Hoy quiero narrar un curioso
episodio de la Historia de Francia. No obstante, antes de entrar en el tema,
para tener una idea de lo que ocurría en aquel momento, me gustaría hablar de
uno de los protagonistas de ese episodio. Me refiero al rey Carlos VI de
Francia.
Desgraciadamente, su padre murió
cuando él sólo tenía 11 años. Así que, como ya habían muerto sus dos hermanos
mayores, él heredó la corona de Francia.
Curiosamente, como su padre lo
había nombrado señor del Delfinado a partir de entonces todos los herederos a
la corona de Francia tuvieron ese título y fueron llamados delfines.
Lógicamente, dado que todavía era
un niño, hasta 1388, el reino fue gobernado por un consejo de regencia, formado
por sus tíos, Felipe II, duque de Borgoña y Jean de Berry.
Ciertamente, la situación de
Francia no era muy buena, pues se hallaba en mitad de la famosa guerra de los
Cien Años. A pesar de ello, su padre había conseguido reconquistar buena parte
de sus territorios, que habían tomado los ingleses.
En 1388, Carlos VI, decidió
asumir las labores de gobierno, asesorado por varios consejeros, entre los que
no estaban los regentes. Parece que no lo estaba haciendo nada mal. Sin
embargo, sólo 4 años más tarde, sucedió algo inesperado.
Su amigo y consejero Olivier de
Clisson sufrió un atentado del que consiguió recuperarse de sus heridas. Sin
embargo, esto encolerizó al rey, el cual decidió invadir el territorio de
Bretaña, porque Juan IV, duque de Bretaña, había concedido asilo al autor de
ese atentado.
Cuando se hallaba en camino, al
frente de sus tropas, se encontró con un hombre, que le previno de que querían
matarle. No obstante, siguieron adelante.
Así que éste encolerizó, dio
media vuelta y, pensando que eran unos traidores y que habían querido matarle,
atacó a sus propios hombres, matando a varios de ellos. Afortunadamente,
pudieron sujetarlo hasta que se le pasó ese ataque. Fue el primero de una serie
de ataques de locura, que padeció a lo largo de su vida, aunque solía tener
muchos momentos de lucidez.
Sólo tenía 25 años y muchos
expertos actuales creen que padecía esquizofrenia, aunque hay muchas
discusiones sobre ello. Así que su tío Felipe retomó la regencia, en compañía
de Luis de Orleans, hermano del soberano.
El monarca se había casado con Isabel de Baviera Ingolstadt, la cual le dio varios hijos. Curiosamente, en algunos de sus ataques de locura no recordaba ni que era el rey y no conocía ni a su mujer, ni a sus hijos. Parece ser que ya existían antecedentes de problemas psiquiátricos en sus familiares por línea materna.
Evidentemente, el estado mental
del rey hizo que aquella corte fuera un lugar donde sus familiares lucharan por
ampliar sus poderes.
Eso dio lugar a que, a la muerte
de su tío, Felipe de Borgoña, su hijo, Juan sin miedo, se enemistara con Luis
de Orleans, hermano del rey y, en 1407, lo matase. Eso provocó una cruenta
guerra civil entre los partidarios de los Armagnacs y los Borgoñones. Le llamaban
el bando de los Armagnacs, porque Carlos, el hijo y sucesor de Luis de Orleans
había quedado bajo la protección del conde de Armagnac.
Esta guerra fue aprovechada por
Enrique V de Inglaterra para reclamar su derecho al trono de Francia y eso dio
lugar a una reactivación de la guerra de los Cien Años.
Volviendo atrás, iremos al tema
del baile de los ardientes. Parece ser que, en 1393, la reina organizó un baile
de máscaras, con motivo del matrimonio de una amiga suya, que sirviera para
animar al rey.
Sin embargo, cuando los
disfrazados estaban saltando y aullando como unos salvajes, entraron en la sala
Luis de Orleans, hermano del rey, y su amigo Philipe, ambos borrachos y
portando unas antorchas.
Afortunadamente, el rey se había
acercado a hablar con la joven esposa de uno de sus tíos. Ésta, al ver lo que
ocurría, protegió al rey, echándole por encima la larga falda de su vestido.
Eso le salvó la vida.
Sin embargo, cuatro de los
disfrazados de salvajes murieron. Uno ese mismo día y los otros tres en días
posteriores. Sólo se salvaron el rey y otro personaje de la corte, que tuvo la
ocurrencia de meterse en un tonel de vino. Curiosamente, uno de los fallecidos
fue el que ideó esa mascarada.
La noticia de este hecho indignó al pueblo y puso en entredicho la capacidad de sus gobernantes.
Así que el monarca y su hermano tuvieron que hacer un acto de penitencia para congraciarse con sus súbditos.Parece ser que Carlos VI nunca
fue un rey muy belicista. Así que, en cierta ocasión, firmó un pacto con
Inglaterra, por lo que acordó la boda de su hija Isabel con el futuro Ricardo
II de Inglaterra.
Sin embargo, eso no surtió
efecto, porque Enrique V de Inglaterra aprovechó el estado mental del rey
francés y la guerra civil entre borgoñones y armañacs para invadir Francia.
Se alió con los borgoñones y
venció a los franceses en la célebre batalla de Azincourt (1415), donde los
arqueros ingleses destrozaron a los presumidos caballeros franceses.
En 1420, Carlos VI, que se
hallaba gravemente enfermo, firmó un tratado por el que reconocía al rey inglés
Enrique V como su sucesor en el trono de Francia, declarando a su hijo Carlos
como bastardo. Parece ser que estaba tan enfermo que quien lo firmó fue su
esposa Isabel.
Una de sus cláusulas preveía el matrimonio entre Enrique V de Inglaterra y Catalina de Valois, una de las hijas de Carlos VI. Algunos autores dicen que fue ella la que transmitió la locura a su hijo, el futuro Enrique VI de Inglaterra.
Evidentemente, ese tratado nunca
fue aceptado por los franceses. De todas formas, siempre hubo dudas sobre la
paternidad de su hijo, el futuro Carlos VII.
Incluso, existió el rumor de que
Carlos VII y Juana de Arco pudieran haber sido hijos de Isabel y de Luis de
Orleans, hermano del monarca.
Ciertamente, aunque la reina tuvo
12 hijos siempre hubo rumores de que no todos podían haber sido hijos del rey,
porque se decía que la reina había tenido muchos amantes.
No obstante, la reina también
formó parte del consejo de regencia y fue declarada tutora de sus hijos, con lo
que llegó a presidir ese consejo.
Por el contrario, hay quien dice
que esos fueron unos rumores propagados por Felipe de Borgoña, ya que no le
dejaban acceder al tesoro real, al que sólo tenían acceso la reina y Luis de
Orleans.
Juan sin miedo, hijo y sucesor de Felipe de Borgoña, fue aún más expeditivo. Requirió que le pagase una gran cantidad de dinero por sus servicios y, como se negaron, entró con sus tropas en París.
La reina y el duque de Orleans
huyeron de la capital. Sin embargo, el convoy que transportaba a los hijos de
la reina fue interceptado por las tropas de Juan y el delfín fue raptado.
Aunque lo liberaría muy pronto.
En noviembre de 1407, Juan ordenó
a sus sicarios que asesinasen a Luis de Orleans. Por eso, lo fueron a esperar
al lugar, donde solía reunirse con la reina y lo asesinaron.
Posteriormente, la reina se alió
con Juan sin miedo, duque de Borgoña. Esto no gustó nada a su hijo, el delfín y
futuro Carlos VII. Así que, en 1419, se citaron en una ciudad y los secuaces
del delfín asesinaron al duque.
Esto no gustó nada ni a la reina,
ni al rey y lo desheredaron, impidiéndole seguir siendo el heredero a la corona
de Francia.
Esto fue lo que dio lugar, en 1420, a la firma del Tratado de Troyes, por el que se designó a Enrique V de Inglaterra como sucesor a la corona de Francia. De hecho, los ingleses ya habían ocupado casi todo el norte y el suroeste de Francia.
Sin embargo, los partidarios de
su hijo argumentaron que el rey pertenece a la corona y no al revés. Por ello,
no puede quitarle los derechos a su hijo, ya que debe de respetar las leyes.
Curiosamente, tanto Carlos VI
como Enrique V murieron en 1422. El primero en octubre y el segundo en agosto.
Así que el rey inglés no pudo acceder al trono de Francia.
En cuanto a la reina Isabel de
Baviera, hay que decir que nunca fue muy popular en Francia. Más o menos, igual
que le ocurrió a María Antonieta. A las dos las vieron como a unas extranjeras.
Incluso, se escucharon unas
profecías que decían que “Francia se perdería por una mujer y luego será
restaurada por una virgen”. A la primera la identificaban como a la reina,
mientras que de la segunda pensaban que era la famosa Juana de Arco.
Para terminar, al enviudar, Isabel
de Baviera, se trasladó a vivir a un palacio de la capital, acompañada de una
de sus cuñadas y de unas damas de compañía.
Sin embargo, en 1431, Isabel recibió
la visita de su nieto Enrique VI de Inglaterra, que iba a ser coronado como rey
de Francia en la famosa catedral de Notre Dame, de París.
En 1435 recibió con lágrimas en
los ojos, la noticia de la firma del Tratado de Arras, por el que se
reconciliaban Carlos VII y Felipe III de Borgoña.
Desgraciadamente, moriría sólo 3
días después de la firma de ese pacto. Su féretro no fue llevado en un lujoso
carruaje, como solía hacerse con los miembros de la casa real, hasta la
Basílica de Saint Denis.
Por el contrario, fue transportado
de noche, con gran sigilo, en una barca, navegando a través del Sena hasta
llegar a la citada basílica, donde está en panteón de los reyes de Francia.
Supongo que lo harían de ese modo
para ahorrarse alborotos, pues, como he dicho, nunca fue muy popular en Francia.
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