Esta vez traigo al blog una
historia sucedida en Alemania, en un período inmediatamente anterior a la
llegada al poder del nazismo.
Entre 1925 y 1930 suceden en la
ciudad de Düsseldorf una serie de crímenes para los que la Policía no encuentra
explicación, ni tampoco tiene ninguna pista para detener a ningún sospechoso de
haber cometido estos delitos.
Como es una historia bastante tétrica,
me limitaré a dar algunos detalles, ya que se
me hace muy desagradable meterme
a fondo a detallar los hechos.
El 24/08/1929, se celebra en esa ciudad
la feria de Flehe, uno de sus barrios, y a las 22.30, en una calle un poco
oscura, un hombre muy educado y bien vestido, se acerca a dos hermanas. Se
trata de Louise, de 14 años, y de Gertrude, de sólo 5 años.
Le pide a Loiuise que le vaya a
comprar un paquete de tabaco, le da el dinero y, mientras tanto, él le promete
que cuidará de su hermana.
En cuanto se marcha la mayor, el
hombre estrangula fácilmente a la pequeña y luego la degüella con una navaja automática.
Cuando vuelve la mayor con el
tabaco, le da un golpe que la tira al suelo. Luego, la estrangula y la apuñala
varias veces, para degollarla también, igual que hizo con la otra niña.
Al día siguiente, un caballero de
mediana edad y bien educado, se presenta ante una chica llamada Gertrude
Schulte, de 26 años y que trabajaba de sirvienta, y la invita a ir con él a la
cercana feria de Neuss.
Caminan a través de una zona
arbolada, pero desierta. Él aprovecha para proponerle unas relaciones
asexuales. Ella se resiste, así que luchan y él aprovecha para sacar una navaja
del bolsillo y apuñalarla hasta que la hoja de la misma se rompe. Por este
motivo, él salió corriendo y ella pudo sobrevivir al asesino.
La verdad es que sólo pudo dar
una descripción muy pobre a la Policía, porque sólo había podido ver que su
asaltante era un hombre de unos cuarenta años y que parecía bien educado.
Ante esto, la Policía no sabía
por dónde empezar a buscar al asesino, mientras la prensa amarilla aumenta sus
beneficios a base de multiplicar la tirada de sus periódicos a causa del temor
de la gente.
El 29 de septiembre de ese año,
se halló en un bosque el cuerpo de Ida Reuter, de 31 años. Había sido golpeada
varias veces con un martillo, además de violada.
El 12 de octubre le ocurrió más o
menos lo mismo a otra joven sirvienta llamada Elizabeth Dorrier.
El día 25 del mismo mes, desgraciadamente,
les tocó el turno a dos mujeres, cuyos apellidos eran Meurer y Wanders.
El 7 de noviembre se denunció la
desaparición de una niña de sólo 5 años, llamada Gertrude Albermann.
Esta vez, el asesino, se permitió
el lujo de enviar una carta a un periódico, donde indicaba el lugar exacto
donde había enterrado el cadáver.
Efectivamente, en la parte posterior
de una fábrica abandonada y debajo de un montón de escombros y ramas se
encontró su cuerpo. Como en los casos anteriores, se pudieron apreciar un
montón de cuchilladas, marca de estrangulamiento, violación y, además, señales
de haberle succionado la sangre, como hacen los vampiros.
Como dicen en las películas que
el criminal vuelve al lugar donde ha realizado
el crimen, pues, según dijo
después, entre los curiosos que rodearon esa fábrica se encontraba el culpable. Incluso, se permitió hablar con los agentes que investigaban el crimen.
Unos días después, el criminal,
mandó otra carta a un periódico para
indicar dónde había depositado el cadáver de otra de sus víctimas.
Esta vez se trataba de una chica
llamada María Hahn, de 20 años, a la cual había matado por el mismo sistema que
a las demás, pero, que, además, intentó crucificarla, aunque no pudo dada su
poca corpulencia.
En la ciudad no se habla otra
cosa y, además, se ofrece una gran suma, como recompensa, por dar algún dato de
este criminal. Posiblemente, debido a que Alemania atravesaba una situación
económica realmente crítica, la Policía, recibió miles y miles de llamadas de gente
que decía saber algo. Tampoco consiguieron dar con el culpable.
En 1930, en una ciudad realmente
aterrorizada, donde, en cuanto cae la noche, no se ve un alma por la calle, el
asesino lo intenta en varias ocasiones, pero, afortunadamente, falla en todas.
El 14 de mayo, se encontró con
una joven de 21 años, llamada María Budlik, la cual acababa de llegar de su
pueblo a la búsqueda de un trabajo en la ciudad.
La chica baja muy despistada del
tren y no sabe cómo ir a la residencia femenina, donde se tiene previsto
alojarse. Un hombre de mediana edad se acerca a ella y se ofrece a acompañarla,
ya que, según se dice, esta ciudad es cada día más peligrosa.
Cuando llegan a un jardín,
llamado Volksgarten, él se empeña en entrar, pero ella se niega. Se entabla
entre los dos una agria discusión, que termina cuando llega otro hombre, el
cual les pregunta si tienen algún problema. El primer hombre aprovecha para
salir huyendo de allí.
Este segundo hombre, a la chica,
le inspira mucha más confianza que el primero y, por eso, accede a acompañarle
para tomar algo en su casa, que les pilla cerca de allí.
Le ofrece a la joven un bocadillo y un vaso de leche, que consume
con suma rapidez. Luego, la lleva en tranvía hasta el bosque de Grafenburg.
Allí, él la coge de la garganta y
le intenta arrancar el vestido, pero ella opone resistencia y, al final, no le
queda otra que soltarla. Tras esto, ella le promete que no le va a denunciar,
ni a informar a la Policía sobre el piso donde han estado. Así que él acaba
acompañándola hasta la parada del tranvía, que llevará a la chica a su
residencia.
Unos días después, esta chica le
escribió a una amiga, contándole lo que la había pasado. Parece ser que, por un
error, el cartero se la entrega a otra persona con un apellido parecido. Así
que esta destinataria errónea es la que da el aviso a la Policía.
Inmediatamente, se personan en la
residencia de la chica y la interrogan. Unos días después, ésta les acompaña hasta el piso donde estuvo con el criminal.
En ese momento no se encuentra
allí, sin embargo, por la descripción, la portera les informa que se trata del
inquilino del cuarto piso y les abre la puerta.
No ven nada de particular y,
cuando están bajando, se dan de bruces con nuestro personaje, el cual entra en
su vivienda y, cuando, más tarde, intenta
salir de allí, con el sombrero bajo para que no se le vea la carta, es detenido
por la Policía.
En principio, no tienen nada
contra él, aunque sí ven que tiene un abultado expediente delictivo y es
conocido por algunos agentes. A partir de los interrogatorios, los agentes
empiezan a conocer su verdadera vida.
Peter Kürten, que así se llamaba
nuestro personaje de hoy, nació en 1883, en Mülheim, cerca de Colonia.
Procedía de una familia muy
pobre. Compuesta por nada menos que 13 hermanos. Su padre que, además de estar
mucho tiempo en el paro, era muy aficionado a la bebida,
solía maltratar a su
madre y a sus hermanas, incluso abusaba sexualmente de las pequeñas.
A los 9 años se fugó por primera
vez de su casa, cometiendo algunos pequeños robos y realizado zoofilia con
algunos animales, antes de cortarles el cuello.
También confesó que, en esta
época, cuando estaba remando en un río con unos amigos, los empujó fuera de la
barca y, cuando uno de ellos fue a salvar al otro, les golpeó para que se
ahogaran.
En aquella época, se pensó que
había sido un accidente y no se le culpó de nada, pero, cuando fue detenido por
sus asesinatos, confesó que los había matado él.
A los 14 años volvió a escaparse
de su casa. Entonces solía acosar a algunas jóvenes a las que en algunas
ocasiones, incluso, violó y les robó todo lo que pudo.
Más tarde, volvió con su familia
y se puso a trabajar como aprendiz en la misma empresa que su padre, pero
cometió un robo y lo echaron.
Luego, se fue a Coblenza, donde
convivió con una prostituta, que practicaba el sadomasoquismo y le enseñó todos
sus trucos.
También nuestro personaje se
dedicaba a los pequeños robos, por lo que fue detenido en 1899 y pasó una
temporada encarcelado.
A finales de ese año encontró a
una joven campesina a la que le pidió sexo a cambio de dinero, a lo que ella aceptó.
Lo que no se esperaba ella es que él, durante el acto sexual, iba a intentar
estrangularla, pero tuvo suerte, porque esta vez sólo la dejó inconsciente.
A partir de 1900 fue arrestado en
varias ocasiones por robo e intento de homicidio. En la cárcel se le
consideraba como un hombre muy solitario.
Al salir de la misma, en 1904, no
se le ocurre otra cosa que ingresar como soldado en el Ejército. Evidentemente,
eso de la disciplina no le gustó nada y desertó en cuanto que pudo.
Luego, se pasó al sector de los
pirómanos. Le gustaba pasear junto a las granjas y prender fuego al pasto y a
los graneros. Parecer ser que disfrutaba viendo, a cierta distancia, cómo se abrasaban el ganado o la gente que
las habitaba.
Como ya era un elemento de
cuidado, en 1905 le cayeron, por robo, nada menos que 7 años de cárcel. Allí se
dedicó a envenenar a otros presos, cuando estuvo trabajando en el hospital de
la prisión.
En 1912, fue liberado de nuevo,
pero entonces volvió a sus orígenes como violador. En una ocasión, cuando
molestó a unas jóvenes que salían de un restaurante, un camarero intentó
defenderlas y aquél le disparó con un revólver. Eso le costó otro año en la
cárcel.
Al año siguiente, se coló en un
restaurante de Colonia, el cual estaba vacío, pero encontró allí a la hija de
los dueños, de 13 años de edad.
La pilló dormida, le tapó la
boca, la degolló y bebió su sangre. Hasta se permitió escribir, con la sangre
de la chica, sus iniciales en un pañuelo antes de salir zumbando.
Esta vez, pudo haberse dado otra
desgracia, pues unos días antes, el padre de la chica había discutido con su
hermano y éste le había amenazado seriamente. Así que se le consideró el
principal sospechoso del hecho. Menos mal, que no encontraron ninguna clara
evidencia contra él y, tras permanecer algún tiempo en la cárcel, en prisión
preventiva, se le dejó en libertad.
Nuestro personaje, se había
envalentonado, al ver que no le pillaban. Así que se compró un hacha y atacó a
algunos viandantes, excitándose cuando veía correr su sangre.
Esta vez le pillaron cuando
trataba de estrangular a dos mujeres y le cayeron 8 años en la cárcel. Durante
ese período tuvo lugar la I Guerra Mundial, así que no tuvo que ir al frente.
Una pena que se la perdiera, porque allí podría haber matado a mucha gente, sin
que nadie le dijera nada. Hasta le habrían puesto alguna medalla.
En 1921, una vez liberado, fijó
su nueva residencia en Altenburg, donde contaba a sus vecinos sus falsas
aventuras militares durante la guerra.
También conoció allí a su futura esposa,
una antigua prostituta, que acababa de salir de la cárcel, por haberle
disparado a su novio.
Fue muy curioso, porque Kürten
sólo la quería como una especie de criada, porque no la maltrataba, le era
infiel y ni siquiera tenía relaciones sexuales con ella.
En 1925, como ya dije en un
principio, regresó a Düsseldorf, donde su locura le llevó a cometer todos esos asesinatos
y siguió incendiando graneros.
Según su declaración, cuando fue
por fin detenido, además de esas mujeres, atacó en febrero a una mujer, cuyo
apellido era Kuhn, a la cual la acuchilló en varias ocasiones y luego bebió su
sangre, pero ésta tuvo suerte y se recuperó del ataque. Fue la primera que dijo que su asaltante era
un vampiro. Algo que no pasó desapercibido a los periodistas.
No se limitó a atacar a las
mujeres. Unos días después se encontró con un mecánico algo borracho, llamado
Rudolf Scheer, al que le dio un montón
de puñaladas, matándolo y, luego, bebiendo su sangre.
En marzo, le tocó el desgraciado
turno a otra mujer, de mediana edad,
llamada Rase Ohliger, a la cual mató por el mismo método y a la que también
violó.
Entre tanto, la Policía, que
había sufrido muchas críticas por parte de la prensa, estaba interrogando a miles de personas,
recibiendo llamadas de todas partes y hasta acudió a una médium, para intentar
solucionar de alguna forma este caso.
Dado que estaba como una cabra,
cuando le interrogaron los agentes, también confesó que, en el caso de María
Hahn, desenterró el cadáver para violarla y la volvió a enterrar de nuevo. Ya
se sabe que los alemanes son, ante todo, muy amantes de la precisión en los
detalles.
No obstante, la Policía seguía
una pista falsa, pues, desde el
principio, creyó que todos estos crímenes
tenían que haber sido realizados por varios malhechores, cada uno por su
cuenta, y no por una sola persona.
Incluso, se dice, que hasta las
habituales bandas delictivas de esa ciudad, prestaron ayuda a la Policía, para
intentar capturar al asesino.
Los vecinos de nuestro personaje
lo veían como un tipo absolutamente normal, que solía trabajar como camionero y
que se mostraba muy amable con todos.
Como unos días antes de que le
pillaran en su apartamento, María Budlik, había dado a la Policía un retrato
robot del asesino, se divulgó su retrato robot por todas partes.
Parece ser que cuando él se
enteró, se vio perdido. Así que una tarde se lo contó todo a su mujer, para que
ella lo denunciara y pudiera cobrar la famosa recompensa.
Aquí, las versiones no coinciden,
pues unas dicen que los agentes lo detuvieron en su apartamento y otras, que su
esposa lo denunció y los llevó hasta donde él los estaba esperando
tranquilamente.
El 13/04/1931 comenzó, por fin su
juicio. Se hallaba custodiado dentro de una jaula de madera, con su mirada
amable y cariñosa, como de costumbre.
Según escribieron algunos
periodistas asistentes al juicio, gracias a su habitual elegancia en el vestir,
tenía el aspecto de un hombre de negocios venido a menos.
Su juicio duró 8 días y, aunque
se le acusó de haber cometido 9 asesinatos, él confesó haber realizado 79
asaltos sexuales y no menos de 13 asesinatos. Incluso, dio todo tipo
de
detalles para demostrar que era cierto lo que afirmaba.
Parece ser que alguna taquígrafa
hubo de ser sustituida durante las sesiones, por sentirse indispuesta.
Así que al jurado no le llevó más
de 90 minutos decidirse por declararlo culpable de esos 9 asesinatos.
Parece ser que entabló amistad
con un médico psiquiatra, llamado Karl Berg, el cual alegó que el acusado tenía
una enfermedad mental, llamada hematodipsia, pero no convenció ni al tribunal,
ni al jurado.
Aunque parezca mentira, durante
su estancia en la cárcel, recibió miles de cartas. Unas, lógicamente donde le
ponían a parir. Sin embargo, otras, procedían de gente que decía admirarle por
lo que había hecho. Hasta recibió cartas de mujeres, que deseaban que se casara
con ellas. Como dijo aquel famoso torero: “hay gente pa tó”.
Incluso, durante el juicio,
nuestro personaje escribió varias cartas
a los familiares de sus víctimas,
pidiendo perdón por sus crímenes e intentando disculparse diciendo que “él
necesitaba beber sangre al igual que otras personas necesitan beber alcohol”.
Digo yo que hubiera sido más sencillo y más pacífico haber acudido a un
matadero a comprar sangre. Igual, hasta se la hubieran regalado.
Evidentemente y conforme al Código
Penal de Alemania, vigente en ese momento, nuestro personaje fue condenado a
muerte.
Yo creo que él lo tomó como una
liberación, pues ni siquiera se molestó en encargar a su abogado que apelara la
sentencia.
Como el procedimiento habitual de
ejecución era por medio de la guillotina, en una ocasión se le ocurrió
preguntarle a su amigo, el doctor Berg, si creía que, cuando le cortaran la
cabeza, podría escuchar el sonido del torrente de su sangre, al salir de su
cuello. Dijo que sería todo un placer para él.
Por fin, el 02/07/1931, se
cumplió la sentencia y la cabeza de nuestro personaje fue guillotinada en la
prisión de Klingelputz, en Colonia.
Parece ser que su cabeza fue comprada
por un millonario de USA para ser diseccionada y momificada y actualmente se
expone en un museo privado de ese país.
El psiquiatra, Berg, fue uno de
los que, indirectamente, sacó provecho de esta historia. Poco más tarde,
escribió su famosa obra “El Sádico”, el cual se vendió muchísimo y es uno de los
libros básicos sobre Criminología.
Parece ser que su conducta fue
estudiada al detalle y ha servido, posteriormente, para poder detener a muchos
asesinos en serie.
No entiendo mucho del tema, pero
pienso que, dado que este personaje había pasado muchas veces por las cárceles
alemanas, le podría haber estudiado algún psiquiatra y, seguramente, habría
ordenado su ingreso en un manicomio. Seguramente, de esa manera, se habrían
ahorrado muchos disgustos y muchas vidas humanas.
Hay que tener en cuenta que era
un delincuente habitual y no una persona desconocida para la Policía.
De todas formas, entiendo que,
tanto el tribunal como el jurado, estarían muy presionados por la prensa y la
opinión pública, que no admitirían otra sentencia que la condena a muerte de
este reo.
Evidentemente, aún no había
llegado Hitler al poder, cosa que hizo dos años después, pero seguro que ya tendría
muchos de sus partidarios entre algunos de los jueces alemanes.
Sobre este tema se han escrito muchos
libros y se han realizado varias películas. Yo destacaría “M, el vampiro de
Düsseldorf”, que la estrenó el famoso director,
Fritz Lang, poco antes de tener lugar la ejecución del reo. También es preciso
destacar en ella la insuperable interpretación del famoso actor Peter Lorre.
Espero que os haya gustado, aunque
confieso que, posiblemente, esta vez, me he enrollado mucho.