Antes de nada, he de confesar que
había oído algo acerca de este personaje, pero nunca me había metido a fondo a
investigar su vida.
Lo cierto es que, hace pocos
días, estuve consultando un número antiguo de una conocida revista de historia.
Me llamó la atención que, en su portada se viera una foto, donde se podían
observar a los dirigentes del Estado Mayor republicano, durante la Guerra Civil
española.
Sin embargo, hubo un detalle que
no se me pasó por alto, los carteles con sus nombres no correspondían con las imágenes
de los personajes descritos. El único correcto era el del, por entonces,
coronel Vicente Rojo. Por el contrario, no se correspondían con la realidad,
los que la revista identificaba como el coronel Barceló y el general soviético
Vladimir Górev.
Así que estuve investigando quién
era el personaje que aparecía erróneamente identificado como el coronel Barceló
y me encontré con que era el personaje al que dedico este artículo.
Su nombre exacto era José Robles
Pazos y había nacido en 1897, en Santiago de Compostela. Parece ser que su
familia era modesta, pues su padre era archivero.
Unos años más tarde, su familia
se trasladó a Madrid. Allí estudió la carrera de Filosofía y Letras en la
Universidad Central, hoy Complutense.
Aunque, nuestro personaje, no
disponía de mucho dinero, desde joven, siempre le gustó viajar. Así que aprovechaba
los fines de semana para visitar los alrededores de Madrid. Algo que hemos hecho
todos.
Con sólo 20 años, en uno de esos
viajes, coincidió con otro joven USA, que era un año mayor que él. Se pusieron
a hablar de todo un poco.
Los que tenemos cierta edad y
hemos conocido aquellos viajes en tren, que se hacían eternos, seguro que hemos
conocido a gente curiosa con los que hemos charlado de todo lo divino y lo
humano.
Pues eso fue lo que les ocurrió a
estos dos jóvenes y ese fue el comienzo de una larga amistad, que duró muchos
años.
Parece ser que, por entonces,
ninguno de los dos hablaba fluidamente el idioma del otro, pero, con los años,
se entendieron perfectamente. Tenían unos gustos muy parecidos y hasta,
políticamente, ambos eran de izquierdas.
Así que recorrieron juntos
esa maravillosa ciudad. Creo que he olvidado mencionar que ese chico de USA era
alguien que, posteriormente, sería el famoso escritor John Dos Passos.
Éste se hallaba residiendo en
Madrid para asistir a unos cursos sobre Lengua y Literatura española, que impartía
el famoso filólogo y luego miembro de la Real Academia de la Lengua, Tomás
Navarro Tomás.
Parece ser que Dos Passos estaba
pendiente de que le dieran una plaza para vivir en la famosa Residencia de
Estudiantes, en Madrid. De momento, residía en una pensión de la Puerta del
Sol.
Por lo visto, tras su primer
encuentro, Dos Passos, vio a Robles como a una persona con buenas dotes como
conversador y que disfrutaba poniendo un punto de ironía en todo lo que
comentaba. En pocas palabras, se trataba de un tipo simpático y agradable.
Más o menos, así lo describió,
muchos años más tarde, en su libro de memorias, “Los años inolvidables".
Por lo visto, durante el mismo
año en que se conocieron, llegaron a hacer varias excursiones más a diferentes
puntos de nuestro país. Por eso mismo, Dos Passos, llegó a quedar fascinado por
la gente, los paisajes y los monumentos que llegaron a conocer.
Desgraciadamente, tuvo que regresar a toda prisa a su país, tras conocer la
noticia de la muerte de su padre.
Robles, se licenció en 1918 y
empezó a dar clases en el conocido Instituto-Escuela, que acababa de ser
inaugurado y había sido fundado para dar a conocer las ideas de la reputada
Institución Libre de la Enseñanza.
Al año siguiente, se casó con su
novia, Márgara Villegas, también relacionada con esa Institución y hermana de
una actriz de teatro muy conocida en esa época.
Posteriormente, la pareja tuvo un
hijo, nacido en Madrid y llamado Francisco, al que le solían llamar Coco.
Parece ser que no disponía de un
buen sueldo. Así que se le ocurrió solicitar una plaza nada menos que en la
famosa Universidad Johns Hopkins, radicada en Baltimore, Maryland, USA y, para
su sorpresa, se la dieron. Desconozco si Dos Passos influiría para que se la
dieran.
En un principio, su trabajo
consistía en ser profesor auxiliar de Lengua Española. Dos años después, ya
pasó a ser profesor titular de esa asignatura.
Por supuesto, Dos Passos y
Robles, se reencontraron ya con mucha frecuencia, en USA, donde retomaron su
antigua amistad, que nunca habían perdido. Aunque Dos Passos no residía en esa
ciudad, sino en Nueva York.
En 1924, nació en esa ciudad, su otra
hija, Margarita, la única de la familia que tendría ciudadanía USA. El padrino
de la niña fue otro amigo de Robles, un francés que también era muy amigo suyo
y cuyo nombre era Maurice Coindreau, el cual también daba clases en la célebre
Universidad de Princeton.
Ambos amigos fueron muy
importantes en la vida de Dos Passos, pues, aparte de su amistad, fueron, respectivamente,
los traductores de sus obras al español y al francés. En el caso de Robles, la
traducción la realizó a medias con su mujer.
Parece ser que, Robles, siempre
fue muy aficionado a los idiomas y, por aquella época, le dio por aprender
ruso. Un detalle a tener en cuenta de cara a los posteriores hechos.
Tampoco perdió el tiempo, pues,
aparte de sus clases, se dedicó a la labor investigadora. Concretamente, sobre
varias conocidas obras de la Literatura española. Lo cual, le dio cierto
renombre en los círculos académicos, aunque ahora haya sido poco menos que
olvidado.
Amén de eso, también escribió
reseñas en la Gaceta Literaria, donde dio a conocer en España obras de autores
USA, como Dos Passos o Hemingway.
También hay que decir que estos
dos autores siempre habían sido muy amigos, pues coincidieron en la I Guerra
Mundial, cuando ambos se dedicaron a conducir ambulancias en el frente italiano, ya que no podían
combatir, pues su país todavía no había entrado en ese conflicto.
Incluso, Hemingway, fue el que le
presentó a una antigua compañera de Secundaria, llamada Kathy Smith, con la que
Dos Passos se casaría unos años después.
Parece que a Robles le fue bastante
bien en USA y en su Universidad estaban muy contentos con él. Así que, todos
los veranos, la familia, viajaba hasta Nueva York, donde se encontraban con Dos
Passos, y desde allí tomaban un barco con destino a España, donde pasaban sus
vacaciones.
Aquí, Robles, disfrutaba yendo
por la mañana a la biblioteca del Ateneo de Madrid o asistiendo a las corridas
de toros, a las que era muy aficionado. Para luego dejarse caer por alguna de
las muchas tertulias que abundaban en la capital. De esa manera, hizo amistad
con algunos grandes autores, como Valle-Inclán, León Felipe o Ramón J. Sender.
En junio de 1936, Robles y su
familia, vinieron a Madrid, tal y como solían hacer casi todos los años. Aquí
le pilló el comienzo de la Guerra Civil, pero no quiso volver a USA, a pesar de
las recomendaciones de sus amigos. Al contrario, solicitó un permiso a su
Universidad para permanecer en España y se lo dieron.
Aunque ahora pueda parecer lo
contrario, el Gobierno de la II República Española, no andaba sobrado de amigos
entre los gobiernos de otros países.
Así que, tras iniciar las
relaciones diplomáticas con la antigua URSS, ese país le ofreció ayuda,
consistente en suministro de armamento y de “consejeros militares”.
Al principio, todo fue muy
caótico, pues los militares soviéticos no sabían hablar español y en España
casi nadie sabía hablar ruso. Es cierto que enviaron algunos intérpretes, pero
no daban abasto para tantos consejeros militares rusos.
Así que Robles se ofreció para
ser intérprete, porque hablaba un poco de ruso. Lo asignaron para trabajar con
el general Vladimir Górev, apodado Sancho, al que ya mencioné al comienzo de
este artículo. Robles no tuvo demasiados problemas con este militar, porque el
soviético también sabía hablar inglés.
Este general aparte de mandar
tropas, también fue el jefe del contingente del GRU en España. Se trataba del
servicio militar de inteligencia, que solía competir, muy a menudo, con el NKVD
(después KGB), que era el servicio de información de la URSS.
Como no podía ser de otra manera,
los gerifaltes soviéticos, fueron alojados en el lujoso Hotel Palace, de
Madrid, donde también tenían su cuartel general. Aparte de otro despacho en el
Ministerio de la Guerra, hoy Cuartel General del Ejército, frente a la fuente
de Cibeles. Está visto que a los líderes comunistas les gusta el lujo.
Allí, tanto Robles como Górev,
pudieron comprobar directamente los problemas de falta de confianza que siempre
tuvo el Gobierno republicano hacia sus militares. Aparte de la falta de
disciplina que reinaba en las unidades de milicianos.
Aunque parezca mentira, también
se llegó a desconfiar del propio Robles, un hombre bien conocido por su
ideología republicana e izquierdista.
No obstante, existía un detalle
en su contra. Hasta ahora no he mencionado que tenía un hermano mayor que él,
llamado Ramón, por entonces, capitán de Infantería y veterano en la Guerra de
África.
Lo cierto es que nunca se habían
llevado muy bien. Así que, por lo visto, los hijos de nuestro personaje ni
siquiera conocían a los hijos de su hermano.
Parece ser que Ramón, que era
profesor de la Academia de Toledo, quiso salir de Madrid para unirse a los
defensores que estaban siendo asediados en ese edificio. Desgraciadamente, no pudo llegar a su destino, pues fue detenido por unos milicianos al pasar por
Getafe y llevado a una checa de la capital.
A raíz de ello, la mujer y los
hijos de Ramón se presentaron en el domicilio madrileño de José para pedir que
intercediera por su hermano y eso hizo. Gracias a su actuación, Ramón, fue
puesto inmediatamente en libertad, tras haber prometido que se incorporaría al
Ejército republicano. Cosa que, evidentemente, no hizo.
De hecho, más tarde, consiguió pasar
a la zona del bando nacional. Combatió durante toda la guerra y, con los años,
llegó a ser teniente general.
La guerra se les estaba yendo de
las manos al Gobierno republicano. Lógicamente, el bando nacional, aprovechó
esa debilidad de su contrincante para avanzar a la mayor velocidad posible
hacia Madrid.
No olvidemos que, por entonces,
España era un país muy centralizado y se suponía que, una vez conquistada la
capital, caería el resto del territorio republicano. Como así ocurrió, pero más
tarde de lo previsto.
En noviembre de 1936, las fuerzas
nacionales, rodearon Madrid y empezaron a asediarla. No obstante, fracasaron,
porque los republicanos encontraron los planes de batalla junto al cadáver de
un tanquista del bando nacional. Eso permitió al Estado Mayor republicano
reforzar los puntos por donde pensaban atacar los nacionales y contener el ataque
de estos.
Las tropas del bando nacional
consiguieron rodear Madrid, pero no consiguieron cerrar el cerco por la
carretera de Valencia. Precisamente, por ahí se fueron, ese mismo mes, los
miembros del Gobierno republicano hacia esa ciudad, junto con miles de
personas, que huían de la guerra.
A su llegada a Valencia, la
familia Robles, como todos los que huían de Madrid, lo tuvieron complicado para
encontrar donde alojarse en esa ciudad, pues ya estaba abarrotada de gente.
Supongo que, gracias a sus influencias, consiguieron que les alojaran en la
casa de una familia valenciana.
Allí, Robles, siguió haciendo su
vida habitual. Por las mañanas, trabajaba como intérprete en la Embajada
soviética y por las tardes, acudía a alguna de las tertulias, que también se
habían trasladado desde Madrid.
Sin embargo, una noche de
diciembre de 1936, tras haber cenado, Robles, se disponía a leer un relato de
Allan Poe.
De pronto, llamaron a la puerta varios
hombres vestidos de paisano, que, sin darle ninguna explicación, le ordenaron
que les acompañase.
A la mañana siguiente, su mujer,
fue preguntando por todas partes, porque no sabía dónde se hallaba. Luego, se
enteró de que había sido encarcelado, acusado de haber traicionado a la República.
No sé si la familia valenciana
que los acogía en su casa, también recibiría instrucciones de alguna parte, lo
cierto es que también les echaron de la casa.
No obstante, su mujer se enteró
de que había sido encerrado en la llamada “Cárcel de extranjeros”, situada
junto al río Turia, en Valencia. Incluso, consiguió visitarle dos veces, en las
que José le dijo que, seguramente, todo había sido un error y pronto sería
puesto en libertad.
Lógicamente, su mujer, movió
todos los “resortes” para intentar conseguir la liberación de su marido. Sin
embargo, en aquella época de represión y desconfianza, no encontró más que
adhesiones a su casa, pero totalmente ineficaces.
En esos momentos, es cuando se
comprueba hasta qué punto sirve la amistad. Así que, como ya he dicho, mientras
muchos le apoyaron, otros ni se molestaron en hacerlo. Entre ellos, según
dicen, el propio Rafael Alberti, que le conocía bien y, según parece, no movió ni un dedo por él.
Ya sabemos que España es un país
fácilmente dominable, por cualquiera que se lo proponga, porque cada uno suele
ir a lo suyo y no quiere saber nada de los demás.
Además, en aquella época, se dio
la orden de no criticar al Gobierno, pues se decía que: “Difundir las miserias del
bando republicano era dar munición al enemigo”. Sin embargo, el propio
embajador español en Moscú hizo muchas llamadas al Ministro de Estado para que se
movilizara a fin de que liberaran a Robles.
Para vergüenza de muchos intelectuales
españoles, por lo visto, los que más hicieron por salvarle la vida, fueron sus
amigos de USA. Incluso, recurrieron al poderoso Departamento de Estado, el cual
se sacudió el problema, alegando que Robles no era ciudadano USA
y que nada
podían hacer para liberarlo. No obstante, sus amigos USA le enviaron un cheque
bancario a la hija de José, que era de su misma nacionalidad, ya que su familia
lo estaba pasando muy mal en Valencia. Incluso, movieron los hilos para que, en
caso de que hubiera muerto, se les abonase, cuanto antes, el seguro de vida que
le habían hecho en su Universidad.
De hecho, su hijo, Francisco, se
puso a trabajar en la Oficina de Prensa del Gobierno republicano, pues la
familia necesitaba dinero desesperadamente.
La familia de Robles no volvió a
verlo nunca más. Pasaron los meses y se debatían en una total incertidumbre
sobre el estado de José. No se sabía nada. Incluso, habían oído rumores de que
lo habían trasladado a Madrid.
Sin embargo, a finales de febrero
de 1937, el jefe de Francisco, le contó de manera oficiosa, que su padre ya
había sido fusilado, pero no pudo darle más detalles y así se lo contó él a su
madre.
Curiosamente, hoy en día, este
personaje no es reivindicado ni por los del bando nacional, ni por los que
defienden al bando republicano. Según parece, ni siquiera se les ha pasado por
la cabeza incluirlo en la Ley de Memoria Histórica, porque debe de ser molesto
para ellos.
Su cadáver nunca fue encontrado.
Tampoco sé si lo han buscado o no. Ciertamente, su amigo John Dos Passos, que
acababa de llegar a España procedente de Francia, intentó averiguar todo lo
posible, pero no le quisieron contar nada. Todo ello, a pesar de que hizo miles
de gestiones para saber qué había pasado con él.
Incluso, hubo una fuerte
discusión entre Dos Passos y Hemingway, sobre nuestro personaje, donde el
último justificó su asesinato como “necesario para la causa”, provocó que estos
dos grandes escritores se enemistaran para siempre. Mientras Dos Passos siempre fue un pacifista, Hemingway era un aventurero, que parecía disfrutar con la guerra.
En cuanto a la causa de su
asesinato, porque hay que calificarlo así, ya que no se tienen noticias de que
hubiera sido sometido a ningún juicio o consejo de guerra, pues tampoco hay
nada claro.
Unos dicen que lo hicieron porque
era un “espía franquista”. Otros, porque le oyeron criticar al Gobierno republicano
en un bar de Valencia.
Otra buena razón, sugerida por el
escritor Stephen Koch, es que Robles, en una ocasión, asistió en calidad de
secretario, del general soviético, Yan Berzin, durante una conversación con
Orlov, el jefe del NKVD, donde este último le pedía a Berzin que le prestara
parte de sus tropas para utilizarlas en la persecución de los trotskistas en
España. Parece ser que Berzin se negó a ello y es posible que esa fuera la
causa de su fusilamiento, cuando volvió a la URSS.
Se me había ocurrido pensar que
quizás lo hicieron por ser muy amigo de Dos Passos, que era un admirador de
Trotsky y, como ya demostré en otro de mis anteriores artículos, la misión principal
de los agentes soviéticos en España era eliminar a todos los trotskistas, que
pudieran poner en entredicho el poder de Stalin. De hecho, este autor, fue
denunciado, en 1934, como contrarrevolucionario, por sus colegas en el Congreso
de Escritores Soviéticos.
Curiosamente, parece ser que el
ganador fue Hemingway. Supo nadar y guardar la ropa. Cayó bien a Stalin, aunque
nunca dijo ser comunista. También escribió el guión de la película “Tierra
española”, que era todo un compendio de propaganda comunista, rodada por Joris Ivens.
Un holandés, director de cine, que, por lo visto, también pertenecía a ese
partido.
Sin embargo, Dos Passos, cayó en
declive. Su ideología fue cada vez más de centro. No obstante, en USA, lo
siguieron viendo como a un comunista y sus obras apenas se leían. Incluso, hoy
en día, poca gente ha leído cualquiera de sus obras.
Parece ser que varios escritores
extranjeros quedaron muy afectados por los acontecimientos que vivieron en
España. Se dice que el famoso George Orwell, le escribió a un amigo: “Lo que vi
en España me hizo pensar que el futuro es bastante sombrío”. Afortunadamente,
Orwell, pudo escapar de España, con la ayuda de su mujer, porque ya lo estaban
buscando los comunistas para matarlo a causa de haber combatido en las filas
del POUM.
La verdad es que la mayoría de
los intelectuales extranjeros que acudieron a ver qué estaba ocurriendo en
España, no eran simples profesores o escritores. En muchos casos, se trataba de
miembros de los correspondiente PC de sus países. Incluso, en muchos casos, se
trató de agentes de Stalin.
Hasta enviaron al famoso Kim
Philby, agente doble del MI5 y del KGB, para intentar asesinar a Franco, pero
fracasó en su intento.
Incluso, algunos que sólo figuraban
como periodistas no eran otra cosa que agentes soviéticos, como Koltsov.
También hubo agentes de otros países al servicio de la URSS, como Otto Katz,
mano derecha del líder comunista alemán Willi Münzenberg.
Realmente, esos agentes no solían
espiar a los franquistas, sino a los propios comunistas y a los del POUM. Les
habían dado la orden de eliminar a la llamada “Oposición de Izquierda”, que no
era otra cosa que los comunistas admiradores de Trotsky, ya que le estaba
haciendo sombra y eso no podía permitirlo Stalin.
El propio Vladimir Ovseenko, cónsul
de la URSS en Barcelona, le había dejado muy claras las cosas a Companys. Le
dijo que la ayuda de su país estaría condicionada a la inmediata expulsión de
los trotskistas de la Generalitat…y así se hizo.
Por supuesto, supongo que, a
estas alturas, todo el mundo sabrá que, tras la guerra civil, muchos de estos
sujetos regresaron a la URSS y allí fueron fusilados, inmediatamente, por orden
de Stalin. En el caso de Koltsov, también fusilaron a su mujer. No sé si esta
gente criticaría al líder soviético, pero una de las frases que se utilizaban
en esa época era: “Quien crítica a Stalin, está a favor de Hitler”.
Uno de los pocos que se libró del
paredón fue Orlov, el jefe del NKVD en España (luego KGB), que huyó a USA. Hace
tiempo le dediqué otro de mis artículos.
Por eso mismo, asesinaron a
cientos de partidarios del POUM, incluido su jefe, Andreu Nin. Es más, incluso
el escritor español Arturo Barea y su mujer tuvieron que huir a Francia, porque
alguien sospechó, infundadamente, de ellos.
Llegados a este punto, seguro que
mis lectores se preguntarán por qué asesinaron a Robles. La verdad es que nadie
lo sabe.
En su obra “Enterrar a los
muertos”, del gran escritor Ignacio Martínez de Pisón, éste opina que lo
hicieron los agentes del NKVD para desacreditar al general Gorev.
No hay que
olvidar que este general se quedó defendiendo Madrid y no podía proteger a
Robles, que se hallaba, con Orlov, en Valencia.
Sin embargo, yo creo que lo
hicieron, porque Robles conocía muchos secretos que los rusos no querían que se
supieran. Como sus intenciones de matar a todos los trotskistas que pillaran en
España.
Curiosamente, no sólo detuvieron a Robles, sino a la mayoría de los intérpretes
españoles de ruso. Está claro que ellos eran los únicos que podían enterarse de
lo que tramaban los soviéticos en España.
En cuanto a los que perpetraron este
crimen, tampoco se sabe. Parece ser que, por aquella época, los soviéticos
trajeron a Iosif Grigulevich, para realizar ese tipo de “trabajos”. Incluso,
solían utilizar a un antiguo funcionario de Correos, llamado Loreto Apellaniz,
famoso por su crueldad y jefe de varias chekas.
Por lo visto, este personaje era
tan odiado en Valencia, que tras el golpe del coronel Casado, fue arrestado y
los propios republicanos lo encerraron en una cárcel, junto con los miembros
de
su grupo. Precisamente, para facilitar el trabajo a los nacionales, los cuales,
tras el correspondiente Consejo de Guerra, lo fusilaron 4 días después de su entrada
en Valencia.
Coco, el hijo de Robles, dejó la
Oficina de Prensa y se alistó voluntariamente en el Ejército republicano. Tuvo
la mala fortuna de ser cogido prisionero, junto con otros compañeros. Durante
su interrogatorio, hizo unas declaraciones que los nacionales estimaron como “peligrosas”.
Así que fue juzgado y condenado a muerte.
Para terminar y que no os vayáis
con un mal sabor de boca, os contaré el final de esta historia. A Coco le fue
conmutada su pena, posiblemente, gracias a la influencia del marqués de Lozoya,
buen amigo de su padre. Posteriormente, consiguió huir de España y reunirse con
su familia.
Margara, la esposa de José Robles,
y su hija, lograron salir de España, antes del final de la guerra. Vivieron un
tiempo en Francia y luego se fueron a México, donde todos residieron durante muchos
años.
TODAS LAS IMÁGENES PROCEDEN DE WWW.GOOGLE.ES
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