Desgraciadamente, hoy se cumple el 150 aniversario de un hecho luctuoso, cometido por unos canallas que ensuciaron el buen nombre de España.
Igual os ha parecido que he
empezado este artículo de una manera un poco fuerte, pero, al terminar de
leerlo, veréis que llevo razón.
Empezaré por el principio. En
1834, nació en un pueblo de Asturias Gonzalo Castañón Escaro. Como vino al
mundo en el seno de una familia acomodada, ello le permitió estudiar Derecho en
la Universidad de Oviedo.
Posteriormente, se dedicaría al
periodismo y, más tarde, a la política, obteniendo en 1864 su escaño de
diputado en las Cortes españolas.
En 1866, obtuvo un puesto como
funcionario en el Gobierno de la isla de Cuba, que todavía era una provincia
española. Trabajó también en el Banco Español de Cuba, en La Habana. Entidad
que también servía para recaudar los impuestos.
José siempre fue un férreo
defensor de los grandes propietarios cubanos y se oponía firmemente a la
abolición de la esclavitud.
En octubre de 1868 tuvo lugar el
primer acto del movimiento independentista cubano, que se inició con el llamado
Grito de Yara. Localidad donde tuvo lugar un enfrentamiento armado entre los
rebeldes y el Ejército español.
Posiblemente, por ello, en 1869,
Castañón fundó el periódico La Voz de Cuba, desde donde pedía mano dura contra
los independentistas y también se dedicaba a insultar a los exiliados cubanos,
que se hallaban en Florida. Parece ser que acostumbraba a comenzar sus
artículos con la frase “sangre y fuego”.
A partir de ahí, estos dos
periódicos se empezaron a dedicar, mutuamente, artículos cada vez más subidos
de tono.
A finales de enero de 1870, la
cosa fue a más y Castañón publicó un artículo en su periódico en el que retaba
a duelo a Nito. Éste le dijo que no podía viajar a Cuba, porque sería detenido.
Así que emplazó a Castañón a que fuera a Florida.
Éste pensó que eso le iba a dar
mucha popularidad y para allá se fue, acompañado de unos amigos, un médico y un
par de criados.
Por lo visto, la idea de Castañón
era provocar desórdenes públicos a fin de que el Gobierno USA expulsara a los
exiliados de Florida. Sin embargo, lo que consiguió fueron varias invitaciones
para batirse en duelo y a todas ellas se negó.
Parece ser que uno de los retos
procedía de un panadero exiliado y, cuando le llegó esa noticia, Castañón,
afirmó no querer batirse con gente de baja calaña.
El cadáver de Castañón fue metido
en un ataúd lleno de hielo y embarcado hacia Cuba. Allí fue recibido como a un
héroe y se le rindieron honores militares, porque también era coronel de los
Voluntarios de Cuba. Fue enterrado en el antiguo Cementerio de Espada.
El 24/11/1871, los estudiantes de
primero de Medicina de la Universidad de La Habana, cuya facultad estaba al lado de este cementerio,
recibieron la noticia de que su profesor de Anatomía se iba a retrasar un poco a causa
de unos exámenes.
Parece ser que esto no gustó nada
al vigilante del cementerio, Vicente Cobas, el cual denunció esos hechos ante
el gobernador civil, Dionisio López Roberts, diciendo que esos estudiantes
habían rayado el cristal que cubría el nicho, donde estaba depositado el
cadáver de Castañón. Lo cual era absolutamente falso.
Parece ser que, en un principio,
quiso detener a los primeros estudiantes de Medicina que vio por allí. Se
trataba de alumnos de segundo curso y su profesor tuvo la valentía de
oponérsele. Así que no consiguió llevárselos.
Sin embargo, luego fue a la clase de primero y allí tuvo más
suerte, porque su profesor se mostró más indeciso y el gobernador se llevó detenidos a 45 de los 46 alumnos de ese curso.Así que ese día, que era viernes,
encerraron a todos esos estudiantes en una cárcel de La Habana. El sábado les
tomaron declaración, pero no vieron que hubieran cometido delito alguno. No
obstante, podían oír las voces de los Voluntarios, diciendo que querían las
cabezas de los estudiantes. Así que en la prisión tuvieron que redoblar la
guardia.
La sentencia del tribunal, aunque
condenaba a varios de ellos a penas de cárcel, no impuso ninguna pena de
muerte. Lógicamente, eso no satisfizo a los Voluntarios.
Así que presionaron para que se
les hiciera otro consejo de guerra. Esta vez, todos los miembros de ese
tribunal pertenecían a los Voluntarios.
Por lo visto, fueron llamando a
declarar de uno en uno a todos los acusados. El que consiguió convencerles de que
no sabía nada, se libró de culpas. En cambio, Álvarez de la Campa, dijo haber
arrancado una flor del cementerio y fue uno de los condenados a muerte.
Los Voluntarios eran unas fuerzas
de milicianos, situada en las ciudades, que se dedicaba a reprimir y
soliviantar a los cubanos. Curiosamente, la mayoría de esos Voluntarios que tanto defendían entonces a España eran catalanes.
Incluso, un capitán de la Armada,
se ofreció a desembarcar a sus hombres para poner orden y echar a los
Voluntarios, pero el capitán general también se opuso a ello.
Los esposaron y los llevaron
delante de la pared de un edificio cercano a la prisión, que era un depósito
del arma de Ingenieros.
Allí, les obligaron a ponerse de
rodillas y de cara a la pared y los fueron fusilando de dos en dos. El pelotón
estaba al mando del capitán de Voluntarios Ramón López de Ayala.
En algunos sitios se dice que era
hermano del autor teatral y ministro de Ultramar, Adelardo López de Ayala, pero
yo no he podido verificar ese dato.
A los demás los condenaron a
diversas penas privativas de libertad, pero todas ellas llevaban añadidas la
realización de trabajos forzados en las canteras.
Según uno de los condenados,
estuvieron varios meses trabajando en las canteras. Sin embargo, un día vino un
barco de la Armada, se los trajo a la Península Ibérica y los pusieron en
libertad.
En 1887, la familia de Castañón,
decidió repatriar el cuerpo del fallecido para enterrarlo en su localidad de
origen. Cuando uno de sus hijos fue a hacerse cargo del cadáver, se demostró
que la tumba no había sido dañada. Ni tan siquiera el mencionado cristal del
nicho. De todo ello, se levantó acta.
A partir de ahí, se consiguió que
los cuerpos de estos fusilados descansaran en tumbas normales, como querían sus
familiares.
También le otorgaron un poder al
diputado y abogado Miguel Figueroa para que intentase revocar la sentencia del
consejo de guerra. Cosa que consiguió.
Posteriormente, Valdés-Domínguez, promovió la iniciativa de construir un monumento en el nuevo cementerio Colón de La Habana, en el cual fueron inhumados los cuerpos de esos desdichados jóvenes
y donde, más tarde, también inhumaron el de su defensor, el valenciano Federico Capdevila, que murió en 1898.Como suelen decir los predicadores:
“sangre de mártires, semilla de conversos”. Por ello, este acto de barbarie,
cometido por unos exaltados Voluntarios y unas autoridades que les permitieron
hacerlo, sólo sirvió para aumentar las ansias de independencia de los cubanos.
Esta foto corresponde a algunos de los supervivientes de este luctuoso hecho.
Para terminar, voy a nombrar a
los pobres jóvenes que se vieron envueltos en este acto y fueron fusilados:
·
Alonso Álvarez de la Campa y Gamba, nacido en La
Habana y fusilado a los 16 años.
·
Anacleto Bermúdez y González de Piñera, nacido
en La Habana y fusilado a los 20 años.
·
José de Marcos y Medina, nacido en La Habana y
fusilado a los 20 años.
·
Ángel Laborde y Perera, nacido en La Habana y
fusilado a los 17 años.
·
Juan Pascual Rodríguez y Pérez, nacido en La
Habana y fusilado a los 21 años.
·
Carlos Augusto de la Torre y Madrigal, nacido en
Camagüey y fusilado a los 20 años.
·
Eladio González Toledo, nacido en La Habana y
fusilado a los 20 años.
·
Carlos Verdugo y Martínez, nacido en Matanzas y
fusilado a los 17 años.
Para finalizar, sé que todos los
años, los estudiantes cubanos rinden homenaje a estos jóvenes asesinados por
los llamados Voluntarios.
No sé si el Gobierno de España
habrá pedido alguna vez perdón por este hecho, sin embargo, yo, como español,
quisiera sumarme a ese homenaje, porque eso nunca tuvo que haber ocurrido.
A ver si alguno se decide y este año llego a los 100 seguidores. Por si alguno desconfía, le aseguro que es algo totalmente gratis.
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