ESCRIBANO MONACAL

ESCRIBANO MONACAL
UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

domingo, 29 de septiembre de 2013

EL DUELO DEL MARQUÉS DE PICKMAN



El marquesado de Pickman fue un título otorgado, en 1873,  por vez primera por el rey Amadeo I de Saboya al industrial y comerciante británico, Charles Pickman Jones.
            Este industrial había llegado de muy joven a Sevilla y, tras la desamortización de Mendizábal, alquiló el antiguo convento de  cartujos de Santa María de las Cuevas, instalando en él una fábrica de cerámica. Así continuaba con la misma actividad que había iniciado su padre en Londres.
            Esta fábrica de cerámica llegó a hacerse muy famosa y hoy en día todos la conocemos como “La Cartuja de Sevilla”.
            Como el negocio fue viento en popa, llegó a exportar sus productos a muchos países y a ser muy bien recibido en varias cortes europeas. Llegando a ser elegido vicepresidente de la Academia nacional agrícola, manufacturera y comercial de París.
            De su matrimonio con su prima, María Josefa Pickman y Martínez de la Vega, nació una única hija, Enriqueta Pickman y Pickman, la cual heredó el título.
            Enriqueta casó con un cordobés de familia aristocrática venida a menos, Rafael de León y Primo de Rivera. A este personaje de apellido tan conocido le voy a dedicar esta entrada.
            El marqués consorte gozaba de muchas amistades en Sevilla, pues era muy dado a las continuas fiestas y a gastar sin límites. También, según parece, era muy generoso con sus amigos. Así, en algunas ocasiones, había pasado ciertos apuros económicos, a pesar de poder disponer de la gran fortuna que había heredado su esposa.
            Aunque parezca mentira, parece ser que el noble pidió un préstamo a un capitán de la Guardia Civil, llamado Vicente García de Paredes. Éste fue diciendo por ahí que se iba a cobrar la deuda teniendo relaciones sexuales con la marquesa, y eso, lógicamente, llegó a oídos de su marido.
            Así que, una tarde, el marqués fue a buscarlo y lo encontró en el teatro Cervantes de Sevilla, y allí le dio una bofetada delante de todos los presentes.
En aquella época, eso era algo que  no se podía consentir, y menos para un militar, así que, inmediatamente, el capitán se buscó sus padrinos. A esto, el marqués respondió nombrando los suyos.
Sus representantes buscaron la forma de evitar el duelo, intentando llegar a un acuerdo pacífico, pero no pudo ser.
El duelo se concretó en la llamada “Hacienda del Rosario”, el 10 de octubre de 1904. A una hora tan extraña para un duelo, como las 4 de la tarde, comenzaron a llegar los duelistas y sus padrinos. Como los duelos estaban severamente prohibidos por la Ley y por la Iglesia, solían realizarse al amanecer o al anochecer, para que no hubiera testigos del hecho, ni problemas con la fuerza pública.
Se menciona en la prensa de la época, algo muy poco habitual, pues no se comentaban directamente estos hechos, que los padrinos del marqués fueron los señores Goyena y Cagigas, mientras que los del capitán fueron el comandante de infantería Sr. Perales y el de su mismo cuerpo, Sr. Vivar. Ambos acudieron con sus médicos respectivos. Todo se hizo respetando las normas del famoso manual del marqués de Cabriñana.
Se había pactado que la distancia máxima entre los dos duelistas sería de 25 pasos, pero ellos optaron por distanciarse sólo a 15 pasos, con lo cual, se aseguraban mucho más la puntería.
La primera tirada acabó con los dos duelistas ilesos y se dio paso a una segunda, donde, a pesar de que el marqués disparó pocos segundos antes que su oponente, fue alcanzado por el militar, cayendo al suelo, ya cadáver.
Los médicos lo encontraron tumbado entre los surcos del suelo, con los brazos en cruz y echando abundante sangre por la boca.
Los padrinos del marqués tuvieron que ir al Juzgado de Guardia, para dar parte del hecho y el juez se presentó al caer la tarde, para realizar el acto de levantamiento del cadáver. El forense pudo comprobar que la bala le había entrada por la axila derecha en dirección al corazón.
En aquella época era muy común que los duelistas llevaran en su bolsillo una carta, indicando que la razón de su muerte era el suicidio, para exculpar de su muerte a su contrincante.
Como siempre fue muy popular, su cadáver fue velado en su domicilio y en su entierro participó una gran multitud. Incluso, muchos comercios permanecieron cerrados en señal de duelo.
El problema vino cuando el cuerpo era trasladado al cementerio católico, donde estaba el panteón familiar. Al llegar allí la comitiva, les comunicaron que el cardenal-arzobispo de Sevilla, Marcelo Spínola, había prohibido sepultarle en un cementerio católico, por morir en un duelo, así que tendrían que hacerlo en el cementerio civil, también llamado de “disidentes”.
Los cerca de 4.000 asistentes al sepelio se mostraron muy indignados por esta decisión. Así, se montó un buen jaleo y consiguieron entrar al asalto dentro del cementerio, para depositar el cadáver dentro del panteón familiar. Con lo cual, se formó un gran escándalo en la ciudad.
Esto provocó que la Iglesia denunciara estos hechos a las autoridades civiles, las cuales ordenaron, ese mismo día, que los restos del marqués fueran sacados del camposanto para enterrarlo en el cementerio civil.
A pesar de que su caso estaba perfectamente indicado en el Código Penal de la época, como se trataba de un personaje tan importante, este incidente llegó nada menos que a las Cortes, no olvidemos que había sido diputado anteriormente. El propio ministro de la Gobernación, Sánchez Guerra, tuvo que intervenir en la discusión.
El juez de instrucción, muy presionado por la opinión pública, ordenó la detención inmediata del capitán García de Paredes, el cual compareció voluntariamente ante el juzgado.
El cardenal Spínola, que se hallaba de visita en Jerez de la Frontera, volvió, fuertemente protegido, a su sede de Sevilla.
El Gobierno defendió la actitud del militar, al aceptar el duelo, a pesar de lo dispuesto en el Código Penal, por pertenecer a un Cuerpo militar. Es posible que lo hicieran por temor a la reacción del resto del Ejército, pues las relaciones entre ambas instituciones, en aquel momento, no eran muy buenas. No olvidemos que, al año siguiente, tuvo lugar el conocido incidente contra la revista satírica Cu-cut, donde varios militares asaltaron y destrozaron los locales de esta publicación. Eso le costó el puesto al presidente del Gobierno, Montero Ríos y, más tarde, se le otorgó a los tribunales militares la potestad de  juzgar a los civiles por las ofensas realizadas contra sus miembros.
Eran muy habituales los duelos entre militares, por discusiones en actos de servicio. Muchas de estas discusiones habían surgido durante las guerras coloniales de Cuba y Filipinas.
También hubo otros famosos duelos entre civiles y militares. Uno de los más conocidos es el del ministro de Marina, almirante Beránger, contra el periodista Augusto Suárez de Figueroa. Para poder participar el duelo, el ministro dimitió previamente de su cargo.
Otros duelos acabaron peor, no por las balas cruzadas en el mismo, sino por sus consecuencias penales.
Quizás, el duelo más famoso fue el del duque de Montpensier, cuñado de Isabel II por haberse casado con su hermana, Luisa Fernanda,, y D. Enrique de Borbón, duque de Sevilla, también cuñado de Isabel II, por ser hermano de su marido, Francisco de Asís. Fue realizado en el actual barrio de Carabanchel, en Madrid, en 1870. La muerte del segundo contrincante, hizo que Montpensier perdiera todas sus esperanzas para poder acceder al trono de España.
Como se presumía, el sumario contra el capitán García de Paredes fue sobreseído. Seguro que al juez le llegó alguna indicación del Gobierno de entonces.
Esta decisión trajo también la destitución, por el gobierno de Maura, del gobernador civil de Sevilla, bajo la acusación de no haber actuado a tiempo, impidiendo ese duelo, y la posterior dimisión del alcalde de Sevilla.
En España, desde la época de los Reyes Católicos ya se dictaron normas contra los duelos, pues se producían muchas muertes.
En 1716, el rey Felipe V dictó una ley expresamente dedicada a prohibir los duelos, la cual fue confirmada y ampliada por lo siguientes soberanos.
Ya figuró en el Código Penal de 1805 y en los sucesivos, castigando a los contrincantes con pena de destierro. Las penas serían de arresto mayor, si del suelo salieran ilesos ambos contrincantes. Prisión menor, en el caso de que se produjeran lesiones leves y prisión mayor, si se producía la muerte de uno de ellos. A los padrinos, se les consideraba cómplices del hecho y se les castigaría con idénticas penas.
A fines del siglo XIX se crearon en Europa sociedades o ligas antiduelistas, para intentar erradicar esta costumbre. Ya en el siglo XX, prácticamente, no se dio casi ningún duelo, por considerarse una práctica ya anticuada.

sábado, 28 de septiembre de 2013

LA EXPEDICIÓN DEL GENERAL GÓMEZ



Yo creo que todos tenemos bastante fija de que el movimiento carlista fue un fenómeno prácticamente circunscrito al País Vasco, Navarra, Cataluña y, si acaso, el norte de Castellón. Eso es, más o menos, lo que nos han enseñado a todos, pero no fue así, porque  los pretendientes carlistas tuvieron partidarios en toda España. Lo que ocurrió es que se concentraron en esas zonas, porque es donde hubo más y porque eran zonas más montaños
as e inaccesibles para el Ejército.
            Miguel Sancho Gómez Damas fue un militar carlista, que no nació en el norte, sino en Torredonjimeno, Jaén, en 1785.
            Cuando realizaba estudios de Derecho en Granada, tuvo que abandonarlos para incorporarse a la guerra de la Independencia.
            Participó en la célebre batalla de Bailén y en varios combates más, hasta que a mediados de 1812 es capturado por los franceses y enviado como prisionero de guerra a Francia.
            Afortunadamente, logró escapar del campo de prisioneros y se reincorporó al servicio activo, ascendiendo a capitán.
            Al acabar la guerra, dejó el ejército y se casó, estableciéndose en Jaén, trabajando en labores administrativas.
            En 1820, se opone al pronunciamiento del general liberal Riego, pues él tenía fuertes convicciones absolutistas. Así, intentó sublevar al regimiento provincial de su provincia, pero, al no conseguirlo, tiene que huir de allí.
            En 1823, tras la invasión de los absolutistas  Cien Mil Hijos de San Luis, regresa a su tierra y consigue la comandancia militar de Algeciras.
            Con la llegada de María Cristina de Borbón, los liberales consiguen que Gómez sea depuesto de ese cargo.
            Se va a Madrid y allí le pilla el comienzo de la I Guerra Carlista. Se dirige hacia Navarra y se pone a las órdenes del famoso general Zumalacárregui, el cual le nombra jefe de su Estado Mayor.
            En 1834 acompañó a D. Carlos en su visita por las provincias del norte y fue nombrado comandante general de Vizcaya y, posteriormente, también de Guipúzcoa.
            Tras las acciones de Guernica y de Tolosa fue ascendido al máximo rango de mariscal de campo. También le otorgó el pretendiente el título de marqués de Orbaiceta.
            En 1836, al general en jefe del ejército carlista, Bruno Villarreal, se le ocurrió que una forma de eliminar la presión de las tropas cristinas hacia las carlistas, era crear otros frentes de guerra, para repartir las tropas atacantes por varios lugares de la península.
            Así que le encargó a Gómez, contra la opinión del general Eguía,  que se dirigiera hacia Asturias y Galicia, donde les habían dicho que había bastantes carlistas, a fin de sublevar esos territorios.
            En junio de 1836 comenzó su marcha con unos 2.700 infantes y 180 jinetes. Llegó hasta Oviedo, La Coruña y Santiago, pero no tuvo mucho éxito.
            Sin embargo, en lugar de volver a su base, en Navarra, decidió hacer una incursión hacia el sur. Así, se dieron una vuelta por el país, conquistando de forma temporal nada menos que León, Palencia, Valladolid, Sigüenza, Utiel, Requena, Albacete, Villarrobledo, Baeza, Córdoba, Pozoblanco, Almadén, Cáceres, Alcántara, Écija, Osuna, Ronda, Arcos de la Frontera, Pedro Muñoz y el Burgo de Osma. Acabando en diciembre de 1836.
            Sus conquistas no duraron mucho tiempo, sin embargo, regresó con unos 6.000 soldados, pues se le unieron muchos voluntarios procedentes de las diversas regiones por donde pasó. Uno de ellos fue el famoso Ramón Cabrera.
            Unas veces venció a los generales isabelinos y otras fue derrotado por alguno de ellos, como Espartero.
            También es cierto que consiguió eliminar mucha presión sobre el norte, pues el mando isabelino llegó a destinar unos 25.000 hombres, al mando de conocidos generales, como Narváez, para localizarlos y eliminarlos, cosa que no consiguieron.
            A pesar de su éxito militar, a las autoridades carlistas no les gustó nada la forma de proceder de Gómez, pues se saltó las órdenes recibidas. Así que fue procesado en Orduña y encarcelado por insubordinación, pero no fue condenado, porque se acabó la guerra antes de realizar el juicio.
            Aunque nunca se ha dado mucha importancia en España a esta marcha, parece ser que aún se habla de ella en algunas academias militares extranjeras. Se dice que hasta el mismo zar Nicolás I se interesó por su gesta.
            Según Stendhal, los españoles no eran ni carlistas ni liberales, porque si hubieran sido carlistas, todas esas ciudades hubieran seguido en su poder y, si fueran liberales, no habrían permitido que los carlistas entraran tan fácilmente en sus ciudades.
            Pío Baroja le dedica uno de sus escritos, incluso hizo su recorrido en coche,  y George Borrow, aquel que se dedicó a vender Biblias protestantes por toda España a todos los que se le pusieron por delante, incluidos los clérigos, afirmó que lo había conocido en uno de sus viajes y nos hizo un retrato del personaje.
            En 1839, tras la rendición de Maroto, fue puesto en libertad y decidió exiliarse en Francia, pues tampoco se fiaba de los liberales.
En 1846, al comienzo de la II Guerra Carlista, regresó a España y fue nombrado comandante general de Andalucía, pero no tuvo mucho éxito y volvió a exiliarse en Francia.
Poco antes de morir, en 1864, envió un escrito a Isabel II, donde la reconocía como su reina y le pedía que le dejaran reintegrarse en el Ejército con el grado que ostentó en el bando carlista.
Aunque suene un poco raro, esto se le permitió a muchos mandos carlistas, pero a él le contestaron del Ministerio de la Guerra desestimando su petición, por haber pasado ya el plazo para hacer esas reclamaciones.
Hasta entonces, los legitimistas franceses, les habían ayudado económicamente, para poder residir allí, pero, cuando tuvieron noticias de este escrito, dejaron de hacerlo.
En 1865, ya fallecido el general Gómez, se tiene constancia de que su viuda envió varios escritos a Isabel II para que le otorgara una pensión, reconociéndole el grado militar de su esposo.
Parece ser que no recibió respuesta y volvió a intentarlo a través del consulado de España en Burdeos, informando al Gobierno español que los legitimistas franceses le habían retirado su ayuda y que vivía en la miseria total. Triste final para la familia de un héroe. Seguro que si hubiera nacido en Francia o Alemania, le hubieran erigido un monumento.
             

viernes, 27 de septiembre de 2013

UNA PERFECTA DESCONOCIDA: MARGA GIL ROËSSET



Confieso, esta vez, que este personaje ni me sonaba, pero, lo cierto, es que buscando datos para la anterior entrada, la he descubierto y me ha picado tanto la curiosidad, que me he puesto a ver quién era.
            En esta ocasión, me he salido de mis temas habituales. No se trata de ningún personaje importante desde el punto de vista histórico. Tampoco se trata de ningún político, ni militar, ni sufragista. Nada de eso, la he traído, simplemente, porque me ha llamado la atención y ahora veremos por qué.
            Nuestro personaje nació en Madrid en 1908. Era hija de un general de Ingenieros, llamado Julián Gil Clemente, y de Margot Roësset Mosquera, que procedía de una familia originaria de Francia. Por lo visto, su abuelo fue uno de esos ingenieros franceses que vinieron a España y Portugal en la época de la construcción de los ferrocarriles. 
            Una de las tías de Marga fue una pintora portuguesa bastante buena, María Roësset Mosquera, la cual se formó con Eduardo Chicharro. El Centro Conde-Duque, de Madrid, le dedicó una exposición sobre su obra en 1988.
            Por lo que veo, en su familia se repiten muchas cosas, pues también tuvo otra tía, llamada Marisa, que fue otra pintora muy buena, pero absolutamente desconocida hoy en día.
            Hay otro patrón que se repite en esa familia, es el del suicidio. Mauricio, primo de Marga, en 1927, era el novio de la pintora Maruja Mallo. Un día tomó el coche de su padre, sin haberle pedido permiso, y chocaron en la Cuesta de las perdices, en la actual A-6.
            Como ella quedó inconsciente y manchada de sangre por todas partes, él pensó que había muerto, así que escapó y, cuando llegó a su casa, se encerró en su cuarto y se suicidó con un disparo en la cabeza. Se cuenta que su hermana Marisa, de la impresión al ver su cadáver, encaneció de repente.
            Bien, así que tenemos una familia con grandes inquietudes intelectuales y orígenes franceses, por vía materna. Eso, seguramente, le daría a Marga una forma de observar lo que tenía alrededor totalmente diferente de lo normal entre los jóvenes de su generación.
            Marga tuvo tres hermanos más, los cuales recibieron una educación mucho más esmerada de lo habitual en España.
            Marga nació muy enferma y los médicos, prácticamente, la dieron por desahuciada, pero no pudieron contra la voluntad de su madre, que se desvivió por sacarla adelante y no cejó en su empeño hasta que mejoró claramente de su enfermedad.
            Es posible que Marga heredara de su madre un gran sentido de la religiosidad, lo cual no le vino muy bien.
            Su afición por el dibujo venía desde su más tierna infancia y se sabe que en 1920, ya ilustró un cuento escrito por su hermana Consuelo, el cual dedicaron a su madre.
            Como sus padres le vieron mucho interés por la pintura, la llevaron a aprender al estudio del pintor López-Mezquita, el cual quedó asombrado con el talento de la niña.
            Las dos hermanas llegaron a publicar en París, en 1923, un cuento, con el nombre de “Rose de bois”, ilustrado, por supuesto, por Marga.
            Con 13 años, empieza a cansarse del dibujo y se interesa por la escultura. Así que sus padres la llevan al taller de Victorio Macho, el cual rehusó enseñarla, porque parecía una alumna muy aventajada.
            Así, aprendió por su cuenta y fue la primera escultora española que trabajara la piedra. Por eso, solían tener siempre las manos llenas de magulladuras, producidas al saltar las lascas de sus obras. En sus obras compaginó el modernismo con el simbolismo.
Con 22 años, en 1930, ya presentó una de sus obras a la Exposición Nacional. Se trataba del grupo llamado “Adán y Eva”, que tuvo muy buenas críticas. También participó en la de 1932.
            Ya no tenía aspecto de chica enferma, sino que se trataba de una mujer bastante alta para la media de su época, medía 1,80 y era bastante agraciada.
            En 1930, durante un concierto, una amiga común, Olga Bauer-Pilecka, le presentó al famoso escritor, Juan Ramón Jiménez, premio Nobel de Literatura en 1956. Creo que todos habréis leído alguna vez su famosa obra “Platero y yo”.
            Parece ser que él, en su juventud, tuvo fama de Don Juan, pero ya andaba por los cincuenta. Desde luego, presumía de haber ligado mucho, incluso se jactaba de haber enamorado a alguna monja y dicen que le gustaba coquetear a esa edad con las chicas jóvenes que se le arrimaban.
            Lo cierto es que Marga vio en él algo especial y se enamoró perdidamente del escritor, aunque también era muy amiga de su esposa, Zenobia.
            A Zenobia ya la conocían, Marga y su hermana, desde la infancia, pues eran grandes lectoras de Tagore y ella era su traductora en España.
            Quizás, para acercarse al escritor, comenzó a hacer un busto de Zenobia, posando ésta en su casa como modelo.
            Él la rechazó, pero ella lo intentó durante casi dos años, hasta que un día, en 1932, decidió suicidarse. Fue a  la casa de su tío Eugenio, un chalet en Las Rozas, y se disparó en la cabeza, muriendo en el acto.
            Este hecho dejó profunda huella en el ánimo del escritor, que además padecía una enfermedad que le hacía tener mayor sensibilidad que el resto de la gente y eso le provocaba depresiones y todo tipo de manías. Así que le dedicó un capítulo en su obra “Españoles de tres mundos” y varios poemas. Uno de ellos comienza: “Tu sufrimiento, muerta tú, se ha quedado expandido sobre mí, como el rojo del sol, después de puesto, por la tarde…”
            También, en aquella época, Zenobia, comenzó a tener problemas con el cáncer que la llevó a la tumba.
            Parece ser que Marga tomó esta decisión, influida por sus ideas religiosas, al no poder tener relaciones con un hombre casado. No obstante, antes de suicidarse, se ocupó de destruir todas las obras que encontró e, incluso, las fotos de las mismas. Incluso, previamente, había escrito a editoriales, galerías de arte, etc, para pedir que le devolvieran todo su trabajo a fin de destruirlo ella misma.
            Algunos autores dicen que es muy posible que el  mismo Saint Exupery, autor del “Principito”, se inspirara en los dibujos de los cuentos de Marga para su obra, pues eran muy similares y muy anteriores a la obra del escritor francés. Además, no olvidemos que esos cuentos de Marga se editaron en Francia.
            Como si se quisiera borrar todo rastro de su paso por este mundo, su cadáver fue enterrado en el cementerio antiguo de Las Rozas, pero no se sabe realmente dónde fue a parar, pues, durante la Guerra Civil, una bomba fue a caer justo encima de su lápida.
            Allí también están enterrados su padre, que murió de repente, en 1934, y su madre, poco tiempo después.
            En 2002, a los 70 años de la muerte de la artista, la Fundación Zenobia-Juan Ramón Jiménez inauguró una exposición dedicada a la obra de nuestro personaje con el nombre de “Lo de Marga”. En ella se mostraron los fondos pertenecientes a la Casa-Museo, como dibujos, libros ilustrados, fotografías y objetos de su propiedad, que le dejó al poeta antes de tomar su drástica decisión. En la última página de su diario escribió: “En la muerte, ya nada me separa de ti, sólo la muerte, sólo la muerte sola”.
            En fin, ya sé que me ha salido una historia muy triste, pero fue la de esta joven artista, que murió de una forma, que hoy podríamos calificar como absurda, pero que  ella la consideró como una salida lógica para resolver su situación.
            La verdad, es que parece una decisión más propia de otra época, como los famosos duelos, que se prodigaron hasta el siglo XIX, y no de una mujer del siglo XX.
            Una lástima, porque no sabemos hasta dónde podría haber llegado, ya que se le veía mucho talento en las pocas obras que se han podido conservar de todas las que realizó.
           
           

jueves, 26 de septiembre de 2013

UNA GRAN DESCONOCIDA: HILDEGART RODRIGUEZ



Hace muchos años, tuve la suerte de ver una película que me llamó mucho la atención. Su nombre era “Mi hija Hildegart”. Fue dirigida por el conocido actor Fernando Fernán Gómez y estrenada en España en 1977.
            Se trataba de una historia real, esa que, muchas veces, es bastante más interesante que cualquier narración inventada.
            Aurora Rodríguez Carballeira fue una mujer de origen gallego, concretamente, nació en Ferrol en 1890,  y era de una familia acomodada.
Parece ser que su hermana Josefa fue madre soltera y, tras dar a luz se fue a Madrid. Ella ser quedó al cuidado de su sobrino, llamado Pepito Arriola, el cual era un superdotado y  estuvo encantada de darle la mejor formación posible. El problema es que la madre del niño, su hermana, un día se lo llevó y ella se lo tomó muy mal.
            La razón del cambio de actitud de su hermana era que cuando  se enteró de que era un niño prodigio, pues ya desde la infancia fue un gran músico, volvió a Galicia y se lo llevó con ella a Madrid.
            En la capital, el niño dio varios conciertos, siendo apadrinado por la reina regente, María Cristina, la cual le pagó sus estudios en Alemania.
            A primeros del siglo XX, Aurora, también se estableció en Madrid, donde quiso poner en práctica sus ideas avanzadas
, aunque bastante estrafalarias. Decía que era socialista, liberal y atea, algo no muy común para una mujer de su tiempo.
            Su ideal era montar una comunidad socialista
al estilo de las organizó Fourier, en el siglo XIX.
            A partir de ahí, no se le ocurrió otra cosa que ser madre soltera para engendrar una hija, la cual tendría una gran formación, a fin de que pudiera rivalizar con cualquier hom
bre y no tuviera que sufrir la opresión del género masculino. Ya sabemos que, en aquella época, la mujer tenía una consideración muy distinta de la actual.
            Parece ser que la elección del progenitor de la niña le llevó bastante tiempo, porque ninguno tenía las cualidades que ella iba buscando. Por fin, lo encontró. Se trataba nada menos que de un cura, al cual la idea de ella le hizo mucha gracia. Algunos autores dicen que su nombre era Alberto Pallás.
            También algunos dicen que eligió un cura, porque así no podría reclamar la paternidad sobre la niña.
Por supuesto, nunca se le ocurrió vivir con el padre de la niña, porque odiaba profundamente a los hombres.
Ya embarazada, se fue a Madrid para vivir sola y donde dio a luz a su hija Hildegart  en 1914, en la calle Juanelo, 3.
Parece ser que nunca fue muy afectuosa con la niña y nunca se la vio que la abrazara o la besara, no dejando tampoco a nadie que lo hiciera.
            A los 3 años, la niña ya sabía hablar francés, inglés y alemán, aparte del castellano. No olvidemos que quiso ponerle ese nombre para llamarle “jardín de sabiduría”.
            No obstante, esa vida tan programada por su madre, también tenía como fin impulsar la formación y el progreso del proletariado. Iba a ser algo así como un Mesías femenino.
            A la increíble edad de 13 años, ya terminó el Bachillerato e ingresó en las juventudes del PSOE y de la UGT. Luego, fue expulsada, en 1932, por publicar una carta en un periódico, donde criticaba la alianza del PSOE con un político reaccionario.
            A los 18 años acabó la carrera de Derecho, con muy buenas notas, e ingresó en el Partido Republicano Federal. Además,  fue nombrada nada menos que secretaria para la Liga de la Reforma Sexual, cuyo presidente era Gregorio Marañón.
            Sobre este tema escribió una serie de obras, como “El control de la natalidad”, “La rebeldía sexual de la juventud”, “Revolución y sexo”, etc. No hará falta decir que su autor de cabecera era Karl Marx.
            También estudió Filosofía y Letras y Medicina, pero no las acabó, por una razón que veremos más tarde.
            Cuando la hija empieza a tener un poco de  vida social, pues se dedicaba a dar conferencias, ya que no podía ejercer la abogacía por no tener aún la mayoría de edad, la relación entre ambas empieza a deteriorarse.
            Siempre van juntas a todos los actos y la hija, aparte de esas conferencias, se va haciendo famosa gracias a la publicación de artículos, libros y todo tipo de folletos.
            Está a favor de la libertad sexual, pero pide la limitación de los embarazos que es algo que empobrece aún más a la clase obrera.
            No obstante, la madre siempre le prohibió acercarse demasiado a los hombres, por eso, la llamaban la Virgen Roja.
            Era muy extraño que una persona predicara la libertad sexual para el resto de las mujeres, cuando ellas dos iban siempre juntas, con una ropa que más parecía del siglo XIX y vestían casi siempre de negro.
            No obstante, según parece, tuvo una relación epistolar con algunos autores de la época, como el famoso H.G. Wells, al cual tradujo varias de sus obras al español, que la invitó a visitar el Reino Unido e, incluso, le ofreció un trabajo.
            También, se comentó que la chica se había enamorado de otro joven, Abel Velilla, miembro de su mismo partido, aunque otros afirman que la madre la amenazaba continuamente con suicidarse si se iba y la dejaba sola.
            Todo esto provoca en Aurora, que, a estas alturas, no hará falta decir que estaba como una cabra, una sensación de que la obra de su vida se le estaba yendo de las manos. Así que, un mal día, en 1933, no se le ocurrió otra cosa que asesinar a su hija, disparándole, en su casa de la calle Galileo, de Madrid, 4 tiros con una pistola, cuando estaba dormida en su cama. Por esa razón, no pudo acabar Medicina ni Filosofía.
            En el juicio, se mostró absolutamente fría y confesó que repetiría su acción cuantas veces hiciera falta, porque, para ella, era la salida lógica a esa situación. Incluso, llegó a decir que la muerte se había producido de común acuerdo.
            Según ella, tenía derecho a hacerlo, porque era la obra de su vida. Igual que un escultor puede romper una de sus obras si no le gusta como le ha quedado.
            Su criada, Julia García Sanz,  confesó años después que, antes de cometer el crimen, Aurora sometió a su hija a un encierro domiciliario. Le cortó todo contacto con el exterior, a base de cortarle el teléfono, privarle de su correspondencia y no dejarla salir a la calle.
            Fue condenada a ser encerrada en un sanatorio psiquiátrico durante 26 años. Allí, unas veces se mostraba de una forma violenta con los demás y otras proponía algunas reformas en el centro e, incluso, repartía regalos entre sus compañeras, pues su situación económica siempre fue buena.
            Al comenzar la guerra civil, un día abrieron las puertas del sanatorio de Ciempozuelos, huyendo la mayoría de los pacientes. A partir de ahí, se pierde la pista de Aurora.
            Otros autores afirman que Aurora siguió en ese psiquiátrico, donde terminó sus días en 1955, a causa de un cáncer.