Continuando con el ciclo que he
dedicado a los husitas, hoy voy a hablar de un curioso monarca checo, que fue
el único que llegó al trono, no siendo católico. Algo que hoy en día sería
considerado como normal, pero no en el siglo XV.
Nuestro personaje nació en 1420,
en lo que hoy es la república checa, aunque no sabemos en qué localidad
concretamente del antiguo reino de Bohemia. Perteneció a la noble familia de
los Kunstádt, muy poderosa en ese reino. Sus padres fueron Victorino de Kunstádt
y Ana de Wurtemberg.
Tras la batalla de Lipany, se sentaron
a negociar los ultraquistas y los católicos y fruto de esa negociación fueron
los llamados “Compactatos de Basilea”. Se permitió a los ultraquistas comulgar
con pan y vino. Aunque podría parecer una minucia, fue un paso muy importante a
favor de la tolerancia. Algo no muy común en Roma, donde no estaban
acostumbrados a dar su brazo a torcer.
En 1437, tras la muerte de
Segismundo de Luxemburgo, emperador y
también rey de Bohemia y Hungría, sin un varón que le sucediera en el trono, la
corona de Hungría pasó a manos de Alberto I, por haberse casado con su hija.
Hay que decir que tanto
Segismundo, como Wenceslao IV, del que ya hablé en el anterior artículo, eran
hermanos e hijos del emperador Carlos IV, el que fundó la Universidad de Praga.
El problema fue que el reinado de Alberto sólo
duró 2 años, a causa de una muerte repentina, durante uno de sus continuos
enfrentamientos con los turcos.
Así, comenzó un período de gran
anarquía en el reino, a causa del vacío de poder, pues el futuro heredero,
cuando murió su padre, aún no había nacido.
De hecho, a pesar de su
nacimiento, varios nobles húngaros le quisieron otorgar el trono de Hungría al
rey polaco Vladislao III.
Así, la madre del pequeño rey,
Isabel de Luxemburgo, ordenó robar la corona húngara para que su bebé fuera
coronado como rey, apoyada por otros nobles húngaros.
No obstante, luego tuvieron que
huir, pues Vladislao III reclamaba esa corona para sí y tuvieron que ponerle
bajo la protección del nuevo emperador, Federico III. Este fue el bisabuelo de
nuestro Carlos V.
En este ambiente de luchas
continuas entre católicos y ultraquistas, Jorge de Podiebrad, se convirtió en
el líder indiscutible de estos últimos.
En 1448 conquistó Praga y expulsó
de allí a sus enemigos católicos. A partir de ahí fue nombrado administrador del
reino de Bohemia y tutor del heredero, Ladislao el Póstumo, hasta que éste alcanzara
la mayoría de edad.
A pesar de que sólo estuvo unos
pocos años en el poder, las fuentes hablan muy bien de su regencia y su posterior
reinado. Consiguió que sus vecinos le devolvieran todos los territorios que les
habían quitado.
También utilizó a sus hijos, que
fueron 14, para llevar a cabo una eficaz política basada en los matrimonios de
éstos con los herederos de los territorios adyacentes, como fue el caso de
Matías Corvino de Hungría con su hija Catalina. Pero, en especial, intentó
hacer esa política con los alemanes.
El joven rey Ladislao V consiguió
subir al trono, pero a los 4 años de reinado, murió de una forma misteriosa. Enseguida,
las malas lenguas le echaron la culpa de
su fallecimiento a Jorge y a su esposa, Catalina. Incluso, afirmaron que fue
debido a que le dieron una manzana envenenada, como en los cuentos infantiles.
Tras una reciente investigación, se descubrió
que esa muerte fue debida
a una leucemia. Así que no hubo conspiración de
ningún tipo.
Como a los ultraquistas le
interesaba que Jorge siguiera en el poder, compraron las voluntades de los
nobles católicos y se aseguraron así su llegada al trono.
Así, se le conoció como “el rey
de un pueblo doble”, por lo que, en esas tierras, la concepción de un monarca
medieval que reinaba sobre unos súbditos que tenían su misma religión, había quedado
rebasada por una visión más moderna. Se podría decir que casi renacentista.
El Papa Pío II respaldó esta
coronación, pero haciéndole prometer que lucharía contra la herejía en su país.
Aquí, quizás, hubo un malentendido, pues Jorge, no consideraba herejes a los
utraquistas, aunque sí al resto de los husitas. Esta discusión dio lugar a la
ruptura, por parte de los católicos, de los llamados “Compactatos de Basilea”.
Lo más importante que hizo este
rey, que es precisamente por lo que se le recuerda ahora, es porque, al tener
constancia de que el Papa podría organizar una Cruzada contra su país, se puso
inmediatamente a buscar el mayor número de aliados entre los reyes europeos. Todo
ello, camuflado como una alianza de países cristianos para frenar el avance de
los turcos en Europa.
También propuso fundar una Liga
de reyes cristianos, que sería una organización que en el futuro pudiera
solucionar los conflictos de una manera pacífica. Algo así como los tribunales
internacionales que existen hoy en día. Incluso, algunos autores lo definen
como uno de los más antiguos precursores de la Unión Europea.
También, por una parte, intentó rebajar
el poder del Papa y, por otra, unir a las diversas monarquías para enfrentarse
al creciente poder de los turcos, que ya se estaban asomando a Europa. No hay
que olvidar que habían conquistado Bizancio en 1453, cinco años antes de la
llegada al trono de Jorge.
Dentro del proyecto “europeo” de
nuestro personaje, al que llamó “Universitas”, se citaba una especie de parlamento europeo,
una moneda común y hasta la eliminación de las barreras aduaneras. Todo ello,
algo muy revolucionario para esa época y para los siglos siguientes, claro
está.
Entre de los enviados diplomáticos
de este monarca a otros países estuvo su suegro, Jaroslav Lev de Rozmitál. Se
sabe que estuvieron visitando varios países, incluso, se reunieron en Segovia
con el rey de Castilla, pero no consiguieron nada.
En la mayoría de los países
visitados, no tuvieron muy buena acogida, pues los monarcas cristianos estaban
muy influidos por la Iglesia católica, la cual consideraba un hereje al rey
Jorge y el proyecto nunca se llevó a cabo.
Como ya se temía nuestro personaje,
en 1468, el Papa Paulo II, ordenó a los nobles bohemios que lo depusieran y
confiscaran sus bienes. Esto último, quizás para animarles más a actuar contra
él.
Algunos nobles se enfrentaron al
rey, creando la llamada Unidad del Monte Verde, encabezada por uno de sus
cuñados. Incluso, uno de sus yernos, Matías Corvino, se puso al frente de la
Cruzada que había ordenado el Papa contra él.
Jorge, llegó a vencer a estas
tropas y le hizo jurar a Matías que no volvería a tomar las armas contra él, cosa
que no cumplió.
Como nuestro personaje era más
amante de la diplomacia que de la guerra, llegó a la conclusión de que lo mejor
era ofrecer la sucesión a la corona al polaco Vladislao Jagellón, el cual reinó,
desde 1471, a la muerte de Jorge, con el
nombre de Vladislao II e inauguró una dinastía que gobernó en Bohemia durante
medio siglo.
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