Hoy en día, cuando se habla de la
gente que más ha aportado en la consecución de los derechos de las mujeres, a
muchas personas se les viene, inmediatamente, a la cabeza la figura de Clara Campoamor.
Evidentemente, no tengo nada en
contra de Clara Campoamor. De hecho, hace tiempo, le dediqué otro de mis
artículos. Sin embargo, echo en falta que casi nadie reivindique la figura de
Mercedes Formica. Así que lo voy a hacer yo.
Mi personaje de hoy se llamaba
Mercedes Formica-Corsi Hezode. Por si a alguno se le ha ocurrido, he de aclarar
que su apellido no tenía nada que ver con aquellos famosos muebles de formica,
que había en todas las casas de España.
Realmente, todavía no tengo claro
si su apellido era Formica o Fórmica, porque lo he visto escrito de ambas
formas en diferentes sitios.
Nació en Cádiz, un día de agosto
de 1913. Fue la segunda de los seis hijos del matrimonio formado por José
Formica-Corsi y Cuevas de Artá y Amalia Hezode Vidiella.
Parece ser que se trataba de una
familia muy acomodada. El padre era un ingeniero industrial, nacido en
Barcelona, que dirigía la sucursal de Cádiz de la Compañía Catalana de Gas y
Electricidad. Curiosamente, he visto en un artículo, que participó en los
Juegos Olímpicos de París, celebrados en 1900, en la categoría de remo 4 con
timonel. Por lo visto, sus apellidos son de origen italiano.
En cuanto a su madre, Amalia
Hezode, nacida en 1888 en una familia originaria de Medina Sidonia, fue una
mujer con una buena formación, que recibió en un internado en Gibraltar. Por
ello, dominaba varios idiomas. El apellido Hezode es de origen francés.
Parece ser que el problema de
este matrimonio es que nunca estuvo muy bien avenido y eso lo tuvieron que ver
sus hijos muy de cerca. Desgraciadamente, dos de ellos, murieron sin haber
llegado a la edad adulta.
Al cumplir los 11 años, al padre
de Mercedes lo trasladaron a Sevilla y allí se fue con toda su familia.
Su madre siempre fue una persona
que se preocupó mucho porque sus hijos tuvieran la mejor formación posible. Así
que fue a hablar con unas monjas, que tenían un centro de enseñanza, para que
matriculasen a Mercedes y a la hermana que le seguía, a fin de que cursaran el
Bachillerato.
Parece ser que la religiosa se
echó las manos a la cabeza, porque eso no era costumbre en aquella ciudad y le
auguró que sus hijas no se casarían. Así y todo, las ingresó en un internado de
Córdoba, donde lograron obtener el título de Bachiller.
Como su madre decía que sus hijas
un día se casarían “por amor y no por conveniencia” las animó a seguir sus
estudios. Así que, en 1931, Mercedes, se matriculó en Derecho y en Filosofía y Letras, aunque luego dejó la segunda carrera.
Evidentemente, ahora lo vemos
como algo normal, sin embargo, esto era un hecho casi insólito, porque Mercedes
era la única alumna de la Facultad de Derecho de la Universidad de Sevilla.
No debemos olvidar que la primera
mujer española que intentó estudiar en la Universidad fue Concepción Arenal, la
cual se matriculó, en 1841, supongo que, con un nombre falso, en la Facultad de
Derecho de la Universidad Central, en Madrid.
Para ello, se cortó el pelo y se
vestía como un varón hasta que alguien la descubrió. Parece ser que el rector
decidió que continuara sus estudios, pero en un lugar apartada del resto de sus
compañeros de curso. También el profesor tendría que escoltarla, tanto a la
entrada como a la salida.
Curiosamente, fue el tan
denostado conde de Romanones, que era el ministro de Instrucción Pública, en
1910, firmó una Real Orden, por la que se autorizaba a todas las mujeres que lo
desearan, a matricularse en todos los centros docentes.
Esa fue la razón por la que
Mercedes pudo estudiar en la Universidad, aunque tenía que ir acompañada por
una señora mayor que ella, tanto a la ida como a la vuelta de las clases.
En sus memorias recordaba a
algunos de sus profesores, como Jorge Guillén, de la Facultad de Filosofía y
Letras, o el menos conocido José Antonio Rubio Sacristán, catedrático de
Historia del Derecho.
Parece ser que este último
influyó mucho en la sed de conocimientos de su alumna y además le presentó a
algunos grandes intelectuales de la época, como Federico García Lorca, al que había conocido en su etapa de estudiante.
Llegamos a 1933. Es un año donde
cambia bruscamente su modo de vivir. Como ya he dicho, los padres de nuestro
personaje nunca se llevaron muy bien. Así que aprovecharon que las Cortes
republicanas habían aprobado la Ley del Divorcio para utilizar ese instrumento
legal.
Desgraciadamente, no pudo ser por
mutuo acuerdo. Así que el juez dio la custodia de las 4 hijas a la madre y el
hijo al padre. A ella le asignaron una mensualidad de 1.000 Ptas., que no
estaba mal en aquella época, pero que era claramente insuficiente para cuidar a
4 hijas. He de aclarar que la hija mayor había muerto en 1927.
Incluso, como la Ley no cambió el
llamado “depósito de la mujer”, el juez autorizó que se fueran a vivir en
Madrid, donde residían unos familiares. Si no hubieran tenido familiares, hasta
era posible que la hubieran enviado a vivir en un convento. Así que tuvieron
que alquilar una modesta vivienda interior en la calle Castelló.
Siguiendo las leyes de aquella
época, el marido se quedó con la vivienda conyugal y todos los bienes que había
en ella. Incluso, el marido no permitía que su esposa pudiera ver al único hijo
varón que tenía y que se quedó al cuidado del padre. Lo cual nos puede parecer
ahora muy injusto, pero entonces era así.
Un cambio enorme para unas
personas acostumbradas a codearse con la alta sociedad, primero de Cádiz y
luego de Sevilla. Ni siquiera le otorgaron a Mercedes una beca para estudiar,
por ser hija de un directivo de una importante empresa.
Sin embargo, en el lado positivo,
tenemos que Mercedes se matriculó en la Universidad Central, en Madrid. La
Facultad de Derecho estaba en aquel viejo edificio de la calle de San Bernardo.
Parece ser que ya estaba hecho un desastre, al contrario de las facultades que
habían ido trasladando a la nueva Ciudad Universitaria, que estaba inacabada y
que resultó destrozada por la guerra civil.
Lo positivo de todo esto es que
allí daban clase las mejores figuras del Derecho español. Por citar algunos
nombres Clemente de Diego, Sánchez Román, Joaquín Garrigues, Jiménez de Asúa,
etc. Este último estaba considerado como uno de los mejores especialistas de
Derecho Penal a nivel internacional.
También tuvo como condiscípulos a
algunos nombres que nos podrán sonar, como Jiménez Quílez, Gómez Acebo, Jesús
Galíndez y la famosa actriz Conchita Montes.
También nos cuenta que, ese mismo
año, un domingo por la mañana, cuando llegó a casa de unas amigas, se las
encontró oyendo la radio. Ella también se sentó para ver qué decían. Esa
emisora estaba transmitiendo en directo el discurso de fundación de la Falange,
que tenía lugar en el Teatro de la Comedia, en Madrid.
Parece ser que quedó fascinada
por el discurso de José Antonio y, unos días después, fue a afiliarse a ese
partido y a su sindicato, el SEU.
En la primera reunión del SEU fue
elegida delegada de la Facultad de Derecho. Allí aportó varias ideas, como las
de crear una bolsa de libros, procedentes de los que ya hubieran terminado la
carrera, a fin de que los pudieran utilizar los nuevos alumnos y la concesión
de becas y creación de comedores universitarios.
Parece ser que la escasez de
libros no era sólo propia de alumnos con pocos recursos, sino que la misma biblioteca de la Facultad de Derecho sólo poseía un ejemplar de cada libro. Así
que era una labor casi imposible conseguir que te prestasen uno de ellos.
En 1936, José Antonio, nombró a
nuestro personaje jefa nacional del SEU femenino, desde su encierro en la
cárcel de Alicante.
Como veo que este artículo me va
a quedar un poco largo, a partir de aquí abreviaré, pasando por alto muchos
detalles de su biografía y mostrando solamente los más interesantes.
Seguimos en 1936. En ese año,
Mercedes cayó muy enferma, por culpa de una gripe que se le había agravado. Así
que su madre se movió mucho y consiguió que su padre y el juez les permitieran
mudarse a otra ciudad con un clima más benigno. Por fin, lo consiguió y se
fueron a vivir a Málaga.
Allí hicieron muy buenas
amistades entre la gente de la alta sociedad de esa capital. No obstante, iban
viendo que el ambiente cada vez se mostraba más enrarecido y más hostil hacia
la clase alta.
Cuando llegó el 18 de julio, el
general Patxot, gobernador militar de esa provincia no se decidió a sublevarse
en el primer momento. Eso les vino muy bien a las milicias para organizarse y
plantar cara a sus tropas, cuando pretendieron llegar al Gobierno Civil. Posteriormente, este general, junto con muchos de sus oficiales, fueron detenidos y fusilados.
Los milicianos no se contentaron
con detener a la gente que consideraba afín al bando nacional, sino que también
les incendiaban sus casas.
La gente ya no se fiaba de nadie
y a Mercedes y a su familia les llegaron a invitar a largarse de una de las
casas, donde estaban refugiadas, argumentando que ella les podría comprometer
por ser de Falange.
Por fin, gracias a sus contactos con
algunos consulados extranjeros, consiguieron unos visados para poder escapar de
Málaga. Su barco les dejó en Tánger, desde donde continuaron su viaje hasta
Sevilla.
Nos cuenta que llegó a una ciudad
llena de uniformes militares y también que se encontró con algunos conocidos
que, a pesar de haber hablado antes mal de José Antonio, se habían hecho de
Falange e iban por la calle con ese uniforme.
Tras la toma de Málaga por las
tropas nacionales, fue con un grupo de la Sección Femenina, que se dedicaba a
repartir comidas para toda la población. Desgraciadamente, antes pudo contemplar
la represión de un bando y ahora la del otro.
A finales de 1937 se casó, en la
catedral de Sevilla, con el poeta y crítico de arte, Eduardo Llosent y Marañón.
Tras la guerra, el matrimonio se trasladó
a Madrid, donde su amigo Eugenio D’Ors, nombró a Llosent director del Museo de
Arte Moderno. Un centro que ya no existe, pero que estaba situado dentro de la
sede de la Biblioteca Nacional, en Madrid. La mayoría de sus importantes fondos
fueron a parar al Museo del Prado.
La pareja residió en un lugar muy
cercano. Su vivienda estaba en el Paseo de Recoletos, muy cerca del famoso Café
Gijón. Allí solían acudir para reunirse con algunos intelectuales del momento.
Parece ser que su marido estuvo
en el grupo de intelectuales que intentaron ayudar a Miguel Hernández. En principio,
le quisieron ayudar a escapar, pero se negó a ello. No obstante, consiguieron
que no fuera condenado a muerte.
Mercedes siempre fue muy crítica con
la decisión de Franco de unir a la Falange con los tradicionalistas o carlistas,
porque se trataba de dos partidos con ideologías totalmente diferentes.
Incluso, llegó a pedir la disolución de la Falange, porque ahora se había llenado
de gente, que sólo buscaba ascender socialmente y le importaba muy poco la
ideología de José Antonio.
La Sección Femenina le nombró
directora de algunas revistas, en las que intentó elevar el nivel cultural de
las mismas y rebajar la propaganda del régimen. También le encargaron un
discurso, pero se lo censuraron por completo, al ver que tenía un carácter
feminista. Esa fue una de las razones por las que nunca se llevó bien con Pilar
Primo de Rivera.
A mediados de los años 40,
acompañó a su marido a una gira por Argentina, al objeto de mostrar en ese país
la cultura española del momento.
A su regreso a Madrid, ella
decidió acabar la carrera de Derecho, que había dejado a medio terminar a causa
de la guerra. Por lo visto, se encontró una Universidad totalmente diferente.
Los mejores profesores estaban muertos o exiliados y los alumnos eran ahora
unos seres muy acomodaticios.
En 1948, consiguió la
licenciatura y pensó en hacer unas oposiciones a la carrera diplomática (algo
que le habían recomendado algunos de sus profesores de antes de la guerra),
notarías, abogacía del Estado o algo similar. Sin embargo, en todas tropezó con
el obstáculo de que era requisito imprescindible ser varón.
Ni siquiera podía optar a ser
fiscal o juez, ya que sólo permitieron que las mujeres ingresaran en esos
cuerpos a partir de mediados de los años 70.
Incluso, se colegió para ejercer
la abogacía. Sin embargo,
ningún despacho de abogados quiso contratarla.
Así que no le quedó otra que montar
un despacho en su propia casa y apuntarse al turno de oficio. En aquella época,
sólo había 2 mujeres más que ejercían la abogacía en Madrid. No obstante, también la ficharon
para el Instituto de Estudios Políticos, donde se dedicó a defender los
derechos de la mujer.
Parece ser que a su despacho le
llegaron muchos casos de mujeres maltratadas por sus propios maridos o amantes
y tuvo que defender sus derechos ante los tribunales.
A fuerza de insistir, tras varios
meses parado por la censura, consiguió que, el 07/11/1953, se le publicara un
artículo suyo en el diario ABC, titulado “El domicilio conyugal”.
En él narraba los problemas de
las mujeres españolas, cuando su pareja les trataba mal y no podían romper de
ninguna manera el matrimonio.
Aparte de que, en caso de separación,
el marido se quedaría con todos los bienes de ambos y a la esposa la “depositarían”
en un lugar convenido entre el juez y el marido. Incluso, le retirarían la
patria potestad sobre sus hijos.
Ponía como ejemplo el caso de
Antonia Pernia Obrador a la que su marido había intentado asesinar de 12 puñaladas
y que se salvó de milagro. Aunque afirmaba que ya le había pegado muchas veces,
anteriormente.
En ese artículo, Mercedes explicaba
claramente que esa mujer no podía pedir la separación judicial, porque no
tendría dónde ir a pesar de ser una víctima frecuente de malos tratos.
El mencionado artículo fue como
una bomba, que estalló en las narices del propio régimen franquista, porque el
citado diario se permitió realizar una encuesta entre sus lectores sobre el
contenido de ese artículo. Posteriormente, varios prestigiosos diarios
internacionales se hicieron eco del mismo y ello obligó al Gobierno a dar algún
tipo de respuesta.
Por lo visto, un periodista de la
revista Time escribió un artículo, cuyo último párrafo decía: “Creo que empieza
un gran torbellino. Gracias a Dios, mi mujer no lee los periódicos”.
Hasta los periódicos de la CNT se
hicieron eco de este artículo y esperaron a ver qué respondía el régimen.
Así que un día recibió una
invitación para ir a hablar, personalmente, con Franco. Esta entrevista tuvo
lugar en el Palacio del Pardo, el 10/03/1954.
Me llama la atención que, en una
época en que las mujeres iban a todas partes acompañadas por sus maridos, ella
fue sola, aunque en el oficio, donde se la citaba, decía que la acompañaría un
sacerdote.
Parece ser que Franco se había
interesado mucho por este tema y la comprendió, porque él mismo había visto
esos malos tratos también en su propia familia.
Así que eso fue lo que le dijo
Mercedes, cuando regresó a su casa y su marido le preguntó cómo le había ido.
Por ello, Franco puso a trabajar
a las Cortes y eso dio lugar a la modificación de nada menos que 66 artículos
del Código Civil, promulgado en 1889, y que hasta esa fecha sólo había sufrido pequeñas
reformas.
La Ley de 24/04/1958 dio lugar a
la modificación de esos 66 artículos, más otros relacionados con ellos y que se
hallaban en la Ley de Enjuiciamiento Civil y el Código de Comercio. Una de sus
mayores innovaciones fue considerar la casa no como del marido, sino del matrimonio.
Por tanto, el marido maltratador, podría ser expulsado de su vivienda por el
juez.
Incluso, se aprobó que las mujeres
viudas, que se casaran de nuevo, pudiesen seguir teniendo la patria potestad sobre
sus hijos.
Desgraciadamente, no pudo
conseguir la igualdad de trato, entre ambos cónyuges, por el adulterio cometido
por alguno de ellos. Ya que la Ley penalizaba más duramente a la mujer.
A partir de entonces se dedicó a
dar conferencias sobre el tema que trataba ese artículo y a escribir novelas.
He de decir que escribía muy bien y que recomiendo la lectura de sus obras.
Sobre todo, los tres volúmenes de sus memorias.
En 1960, consiguió que un
tribunal eclesiástico anulara su matrimonio con Eduardo Llosent y en 1962 contrajo
un nuevo matrimonio con José María González de Careaga y Urquijo. Un ingeniero
industrial, que también fue alcalde de Bilbao. Ese matrimonio duró hasta la
muerte de su esposo, ocurrida en 1971.
Desgraciadamente, esta mujer,
que, por lo que se trasluce en sus obras, fue
una persona con una cultura envidiable
y una memoria privilegiada, murió tal día como hoy, 22 de abril, pero de 2002,
a causa de esa despiadada enfermedad que es el Alzheimer.
En 2014 se inauguró un busto suyo
en su ciudad natal de Cádiz, justo frente a un centro de la mujer. Curiosamente,
al año siguiente, el Ayuntamiento de esa ciudad, gobernado por Podemos, ordenó
retirar su busto de la plaza del Palillero, donde podía verlo todo el mundo, e
instalarlo dentro de la biblioteca de la Fundación de la mujer. Lo cual
ocasionó fuertes críticas.
Incluso, un grupo de
intelectuales de Málaga, pidió al Ayuntamiento de
Cádiz, que, si no iban a
reinstalar su busto en el lugar de donde lo habían retirado, se lo cedieran
para instalarlo en un lugar de honor de la ciudad de Málaga.
Por el contrario, en 2017, el
Ayuntamiento de Madrid, presidido por la juez retirada Manuela Carmena, le
dedicó una de las calles de la capital. Concretamente, muy cerca del parque de
la Fuente del Berro. Parece ser que a esta antigua magistrada no le importó que
Mercedes Formica hubiera sido una de las personas fundadoras de la Falange.
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