Ayer tuve una conversación con
otro tuitero, el cual me dijo que los judíos, que habían colaborado con los
nazis, durante la Segunda Guerra Mundial, lo habían hecho bajo presión. Yo le
dije que fue así, en la mayoría de los casos, pero no en todos. Así que ahora
voy a mostrar el caso de una mujer judía, que colaboró voluntariamente con los
nazis.
Su padre fue un periodista, que
trabajaba como redactor jefe para la productora cinematográfica Gaumont y su
madre era concertista de piano.
Curiosamente, tanto su madre como
ella eran altas, rubias y con ojos azules. O sea, que no tenían pinta de ser
judías. Además, Stella siempre fue una mujer muy atractiva.
En 1935, todo empezó a torcerse debido a las presiones del Ministerio de Propaganda, encabezado por el Dr. Goebbels, el cual exigía que todos los judíos fueran despedidos de los puestos de trabajo que tuvieran alguna importancia.
Así que su padre fue despedido y
tuvo que dedicarse a dar clases de música y tocar en una orquesta compuesta
sólo por judíos. Evidentemente, ahora sus ingresos eran muy inferiores a los
que había tenido hasta entonces.
El alcance de esa represión también
afectó a Stella, la cual, aunque era una alumna brillante, tuvo que dejar la
escuela pública y sus padres la tuvieron que matricular en una escuela privada
sólo para judíos.
Parece ser que allí tuvo que aguantar muchas burlas del resto de sus compañeros, porque era la que parecía menos judía.
Supongo que ahí empezaría su odio
por todo lo judío y su pretensión de no parecer judía.
En 1938, empezaron las
persecuciones contra los judíos, cuando los nazis invadieron sus barrios y enviaron
a muchos de ellos a los campos.
De momento, sus padres pudieron
esconderse y evitar ser deportados. Así que intentaron, por todos los medios,
emigrar a USA, donde tenían unos parientes que los podrían acoger en su casa.
Sin embargo, el Gobierno USA
utilizaba el sistema de cuotas de visados por países y les informaron de que,
aunque les apuntaran en la lista, tendrían que esperar un par de años para
poder emigrar a ese país.
Mientras tanto, Stella estuvo
estudiando para ser diseñadora de modas. Un trabajo que pensaba realizar a su
llegada a USA.
banda de jazz, compuesta sólo por judíos. Allí conoció a Manfred, su primer marido, con el que se casó en 1941.
De momento, no fueron deportados
a ningún campo, porque empezaron a trabajar en la industria armamentística.
Curiosamente, Manfred también era
un judío alto, rubio y con ojos azules. Por ello, en muchas ocasiones, les paraban
los alemanes para preguntarles por qué llevaban cosida en sus ropas la estrella
de David, si no eran judíos.
Así que Stella tomó una decisión
bastante arriesgada. Decidió llevar sólo la estrella en el trabajo, pero no por
la calle.
No obstante, el Gobierno nazi
decidió que la mayoría de los judíos, que trabajaban en las fábricas de armas,
fueran deportados a los campos. Stella y su madre se libraron. Sin embargo,
Manfred fue deportado al temible campo de Auschwitz, de donde no logró salir
con vida.
Su padre tampoco fue detenido,
porque esas detenciones se realizaban en horario nocturno y él tenía el turno
de noche. Así que no lo hallaron en su casa para detenerlo.
De momento, las cosas les fueron
bien. Sin embargo, su felicidad terminó en julio de 1943, cuando ella estaba
sentada en una cafetería esperando a su marido y una judía cazadora de judíos
la reconoció e, inmediatamente, fue arrestada por la Gestapo.
Fue interrogada y golpeada,
porque los agentes de la Gestapo querían saber quién era el falsificador de
esos documentos, pero ella no pudo responder, porque no lo conocía. Así que la
enviaron a una prisión para mujeres judías.
Unos días después, pidió ser
llevada al dentista, ya que sufría muchos dolores a causa de los golpes
recibidos en el interrogatorio. Por lo visto, aprovechó un descuido para
zafarse de la vigilancia y escapar.
Consiguió reunirse con sus padres y se escondieron en una pensión. No sé si alguien los denunciaría, lo cierto es que, pocas horas más tarde, fueron detenidos. Sus padres fueron enviados a una cárcel a donde llevaban a los que iban a ser enviados a los campos, mientras que a ella la devolvieron a la prisión de donde había escapado.
Sin embargo, unos meses después,
consiguió huir de la prisión, aprovechando uno de los bombardeos aliados.
Esta vez, Stella no huyó, sino
que se presentó voluntariamente en el centro, donde estaban detenidos sus
padres. La Gestapo la volvió a interrogar y ella siguió diciendo que no conocía
al falsificador de esos documentos de identidad.
Sin embargo, Rolf, su pareja, que también había sido detenido, aceptó convertirse en un cazador de judíos. Así que a ella le ofrecieron la oportunidad de no deportarla ni a ella, ni a sus padres, si se comprometía a hacer la misma labor que su marido. De esa manera, ingresaron en una unidad compuesta por 20 hombres y mujeres, que se dedicaban a cazar a los judíos.
Podrían moverse con libertad por
todo Berlín, no tendrían que llevar cosida la estrella de David y recibirían
200 marcos por cada captura. Por no hablar de que les proporcionaban raciones
abundantes de comida de las que carecían el resto de los berlineses.
Incluso, podían portar un arma y llevaban un
carnet, que les acreditaba como miembros de la Gestapo. Parece ser que Stella
siempre fue reacia a llevar armas, mientras que Rolf era más aficionado a
ellas.
Así que ahora los nazis contaban
con la valiosa colaboración de dos judíos, que querían traicionar a los demás. Por
tanto, muchos de los que la habían conocido, temían encontrarse con ella por la
calle, porque tenía muy buena memoria y no dudaría en entregarlos a la Gestapo.
Incluso, Rolf, los detenía a
punta de pistola y hasta aprovechaba para golpearles fuertemente.
En febrero de 1944, fue traicionada por los nazis, ya que decidieron deportar a sus padres a un campo en la antigua Checoslovaquia.
Posteriormente, fueron enviados al cruel campo de Auschwitz, donde fueron asesinados. No obstante, Stella siguió colaborando con los nazis.Como su jefe vio que Stella y
Rolf ya no se llevaban tan bien, en octubre de 1944, les obligó a casarse para
ver si así mejoraban las relaciones entre ellos. Cosa que no ocurrió.
Empezaron a trabajar cada uno por su cuenta y a tener sus propias relaciones. Concretamente, Stella, mantuvo una relación con un tal Heino Meissl, que la dejó embarazada, dando a luz, en abril de 1945, a una niña llamada Yvonne.
Consiguió escapar con una amiga de
Berlín, poco antes de que las tropas soviéticas la rodearan por completo.
Llegaron a un pueblo, que, poco
después, fue invadido por las tropas soviéticas, aunque ella consiguió librarse
de ser violada.
Sin embargo, fue denunciada por
una enfermera, que la había oído decir que la policía soviética era peor que la
Gestapo. Así que fue detenida por los soviéticos y dejaron a su hija al cuidado
de una familia judía.
En un principio, se defendió haciéndose pasar por otra de las víctimas de los nazis.
Sin embargo, supongo que los policías soviéticos tendrían serias dudas y la enviaron, para confirmar su identidad, a la comunidad judía de Berlín.Lógicamente, allí la reconocieron
enseguida, porque muchos de sus capturados habían conseguido salir con vida de
los campos. Los jefes de esa comunidad se opusieron a que la lincharan y sólo
dejaron que la pelaran al cero.
Posteriormente, fue devuelta a
las autoridades soviéticas. Estas le llevaron a un juicio, donde la condenaron
a 10 años de trabajos forzados en varios antiguos campos nazis.
Tras haber cumplido su condena,
consiguió salir con vida, aunque muy afectada por la tuberculosis.
Decidió reunirse con su hija para empezar de nuevo, pero fue rechazada por ésta, que nunca quiso saber nada de ella. Incluso, se hizo enfermera y se trasladó a Israel.
Por el contrario, Stella, fue
nuevamente, detenida por las autoridades de la República Federal de Alemania.
Este nuevo juicio comenzó en
junio de 1957 y fueron llamados varios judíos capturados por ella, en calidad
de testigos de la acusación.
No se sabe la cifra exacta de los
que consiguió capturar, pero se cree que fue un mínimo de 600 y un máximo de
3.000 judíos.
Ella se defendió alegando ser una víctima de los comunistas. Aparte de alegar su mala salud y la obligación de verse separada de su hija.
Evidentemente, fue condenada por
sus actividades de ayuda a la Gestapo. El fiscal pidió 15 años de cárcel, pero
el juez sólo la condenó a 10.
Curiosamente, no tuvo que volver
a la cárcel, porque ya había cumplido esa misma condena.
En 1972, consiguieron llevarla
otra vez ante los tribunales de Justicia. Sin embargo, los jueces ratificaron
el anterior veredicto y la pusieron en libertad.
Stella, que nunca quiso admitir
ser judía, se convirtió al cristianismo y llegó a casarse 3 veces más.
Parece ser que sufrió una gran depresión
y apenas salía de casa, ni podía conciliar el sueño.
El mazazo final lo recibió cuando
uno de sus amigos de la infancia escribió un libro sobre ella y sus actividades,
donde entrevistó a muchas de sus víctimas.
Por ello, en 1994, cuando ya
había cumplido los 72 años, se suicidó en un lago cercano a su casa.
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