ESCRIBANO MONACAL

ESCRIBANO MONACAL
UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

viernes, 22 de enero de 2016

EL SABOTAJE DE LOS EXPLOSIVOS UTILIZADOS EN LA GUERRA CIVIL



La Guerra Civil española fue de todo menos eso, “civil”, y de todos es sabido que murieron muchas miles de personas. Algunas hablan de un millón de muertos y otras de cantidades inferiores. Esa es una discusión que nunca acabará. Sin embargo, hoy voy a hablar de un aspecto desconocido de la misma.
Es de sobra conocido que, al principio de la contienda,  el bando sublevado, apenas poseía fábricas de armas. También que solía acallar inmediatamente cualquier intento de rebelión de la forma más sangrienta posible. Así que muchos de los obreros que trabajaron para ese bando lo hicieron a regañadientes y, posiblemente, efectuaron una resistencia pasiva contra el mismo.
Se sabe que las tropas italianas solían bombardear ampliamente cada zona, antes proceder a  invadirla por tierra. Ese fue el caso de algunas zonas de Teruel y de Alicante.
A mediados de 1938, los bombarderos italianos atacaron la capital alicantina, produciendo cientos de muertos, pero no fueron más, porque muchos de los proyectiles caídos sobre la ciudad estaban preparados para que no hicieran explosión.
Incluso, los servicios de Inteligencia remitieron un escrito al cuartel general de Artillería, ambos del bando franquista, donde se hacía mención de que, tras los intensos bombardeos, producidos en mayo de 1938, sobre el frente de Madrid, casi un 80% de los proyectiles no había estallado.
Se dice también que el Ejército republicano había estudiado a fondo este asunto y había encontrado que muchos de ellos tenían fallos de fabricación o, incluso, habían colocado trozos de periódicos, para que la espoleta no hiciera contacto con el fulminante.
Es más, en alguno de estos proyectiles, habían llegado a encontrar un papel, escrito a mano, donde se podía leer: “La que pase por mis manos, no estallará”.
Incluso, en un informe remitido al Estado Mayor, por un oficial franquista, se podía leer que, tras analizar una bomba, que no había hecho explosión, encontraron en su interior una moneda de 10 céntimos, al objeto de que no funcionara su mecanismo.
En otros frentes, el Ejército republicano, encontró dentro de estos explosivos, que no llegaron a estallar, una serie de mensajes que decían: “Españoles, somos hermanos vuestros y no queremos haceros ningún daño”.
En el caso de Barcelona, desde mediados de marzo de 1937, se produjeron casi 200 bombardeos. En algunos de ellos hubo miles de víctimas. Sin embargo, en muchos de ellos se llegaron a recoger una gran cantidad de bombas sin explotar y se observó que las mismas habían sido saboteadas.
Incluso, siguiendo con el caso de Barcelona, una de las muchas bombas que no estallaron, se quedó atrapada bajo el pavimento. Tras extraerla, los servicios de desactivación de explosivos, encontraron una nota que decía: “los obreros antifascistas de Palma de Mallorca saludan a sus hermanos”. Es posible que muchos de estos “obreros” no fueran hombres, sino mujeres,  
porque muchas de ellas trabajaron muy activamente en esas fábricas. Afortunadamente, nunca fueron detenidos, la mayoría de los responsables de estos sabotajes.
Mientras tanto, el Ejército franquista, también se había dado cuenta de que muchos de estos artefactos no conseguían explotar, pero, ajenos al conocimiento del sabotaje, se habían centrado en posibles defectos técnicos de las mismas.
También Madrid fue “castigada” durante toda la guerra a base de intensos bombardeos. Sin embargo, también aquí, hubo miles de bombas que no estallaron.
En uno de los informes de la Inteligencia franquista, que fue remitido al propio Franco,  se citan las declaraciones de un miliciano republicano que se pasó a sus filas.
Este individuo, relató  el caso de uno de estos proyectiles, que había caído en Pozuelo, cerca de Madrid.
Los artificieros investigaron el asunto y, al abrirlo, encontraron dentro un cartón que por un lado decía: “Sorpresa” y por el otro: “Compañeros, de los proyectiles que saldrán de este cañón, no temáis, que no explotará ninguno. Soy de los vuestros. UHP”. O sea, Unión de Hermanos Proletarios.
Parece ser que, tras haber leído Franco este informe, escribió al margen del mismo “que se vigile a los artificieros para evitar casos como el presente”.
Más adelante, el mismo Franco parecía estar muy preocupado por este asunto, porque ordenó que “el personal que entre para manipular armamento deberá ser no sólo de absoluta garantía, sino que debe además estar convenientemente vigilado”. O sea, que el tema parecía más serio de lo que, en un principio pensaban los historiadores.

Es posible que también se trucaran los mismos cañones, pues, los artilleros nacionales, se mostraban extrañados de que los proyectiles que lanzaran sobre Madrid, en varias ocasiones, no acertaran en el blanco.
Más adelante, el bando nacional, tuvo conocimiento de primera mano, pues había conseguido descifrar el código republicano. Así pudieron leer muchos de estos mensajes, donde se decía claramente, que muchos de estos proyectiles no habían estallado.
Realmente, no se sabe quiénes fueron las personas que se dedicaron a estos sabotajes. Tampoco se sabe si lo hicieron por no derramar más sangre, por nacionalismo o, quizás, por un hermanamiento con los obreros de la otra zona, como parece más probable, según los mensajes mencionados anteriormente.
Es más, también se sabe que, en el caso de las bombas lanzadas desde los aviones alemanes hubo también algunos fallos. Al analizar una de estas, que había sido arrojada sobre Madrid, encontraron una nota en alemán.
Tras llevarla a traducir, pudieron leer lo siguiente: “Camaradas, no temáis. Los obuses que yo cargo no explotan. Un obrero alemán”.
Parece ser que muchos líderes del momento no se tomaron en serio este asunto. El mismo Carrillo, calificó este tema como “bulos y leyendas urbanas”.
En otra ocasión, se atrevió a afirmar que “nadie se atrevería a poner en riesgo su vida escribiendo mensaje de este tipo en obuses que, fácilmente, se pudieran ver”.
Alguien debería de haberle explicado a Carrillo que un obús es un tipo de cañón y no un proyectil de artillería.
Todo este tema ha estado medio oculto, durante muchos años. No obstante, algunos autores, como Arturo Barea o Eduardo Zamacois, lo mencionaron en algunas de sus obras.
El famoso hispanista, Paul Preston, que ya había leído las obras de estos autores y no había hecho mucho caso de esos rumores, pudo comprobar personalmente que esta práctica fue un hecho generalizado, al revisar algunos documentos de la Guerra Civil.
El mismo autor, calificó este hecho como una muestra de solidaridad de los obreros españoles y de otros países con los republicanos.
Como dije al principio, al comenzar la Guerra Civil, el Ejército franquista, apenas poseía fábricas de armas. Algo realmente preocupante, pues los sublevados nunca pensaron comenzar una guerra y no habían hecho previsiones ni de suministros, ni de armamentos. Así que necesitaban urgentemente tener, al menos, una, para no depender del extranjero y,  al menos, intentar ganar la guerra.
Algunos autores afirman que lo más importante de la sublevación de Granada, fue que el bando franquista pudo acceder a la fábrica de armamento de El Fargue, sita en esa provincia.
Los rebeldes no tuvieron compasión alguna con los obreros y militares que trabajaban en la misma. Algunas fuentes hablan de unos 170 de estos trabajadores fusilados en el famoso Barranco de Víznar. Otros elevan la cifra hasta los 450, pues, según calculan, éste fue el número de gente que “desapareció” de esa fábrica durante el conflicto.
Parece ser que, durante la guerra, se produjeron abundantes explosiones en la fábrica. Cosa que en el bando sublevado achacaron a sabotajes dentro de la misma. A causa de ello, la Falange, realizó continuas “sacas” en las que se dedicó a asesinar, impunemente,  a todo el que le dio la gana.
Más tarde, tras el relevo del director de la misma, se comprobó que esas explosiones se debieron a las malas condiciones de trabajo y a la falta de experiencia de los obreros que habían contratado para sustituir al personal que habían fusilado anteriormente.
Al mencionar la actividad de esta fábrica, algunos autores indican que, antes de la Guerra Civil, la plantilla era de 510 obreros y que la misma fue creciendo para llegar, casi al final de la contienda, a los 1.676. También afirman que, al final de 1936, se había quintuplicado la producción de la misma. Lo cual es muy significativo.
Precisamente, uno de los operarios de esta fábrica fue Emilio Fernández Adarve, abuelo del famoso cantante, ya tristemente fallecido, Carlos Cano.
Su abuelo fue fiel a la II República e intentó que la fábrica no cayera en manos franquistas, pero no lo consiguió. Desgraciadamente, fue fusilado el 15/10/1936 delante de la tapia del Cementerio de San José, en Granada.
Su familia fue obligada a dejar la casa donde vivían, junto a la fábrica, y tuvieron que mudarse a un barrio de Granada, donde, más tarde,  nació el cantante.
En noviembre de 2006, se rindió homenaje a los obreros de esa fábrica, que fueron fusilados en el Barranco de Víznar y en otros muchos sitios. En el mismo acto, se colocó una placa en el lugar donde se cree que existe una fosa común, donde reposan los restos de  muchos de ellos.
Por lo que respecta a los bombardeos sobre la zona nacional, el caso más famoso es el de la Basílica del Pilar, en Zaragoza. Aún hoy, se pueden ver estos artefactos, los cuales se hallan expuestos en el interior del templo.
Realmente, no se sabe la razón por la que no hicieron explosión estas dos bombas, a pesar de haber atravesado el techo de este recinto.
Algunos autores, llegan a afirmar que nunca podrían haber explotado a causa de que, en su interior, carecían de espoleta. A pesar de que la Iglesia siga afirmando que es todo un milagro.
En fin, espero no haberos aburrido con este artículo sobre un aspecto muy poco conocido de la Guerra Civil española. También os recuerdo que no es bueno tocar estos explosivos, si los encontráis en el campo. Cada año, se suelen encontrar unos mil y la mayoría de ellos pueden explotar, habiéndose producido ya muchos accidentes por este motivo.

domingo, 17 de enero de 2016

ESPARTACO, EL GLADIADOR QUE LUCHÓ CONTRA ROMA



Ante todo, quiero daros las gracias  por la gran acogida que ha tenido mi anterior artículo, lo cual me da las suficientes energías para seguir escribiendo unos cuantos más.
Esta vez, siguiendo con el ciclo sobre la esclavitud, me he atrevido a escribir un artículo sobre un esclavo muy famoso, gracias al cine y, sobre todo, a Kirk Douglas. Su nombre fue Espartaco.
Para empezar, he de deciros que sobre él no se sabe mucho, pues los historiadores romanos eran muy dados a magnificar sus victorias, sin embargo, sobre sus derrotas no decían ni pío. Seguramente, lo harían para no cabrear al cónsul o al emperador de turno.
De hecho, parece ser que el gran poeta Ovidio dijo o escribió algo, que no gustó nada al emperador Augusto y éste lo mandó a pasar los 25 últimos años de su vida a la costa del Mar Negro, en la actual Rumanía, y allí se aburrió como una ostra.
Como todo el mundo sabe, la sociedad romana, estaba sustentada por una amplia base de esclavos. De hecho, se cree que muchas de las guerras las hacían sólo para eso. Para obtener mano de obra barata.
Parece ser que casi todo el mundo los tenía. Los más ricos llegaron a tener hasta unos 8.000 esclavos a su servicio. Todo un auténtico ejército.
Es posible que, debido al maltrato, no duraran mucho, pues en algunas fuentes se cita que el Imperio Romano necesitaba, aproximadamente, medio millón de nuevos esclavos al año.
También se dice que, en cierta ocasión, se debatió en el Senado la conveniencia de vestir con unos uniformes a los esclavos, al objeto de que todos vistieran de igual manera. La moción se desestimó, porque los propios senadores se horrorizaron al pensar que un día los esclavos se podrían dar cuenta de que eran más que los romanos y les harían frente.
Principalmente, los esclavos, se obtenían como botín en las guerras. También podrían adquirirse en los mercados, uno de los principales era Delfos, o también mediante rapto y otras cosas por el estilo.
Volviendo al tema de hoy, sabemos que Espartaco estaba formándose en una escuela de gladiadores, que se hallaba en Capua, por entonces, una de las ciudades más prósperas de la Campania, al sur de Italia.
Esta escuela se hallaba al mando de un personaje conocido como Léntulo Baliato y se dice que trataba de una manera brutal a estos gladiadores.
En el verano del 73 a. de C., un grupo de unos 200 gladiadores comenzó a planear la huida. Parece ser que Baliato se enteró y los conjurados no tuvieron más remedio que adelantar sus planes, en previsión de que mandaran tropas para enfrentarse contra ellos.
En un principio, sólo escaparon de allí unos 78 gladiadores, provistos de cuchillos y de hierros de los que usan en las parrillas de asar.
A pesar de su escaso armamento, no tuvieron muchos problemas para deshacerse de una simple centuria de legionarios que mandaron para enfrentarse contra ellos.
Luego, se encontraron con una caravana, que debía de llevar armas para los gladiadores, y se las confiscaron. Con ello, ya se podría decir que estaban debidamente armados.
No es raro que el Gobierno sólo les enviara esa pequeña cantidad de hombres, para interceptarles el paso. Hay que tener en cuenta que ya habían tenido lugar dos guerras contra los esclavos y siempre les habían derrotado. Con este episodio, comenzaba la tercera.
Espartaco pasó a ser el líder indiscutible de este grupo de rebeldes. No está muy claro su origen. Parece ser que nació alrededor del 113 a. de C. en una zona llamada Tracia, actualmente dentro e Bulgaria.
Cada uno de los autores clásicos tiene una teoría diferente. Unos dicen que fue un legionario que desertó y luego fue hecho prisionero y enviado a esa escuela. Otros dicen que era un guerrero de una tribu nómada. En fin, que nadie se ha puesto nunca de acuerdo sobre su origen.
En su camino hacia el norte, se les fueron uniendo infinidad de esclavos, que sólo buscaban su libertad.
Al ver que Roma les envió unos 3.000 legionarios para luchar contra ellos, no se les ocurrió otra cosa que atrincherarse en la cima del Vesubio. Por entonces, este volcán no daba muchas señales de estar en activo. El lugar estaba bien pensado, porque sólo se podía ascender a la cima por un único camino. Así que era fácil de controlar.
No obstante, el pretor Claudio Glaber, al que el Senado había puesto al frente de esas tropas, no intentó en ningún momento subir para atrapar a los esclavos. Se limitó a rodearlos y esperar a que se rindieran por hambre o sed.
Seguramente, los esclavos tendrían muy claro que Roma no iba a tener ninguna piedad con ellos, pues, un siglo antes, no dudó en ordenar la ejecución de miles de ellos, para aplacar una revuelta mucho más numerosa.
No sabemos si fue Espartaco u otro de los rebeldes el que tuvo una idea prodigiosa. Se trataba de aprovechar las ramas de unas vides silvestres, para hacer cuerdas y llegar abajo, hasta una zona no controlada por los legionarios.
Así lo hicieron, bajaron sin hacer ruido y les pillaron por sorpresa a los legionarios, matando a cuantos encontraron en su camino.
Es posible que les ayudaran algunos campesinos de la zona. No hay que olvidar que esa zona estaba habitada por gente de origen etrusco y ahora había caído bajo el yugo de los romanos.
Parece ser que la noticia de la derrota de los legionarios ante los esclavos corrió como la pólvora. Así que, inmediatamente, al pequeño grupo inicial, se les unieron esclavos llegados de toda la península. Ahora eran unos 7.000.
A la vista de los hechos posteriores, los romanos, seguían sin darles demasiada importancia a estos rebeldes.
Esta vez, el Senado romano, envió contra ellos al pretor Publio Varinio con sus tropas. Fue un completo fracaso.
Por una parte, derrotaron a su legado, Furio, y a sus 2.000 hombres.
Por otra, pillaron a su otro legado, Cosinio, cuando estaba tomando un baño y masacraron a sus tropas.
Evidentemente, los habitantes romanos de esas zonas empezaron a estar atemorizados. Es normal, a esas alturas, se sucedían los robos, incendios, violaciones y asesinatos por todas partes.
Aparte de ello, empezaron las discusiones entre los rebeldes. La  idea de casi todos era salir de la península hacia su zona de origen. El problema es que cada uno quería ir hacia un lado. De hecho, un grupo de unos 10.000, al mando de uno de sus capitanes, Crixos, abandonó el grupo dirigiéndose hacia una región de Italia.
Es de suponer que, a esas alturas, a los senadores y a los cónsules de ese año, les dolería la cabeza, por la cantidad de quejas, que habrían tenido que aguantar.
Aparte de eso, como los rebeldes ya llegaban a los 30.000, prácticamente, se habían abandonado los campos agrícolas del sur y eso podría dar lugar a una falta de aprovisionamiento en Roma.
En el 72 d. de C., se ocuparon del caso los dos cónsules de ese año, Gelio Publícola y Léntulo Clodiano.
El primero tuvo suerte y consiguió derrotar a Crixos, masacrando a sus tropas. No obstante, tras su victoria, decidió hacer lo mismo con Espartaco y ya no fue tan afortunado. Así que fue vencido y tuvo que salir huyendo. Con ello, los rebeldes, se hicieron con todo el armamento y las provisiones de los legionarios.
Para mayor escándalo del Senado, a Espartaco no se le ocurrió otra cosa que organizar unos juegos, como una especie de funeral por la muerte de su amigo Crixos. En esos juegos, obligaron a combatir como gladiadores a unos 300 prisioneros romanos.
Más tarde, el enorme contingente de los esclavos, continuó su camino para atravesar los Alpes. Allí les salió al paso el gobernador Casio Longino al mando de sus tropas. Esta vez, los esclavos no tuvieron ningún problema en derrotarles.
Sin embargo, lo que ocurrió después es algo que nadie ha podido explicar claramente. Cuando los esclavos tenían a la vista los Alpes y, con ello, la libertad, por alguna extraña razón se dieron la vuelta. Algunos piensan que dentro del contingente de Espartaco habría también varios miles de romanos procedentes de familias pobres, que no deseaban abandonar su país. Otros dicen que los rebeldes se volvieron codiciosos y quisieron seguir saqueando el territorio romano.
Por supuesto, a más de un senador se le pusieron los pelos de punta, cuando se enteró de que se habían dado la vuelta y podrían dirigirse hacia Roma.
Esta vez, pusieron toda la carne en el asador y le dieron un proconsulado especial al multimillonario Marco Licinio Craso. A lo mejor, lo hicieron porque andaban un poco escasos de presupuesto y el potentado se pagó nada menos que 10 legiones con sus propios recursos. No obstante, a esas alturas, el contingente de los esclavos era casi el doble, unos 120.000.
Craso, para empezar, encargó a su lugarteniente, Mumio, que, con sus tropas, vigilara las de los esclavos, pero sin enfrentarse a ellos. Como se le ocurrió hacer justo lo contrario, pues los esclavos le machacaron y luego se llevó una buena bronca de su jefe. Incluso, Craso, llegó a realizar ejecuciones entre las tropas que habían rehuido el combate.
Las fuerzas de Espartaco siguieron su camino hacia el sur de Italia, acosadas continuamente por las tropas de Craso.  Allí contactaron con unos piratas cilicios, para que los transportaran por barco a Sicilia.
Esta vez, le engañaron, porque les pagó la cantidad prometida, sin embargo, los barcos nunca aparecieron.
Mientras tanto, Craso, se dedicó a sitiar a los rebeldes, estableciendo un
cerco de unos 55 km, de una costa a la otra.
Los rebeldes estaban atrapados y sin suministros. Le pidieron negociaciones a Craso, pero éste se negó.
Así que, en el invierno del 71 a. de C., después de varios intentos fracasados, consiguieron abrir una brecha en el cerco y le dieron la vuelta a la situación.
Parece ser que, para abrir la brecha, engañó a los romanos. Envió un montón de reses con antorchas encendidas atadas a los cuernos, contra la valla romana. Los legionarios fueron a rechazar a los intrusos y, cuando se dieron cuenta del engaño, los rebeldes ya habían cruzado por otra parte.
Craso, pidió inmediatamente refuerzos al Senado. Sin embargo, luego se lo pensó mejor y antes de que llegara Pompeyo, decidió ponerse él la “medalla”.
En la primavera, cuando unos legionarios excavaban un foso alrededor
del campamento rebelde, en Apulia, un grupo de éstos se le echaron encima. Como si se tratase de una pelea en un bar, las fuerzas de uno y otro bando fueron aumentando progresivamente, hasta que el mismo Espartaco apareció por allí para unirse a la batalla.
El líder, luchando a pie, intentó llegar hasta el propio Craso, pero no lo consiguió, aunque mató a muchos romanos. El problema es que los suyos no pudieron seguirle y, al quedarse rodeado de enemigos, lo acuchillaron por todas partes. De hecho, su cadáver nunca fue encontrado.
En la batalla murieron alrededor de 60.000 rebeldes y sólo unos 1.000 romanos. Mientras que Craso se dedicó a perseguir y aniquilar a los supervivientes.
Incluso, como se ve en la película, parece ser que crucificó a unos 6.000, en tramos de unos 10 metros de uno a otro,  a lo largo de la vía Apia. Entre Capua y Roma. Se dice que sólo crucificó a los que no fueron identificados por sus dueños.
Incluso, Pompeyo, que acababa de entrar en la Península Itálica, haciendo uso de su afamada crueldad, llegó a matar a unos 5.000, que habían huido hacia Etruria, con la intención de cruzar los Alpes.
No obstante, a su regreso a Roma, a Craso sólo le premiaron con una ovatio, mientras que a Pompeyo le otorgaron la ceremonia del triunfo, por sus victorias en Hispania.
Esta rebelión le provocó grandes pérdidas a Roma, tanto a nivel de producción como de esclavos.
Los propietarios ya no se fiaron tanto de sus esclavos y se deshicieron de muchos de ellos. En algunos casos, hasta les cedieron pequeñas parcelas de tierra a cambio de una parte de la cosecha.
A pesar de esta bajada en la producción, el Estado romano siguió exigiendo cada día más impuestos, a fin de poder pagar los gastos de un Ejército cada vez más grande y con un mayor  territorio que defender. Para algunos, ese fue el comienzo de la decadencia de Roma.

miércoles, 13 de enero de 2016

LA ESCLAVITUD DE LOS BLANCOS, ESA GRAN DESCONOCIDA



Por fin, me he decidido a escribir mi primer artículo de 2016. Confieso que me ha costado mucho hacerlo, porque veo que cada vez  se leen menos mis artículos y no los comenta prácticamente nadie. Algo, realmente, muy deprimente. En fin, esperemos que este año cambie un poco la cosa.
Para entrar un poco en este tema, me gustaría que hicierais un pequeño esfuerzo mental.
Supongo que todos vosotros habréis ido alguna vez de vacaciones a la costa mediterránea española.
No sé si os habréis dado cuenta de que en muchos pueblos todavía se pueden ver, en zonas muy próximas a la costa, unas pequeñas torres de vigilancia, muchas de ellas ya en ruinas.
Incluso, a pesar de la “explosión inmobiliaria” de los últimos años, todavía se puede apreciar en muchas de estas localidades, que la parte antigua del pueblo no está al borde del mar. Lo cual parece chocante, sabiendo que la mayoría de sus habitantes vivía de los recursos pesqueros y del comercio marítimo.
Realmente, esto se hacía para que, en caso de invasión, por parte de los piratas berberiscos, que solían ser en horario nocturno, los habitantes del pueblo, al vivir en la zona alta, tuvieran tiempo de defenderse o de escapar, antes de ser capturados y esclavizados.
Precisamente, en 2004, se publicó un libro que hablaba en profundidad sobre este tema. Me refiero a “Esclavos cristianos y dueños musulmanes”, de Robert C. Davis, profesor emérito de la Universidad estatal de Ohio, en USA.
No obstante, no hay que irse al extranjero para tener más datos. Seguro que todos habéis leído, por lo menos, la biografía de Miguel de Cervantes. Para eso no hace falta leerse El Quijote, claro.
En ella, se puede ver, claramente, que, tras la famosa batalla de Lepanto, en su ruta de regreso a la Península, su nave fue atacada por unos piratas berberiscos. Estos consiguieron vencerles y se llevaron a los supervivientes a sus bases en el norte de África, donde todos fueron esclavizados, incluido este famoso autor.
Parece ser que su nave, una galera llamada Sol, que había partido de Nápoles, fue alcanzada por los piratas cuando ya tenían a la vista la costa española. Concretamente, los interceptaron a la altura de Palamós (Gerona).
Gracias a su valor luchando en esa batalla, como infante de Marina, Cervantes, había conseguido dos cartas de recomendación, que podrían servirle para encontrar un buen trabajo a su vuelta a España. Una de ellas era del mismísimo Juan de Austria, hermanastro de Felipe II, y otra del duque de Sessa.
Esta fue la causa de que Cervantes pasara nada menos que 5 años y medio, como cautivo en Argel, pues sus captores, al ver esos escritos, pensaron que se trataba de una persona importante y lo mantuvieron todo ese tiempo como rehén, para intentar cobrar un buen rescate por él.
Intentó escapar en varias ocasiones, pero fracasó en todas ellas. Siendo encerrado, cada vez, en condiciones más penosas. Incluso, los piratas, ya tenían previsto enviarlo a Constantinopla, para alejarlo de la península.
Oportunamente, antes de que zarpara su barco, llegaron desde España los frailes trinitarios
provistos de una fuerte cantidad de dinero, aunque no suficiente para su rescate. De todas formas, aprisa y corriendo, pudieron conseguir la cantidad faltante y liberar a este gran escritor. Gracias a ello, posteriormente, pudo escribir y publicar esa gran obra conocida a nivel universal.
Volviendo al tema central de este artículo, es posible afirmar que, aunque ya existían algunos precedentes anteriores, la esclavitud blanca en el Mediterráneo se da, principalmente, a partir de la llegada de los turcos a suelo europeo. O sea, en el siglo XV, con la conquista de Constantinopla, en 1453, por el sultán Mehmet II.
Se sabe que estos piratas eran una especie de franquicia del sultán turco y que desarrollaban estos pequeños ataques a la costa para entretener a las armadas de cada potencia mediterránea, y así poder aumentar el dominio turco sobre nuestro continente.
También hay quien dice que lo que motivaba a estos piratas a castigar de esta manera a los cristianos era el recuerdo de las Cruzadas y la expulsión de los moros de España.
Realmente, esto no es del todo cierto, pues, tras la Reconquista, muchos miles de moros se quedaron en la Península, no así los judíos. De hecho, se dice que una de las causas de la expulsión de los moriscos en 1609, fue que eran una especie de servicio de información, que trabajaba para  estos piratas, a fin de conseguir que volvieran a gobernar los musulmanes en España.

Según la obra citada, se sabe que, durante los siglos XVI y XVII, fueron más esclavos blancos hacia el norte de África, que negros africanos hacia América.
Los piratas no se contentaron con atrapar los barcos que navegaban por el mar, sino que, muy a menudo, se atrevieron a realizar desembarcos en las ciudades costeras. De ahí viene lo que comentaba al principio. Seguramente, también viene de ahí la frase “hay moros en la costa”.
La isla de Sicilia fue una de las zonas más castigadas por estos delincuentes, al estar a sólo 200 km de las costas de Túnez. Toda una tentación para ellos.
Se puede pensar que estas incursiones por las zonas costeras serían episodios sin importancia. Sin embargo, en muchos casos, se ha contabilizado el apresamiento de miles de personas. En las zonas de Calabria y otras cercanas a Nápoles, que era una de las ciudades más pobladas de la época, se tiene constancia de que, en cada incursión, se llevaron unas 5.000 personas.
También golpearon con fuerza las costas de Andalucía y Levante, en España. En alguna ocasión, llegaron tantos miles de esclavos a los mercados del norte de África, que, según se dice,  su precio llegó a ser inferior al de una cebolla.
Es muy probable que la decisión de los reinos cristianos de tener plazas fuertes en las costas del norte de África, se hiciera para intentar combatir esta plaga.
En Italia, donde, hasta el siglo XIX, no existió un Estado único y fuerte, los piratas circularon a sus anchas, pues los habitantes de sus costas se tuvieron que retirar hacia el interior, dejando literalmente despobladas algunas zonas litorales.
El profesor Davis dice que tampoco fue una buena idea que los cristianos abandonaran sus pequeños pueblos costeros, para colapsar otras ciudades más grandes. Esto sólo hizo
que los turcos se atrevieran a atacarlas, para así reducir los costes de sus incursiones. Era más barato obtener muchos miles de cautivos en una sola zona ciudad grande, que tener que ir atacando varias, en mayor cantidad de tiempo, para obtener el mismo número o, incluso, una menor cantidad de esclavos.
En algunos casos, para rematar la “faena”, solían penetrar en las iglesias de los pueblos atacados, porque sabían que allí podrían encontrar bienes de gran valor y, en algunos casos, se llevaron hasta las campanas de las mismas.
Los piratas no perdieron el tiempo. Por ello, viendo que Nápoles se iba convirtiendo en un gran emporio del comercio marítimo, se llegaron a asentar en islas próximas a este puerto, para atacar, de vez en cuando, a las naves que se iban aproximando a él. Así podrían robar, tranquilamente, las mercancías embarcadas y conseguir un buen número de marinos, que solía ser gente que gozaba de buena salud, para obtener un buen precio por ellos.
Creo que se ve muy clara la relación entre la piratería y las guerras que estaba realizando España en esos siglos.
Curiosamente, se dice que las primeras bases de los piratas en el norte de África, fueron fundadas por individuos procedentes de Siria. A la cabeza de ellos se situó un renegado de origen cristiano, Kairedín, más conocido por todos como Barbarroja, el cual se declaró súbdito del sultán turco y fue premiado por éste con el título de “capitán del mar”.
Precisamente, Francisco I de Francia, el mayor enemigo del emperador Carlos V, como se encontraba presionado por todas partes, no se le ocurrió otra cosa, ya en 1523, que entrar en negociaciones con el sultán de Turquía.
Más tarde, cuando fue hecho prisionero por las fuerzas imperiales y trasladado como cautivo a Madrid, su propia madre hizo gestiones con los turcos y consiguió el apoyo del sultán.
Posteriormente, cuando fue liberado, tras haber firmado el tratado de Madrid, en principio, no se negó a prestar ayuda al emperador para luchar contra los piratas. Más que otra cosa, porque iba a quedar muy feo no hacerlo.
Sin embargo, en 1535, al terminar una de sus  guerras contra Carlos V, el propio rey, sin escrúpulos de ningún tipo, se trasladó a la corte del sultán a fin de concretar su apoyo para que el rey francés pudiera recuperar los territorios perdidos en Italia. Incluso, le agradeció al corsario Barbarroja el apoyo de su flota, para presionar al emperador, mientras permaneció cautivo en Madrid.
Es más, en 1536, las naves francesas obtuvieron el permiso de poder comerciar en los puertos dominados por los turcos. Eso motivó una protesta del Papa, aunque era también aliado suyo.
El colmo de la desfachatez de este rey francés fue que se le ocurrió utilizar a sus aliados turcos para apoderarse de Niza, que estaba dentro del territorio de Saboya, aliada de Carlos V. No obstante, debido al mal tiempo fracasaron en este empeño.
No contento con ello, en su desesperación por vencer al emperador, mandó a sus súbditos de la ciudad francesa de Tolón, que abandonaran
su ciudad, para cedérsela a los turcos, a fin de que invernaran en esa localidad. Lógicamente, luego se gastó una millonada para convencerles de que se fueran de allí.
A pesar de que todo el mundo piensa que esos piratas se dedicaron en exclusiva a asaltar naves y zonas costeras del Mediterráneo, eso no es del todo cierto.
También se sabe que atacaron zonas muy próximas a Londres y, en el colmo de su osadía, llegaron a realizar varias incursiones en la remota Islandia, donde consiguieron unos cientos de prisioneros.
De todas formas, sus presas favoritas siempre fueron los judíos, los ricos comerciantes y los miembros del clero.
A los primeros solían liberarlos tras un buen rescate, recaudado entre las familias judías. Los segundos solían poseer un rico patrimonio, con el cual era fácil pagar el rescate deseado. Por último, en el tercer caso, la Iglesia, no escatimaba fondos con tal de rescatar pronto a los miembros de su clero.
Se dice que, cuando los barcos eran asaltados por estos piratas,
muchos de los pasajeros correspondientes a estos tres sectores, solían disfrazarse con las ropas más pobres que encontraran.
No obstante, tanto a los judíos como a los miembros del clero era muy fácil identificarlos. A los primeros, por estar todos circuncidados y a los segundos por llevar la tonsura.
Parece ser que, cuando los piratas llegaban a sus bases o a otras bajo el dominio de algunos de sus colegas, era tradicional realizar un desfile, parecido al del triunfo que solían realizar los militares romanos victoriosos. En ellos, se hacían desfilar los cautivos y la gente aprovechaba para insultarles y tirarles todo tipo de cosas.
Evidentemente, en el mercado de esclavos se les hacía de todo con tal de venderlos enseguida y a un buen precio, a fin de rentabilizar la expedición. Entre esas cosas estaba desnudarlos completamente ante los posibles compradores; hacerles saltar, para demostrar que no cojeaban y mirarles los dientes, como a los caballos, para comprobar su salud.
El pachá o gobernador de la zona, recibía un lote de esclavos, casi siempre formado por hombres, como pago en especie de un impuesto. Entre ellos estaban los más valiosos, que eran recluidos en los llamados “Baños”, que es donde encerraron a nuestro Cervantes.
Desgraciadamente, la mayoría de los esclavos fueron utilizados para remar en las galeras. Esta debía de ser una terrible forma de vida, pues solían durar poco tiempo. Es más, al primer síntoma de enfermedad, sus amos los lanzaban por la borda y ponían a otro en su lugar. Se ve que abundaban y eran muy baratos.
Lamentablemente, a fin de sacarles el máximo provecho, cuando las naves permanecían atracadas en sus bases, se utilizaban a esos esclavos en otros trabajos muy penosos, como el arrastre de grandes piedras para la construcción o el dragado de los puertos.
Había otro grupo de esclavos a los que sus dueños musulmanes buscaron sacarles mayor rentabilidad de otra manera. Se trataba de alquilar su trabajo a otras personas.
Así que todos los días se encaminaban hacia su trabajo, con la obligación de volver por la noche, so pena de grandes castigos. No obstante, siempre solían portar un aro de hierro en su tobillo, de donde pendía una pesada cadena.
La legislación musulmana nunca fue compasiva con los esclavos. Así, sus dueños, podrían hacer con ellos lo que quisieran, porque, además de ser esclavos, se trataba de infieles y no podía haber piedad ninguna con ellos.
Los habituales castigos con azotes y la falta de esperanza, convirtieron a estos pobres en una especie de robots vivientes. Además, llegaron a ser tan abundantes y tan baratos, que sus dueños no descartaban matarlos a palos para hacerse con otro cuanto antes. Más o menos, con la misma rapidez que la gente cambia ahora de teléfono móvil.
Algunos de ellos se convirtieron al Islam a fin de mejorar sus condiciones de vida y no ser destinados a las galeras o a otras formas de vida, que se veían como impropias para un creyente de Mahoma. No obstante, a pesar de haberse convertido, seguían siendo esclavos.
Evidentemente, a sus dueños no les interesaba que se convirtieran, pues podría poner en peligro el valor de su inversión. Incluso, los sacerdotes que se hallaban encarcelados en los Baños siempre velaron para que los cristianos no se islamizaran. Es curioso que estas dos partes tuvieran intereses comunes.
La única remota esperanza para alguno de estos esclavos podría ser un rescate. Sin embargo, el precio solía ser alto y no estaba al alcance de todas las familias.
Para mayor desfachatez, en algunas ocasiones, se dio el caso de que, una vez atrapados por los piratas, se dieron cuenta de que llevaban demasiados cautivos a bordo.
Así que, ni cortos ni perezosos, se daban la vuelta y regresaban a los puertos que acababan de asaltar, al objeto de vender los esclavos sobrantes a sus propias familias. El problema es que muchas de ellas no podían pagar el rescate exigido por los piratas.
En España, la labor de rescate la solían realizar, con mucha eficacia, los frailes mercedarios y trinitarios.
Solían ir por los pueblos recaudando dinero con ese fin. Incluso, se colocaban a las puertas de las iglesias a fin de remover las conciencias y los bolsillos de los feligreses.
El problema es que nunca consiguieron unas cifras importantes y solían rescatar, anualmente, menos del 10% de la población esclavizada.
Aun así, se sabe que, durante el siglo XVII, los trinitarios españoles, llegaron a organizar 72 expediciones en las consiguieron rescatar una media de 220 esclavos. Lo cual es un logro sorprendente.
Según parece, al volver a nuestro país, los esclavos ya liberados, solían realizar una especie de procesión vestidos con sus antiguos harapos o con un sayal de color blanco, significando una especie de renacimiento. Aun así, muchos de los que pasaron varios años en cautividad, tuvieron muchos problemas para readaptarse a la civilización.
En otro apartado de su obra, el profesor Davis, estima que la tasa de mortandad de los esclavos en el norte de África, era muy elevada. Llegando a pasar del 20%, debido al maltrato de sus dueños, la pobre alimentación y a las enfermedades mortales.
Así, llega a afirmar, que, según sus cálculos, entre 1530 y 1780, malvivieron en el norte de África alrededor de 1.250.000 esclavos blancos. Una cantidad muy superior a la de 800.000 esclavos negros que fueron trasladados desde África hasta los actuales Estados Unidos.
Precisamente, este último país también tuvo que combatir contra los piratas berberiscos. En ello, se basa el actual himno de los Marines USA. Hasta el sable de los oficiales de ese Cuerpo no es recto, como los de las demás  unidades de USA. Precisamente, tiene la forma de una media luna, como los de los árabes, recordando este episodio de su Historia.

Parece ser que, cuando los franceses, en 1830, conquistaron Argel, para iniciar su colonización del norte de África, todavía encontraron 120 esclavos blancos y europeos, cautivos en los famosos Baños.
En fin, esperemos que estos lamentables comportamientos no vuelvan a producirse. En la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que tiene su origen en la ONU, ya se dice en su artículo 4: “Nadie estará sometido a esclavitud ni a servidumbre, la esclavitud y la trata de esclavos están prohibidas en todas sus formas”.
Aunque confieso haberme alargado un poco en mi artículo, espero que os haya gustado y que me sigáis animando para que vuelva a escribirlos. Saludos a todos.