ESCRIBANO MONACAL

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UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

lunes, 24 de junio de 2024

SANCHO VII EL FUERTE, REY DE NAVARRA

 

Hoy voy a narrar la historia de un monarca navarro poco conocido a nivel nacional, pero que, seguramente, a muchos os sonará su imagen, ya que aparece en un famoso cuadro sobre la trascendental batalla de Las Navas de Tolosa.

Sancho VII nació en 1154, posiblemente, en Tudela (Navarra). Sus padres
fueron Sancho VI, apodado el sabio. Un rey muy querido entre los navarros. Mientras que su madre fue Sancha, hija de Alfonso VII, rey de Castilla.

De ese matrimonio nacieron 5 hijos, siendo nuestro personaje el primogénito. A él le siguieron Fernando, que murió joven a causa de un accidente cuando montaba a caballo; Constanza, que también murió joven; Berenguela, que casó en 1191, en Chipre, con el famoso rey inglés Ricardo corazón de león y Blanca, casada con Teobaldo III, conde de Champaña, cuyo hijo fue Teobaldo I de Navarra.

Por lo visto, los reyes de la dinastía Jimena, a la que pertenecían, debían ser gente muy longeva para aquella época. Eso explicaría que nuestro personaje no llegó a reinar hasta que cumplió los 40 años y murió, a pesar de sus muchos achaques, con 80 años.

Fue llamado el fuerte, porque era un tipo corpulento y de una gran estatura. Aparte de que algún contemporáneo suyo lo calificó como muy obstinado.

Parece ser que, en el siglo XVII, se abrió su tumba y, al medir el tamaño de su fémur, se calculó que podría medir en torno a los 2,20m. Una altura muy impresionante.

No obstante, a pesar de no haber ceñido la corona, participó en varias campañas bélicas en el sur de Francia, en apoyo su cuñado, el mencionado rey Ricardo I de Inglaterra, ya que éste poseía muchas posesiones en esa zona, heredadas de su madre, Leonor de Aquitania.

En la primera de esas campañas consiguió vencer a Ramón V, conde de Toulouse y cabecilla de la revuelta contra el rey inglés.

En la segunda guerra se trataba de expulsar al rey de Francia, por haber ocupado varios territorios que eran de Ricardo I de Inglaterra.

No hay que olvidar que a Navarra le interesaba la alianza con Inglaterra para impedir que su territorio se lo repartieran entre Castilla y Aragón.

En 1194, a la muerte de su padre, llegó al trono de Navarra. No hay que decir que el difunto dejó el listón bastante alto, pues tomó muchas medidas que beneficiaron a sus súbditos.

No obstante, Sancho VII, siguió aguantando la presión ejercida sobre Navarra, por parte de Castilla. Ello dio lugar a que los navarros perdieran algunas zonas de Álava y Guipúzcoa.

En 1195, parece ser que el rey Alfonso VIII de Castilla confió en derrotar fácilmente a los almohades. Sin embargo, estos le derrotaron de una manera aplastante en la batalla de Alarcos.

Esta derrota fue aprovechada por León y  Navarra para ajustar viejas cuentas e intentar aprovechar la ocasión para recuperar varios territorios que les habían sido arrebatados por Castilla.

Incluso, parece ser que llegaron a firmar un acuerdo con los almohades para que no ayudasen a Castilla.

Aunque parezca mentira, en aquella época, muchos reyes cristianos solían firmar acuerdos con los reyes moros, como si fueran otros reyes cristianos.

Evidentemente, estas cosas no las aprobaban los Papas. Así que Celestino III consiguió que se reunieran los reyes de Castilla, Navarra y Aragón en un lugar neutral.

De esa manera, consiguió que Navarra se retirase de los territorios que había ocupado. A cambio, reconoció a Sancho VII como rey de Navarra y así dejaría de ser vasallo de Castilla.

Parece ser que el convenio duró poco tiempo, pues volvieron a surgir las rencillas entre los reinos cristianos. Así, Castilla y Aragón se volvieron a poner de acuerdo para atacar y ocupar Navarra.

Sancho VII se veía derrotado, pero consiguió una tregua, in extremis, cuando firmó un acuerdo por el que una infanta de Navarra se casaría con el rey de Aragón.

Sin embargo, Alfonso VIII siguió con su ofensiva, ocupando varias localidades y poniendo asedio sobre Vitoria, la cual resistió durante varios meses.

Eso dio lugar a que Sancho VII viajara hasta los dominios de los almohades para pedirles que atacasen el sur del reino de Castilla. Eso provocaría que los castellanos tuvieran que levantar el cerco sobre Vitoria.

Parece ser que no tuvo mucho éxito, pues los almohades estaban luchando entre sí y no le apoyaron. Así que dio la orden de que se rindiese Vitoria.

La pérdida de esos territorios vascos provocó que Sancho VII decidiera expandir su reino por territorios más allá de los Pirineos, ya que se había quedado sin salidas al mar.

Tras la muerte de Ricardo corazón de león, tomó partido en la guerra entre los reyes de Inglaterra y Francia. Lógicamente, luchó en el bando inglés, mientras que Alfonso VIII se decidió por el francés.

 En 1207, la derrota de los franceses y los castellanos dio lugar a la firma de un tratado con Alfonso VIII, por el que éste y el rey de Navarra olvidaban sus reivindicaciones territoriales.

También llegó a un acuerdo con el rey de Inglaterra por el que los navarros podían utilizar el puerto de Bayona y a los comerciantes de esa ciudad se les permitiría comerciar en Navarra.

Ese período de paz dio lugar a un superávit en la hacienda pública y eso mejoró también sus relaciones con otros reinos. Por ejemplo, le dio varios préstamos a Pedro II de Aragón, que siempre andaba endeudado.

En 1211, Alfonso VIII fijó sus objetivos en controlar los pasos de Sierra Morena e impedir las aceifas o asaltos de los moros en la zona de la Mancha.

El nuevo Papa, Inocencio III, que era un tipo con unas ideas muy claras, ordenó que se predicara para convertir esa campaña en una cruzada.

Parece ser que los reyes cristianos no estaban por la labor de meterse en nuevas guerras, así que el Papa tuvo que persuadirlos, amenazándoles con la excomunión. Este Papa fue el mismo que ordenó la cruzada contra los cátaros o albigenses y también el que reconoció a la Orden franciscana. Hace tiempo, le dediqué otro de mis artículos.

De esa manera consiguió que, en un principio, Pedro II de Aragón se incorporase con sus tropas a esa expedición.

Sin embargo, a Sancho VII le costó más decidirse. Algunos dicen que pudo ser porque las treguas con Castilla finalizaban a finales de ese año y una derrota castellana le podría servir para recuperar algunas localidades que reivindicaba para Navarra.

No obstante, aunque ya había comenzado la marcha, se incorporó a ella, pero sólo con unos 200 caballeros.

Sin embargo, los reyes de León y de Portugal se negaron a aportar tropas para esa expedición. No obstante, permitieron que fueran los caballeros que quisieran, a título personal.

El rey de León se fue de vacaciones a la localidad de Babia. De ahí viene el dicho de “estar en Babia”.

También se unieron algunos caballeros extranjeros, pero, como no les permitieron saquear las localidades por donde iban pasando, la mayoría de ellos dio media vuelta y regresó a sus respectivos países.

Una vez llegado el Ejército cristiano a las Navas de Tolosa, en principio, no encontraban ningún camino que no estuviera controlado por los moros.

Según dice la leyenda, un pastor se acercó al campamento cristiano y guió a estas tropas por un paso por el que consiguieron colocarse detrás de las tropas moras.

Una vez iniciada la batalla, Sancho VII se situó en el ala derecha, al mando de la caballería. Mientras que Pedro II, estaba en el ala izquierda y Alfonso VIII en el centro.

La táctica habitual de los moros era atacar y dar media vuelta para atraer al enemigo hacia su campo. Posteriormente, surgían más moros por las alas, que rodeaban a los cristianos y los derrotaban. Tal y como ocurrió en Alarcos.

Sin embargo, cuando Alfonso VIII vio que le iban a hacer lo mismo, ordenó un ataque con todas sus reservas, incluidos varios obispos, que le acompañaban, para impedir que los moros cerrasen su tenaza sobre las tropas cristianas.

Por su parte, Sancho VII optó por atacar la propia tienda, donde se hallaba An-Nasir, el califa de los almohades, la cual estaba defendida por esclavos negros armados con lanzas y encadenados, para que no huyeran. Ese es el momento, que aparece retratado en el mencionado cuadro, obra de Marceliano Santa María.

También existe un tapiz con el mismo motivo, expuesto en el Palacio de Navarra, obra de Vicente Pascual, basado en una pintura de Ramón Stolz Viciano, realizada a mediados del siglo XX.

Se cree que fue entonces cuando incorporó las cadenas al escudo de Navarra, aunque otros afirman que fue algo más reciente. Antes de ello, el escudo de Navarra estaba formado por un águila negra sobre fondo amarillo.

Parece ser que, a partir de esa victoria, se olvidaron, durante un tiempo, las desavenencias entre Castilla y Aragón con Navarra. Incluso, les devolvieron algunas localidades que habían ocupado, anteriormente.

Además, como los jefes moros se fueron huyendo a galope tendido, dejaron un gran botín, que saneó, considerablemente, las haciendas de los reinos cristianos.

A base de préstamos, nuestro personaje consiguió comprar una serie de localidades, que le permitieron llegar hasta la frontera con los moros en el Levante español. También le tuvieron que ceder algunos pueblos de Aragón, por no haberle podido devolver varios préstamos. De esa manera, realizó varias expediciones contra los territorios moros, lo cual le reportó un gran botín.

Por otro lado, se aseguró el apoyo de la Iglesia, poniendo a un hijo suyo como obispo de Pamplona. Sancho VII no tuvo hijos legítimos, pero sí varios bastardos a los que fue colocando en puestos importantes.

Sancho VII casó en dos ocasiones, pero, como ya he mencionado, no tuvo hijos de esos dos matrimonios. La única opción que quedaba era que su sustituto fuera su sobrino, Teobaldo de Champaña, con el que nunca tuvo muy buenas relaciones.

En primer lugar, se casó con una hija del conde Raimundo VI de Tolosa. Posteriormente, se casó con una hija del emperador Federico I Barbarroja.

En 1230 tuvo lugar la unión definitiva entre Castilla y León. Eso dio lugar a una vuelta a las presiones hacia Navarra.

Como Sancho VII ya había cumplido los 70 años y no tenía ganas de meterse en guerras, buscó el apoyo de Aragón, donde entonces reinaba Jaime I el conquistador, hijo de Pedro II de Aragón, su compañero en Las Navas de Tolosa.

En 1231, no se le ocurrió otra cosa que firmar un prohijamiento entre ambos reyes. Lo que se tradujo en que, el que sobreviviera se quedaría con ambos reinos. Era de suponer que Sancho fallecería antes, pues Jaime I sólo tenía 22 años.

Por otra parte, aunque se firmó un pacto de ayuda mutua para frenar las intenciones expansionistas de Castilla, Jaime I no podía ayudarle, ya que estaba centrado en la conquista de Valencia.

Parece ser que Sancho VII padeció una úlcera varicosa en una pierna, lo cual le impedía moverse y eso hizo que los últimos años de su reinado los pasara encerrado en su castillo de Tudela. Eso también dio lugar a problemas de obesidad, que le causaron la gota.

Murió en abril de 1234 y, primeramente, fue enterrado en la iglesia de San Nicolás de Tudela. Posteriormente, su cadáver fue trasladado a la Colegiata de Roncesvalles.

Lógicamente, como los navarros no aceptaron el prohijamiento con Jaime I, le sucedió en el trono su sobrino Teobaldo I, apodado el trovador. Con él empezó a reinar en Navarra la dinastía de Champaña y también comenzó la influencia francesa en ese reino.

 

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5 comentarios:

  1. Muy interesante.👏👏👏 Muchas gracias!

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  2. Muchas gracias por su comentario y saludos.

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  3. Interesante y esclarecedor.

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    1. Muchas gracias por su comentario. Si le gusta la Historia, aquí puede leer otros 602 artículos más. Saludos.

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  4. Interesante y esclarecedor.

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