jueves, 20 de febrero de 2020

LA PAZ Y LA TREGUA DE DIOS


Hace unos días, estuve metido en un foro, donde se debatía si hubiera sido posible pararles los pies a Hitler y que no se hubiera producido la II Guerra Mundial. Yo siempre he pensado que todo es posible, si existe voluntad de hacerlo. Sin embargo, en el caso de Hitler, nadie tuvo esa voluntad o tal vez, los aliados, se confiaron demasiado.

Seguramente, por eso mismo, me vino a la memoria este otro hecho, que se dio en un momento en que la violencia y la muerte era lo más habitual y la gente estaba harta de soportarla.
La Paz de Dios fue un movimiento impulsado por algunos obispos con el fin de proteger a la gente más expuesta a las frecuentes guerras de los señores feudales en la Alta Edad Media.
Se intentaba prohibir que atacaran a los pobres, a los campesinos, a los clérigos y a los mercaderes que viajaban por los caminos de pueblo en pueblo.
Las penas a aplicar serían la excomunión o la interdicción. Algo que ahora nos parecería absolutamente ridículo, sin embargo, era algo muy importante en esa época.
Por ejemplo, los vasallos podrían llegar a dejar de obedecer a su señor, con lo cual, ya veis por dónde iban los tiros.
La tregua de Dios buscaba ampliar estas medidas para ponerlas siempre en práctica en una mayor cantidad de días del año.
En 984, durante un concilio de obispos celebrado en Charroux (Poitiers), se toman las primeras medidas de ese tipo, ya que el rey se ve impotente para mantener el orden en su reino. Hay quien dice que se decidieron a hacerlo para proteger las propiedades de la Iglesia de las incautaciones y destrucciones de los señores feudales.
En cambio, otros autores afirman que el inicio de este movimiento se dio en un concilio celebrado en 987 en la ciudad de Puy.
Empezaron prohibiendo la violencia los domingos. Luego, fueron añadiendo los sábados y algunos viernes y jueves muy concretos. Como durante la Semana Santa.
A eso se añadieron otros días, como ciertas festividades de santos, además de la Cuaresma o el Adviento. Más o menos, la idea era ir acorralando a los señores feudales violentos a base de prohibirles ejercer la violencia contra los demás.
Por ejemplo, en 1027, se convocó un concilio en Toluges (Rosellón), donde, con la asistencia de obispos, nobles y pueblo, se acordó que habría paz y tregua desde la hora nona de los sábados hasta la prima del lunes.
En dicho acuerdo se decía que nadie podría atacar ni robar ni a clérigos, ni a laicos que fueran o volvieran de la iglesia. A este concilio asistió un personaje muy importante: el abad Oliva, al que dediqué otro de mis artículos.
En 1064, otro nuevo concilio, donde asistieron varios obispos y condes de los territorios catalanes situados a ambos lados de los Pirineos, decidió que no habría guerras entre la puesta del sol de los miércoles hasta la madrugada de los lunes. Aparte de otras festividades cristianas.
La pena sería pagar el doble del daño cometido, exilio perpetuo (en el caso de haber causado alguna muerte), prohibición de edificar castillos, etc.
En 1068, durante el concilio de Gerona, al que asistieron autoridades civiles y eclesiásticas de toda la región, se creó una paz y tregua de Dios a cumplir desde el domingo después de Pascua hasta 8 días después de Pentecostés.
Posteriormente, algunos reyes se sumaron a ese carro y, durante sus consejos, acordaron nuevas medidas de paz y tregua, como la de 1173, presidida por Alfonso I el batallador. Aquel rey que se hizo famoso por legar su reino de Aragón a las órdenes militares.
En esa reunión, se amplió su radio de protección, no sólo a clérigos y laicos, sino también a su ganado, sus propiedades y hasta a sus aperos de labranza.
En esa asamblea, se fijaron como días de tregua los domingos, las fiestas donde se celebraban los cultos a los apóstoles, el tiempo de Adviento, la Cuaresma, la Epifanía, Pentecostés, etc.
Más adelante, tuvieron lugar otros concilios, como el también presidido por Alfonso I, en 1192; el de Pedro I, en 1200 y el de Jaime I, en 1214. Estos acuerdos llegaron a formar parte del Derecho en Cataluña.
Esta situación se dio a partir de la desaparición del Imperio Carolingio, sobre todo, en el siglo X y en el sur de Francia. Este movimiento duró hasta el siglo XIII, cuando los reyes ya empezaron a ver reforzado su poder y pudieron imponer el orden en sus reinos.
El personaje político que más se caracterizó por apoyar estos movimientos pacifistas fue el duque de Aquitania. También colaboran las órdenes religiosas para buscar el apoyo de las masas populares.
En ciertas ocasiones, los nobles, eran obligados por los clérigos a asistir a algunos concilios, donde juraban respetar esas normas y no guerrear durante esos días.
También en algunos sitios se organizaron las comunas diocesanas, que eran una especie de milicias, creadas por los obispos, para mantener la paz en ciertos núcleos urbanos. Desgraciadamente, en algunos casos, llegaron a luchar contra algún señor feudal y salieron perdiendo.
Tal y como era de esperar, pues los señores feudales disponían de soldados profesionales, acostumbrados a la guerra.
La excomunión sirve para ser apartado de la Iglesia y que, en caso de muerte, se prohíba que su cadáver sea enterrado en un cementerio religioso. No hará falta decir que en aquella época no había otros cementerios que esos. Así que a nadie le gustaría ser enterrado en el campo, como si fuera un animal.
El interdicto o entredicho era una medida contra todo un territorio, por el que la Iglesia se negaba a cumplir en él sus funciones. Por tanto, no hacían misas, ni bodas, ni entierros, etc. Toda una contrariedad en una época, donde eran muy normales las alianzas políticas basadas en bodas de conveniencia entre miembros de familias o dinastías importantes.
El éxito de este movimiento hizo que se utilizase en otras regiones de las actuales Francia, Bélgica, Holanda, Alemania, Italia, Inglaterra, España.
Por lo visto, en Italia, tuvo mucha aplicación en el reino normando, que se había fundado en Sicilia.
En cambio, la tregua de Dios, nació en el Rosellón, uno de los condados ultrapirenaicos catalanes. Actualmente, dentro de Francia. Aunque luego llegó a aplicarse en otros lugares más alejados, como Normandía.
A mediados del siglo XI, en el Concilio de Narbona (1054), se decide la prohibición de que se derramase la sangre de cualquier cristiano.
Con esto, se puede decir que, en esa época, los obispos, ya habían hecho todo lo posible para mantener la paz y ahora esperaban que las autoridades civiles pusieran algo de su parte para desarrollar aún más este movimiento.
Uno de los que se deciden a tomar cartas en el asunto es el propio Papa, lo cual hace que aumente su peso a nivel político. No olvidemos que el Pontífice siempre ha sido tanto un líder 
religioso, pero también político. Sólo que antes lo era aún más, pues tenía un Estado mucho mayor que el que tiene ahora.
Hay algunos autores que dicen que los Papas aprovecharon las Cruzadas para encauzar y aprovechar la violencia de ciertos señores feudales hacia un enemigo de la Cristiandad.
Digamos que la Iglesia logró convencer a los señores feudales de que utilizar la violencia contra los clérigos o los pobres podría ser una forma de acabar en el Infierno. Mientras que, si se alistaban en las Cruzadas para luchar contra el infiel, era una forma segura de salvación.
También, debido a que las autoridades civiles van reponiéndose y tomando cierto poder, apoyan este movimiento, pues les favorece para luchar contra los señores feudales.
Incluso, ya en el siglo XII, los propios monarcas, empiezan a apoyar este movimiento, pues les da cierto poder para “domesticar” a ciertos nobles, que siempre habían tendido a ir a su aire en sus respectivos territorios.
Hasta entonces, los nobles siempre habían tenido mucho poder. Por ejemplo, cuando los nobles juraban obediencia al rey de Aragón, decían lo siguiente: “Nos, que somos y valemos tanto como vos, pero juntos más que vos, os hacemos Principal, rey y Señor entre los iguales, con tal de que guardéis nuestros fueros y libertades, y si no, no”
Por lo visto, la Iglesia, nunca estuvo en contra de los guerreros, sino que aprovechó sus cualidades y a cambio se podría decir que las sacralizó. Como vemos en las diversas ceremonias como la entrega de armas, la bendición de las mismas o la consagración del caballero.
Con esto, yo creo que queda muy claro que no es tan difícil conseguir la paz. Sólo es cuestión de voluntad. Para ello, se pueden introducir una serie de medidas tan originales como estas, que hagan que el mundo sea más seguro para todos.


EL ENIGMÁTICO RUDOLF ROESSLER Y LA RED LUCY


Hoy voy a escribir un artículo sobre una persona a quien mucha gente le debió su vida. Incluso, muy probablemente, ayudó a que se acabara, mucho antes, la infame II Guerra Mundial.
Nuestro personaje se llamaba Rudolf Roessler y nació en 1897 en un pequeño pueblo de Baviera (Alemania).
Nació en el seno de una familia acomodada y protestante, ya que su padre era un alto funcionario de la Comisión Forestal de Baviera.
Estudió en un instituto de Augsburgo, donde coincidió con el que después sería un célebre escritor, Bertolt Brecht, del cual se hizo muy amigo.
Como casi todos los jóvenes alemanes, fue movilizado para servir en el Ejército Imperial, durante la I Guerra Mundial. Tuvo más suerte que otros y salió sin un rasguño de ese conflicto.
Durante la posguerra, empezó trabajando como periodista en Augsburgo. Sin embargo, pronto se mudó a Berlín, donde ejerció como crítico teatral y literario.
Allí conoció a muchos personajes importantes e hizo amistad con famosos escritores, como Thomas Mann.
Tras la llegada de los nazis al poder, parece ser que, a causa de su amistad con algunos intelectuales opositores, eso le hizo perder su trabajo.
Así que, previendo que le pudiera ocurrir lo que le había pasado antes a otros, optó por lo más prudente, o sea, irse, con su esposa, a vivir a Lucerna (Suiza). Tras esto, ambos perdieron su ciudadanía alemana.
Allí fundó una editorial llamada Vita Nova y la revista Form und Sinn. Para ello, fundó una sociedad con el librero Josef Stocker y con la financiación de Henriette Racine. Con este negocio, pudo encubrir sus verdaderas actividades, que no eran otras que mantener el contacto con una serie de personas en Alemania, la cuales le pasaban informes, que él transmitía a los aliados.
La línea de esa editorial se basaba en el Cristianismo y el Humanismo y se oponía a todo lo que hicieran los nazis.
Curiosamente, a pesar de haber nacido en el seno de una familia protestante, editaba la revista “La decisión”, que era católica. Casualmente, uno de sus socios era Xavier Schnieper, un conocido marxista.
Éste, muy pronto, se dio cuenta de las dotes de Roessler, consistentes en una memoria fotográfica. Le bastaba muy poco tiempo para leer y memorizar cualquier documento. Así que lo fichó para el espionaje suizo, que era para quien trabajaba.

Hay quien cree que empezó a dedicarse al espionaje, porque estaba muy enfadado con el régimen de Hitler a causa del maltrato recibido por muchos de sus amigos. Por lo visto, siempre se consideró muy patriota y no le gustaba nada de lo que estaba ocurriendo en su país.
Curiosamente, era un tipo que no llamaba la atención. Tal y como dicen que deben de ser los espías en la actualidad.
Era un hombre delgado, de mediana estatura, que siempre iba con sombrero y unas gruesas gafas con montura redonda. Parece ser que, a pesar de no gozar de muy buena salud, siempre fue un fumador empedernido. La verdad es que me recordaba a esos personajes anodinos que aparecen en las novelas de John Le Carré.
Realmente, nunca se ha sabido quiénes fueron sus informantes, pero se sospecha que podrían ser miembros de la Unidad de Transmisiones del Ejército alemán.
Por eso, en muchas ocasiones, le mandaban los informes y él los transfería a Moscú, incluso antes de que llegaran a las mesas del Estado Mayor de cada división.
Según parece, enviaba esos informes a Moscú a través del húngaro Alexander Rado, cuyo apodo era Dora, un agente de la organización Orquesta Roja, que siempre trabajó para la URSS. Residía en Suiza como director de la agencia Géo-Presse.
También se dice que su red, llamada Red Lucy, llamada así porque se hallaba en Lucerna, sirvió como puente para enviar una serie de informes, que los británicos habían obtenido gracias a su dominio de los códigos de la máquina Enigma. De esa manera, podían enviar esos mensajes como suyos para que los soviéticos no supieran que los británicos habían descifrado los códigos alemanes. Aunque lo más probable es que los soviéticos lo supieran, porque solían infiltrar a sus espías en todos esos sitios.
Parece ser que también mantuvo contactos con personajes de los servicios de Inteligencia de Suiza. Sobre todo, el llamado “Bureau Ha”, dirigido por el brigadier Masson. También a ellos les pasaba información sobre Alemania e, incluso, le permitían que la enviara a la URSS.
Como ya he mencionado antes, se cree que su fuente eran unos oficiales alemanes de Transmisiones, los cuales le proporcionaron una auténtica máquina Enigma, por medio de la cual, le enviaban sus mensajes, como si fuera otra máquina del Ejército. Así pasaban desapercibidos ante los servicios de Inteligencia alemanes.
Los informes de nuestro personaje siempre fueron muy precisos. Empezó por informar a los aliados sobre las intenciones de Hitler de invadir Polonia.
Posteriormente, les dio unos informes muy valiosos sobre las próximas invasiones de Francia, Bélgica y Holanda. Parece ser que no le hicieron mucho caso.
Por lo visto, en un principio, Stalin, no se fiaba de esos informes que le llegaban de un alemán. Aunque llegó a informarle de los planes de invasión de la URSS. Sin embargo, el líder soviético, pensó que se trataba de un agente provocador.
Lo que más le escamaba a Stalin es que Roessler era un traidor a su patria, pero no pedía dinero por
hacerlo. Lo cual no le cabía en la cabeza al dirigente soviético. Igual que le ocurrió en el caso del famoso espía Richard Sorge.
Además, no olvidemos que, antes de la invasión alemana a la URSS, este país era aliado de Alemania. Así que igual lo tomó como una jugada de los británicos para hacerle cambiar de bando.
Parece ser que los británicos tenían un agente en Alemania, llamado Paul Thuemmel, el cual era un alto jerarca nazi y les pasaba muchas informaciones. Por lo visto, era muy amigo del almirante Canaris, jefe del Abwehr, o sea, el servicio de espionaje alemán. Su buena estrella decayó tras el asesinato de ese almirante.
Sin embargo, luego, Stalin, se convenció de su lealtad y sus informes le vinieron muy bien para preparar algunas batallas, como la famosa batalla de Kursk. La mayor batalla entre carros de combate que se haya dado en el mundo.
Como los soviéticos sabían por dónde iban a atacar los carros de combate alemanes, les hicieron un pasillo con minas, para que no pudieran rodearles. Así, los soviéticos, pudieron concentrar el fuego de su artillería en ese pasillo.
No obstante, se puede decir que fue una batalla a lo grande. Los soviéticos utilizaron 977.000 soldados, 3.300 carros y piezas de Artillería y 3.000 aviones. En un frente de unos 100 km.
Mientras que los alemanes movilizaron 570.000 soldados, 2.500 carros y 2.000 aviones. La batalla tuvo lugar entre los días 5 y 18 de julio de 1.943. 
Lo curioso es que, a pesar de esa ingente cantidad de tropas, no se produjeron demasiadas bajas entre los soldados. Por el contrario, se destruyeron muchos blindados.
Incluso, les dio muchos detalles acerca de la estrategia de los alemanes durante el asedio de Stalingrado y la invasión de la zona del Cáucaso.
Es más, llegó a informarles sobre los conocimientos que tenían los alemanes sobre la Inteligencia soviética y hasta de la situación de las bases de las terribles bombas volantes V-1 y V-2.
Roessler nunca transmitía directamente sus mensajes, sino que los mandaba a Schneider. Éste los pasaba a Rado y éste a Moscú. Parece ser que los suizos le pusieron como condición,
 para no expulsarle del país, que tenía que darles una copia de todos sus informes.
Sin embargo, en el caso de los informes sobre la invasión de la URSS, los suizos se negaron a compartirla. Así que la transmitió directamente a Rado para que la enviara a Moscú.
Parece ser que los alemanes llegaron a detectar que había una red en Suiza que pasaba información a los aliados, incluso descifraron los códigos que usaban en sus mensajes. Por ello, protestaron ante el Gobierno suizo. Incluso, el propio Walter Schellenberg, jefe del espionaje alemán y uno de los amantes de la diseñadora Coco Chanel, llegó a amenazar a los suizos con invadir su territorio, si no eliminaban, inmediatamente, esa red de espionaje.
En 1944, la mayoría de estos agentes fueron arrestados, juzgados y condenados en Suiza, pero no quisieron entregarlos a Alemania. Fueron encerrados en la cárcel de Lausana. Lógicamente, al poco tiempo, ya estaban en libertad. No obstante, Rado consiguió no ser capturado.
Sin embargo, no tuvieron la misma suerte los implicados en esa red de espionaje, que operaban
dentro del territorio alemán. Tras el fallido atentado del coronel von Stauffenberg, la mayoría de ellos fueron detenidos y ejecutados.
Durante la posguerra, Roessler, quiso seguir haciendo lo mismo, pero las cosas habían cambiado. Ahora el enemigo de Europa Occidental no era Alemania, sino la URSS. Así que en 1953 fue detenido, juzgado y condenado.
Parece ser que se había decidido por seguir con sus actividades obligado por una situación económica bastante mala. Así que le pasó sus informes a Checoslovaquia y es de suponer que luego irían a Moscú.
Aunque permaneció menos de un año encarcelado, parece ser que su estancia en la prisión no le sentó nada bien.
Pasó sus últimos años en la ciudad de Kriens, donde escribió una serie de artículos para la revista “Suiza central libre”, en los cuales se mostraba en contra de la nueva remilitarización de Alemania y a favor de la solidaridad entre todas las naciones.
La verdad es que nunca se ha llegado a saber de dónde procedían las informaciones que Roessler recibía de Alemania. Incluso, el escritor Colin Forbes, en una de sus novelas, da a entender que venían del propio Martin Bormann. Uno de los hombres de confianza de Hitler.
Desgraciadamente, nuestro personaje, murió en la pobreza en Suiza en 1958.