Virgilio Leret Ruiz nació en
Pamplona en 1902 y, como era hijo de un militar, pues siguió esa carrera.
A
los quince años, que era lo habitual, ingresó en la Academia de Infantería de
Toledo, para salir de ella con 18, en 1920, y ser destinado a un regimiento en
Ceuta.
Entre
1920 y 1924 luchó en la guerra de África, tomando parte en la ocupación de las
importantes plazas de Xauen y Alhucemas.
Una de sus
gestas más heroicas fue soportar durante 21 días el asedio de los moros al
blocao donde estaban él y 20 soldados más.
Entre
1925 y 1927 se formó como aviador y participó en el famoso desembarco de
Alhucemas.
Durante
este episodio, su aparato fue derribado y tuvo que caminar más de 24 horas a
través de territorio enemigo, hasta llegar a la frontera del Protectorado
francés.
En
1929, después de 5 años, obtuvo el título de ingeniero libre
mecánico-electricista, con lo cual se cumplieron muchas de sus aspiraciones.
Aparte
de ello, llegó a aprender a tocar el violín y a escribir novelas de
ficción, bajo el seudónimo de “El Caballero del azul”.
En
la década de los 20 conoció a su esposa, Carlota O’Neill, de origen mexicano y
feminista de izquierdas, que le dio una nueva visión del mundo.
Obtuvo
varias recompensas por su actividad en la guerra de África y Alfonso XIII le
nombró caballero de primera clase de la Orden del Mérito Militar.
En
1930, cuando ocurrieron los sucesos de Jaca, él estaba destinado en la base de
Getafe. En esa misma base, intentaron sublevarse ramón Franco, Hidalgo de
Cisneros y Queipo de Llano. Los oficiales le pidieron al jefe de la base que
les permitiera no disparar sobre los sublevados. Así, éstos pudieron escapar a
Portugal y los oficiales, entre ellos Leret, fueron acusados de rebelión
militar y encarcelados por ello.
Con
la llegada de la II República fueron amnistiados y volvió al servicio activo.
En
1932 fue destinado a la base de hidroaviones del Atalayón, a orillas de la Mar
chica, en Melilla.
En
1934 su Escuadrilla Dornier dio la primera vuelta a España.
Ese
mismo año tuvo un problema, pues fue expedientado a causa de un escrito que
envió al general Romerales, preguntando si se había derogado la norma que obligaba
a los militares a no afiliarse a ningún partido político.
Mientras
estuvo encarcelado por ello, se dedicó a diseñar un original motor a reacción,
muy revolucionario en aquella época, el cual patentó en 1935. También aprendió
a hablar árabe y francés.
Ya
en libertad, a causa de la amnistía dictada por el nuevo Gobierno del Frente
Popular, expuso su proyecto de reactor al general Núñez de Prado, director
general de Aeronáutica y al mismo Azaña, presidente de la República. Parece ser
que lo dejaron en manos de un comité de expertos a los cuales les pareció muy interesante.
A mediados de
junio del 36 se inició la construcción de un modelo experimental en los
talleres Hispano-Suiza, para probarlo a mediados de septiembre.
La familia se
fue de vacaciones de verano a Melilla y el 17/07/1936, víspera del
pronunciamiento militar, ostentaba el mando accidental de su base en Melilla.
Al
ser atacada la base por un tabor de regulares, la defendió produciendo en el
otro bando los primeros muertos militares de la guerra.
Tras
la llegada de refuerzos a los asaltantes, optó por rendir la base a causa de la
gran superioridad del enemigo.
Según
el informe oficial, fue capturado y llevado al fuerte de Rostrogordo, donde fue
fusilado el día 23, en compañía de 2 alféreces bajo su mando.
Sin
embargo, se supo más tarde que eso era falso. Parece ser que uno de los
oficiales sublevados declaró que había sido fusilado el día 18, semidesnudo y
con un brazo roto, junto con esos 2 alféreces.
Muy
posiblemente, fue el primer oficial fusilado por el bando nacional durante la
guerra civil.
Al
enterarse en Madrid, el Gobierno de la II República, le ascendió a comandante a
título póstumo.
Su
esposa también fue arrestada, separada de sus hijas y juzgada en un Consejo de Guerra. Allí fue
condenada a 6 años de prisión, acusada de unas cosas que hoy nos producirían
risa, como ser la causante de la conducta de su marido y saber hablar ruso.
Tardó
bastante en recuperar a sus hijas y luego se fue exiliada primero a Venezuela y
luego a México, donde escribió su experiencia personal en “Una mujer en la
guerra de España”.
Parece
ser que Carlota pudo recuperar los planos del motor proyectado por su marido y
los tuvo escondidos hasta que salió en libertad. Luego depositó los mismos en
el consulado británico, para que no cayeran en poder de Franco y luego de los
nazis.
Perdió
todo contacto con el oficial al que había entregado los planos y nunca más supo
de ellos hasta que el Reino Unido empezó a desarrollar aviones de este tipo. Se
el ocurrió enviar un escrito para que reconocieran el invento de su marido,
pero nunca le contestaron.
Sus hijas han seguido
luchando para que el Gobierno reconociera que su padre había sido una víctima
del franquismo y para que figurara como uno de los inventores pioneros
españoles en este sector. Ni siquiera han llegado a conocer dónde está enterrado.
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