no podían hacer la guerra
contra los musulmanes, porque eran muy inferiores y, además, los moros estaban
mejor organizados.
En esa zona, donde los campesinos
se regían aún por el Liber Iudiciorum, promulgado en la época visigótica,
solían ser propietarios de las tierras que trabajaban y estos repetidos
conflictos les impedían trabajar en paz, aparte de que, en muchos casos, les
destrozaban sus plantaciones su ganado.
Oliba se hizo eco del malestar de
todos estos agricultores y ganaderos y propuso en 1027, durante el sínodo de
Tolugues, a donde fue en representación del obispo de Elna. Allí se aprueba la
llamada Paz y Tregua de Dios.
Consiste en que no se deberá
producir violencia desde los sábados hasta los lunes a fin de que los fieles puedan
asistir a misa. Se impone como castigo la excomunión y la prohibición de
sepultarles en cementerios católicos.
Como la medida va teniendo éxito,
se amplía, por parte de las autoridades, a otros muchos períodos, como los
miércoles por la noche hasta los lunes por la mañana y además durante el
Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua.
También se amplió esta medida a
los mercados y a los comerciantes que acudían a ellos, para que no fueran
asaltados por los caminos.
Igualmente, se instalan las llamadas
sagreras, que son unos espacios de unos 30 pasos, alrededor de los edificios
religiosos, de limitados por dos cruces penitenciales. Teóricamente, en esas
zonas, las personas que se sitúen allí, quedarán protegidas de los ataques de
los nobles. Esta medida no se cumplió en muchos casos.
Estas treguas fueron muy bien
acogidas. Por ejemplo, los reyes instituyeron la llamada “tregua del príncipe”,
al objeto de conservar su territorio en paz, mientras ellos hacían la guerra
fuera de él. Como el caso de la conquista de Mallorca por Jaime I el
conquistador.
Estas medidas pacificadoras
fueron confirmadas por varios concilios posteriores, incluso, ampliando aún más
los días en que tenía que guardarse la tregua. Desde luego, hay que reconocer
que fue una medida muy moderna y muy atrevida para esos tiempos, donde no se
respetaba en absoluto la vida humana.
Algunos autores dicen que, en un
principio, el interés de Oliba se circunscribió a los intereses de la Iglesia.
Por ello, se empezó castigando a los que produjeran daños en los bienes o
personas del clero.
También es verdad que todas esas
medidas no cuestionaron en ningún momento las relaciones de vasallaje entre el
señor y sus súbditos, quizás, por ello, tuvo más éxito entre los gobernantes. No
hay que olvidar que nuestro personaje, aparte de ser un monje, también era un noble
al igual que todos los miembros de su familia.
Es posible que Oliba aprovechara
la ausencia de su superior, el obispo Berenguer de Elna, el cual se hallaba en
ese momento peregrinando a Tierra Santa, para exponer sus ideas en el sínodo
citado.
Algunos autores afirman que esas asambleas de Paz
y Tregua de Dios, en donde se discutían las infracciones contra la prohibición
de guerrear en ciertos días señalados, fueron el germen de las Cortes
catalanas. Los edictos aprobados en esas asambleas solían ir dirigidos hacia
los señores feudales y sus huestes, para que dejaran de ejercer la violencia en
sus territorios y los de los demás. La verdad es que ahora nos podría parecer
una medida muy moderna para aquellos tiempos, sin embargo, la época medieval
nos va mostrando cada día cosas más sorprendentes.
De hecho, las resoluciones de
estas asambleas fueron cada vez más importantes y, más adelante, fueron
incorporadas a los llamados “Usatges” de Barcelona, que fue el nuevo código que
sustituyó al Liber Iudiciorum visigótico. Bajo la influencia de los condes de
Barcelona, sus ”Usatges” se fueron imponiendo en toda Cataluña.
En varios sitios fueron aún más
radicales, condenando al que utilizare la violencia en esos días al exilio
durante 30 años, pagando antes de marcharse una indemnización a sus víctimas
por el daño realizado más la excomunión.
Incluso, si alguien hablaba con
él y no fuera para aconsejarle que se arrepintiera, sería igualmente
excomulgado.
Además, si enfermase o muriese
antes de cumplir su pena, ningún cristiano le visitará, ni le curará y además tampoco
podrá legar sus posesiones, en caso de muerte.
Esto de la excomunión podría
parecer una tontería, sin embargo, podría ser un arma muy potente en manos del
Papa de turno. Por ejemplo, el rey Pedro III de Aragón, llamado el Grande, fue
excomulgado por conquistar Sicilia, a pesar de habérselo prohibido el Pontífice.
La respuesta de éste, aparte de la excomunión, fue otorgarle el reino de Aragón
a un hermano del rey de Francia y permitir que lo invadiera.
No hará falta indicar que los
nobles se cuidaron muy mucho de meterse con la Iglesia y con sus bienes, pues
al contrario de lo que hicieron con los reyes. A éstos les fueron restando su
poder cada vez más, en cambio, nunca se metieron muy en serio con el clero por
el poder de sus excomuniones, que les podrían dejar sin bienes y sin cargos.
Aparte de ello, la excomunión les
obligaba a salir de la sociedad y a ser despreciado por todos. No obstante,
algún Papa, como Julio II, ya en el siglo XVI, excomulgó a todos los súbditos
de la República de Venecia, por no reconocer ésta la soberanía de los Estados Pontificios.
Los reyes nunca fueron del todo
capaces de parar las guerras entre los señores feudales, pues éstos tenían la
idea de que eran más o menos iguales que el rey y, cuando se juntaban, eran más
que él. Por eso, esta medida propiciada por algunos miembros de la Iglesia fue
tan positiva y tuvo un crecimiento tan amplio en tan poco tiempo.
Ya en el siglo X se veía que la
idea más anhelada en Europa por todos era vivir en un mundo en paz. En el siglo
anterior se consiguió parar una serie de invasiones escandinavas y eslavas y
ahora sólo se pretendía reorganizar un mundo que llevaba mucho tiempo soportando
la anarquía y la violencia sin límites.
Una prueba clara de la
reactivación de la sociedad es el aumento de los nacimientos. Todo ello debido
a la mejora de las condiciones de vida. Singularmente, por un mayor aprovechamiento
de los campos, ahora cultivados con técnicas más adecuadas y mejores abonos. Al
mismo tiempo, se roturaron una gran cantidad de terrenos para aumentar la
producción y los intercambios comerciales para vender los excedentes.
Volviendo a nuestro personaje, se
pueden mencionar entre sus obras muchas cartas dirigidas a los personajes
importantes de su época. También una colección de poemas. Donde más destacó fue
por su apoyo a la cultura en sus monasterios, formando una gran biblioteca en
el monasterio de Ripoll.
Murió en 1046 en el monasterio de
San Miguel de Cuixá. Hoy en día, numerosas instituciones catalanas llevan su
nombre en homenaje a nuestro personaje de hoy.