ESCRIBANO MONACAL

ESCRIBANO MONACAL
UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

sábado, 25 de mayo de 2019

EL AGUA TOFANA


Sinceramente, estaba preparando otro artículo, sin embargo, ayer me vino a la memoria este tema, cuando pasé delante de una farmacia y vi un cartel donde anunciaban un cosmético, junto a un retrato de una monja. El cual decía algo así como “una crema divina”. Así que ahora veréis por qué me sonó esa frase.
Empecemos por el principio. Teofania D’Adamo fue una mujer que vivió en Sicilia, en la primera mitad del siglo XVII. Por lo visto, se dedicaba a hacer ungüentos y brebajes de todo tipo.
Parece ser que, como en aquel tiempo, no existía el divorcio y había muchas mujeres hartas de aguantar a sus maridos, alguna iría a verla.
Por lo que se ve, ella le dio un preparado, que, a simple vista, podría ser muy similar al agua, pero que decía ser un cosmético femenino.
Parece que tuvo mucho éxito y su clienta enviudó muy pronto. Así que es de suponer que correría la voz, porque preparó cientos de dosis, amansando una buena fortuna. Se dice que hasta llegó a tener una amplia red de distribución por toda esa isla. No se descarta que, más adelante, también se vendiera en la Península Itálica.
Para más escarnio, lo denominó como “Maná de San Nicolás de Bari”. El mismo santo que ahora se llama San Nicolás, Santa Claus o, más comúnmente, Papá Noel.
Por lo visto, era un veneno tan efectivo que la víctima moría a las pocas horas y además era indetectable para los médicos del momento.
La composición de este veneno sigue siendo desconocida y yo creo que tampoco hace falta saberlo. Por si acaso.
Como no es bueno fiarse de todo el mundo, Teofania fue denunciada por una de sus múltiples clientas.
Por lo visto, esta clienta, quiso hacer lo mismo que las demás, pero, supongo que, llevada por el nerviosismo, se equivocó y se puso a comer del plato donde había echado el veneno.
Otras versiones dicen que el marido le quiso gastar una broma y le cambió su plato de ensalada. No sabemos si es que ya sospecharía de ella.
Así que, al notar que empezaba a surtir efecto en su organismo, antes de morir, se puso a confesarlo todo. Eso hizo que el marido llamara a un médico y éste a las autoridades.
Al enterarse, Teofania, intentó refugiarse en un convento. O sea, acogerse a la protección de la Iglesia. Sin embargo, las monjas, al comprender lo que había hecho, la expulsaron del recinto y fue capturada por las autoridades civiles.
Más tarde, lo confesó todo, tras ser torturada. Posteriormente, fue condenada a muerte por brujería y ejecutada en 1633 por medio de la horca, en la plaza mayor de Palermo. Una vez fallecida, fue descuartizada, como era normal en estos casos.
Parece ser que, durante las sesiones de tortura, denunció a todos sus cómplices. Algunos de ellos fueron detenidos y ejecutados ese mismo año, como los casos de Francesca Rapisardi o Pedro, llamado “Plácido”.
Sin embargo, algunas de sus clientas fueron de tan elevada condición social que, para evitar el escándalo, parece ser que fueron detenidas y estranguladas en sus celdas, para que no llegara el escándalo a perjudicar a sus importantes familias. Otras fueron encerradas de por vida, sin juicio de ningún tipo.
Realmente, ninguna de estas envenenadoras, de la familia Tofana, mataba a nadie y no se les podía condenar por asesinato. Las verdaderas asesinas eran las esposas que querían deshacerse de sus maridos.
Digamos que se tomaron demasiado en serio esa frase que se repite en todas las bodas: “Hasta que la muerte os separe”.
Ahí no acabó todo. Su hija, Giulia Tofana, de ahí viene el nombre, que estaba casada, empezó probando esa sustancia con su marido y se lo cargó, claro está.
Por lo visto, perfeccionó aún más ese compuesto y ahora lo llamó “Agua de Nápoles”. 
Esta vez, las autoridades la tuvieron bajo vigilancia, así que huyó y se refugió en Roma. Allí se hizo famosa por dar “soluciones” a las mujeres con matrimonios problemáticos. Incluso, parece ser que también algunos o algunas lo utilizaron para eliminar amantes chantajistas.
Aunque también dicen que vendió su pócima a futuros herederos hartos de esperar para cobrar su herencia.
Incluso, llegó a embotellar este peligroso compuesto en frascos que decían contener agua bendita. Así que igual fueron los propios clérigos los que los distribuían. Sin saber de qué se trataba, claro está.
Se tiene certeza de que se utilizó en Roma, Nápoles, Perugia y Sicilia, pero no se sabe si se vendió en otras ciudades, ni cuántas víctimas causó.
De hecho, las botellas que transportaban este líquido daban para varias dosis. Así que no sería de extrañar que unas, que ya habían conseguido enviudar, se lo pasaran a otras, que deseaban hacer lo mismo.
Por lo visto, había también quien lo daba a su víctima en dosis muy pequeñas, para no levantar sospechas. De esa manera, sus únicos síntomas eran vómitos, fiebre y malestar generalizado. O sea, que podría ser cualquier cosa. Deberían ser dosis muy pequeñas, porque se sabe que este compuesto mataba con sólo 4 gotas.
Parece ser que también la denunció una clienta. No obstante, era tan popular que la gente la escondió en sus casas, para que no la detuvieran.
Más adelante, también buscó la protección de una iglesia, donde fue bien acogida. Sin embargo, de pronto, se propagó un rumor tan rápidamente como la peste. En él se afirmaba que ella había contaminado el agua potable de las fuentes.
De esa forma, las autoridades, entraron en esa iglesia y la capturaron. Durante su interrogatorio, mediante tortura, reconoció haber colaborado en el asesinato de 600 hombres, hasta 1651, pero sólo en Roma. Así que se desconocen las víctimas habidas en otros lugares de Italia y países limítrofes.
Esta vez, la policía, capturó a toda la red. A ella pertenecía también su propia hija, Girolama Spera, y varios cómplices.
Todos ellos fueron ahorcados en 1659, en el Campo de las flores, de Roma. Posteriormente, también fueron descuartizados, como en el caso de Teofania.
Curiosamente, la historia de estas envenenadoras llega a aparecer, incluso, en la afamada novela “El conde de Montecristo” (1844), escrita por Alejandro Dumas (padre).
Es más, este autor, afirma que la receta de ese compuesto la seguían conservando algunas personas en la zona de Perugia, situada en el centro de Italia.
También, curiosamente, aún opina alguien que se trató nada más que de un elemento de autodefensa de las mujeres hacia sus maridos a fin de recuperar su libertad. Incluso, todavía siguen diciendo algunas que hay muchos “hombres insufribles”. Me parece un alegato demasiado rebuscado. Cualquier tribunal lo echaría abajo a la primera de cambio.
Incluso, me la he encontrado en una página donde dicen querer “visibilizar mujeres que han realizado hazañas destacables en la historia de la humanidad”.
Por lo visto, durante los interrogatorios, Giulia, afirmó que sólo pretendía ayudar a las mujeres oprimidas y deprimidas.
También hay quien dice que, en un principio, no se creyeron eso de que las esposas estaban asesinando a sus maridos, porque, en esa época, las mujeres se hallaban tan infravaloradas que no se les ocurría que fueran capaces de cometer esos crímenes.
Para colmo, existe la teoría de que hasta el propio Mozart podría haber sido envenenado poco a poco con este veneno.
Esta se basa en que, un día de octubre de 1791, cuando el famoso compositor paseaba con su esposa por las calles de Viena, empezó a sentirse mal, con fuertes dolores en el estómago, y le dijo a su mujer que sospechaba que estaba siendo envenenado. Esto ha servido para alimentar la imaginación de muchos entusiastas de las conspiraciones.
No se puede decir que sea cierto o falso, porque no existen pruebas a favor o en contra. Solamente, esa suposición del propio Mozart, que murió a primeros de diciembre del mismo año.
Sería muy prolijo narrar la cantidad de envenenamientos que se han dado en la Historia. Así que, seguramente, le dedicaré otro artículo a este mismo tema.

domingo, 19 de mayo de 2019

ARTHUR ZIMMERMANN, MINISTRO DEL IMPERIO ALEMÁN


Es posible que, a primera vista, a casi nadie le suene el nombre del personaje que traigo hoy al blog. Lo cierto es que sus actuaciones tuvieron una gran trascendencia para la Historia Mundial y ahora lo podréis comprobar.
Nació en 1864 en una pequeña localidad de la, por entonces, llamada Prusia Oriental. Un territorio alemán que, tras la II Guerra Mundial, fue repartido entre Polonia y Rusia.
En 1884 inició sus estudios de Derecho en la Universidad de Königsberg. No busquéis esa ciudad, porque ahora es rusa y se llama Kaliningrado.
Precisamente, fue la misma localidad donde nació, vivió y murió el archifamoso filósofo Immanuel Kant, aquel del que se decía que era tan puntual que todo el mundo ponía sus relojes en hora, cuando lo veía salir de su casa para ir a dar clases a la Universidad.
Volviendo a nuestro personaje, en 1893, ingresó en la carrera diplomática. Lógicamente, al servicio del Imperio alemán.
Su primer destino fue un consulado en China, donde pudo ver en primera persona la famosa rebelión de los bóxer. Esa que todos pudimos ver en la famosa película “55 días en Pekín”, estrenada en 1963.
En 1902, fue destinado a Alemania, donde trabajó en la sede central del Ministerio de Relaciones Exteriores.
A partir de ahí, fue ascendiendo paulatinamente. En 1911, pasó a ser viceministro y cinco años después llegó a ser ministro. Siempre, como hombre de confianza del anterior ministro Gottlieb von Jagow. Éste dimitió cuando el Gobierno alemán decidió hundir con sus submarinos los buques mercantes de todos los países.
Curiosamente, hasta ese momento, todos los ministros de Relaciones Exteriores de Alemania habían pertenecido a la aristocracia. En cambio, Zimmermann, nunca fue noble.
Parece ser que había sido muy bien formado por von Jagow. Incluso, el 05/07/1914, se le permitió participar en la reunión donde el kaiser y el canciller alemán, von Bethmann-Hollweg, decidieron apoyar al Imperio Austro-Húngaro y entrar con él en la I Guerra Mundial.
Precisamente, nuestro personaje, fue el encargado de enviar un telegrama a Viena, donde informaba sobre la decisión tomada por el Gobierno alemán.
Por lo visto, los alemanes, siempre tuvieron muy claro que nunca podrían ganar esa guerra. Hay que recordar que, en aquella ocasión, ni siquiera tuvieron a Japón de su parte, pues combatía en el bando contrario y se dedicó a atacar las colonias alemanas en Asia y Oceanía.
Incluso, la cosa se les puso muy cuesta arriba, tras la ejecución de la enfermera Edith Cavell, a la que dediqué mi anterior artículo. Zimmermann se limitó a decir ante la prensa: “Es una pena que la señorita Cavell tuviera que ser ejecutada, pero era necesario”. Para terminar con esta otra frase: “Estoy convencido de que ningún tribunal del mundo hubiera pronunciado otro veredicto”.
Así que, los alemanes, se dedicaron a urdir sublevaciones de todo tipo para mantener en tensión a sus adversarios o futuros enemigos.
Un ejemplo de ello fueron los contactos realizados, a finales de 1914, donde el famoso líder irlandés, Roger Casement, se entrevistó con el Gobierno alemán a fin de que les suministrara financiación y armamento con vistas a una sublevación. Es preciso decir que, por entonces, Irlanda, todavía pertenecía al Reino Unido.
Parece ser que ese levantamiento fracasó a causa de la fuerte represión ejercida por los británicos en esa isla. No obstante, los irlandeses consiguieron su independencia, tras una encarnizada guerra, que tuvo lugar entre 1919 y 1922. Quedando, exclusivamente, Irlanda del Norte en manos británicas. Tal y como la conocemos ahora.
Parece ser que tampoco fue ajeno a la decisión del Gobierno alemán de atacar, con sus submarinos, a todos los barcos que surcaran las zonas próximas a las costas de los países enemigos. Aunque fueran barcos mercantes o de pasajeros. Ello provocó la muerte de miles de personas en alta mar.
En los años anteriores a esta guerra, Alemania, había multiplicado sus relaciones diplomáticas y comerciales con México. Algo que no sentó nada bien ni en USA, ni el Reino Unido.
Dado que, por entonces, las relaciones entre México y USA no eran muy buenas, Alemania, intentó evitar que Washington entrara en la guerra. Por ello, Zimmermann, a través de su embajada en USA, envió un famoso telegrama al presidente mexicano, Venustiano Carranza, donde se ofrecía a darle todo su apoyo para una posible guerra entre esos dos países fronterizos.
Incluso, le prometía toda su influencia para que México recuperara sus antiguos territorios de California, Texas, Nuevo México y Arizona, perdidos ante USA, en 1848, tras la firma del Tratado Guadalupe Hidalgo. De esa manera, México, había perdido casi la mitad de su antiguo territorio.
Al mismo tiempo, ya que México tenía buenas relaciones con Japón, le pedía a Carranza que convenciera al gobierno japonés, que ahora se hallaba en guerra contra Alemania, para que ayudara a México en su posible guerra contra USA.
Curiosamente, como Alemania se había quedado sin la posibilidad de comunicarse con América, USA, que entonces era neutral, se había comprometido a transmitir los mensajes alemanes cifrados, pues les habían prometido que eran simples instrucciones a sus embajadas y consultados, sin la mayor importancia.
Así que el telegrama fue recibido por James Gerard, entonces embajador de USA en Alemania y éste fue transmitido, vía Dinamarca.
Parece ser que el telegrama Zimmermann fue interceptado por los servicios británicos de Inteligencia. Concretamente, por la denominada “sala 40”. Una oficina de desciframiento de códigos, perteneciente a la Armada británica.
El encargado de descifrar ese telegrama fue un experto llamado Nigel de Gray, el cual entregó ese documento a su jefe, el capitán William Reginald Hall.
Lo cierto es que este oficial optó por demorar la entrega de ese documento descodificado, para que los alemanes no descubrieran que los británicos estaban descifrando sus mensajes.
Por otra parte, tampoco quería que los USA se enteraran de que los británicos también leían los suyos.
El momento llegó cuando el 1 de febrero de ese año, el Gobierno USA, rompió las relaciones diplomáticas con Alemania, por haber atacado varios de sus barcos con submarinos.
Para que no se notara que los británicos tenían intervenida la línea de comunicación submarina, consiguieron otra copia, correspondiente al envío desde USA hasta la embajada alemana en México. Así parecería que el mensaje hubiera sido interceptado en México.
Por lo visto, habían interceptado el cable submarino que comunicaba Alemania con América. Lo descifraron gracias a que encontraron un libro de claves en un barco de guerra alemán, que había naufragado.
En febrero de 1917, el texto, ya descodificado, fue entregado por el Gobierno británico al embajador de USA en ese país.
Parece ser que fue llevado a la Casa Blanca por el secretario de Estado, Robert Lansing y el presidente Wilson, quedó muy sorprendido, al leerlo. Supongo que, como la opinión pública de ese país no estaba por la labor de entrar en la guerra, al presidente no se le ocurrió otra cosa que entregar ese documento a la prensa, para que lo publicaran libremente. Eso ocurrió a primeros de marzo de ese año.
No hay que olvidar que la opinión pública USA siempre ha visto  los asuntos europeos como ajenos a ellos.
El propio Robert Lansing, refiriéndose a la publicación del telegrama en la prensa, narró en sus memorias que: “En un día, logró un cambio en el sentimiento y en la opinión pública, que, de otro modo, habría requerido varios meses para cumplir” “Así se aseguró el ingreso de USA en la guerra”.
Por otra parte, también hay que decir que la colonia alemana es una de las más numerosas de ese país. Hoy en día, se calcula que viven en USA unos 50.000.000 de personas de origen alemán.
Tanto es así que, en algunas ciudades, como Cincinati (Ohio), lugar de nacimiento de algunos personajes célebres, como la recientemente fallecida Doris Day, Steven Spielberg o Tyrone Power, sólo se habló alemán, hasta la I Guerra Mundial.
Volviendo al telegrama, en un principio, se pensó que todo se debió a una trama organizada por el Gobierno británico para empujar a USA a entrar en la guerra. Incluso, los portavoces de los gobiernos de México y de Alemania, negaron conocer ese documento.
Sin embargo, a finales de marzo, el propio Zimmermann, intervino en el parlamento alemán y reconoció ser el autor del mismo.
A partir de ahí, los acontecimientos se desarrollaron a una mayor velocidad.
El 2 de abril de 1917, el presidente Wilson, presentó ante el Congreso una propuesta para declarar la guerra a Alemania. Ésta se debatió y, a la semana siguiente, fue aprobada por el Congreso y por el Senado. De esa forma. USA, entró de lleno en la I Guerra Mundial. Algo que siempre habían querido evitar los alemanes.
Sin embargo, les vino muy bien a los franceses y británicos, pues se hallaban exhaustos, después de varios años de guerra.
Para colmo de los males, México, se negó a aceptar las propuestas alemanas, pues no vieron viable la posibilidad de recuperar esos territorios, ya que necesitarían mucho más armamento del prometido por Alemania. Así que rechazaron esa proposición a mediados de abril.
Incluso, a finales de junio del mismo año, el nuncio (embajador) del Vaticano, Eugenio Pacelli, que llegaría a ser el Papa Pío XII, mantuvo negociaciones con el Gobierno alemán, a fin de discutir un armisticio.
Parece ser que el Gobierno alemán, que ya debió de ver perdida la guerra, sólo se contentaba con retener las colonias de ultramar y prometía respetar las fronteras anteriores a la guerra. Incluso, devolver Alsacia y Lorena a Francia. Sin embargo, no se pudo ir más allá a causa de la caída de ese gobierno.
Por lo visto, también intentaron sublevar a los habitantes de la India, entonces, la principal colonia británica, a fin de tener entretenidos a los ingleses para que no enviaran más tropas, procedentes de Asia y Oceanía, al frente europeo.
Dado que al estado Mayor alemán siempre le ha aterrorizado mantener dos frentes abiertos a la vez, a nuestro personaje no se le ocurrió otra cosa que ayudar al revolucionario Lenin a volver a Rusia.
Lenin, junto con otros revolucionarios, se hallaban exiliados en Suiza. El Gobierno alemán se puso en contacto con ellos, porque sabía que eran contrarios a la guerra.
Así que los alemanes les introdujeron en un tren, cerrado y precintado, donde viajarían, exclusivamente, ellos, que cruzaría Europa y llegaría hasta Finlandia. Desde allí, entrarían en Rusia.
Aunque Zimmermann dimitió de su cargo en agosto de 1917, esta vez tuvo mucho éxito. Lenin consiguió vencer en la famosa Revolución de octubre y fundar la URSS.
Por ese motivo, a principios de marzo de 1918, se reunieron en la localidad bielorrusa de Brest-Litovsk, los delegados de Rusia, Imperio Austro-Húngaro, Alemania, Bulgaria y Turquía y firmaron un tratado de paz muy favorable para Alemania. Eso fue visto como una traición de Rusia a sus antiguos aliados.
De hecho, las conversaciones entre los bolcheviques y Alemania ya habían comenzado a primeros de diciembre de 1917 y la firma de un primer armisticio tuvo lugar a mediados del mismo mes.
Ese tratado ya no fue firmado por Zimmermann, sino por su sucesor, Richard von Kühlmann. Curiosamente, el encargado de la firma, por parte soviética, fue el conocido revolucionario León Trotsky.
Parece ser que no era muy partidario de la firma, sin embargo, Lenin, convenció a los miembros de su Gobierno, al decirles que, si seguían en la guerra, eso acarrearía la invasión de la URSS y el fin de la Revolución bolchevique.
Por lo visto, la postura de Trotsky era la de resistir lo máximo posible. Rechazar cualquier ultimátum alemán y fomentar una sublevación de obreros alemanes, para poner fin a la guerra.
A pesar de haber conseguido el fin de la guerra, las condiciones draconianas impuestas por Alemania, dieron lugar a que Rusia perdiera la tercera parte de su población y de sus mejores tierras de cultivo. Así como la mayor parte de sus zonas industriales.
Tras el final de la guerra, la URSS, consiguió recuperar la mayor parte de esos territorios cedidos, pues el anterior tratado no fue reconocido por ningún país.
Volviendo a nuestro personaje, dimitió de su cargo el 06/08/1917, tras reconocer su responsabilidad en el famoso Telegrama Zimmermann. Como ya he mencionado, fue sustituido por Richard von Kühlmann.
A partir de ese momento, no se conocen muchos más detalles sobre su vida.
Lo único cierto es que falleció en 1940, en plena II Guerra Mundial, a causa de una neumonía



domingo, 12 de mayo de 2019

LA ENFERMERA EDITH CAVELL


Hoy voy a hablar de la historia de una persona que, seguramente, se debatió entre su deber profesional, que le pedía una estricta neutralidad, y el amor a su patria y a sus compatriotas.
Edith Louisa Cavell, que así se llamaba nuestro personaje de hoy, nació en 1865, en un pueblo cercano a la ciudad de Norwich, capital del condado de Norfolk, al este de Inglaterra.
Creció en el seno de una familia, donde su padre era pastor de la iglesia anglicana, su madre era maestra y ella era la mayor de los cuatro hijos, que hubo en ese matrimonio.
Desde 1890, estuvo trabajando 5 años como institutriz para una familia en Bruselas (Bélgica). Sin embargo, al saber que su padre había enfermado, regresó a la casa paterna para cuidarle.
Tras conseguir su recuperación, vio que esa era su vocación y decidió dedicarse de lleno a la enfermería. Empezó practicando en el Hospital de Londres. Posteriormente, trabajó en otros hospitales e, incluso, se dedicó a atender a algunos pacientes en sus respectivos domicilios.
En 1907, fue fichada como matrona para dar clases en una nueva escuela de enfermería, situada en Bruselas.
Incluso, 3 años después, fundó la revista L’infirmière, donde daba a conocer las nuevas técnicas de la enfermería.
Al año siguiente, estuvo formando a diversas alumnas de enfermería, procedentes de varios hospitales y escuelas de Bélgica.
El inicio de la I Guerra Mundial le pilló en Norfolk, cuando se hallaba visitando a su madre, que había quedado viuda. Enseguida, volvió a Bruselas y empezó a trabajar para la Cruz Roja.
Como es sabido, Bruselas fue muy pronto ocupada por las tropas alemanas. Siguiendo el famoso Plan Schlieffen, los alemanes, tenían proyectado entrar en Francia a través de Bélgica.
Sin embargo, la cosa no fue tan sencilla como habían esperado. Los belgas ofrecieron resistencia en cada una de sus ciudades y el Ejército alemán tomó represalias, fusilando a muchos ciudadanos. Dicen que, incluso, a algunos niños.
Por ejemplo, en Lovaina, incendiaron la biblioteca de su famosa Universidad, repleta de códices medievales.

No obstante, a Edith nadie la molestó y siguió trabajando como enfermera para un organismo neutral, como es la Cruz Roja.

Sin embargo, ella, movida por su ardor patriótico, comenzó a ayudar a los soldados aliados, que habían resultado heridos y se hallaban ingresados en su hospital.
Contactó con una red, que se dedicaba a la evasión de estos soldados y consiguió que muchos pudieran llegar a la neutral Holanda o, incluso, a Francia. Parece ser que el cabecilla de esta red era el príncipe Reginald de Croy.
Las autoridades militares alemanas empezaron a sospechar de ella y, tras haber sido denunciada por Gaston Quien, el 03/08/1915, fue arrestada y encerrada en una prisión militar.
En los siguientes días, fue sometida a varios interrogatorios, donde confesó haber alojado en su casa a varios prisioneros aliados y civiles belgas, para que pudieran llegar a Holanda. Así que, ante la Policía, se reconoció culpable de esos hechos.
Incluso, llegó a reconocer que había recibido cartas de agradecimiento de varios soldados británicos, que habían conseguido volver al Reino Unido, lo cual era aún más grave, porque estaba ayudando a un país que estaba en guerra con Alemania.
Según el Código Penal alemán, ella había cometido el delito de auxiliar con tropas al enemigo. Este delito estaba castigado con la pena de muerte, aunque, normalmente, no solían realizarse ejecuciones por este motivo, sino conmutarlas por la cadena perpetua.
Por otro lado, la Convención de Ginebra, en su redacción de 1906, protegía al personal médico, siempre que no se pusiera de parte de uno de los contendientes.
El Gobierno británico sólo podía protestar. Sin embargo, el Gobierno USA, que aún no había entrado en la guerra, presionó al alemán, diciéndole que esa ejecución le haría muy impopular al Imperio alemán.
No obstante, el gobernador militar alemán, teniente general Traugott Martin von Sauberzweig, era de la opinión de que ella y sus cómplices, que también permanecían detenidos, merecían la pena de muerte.
Parece ser que era una mujer que lo tenía muy claro. Conservó la serenidad durante todo el consejo de guerra y siempre reconoció esos hechos, que había realizado durante 9 meses.
Desgraciadamente, fue condenada a muerte a pesar de la defensa realizada por el abogado belga Sadi Kirschen.
De los 27 procesados, sólo 5 fueron condenados a muerte. Cavell, el arquitecto Baucq, Louise Thuliez, Severin y la condesa de Belleville. Sin embargo, a los 3 últimos se les conmutó por la de cadena perpetua.
Enseguida, varios de los representantes de las cancillerías presentes en Bélgica, como el de USA o el de España, pidieron, reiteradamente, clemencia.
Concretamente, el embajador español, era el marqués de Villalobar, al que hace tiempo dediqué otro de mis artículos.
Sin embargo, las autoridades alemanas, no hicieron caso a estas peticiones. Cavell fue visitada por un capellán anglicano, llamado Stirling Graham, y le dijo a éste: “El patriotismo no es suficiente. No debo tener odio o rencor hacia nadie”.
El 12 de octubre fue llevada a un campo de tiro, junto a su cómplice Baucq y tres civiles belgas. Las últimas palabras que le dijo a un capellán alemán fueron: “Estoy alegre de morir por mi país”.
A las 7 en punto de la mañana, un pelotón de 8 soldados fusiló a Edith, mientras que otro de igual número de tiradores, fusiló a Baucq. El embajador español se hizo cargo del entierro de esta heroica enfermera británica.
Aunque los alemanes se ciñeron a aplicar sus normas legales, parece ser que este episodio de la guerra no gustó nada ni a los países amigos, ni a los enemigos de Alemania y provocó movimientos de protesta en todo el mundo.
No está muy claro, pero hay algunos autores que afirman que Cavell había perteneciendo a la organización británica MI6, dedicada al espionaje en el extranjero.
Parece ser que, aunque había sido interrogada, por la Policía, en francés, su consejo de guerra se desarrolló en alemán, por lo que no pudo enterarse de las acusaciones del fiscal hacia ella, ya que nadie se las tradujo.

Curiosamente, ya en la posguerra, un comité británico encargado de investigar las violaciones de las leyes de guerra, dictaminó que la sentencia fue correcta, según el Derecho alemán.
En mayo de 1919, su féretro fue llevado al Reino Unido. Primeramente, fue recibido en la famosa Abadía de Westminster, donde se celebró una misa de funeral de Estado, presidida por el rey Jorge V.
Posteriormente, fue trasladada a la catedral de Norwich, ciudad cercana a su lugar de nacimiento, donde fue enterrada en el interior del templo. Necesitó una dispensa del propio rey, ya que, un siglo antes, se habían prohibido los entierros dentro de ese edificio.
Es necesario decir que su figura fue aprovechada por la propaganda aliada de guerra a fin de incitar al reclutamiento. Sobre todo, en USA, donde todavía se hacía mediante voluntarios.
Los que la conocieron la vieron como una persona seria, valiente y responsable. El capellán que la atendió antes de ser ejecutada declaró: “No creo que la señorita Cavell quisiera ser una mártir, pero ella estaba lista para morir por su país”.
El capellán Graham dijo que ella le había dicho: “No tengo miedo. He visto la muerte tan a menudo que no es extraño, ni temeroso para mí”.
Entretanto, el portavoz del ministerio de Asuntos Exteriores de Alemania, declaró lo siguiente: “Es una pena que la señorita Cavell tuviera que ser ejecutada, pero era necesario”. Sin embargo, esta ejecución debió de desequilibrar al Gobierno alemán, ya que, poco después, el kaiser ordenó que ninguna mujer fuera ejecutada, sin su visto bueno. Aún así, no fue la única enfermera ejecutada por los alemanes, durante la Primera Guerra Mundial.
Incluso, poco después de ello, varios detenidos por delitos de este tipo, fueron liberados por los tribunales alemanes, alegando que es posible que desconocieran que estuvieran realizando un delito.
Hoy en día, cada 12 de octubre, se conmemora la fecha de su muerte. Parece ser que es muy posible que en un futuro sea canonizada por la Iglesia anglicana.
Existen numerosos monumentos a su memoria, en diversas partes del mundo. Precisamente, en 1940, Hitler, ordenó destruir una estatua que había en París, dedicada a esta heroína.
Incluso, en 2015, con motivo del centenario de su ejecución, se celebraron diversos actos en Norwich. Incluso, se restauró el vagón que llevó sus restos hasta esa ciudad. Además, ese mismo año, se acuñó una moneda de 5 libras esterlinas con su efigie.
También, a lo largo del tiempo, se han escrito numerosos libros, estrenado películas y hasta composiciones musicales en honor a esta heroica enfermera.
Sirva este artículo como mi tributo de admiración para una persona que lo dio todo por sus enfermos y que no le importó arriesgarse por ayudar a sus compatriotas, hasta perder la vida por ello.

lunes, 6 de mayo de 2019

JAN VAN EYCK Y EL MATRIMONIO ARNOLFINI


Ante todo, he de decir que hace tiempo que no hago ningún comentario sobre una obra de arte, porque tampoco es mi especialidad. Así que espero que me perdonen los especialistas en ese tema.
Para encuadrar el período en que se gestó esa obra, voy a comenzar a hablar del autor de la misma.
Se trata, nada menos, que de Jan Van Eyck. Es posible que a algunos no les suene mucho su nombre, pero ya veréis cómo seguro que habréis visto algunas de sus obras.
Nuestro personaje de hoy nació en 1390, en la localidad belga de Maaseik, situada junto a la frontera con Holanda.
Tradicionalmente, siempre se ha dicho que el Renacimiento comenzó en Italia y, más comúnmente, en Florencia, porque, en el siglo XV, era la ciudad más pujante de toda la Península Itálica.
Sin embargo, se dio otro fenómeno parecido en los dominios de los duques de Borgoña, que se extendían desde el este de la actual Francia, comprendiendo toda la zona fronteriza con Suiza y Alemania y, además de eso, las actuales Bélgica, Holanda y Luxemburgo.
En los mencionados territorios, gracias a la política de esos duques, que fomentaron el desarrollo de una incipiente burguesía, se llegó a disfrutar de una gran prosperidad y eso atrajo a muchos artistas de diferentes zonas, los cuales crearon el llamado Renacimiento Nórdico, o sea, el que se dio al norte de los Alpes. Esta situación duró hasta 1477, en que Luis XII, rey de Francia, se anexionó buena parte del territorio de Borgoña.
Ciertamente, esa tierra siempre disfrutó de un gran prestigio. El mismo Carlos V siempre le decía a su hijo, Felipe II, que recordara que ellos venían de Borgoña. De hecho, aunque el emperador tuvo que ceder parte de esos territorios al rey de Francia, jamás consintió ceder el correspondiente título. El cual, fue heredado por todos sus sucesores en el trono de España.
Posteriormente, tanto los Reyes Católicos, como el regente Cisneros o el emperador Carlos V, supieron atraerse a algunos de esos artistas flamencos y borgoñones para realizar, también en sus dominios, sus apreciadas obras de arte.
Lo cierto es que se conoce muy poco de la biografía de Jan Van Eyck. No obstante, en 1457, un humanista italiano, llamado Bartolomeo Facio, escribió su obra “De viris illustribus”.
En ella, del mismo modo que haría, posteriormente, el más conocido Giorgio Vasari, mencionó a los mejores artistas de su tiempo. Curiosamente, junto a los muy famosos Donatello, Pisanello o Ghiberti, cita a dos pintores nórdicos: Jan Van Eyck y Roger van der Weyden.
Incluso, se atrevió a decir que Van Eyck, que era “el más grande pintor de nuestro tiempo”. Lo cual, ya parece demasiado atrevimiento para un italiano. Curiosamente, Facio, murió ese mismo año. No sé si sería a causa de una muerte natural o porque se lo cargarían sus paisanos.
Volviendo a nuestro pintor, en 1419, tras la muerte del duque de Borgoña, Juan sin miedo, le sucede su hijo, Felipe III el bueno, que será el que más encargos le haga. Anteriormente, Jan, había estado al servicio de Juan de Baviera, conde de Holanda.
Poco después, traslada su corte de Dijon a Gante, en Flandes. Con lo cual, esa ciudad pasa a ser una de las más pobladas de Europa. Al mismo nivel que París, Brujas o Barcelona.
En Brujas, debido a su activo comercio, ya existían consulados de las más importantes potencias del momento, como algunas de las repúblicas de Italia, Castilla o Aragón. De esa manera, también se instalan allí un buen número de comerciantes, sobre todo, italianos.
Es la época donde comienzan a destacar sus famosos tapices, inspirados en cartones realizados por artistas locales. Especialmente, los miniaturistas, entre los que estaba nuestro pintor.
La alta sociedad de la época, empezando por el duque, se vanagloriaba por poseer amplias y cuidadas bibliotecas y por aprender latín y griego clásicos.
Precisamente, es en Flandes donde primeramente se empieza a utilizar la técnica del óleo en la pintura. Posiblemente, fue en el taller de Robert Campin. También es en Flandes donde se abandona el estilo llamado Gótico Internacional por el nuevo del Renacimiento, también llamado Realismo Flamenco.
En un principio, se pensó que Jan había inventado la técnica del óleo. Eso es cierto, pero sí lo es que llevó esa técnica a sus más altas cimas.
Jan tuvo un hermano mayor, llamado Hubert, del cual se cree que fue un pintor muy famoso, pero que, desgraciadamente, hoy en día, desconocemos la mayoría de sus obras.
En muchas ocasiones, como ocurre en el caso del Políptico del Cordero, en San Bavón, de Gante, se sabe que fue una obra encargada a Hubert. Sin embargo, como Hubert falleció en 1426, dejando esa obra inacabada, fue terminada por Jan, tal y como puede leerse en una inscripción en el marco del mismo: “El pintor Hubert van Eyck, de quien no se encuentra otro mejor, comenzó esta obra; Jan, segundo en el arte, la llevó a su fin”. Por ello, es muy difícil saber qué parte de la misma es obra de uno u otro hermano.
En 1432, el duque trasladó su corte a Brujas, ciudad que, desde entonces, será la residencia habitual de nuestro pintor. Incluso, se sabe que, en un par de ocasiones, viajó a Aragón y a Portugal para realizar ciertas misiones diplomáticas, cuyo fin se cree que fue tantear a esas cortes para que el duque casara con alguna mujer de las dinastías reinantes en esos países.
Ahora nos parecerá un poco raro que un pintor apareciera en estas misiones. Sin embargo, no hay que olvidar que, por entonces, era costumbre que los novios pudieran contemplar un retrato de su futura esposa, antes de pedir su mano. Además, van Eyck era un gran especialista en el arte de la miniatura.
El duque se decidió por la candidata portuguesa. Así que Felipe el bueno se casó en junio de 1430 con Isabel de Portugal y, de paso, creó la famosísima orden del Toisón de Oro.
Actualmente, hay dos maestres de la misma: el rey Felipe VI, de España, y el candidato al trono imperial de Austria.
Se cree que nuestro pintor se casó alrededor del año 1430 y hacia 1432 compró una casa en Brujas, ciudad en la que residió hasta su muerte.
Por lo visto, siempre gozó del aprecio del duque. Cuando, en 1434, nació su primer hijo, el duque le hizo un gran regalo a base de objetos de plata y hasta envió a uno de sus nobles cortesanos para que le representara en el bautizo.
Se repitió lo mismo, con el nacimiento del segundo de sus hijos. Incluso, el duque siguió pagando a su viuda, un año después de la muerte del pintor. Es más, cuando una de las hijas del pintor decidió hacerse monja, recibió una dote del duque, aunque su padre llevara varios años muerto.
Parece ser que el duque siempre albergó deseos de promover otra Cruzada a Tierra Santa. Es posible que, por ello, le encargara pintar un Mapamundi, que no ha llegado hasta nosotros, pero del que tenemos constancia por las crónicas de la época.
Otra de sus obras más conocidas, y ya mencionada anteriormente, es el llamado Políptico del Cordero Místico, de la catedral de San Bavón, en Gante. La misma ciudad, donde, en 1500, nació el futuro emperador Carlos V.
Esta obra le fue encargada a Hubert van Eyck, hermano mayor de nuestro personaje. Desconocemos de quién procedió el encargo, pero sí que fue terminada con la donación de la pareja formada por Joos Vijd y su esposa, Elisabeth Borluut, ricos burgueses de esa ciudad. No sabemos cuándo comenzó a pintarla. Sin embargo, sí se conoce que murió en 1426. Tampoco sabemos si Jan le ayudó a pintarla, antes de su fallecimiento, pero sí que fue el que la terminó.
Esta obra pasó por múltiples contingencias, a lo largo de la Historia, pero no voy a narrarlas en aquí, para no alargar demasiado este artículo.
La obra que nos ocupa hoy es nada menos que el Retrato del matrimonio Arnolfini. Una de las mejores obras de este autor y también considerada como una obra maestra del realismo simbólico flamenco. Se trata de un óleo pintado en 1434 sobre una tabla de roble, cuyas medidas son 82x60 cm.
Ya he mencionado que en Brujas residía una importante colonia de comerciantes de diversos países. De hecho, como en 1440, el duque hizo allí su entrada triunfal, se conocen el número de los representantes de esas colonias que desfilaron ante él. Predominaban los comerciantes de la zona del Mar Báltico, conocidos como de la Hansa, pero también hubo muchos procedentes de las diversas ciudades-Estado que componían la actual Italia.
Gracias a ellos, se dieron a conocer las pinturas realizadas en Flandes. Hasta los mismos comerciantes burgaleses, trajeron esas pinturas para venderlas en la famosa feria de Medina del Campo (Valladolid).
Los comerciantes procedentes de la ciudad de Lucca eran minoritarios en Brujas. No obstante, poseían una capilla propia en la Iglesia de los Agustinos e, incluso, veneraban a una imagen del crucificado, que denominaban el Volto Santo y que decían que había sido encontrada en una playa.
Sabemos que esta obra fue adquirida, a finales del siglo XV, por Diego de Guevara, embajador de los Reyes Católicos ante esa corte ducal.
Posteriormente, fue regalada por éste a Margarita de Austria, esposa de Juan, único hijo varón de los Reyes Católicos. Desgraciadamente, ese matrimonio duró muy poco a causa del prematuro fallecimiento del esposo.
Aunque, tras enviudar, Margarita se la llevó con ella a su tierra, y se sabe que, posteriormente, esta obra fue a España. Por lo visto, aparece en el inventario de los bienes de esta noble, tía del emperador Carlos V, realizados en 1558, con motivo de la muerte de la misma.
Parece ser que, durante mucho tiempo, estuvo colgada en el antiguo Alcázar de los Austrias y luego en el Palacio Real, ambos en Madrid. Tal y como se menciona en un inventario de 1789.
Allí permaneció hasta que alguien la robó, durante la Guerra de la Independencia. No está muy claro. Unos dicen que fue un oficial napoleónico y otros, que fue uno británico. Lo cierto es que ahora pertenece a la National Gallery, de Londres.
Por lo visto, en 1815, fue descubierta en Bruselas por un general británico, llamado Hay. Éste se la llevó al Reino unido, donde, en 1842, fue vendida al museo donde se expone ahora.
En un principio, se pensó que las figuras representadas en este cuadro eran Giovanni de Arrigo Arnolfini y su mujer, Giovanna Cenami, ambos pertenecientes a ricas familias de Lucca, asentadas en Brujas, al menos, desde 1421. Incluso, algunos afirman que la familia de ella era más importante que la de su esposo.
Giovanni gozó de cargos importantes en la corte de Felipe el bueno, duque de Borgoña. Fue nombrado   director de finanzas en Normandía y acrecentó su fortuna con los aranceles sobre las importaciones.
Sin embargo, a principios del siglo XX, un experto, llamado Louis Dimier, indicó que podría tratarse de la propia boda del pintor con su esposa Margarita.
Incluso, otros autores llegaron a pensar que se trataba de la pareja formada por Michelle Arnolfini, hermano de Giovanni, y su esposa, que era de origen flamenco. Ya que las facciones de la mujer se asemejan más a las de una persona de esa zona, que no a una de la Toscana italiana.
No obstante, en 1934, el célebre crítico, Erwin Panofsky, escribió un famoso artículo en The Burlington Magazine, donde demostró que se trataba de Giovanni y su esposa, como en un principio se había propuesto.
No obstante, otros autores han vuelto a la carga, con sus diferentes teorías al respecto. Así que no nos debería de extrañar que surgieran otras nuevas interpretaciones para este cuadro.
Hasta la Edad Media, era poco frecuente ver unas pinturas firmadas, porque se decía que eso estaba mal visto. En cambio, en el caso de van Eyck, solía firmarlas todas, aunque fuera en el
marco de las mismas. En este cuadro, se puede apreciar que el pintor escribió, en latín y con letra gótica, una frase, como si estuviera grabada en el muro del fondo. En ella, se puede leer: “Jan van Eyck estuvo aquí, 1434”. Incluso, en un inventario realizado en 1700, cuando se hallaba esa obra en España, se indicaba que había unas frases, sacadas de unos versos de la Metamorfosis de Ovidio, escritas en los laterales del cuadro.
A raíz de esa frase, con la que el autor ha firmado su obra, muchos piensan que no se trata de una simple pintura de costumbres, sino de una imagen de una ceremonia, donde el propio pintor actuó como testigo de la misma.
Precisamente, al fondo se ve un espejo, donde aparecen los novios y otros dos personajes frente a ellos. Dicen que uno de ellos podría ser el propio pintor.
Se han efectuado muchos estudios sobre los símbolos que aparecen en este cuadro. Por un lado, era normal que un matrimonio figurara con las manos juntas. Sin embargo, aquí lo extraño es que el marido ofrezca su mano izquierda, lo cual podría dar a entender que se trataba de un matrimonio desigual. Algo que estaba muy reglamentado en aquella sociedad estamental. Pero no es así, porque sabemos que la familia de la esposa era más rica que la del marido.
Por eso mismo, se pensó que podría tratarse de Michelle Arnolfini, que se casó con Elizabeth, de la que se cree que pertenecía a un estamento inferior al de su marido.
Sin embargo, parece ser que el pintor quiso retratar dos momentos en una única escena, que es la que aparece en el cuadro.
En aquella época, no era preciso que un sacerdote estuviera presente en la boda. Bastaba con que hubiera unos testigos.
La ceremonia tenía dos partes. Una donde los novios se tomaban de la mano y otra donde él pronunciaba el juramento de fidelidad, alzando su mano derecha.
En principio, llama la atención que, en ese dormitorio, que es donde se desarrolla esa escena, la ventana esté abierta, mientras que a los novios se les ve muy abrigados. Es posible que sean una especie de nuevos ricos y nos estén mostrando que están muy satisfechos por tener esos bienes de lujo.
En la parte superior de la estancia podemos ver una lámpara realizada en metal. Sin embargo, entre sus cinco brazos, sólo hay uno donde se ve una vela encendida. Eso se consideraba el símbolo de Cristo y se solía encender en los sitios donde se iba a firmar un contrato o pronunciar un juramento.
Otros autores afirman que esa única vela encendida, que se colocaba en los dormitorios de esa época, se utilizaba para atraer la fertilidad a los matrimonios.
La imagen del perro sirve para recalcar ese espíritu de fidelidad, como se pueden ver a los pies de muchas tumbas medievales. No obstante, otros autores dicen que el pintor lo ha colocado ahí para restarle cierta solemnidad al momento. Incluso, haciendo alarde de sus conocimientos en la técnica de la miniatura, podemos llegar a apreciar los diferentes pelos del animal.
En la pared del fondo, bajo la firma del autor, podemos ver un curioso espejo de forma redonda y convexa, donde se reflejan la parte posterior de los novios y, supuestamente, los dos testigos de esa boda, donde, según algunos autores, uno de ellos sería el propio pintor, aunque sólo se aprecian un personaje vestido de azul y otro de rojo.
Sólo cuatro años después, Robert Carpin, pintó un retablo, del cual sólo se conservan los dos laterales en el Museo del Prado. En uno de esos laterales figura San Juan con un espejo similar a éste.
Alrededor del espejo del cuadro que nos ocupa, aparecen 10 círculos, donde han sido representados diferentes momentos de la pasión de Jesucristo. Dándoles un aspecto como si se tratara de unos esmaltes.
Junto al espejo, se puede ver colgado en la pared, algo que parece un rosario, confeccionado en cristal. Los rosarios solían ser regalados, habitualmente, por el novio a la novia.
En el cabecero de la cama se aprecia una imagen de una santa, realizado en madera. Los expertos nos se ponen de acuerdo, ya que unos la atribuyen a Santa Margarita, patrona de los nacimientos, en su pose habitual, pisando a un dragón. Sin embargo, como tiene una especie de escobilla a su lado, también podría ser  Santa Marta, patrona del hogar.
Otros elementos que indican que se trata de una familia adinerada son los muebles, las figuras religiosas y las frutas. Sobre todo, las naranjas, que eran bastante caras, pues solían proceder de Portugal.
En el suelo, y entre los dos contrayentes, también podemos ver una típica alfombra traída de Anatolia, lo cual es otro símbolo de riqueza.
Aunque, a primera vista, parece que la novia ya está embarazada, no es así. Lleva un vestido de color verde, que simbolizaba la fertilidad y, en esa época, era normal retratar a las mujeres casadas como si estuvieran embarazadas para dar a entender que eran fértiles. A simple vista, se puede apreciar que el pintor se ha afanado por mostrar hasta los más mínimos detalles de ese vestido.
Desgraciadamente, este matrimonio nunca tuvo hijos y, además, años más tarde, Giovanni, fue demandado por adulterio por una joven con la que había mantenido relaciones.
Tampoco se nos ha de escapar que se ven por el suelo dos pares de zapatos. Los más cercanos al espectador son una especie de chanclas de madera. Al fondo, junto y encima de la alfombra, se ven otras de color rojo. Esto significa que, durante su boda, los novios se hallaban descalzos. Con lo cual, esto le da un valor más sagrado a ese rito e, incluso, algunos dicen que con esto pretendían atraer la fertilidad.
En resumen, se puede definir a esta obra como una pintura de tipo realista, no religiosa, pero repleta de elementos religiosos y simbólicos. Por su hieratismo, esta obra se aparta del estilo habitual del pintor, en cuyas obras les aporta una gran vitalidad a los personajes representados.
Otras obras a destacar son El hombre del turbante rojo, datada en 1433; La Virgen del canciller Rolin, de 1435; la del canónigo van der Paele, de 1434.
Por último, en el Museo Thyssen-Bornemisza, de Madrid, podemos ver una obra que siempre me ha gustado mucho. Se trata del Díptico de la Anunciación, fechado en 1436. Es una obra tan magistral que esta pintura, casi se podría confundir con una escultura.
Se cree que murió a mediados de 1441 y fue enterrado en el claustro de una iglesia, hoy inexistente, situada en Brujas. Tras su fallecimiento, su hermano menor, Lambert, también pintor se hizo cargo de su taller y terminó las obras que habían quedado inacabadas.