ESCRIBANO MONACAL

ESCRIBANO MONACAL
UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

lunes, 18 de febrero de 2019

LA BATALLA DE DUNKERQUE


A estas alturas, todos deberíamos saber que la II Guerra Mundial empezó el 01/09/1939 con la invasión de Polonia, por parte de los alemanes y, posteriormente, también de los soviéticos.
Por alguna inexplicable razón, los aliados no movieron un dedo para defender a Polonia, a pesar de que habían firmado varios tratados donde se comprometían a defender a ese país de cualquier ataque enemigo.
Por otra parte, también es cierto que, en 1934, Polonia había firmado un tratado de no agresión con Alemania. Incluso, se puso de parte de los alemanes, durante la llamada Crisis de los Sudetes y posterior invasión alemana de Checoslovaquia.
Está claro que los polacos muy pronto se dieron cuenta de que ni los franceses ni los británicos les iban a ayudar, en caso de que les invadieran los alemanes. Hitler también se dio cuenta de las intenciones de los aliados y empezó a dejar de importarle su pacto con Polonia. Sobre ese tema, ya escribí un artículo, dedicado a la vida del general polaco Josef Beck.
Evidentemente, los aliados, se encontraban muy molestos con la postura de Polonia, aunque la seguían considerando como una nación aliada. Es posible que ahí estuviera la razón por la que los aliados no movieron un solo dedo, cuando los alemanes decidieron invadir Polonia. Tal y como ya habían hecho antes con Checoslovaquia y con Austria.
Como consecuencia del pacto de mutua defensa entre Francia y el Reino Unido, éste último envió la llamada Fuerza Expedicionaria Británica a territorio francés. Esta fuerza estaba compuesta por 10 divisiones al mando del general Vereker, vizconde de Gort.
En su zona de despliegue, coincidieron con la totalidad del Ejército belga y los cuerpos 1, 9 y 10 del Ejército francés. Consideradas como las mejores unidades de Francia
No es un secreto que, en Francia, la opinión pública no estaba por meterse en un conflicto de tanta envergadura, como lo fue la I Guerra Mundial. Así que el Estado Mayor francés ideó la llamada Línea Maginot. Se trataba de una línea fortificada a conciencia, que ocupaba toda la frontera entre Francia y Alemania. Sin embargo, no se había construido ni en la frontera con Suiza, ni en la de Bélgica.
Dicen que no lo hicieron para no molestar a esos países, sin embargo, eso fue un fallo garrafal por su parte.
Otro fallo enorme, por parte de los aliados, fue no abrir un segundo frente con Alemania, mientras estos atacaban Polonia. Algo que hubiera contrariado mucho al Estado Mayor alemán, pues siempre han sido reacios a luchar en dos frentes a la vez. Por no disponer ni de tropas, ni de una logística suficiente para ello.
Francia movilizó a todo su Ejército, pero se limitaron a vigilar la frontera. Es lo que en ese país se llamó “la guerre drôle” o guerra tonta, porque nadie sabía qué hacían allí sin pegar un solo tiro.
Sin embargo, el 10/05/1940, Alemania se decidió por atacar a Bélgica con el fin de entrar en Francia a través de ese país, flanqueando la Línea Maginot.
En una decisión muy lamentable, el Gobierno belga, se había opuesto a que las tropas extranjeras de cualquier nación se asentaran en su país.
No se sabe si por un estúpido orgullo nacional o para no molestar a los alemanes. Lo cierto es que, cuando les atacaron, estos hallaron el camino expedito, porque el Ejército belga no podía compararse, ni de lejos con el alemán.
El general von Manstein, uno de los mejores estrategas del Ejército alemán, había ideado un plan para colarse en Francia a través del bosque de las Ardenas, del cual, los generales franceses, habían creído como muy poco apropiado para una invasión militar y mucho menos con vehículos blindados.
Así, cuando los alemanes invadieron Bélgica y Holanda, las tropas británicas y francesas penetraron en Bélgica, bordeando la costa y eludiendo el paso por las Ardenas.
Así que en poco más de una semana, las divisiones acorazadas alemanas, habían recorrido más de 300 km, consiguiendo atravesar el Mosa y llegar hasta la costa atlántica francesa, a la altura de Calais. De esa forma, rodearon a las tropas aliadas, que combatían en ese sector. Nada menos que medio millón de soldados, aparte de miles de vehículos de todo tipo.
Supongo que todo el mundo conocerá que los alemanes pudieron recorrer esa distancia en tan poco tiempo, porque habían sido drogados por sus mandos a fin de que aguantaran más tiempo despiertos y en buena forma, conduciendo sus blindados.
Lo cierto es que el mando aliado no sabía qué hacer. Por una parte, Holanda y Bélgica, se rindieron el 20 de mayo. No había ninguna posibilidad de romper ese cerco, donde seguían siendo hostigados por la Artillería y la Aviación alemanas.
Ciertamente, el almirantazgo británico, había previsto un plan de evacuación de tropas, pero reconocían que, con los medios disponibles, no podrían sacar de allí a más de 50.000 soldados.
Algo ocurre el 23 de mayo, pues, por una parte, el general Gort anuncia que ha dado la orden para evacuar a sus tropas. Esto desconcierta a los generales franceses.
Por otra, el Alto Mando alemán, ordena a sus blindados que no se ceben con esas tropas aliadas y se dirijan hacia el sur de Francia, para tomar toda la costa atlántica. Algo que los generales alemanes hacen a regañadientes.
La verdad es que esta decisión ha dado lugar a muchas conjeturas. Como la de que Hitler sólo querían enfrentarse con Francia y firmar una paz, por separado, con el Reino Unido. No olvidemos que la misma Casa Real británica tenía mucha relación familiar con Alemania. También es preciso decir que Hitler siempre admiró al Imperio Británico.
Lo cierto es que las tropas alemanas consiguieron vencer a los aliados asediados en Boulogne y en Calais, tomando unos 5.000 prisioneros en cada una. Sin embargo, la mayoría de las tropas aliadas fueron conducidas, por sus mandos, hasta Dunkerque, donde existía un buen puerto y la mayor playa de la zona, donde se podía realizar una evacuación más eficiente en el menor tiempo posible.
A partir de aquí, el día 26, comenzó la llamada Operación Dinamo, por la que se pretendía evacuar al mayor número posible de soldados aliados. Ese nombre corresponde al de la sala de operaciones de la Armada, desde dónde se coordinó esta operación, en el castillo de Dover, al mando del vicealmirante Ramsay.
Como esta operación había sido diseñada por el Almirantazgo británico, en un principio, sólo habían pensado evacuar a sus soldados y no a los pertenecientes a los otros aliados.
Evidentemente, esto no les hizo ninguna gracia a los franceses que, además, eran los únicos que se estaban enfrentando con los alemanes.
Ante la imposibilidad de lograrlo con los medios de la Armada, el Gobierno británico, incautó todas las naves cuya eslora superara los 9 metros y se les dio la orden de atravesar el Canal de la Mancha, ir hasta Dunkerque, recoger al mayor número posible de soldados y regresar a los puertos británicos.
Como medida de seguridad, se habilitaron tres rutas diferentes para realizar ese trayecto marítimo. Aparte de que se movilizaron varios destructores y cruceros para proteger con su artillería el reembarque de las tropas.
Esa misma noche, volvieron las primeras naves con soldados a Gran Bretaña. Los siguientes días, consiguieron reembarcar a miles de soldados, sin embargo, ya empezaron a ser atacados por la aviación alemana.
La Armada británica sufre en sus propias carnes la acción de esos bombardeos, pues los alemanes logran hundir varios de sus barcos. Por ello, se da la orden de que los destructores más modernos vuelvan a sus puertos y sólo queden allí los más antiguos, en previsión de que puedan ser hundidos.
El día 29, cuando se ha conseguido salvar a muchos miles de soldados, aparece un barco de guerra francés, que evacúa también a los suyos.
Los vehículos de esas divisiones quedan abandonados en la playa y con los mismos se hacen pasarelas y espigones para facilitar el reembarque de las tropas.
También colaboró la RAF en la defensa de las unidades navales, combatiendo contra los cazas y bombarderos alemanes.
Por fin, el día 30, las autoridades británicas se deciden a permitir el embarque de las tropas francesas. Todos los días se embarcan unos 50.000 soldados.
El día 31 se bate el record con unos 68.000 embarcados. Es también cuando se decide a reembarcar el general Gort.
La operación acaba la madrugada del 4 de junio, cuando se reembarca a los últimos soldados. Lógicamente, han dado prioridad a los británicos, con lo que casi todos ellos han conseguido salvarse. No así los franceses, que muchos, al ver que no los iban a rescatar, se han rendido o han huido del frente.
Así y todo, esa misma mañana, las tropas alemanas, consiguieron conquistar la playa y el puerto de Dunkerque, capturando allí a unos 40.000 soldados franceses.
Como suele ocurrir con los políticos, tras unas elecciones, todos se apuntaron la victoria. Por una parte, Hitler ordenó que sonaran todas las campanas de las iglesias de Alemania.
Por otra, Churchill, llamó a esto “El milagro de Dunkerque”, pues gracias a las miles de naves incautadas, consiguieron evacuar a unos 338.000 soldados. De ellos, 224.000 británicos, el resto se componía de tropas francesas, belgas y holandesas. Unos 98.000 en la playa y otros 240.000 en el puerto. Así y todo, los británicos tuvieron 70.000 bajas en Francia.
También es verdad que el premier británico dijo: "una guerra no se gana con una evacuación".
No obstante, a la Armada británica no le fue tan bien. Sólo en esta operación, perdió 9 destructores, más 89 mercantes y otros 200 barcos civiles.
Sin embargo, entre esta operación y la de Noruega, habían perdido más de la mitad de sus 175 destructores que poseían al inicio de la guerra.
Aparte de ello, las tropas evacuadas, abandonaron todo su material en la playa. El botín fue considerable: unos 1.200 cañones y otros tantos antiaéreos, 100 tanques y hasta unos 63.000 vehículos de todo tipo, más 77 Tm de municiones que quedaron en poder del enemigo.
A esto, que le podríamos calificar de una derrota para el bando aliado, Churchill, llegó a calificarla de “milagro” y le sirvió para reforzar la moral de combate entre sus propios ciudadanos.
Como ya dije, anteriormente, nunca sabremos exactamente por qué Hitler dio la orden de no aniquilar a las tropas embolsadas en Dunkerque. Eso hubiera sido muy fácil para sus tropas, actuando conjuntamente con la Aviación. Sin embargo, no se hizo y esa fue una de las decisiones que le costó perder la guerra a Alemania.

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domingo, 3 de febrero de 2019

LA PIEDRA DEL DESTINO


Todos sabemos que los ingleses son muy dados a conservar sus tradiciones. Así que la monarquía británica no podía ser menos y también tiene la misma costumbre.
Así que, durante la ceremonia de la coronación de un nuevo rey, se pueden ver una serie de elementos, que se utilizan para este rito a fin de hacer ver que es algo sagrado. Otra cosa será que la gente se lo crea o no. Parece que en el Reino Unido todavía hay mucha gente que cree en esas cosas.
Lo cierto es que siempre ha habido dos cosas de este rito que me han llamado la atención. Una de ellas, es el llamado rubí del Príncipe Negro, que está engarzado en el centro de la llamada Corona Imperial del Estado.
Se trata de un enorme rubí que, según parece, fue regalado por Pedro I el cruel, rey de Castilla,
al Príncipe Negro, también Príncipe de Gales, por su ayuda en la guerra contra su hermanastro, el futuro Enrique II de Castilla.
Sin embargo, hoy voy a hablar de otro elemento usado en la coronación real. Me refiero a la llamada Piedra del destino.
Ya sé que a muchos les va a parecer un tanto raro lo que voy a contar, pero es completamente cierto.
El objeto en cuestión es una simple piedra, pero ahora veremos por qué le dan tanta importancia a la misma.
Se trata de un bloque de forma rectangular, cuyas dimensiones son 66 cm x 42,5 cm x 26,5 cm. Pesando casi 152 kgs. Está realizada con una roca del tipo arenisca rojiza.
En la carta anterior, tiene grabada una cruz latina y también tiene dos argollas. Una insertada en la parte de arriba y otra en la parte de abajo de la cruz, cuyo posible fin era facilitar el transporte de la misma.
Lo cierto es que no se conoce el origen de la misma. Hay hasta quien se aventura a decir que fue donde Jacob apoyó su cabeza, según aparece en el Génesis, después de haberse peleado con su hermano Esaú. Parece ser que Jacob se quedó dormido y tuvo la visión de unos ángeles subiendo y bajando del Cielo por medio de una enorme escalera.
También hay quien afirma que se trata de una piedra utilizada para la ceremonia de coronación de los reyes de Escocia y que fue traída desde Irlanda. Sin embargo, los geólogos la han estado estudiando y han llegado a la conclusión de
que se trata de una roca extraída de una cantera cercana a la abadía de Scone, que es donde, tradicionalmente, se custodiaba.
Esta abadía estaba situada a poca distancia de la ciudad escocesa de Perth. Fue construida a principios del siglo XII y, por ello, también es conocido este objeto como “Piedra de Scone”.
Tras una de sus varias campañas contra los escoceses, Eduardo I de Inglaterra, se llevó esta piedra a Londres. Supongo que lo haría para que no pudieran coronar más reyes en Escocia, pero fracasó, porque siguieron haciéndolo.
Hay que decir que éste fue un rey muy curioso. Se empeñó en unificar Gran Bretaña y, durante todo su reinado, mantuvo guerras contra los galeses y luego contra los escoceses.
En el primer caso, tuvo mucho éxito, pues consiguió anexionar Gales a Inglaterra. De hecho, fue el creador del título de Príncipe de Gales.
Por lo visto, los galeses, le dijeron que no podrían obedecer a ningún rey que no hubiera nacido en Gales. Así que llevó a la reina, que estaba embarazada, a que diera a luz en Gales. De ese modo, su hijo, Eduardo II, fue el primer príncipe de Gales, siendo proclamado como tal por su padre en 1301.
No tuvo tanto éxito en sus guerras contra los escoceses. Los derrotó en diversas ocasiones, pero eso no hizo que se sintieran vencidos, sino que sólo consiguió que se reorganizaran continuamente nuevos focos de resistencia contra sus tropas.
También, a causa de sus constantes guerras, exprimió a los financieros judíos. Por lo visto, a cambio, les había dejado practicar la usura contra la población. Sin embargo, llegó un momento en que la presión popular llegó a ser máxima y en
1290, ordenó la expulsión de todos los judíos de su reino. Norma que no fue derogada hasta el siglo XVII. Por lo visto, Eduardo I, aprovechó para quedarse con todos los bienes que les fueron incautados.
Volviendo al tema de hoy, Eduardo I, dejó esta piedra en la famosa Abadía de Westminster y, en 1296, ordenó que se construyera un trono, al que llamaron “Silla de San Eduardo”, donde colocaron la citada piedra en un lugar ubicado bajo el asiento del mismo.
Por otra parte, siempre han existido teorías acerca de que los frailes escoceses no les dieron la piedra auténtica a los soldados ingleses, sino que la escondieron en un río o que la enterraron al borde de una colina. Se basan en que las descripciones de la misma, que figuran en obras medievales, no coinciden con las características actuales de esa piedra.
A pesar de que Inglaterra firmó varios tratados con Escocia, donde se comprometían a devolverles su piedra, lo cierto es que nunca lo hicieron.
Así que, desde entonces, todos los reyes de Inglaterra han sido coronados en ese trono y con la piedra debajo de ellos. También los de Escocia, pero sólo a partir del siglo XVII, cuando se unieron los dos reinos.
Sin embargo, algo ocurrió en 1950. El día de Navidad, cuatro estudiantes escoceses, procedentes de la Universidad de Glasgow, consiguieron entrar en la Abadía de Westminster y llevarse esta piedra. Por lo visto, se trataba de unos chicos que pertenecían a una organización, que proponía restaurar el Parlamento escocés, como germen para ir hacia la independencia de Escocia.
Realmente, trataban de crear un nuevo estado de opinión entre la población de Escocia. A fin de que se empezara a discutir sobre sus posibilidades para lograr la independencia. Para ellos, esa piedra no podía estar ahí, pues era algo que daba a entender que el rey de Inglaterra 
también era el soberano de Escocia.
Desgraciadamente, al intentar sacar la piedra de debajo del trono, ésta se partió en dos trozos, debido a su peso. No obstante, se llevaron los dos y los metieron en un coche que les estaba esperando en la puerta.
Parece ser que ésta era tan pesada, que optaron por enterrarla en un jardín en la zona de Kent, mientras pensaban como llevarla hasta Escocia.
Por lo visto, dos de los ladrones, optaron por llevarse el trozo más pequeño. Para ello, tomaron un tren en dirección a Escocia.
Increíblemente, llegaron a su destino sin ningún problema. A pesar de que, cuando se descubrió el robo, las autoridades cortaron todas las comunicaciones entre Inglaterra y Escocia. Cosa que no se había hecho en varios siglos.
Según parece, los ladrones regresaron unos quince días después. Recuperaron el trozo mayor de la piedra, que había sido enterrado en Kent, y regresaron con él a Glasgow.
Posteriormente, contrataron a un cantero para que uniera los dos trozos de la piedra y la volvieron a esconder.
La policía británica se dedicó a buscar la piedra, pero no tuvo éxito en sus pesquisas. No obstante, en aquella época, se había hecho muy famoso un vidente holandés, conocido como Peter Hurkos, así que, en abril de 1951, lo contrataron para ayudarles.
Por lo visto, los agentes sólo le mostraron la palanca con la que los jóvenes habían removido la piedra. Aunque parezca increíble, con este único dato, fue capaz de describir perfectamente a los autores del delito. Así que, al día siguiente, sus retratos robot fueron publicados en todos los diarios británicos.
Parece ser que eso fue lo que llevó a los jóvenes a que, sólo unos días después, dejaran la piedra en el altar mayor de la Abadía de Arbroath, dedicada a Santo Tomás Becket y, actualmente, en ruinas.
No fue un sitio escogido al azar. Precisamente, allí fue donde se firmó la declaración de independencia de Escocia, en 1320.
Posteriormente, llamaron a la Policía para que fuera a recogerla. Eso fue justo a tiempo, porque el rey Jorge VI, que ya se hallaba muy enfermo, murió en febrero de 1952 y, unos meses más tarde, fue coronada su hija, Isabel II.
Aunque parezca una tontería, si no la hubieran devuelto, hubieran puesto en peligro su coronación.
Otra cosa muy curiosa es que, aunque llegaron a detener e interrogar a todos los implicados en el robo, sin embargo, no quisieron procesarles. Supongo que no lo harían para no enturbiar aún más las relaciones entre Inglaterra y Escocia.
Parece ser que este suceso hizo que, en Escocia, se tratara a estos jóvenes como a unos héroes. Incluso, el Partido Nacionalista Escocés, que se encontraba en sus horas bajas, recibió muchos votos en las siguientes elecciones. Es posible que este fuera el motivo por el que les devolvieron la piedra en 1996.
Dado que ya no existe la Abadía de Scone y, en su lugar, se construyó un palacio en el siglo XIX, la piedra ha sido depositada en el Castillo de Edimburgo, con la condición de que tiene que ser devuelta a Westminster cada vez que se vaya a realizar una nueva coronación real.
El día 30/11/1996, día de San Andrés, la piedra fue llevada en solemne procesión, escoltada por las tropas del Ejército, desde el palacio de Holyrood hasta el castillo de Edimburgo. Este palacio era la residencia habitual de los reyes de Escocia.
Previamente, se hizo una parada en la catedral de Saint Giles, donde el sacerdote oficiante expresó que el regreso de la piedra “fortalecería el orgullo distintivo de la gente de Escocia”.
Posteriormente, el cortejo llegó hasta el castillo de Edimburgo, donde, el príncipe Andrew, en representación de la reina, hizo entrega oficial de la piedra al secretario de Estado de Escocia y ésta fue colocada en el gran salón, sobre una pequeña mesa de roble, situada frente a la chimenea.
Igualmente, se le rindieron los honores reservados a los jefes de Estado, disparando 21 salvas de artillería, tanto desde una batería situada en el castillo, como desde un barco anclado en el puerto.
Por supuesto, se respetaron escrupulosamente todas las formalidades. En aquella ocasión, en lugar de izar la bandera escocesa en la torre más alta, en su lugar, se colocó la bandera del Reino Unido, por hallarse dentro del castillo el hijo de la reina, en representación de su madre.
En la actualidad, para prevenir posibles robos o daños a la piedra, ésta se encuentra dentro de una urna, realizada con un cristal blindado y rodeada por una gran cantidad de dispositivos de alarma.


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