Esta vez traigo al blog un
personaje que pagó con su vida, en fecha tan histórica como el 18/07/1936, su
lealtad probada al Gobierno de la II República.
Se
trata de José Rodríguez-Medel Briones, el cual nació en Siruela, un pueblo de
Badajoz, en 1889.
Llegó
por vez primera a Pamplona en 1908, destinado como oficial al cuartel de la
Guardia Civil de esa ciudad. Allí conoció a la que sería su esposa, Lucía
Carmona, en 1911.
Obtuvo
el título de ingeniero industrial y se trasladó a Granada con su familia,
optando por pedir excedencia en el Cuerpo y trabajar en la vida civil. Trabajó
durante unos años en la compañía de seguros alemana “La Victoria”, de Berlín
En
1933 reingresó en el Cuerpo como comandante, siendo destinado como ayudante del
general Federico Santiago. Al ser ascendido su jefe, el nuevo general,
Sanjurjo, se trajo su ayudante y él quedó pendiente de destino, a disposición
del director general, que, en ese momento, era el general Sebastián Pozas.
En
Navarra, los sectores partidarios del republicanismo estaban nerviosos por la
exhibición constante de las fuerzas tradicionalistas, organizadas por el
general Varela.
Por
esas fechas, el general Mola fue trasladado forzosamente a Navarra, por orden
directa del presidente de la República, Manuel Azaña, para intentar que tuviera
pocas fuerzas bajo su mando. Seguramente, también se tuvo en cuenta que este
general fue el director general de Seguridad en la época de la Sublevación de
Jaca y fue el que encarceló al Gobierno Provisional republicano, en 1930.
Tampoco
estaban muy contentos en la Guardia Civil con el Gobierno, pues en el desfile
del aniversario de la llegada de la II República fue asesinado un alférez del
Cuerpo, llamado Anastasio de los Reyes. Incluso, algunos oficiales del mismo
Cuerpo que había ido a entrevistarse con Casares Quiroga, para protestar por la
conducta del Gobierno ante este hecho, fueron detenidos.
En
este contexto, se nombró apresuradamente a 8 cargos de la Guardia Civil para que
tomaran inmediatamente posesión de sus puestos. A él le tocó el mando de la
Comandancia de este Cuerpo en Navarra.
Parece
ser que Mola y él ya eran viejos conocidos y sus relaciones no habían sido
buenas desde antaño. Por ello, el nuevo comandante se presentó ante el
gobernador civil de Navarra, Mariano Menor, y el alcalde de Pamplona, Tomás
Mata.
Como
no fue a presentarse ante el gobernador militar, general Mola, éste lo llamó a
su presencia. Parece ser que la cosa quedó en una simple discusión.
No
obstante, su nombramiento cayó mal entre la oficialidad de Navarra, pues la
mayoría era partidaria de los requetés y siempre le vieron como un intruso.
Además, fue a sustituir al teniente coronel Ignacio Gregorio Muga Díez, el cual
era muy conocido en la Plaza y fue trasladado de manera forzosa a Soria.
El
Gobierno detectó una posible conspiración militar, pero el presidente del
Consejo de Ministros, Casares Quiroga, aunque informó al resto de los ministros
en el Consejo del 10 de julio, no le dio mucha importancia. Quizás, se
confiaron pensando que podían vencerla, como habían hecho anteriormente con la
de Sanjurjo.
El
gobernador civil de Navarra, Mariano Menor Poblador, también pensaba que lo
tenía todo controlado.
Como
todos habían pensado que la guarnición de Valencia se iba a sublevar
anticipadamente el 29/05/1936, todos, incluso Mola estuvieron expectantes, pero
no ocurrió nada anómalo.
A
pesar de ello, el 3 de junio se movilizaron algunas comandancias de provincias
fronterizas de Navarra e, incluso, se personó en Pamplona el propio director
general de Seguridad, Alonso Maillol, al frente de guardias civiles y de
asalto.
No
encontraron prácticamente nada, salvo escopetas de caza y algunas pistolas sin
licencia y realizaron algunas detenciones. Incluso se entrevistó con Mallol un
antiguo amigo suyo, el capitán Rafael Tejero, el cual le convenció de que todo
era normal. Así que Mallol se volvió a Madrid sin ninguna prueba contra Mola.
No
obstante, el general Pozas, le encargó a nuestro personaje que creara con sus
efectivos una línea de defensa en Tafalla, para aislar a Navarra por el sur.
Se
sabe que hubo una conversación entre Mola y el comandante, donde éste último le
dijo que su deber era “obedecer las órdenes del poder constituido”.
Parece
ser que Mola también intentó atraerse para su causa a nuestro comandante a base
de unas gestiones realizadas por el coronel García Escámez con el segundo jefe
de la Guardia Civil, Luis Espinosa Ortiz, por tener los dos una buena amistas
desde que coincidieron en la academia. El intento trascendió y cada uno fue
trasladado forzoso fuera de Navarra.
Para
sustituir a Espinosa se trasladó a Navarra a Martínez-Freira, amigo del
comandante. También éste tomó contacto con el general Batet, nuevo capitán
general de la división en Burgos.
Una
vez conocida la noticia del golpe en África, Mola llamó a todos los mandos a su
despacho, sólo faltó nuestro personaje. Incluso otro oficial se ofreció como
rehén para que acudiera. Al fin, se decidió por la tarde a ir a ver a Mola. No
le pudo convencer, aunque le dijo que conocía bien el Cuerpo, porque su padre
fue coronel del mismo.
Nuestro
comandante formó sus efectivos en la puerta de la Comandancia, para llevarlos a
Tafalla. Al final de su arenga, en la cual les dijo que el Cuerpo siempre había
estado del lado del poder legítimo, terminó con un ¡Viva la República!, que fue
contestado por los guardias con un ¡Viva España!. Estos le apuntaron y él
disparó a uno de ellos, pero le asesinaron allí mismo, por la espalda.
Existe
una versión posterior que reproduzco:
El asesinato: según Luis Romero «Tres días de
julio»
Luís Romero (voluntario en la División Azul y
escritor), «Tres días de Julio», depósito legal B 18.121-69, Barcelona, 1967.
Comandancia de la Guardia Civil, en esta puerta
fue muerto a tiros el comandante José Rodríguez Medel, el 18 de julio por la
tarde.
El general Mola sale de su despacho, seguido de
su ayudante y de los oficiales que están con él.
Un brigada y unos 'números' de la Guardia civil, llegan tumultuosamente al descubrir al general le vitorean.
-Dígame brigada, ¿qué ocurre?
-¡Mi general! Hemos matado al comandante Rodríguez Medel...
El comandante... obedeciendo las órdenes de esos canallas del Frente Popular, nos ha hecho formar en la explanada del cuartel, había dispuesto camiones y hecho cargar en ellos cuatro ametralladoras, bastantes pistolas ametralladoras, cartuchos y la Caja de la Comandancia. Mi general, ¡quería que nos trasladáramos fuera de Pamplona a combatirles a ustedes!
Un brigada y unos 'números' de la Guardia civil, llegan tumultuosamente al descubrir al general le vitorean.
-Dígame brigada, ¿qué ocurre?
-¡Mi general! Hemos matado al comandante Rodríguez Medel...
El comandante... obedeciendo las órdenes de esos canallas del Frente Popular, nos ha hecho formar en la explanada del cuartel, había dispuesto camiones y hecho cargar en ellos cuatro ametralladoras, bastantes pistolas ametralladoras, cartuchos y la Caja de la Comandancia. Mi general, ¡quería que nos trasladáramos fuera de Pamplona a combatirles a ustedes!
El comandante apoyado por el comandante Martínez
Friera y por el capitán Fresno se negaba a decirnos adónde se nos llevaba,
entonces, mi general, se ha armado un 'barullo, un compañero ha hablado en
nombre de los demás... se han cruzado algunos disparos, un número ha sido
herido y el comandante... ha caído a la puerta ¡muerto!
--¡Y no será por falta de
advertírselo! dijo Mola.”
El
coronel Beorlegui, nombrado delegado de Orden Público por Mola se hizo cargo de
la situación y detuvo a dos oficiales responsables del acto. Parece ser que
Beorlegui oyó el disparo cuando se dirigía a detener al comandante, siguiendo
las órdenes de Mola. Más tarde, cuando rellenó el informe del asesinato, indicó
que se había producido por una hemorragia interna y los dos oficiales quedaron
en libertad.
La
familia del comandante se enteró por la radio, pues no estaban en Pamplona.
Cuando llegaron, los militares sólo les autorizaron su entierro en una fosa
común.
Tras unas gestiones de la familia de su esposa, se consiguió que
pudieran enterrarlo dentro del panteón de la familia Chueca, pero sin ninguna
inscripción.
Se le
considera uno de los primeros asesinados de nuestra pasada Guerra Civil y
esperamos que haya sido la última.
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