No sé si a alguien le suena el
nombre de Francesc Cambó. A lo mejor, muchos me van a decir que no. Bueno, da
igual. Para eso estoy yo, para contároslo.
Nuestro personaje nació en
septiembre de 1876 en un pueblo del Ampurdán llamado Verges (Gerona), en el
seno de una familia de pequeños propietarios y comerciantes.
Su padre deseaba que hiciera la
carrera de Farmacia, y así dejarle como heredero, pues, aunque fue el tercer
hijo, los dos mayores murieron en la infancia. No hará falta que aclare que es tradicional
que en Cataluña el mayor lo herede todo. Sin embargo, el, ya por entonces, se
sentía más atraído por la política y decidió estudiar Derecho.
No sólo hizo esa carrera, sino
que también estudió, a la vez, Filosofía y Letras, acabando las dos, en
Barcelona, en el trágico año para España
de 1898.
En esos años ya hizo sus pinitos
dentro de la política, siendo elegido en 1895 secretario del Centro escolar
catalanista, adscrito a la Lliga Regionalista, y publicando algunos artículos
en la Renaixença, el periódico de la Lliga. Así empezó a codearse con los líderes
de su partido.
Poco después entró a trabajar con
un abogado y en el periódico La Veu de Catalunya, donde le encargaron hacer un
estudio de los movimientos regionalistas en toda España y el extranjero.
También en 1898 dio su primer
discurso en público. Fue en Sant Sadurní d’Anoia, donde se produce tanto cava,
y tuvo bastante éxito.
Ese mismo año, su formación
política vio en la derrota española en Cuba y Filipinas, entre otros sitios, un
buen momento para ofrecer una alternativa al nacionalismo español,
popularizando su partido.
En 1899 fue un buen momento para
el catalanismo, pues se fundó el Centre Nacional Catalá, donde se fusionaron
varias corrientes catalanistas.
En 1901 se presentaron a las
elecciones a Cortes, como Lliga Regionalista, y ese mismo año, donde también
hubo elecciones municipales, Cambó fue elegido concejal por un distrito de
Barcelona.
Volvió a ser elegido diputado en
1907, pero no en 1910. También fue nombrado comisario de una proyectada
Exposición de Industrias Eléctricas, que acabó siendo la famosa Exposición Internacional
de Barcelona de 1929, de la que aún quedan algunos monumentos muy importantes.
En 1919 propuso un estatuto de autonomía
para Cataluña, pero tuvo que conformarse con la solución de la Mancomun
idad.
Tras la muerte del líder de su
partido, pasó él a liderarlo. Siendo ministro de Fomento en 1918 y de Hacienda,
en 1921. En ambos casos, estando como presidente Antonio Maura. Estando en esos
puestos fue cuando, casualmente, se promulgó el famoso “Arancel Cambó”,
consistente en penalizar cualquier importación textil de otro país con un 36%
de derechos aduaneros, con lo cual los industriales catalanes consiguieron que
en España sólo se pudieran vender sus productos, sin existir competencia
extranjera de ningún tipo.
Tras la llegada de la II
República no fue elegido diputado, ni concejal, así que optó por marcharse al
extranjero.
Lo intentó de nuevo en 1933,
ganando un escaño como diputado, gracias a sus ideas conservadoras.
No tuvo tanta suerte en las
elecciones de 1936. Sin embargo, como el
golpe del 18/07 le pilló en el extranjero, tuvo mucha suerte y no le asesinaron
los milicianos, como hicieron con muchos compañeros de su partido. No obstante,
varios miembros de la FAI fueron varias veces a buscarle a su casa de
Barcelona.
Apoyó desde el exterior al bando
nacional, como hicieron otros catalanes. Incluso, les dio financiación y firmó
un manifiesto a su favor. Una postura algo extraña en una persona tan catalanista,
sabiendo que los nacionales eran contrarios a todos los tipos de autonomía regional.
Dicen que lo hizo por su convencimiento de que podría triunfar el comunismo en
España y eso él nunca lo quiso.
Siguió en el exilio. Primero en
Francia, luego en Suiza, después a USA y, por último, se quedó en Argentina,
donde murió en 1947.
Siempre fue un apasionado de la
cultura, creando en 1922 la Fundación Bernat Metge, que se dedicó a traducir
numerosas obras al catalán, incluida la Biblia.
Se le considera uno de los
mayores mecenas de Cataluña, incluso financió el famoso Diccionario de lengua
catalana de Pompeu Fabra. Todo un monumento editorial.
Bueno, pues ahora que ya conocemos
a este personaje, voy a hablar de su afición por el coleccionismo de obras
pictóricas.
Desde la llegada de la Dictadura
de Primo de Rivera, se fue apartando de la política y dedicándose al mundo de
los negocios. Aparte de ello, desde el final de los años 20 también se dedicó a
comprar cuadros a otros coleccionistas y los depositó en Suiza.
Con la llegada de la II Guerra
Mundial, decidió trasladarse a Argentina, donde tenía algunos negocios. Fue el
presidente de la principal compañía eléctrica de Buenos Aires, lo cual le
permitió un buen nivel de vida y disponer de un piso de lujo muy espacioso.
Ya en 1941 contactó con el Museo
del Prado, ofreciéndoles la custodia de una parte de su colección que estaba
depositada en Suiza. Guardó para sí 9 cuadros que deseaba que siguieran con él
hasta su muerte.
El Prado aceptó en 1942 llegaron
a España las 8 pinturas cedidas y se reembarcaron para Argentina las 9
señaladas por su propietario.
No obstante, Cambó, había pedido garantías
al Gobierno argentino para que, si lo deseaba él en cualquier momento, podría
llevarse del país las 9 pinturas que iban a ser depositadas en su casa.
En su exilio argentino continuó
acaparando nuevas obras de arte. Al respecto, fue investigado por el Gobierno
USA a causa de una denuncia por haber comprado cuadros a una galería, que se
sabía que había traficado con obras de arte expoliadas por los nazis. Se demostró
que las suyas eran perfectamente legales y se archivó la investigación.
El problema surgió a la muerte de
nuestro personaje en Buenos Aires, en
abril del 47. Su testamento era
muy claro, pues indicaba que todas sus obras, las de Suiza y las que tenía en
Buenos Aires, deberían ser entregadas en herencia al Ayuntamiento de Barcelona.
Los suizos cumplieron a rajatabla
la voluntad de Cambó y en 1950 llegaron a Barcelona los cuadros que habían
estado allí depositados. Hubo dos excepciones. Uno fue legado al museo de
Lausana, en agradecimiento por haber custodiado la colección y otro, un
Botticelli, que fue legado a su hija.
En Argentina fueron dando largas
y en 1952 el Gobierno de Perón promulgó un Decreto por el que se prohibía la salida
de obras de arte de ese país.
Su viuda, con muy buen sentido,
nunca permitió que las pinturas fueran a parar a un museo, porque de esa manera
jamás las podrían volver a recuperar.
El entonces embajador de España
en Argentina, Manuel Aznar, abuelo de nuestro ex presidente, se las ingenió
para convencer a Perón a fin de que firmara una orden que invalidara ese
Decreto.
El sector más extremista del
Gobierno intentó influir sobre Perón, pero el embajador se enteró y mandó
inmediatamente un camión de mudanzas al domicilio de la viuda a fin de llevarse
todas las obras a la embajada de España. Justo a tiempo, porque un rato después
se presentaron agentes del fisco argentino para confiscarlas.
La forma de actuar de nuestro
embajador no le gustó nada al ministro argentino de Asuntos Exteriores y pidió
a Perón que lo expulsaran inmediatamente.
Al mismo tiempo, se ordenó a la
policía rodear la embajada, para vigilar que no saliesen los cuadros rumbo a
España. También se ordenó realizar una campaña antiespañola en los periódicos, mencionando
que el Gobierno argentino estaba pensando romper las relaciones con la España
de Franco y reconocer al Gobierno de la república en el exilio. Por cierto, no
creo que el Gobierno de la II República, por muy en el exilio que estuviera,
quisiera mantener relaciones con el Gobierno de Perón.
A pesar de que el embajador tuvo
que hacer sus maletas y volverse a España sin los cuadros, hubo un golpe de
suerte.
Por aquellas fechas, el consejero
de la embajada también se volvió a España, a causa de una enfermedad grave. Como
le enviaron también todo su mobiliario y enseres a España, pues entre ellos, camuflaron
todas las pinturas y las embarcaron en un buque rumbo a nuestra península.
Cuando se enteraron los
argentinos, el barco ya estaba en mitad de la travesía y hubiera sido muy
fuerte asaltarlo en alta mar, así que a finales de 1954 llegó a Cádiz.
En 1955, el mismo año en que
Perón fue derrocado, Franco inauguró una exposición en Barcelona con los 48
cuadros que Cambó le había legado al Ayuntamiento de esa ciudad.
Entre los cuadros llegados de
Argentina, podemos destacar obras de Tiziano, Goya, la famosa obra de Quentin Latour,
donde figura representada la imagen del notario Laideguive (que aparece en
todos los manuales de Historia del Arte), Correggio, Tintoretto, Sebastiano Piombo,
Gainsborough, Rubens y el holandés Cuyp.
Los cuadros legados al Ayuntamiento
de Barcelona, que ahora están en el MNAC y los del Prado son casi todos de
estilo renacentista o de etapas inmediatamente anteriores al surgimiento de
este estilo. Concretamente, en Madrid se pueden ver obras de Giovanni da Ponte,
del maestro de la Madona de la Misericordia y de Botticelli. Además de uno de
sus dos bodegones de Zurbarán.
En el MNAC de Barcelona se pueden
ver su legado correspondiente formado por obras de Tiziano, Lucas Cranach el viejo,
Tiépolo, Sebastiano del Piombo, etc.
En fin, toda una suerte que este
mecenas se acordara de España a la hora de hacer testamento.
TODAS LAS IMÁGENES PROCEDEN DE WWW.GOOGLE.ES
Cómo he recordado la forma que tienen actualmente en Argentina de expropiar las cosas que vienen de fuera...
ResponderEliminarEl Gobierno argentino siempre ha sido muy amigo de expropiar lo ajeno, por llamarlo finamente. Creo recordar que, no hace muchos años, se quedó con los planes de pensiones de todos los argentinos.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario.
Saludos.
LOS cuadros fueron en un buque llamado CATALONIA.
ResponderEliminarHay algo que profundice en este hecho ...?
Salvo error, el Catalonia, era un pequeño yate privado de su propiedad. Sus cuadros salieron de Argentina en un trasatlántico con destino a España. Dentro de la valija diplomática de ese miembro de nuestra embajada en Buenos Aires.
EliminarMuchas gracias por su comentario y saludos.