jueves, 26 de septiembre de 2013

UNA GRAN DESCONOCIDA: HILDEGART RODRIGUEZ



Hace muchos años, tuve la suerte de ver una película que me llamó mucho la atención. Su nombre era “Mi hija Hildegart”. Fue dirigida por el conocido actor Fernando Fernán Gómez y estrenada en España en 1977.
            Se trataba de una historia real, esa que, muchas veces, es bastante más interesante que cualquier narración inventada.
            Aurora Rodríguez Carballeira fue una mujer de origen gallego, concretamente, nació en Ferrol en 1890,  y era de una familia acomodada.
Parece ser que su hermana Josefa fue madre soltera y, tras dar a luz se fue a Madrid. Ella ser quedó al cuidado de su sobrino, llamado Pepito Arriola, el cual era un superdotado y  estuvo encantada de darle la mejor formación posible. El problema es que la madre del niño, su hermana, un día se lo llevó y ella se lo tomó muy mal.
            La razón del cambio de actitud de su hermana era que cuando  se enteró de que era un niño prodigio, pues ya desde la infancia fue un gran músico, volvió a Galicia y se lo llevó con ella a Madrid.
            En la capital, el niño dio varios conciertos, siendo apadrinado por la reina regente, María Cristina, la cual le pagó sus estudios en Alemania.
            A primeros del siglo XX, Aurora, también se estableció en Madrid, donde quiso poner en práctica sus ideas avanzadas
, aunque bastante estrafalarias. Decía que era socialista, liberal y atea, algo no muy común para una mujer de su tiempo.
            Su ideal era montar una comunidad socialista
al estilo de las organizó Fourier, en el siglo XIX.
            A partir de ahí, no se le ocurrió otra cosa que ser madre soltera para engendrar una hija, la cual tendría una gran formación, a fin de que pudiera rivalizar con cualquier hom
bre y no tuviera que sufrir la opresión del género masculino. Ya sabemos que, en aquella época, la mujer tenía una consideración muy distinta de la actual.
            Parece ser que la elección del progenitor de la niña le llevó bastante tiempo, porque ninguno tenía las cualidades que ella iba buscando. Por fin, lo encontró. Se trataba nada menos que de un cura, al cual la idea de ella le hizo mucha gracia. Algunos autores dicen que su nombre era Alberto Pallás.
            También algunos dicen que eligió un cura, porque así no podría reclamar la paternidad sobre la niña.
Por supuesto, nunca se le ocurrió vivir con el padre de la niña, porque odiaba profundamente a los hombres.
Ya embarazada, se fue a Madrid para vivir sola y donde dio a luz a su hija Hildegart  en 1914, en la calle Juanelo, 3.
Parece ser que nunca fue muy afectuosa con la niña y nunca se la vio que la abrazara o la besara, no dejando tampoco a nadie que lo hiciera.
            A los 3 años, la niña ya sabía hablar francés, inglés y alemán, aparte del castellano. No olvidemos que quiso ponerle ese nombre para llamarle “jardín de sabiduría”.
            No obstante, esa vida tan programada por su madre, también tenía como fin impulsar la formación y el progreso del proletariado. Iba a ser algo así como un Mesías femenino.
            A la increíble edad de 13 años, ya terminó el Bachillerato e ingresó en las juventudes del PSOE y de la UGT. Luego, fue expulsada, en 1932, por publicar una carta en un periódico, donde criticaba la alianza del PSOE con un político reaccionario.
            A los 18 años acabó la carrera de Derecho, con muy buenas notas, e ingresó en el Partido Republicano Federal. Además,  fue nombrada nada menos que secretaria para la Liga de la Reforma Sexual, cuyo presidente era Gregorio Marañón.
            Sobre este tema escribió una serie de obras, como “El control de la natalidad”, “La rebeldía sexual de la juventud”, “Revolución y sexo”, etc. No hará falta decir que su autor de cabecera era Karl Marx.
            También estudió Filosofía y Letras y Medicina, pero no las acabó, por una razón que veremos más tarde.
            Cuando la hija empieza a tener un poco de  vida social, pues se dedicaba a dar conferencias, ya que no podía ejercer la abogacía por no tener aún la mayoría de edad, la relación entre ambas empieza a deteriorarse.
            Siempre van juntas a todos los actos y la hija, aparte de esas conferencias, se va haciendo famosa gracias a la publicación de artículos, libros y todo tipo de folletos.
            Está a favor de la libertad sexual, pero pide la limitación de los embarazos que es algo que empobrece aún más a la clase obrera.
            No obstante, la madre siempre le prohibió acercarse demasiado a los hombres, por eso, la llamaban la Virgen Roja.
            Era muy extraño que una persona predicara la libertad sexual para el resto de las mujeres, cuando ellas dos iban siempre juntas, con una ropa que más parecía del siglo XIX y vestían casi siempre de negro.
            No obstante, según parece, tuvo una relación epistolar con algunos autores de la época, como el famoso H.G. Wells, al cual tradujo varias de sus obras al español, que la invitó a visitar el Reino Unido e, incluso, le ofreció un trabajo.
            También, se comentó que la chica se había enamorado de otro joven, Abel Velilla, miembro de su mismo partido, aunque otros afirman que la madre la amenazaba continuamente con suicidarse si se iba y la dejaba sola.
            Todo esto provoca en Aurora, que, a estas alturas, no hará falta decir que estaba como una cabra, una sensación de que la obra de su vida se le estaba yendo de las manos. Así que, un mal día, en 1933, no se le ocurrió otra cosa que asesinar a su hija, disparándole, en su casa de la calle Galileo, de Madrid, 4 tiros con una pistola, cuando estaba dormida en su cama. Por esa razón, no pudo acabar Medicina ni Filosofía.
            En el juicio, se mostró absolutamente fría y confesó que repetiría su acción cuantas veces hiciera falta, porque, para ella, era la salida lógica a esa situación. Incluso, llegó a decir que la muerte se había producido de común acuerdo.
            Según ella, tenía derecho a hacerlo, porque era la obra de su vida. Igual que un escultor puede romper una de sus obras si no le gusta como le ha quedado.
            Su criada, Julia García Sanz,  confesó años después que, antes de cometer el crimen, Aurora sometió a su hija a un encierro domiciliario. Le cortó todo contacto con el exterior, a base de cortarle el teléfono, privarle de su correspondencia y no dejarla salir a la calle.
            Fue condenada a ser encerrada en un sanatorio psiquiátrico durante 26 años. Allí, unas veces se mostraba de una forma violenta con los demás y otras proponía algunas reformas en el centro e, incluso, repartía regalos entre sus compañeras, pues su situación económica siempre fue buena.
            Al comenzar la guerra civil, un día abrieron las puertas del sanatorio de Ciempozuelos, huyendo la mayoría de los pacientes. A partir de ahí, se pierde la pista de Aurora.
            Otros autores afirman que Aurora siguió en ese psiquiátrico, donde terminó sus días en 1955, a causa de un cáncer.
           

2 comentarios:

  1. Como más o menos dijo Sidney Poitier, a través de su personaje de John Prentice en "Adivina quién viene esta noche" (1967) "los padres que traen hijos al mundo están obligados a hacer lo posible para que éstos sean libres". Yo quiero añadir que si en algún momento los hijos se desvían de los planes que tenían para ellos sus progenitores, alguien debería decirles que los hijos tienen que vivir su propia vida, no la de otros, ya sean felices o no.

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