Como ya prometí en mi anterior
artículo, voy a ampliar el tema de los venenos con otro acontecimiento que
llegó a hacer temblar las bases de la monarquía en Francia.
Os propongo ahora viajar al siglo
XVII. Desde 1643, y con sólo 5 años de edad, reina en Francia el archifamoso
Luis XIV. Aquel que, según dicen, solía afirmar: “El Estado soy yo”. También
conocido como “El rey Sol”. Dicen que ya nació con dientes.
Su padre fue Luis XIII, aquel que
aparece en las famosas novelas de “Los tres mosqueteros”, con el cardenal
Richelieu. Mientras que su madre fue Ana de Austria, hija de Felipe III, rey de
España.
Como nació cuando sus padres ya
llevaban muchos años casados, tuvo la desgracia de ver morir a su padre, cuando
aún era muy niño. Así que su madre quedó como regente, otorgando casi todo el
poder al odiado cardenal Mazarino.
Todo eso provocó un gran
descontento, sobre todo, entre los nobles, los cuales aspiraban a recortar los
poderes del monarca. Esto dio lugar a las llamadas guerras de las Frondas, que
no fueron otra cosa que rebeliones encabezadas por los nobles y los
eclesiásticos más importantes de ese país.
Muy a duras penas, la reina,
consiguió salvar el trono para su hijo. De hecho, en varias ocasiones tuvieron
que salir huyendo para no ser capturados. Dicen que esto dio lugar a que el soberano
nunca se fiara de sus nobles.
Algunos dicen que, por eso mismo,
estableció su corte en Versalles, lejos de las intrigas y del agobio de vivir
en París. Incluso, cuando le otorgaba a un noble el cargo de gobernador de una
provincia, le obligaba a residir en Versalles, para tenerlo controlado y que no
le montara una nueva rebelión en su provincia. Para ello, se inventó unos
cargos, que hoy consideraríamos como absolutamente ridículos, a fin de tenerlos
ocupados y pensar que gozaban del favor real.
Otro de sus grandes aciertos fue
rodearse de buenos ministros, como Colbert, que dirigió la política financiera.
Al contrario que sus predecesores, al soberano, nunca le importó reclutar
plebeyos para su gobierno. Por lo visto, eso también repercutió en la disminución
de los poderes de la nobleza y coadyuvó a la ausencia de rebeliones de los dos
principales estamentos contra el monarca.
Como ya he dicho, su madre, fue
hija de Felipe III. Curiosamente, su esposa, fue una de las hijas de Felipe IV,
también rey de España.
Casualmente, fue su madre, Ana de
Austria, la que introdujo en Francia la costumbre de tomar chocolate a la taza,
tal y como se hacía en España. Al igual que la portuguesa Catalina de Braganza,
casada con Carlos II de Inglaterra, fue la que dio comienzo a la costumbre de
tomar té en Gran Bretaña. Algo que, hoy en día, nos parece una tradición muy
británica.
Para acabar con esta pequeña
introducción, he de decir que, en un principio, Luis XIV tuvo en su haber que
modernizó y saneó la economía de su país, elevando el nivel de vida de sus
habitantes. Desgraciadamente, más adelante, se metió en varias guerras que
vaciaron las arcas de la Hacienda francesa.
Ahora, vayamos al grano. A partir
de 1670, se produjeron una serie de muertes inexplicables en Francia.
La víctima más famosa fue
Enriqueta de Inglaterra, que murió con sólo 26 años. Hija de Carlos I y duquesa
de Orleans, por haberse casado con Felipe uno de los hermanos de Luis XIV. Hay
quien dice que el marido estaba celoso de los amantes de ella, aunque él
también mantuvo varias relaciones homosexuales. Lo cierto es que el asunto se
tapó oficialmente, achacando el fallecimiento a una gastroenteritis. En cambio,
otros autores afirman que fue una peritonitis.
La verdad es que tampoco habría
que descartar el componente político, pues Luis XIV había comenzado a
enfrentarse con los protestantes franceses y la fallecida era un personaje muy
conocido dentro del bando católico.
De hecho, había convencido a su hermano, Carlos
II de Inglaterra, para que restaurara el catolicismo en su país.
No obstante, poco después,
murieron, en París, el jefe de la Policía y uno de sus ayudantes. Al menos, en
el primer caso, se demostró que había sido envenenado por su esposa.
Visto el cariz que estaba tomando
este asunto, Luis XIV, que siempre tuvo un fino olfato a la hora de elegir a
sus colaboradores, designó a Gabriel Nicolás de la Reynie para el puesto de
jefe de la Policía. Se trataba de un miembro de la baja aristocracia que
cumplió con gran éxito la labor encomendada y al que se le considera el fundador
de la policía judicial francesa.
Hasta ese momento, todo esto de
los envenenamientos, no había pasado de ser un simple rumor. Sin embargo, tras
la detención de la marquesa de Brinvilliers, se demostró que era algo mucho más
serio de lo que se había creído.
Ese caso da para un artículo
aparte. No obstante, para resumirlo, podemos decir que Marie Madeleine d’Aubray,
marquesa consorte de Brinvilliers, era hija de un secretario de Estado del rey.
Como muchas mujeres de entonces, la casaron con un noble, no obstante, ella se
buscó varios amantes.
Quizás, el más importante, fue un
oficial de Caballería llamado Jean Baptiste Gaudin de Sainte-Croix. Parece ser
que a su padre no le gustaron estos amoríos y no paró hasta conseguir que
encerraran a Gaudin en la infame prisión de la Bastilla.
Por lo visto, allí conoció a un
tal Exili, que era un alquimista italiano, con amplios conocimientos sobre
venenos y que había trabajado para la reina de Suecia.
Una vez puesto en libertad,
Gaudin, enseñó esas técnicas a la marquesa. Ésta era una señora a la cual todo
el mundo veía como caritativa y amiga de los pobres. Nada más lejos de la
realidad.
Lo cierto es que les llevaba
comida a los enfermos de los hospitales, pero sólo lo hacía para ir probando
sus venenos con ellos. Al igual que los probó con algunos de sus criados.
Empezó por matar, poco a poco, a
su padre, por haber encerrado a su amante. Tras la muerte de éste, como le dejó
una herencia menor que a sus hermanos, fue a por ellos. De hecho, les envió
varios esbirros para que los asesinaran.
Parece ser que también intentó, en
varias ocasiones, envenenar a su marido. Sin embargo, Gaudin, le proporcionó un
antídoto para que no le hiciera efecto.
Incluso, llegó a envenenar a su
propia hija, por considerarla deficiente mental y hasta a la señorita de
compañía de la misma.
Todo ello se descubrió cuando, a
causa de un aparatoso incendio, murió Gaudin, ya que tenía montado un
laboratorio de alquimia en su propia casa.
Cuando llegó la Policía, se encontró
con un cofre, donde tenía almacenados varios envases con veneno, junto con un
montón de cartas comprometedoras, que le había escrito la marquesa. De esa manera,
fue detenida. Posteriormente, consiguieron que confesara y, poco después, fue juzgada,
condenada y ejecutada públicamente.
Según parece, en aquella época,
se había puesto de moda eso de ir envenenando a la gente. De hecho, empezaron
llamando al veneno “polvo de sucesión”. Así que, movido por su conciencia uno de los
sacerdotes de Notre Dame, de París, fue a hablar con La Reynie para decirle que
cada vez recibía más confesiones de feligreses, que decían haber envenenado a
alguien. Lógicamente, no dio ningún nombre, pues eso lo tienen prohibido.
A pesar de ese golpe de suerte, parece
ser que el Policía no tuvo mucho éxito en sus investigaciones, hasta que, al parecer,
ocurrió un caso fortuito.
Por lo visto, un joven abogado
fue invitado a cenar a una conocida casa de París, donde se reunieron varias
personas. Madame Bosse, que era una de ellas, debió tomarse unas copas de más y
eso le hizo aflojar la lengua.
Por lo visto, llegó a comentar
que se estaba forrando con el comercio de los venenos. Está claro que estaría
muy bebida, porque ningún empresario reconocería, ni siquiera bajo la más terrible
de las torturas, que se está forrando.
Así que el abogado se apresuró a
denunciar el tema ante La Reynie y éste no perdió el tiempo. Inmediatamente,
arrestó a Madame Bosse y a la dueña de la casa, Madame Vigoureux.
Por lo visto, ni siquiera
necesitaron utilizar la tortura para que las detenidas confesaran que, sólo en
la capital, había unas 400 personas dedicadas a esta actividad.
El problema es que La Reynie se
estaba dando cuenta de que igual estaba picando demasiado alto, pues estaban
saliendo nombres pertenecientes a la alta nobleza, que eran el principal apoyo
de la monarquía.
Así que fue a contárselo a su
superior, el ministro Louvois y, ambos, fueron a ver al rey. Supongo que al
monarca se le caería hasta su peluca del susto. Así que ordenó que este asunto
no pasara a la Justicia ordinaria para no ser conocido a nivel popular.
Con este fin, creó la llamada
Cámara ardiente, formada por magistrados de su absoluta confianza, que
juzgarían a puerta cerrada. Algo que disgustó mucho al resto de los jueces.
Por lo visto, durante los careos
y los interrogatorios, se obtuvieron confesiones muy jugosas. Como que unas mujeres
habían envenenado a los maridos de otras o que una de ellas, enamorada de un
hombre casado, se había cargado a la mujer del mismo.
No sé si Luis XIV estaría
informado de esas investigaciones. En caso de que hubiera sido así, no me extrañaría
que le hubieran salido muchas canas, pues salieron nombres emparentados con la
propia familia real y hasta con el cardenal Mazarino.
Incluso, hasta se vio involucrada
en estos hechos una de las camareras de la marquesa de Montespan, amante
oficial del rey, la cual también había tenido relaciones con el soberano, fruto
de las cuales había nacido una niña.
Durante el interrogatorio a otra
de las encausadas, Madame Voisin, declaró que había realizado unos 2.000
abortos. Incluso, llegó a decir que se habían secuestrado niños en los barrios
pobres de París para ofrecerlos en sacrificio en ritos diabólicos.
Por lo visto, Voisin, era la
mujer de un joyero, que había quedado arruinado y, por eso, empezó a dedicarse
a esas actividades.
Parece ser que la propia marquesa
de Montespan había utilizado los servicios de Voisin para que le vendiera
filtros amorosos a fin de que el rey no buscara la compañía de una amante más
joven. Sin embargo, esto no quedó nunca claro.
Voisin, Bosse y Vigoureux fueron
interrogadas bajo tortura, muriendo la última de ellas en una de las sesiones.
Las otras dos fueron condenadas a muerte, por brujería, y quemadas vivas.
Incluso, capturaron a la adivina
Magdelaine de la Grange, íntima amiga de Louvois, ministro del Interior.
Por lo
visto, dio muchos nombres, pero ni eso consiguió salvarla de ser ahorcada.
Sin embargo, otras de las
encausadas, dado su carácter de nobles e, incluso, en algunos casos, parientes
del rey o de los jueces, sólo fueron condenadas a reclusión en diversos
conventos.
Poco más tarde, parece ser que se subió el listón y empezaron a conocerse otros casos de envenenamiento entre los
miembros de la más alta nobleza.
Esta vez, fue el propio monarca
el que avisó a algunos de ellos para que se exiliaran antes de que fueran
detenidos. Varios de los cuales no pudieron regresar nunca a Francia.
Muchos de ellos, llegaron a
reconocer en un juicio público haber sido clientes de la Voisin, pero no se les
pudo, o no se les quiso, probar nada. Así que fueron absueltos. Incluso, en el
caso del duque de Luxemburgo, mariscal de Francia, cuyo juicio duró nada menos
que 14 meses.
Lo cierto es que hubo muchos
implicados en este caso. Hasta el célebre dramaturgo Jean Racine, cuya joven amante
había muerto de repente, pero fue absuelto de todos los cargos que se le
imputaban.
En la prisión de Valenciennes,
situada en las afueras de París, llegaron a encerrar a cientos de personas
relacionadas con este caso. Había de todo: adivinas, secuestradores de niños, sacerdotes
que oficiaban misas negras, alquimistas, gente que realizaba abortos, vendedores
de venenos y filtros de amor…
Como si todos hubieran sido
asesorados por un buen abogado, se pusieron a decir que la marquesa de
Montespan había sido una de las principales clientes de la Voisin.
Incluso, que
solían verse tanto en el castillo de Clagny, domicilio de la marquesa, como en
el Palacio de Versalles, donde solían celebrar misas negras para pedirte el
apoyo del Diablo. Parece ser que algunos de esos sacerdotes fueron los abades Étienne
Guilbourg y Mariotte.
Por lo visto, Guilbourg, era una buena
pieza. Decía ser un bastardo del duque de Montmorency, uno de los nobles que se
rebelaron contra Luis XIII. Estuvo destinado en la famosa Basílica de Saint
Denis, donde se hallan las tumbas de los reyes de Francia. También tuvo varios
hijos con una mujer, con la que solía convivir. Fue condenado a cadena
perpetua.
Parece ser que la Policía encontró,
durante un registro, los cuerpos de varios niños, que, presuntamente, habían
sido sacrificados en esas misas negras, los cuales habían sido comprados vivos por
Voisin a varias prostitutas.
Además, dijeron que la Voisin
fabricó una serie de filtros de amor, que la marquesa consiguió que se tomara
el rey. El caso es que el monarca llevaba una temporada aquejado por unas
migrañas, de origen desconocido.
Es más, dijeron que, cuando fue
detenida la Voisin, estaba preparando un documento, totalmente impregnado de
veneno, que debería de llegar directamente a las manos del rey y unos guantes,
también envenenados, para regalárselos a la duquesa de Fontanges, virtual sustituta
de Montespan y que murió con sólo 20 años.
Lo cierto es que pusieron en una
situación muy complicada al rey. De hecho, llegó a utilizar unos criados para
probar antes todas sus comidas y bebidas. No hay que olvidar que Montespan era
su amante oficial, vivía con él en Versalles y le había dado nada menos que 7
hijos. Así que reunió a sus ministros y, durante varios días, debatieron sobre
lo que se debería de hacer.
Al final, hicieron lo que se
suele hacer en estos casos, por aquello de salvar al Estado. O sea, poner fin a
las investigaciones y no hablar más de ese asunto.
El único que se opuso a esa
medida fue el policía la Reynie, que sugirió que, si no había otra forma de
hacer justicia, el rey, en uso de sus poderes absolutos, ordenara el encierro
en diversas cárceles, sin un juicio previo, para las 81 personas que seguían
encarceladas por este caso y eso se hizo. Allí fueron todos los imputados. Tanto
los que eran inocentes, como los presuntos culpables.
Incluso, les prohibieron hablar.
Por tanto, ordenaron a sus carceleros que les azotaran, si los veían hablando.
La mencionada Cámara Ardiente se
disolvió en 1682, tras haber condenado a 36 personas a ser quemadas vivas, 4 a
galeras y otras 36 exiliadas y multadas.
También fueron cerrados los laboratorios
privados y penalizadas la práctica de las artes ocultas y la superchería.
Luis XIV no encerró a madame de
Montepan, pero la mandó a otra planta inferior, dentro de Versalles.
También la
sustituyó por madame de Maintenon, precisamente la institutriz de los hijos de
Montespan, que había tenido con el monarca.
Tanta fue la influencia de Madame
de Maintenon en la corte que, en 1683, tras la muerte de la reina, el rey
decidió casarse con ella.
Lógicamente, no tuvo más remedio que ser un
matrimonio secreto, ya que, en aquella época, donde daban tanta importancia a
los estamentos sociales, el rey podría haber perdido el trono, si se hubieran
enterado de que se había casado con una persona de menor rango social.
Para terminar, os quisiera decir
que como Luis XIV eran tan católico, pues se tomó muy en serio eso de “multiplicaos
y poblad la Tierra”. Así que tuvo 6 hijos con su esposa, la española María
Teresa de Austria, Otros 4 con su primera favorita, Luisa de la Vallière. Otros
7 con la marquesa de Montespan y 3 más con otras tantas mujeres.
En fin, espero que os haya
gustado, aunque reconozco que me ha quedado un poco largo.
Me encantó...
ResponderEliminarMe alegro que te haya gustado.
EliminarMuchas gracias por tu comentario y saludos.
Excelente articulo
ResponderEliminarMe alegra mucho que le haya gustado y le invito a leer más artículos en mi blog.
EliminarMuchas gracias y saludos.