Normalmente, cuando se habla de
las invasiones bárbaras en Hispania, se citan, principalmente, a los visigodos,
cuando la verdad es que llegaron otros pueblos. Así que hoy vamos a ver lo poco
que se sabe de uno de ellos. El de los suevos.
Para empezar, se cree que los
suevos procedían de la costa báltica de la actual Alemania. La zona donde,
actualmente, se asientan ciudades tan importantes como Hamburgo, Kiel, Rostock o Lübeck.
Parece ser que algunos autores
clásicos indicaron que los suevos no eran un grupo sólido y étnicamente
homogéneo, sino un conjunto de tribus a las que, para generalizar, se les
llamaba de esa forma.
Probablemente, por ese mismo
motivo, vemos que de ellos se desgajaron algunos grupos, como los alamanes, que
dieron su nombre a Alemania.
Sin embargo, muchos de estos
grupos sólo avanzaron hasta la actual Alsacia o a la antigua región de Suabia,
que está dividida entre los estados de Baviera y Baden-Würtemberg.
El ducado de Suabia, también
llamado de Alamania, tuvo su capital en
Augsburgo, pero fue suprimido y cedido a Baviera. Sin embargo, en los años 30,
la Alemania nazi, creó una base propia en el Polo Sur o Antártida y le llamó
Nueva Suabia.
Seguro que la historia de este
ducado no se les pasó por alto a los historiadores nacionalistas alemanes del
siglo XIX, cuando tuvieron que buscar datos que sirvieran para implantar la
idea de un sólo país en la mente de los habitantes de los diferentes
territorios que constituyeron la Alemania unificada.
Este ducado fue uno de los más
importantes del territorio germano, pues no olvidemos que de allí surgieron
varios emperadores del Sacro Imperio, como Federico I Barbarroja.
De hecho, todavía se habla el
suabo en la zona suroeste de Alemania y es reconocido como uno de los dialectos
del alemán.
Volviendo a la tribu de los
suevos, hay que decir que solían desplazarse o a causa del hambre o bien,
porque otros pueblos más belicosos que ellos los echaban de ese lugar.
En un principio, en el siglo I, los suevos se asentaron en el Alto Danubio y
los vándalos en las orillas del Mar Negro.
Sin embargo, en el siglo IV,
tuvieron que salir huyendo de allí a causa
del ataque de los hunos, venidos de
Asia y encabezados por el famoso Atila. Así que estos dos pueblos tuvieron que
mudarse a la zona del alto Rhin.
A estos dos pueblos se sumó el de
los alanos. Estos no eran germánicos, sino que procedían de la zona de Irán. Tampoco
pudieron aguantar la embestida de los hunos, que los expulsaron de la actual Ucrania
y se unieron a los otros dos en la zona del Alto Rhin.
Según los expertos, el año 406 d.
de C. fue uno de los más fríos que se recuerdan. Incluso, se llegaron a helar
las aguas del Rhin. Así que se formó un puente natural que invitaba a estas
gentes a cruzarlo.
Todo ello unido al hambre,
provocado por las malas cosechas, y a que Roma había retirado a la mayoría de
sus guarniciones en esa zona, para hacer frente a la invasión de otra tribu
bárbara en los Balcanes. Así que todo eso les facilitó el paso.
natural a los francos, pero se ve que no pusieron mucho
interés en su trabajo.
Así que el 31 de diciembre de 406,
una multitud de vándalos, alanos y suevos se atrevieron a cruzar el río
congelado. No hablo solamente de tropas, sino de familias enteras. Algunos cronistas
se aventuran a afirmar que pudieron llegar a ser 500.000 personas. Lógicamente,
los francos, fueron incapaces de parar a esa muchedumbre hambrienta.
Según parece, también les fue imposible,
porque estas tribus y otras más, atravesaron el río por múltiples sitios, entre
las ciudades distantes de Maguncia y Estrasburgo.
Seguramente, se encontraron unas
Galias, donde hacía el mismo frío que en Alemania y, posiblemente, alguien les
hablaría de la cálida Hispania. Así que, posteriormente, se encaminaron hacia nuestra península, donde
entraron en el 409. Al igual que lo hacen, en la actualidad, pero de forma
pacífica, millones de turistas.
Parece ser que penetraron a
través de la parte occidental de los Pirineos. Durante unos años, dirigidos por
su rey Hermerico, se dedicaron al
pillaje y ya en el 411, firmaron un pacto como federados con Roma, por el que
les permitieron asentarse, junto con los vándalos asdingos, en la provincia de
la Gallaecia.
Así que ocuparon la zona de la península
comprendida entre las actuales provincias gallegas, Asturias, León, algo de
Palencia y el norte de Portugal hasta el río Tajo. Su capital estuvo en la
ciudad portuguesa de Braga.
Como la mayoría de las tribus bárbaras,
los suevos, fueron un pueblo eminentemente rural y se establecieron fuera de
las tradicionales ciudades romanas. Así que, como, de vez en cuando, se dedicaban a
asaltarlas, pues las relaciones con los hispano-romanos nunca fueron muy buenas
y hubo frecuentes enfrentamientos entre ambos colectivos. Parece ser que los
obispos fueron los encargados de apaciguar a los dos bandos.
También se enfrentaron en varias
ocasiones los suevos contra los vándalos. Afortunadamente, en el 429, estos últimos,
junto con los alanos, tomaron la decisión de abandonar la península
y marchar hacia el norte de África. De ellos ya hablaré en un próximo artículo.
En el 438 el monarca suevo,
Hermerico, llama a su hijo mayor, Requila, para que comparta el trono con él.
Tres años más tarde, muere el padre
y se queda Requila como único soberano. Este es un hombre mucho más ambicioso
que su padre. Así que como se entera de que las demás tribus bárbaras han
abandonado la península, se dedica a expandir su reino por la misma.
Para no tener que enfrentarse
solo a las legiones romanas de guarnición en la península, se alía con unos
grupos de bandoleros, llamados bagaudas, para realizar ataques en varios sitios
a la vez.
De esa forma, llegó a tomar
Mérida y Sevilla. Sólo quedaron fuera de sus dominios las zonas de Aragón, Cataluña
y la costa levantina, que estaban mejor protegidas por las legiones romanas.
En el 448, murió el ambicioso
Requila y le sucedió su hijo Requiario. A pesar de que este nuevo monarca ya
era católico, no obstante, heredó las
ambiciones de su padre.
Fue el primero de estos reyes que
acuñó moneda con su nombre. Se supone que para fortalecer su poder, casó con
una hija del rey visigodo Teodorico I y también fue el primer monarca de estas
tribus, en toda Europa, que se convirtió
en católico.
En el 456, Requiario, rompió
todos sus pactos con los romanos y aprovechándose de la debilidad de estos,
intentó invadir la Cartaginense y la Tarraconense. Esto ya era demasiado para
la paciencia de Roma. Así que les enviaron a los godos, que eran aliados de los
romanos.
A estas alturas, es preciso decir
que los godos tenían mucho poder en Roma. Incluso, se permitieron imponer a un
emperador, Marco Mecilio Avito.
El 05/10/456 se encontraron en las
orillas del río Órbigo, los suevos de Requiario con las fuerzas de Teodorico
II, formadas por godos y burgundios. Estas últimas eran mucho más numerosas, aparte de estar mejor preparadas para el combate, así
que lograron una victoria aplastante.
Las tropas de los suevos huyeron
por toda la península, siendo alcanzadas por Teodorico II en diciembre de ese
año. Requiario intentó escapar por el
mar y dirigirse hacia Italia, pero fue capturado y ejecutado.
Siguiendo su costumbre, Teodorico
II impuso a un rey para los suevos, llamado Agiulfo, de probable origen godo. Lógicamente,
esta decisión no gustó nada a los suevos, los cuales eligieron a Frantán, como
rey del norte y a Maldras, como rey del sur. Así que estalló una guerra civil,
entre los años 457 y 469.
Parece ser que Agiulfo fue asesinado
por Maldras en el 457 y éste mismo f ue asesinado en el 459.
Tras un período, donde varios candidatos ocuparon el trono de los suevos, a la muerte de Maldras, llega su hijo Remismundo, el cual todavía tuvo que enfrentarse contra otros posibles reyes. No obstante, consigue ser el rey de todos los suevos. Posiblemente, con el apoyo de Teodorico II.
Sin embargo, este rey también fue tan ambicioso como algunos antecesores suyos y no se le ocurrió otra cosas que tomar ciudades al sur de su reino, como la actual Lisboa. Así que los visigodos hicieron de Mérida su plaza fuerte para contener las ansias de expansión de ese pueblo.
A partir de este momento y durante casi un siglo, las fuentes no nos informan sobre la historia de este pueblo, ni de sus gobernantes.
A partir del 550 reinó Carriarico y, según cuentan las fuentes, el reino se había convertido al arrianismo, como la mayoría de estos pueblos bárbaros.
Sin embargo, un hijo de este soberano había contraído la lepra. Alguien le habló de lo milagrosas que eran las reliquias de San Martin de Tours, posiblemente, el arzobispo San Martín de Braga, así que el rey hizo traer una de ellas y su hijo se curó. De esa manera, la corte y todo el pueblo suevo se convirtieron al catolicismo.
En el 559 le sucedió Ariamiro, el cual convocó el primer concilio de Braga, en el 561. Parece ser que fue la misma política que, posteriormente, utilizaron los visigodos, para unificar los dos colectivos, el suevo y el hispano-romano.
Entre los años 561 y 570 reinó Teodomiro. Se discute si la conversión de los suevos al catolicismo se hizo durante el reinado de Carriarico o en el de Teodomiro.
Entre el 570 y el 583 reinó su hijo Miro. Éste invadió zonas de las actuales Asturias y Cantabria, argumentando que antes habían pertenecido a la provincia de la Gallaecia, que era donde habían pactado asentarse con los romanos.
Las cosas habían cambiado mucho. Ahora el reino visigodo estaba muy unido, bajo el mando de su rey, Leovigildo. Como éste también reivindicó ese territorio como suyo, estalló la guerra entre ambos reinos. La cual duró entre 572 y 574, estableciendo el Duero como frontera entre ambos reinos.
En el 575, Leovigildo, volvió a invadir el territorio de los suevos. Tras diversas derrotas, el rey Miro, pactó su sometimiento al rey visigodo.
No obstante, tras la rebelión de Hermenegildo contra su padre, Leovigildo, apoyó al hijo, por ser católico, como él. Sin embargo, tras la derrota del hijo, hubo de pactar de nuevo con Leovigildo.
En el 583 le sucedió en el trono su hijo, Eborico. A éste no le quedó más remedio que estar a las órdenes de los visigodos. Esto le granjeó la enemistad de su pueblo y ser depuesto a manos de unos nobles, encabezados por su cuñado, Audeca o Andeca. Fue obligado a entrar en un convento de clausura.
Esta inestabilidad en el reino suevo le sirvió como excusa a Leovigildo para invadirlo de nuevo. Depuso al nuevo rey, Andeca, y también lo obligó a ingresar en un monasterio de clausura. Incluso, venció a un usurpador, llamado Malarico, que decía ser descendiente del rey Miro.
Esto fue el fin del reino de los suevos y el ingreso de este territorio, como una provincia más, dentro del reino de los visigodos de Toledo.
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