sábado, 26 de octubre de 2024

LA ACTUACIÓN DEL CUERPO DIPLOMÁTICO EN EL MADRID SITIADO

 

Como veo que a algunos les han quedado algunas dudas sobre la actuación de algunos diplomáticos extranjeros durante la guerra civil española, voy a mencionar los hechos de estos y también que deberían de haberles hecho un homenaje, porque salvaron muchas vidas.

La guerra civil comenzó en pleno verano, no por mero capricho, sino con la intención de pillar de vacaciones a los muchos militares, que podrían haberles hecho frente a los sublevados y así no les sería muy fácil incorporarse a sus unidades.

Por tanto, también había muchos diplomáticos de vacaciones y habían dejado a cargo de sus respectivas embajadas y consulados a funcionarios de un segundo nivel o, incluso, a diplomáticos honorarios. Como fue el caso de Félix Schlayer.

Durante la Restauración y hasta la época franquista, existió lo que se llamaba el Ministerio de jornada, que consistía en que, durante el verano, los ministros también se iban de vacaciones y sólo se quedaba uno de ellos cerca del gobernante, que hubiera en cada momento, que también se hallaba de vacaciones.

Por ello, muchos diplomáticos solían trasladarse, generalmente, a San Sebastián, para estar más cerca de los monarcas y del ministro de jornada. El cual solía ser el ministro de Estado, pero luego se fue turnando con los demás ministros.

Tradicionalmente, en España, el papel de decano del Cuerpo Diplomático, personaje que suele hablar al Gobierno en nombre de todos los embajadores, siempre se le ha dado al nuncio del Vaticano. Sin embargo, tras proclamarse la II República, se otorgó este papel al más antiguo de los embajadores ante el Gobierno republicano.

Por tanto, en 1936, el papel de decano le correspondió al embajador de Chile, Aurelio Núñez Morgado. Éste solía realizar reuniones en la sede de su embajada, sita en la calle del Prado, muy cerca del Ateneo de Madrid, y parece que se alcanzaron bastantes acuerdos. Incluso, después de la llegada del embajador de la URSS, el cual siempre se opuso a dar asilo a los perseguidos por los milicianos.

Curiosamente, no fueron las primeras potencias mundiales del momento (USA, Reino Unido y la URSS) las que tomaron la iniciativa de proteger a los perseguidos, sino otros países, como Noruega, Argentina y Chile.

Aunque, también es verdad, que se dieron algunos casos, como el del diplomático británico Edwin Christopher Lance, al que dediqué otro de mis artículos, que protegió y consiguió evacuar a muchos refugiados del Madrid sitiado.

De hecho, en mi anterior artículo, ya he mencionado el papel de Félix Schlayer, como representante de Noruega, en el papel de protección de cientos de perseguidos por los milicianos. Así, se barajan cifras entre 6.000 y 12.000 protegidos en las sedes diplomáticas en Madrid.

Curiosamente, al final de la guerra, ocurrió lo contrario, pues ahora fueron los republicanos los que pidieron asilo en las diferentes sedes diplomáticas madrileñas.


Aunque la mayoría de ellos no eran personajes importantes, ya que esos consiguieron huir antes del final de  la guerra.

Desgraciadamente, también se registraron algunos casos de violaciones de sedes diplomáticas, como las de Finlandia, Brasil o Turquía, tras las que detuvieron a los allí refugiados.

Incluso, como ya comenté en otro de mis artículos, a un ingenioso mayor de milicias, llamado Antonio Verardini, se le ocurrió la idea de montar la Embajada de Siam, un país inexistente.

Allí, con la complicidad de un personaje, llamado Alfonso López de Letona, antiguo ayudante de Antonio Goicoechea, se fue atrayendo a mucha gente buscada por los milicianos. La cosa terminó en un asalto de esa falsa sede diplomática, la detención y el fusilamiento de casi todos los allí refugiados.

Tampoco el personal diplomático y sus familias estuvieron a salvo de las iras de los milicianos.

En diciembre de 1936, Jacques de Borchgrave, diplomático belga, fue secuestrado, tras salir de su embajada en su coche oficial y, pocos días más tarde, su cadáver fue localizado en una fosa en el Cementerio de Fuencarral. Tenía dos disparos en la espalda y otro en la parte posterior del cráneo. Esto provocó una grave crisis entre los dos gobiernos, que dio lugar al reconocimiento del Gobierno de Franco, por parte del Gobierno belga.

También he mencionado en otro de mis artículos la detención y asesinato de las hermanas Dolores y Consuelo Aguiar-Mella Díaz, hermanas del vicecónsul de Uruguay, que supuso la ruptura de las relaciones diplomáticas entre ambos países.

No obstante, estos diplomáticos actuaron, conjuntamente, con la Cruz Roja Internacional y consiguieron la realización de evacuaciones y canjes de prisioneros de ambos bandos.

Ya mencioné en otro de mis artículos la labor del periodista francés Louis Delaprée y el médico suizo George Henny, los cuales, aunque su avión fue derribado por cazas soviéticos, consiguieron que sus informes llegasen a la sede central de la Cruz Roja Internacional en Ginebra y se supiera lo que estaba ocurriendo en España.

Volviendo a Schlayer, parece ser que logró proteger a tantos refugiados, porque, aparte de utilizar, para ello, el local de la embajada y la residencia del embajador, también ocupó el resto de las viviendas de ese edificio de 7 plantas, que se hallaban vacías, porque sus propietarios habían conseguido huir a tiempo de Madrid o porque, al comienzo de la guerra, ya se hallaban de vacaciones fuera de Madrid.

Según el diplomático argentino Edgardo Pérez Quesada: “Si tuviéramos que escoger entre nosotros un símbolo de la gestión humanitaria realizada en Madrid, ese símbolo no sería otro que el del doctor Schlayer. Si tuviéramos que señalar ante el mundo un ejemplo de superación, sería el suyo”.

Curiosamente, en la misma calle José Abascal, donde se hallaba el edificio de la Embajada de Noruega en Madrid, también estaba la sede central del Socorro Rojo Internacional y la delegación del Comité de la Cruz Roja Internacional.

Incluso, en el mismo barrio de Chamberí, donde se hallaba esa sede diplomática, se calcula que había unas 40 checas de las 400, que hubo en todo Madrid. Así que era difícil poder entrar en las sedes diplomáticas, porque estaban muy bien vigiladas por los policías.

Aparte de Schlayer y Pérez Quesada, otros diplomáticos extranjeros, que consiguieron salvar las vidas de muchos refugiados fueron el checoslovaco Zdenko Formanek y los chilenos Aurelio Núñez Morgado y Carlos Morla Lynch. Estos diplomáticos chilenos llegaron a alojar a unos 2.000 refugiados.

Incluso, llegaron a mediar para intentar poner fin a la guerra civil y a los bombardeos indiscriminados sobre Madrid y otras ciudades españolas.

También intercedieron para que dejasen salir a las mujeres y los niños, asediados en el interior del Alcázar de Toledo. Desgraciadamente, no tuvieron éxito.

Hay que decir que el anterior ministro de Estado, Augusto Barcia, fue partidario de la mediación de los diplomáticos. Sin embargo, su sucesor, Álvarez del Vayo, siempre se opuso a cualquier intento de evacuar a los refugiados en las sedes diplomáticas. Incluso, exigió a los respectivos gobiernos, la retirada de los diplomáticos, que estaban dando asilo a los refugiados.

Curiosamente, Morla Lynch fue un prestigioso escritor y solía organizar tertulias en su domicilio madrileño de Hermanos Bécquer, 8 con numerosos colegas de la famosa Generación del 27. Pues en esa misma calle fue donde luego vivieron el almirante Carrero Blanco y, posteriormente, la viuda de Franco.

Otra curiosidad es que uno de los muchos refugiados por Félix Schlayer fue José María Otero de Navascués, marino militar y, posteriormente, el responsable del intento de construir una bomba atómica en España.

Para terminar, voy a mencionar el caso del diplomático checoslovaco Zdenko Formanek, porque ahí podemos contemplar la convulsa historia de su país.

Nació en 1889 en Praga y parece ser que perteneció a una familia acomodada y muy católica, aunque algunos autores dicen que era de origen judío.

Estudio Derecho e ingresó en el cuerpo diplomático de su país, tras la I Guerra Mundial.

En 1928 fue nombrado primer secretario de la Embajada de Checoslovaquia en España y, en varias ocasiones, fue nombrado encargado de negocios, durante las ausencias del embajador. En ese puesto estaba al comienzo de la guerra civil española.

Por ello, actuando de acuerdo con los miembros de otras embajadas, dio asilo a más de 200 personas, que se hallaban en peligro de ser asesinadas.

Curiosamente, como Checoslovaquia era uno de los pocos países que se mostró dispuesto a vender armas al Gobierno republicano, aprovechó esas buenas relaciones para conseguir la evacuación de muchos de sus asilados hasta Valencia, donde embarcaron en una nave con destino a Marsella y luego cada uno se fue donde quiso.

Sin embargo, en octubre de 1937, los servicios de Inteligencia republicanos incautaron unas cartas, donde se demostraba que Formanek estaba en contacto con Schlayer, que ahora residía en San Sebastián y desde allí coordinaban el asilo y la evacuación de los refugiados. Por ello, las autoridades republicanas exigieron su expulsión, la cual tuvo lugar en enero de 1938, regresando a Praga.

En enero de 1939, el Gobierno checoslovaco reconoció al Gobierno de Franco y Formanek fue, nuevamente, destinado a España.

Sin embargo, a mediados de ese mes, su país fue invadido por Alemania y el Gobierno español cedió su sede diplomática en España a la Embajada de Alemania.

Así que Formanek, aunque las autoridades franquistas le permitieron seguir residiendo en España, pasó a formar parte, en calidad de consejero, del Gobierno checoslovaco en el exilio, el cual tenía su sede en Londres.

Incluso, fue condecorado por el Gobierno español por su labor por haber protegido a cientos de refugiados, durante la guerra civil española.

Durante la posguerra española, también hizo muchas gestiones para impedir que los soldados checos, pertenecientes a las Brigadas Internacionales, que se hallaban presos en nuestro país, fueran entregados a los alemanes. Algo en lo que tuvo mucho éxito.

En 1946, el nuevo Gobierno de Checoslovaquia rompió sus relaciones con el Gobierno de Franco, reconociendo, solamente, al Gobierno republicano en el exilio.

Posteriormente, la llegada de los comunistas al poder, impidió que Formanek pudiera regresar a su país.

Como siempre fue anticomunista, se declaró embajador en el exilio de una Checoslovaquia libre. Eso dio lugar a que muchos compatriotas suyos, que habían huido de su país, acudieran a él para pedirle asesoramiento y ayuda.

Tal y como le exigieron las autoridades franquistas, llevó una vida muy discreta en España, falleciendo en Madrid en 1954.

 

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7 comentarios:

  1. Siempre tan interesantes y tan documentadas tus publicaciones. Gracias Juan!

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  2. Soy Zorbello, de x. Me encantan estas historias tan fascinantes porque trabajé hace años en una embajada y me trae gratos recuerdos y es apasionante lo que pasa detrás de las bambalinas

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    1. Será lo que siempre se ha llamado la diplomacia secreta. Muchas gracias por tu comentario y saludos.

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  3. Siempre tan apasionante e interesante historias del pasado y bien documentado para ilustrarnos. Gracias

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