Fue
un escritor francés nacido en París en 1628, llegando al mundo junto con su
hermano gemelo François.
Vivió en el seno de una familia
acomodada, la cual le suministró una buena educación, gracias a que pudo asistir
a muy buenas escuelas parisienses.
En 1637 ingresó en el Colegio
Beauvais, donde descubrieron su facilidad para el aprendizaje de las lenguas
muertas.
A partir de 1643 comenzó sus
estudios de Derecho, quizás influido por su hermano mayor, Pierre, que por
entonces era Recaudador general.
En 1654 es nombrado funcionario para
trabajar al servicio de la Administración de la Monarquía francesa.
Su situación ahora era más estable y
ya tomó parte en la creación de la Academia francesa de las Ciencias y en la restauración
de la Academia de Pintura.
Jamás se opuso al sistema y,
seguramente, eso fue lo que le dio mucha estabilidad y supervivencia en una
Francia repleta de convulsiones sociales.
Su primer libro, “Los muros de Troya”,
publicado en 1661, no iba dirigido al público infantil, sino a la Corte.
Como funcionario de la Corte
normalmente escribía discursos, diálogos, poemas y otras obras para halagar al
rey y a su familia.
Fue secretario de la Academia
francesa y se convirtió en un protegido del ministro Colbert, hasta que en 1665
se convierte en el primero de los funcionarios reales. Esto le vale para ayudar
a alguno de sus familiares.
En 1667 consiguió que los planos del
Observatorio del rey fueran obra de su hermano Claude.
En 1671 fue nombrado académico,
luego canciller y posteriormente bibliotecario de la misma.
Entre 1673 y 1680 nacen sus hijos,
pero su esposa muere al dar a luz el último de ellos.
En 1680 su estrella comienza a
decaer, pues tiene que ceder su puesto de primer funcionario al hijo de
Colbert.
Escribió varios libros, pero la
mayoría de ellos consistían en alabanzas al Rey Sol, Luis XIV.
A los 55 años, en 1697, escribió
“Historias o cuentos del pasado”, también conocido por “Los cuentos de la mamá
gansa”, por la gansa que aparecía en su portada. Fueron recopilados de la
tradición oral o de leyendas. Con ellos se inició el nuevo estilo de los
cuentos de hadas.
Solía utilizar en sus obras paisajes
que le eran conocidos, como el Castillo de Ussé.
Son cuentos morales, pero repletos
de un encanto que los hace perdurar y encandila a los niños.
Sus personajes son hadas, ogros,
animales que hablan, brujas, príncipes, etc.
Al final de cada cuento, el autor
expone una moraleja diferente para cada obra.
Se dice que el autor escribió estas
obras para dar esperanza a una población destrozada por estar sometidas a
constantes guerras y hambrunas. Por eso solía acabar sus cuentos con finales felices.
También hay que destacar sus frases
de carácter moralizante y esperanzador. Podemos destacar las siguientes:
“Ya
veis como el ingenio y la industria valen más que todas las herencias.”
“Con diamantes y dinero mucho se obtiene en verdad, pero
con dulces palabras aún se obtiene mucho más.”
“La miseria no os abata ni os amilanen las penas, que los
días buenos vienen tras los días de tristeza.”
“La
honradez, tarde o temprano alcanza su recompensa, y con frecuencia se logra
cuando en ella no se piensa.”
“La niña bonita, la que no lo sea, que a todas alcanza
esta moraleja, mucho miedo, mucho, al lobo le tenga, que a veces es joven de
buena presencia, de palabras dulces, de grandes promesas, tan pronto olvidadas
como fueron hechas.”
En
fin, como podemos ver, muchas de estas frases aún podrían ser de mucha utilidad
hoy en día.
Se
me ocurre pensar que comenzó a escribir estos cuentos al final de sus días,
cuando se hallaba desengañado por haber estado toda la vida ofreciendo sus
servicios a un régimen autoritario y ahora se daba cuenta de que sus esfuerzos
sólo sirvieron para que la gente viviera cada vez peor. Quizás, por eso, ahora
intentaba infundir esperanza en sus vidas.
Y si que daban esperanza estos cuentos. Estos y los de los Hermanos Grimm son los que más he leído de niña.
ResponderEliminarBueno, hay que reconocer que algunos de ellos eran un poco truculentos y no parecían muy adecuados para los niños.
ResponderEliminarLo que me da más rabia es que en los cuentos los malos siempre pierden y en la vida real, desgraciadamente, suele ser al revés.
Saludos.
Recuerdo uno, aunque creo que éste era de Hans Christian Andersen, en que había una bailarina a la que le habían hecho unas zapatillas especiales, pero las zapatillas estaban embrujadas y no podía dejar de bailar, por lo que ella estaba agotada. Entonces aparece un herrero y (agárrate fuerte) el hombre le corta las piernas para que pueda descansar y encontrar otra vez la paz. A que esto sí que es truculento...
ResponderEliminarDesde luego, parece un poco bestia, sí. Menos mal que yo leía pocos cuentos, cuando era pequeño, de lo contrario, no se me habría olvidado.
ResponderEliminarLuego dicen que son malas las consolas de juegos para los niños...
Saludos.