Aunque parezca mentira, poco a
poco nos vamos enterando de lo que ocurrió durante la II Guerra Mundial. Yo
creo que eso puede ser porque las potencias aliadas tienen mucho que esconder
sobre su actividad antes y durante ese conflicto. Incluso, algunos autores han
llegado a afirmar que se desconoce alrededor del 70% de lo que ocurrió durante
ese gran episodio bélico.
De todas maneras, hoy traigo al
blog a un personaje al que creo que debería conocerse y recordarse como es
debido. Igual no ha sido así, porque los Estados tienden a premiar más a los
héroes militares que a los civiles. Supongo que será por aquello de fomentar
los sentimientos patrióticos.
Vayamos al grano. Nuestro
personaje de hoy se llamaba René Carmille. Nació en 1886, en una población muy
pequeña, casi una aldea, llamada Trémolat. Situada en la región de la Dordoña,
al suroeste de Francia.
Debió de ser todo un portento,
pues ya vemos que se graduó en 1906 en la elitista École Polytechnique, donde
han estudiado las mentes más privilegiadas de Francia. Entre ellos, 3 premios
Nobel, 4 mariscales y 3 presidentes de la República
Francesa.
Francesa.
Curiosamente, se trata de un
centro que siempre ha pertenecido al Ministerio de Defensa. De hecho, sus
alumnos suelen desfilar uniformados en la gran parada militar que tiene lugar
cada 14 de julio, aniversario de la famosa Toma de la Bastilla.
Lo cierto es que Carmille se
convirtió en un gran especialista en Estadística, llegando a ser controlador
general de las Fuerzas Armadas y, más tarde, director general del Servicio
Nacional de Estadística.
También fue uno de los primeros especialistas
en Contabilidad y Estadística por medio de tarjetas perforadas. De hecho,
llegó a proponer que el código que figuraba en esas tarjetas fuera el que
también se utilizara en la Seguridad Social. Algo que todavía sigue en vigor en
Francia. Se le llama el número de Carmille.
En 1890, Herman Hollerith, inventó
el sistema de las tarjetas perforadas, el cual sería la base de los actuales
ordenadores.
En 1896 ya fundó su propia
empresa dedicada a la computación, utilizando sus tarjetas perforadas, la cual
llegó a ser una gran empresa en 1911. En 1924, se fusionó con otras empresas
para crear el gigante informático que todos conocemos como IBM.
Seguro que más de uno ha oído que
IBM vendió su sistema de tarjetas perforadas al régimen de la Alemania Hitler
para detectar quiénes eran y dónde vivían los judíos. A fin de poder
arrestarles y confiscarles todos sus bienes. Posteriormente, utilizaron ese
mismo sistema para localizarlos en los países que iban siendo ocupados.
Sin embargo, seguramente, no conoceréis
una obra del investigador USA Edwin Black, titulada “IBM y el Holocausto”
(2001), donde relata con todo detalle todos estos pormenores. Sin embargo,
también dedica un capítulo a narrar las relaciones entre esa multinacional y el
régimen de Franco.
Parece ser que, sólo en los 3
meses finales de la guerra civil, le vendieron unas 700.000 tarjetas perforadas
para mecanizar el censo y así poder localizar dónde se hallaban sus oponentes
políticos. Estas fueron de mucha utilidad para el SIPM (Servicio de Información
y Policía Militar) en la inmediata posguerra.
Aparte de ello, se sirvieron de
la neutralidad de España para hacer grandes negocios con Alemania e Italia, ya
que el Gobierno USA les prohibía realizar directamente esas transacciones con
los mencionados países.
Volviendo a nuestro personaje de
hoy, hay que decir que, en 1934, también propuso, utilizar este novedoso sistema
para agilizar la movilización militar en Francia. Se ve que, aunque parezca
mentira, ya se estaban preparando para una futura guerra con Alemania.
Tras la increíble derrota militar
de Francia, en la II Guerra Mundial, llegó a proponer al Gobierno
colaboracionista de Vichy, crear un registro secreto. Éste se utilizaría para,
llegado el caso, poder movilizar de manera inmediata a millones de hombres para
la guerra contra el ocupante alemán. Supongo que ese detalle no les pasaría
desapercibido a los miles de franceses que colaboraban, habitualmente, con los
alemanes.
Curiosamente, el Gobierno de
Vichy, aceptó ese ofrecimiento y fundó un servicio al que llamó eufemísticamente
Servicio de Demografía, camuflada dentro del Ministerio de Finanzas, donde
crearon una gran base de datos, llevada a cabo por técnicos y militares
desmovilizados. La central estuvo en Lyon, mientras que tuvo otras delegaciones
en varias capitales de provincias y en otras ciudades de la antigua África
colonial francesa.
Tampoco debería de ser casual que
Alemania designara a la empresa Dehomag, filial de la IBM en Alemania, cuyo
presidente era un ferviente admirador de Hitler, para que controlara el
cumplimiento de los términos de la rendición de Francia. Para realizar esa
labor nombrará a 3 de sus representantes, que se situarán muy cerca del
Gobierno de Vichy.
Por lo visto, Carmille, no perdió
el tiempo. Metió en un gran ordenador los datos de todo el personal militar.
Incluidos los que se hallaban prisioneros en territorio alemán. Le dio un
número de identidad a todos los ciudadanos franceses, susceptibles de ser
movilizados, y los agrupó según sus profesiones.
Por lo visto, para conocer el
nombre y el número de los prisioneros, se sirvieron de los datos proporcionados
por la Cruz Roja Internacional.
Se tomaron los datos procedentes
de los Registros Civiles, con los nacidos en los últimos 65 años. Incluso, con
los datos de las mujeres. Todo ello, con el fin de que los alemanes no
descubrieran que se hacía para organizar una movilización militar encubierta.
Sin embargo, el ministro de
Justicia y conocido colaboracionista y antisemita, Raphaël Alibert, vio en esas
tarjetas la posibilidad de detectar a los judíos. De hecho, consiguió que les
retiraran la nacionalidad francesa a unas 15.000 personas a causa de su origen
judío.
Así que Carmille, sin importarle
los riesgos que corría al hacer esto, reprogramó las llamadas “máquinas
Hollerith”, que eran las que leían esas tarjetas perforadas, para que no detectaran
la columna nº 11, donde iban los datos relativos a la religión practicada por
cada uno de los ciudadanos. De esa manera, consiguieron salvar las vidas de
miles de judíos.
No hay que olvidar que, en el
verano de 1942, se realizó la Gran Redada del Velódromo de Invierno, donde las
autoridades francesas encerraron a unos 13.000 judíos franceses en esa
instalación deportiva, situada en París y luego los fueron enviando directamente
al campo de exterminio de Auschwitz. Parece ser que, entre ellos, había más de
4.000 niños. Algo que ni siquiera les habían ordenado los nazis. En esa operación
participaron, exclusivamente las autoridades policiales francesas. No intervino
ningún alemán.
La Policía francesa no pudo
obtener esos datos de las tarjetas de Carmille. Así que se limitó a investigar
en sus propios expedientes.
Visto lo que estaba ocurriendo,
Carmille, a pesar de las presiones a las que le sometía el Gobierno francés, para
que implementara una columna nº 11, donde se indicara quién era de religión
judía, ideó un sistema para obstaculizar el acceso a esos datos.
Dio instrucciones, oralmente, a
sus funcionarios para que hicieran una especie de huelga de celo. A fin de
retrasar lo máximo posible la salida de esa estadística. Incluso, falsificó el
lugar de nacimiento de muchos de ellos, indicando que habían nacido en Alsacia,
cuando esa región no pertenecía a Francia.
Lo cierto es que ese estudio duró
desde junio de 1941 hasta febrero de 1944, cuando las autoridades se olieron
que se estaba produciendo un sabotaje y detuvieron a Carmille.
Curiosamente, como en IBM se
dieron cuenta que era la empresa Bull la que le estaba facilitando las tarjetas
perforadas a nuestro personaje, iniciaron acciones contra ella.
Gracias a los datos informáticos,
aportados por Carmille al Gobierno del general De Gaulle, éste pudo organizar
muy rápidamente la movilización de los varones en edad militar en el África colonial
francesa. A fin de poder crear el nuevo Ejército de la Francia libre.
También se resistió Carmille a
las presiones de los gobiernos francés y alemán para que actualizara los
cambios de domicilio de los ciudadanos franceses, a fin de localizarlos y poder
enviarlos como trabajadores forzosos a Alemania.
Aun así, los alemanes consiguieron
que unos 875.000 franceses fueran a trabajar a Alemania. Por supuesto, unos voluntarios
y otros forzosos. Lo cierto es que esos datos erróneos, puestos adrede en el
estudio de Carmille contribuyeron a que muchos se libraran de ir.
Carmille llegó a militar en una
red de agentes de la Resistencia francesa, denominada Marco Polo. Para que sus
archivos estuvieran bien a salvo, los depositó en un seminario de la orden
jesuita en Francia. Un lugar muy apartado de la vista de la Gestapo.
Por otra parte, envió datos
correctos a Londres y a Argel, donde se estaba organizando la Francia libre. De
hecho, De Gaulle, envió a varios de sus ayudantes a Argel para estudiar y custodiar
esos importantes datos.
Desgraciadamente, el 03/02/1944,
Carmille es arrestado en Lyon con su propio jefe de personal, Raymond Jaouen.
Son llevados hasta el hotel donde está el cuartel general de la Gestapo en esa
ciudad. Allí son torturados durante 2 días por el infame Klaus Barbie, apodado
“El carnicero de Lyon”.
Precisamente, el mismo Barbie
que, en 1983, fue extraditado de Bolivia a Francia. En 1987, fue sometido a
juicio y condenado a cadena perpetua por el asesinato de más de 300 personas.
Murió en 1991, en la cárcel donde se hallaba cumpliendo su condena.
Parece ser que no lograron
sacarles nada ni a Carmille ni a su colega. Así que enviaron a ambos al campo
de exterminio de Dachau.
Por lo visto, Jaouen, no aguantó
las malas condiciones en que se efectuaban esos traslados y murió durante el
viaje. En cambio, Carmille, sí que logró llegar con vida.
Desgraciadamente, nuestro personaje
murió a causa del tifus el 25/01/1945. Igual que le ocurriría a la famosa Ana
Frank, en otro campo, en febrero de ese mismo año.
Sólo me falta decir que, gracias
a personas como ésta, se salvaron miles de vidas, que, muy posiblemente,
hubieran sido exterminadas por los nazis.
Sólo hay que ver que, en Holanda,
a causa de las detenciones de los nazis y de la colaboración de las autoridades
de ese país, llegaron a detener y a matar al 73% de la población judía. Mientras
que en Francia sólo consiguieron atrapar al 25%.
Lo cual me parece todo un éxito y deberíamos de reconocérselo a Carmille y a todo su equipo.
Lo cual me parece todo un éxito y deberíamos de reconocérselo a Carmille y a todo su equipo.
Yo no sé qué pensaréis vosotros,
pero, en lo que a mí respecta, la gente como ésta me devuelve la confianza en
la Humanidad y creo que esta historia, aunque nuestro personaje tuvo un triste
final, me parece que debería de ser vista como un mensaje de esperanza para todos.
Así que, como todos los años,
aprovecho para desearos:
¡¡UNA MUY FELIZ NAVIDAD Y UN MAGNÍFICO AÑO 2019!!
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