ESCRIBANO MONACAL

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UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

sábado, 29 de marzo de 2014

PERSONAJES DE LA I GM: GEORGES CLEMENCEAU

A veces ocurre que un solo personaje tiene mucha influencia en la Historia Mundial.  Esta vez traigo al blog uno de ellos que, a mi parecer, influyó con sus ideas y acciones tanto en la I Guerra Mundial como en el estallido de la Segunda.
El caso es que fue muy curioso, porque cuando desarrolló mayor energía en su faceta política fue cuando ya había cumplido los 76 años. Seguro que más de un responsable de RRHH, de esos que se quitan del medio a la gente que ha pasado de los cincuenta,  se estará riendo de mí, pero lo cierto es que fue así.
Bueno, pues, vayamos al grano. Georges Clemenceau, que así se llamaba nuestro personaje, nació en 1841 en un  pequeño pueblo de una región francesa llamada la Vendée.
Si hacemos un poco de memoria podremos recordar que en esa región hubo una gran resistencia a la Revolución Francesa y, por ello, al ser derrotados, la represión del Estado francés contra ellos fue muy sangrienta. El mismo Napoleón, cuando llegó al poder, diseñó una política para que esta región se fuera acercando más al resto de Francia.

No obstante, la familia de nuestro personaje siempre fue muy republicana. Como su padre era médico, él optó por seguir la misma carrera, estudiando en Nantes y luego en París.
Más tarde, tuvo que exiliarse en USA por mostrar públicamente en una revista su oposición a la política emperador Napoleón III.
En América tuvo que dedicarse a la enseñanza, siendo profesor en un instituto. Como era un admirador de la política anglosajona,  tuvo que leer libros británicos y eso le había obligado a estudiar inglés, algo muy extraño para un francés de esa época, así que le vino muy bien en el exilio.
Parece ser que se llevó para el camino un libro de John Stuart Mill, publicado en inglés, y titulado “Auguste Comte y el Positivismo”. Estaba muy claro que su vocación no iba ir por el camino de la Medicina, sino por el de la política.
No obstante, no perdió el contacto con su país, pues se dedicó a escribir artículos sobre sus experiencias en USA, los cuales fueron publicados por el diario Le Temps.
Incluso, llegó a casarse con una de sus alumnos, pero el matrimonio no duró muchos años. Posiblemente, a causa del carácter irascible del francés.
En 1870, tras caer el Imperio y llegar la III República, pudo volver a Francia. Fue elegido alcalde del distrito XVIII de París. Como anécdota, para que podamos comprobar el carácter del personaje, puedo comentar que alguien de la oposición en su distrito le acusó de no haber cumplido lo prometido y, ni corto ni perezoso, le retó a un duelo. Esto tuvo como efectos para nuestro amigo Georges el pago de una multa y 15 días en la cárcel.
Al año siguiente, fue elegido diputado en la Asamblea Nacional por el departamento del Sena, o sea, su mismo distrito de Montmartre.
Por si alguno todavía no lo ha adivinado, él se veía a sí mismo como de la extrema izquierda, pero no de la marxista, tan de moda en ese momento, sino de la jacobina, más propia de la Revolución Francesa. Era profundamente antimonárquico y anticlerical.
También estuvo a favor de amnistiar a los prisioneros a causa de la insurrección de la Comuna y en contra de la política colonial de Francia, que había iniciado Napoleón III.
Aunque siempre fue un gran orador, todavía fue mejor escritor. En 1880 fundó el periódico “La Justicia”, desde el que se lanzó a airear todo tipo de escándalos.

El primero que pilló consistía en que había descubierto que el yerno del presidente de la República se dedicaba a la venta de la condecoración de mayor prestigio de Francia: la Legión de Honor. Como el escándalo fue mayúsculo, provocó la inmediata  dimisión del presidente Grevy.
Luego le va a tocar lidiar con un asunto mucho más complicado. Se trata del famoso caso del general Boulanger.
Para el que no lo conozca, se puede resumir en lo siguiente: Se trataba de un general que llegó a ser ministro de Defensa con el apoyo del propio Clemenceau. Allí hizo una labor muy importante y los militares estaban muy contentos con él, pero, conforme se veía con mayor poder, se dedicó a movilizar a la opinión pública para iniciar una campaña de insultos contra Alemania, por haberles quitado Alsacia y Lorena, y contra los demás políticos, por no hacer nada por recobrarlas.
Se creó hasta un movimiento popular llamado Boulangisme, el cual no hizo ninguna gracia a los demás políticos. Incluso, sus partidarios, le exigieron que diera un golpe de Estado, para instaurarse en el poder y llevar a cabo sus ideas políticas. Llegado a este punto, no se decidió y tuvo que exiliarse con su amante en Bélgica y ahí se acabó todo.
Evidentemente, la labor de nuestro personaje fue descubrir las intenciones golpistas de su antiguo amigo, pues con su conducta hacia Alemania, había llegado a poner a los dos países casi al borde una guerra. Ya sabemos que antes se montaba una guerra por cualquier cosa, menos mal que ahora se lo piensan más antes de iniciar estos conflictos.
Tampoco deberíamos de olvidar que, más o menos, así llegó Napoleón III al Gobierno, para luego coronarse a sí mismo como emperador. Eso todavía estaba bien grabado en la memoria de los franceses.
Parece ser que le pilló de refilón el famoso Escándalo de Panamá, que salpicó a muchos políticos, los cuales fueron sobornados para que dieran a la compañía francesa que estaba construyendo el Canal, préstamos de gran importe,  con la garantía del Estado. Eso hizo que muchos particulares, al decidirse a invertir en la obra, les llevara a la ruina. Se cree que fue el mayor escándalo financiero del siglo XIX.
Ya hemos visto que el espíritu de nuestro personaje era claramente jacobino y, además, totalmente intransigente. De hecho, fundó un periódico con ese nombre.
Cuando se enteró que, en la época anterior a la I GM, Francia estaba buscando la alianza con la Rusia zarista, para frenar la política agresiva del káiser Guillermo II de Alemania, pues, lógicamente, se opuso radicalmente a esa idea. Eso le costó perder su escaño de diputado y estar durante 9 años condenado al ostracismo político.
Como sus colegas políticas le hicieron un inmenso favor dejándole tiempo libre en abundancia, éste, por supuesto, lo aprovechó.
En ese momento tuvo lugar nada menos que el famosísimo Asunto Dreyfuss, el cual no voy a explicar, porque es de sobra conocido y porque se haría muy larga esta entrada. Lo cierto es que en este asunto confluyeron 3 personajes: el mismo capitán Dreyfuss, el novelista Emile Zola y nuestro personaje.
Como director del periódico L’Aurore publicó en 1898 la conocida carta firmada por Emile Zola, sobre este asunto, titulada J’Accuse, donde acusaba a todos los implicados en este caso de haber encarcelado a un inocente, en la persona del capitán Dreyfuss. Este caso hizo dimitir gobiernos, llevó las discusiones entre los franceses, incluso, hasta el nivel familiar. En una palabra, causó un gran impacto en Francia.
En 1902 volvió a la política activa, siendo elegido senador. Desde su puesto, siguió defendiendo una clara separación Iglesia-Estado y apoyando la política anticlerical de Combes.
En 1906, tras la caída del Gobierno, Sarrien lo “fichó” como ministro del Interior. Posiblemente, para contrarrestar el peso de Aristide Briand, que estaba apoyado por los católicos.
No tardó en imponer su imagen. “El tigre”, como se le llamaba popularmente, no se cortó un pelo a la hora de reprimir unas fuertes protestas obreras a base de utilizar para ello unidades militares.
Posiblemente, por esa imagen de extrema dureza, fue nombrado presidente, al caer el Gobierno donde él estaba como ministro. Allí estuvo durante 3 años y se cuenta que su gestión fue buena, no exenta de problemas de todo tipo.
Una de las anécdotas que se cuentan de ese período es que, en una ocasión, se presentó un prefecto de una provincia para ser recibido por él.
Como no tenía cita, el ujier le respondió que el presidente estaba muy ocupado. El visitante insistió en verlo y le dijo que sólo le diría una palabra. Nuestro personaje, en su más puro estilo, le contestó que sólo le iba a admitir una palabra y que si decía dos le echaría. Así que el prefecto se presentó ante él y el presidente le dijo “una palabra”. A lo que el otro le contestó “pasta”. Le entendió perfectamente y no tuvo más remedio que atenderle.
Fue un firme partidario de estrechar los lazos con el Reino Unido para construir la Entente Cordiale. Algo que interesaba a ambos países. No obstante, tuvo que dimitir de la presidencia a causa de las acusaciones de la oposición por el mal estado de la Marina de Guerra. Fue sucedido por Aristide Briand, que era un hombre más pacífico, pero no el más indicado para, en caso de guerra, llevar al país a la victoria.
Clemenceau se dedica ahora más a la prensa y funda el diario L’Homme libre. Desde esa tribuna se dedica a pedir vivamente el rearme de Francia para prepararse para un conflicto que se ve venir y que puede empezar en cualquier momento.
Nada más comenzar la I GM, su periódico es cerrado por la censura. Sin preocuparse lo más mínimo, fundó L’Homme enchainé, con mayor éxito aún que el anterior. La gente confiaba más en él que en el mismo presidente de la República, Poincaré.
Así que el presidente cesó a Briand y nombró a Clemenceau en su lugar. Lo primero que hizo fue tomar el cargo de ministro de Defensa, aparte de la presidencia. Se dice que, cuando se conoció la noticia en el frente, los militares lo celebraron por todo lo alto.
Supo hacer renacer en la retaguardia el espíritu nacionalista propio de los franceses y en el Ejército la esperanza por conseguir la victoria. Su enorme vitalidad se la contagió a todos los franceses. Su lema siempre fue “la guerra hasta el fin”.
Se puede decir que un anciano, pues ya tenía 77 años, consiguió la victoria para Francia. No se metió en la marcha de la guerra, pero sí consiguió que la población apoyara unánimemente  a sus soldados.
El problema fue que las negociaciones posteriores las llevaron a cabo dos hombres muy belicistas: el premier británico Lloyd George y nuestro amigo Georges. Éste, siempre vestido con trajes grises, presidió la mesa donde se negó a aceptar cualquiera de las peticiones de Alemania. Es posible que estas negativas le costaran el puesto que se había ganado con toda justicia. El de presidente de la República.
En las conversaciones de Versalles exigió a Alemania unas excesivas reparaciones de guerra, la ocupación de la Renania alemana por Francia, la eliminación de su imperio colonial y otras medidas tendentes a asfixiar económicamente a Alemania durante varios lustros. La intervención del presidente USA, Wilson,  le hizo desistir de algunas de sus ideas. No obstante, consiguió que figuraran la mayoría de ellas en la redacción final del tratado, aunque no quedó muy contento.

Por ello, como comentaba al inicio de esta entrada, muchos autores le consideran el responsable del mal cierre que se hizo con el Tratado de Versalles y del rearme posterior de Alemania, tras la llegada de Hitler.

Como no había dejado que el resto de los políticos interviniera en las negociaciones para el famoso Tratado de Versalles, eligieron para la presidencia a un tal Deschanel, del que decían que tenía mucho futuro.  
La verdad es que no supieron acertar, porque el nuevo presidente se volvió loco y cometió algunos actos que le restaron popularidad. Por ejemplo, en una ocasión, saltó en pijama del tren presidencial y fue encontrado por un campesino que lo llevó hasta la estación más cercana.
En otra ocasión, abandonó un consejo de ministros para introducirse vestido en un lago. Al final, tuvo que renunciar para ser ingresado en un manicomio.
Para terminar, nuestro amigo Georges falleció en 1929 y pidió ser enterrado en su región natal de la Vendée, al oeste de Francia.








7 comentarios:

  1. Aliado, siento no haber comentado antes tu entrada. Ya sabes que me apasiona el tema de la Primera Guerra Mundial y lo que tiene que ver con él.

    Para empezar, yo también opino que se debería aprender más de la gente mayor, aunque también hay que saber elegir de quién. Está claro que para llevar a buen puerto a un país que va a la guerra, hace falta alguien con fuerza para llevar el timón, pero ¿la guerra hasta el fin? ¿Hasta el fin de qué o de quién? Como se nota que no era él quien fue al frente, no como hizo Winston Churchill, por lo menos en algún momento. Yo creo que está clarísimo que ese carácter tan poco amable fue una de las claves del estallido de la Primera Guerra Mundial, y a lo mejor sin ese carácter Francia no se hubiera salvado, pero también creo que una salvación de ese tipo fue pan para hoy y hambre para mañana, o dicho de otra forma, si Clemenceau hubiera tenido más interés en las cosas de otra manera, si no hubiera hecho pagar a Alemania la humillación que sufrió Francia en la guerra franco-prusiana, igual Alemania no se hubiera rearmado como lo hizo y no hubiera pasado lo que pasó después. Yo estoy con esos autores sobre la responsabilidad de Clemenceau en el rearme de Alemania, y no fue porque no se les reprimió lo suficiente a los alemanes: su falta de objetividad no ayudó nada.

    No me ha gustado saber que utilizó fuerzas militares para la represión pero, con ese carácter, no sé de qué me sorprendo con el precedente de Thiers. Por cierto, ¿eso de pasta se refiere a…?

    Bueno, Aliado, magnífico post. Muchas gracias.

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    1. Por eso digo al principio de la entrada que tuvo mucho que ver, bajo mi punto de vista, con la marcha de los alemanes hacia la II GM.
      Está claro que hay que saber hacer la guerra y también hacer la paz. Él supo aunar voluntades para lo primero, pero no para lo segundo. Le pasó lo mismo que, más tarde, a Churchill. Por eso, los dos perdieron sus cargos tras la guerra.
      Lástima que Clemenceau no lo perdiera antes. con su actitud le puso en bandeja el ciudadano alemán medio a los partidos más radicales. No olvidemos que Hitler llegó al poder no mediante un golpe de Estado, sino por cauces democráticos. Además, debemos recordar que Alemania era en ese momento el país más culto de Europa.
      En esas elecciones, los únicos que obtuvieron mayor número de votos fueron los nazis, seguidos del PC. Es lo que suele ocurrir cuando al ciudadano se le deja en la tesitura de que no sabe a quién votar, porque todos le parecen igual de malos ¿Os suena eso de algo?
      Está claro que Clemenceau tuvo mucha influencia en Versalles, porque gracias a él se le culpó a Alemania de haber iniciado la I GM, lo cual es falso, pues todo el mundo sabe que empezó con una decisión firmada en Viena, pero, claro, de Austria ya no iban a sacar nada, mientras que Alemania estaba casi intacta, pues no se luchó apenas en su territorio.

      Saludos.

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  2. Salve.

    Estoy con Ludovica.

    Creo que Clemenceau tuvo mucho que ver con la búsqueda de un único culpable de los sucesos de la I G.M.
    Pensaría que después de la guerra las cosas continuarían igual y Francia seguiría con su carrera colonialista como venía haciendo desde mediados del S.XIX.
    El Tratado que se firmó en Versalles dejo la puerta abierta a lo que vendría después.

    Como siempre, Aliado,...gracias y un saludo.

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    1. Algunos autores afirman que esas indemnizaciones tan cuantiosas vinieron al calcular la producción francesa perdida, al haber muerto tantos jóvenes en el campo de batalla.

      Por cierto, creo que Churchill fue a combatir a Europa, pero no le dejaron arrimarse mucho a primera línea del frente. Además, eso fue tras el desprestigio que cosechó por el fracaso de la ofensiva que había diseñado en Gallipoli.

      Saludos.

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  3. Salve.

    Les hicieron pagar por algo que los aliados también habían tenido su parte de culpa.

    Todos sabían, y Clemenceau mejor que nadie, que las indemnizaciones eran desorbitadas. Creo que lo que pretendía era dejar Alemania tan empobrecida que no tuviera oportunidad de levantarse y, así, poder representar una amenaza para Francia.
    Se pasó tres pueblos, el puticlub...y la gasolinera.

    Un abrazo.

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    1. Se pueden exigir ciertas indemnizaciones, pero no tan exageradas. De hecho, creo que Alemania sigue al día de hoy pagando al Estado de Israel.

      Saludos.

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  4. Me recuerda lo mismo que pretendía hacer el Plan Morgenthau con el territorio de Alemania, tras la II Guerra Mundial. Menos mal que Churchill y Truman ya habían aprendido y se opusieron a éste.

    Supongo que también influyó el comienzo de la Guerra Fría y la necesidad que tuvo USA de tener a Alemania como aliada frente a la URSS.

    Saludos.

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