Con este título, alguno podría
pensar que voy a hablar sobre la poca higiene de los ingleses o el calor que nunca
hace en ese país. No es eso. Sencillamente,
voy a hablar de una enfermedad muy extraña.
Este mal, totalmente desconocido,
aún hoy en día, se empezó a dar durante la época de la Guerra de las dos rosas.
O sea, aquel conflicto armado que enfrentó, entre 1455 y 1487, a los partidarios
de la Casa de York con los de la Casa de Lancaster.
Los primeros tenían como emblema
una rosa blanca, mientras que los segundos la llevaron roja. De ahí el nombre
de la guerra.
Lo que se dilucidaba en esa
guerra era nada menos que la Corona de Inglaterra, pues los pretendientes de
ambos bandos eran descendientes del rey Eduardo III.
El conflicto debilitó mucho el poder
de los nobles e hizo ascender el de los comerciantes y fortaleció a la Casa
Tudor, creando una monarquía absoluta propia de su época. El final de esta
guerra coincide con el comienzo del Renacimiento en Inglaterra.
En 1485, después de muchos años
de guerra, se dio la batalla de Bosworth. Lucharon en ella los partidarios de
Ricardo III contra los de Enrique Tudor. El segundo venció al primero, el cual murió
tras la batalla.
Enrique Tudor llegó al trono con
el nombre de Enrique VII y para reconciliar las dos casas en conflicto, se casó
con Isabel de York.
Ambos, fueron los padres de ese
rey tan cinematográfico, llamado Enrique VIII, el cual, como ya sabemos, tenía un pasatiempo muy singular consistente en
asesinar a sus esposas.
Pues bien, volviendo al tema de
este artículo, esta extraña enfermedad comenzó entre los primeros días de
agosto de 1485 y el 22 de ese mes, fecha de la mencionada batalla.
A Londres llegó ya a finales del
mismo mes, pues fue cuando llegaron el nuevo rey, junto su séquito y su
ejército.
Sus síntomas eran diferentes de
la muy conocida peste. Los que la padecían, eran casi siempre hombres, nunca atacó ni a
niños ni a bebés.
Hubo dos médicos, llamados John
Caius y Euricius Cordus que se dedicaron a estudiar la enfermedad y gracias a
ellos la conocemos hoy en día. De todas formas, parece ser que el primero que
tuvo que luchar contra ella, desde el inicio, fue el médico Thomas le Forestier.
Los síntomas eran mareos, dolor
de cabeza y cuello, hombros, extremidades y agotamiento. Todo ello, en un plazo
muy corto de unas 3 horas.
A continuación, se presentaban el
agotamiento, somnolencia y convulsiones, aparte de frecuentes hemorragias nasales.
Así, la mayoría de los pacientes moría en un plazo demasiado corto. Sólo transcurrían
entre 4 y 12 horas, desde el inicio de la enfermedad y el fallecimiento.
También nos dicen estos doctores
que aquellos pacientes que consiguieron vivir 24 horas, tras el contagio,
pudieron superar esta enfermedad.
Hoy en día, seguimos sin saber
exactamente de qué enfermedad se trataba. Solía aparecer en verano y desaparecer
en otoño.
Lo más llamativo de ella era la
sudoración tan fuerte que padecían los enfermos. Algunos autores actuales han
conjeturado que podría tratarse de algún tipo de gripe o una enfermedad
provocada por los conocidos como hantavirus.
No fue el único brote, pues se repitieron
los años 1485, 1502, 1507, 1517, 1528 y 1551. Desde el año 1578 no se han
conocido, afortunadamente, nuevos casos debidos a esta enfermedad.
Como todas las enfermedades, el brote
se fue extendiendo. Empezó en Inglaterra y luego fue a Hamburgo, donde provocó
una gran mortandad. De allí pasó a Suiza, países escandinavos, Lituania,
Polonia y Rusia. Tampoco se salvaron Bélgica y Holanda. Incluso, afectó a los
turcos que se hallaban asediando Viena.
La enfermedad solía atacar
durante un plazo muy corto, unas dos semanas. En Suiza se alargó este plazo
hasta final de ese año. En muchos países fue conocida como la “peste inglesa” o
“sudor anglicus”.
Entre los años 1718 y 1861, se
dio otra enfermedad parecida en Francia,
Italia y sur de Alemania. Se conoció
como la miliaria y no era tan mortal como la inglesa. En muchos casos, se producía
por un exceso de calor o de abrigo, el cual provocaba mucho sudor, que producía
la obstrucción de los poros y muchos sarpullidos.
En cuanto a la “peste inglesa”,
algunos expertos piensan que se debió a problemas con las aguas residuales o a
la falta de higiene.
Como la enfermedad desaparecía
con el otoño, también se piensa que su origen podría estar en pulgas o piojos
y
que es posible que la trajeran los mercenarios franceses contratados por
Enrique VII.
De hecho, parece ser que el
primer brote se dio entre las tropas, que habían llegado embarcadas a
Inglaterra al mando del duque de Richmond.
Entre los ilustres pacientes, fallecidos
a causa de esta enfermedad, tenemos a Arturo Tudor, muerto en 1502, con sólo 15 años, primogénito de Enrique VII y
heredero a la corona inglesa, que iba a casarse con Catalina de Aragón, hija de
los Reyes Católicos.
Su muerte produjo un gran
problema diplomático, que se solucionó tras su boda con su hermano y nuevo
heredero, el futuro Enrique VIII.
Precisamente, Catalina, fue una
de las pacientes que logró superar tan enigmática y mortal enfermedad. Incluso,
una de sus rivales, Ana Bolena, también la sufrió años después, pero sobrevivió
a ella.
Dicen que las primeras víctimas
londinenses fueron el alcalde y todos sus concejales. En algunas ciudades esta
enfermedad llegó a matar a la tercera parte de su población.
Esta vez no os quejaréis, porque
el artículo me ha quedado muy cortito. La verdad es que no hay muchas fuentes y
todas dicen más o menos lo mismo.
La verdad es que, aunque
reconozco que no tengo ni idea de Medicina, esta enfermedad me recuerda mucho a
la tristemente célebre “Gripe española”, de 1918, que se cebó con los varones
jóvenes en edad militar, los cuales morían sufriendo graves hemorragias.
Interesante tu artículo y gracias por compartirlo :)
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario.
EliminarSaludos.
No creo que los ingleses sean poco higiénicos,las chicas suelen ser muy dulces y agradecidas.El sudor inglés es una de las enfermedades más misteriosas de la historia.Practicamente todo lo hizo al revés:hombres jóvenes y fuertes, frecuentemente ricos,en un puñado de horas,liquidados y la enfermedad un día se escondió,hace casi 500 años,y...hasta hoy.La verdad es que, pasada cierta divisoria,no sabemos gran cosa de muchas cosas y el asunto se queda en "Lo que sabemos que no sabemos". Alberigo CARACCIOLA.Los Boliches (MÁLAGA).
ResponderEliminarYo creo que la Medicina actual presume de saber muchas más cosas de las que realmente sabe.
EliminarSaludos.