Hace muchos años, tuve la suerte
de ver una película que me llamó mucho la atención. Su nombre era “Mi hija
Hildegart”. Fue dirigida por el conocido actor Fernando Fernán Gómez y
estrenada en España en 1977.
Se
trataba de una historia real, esa que, muchas veces, es bastante más
interesante que cualquier narración inventada.
Aurora
Rodríguez Carballeira fue una mujer de origen gallego, concretamente, nació en
Ferrol en 1890, y era de una familia
acomodada.
Parece ser que
su hermana Josefa fue madre soltera y, tras dar a luz se fue a Madrid. Ella ser
quedó al cuidado de su sobrino, llamado Pepito Arriola, el cual era un superdotado
y estuvo encantada de darle la mejor
formación posible. El problema es que la madre del niño, su hermana, un día se
lo llevó y ella se lo tomó muy mal.
La
razón del cambio de actitud de su hermana era que cuando se enteró de que era un niño prodigio, pues ya
desde la infancia fue un gran músico, volvió a Galicia y se lo llevó con ella a
Madrid.
En
la capital, el niño dio varios conciertos, siendo apadrinado por la reina
regente, María Cristina, la cual le pagó sus estudios en Alemania.
A
primeros del siglo XX, Aurora, también se estableció en Madrid, donde quiso
poner en práctica sus ideas avanzadas
, aunque bastante estrafalarias. Decía que
era socialista, liberal y atea, algo no muy común para una mujer de su tiempo.
Su
ideal era montar una comunidad socialista
al estilo de las organizó Fourier, en
el siglo XIX.
A
partir de ahí, no se le ocurrió otra cosa que ser madre soltera para engendrar
una hija, la cual tendría una gran formación, a fin de que pudiera rivalizar
con cualquier hom
bre y no tuviera que sufrir la opresión del género masculino.
Ya sabemos que, en aquella época, la mujer tenía una consideración muy distinta
de la actual.
Parece
ser que la elección del progenitor de la niña le llevó bastante tiempo, porque
ninguno tenía las cualidades que ella iba buscando. Por fin, lo encontró. Se
trataba nada menos que de un cura, al cual la idea de ella le hizo mucha
gracia. Algunos autores dicen que su nombre era Alberto Pallás.
También
algunos dicen que eligió un cura, porque así no podría reclamar la paternidad
sobre la niña.
Por supuesto,
nunca se le ocurrió vivir con el padre de la niña, porque odiaba profundamente
a los hombres.
Ya embarazada,
se fue a Madrid para vivir sola y donde dio a luz a su hija Hildegart en 1914, en la calle Juanelo, 3.
Parece ser que
nunca fue muy afectuosa con la niña y nunca se la vio que la abrazara o la
besara, no dejando tampoco a nadie que lo hiciera.
A
los 3 años, la niña ya sabía hablar francés, inglés y alemán, aparte del
castellano. No olvidemos que quiso ponerle ese nombre para llamarle “jardín de
sabiduría”.
No
obstante, esa vida tan programada por su madre, también tenía como fin impulsar
la formación y el progreso del proletariado. Iba a ser algo así como un Mesías
femenino.
A
la increíble edad de 13 años, ya terminó el Bachillerato e ingresó en las
juventudes del PSOE y de la UGT. Luego, fue expulsada, en 1932, por publicar una carta en un periódico, donde criticaba la alianza del PSOE con un político reaccionario.
A
los 18 años acabó la carrera de Derecho, con muy buenas notas, e ingresó en el
Partido Republicano Federal. Además, fue
nombrada nada menos que secretaria para la Liga de la Reforma Sexual, cuyo
presidente era Gregorio Marañón.
Sobre
este tema escribió una serie de obras, como “El control de la natalidad”, “La
rebeldía sexual de la juventud”, “Revolución y sexo”, etc. No hará falta decir
que su autor de cabecera era Karl Marx.
También
estudió Filosofía y Letras y Medicina, pero no las acabó, por una razón que
veremos más tarde.
Cuando
la hija empieza a tener un poco de vida
social, pues se dedicaba a dar conferencias, ya que no podía ejercer la
abogacía por no tener aún la mayoría de edad, la relación entre ambas empieza a
deteriorarse.
Siempre
van juntas a todos los actos y la hija, aparte de esas conferencias, se va
haciendo famosa gracias a la publicación de artículos, libros y todo tipo de
folletos.
Está
a favor de la libertad sexual, pero pide la limitación de los embarazos que es
algo que empobrece aún más a la clase obrera.
No
obstante, la madre siempre le prohibió acercarse demasiado a los hombres, por
eso, la llamaban la Virgen Roja.
Era
muy extraño que una persona predicara la libertad sexual para el resto de las
mujeres, cuando ellas dos iban siempre juntas, con una ropa que más parecía del
siglo XIX y vestían casi siempre de negro.
No
obstante, según parece, tuvo una relación epistolar con algunos autores de la
época, como el famoso H.G. Wells, al cual tradujo varias de sus obras al español, que la invitó a visitar el Reino Unido e,
incluso, le ofreció un trabajo.
También,
se comentó que la chica se había enamorado de otro joven, Abel Velilla, miembro
de su mismo partido, aunque otros afirman que la madre la amenazaba
continuamente con suicidarse si se iba y la dejaba sola.
Todo
esto provoca en Aurora, que, a estas alturas, no hará falta decir que estaba
como una cabra, una sensación de que la obra de su vida se le estaba yendo de
las manos. Así que, un mal día, en 1933, no se le ocurrió otra cosa que asesinar
a su hija, disparándole, en su casa de la calle Galileo, de Madrid, 4 tiros con
una pistola, cuando estaba dormida en su cama. Por esa razón, no pudo acabar
Medicina ni Filosofía.
En
el juicio, se mostró absolutamente fría y confesó que repetiría su acción
cuantas veces hiciera falta, porque, para ella, era la salida lógica a esa
situación. Incluso, llegó a decir que la muerte se había producido de común
acuerdo.
Según
ella, tenía derecho a hacerlo, porque era la obra de su vida. Igual que un
escultor puede romper una de sus obras si no le gusta como le ha quedado.
Su
criada, Julia García Sanz, confesó años después que, antes de cometer el crimen, Aurora sometió a
su hija a un encierro domiciliario. Le cortó todo contacto con el exterior, a
base de cortarle el teléfono, privarle de su correspondencia y no dejarla salir
a la calle.
Fue
condenada a ser encerrada en un sanatorio psiquiátrico durante 26 años. Allí,
unas veces se mostraba de una forma violenta con los demás y otras proponía
algunas reformas en el centro e, incluso, repartía regalos entre sus
compañeras, pues su situación económica siempre fue buena.
Al
comenzar la guerra civil, un día abrieron las puertas del sanatorio de
Ciempozuelos, huyendo la mayoría de los pacientes. A partir de ahí, se pierde
la pista de Aurora.
Otros
autores afirman que Aurora siguió en ese psiquiátrico, donde terminó sus días
en 1955, a causa de un cáncer.
Como más o menos dijo Sidney Poitier, a través de su personaje de John Prentice en "Adivina quién viene esta noche" (1967) "los padres que traen hijos al mundo están obligados a hacer lo posible para que éstos sean libres". Yo quiero añadir que si en algún momento los hijos se desvían de los planes que tenían para ellos sus progenitores, alguien debería decirles que los hijos tienen que vivir su propia vida, no la de otros, ya sean felices o no.
ResponderEliminarEso me suena de algo.
ResponderEliminarSaludos.