Como veo que a algunos les han
quedado algunas dudas sobre la actuación de algunos diplomáticos extranjeros durante
la guerra civil española, voy a mencionar los hechos de estos y también que
deberían de haberles hecho un homenaje, porque salvaron muchas vidas.
Por tanto, también había muchos
diplomáticos de vacaciones y habían dejado a cargo de sus respectivas embajadas
y consulados a funcionarios de un segundo nivel o, incluso, a diplomáticos
honorarios. Como fue el caso de Félix Schlayer.
Durante la Restauración y hasta
la época franquista, existió lo que se llamaba el Ministerio de jornada, que consistía
en que, durante el verano, los ministros también se iban de vacaciones y sólo
se quedaba uno de ellos cerca del gobernante, que hubiera en cada momento, que
también se hallaba de vacaciones.
Por ello, muchos diplomáticos
solían trasladarse, generalmente, a San Sebastián, para estar más cerca de los
monarcas y del ministro de jornada. El cual solía ser el ministro de Estado,
pero luego se fue turnando con los demás ministros.
Por tanto, en 1936, el papel de
decano le correspondió al embajador de Chile, Aurelio Núñez Morgado. Éste solía
realizar reuniones en la sede de su embajada, sita en la calle del Prado, muy
cerca del Ateneo de Madrid, y parece que se alcanzaron bastantes acuerdos.
Incluso, después de la llegada del embajador de la URSS, el cual siempre se
opuso a dar asilo a los perseguidos por los milicianos.
Curiosamente, no fueron las primeras potencias mundiales del momento (USA, Reino Unido y la URSS) las que tomaron la iniciativa de proteger a los perseguidos, sino otros países, como Noruega, Argentina y Chile.
Aunque, también es verdad, que se
dieron algunos casos, como el del diplomático británico Edwin Christopher
Lance, al que dediqué otro de mis artículos, que protegió y consiguió evacuar a
muchos refugiados del Madrid sitiado.
De hecho, en mi anterior
artículo, ya he mencionado el papel de Félix Schlayer, como representante de
Noruega, en el papel de protección de cientos de perseguidos por los
milicianos. Así, se barajan cifras entre 6.000 y 12.000 protegidos en las sedes
diplomáticas en Madrid.
Curiosamente, al final de la guerra, ocurrió lo contrario, pues ahora fueron los republicanos los que pidieron asilo en las diferentes sedes diplomáticas madrileñas.
Aunque la mayoría de ellos no eran personajes importantes, ya que esos consiguieron huir antes del final de la guerra.
Desgraciadamente, también se
registraron algunos casos de violaciones de sedes diplomáticas, como las de
Finlandia, Brasil o Turquía, tras las que detuvieron a los allí refugiados.
Incluso, como ya comenté en otro
de mis artículos, a un ingenioso mayor de milicias, llamado Antonio Verardini,
se le ocurrió la idea de montar la Embajada de Siam, un país inexistente.
Tampoco el personal diplomático y
sus familias estuvieron a salvo de las iras de los milicianos.
En diciembre de 1936, Jacques de
Borchgrave, diplomático belga, fue secuestrado, tras salir de su embajada en su
coche oficial y, pocos días más tarde, su cadáver fue localizado en una fosa en
el Cementerio de Fuencarral. Tenía dos disparos en la espalda y otro en la parte
posterior del cráneo. Esto provocó una grave crisis entre los dos gobiernos,
que dio lugar al reconocimiento del Gobierno de Franco, por parte del Gobierno
belga.
No obstante, estos diplomáticos
actuaron, conjuntamente, con la Cruz Roja Internacional y consiguieron la
realización de evacuaciones y canjes de prisioneros de ambos bandos.
Ya mencioné en otro de mis artículos la labor del periodista francés Louis Delaprée y el médico suizo George Henny, los cuales, aunque su avión fue derribado por cazas soviéticos, consiguieron que sus informes llegasen a la sede central de la Cruz Roja Internacional en Ginebra y se supiera lo que estaba ocurriendo en España.
Volviendo a Schlayer, parece ser
que logró proteger a tantos refugiados, porque, aparte de utilizar, para ello,
el local de la embajada y la residencia del embajador, también ocupó el resto
de las viviendas de ese edificio de 7 plantas, que se hallaban vacías, porque
sus propietarios habían conseguido huir a tiempo de Madrid o porque, al
comienzo de la guerra, ya se hallaban de vacaciones fuera de Madrid.
Según el diplomático argentino
Edgardo Pérez Quesada: “Si tuviéramos que escoger entre nosotros un símbolo de
la gestión humanitaria realizada en Madrid, ese símbolo no sería otro que el
del doctor Schlayer. Si tuviéramos que señalar ante el mundo un ejemplo de
superación, sería el suyo”.
Curiosamente, en la misma calle
José Abascal, donde se hallaba el edificio de la Embajada de Noruega en Madrid,
también estaba la sede central del Socorro Rojo Internacional y la delegación
del Comité de la Cruz Roja Internacional.
Incluso, en el mismo barrio de Chamberí, donde se hallaba esa sede diplomática, se calcula que había unas 40 checas de las 400, que hubo en todo Madrid. Así que era difícil poder entrar en las sedes diplomáticas, porque estaban muy bien vigiladas por los policías.
Aparte de Schlayer y Pérez
Quesada, otros diplomáticos extranjeros, que consiguieron salvar las vidas de
muchos refugiados fueron el checoslovaco Zdenko Formanek y los chilenos Aurelio
Núñez Morgado y Carlos Morla Lynch. Estos diplomáticos chilenos llegaron a alojar
a unos 2.000 refugiados.
Incluso, llegaron a mediar para intentar poner fin a la guerra civil y a los bombardeos indiscriminados sobre Madrid y otras ciudades españolas.
También intercedieron para que dejasen salir a las mujeres y los niños, asediados en el interior del Alcázar de Toledo. Desgraciadamente, no tuvieron éxito.Hay que decir que el anterior
ministro de Estado, Augusto Barcia, fue partidario de la mediación de los
diplomáticos. Sin embargo, su sucesor, Álvarez del Vayo, siempre se opuso a
cualquier intento de evacuar a los refugiados en las sedes diplomáticas. Incluso,
exigió a los respectivos gobiernos, la retirada de los diplomáticos, que
estaban dando asilo a los refugiados.
Curiosamente, Morla Lynch fue un
prestigioso escritor y solía organizar tertulias en su domicilio madrileño de
Hermanos Bécquer, 8 con numerosos colegas de la famosa Generación del 27. Pues
en esa misma calle fue donde luego vivieron el almirante Carrero Blanco y, posteriormente,
la viuda de Franco.
Otra curiosidad es que uno de los
muchos refugiados por Félix Schlayer fue José María Otero de Navascués, marino
militar y, posteriormente, el responsable del intento de construir una bomba
atómica en España.
Nació en 1889 en Praga y parece
ser que perteneció a una familia acomodada y muy católica, aunque algunos
autores dicen que era de origen judío.
Estudio Derecho e ingresó en el
cuerpo diplomático de su país, tras la I Guerra Mundial.
En 1928 fue nombrado primer
secretario de la Embajada de Checoslovaquia en España y, en varias ocasiones,
fue nombrado encargado de negocios, durante las ausencias del embajador. En ese
puesto estaba al comienzo de la guerra civil española.
Curiosamente, como Checoslovaquia
era uno de los pocos países que se mostró dispuesto a vender armas al Gobierno
republicano, aprovechó esas buenas relaciones para conseguir la evacuación de
muchos de sus asilados hasta Valencia, donde embarcaron en una nave con destino
a Marsella y luego cada uno se fue donde quiso.
Sin embargo, en octubre de 1937, los servicios de Inteligencia republicanos incautaron unas cartas, donde se demostraba que Formanek estaba en contacto con Schlayer, que ahora residía en San Sebastián y desde allí coordinaban el asilo y la evacuación de los refugiados. Por ello, las autoridades republicanas exigieron su expulsión, la cual tuvo lugar en enero de 1938, regresando a Praga.
En enero de 1939, el Gobierno
checoslovaco reconoció al Gobierno de Franco y Formanek fue, nuevamente,
destinado a España.
Sin embargo, a mediados de ese
mes, su país fue invadido por Alemania y el Gobierno español cedió su sede
diplomática en España a la Embajada de Alemania.
Así que Formanek, aunque las
autoridades franquistas le permitieron seguir residiendo en España, pasó a
formar parte, en calidad de consejero, del Gobierno checoslovaco en el exilio,
el cual tenía su sede en Londres.
Incluso, fue condecorado por el Gobierno español por su labor por haber protegido a cientos de refugiados, durante la guerra civil española.
Durante la posguerra española,
también hizo muchas gestiones para impedir que los soldados checos,
pertenecientes a las Brigadas Internacionales, que se hallaban presos en
nuestro país, fueran entregados a los alemanes. Algo en lo que tuvo mucho
éxito.
En 1946, el nuevo Gobierno de
Checoslovaquia rompió sus relaciones con el Gobierno de Franco, reconociendo,
solamente, al Gobierno republicano en el exilio.
Posteriormente, la llegada de los
comunistas al poder, impidió que Formanek pudiera regresar a su país.
Como siempre fue anticomunista, se
declaró embajador en el exilio de una Checoslovaquia libre. Eso dio lugar a que
muchos compatriotas suyos, que habían huido de su país, acudieran a él para
pedirle asesoramiento y ayuda.
Tal y como le exigieron las
autoridades franquistas, llevó una vida muy discreta en España, falleciendo en Madrid
en 1954.
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Siempre tan interesantes y tan documentadas tus publicaciones. Gracias Juan!
ResponderEliminarGracias a tí.
EliminarSoy Zorbello, de x. Me encantan estas historias tan fascinantes porque trabajé hace años en una embajada y me trae gratos recuerdos y es apasionante lo que pasa detrás de las bambalinas
ResponderEliminarSerá lo que siempre se ha llamado la diplomacia secreta. Muchas gracias por tu comentario y saludos.
EliminarSiempre tan
ResponderEliminarSiempre tan apasionante e interesante historias del pasado y bien documentado para ilustrarnos. Gracias
ResponderEliminarMuchas gracias.
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