Hoy traigo al blog un caso muy
curioso y extraño. Así que no voy a dar mi opinión y dejo que cada uno piense
lo que más le guste.
Nuestro personaje de hoy se llamaba Magdalena de la Cruz y nació en 1487 en la localidad cordobesa de Aguilar de la Frontera. Realmente, ese fue el nombre que adoptó, al convertirse en monja, pero no conocemos su nombre real.
A algunos les parecerá un poco
extraño que haya pueblos que se llamen “de la frontera”, estando en el interior
de Andalucía. La razón es que estaban en la frontera con el reino moro de
Granada, el cual sobrevivió hasta 1492.
Aunque perteneció a una familia
muy humilde, ya desde los 5 años, empezó a llamar la atención, porque decía ver
apariciones en las cuevas cercanas a su localidad.
Cuando cumplió los 12 años, la mayoría de sus paisanos ya la consideraban casi una santa en vida y muchos iban a pedirle favores.
A los 17 años ingresó en el
Convento de Santa Isabel de los Ángeles, situado en Córdoba. Es curioso que
hubiera elegido profesar en ese convento, pues era de construcción muy
reciente. Dicen que la razón podría estar en que no exigían que todas las
monjas llevasen su dote. Eso le favoreció, ya que era de una familia muy
humilde, aunque se desconoce quiénes fueron sus padres.
Allí logró una gran popularidad
al predecir una serie de acontecimientos. Entre ellos, la guerra de los
comuneros, la victoria en la batalla de Pavía, etc.
Lógicamente, estos detalles
llegaron a conocerse entre sus superiores y también en la Corte.
La emperatriz Isabel, esposa de
Carlos V, solía escribirle muy a menudo, solicitándole sus consejos.
Incluso, cuando nació el futuro
Felipe II, le envió las ropas del bebé para que se las devolviera, tras haber
sido bendecidas por la monja. Precisamente, fue bautizado envuelto en esas
ropas.
Supongo que su relación con la emperatriz tendría algo que ver con su primer nombramiento como abadesa. Acontecimiento ocurrido en 1533 y que fue ratificado en 1536 y 1539.
Sospecho que algo tendría que
ver, porque las abadesas de las clarisas solían ser todas personas procedentes
de familias nobles, mientras que ella no lo era.
No hará falta decir que mucha
gente acudió a su convento para que le curase de alguna enfermedad, pues se
creía que tenía poderes sanatorios. Incluso, se la llegó a conocer en todo el
Imperio español.
Decían que obraba milagros, como
el de que le llegaba a su boca la hostia consagrada volando, sin tener que
acercarse al altar. También decían que le salieron los estigmas en las manos y hasta
que solía quedarse en éxtasis.
Al mismo tiempo, en muchas
ocasiones, se le pidió consejo para llevar a cabo las reformas en su orden
franciscana.
Parece ser que también intervino
en la llamada Querella de las mujeres. Un acontecimiento, que estaba ocurriendo
en ese momento, donde las mujeres empezaron a reivindicar sus derechos. Ellas allanaron
el camino para algunas mujeres famosas, como Santa Teresa o sor Juana Inés de
la Cruz.
El propio Papa le escribió, en
varias ocasiones, a Magdalena de la Cruz, pidiéndole que rezase por la
Cristiandad.
El mismo emperador, Carlos V, le
envió su bandera para que la bendijera, poco antes de iniciar su campaña en
Túnez.
Poco a poco, se fue rodeando de
gente muy influyente. Solían visitarla obispos y clérigos de todo tipo, nobles,
abogados, terratenientes, etc.
Incluso, se le ocurrió decir que todo el que se enterrase en aquel convento se salvaría.
Todo ello dio lugar a que ese convento fuera muy próspero, pues le llovían las limosnas. Desde luego, mejoró mucho la vida en aquel convento.Sin embargo, en 1542, ya no fue reelegida
como abadesa, porque las monjas se quejaban de que las trataba muy mal. Abusando
de su superioridad hacia ellas. También hay quien cree que fue por la rivalidad
entre las monjas nobles y las humildes.
Parece ser que, a partir de
entonces, se mosqueó y empezó a quedarse con todas las limosnas que le llegaban
y no entregarlas al convento, como había hecho hasta entonces.
No sé si eso molestó mucho a las
demás monjas, lo cierto es que la denunciaron a los superiores de la Orden
Franciscana.
Tampoco sé si esto vendría dado por su pertenencia a una familia humilde, cuando la mayoría de sus compañeras eran de origen noble. Lo único cierto es que su sucesora fue una de esas nobles.
Decían haberla visto con dos
hombres negros, con aspecto de demonios, que la seguían a todas partes. Así
que, en 1544, los superiores de su Orden decidieron encerrarla en una cárcel
eclesiástica.
Supongo que eso quebró su salud,
porque ya tenía una edad avanzada para aquella época. Así que declaró que,
desde los 5 años, había llegado a hacer tratos con esos demonios para conseguir
honra y fama.
Lógicamente, eso no podía pasarle
desapercibido a la Inquisición. Así que la encerraron en una de sus cárceles
durante un año y medio y allí llegó a declarar que siempre fue una santa falsa
y casi la consideraron como a una bruja.
No sé si intervendrían sus muchas influencias en la Corte, lo cierto es que, después de haber pedido perdón, alegando haber sido engañada, le aplicaron una pena demasiado leve.
Ésta consistió en enviarla al convento de clausura de Santa Clara, en Andújar (Jaén).Ciertamente, fue una pena muy
leve. No olvidemos que estamos en la primera etapa de la Inquisición, donde lo
más normal era que la mayoría de los procesados acabaran en la hoguera.
Tampoco debemos olvidar que el
propio inquisidor general y cardenal-arzobispo de Sevilla, Alonso Manrique, fue
uno de sus muchos seguidores. Así que supongo que no le interesaría quedar en
ridículo por haber avalado a esta religiosa.
Curiosamente, Alonso Manrique,
había sido, previamente, obispo de Córdoba y fue ella la que profetizó su nombramiento
como cardenal.
Sin embargo, parece que nunca le
hizo mucha gracia a San Ignacio de Loyola, el cual siempre sospechó de esta
monja.
En 1546, se celebró su auto de fe
en el interior de la catedral de Córdoba, la cual está dentro de la famosa
Mezquita.
Allí acudió con una vela en las manos y sin velo. Una mordaza en la boca y una cuerda alrededor del cuello.
De esa manera tuvo que aguantar el largo sermón, que le dedicó uno de los frailes de su propia Orden. También le leyó su sentencia.Parece ser que dentro de ese
convento se mostró con una gran humildad. Comía poco y rezaba muy
fervorosamente. Tampoco hablaba con nadie. Hay quien afirma que padecía
problemas mentales.
Desgraciadamente, falleció en las
Navidades de 1560. Aunque ya había cumplido los 73 años. Una edad muy avanzada
para aquella época.
Curiosamente, años después de su
muerte, su Orden la incluyó dentro del Martirologio franciscano, alegando que
no había sido responsable, pues había sido engañada por el demonio. Así que
pidió perdón y acabó sus días como una santa.
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