Hoy me apetecía cambiar de tercio
y escribir sobre otro asunto. Así que me he encontrado éste por ahí y no me he
resistido a contároslo.
Seguro que todos hemos visto esas
películas del Oeste de USA, donde se suelen ver a los ganaderos peleando por un
terreno con pasto o por un pozo, donde pueda alimentarse o beber su ganado. Algo de
eso ocurrió aquí, hace varios siglos.
Lo cierto es que no está muy
claro cómo surgieron esas desavenencias entre los ganaderos de lo que hoy son
los territorios de Francia y de España.
Las fuentes más utilizadas
informan que en 1373 hubo una pelea entre dos ganaderos. Uno de ellos se
llamaba Pedro Karrika y pertenecía al valle del Roncal, en el antiguo Reino de
Navarra. El otro se llamaba Pierre Sansoler y habitaba uno de los dominios del
vizconde de Bearn.
Parece ser que los dos pastores llegaron
al mismo lugar con sus ganados y se entabló una discusión entre ellos, por el
agua, que cada vez fue a más.
Aquello se convirtió en una pelea
en la que el navarro mató a Sansoler. Lógicamente, esta violencia no paró y se
fue multiplicando, a medida que pasaba el tiempo.
Se dice que un primo de Pierre,
llamado Anginar, acompañado por un grupo de amigos, atravesó la frontera, al
objeto de buscar a Karrika. No le encontró, pero sí a su mujer, Antonia
Guardia, que estaba embarazada, y fue asesinada por este grupo en Belagua.
Posteriormente, Karrika, le
devolvió la “visita”, dirigiéndose, acompañado por unos amigos, a la casa de
Anginar, donde éste se hallaba celebrando su anterior “hazaña” con unos cuantos más.
Los navarros no dejaron “títere
con cabeza”. Allí mismo los mataron a todos y sólo dejaron con vida a la mujer
de Anginar, que tenía un niño en sus brazos.
La violencia seguía “in
crescendo”. Así que lo siguiente fue que los seguidores de Sansoler organizaron
una emboscada en un desfiladero y allí asesinaron a unos 25 navarros.
Estaba muy claro que a los
gobernantes, esta situación se les estaba yendo de las manos y, enseguida, se
reunieron para intentar pacificar la zona.
En la localidad de Ansó se
citaron las “fuerzas vivas” del momento. Es decir, el rey de Navarra Carlos II el malo, el
vizconde de Bearn, llamado Gastón III o Febus (cuñado del anterior) y los obispos de Jaca, Pamplona,
Oloron y Bayona. Sin embargo, no consiguieron apaciguar a los habitantes de
ambos lados de la frontera.
En adelante, me referiré a ellos
como franceses, aunque, en aquella época, ese territorio no dependía todavía del
rey de Francia.
A pesar de esos esfuerzos, la
cosa fue a más. Hasta tal punto que, en 1375, llegó a darse una batalla entre
ellos que ocasionó nada menos que 53 muertos, por el lado navarro, y unos 200,
por el lado francés.
Entiendo que ambos bandos se
asustaran y los franceses fueron los primeros que quisieron someterse a un
arbitraje.
Las dos partes aceptaron como
árbitro al alcalde de la localidad de Ansó, llamado Sancho García, el cual
estaría asistido por 5 “buenos hombres” elegidos por él de entre los de su
pueblo.
Lo primero que hicieron fue subir
al puerto de Arlas, acompañados por 5 hombres de cada bando, para delimitar la
frontera exacta entre los dos territorios. De esa manera, decidieron que
estaría en la llamada “Piedra de San Martín”, que delimitaría el Valle del
Roncal y el de Aramitz, en Baretoun. A partir de ahí, trazaron una línea para delimitar
ambos territorios.
También decidieron una serie de
días en los que los franceses y los roncaleses podrían llevar su ganado a
abrevar en esa fuente. Concretamente, los primeros, desde el 10 de julio y sólo
durante 28 días. Mientras que el ganado de los segundos podría abrevar desde el
día que acabaran los franceses hasta el de Navidad.
Para que no se produjeran más represalias,
los franceses, se comprometieron a pagar cada año tres vacas a los navarros, las cuales tenían que haber cumplido dos años y fueran aceptadas por éstos.
En cuanto a los responsables de
las muertes, se les imponía una fuerte multa. En el caso de que no la pudieran
pagar, lo tendrían que hacer los vecinos del pueblo donde vivieran.
La verdad es que, para haber sido
hecho en la época medieval, me parece un arreglo bastante civilizado.
De todas formas, creo que es
muy posible que esta gente estuviera harta de tener que ver morir a la gente de
su familia. No olvidemos que la primera epidemia fuerte de peste tuvo lugar en
1348 y mató a una tercera parte del país.
Aparte de ello, estamos en la
época de la famosa Guerra de los Cien años, que duró nada menos que 115 y que
se llevó por delante a mucha gente, aunque no tuvieran un armamento tan
mortífero como el que tenemos ahora.
Tampoco deberíamos olvidar que,
durante esta misma época, tuvo lugar la guerra entre Pedro I de Castilla y su
hermano, el futuro Enrique II, que también hizo derramar mucha sangre por ambos
bandos. Así que no debería de extrañarnos que esta gente estuviera muy
interesada en conseguir la paz a cualquier precio.
Como ejemplo de lo contrario, os
puedo contar por qué le apodaron el malo a Carlos II de Navarra. Como todo el
mundo sabe, los españoles, somos la gente más individualista del mundo. De
hecho, lo más normal, cuando alguien compra una casa es aumentar la altura del
muro que te separa de la parcela del vecino.
Esto era mucho más radical, en el
caso de la Pamplona medieval. Los habitantes de los tres barrios o núcleos de
población, que la formaban, se odiaban a muerte. Tanto es así que estos barrios
estaban amurallados y con fosos, como si se tratase de ciudades enemigas, y
al más mínimo conflicto, utilizaban nada
menos que las catapultas, para arrojarse grandes pedruscos. Aparte de
dispararse entre ellos flechas, lanzas y
otros artilugios bélicos.
Por lo visto, era una tradición
que, cuando se coronaba a un nuevo rey o en las fiestas de la coronación, se
indultaran a todos los que estuvieran presos por este motivo.
En el caso de Carlos II, que llegó
al trono con sólo 17 años, se le informó
de esa tradición y se le pidió que cumpliera con ella, ordenando la liberación
de todos los que habían sido encarcelados por esa causa.
Sin embargo, este rey
adolescente, en lugar de ordenar su liberación, sin cortarse un pelo, mandó que
todos esos que debían ser puestos en libertad, fueran ejecutados
inmediatamente. Lógicamente, sus soldados cumplieron sus órdenes a rajatabla.
Como habéis comprobado, hubo
razones más que suficientes para que le apodaran de esa manera y pasara a la
posteridad con ese triste apodo. También hay quien dice que ese apodo se lo
pusieron los franceses.
Volviendo a nuestro tema, tras la
sentencia arbitral del alcalde de Ansó, que fue firmada, por ambas partes, el 16 de octubre de 1375, en la iglesia
parroquial de esa localidad, se creó un protocolo, que se ha repetido, desde
entonces, año tras año. Este tratado de paz es el más antiguo de los que continúan vigentes en Europa.
Así que, desde ese momento, el 13
de julio de cada año, se reúnen los alcaldes de Baretous y los de 4 municipios
del Valle del Roncal.
Lo hacen en el mismo sitio en que
tuvo lugar la primera de esas reuniones. Se trata del collado de Ernaz en el puerto
de Arlás, junto a la mesa de los Tres Reyes, donde, anteriormente, estaba la
llamada Piedra de San Martin.
Desde 1858, año en que se efectuó
la delimitación exacta de fronteras entre Francia y España, su lugar lo ocupa el
mojón 262, de un total de 1.300 que se colocaron para señalizar el límite
fronterizo entre los dos países.
El alcalde de Isaba siempre
preside el acto. Todas las autoridades, allí reunidas, visten sus mejores
galas.
El presidente les pregunta tres
veces a los representantes de Baretous si quieren continuar con la paz. Los franceses
también le responden afirmativamente tres veces.
Dicho esto, uno de los representantes
franceses pone su mano sobre la piedra y lo mismo hacen los demás de los dos
países, poniendo unas manos sobre otras.
El presidente es el último que
pone su mano derecha sobre las de los demás y pronuncia la frase ritual: “Pax
avant, pax avant, pax avant”. Los franceses le responden con las mismas
palabras.
Anteriormente, no se ponían las
manos sobre una piedra, sino sobre dos lanzas atravesadas en forma de cruz.
Posteriormente, son entregadas
las vacas y, una vez reconocidas por el veterinario de Isaba, se procede al
reparto de las mismas.
Tras ello, se nombran cuatro guardas
para vigilar que se cumpla lo pactado por ambas partes. Se redacta un acta, que
es firmada por todos los representantes. Como colofón, se celebra una comida de
hermandad para conmemorar el acto.Como es de suponer, este tratado no fue una especie de fórmula magistral, que acabara con toda la violencia, pero sí le dio una gran estabilidad a la zona.
Deberían de tomar nota muchos gobernantes
de lo que hicieron estas gentes para que nunca hubiera más guerras entre ellos.
A lo largo de la Historia, se
sabe que ha habido algunos conflictos, como durante la Guerra de los Treinta
años, en la que se produjeron varios robos de ganado y captura de pastores de
uno y otro lado de la frontera.
Igual ocurrió durante la Guerra
de la Independencia, aunque España fuera invadida y estuviera en guerra contra
Francia.
No obstante, en 1895, tras la
publicación de un artículo en el diario francés Le Figaro, donde
calificaba a este acto
como un humillante y “extravagante ceremonial anti francés”, varios cientos de
franceses subieron a ese lugar para boicotearlo.
No me extraña que los franceses
estén molestos, pues, si se suma la cantidad de vacas que han entregado a lo
largo de la Historia, la cifra se acerca a las 2.000.
En 1944, durante la II Guerra
Mundial, Francia, fue ocupada por los alemanes y éstos prohibieron realizar ese
intercambio. Así que en la posguerra, los franceses, añadieron una vaca más
para compensar las que les debían a los navarros.
También, según lo pactado, de las
tres vacas, dos de ellas siempre son para el pueblo de Isaba, que es el
municipio más grande del valle, y la otra
le toca cada año, por riguroso turno, a Uztarroz, Urzainki y Garde.
En el mismo documento se dice que
las tres vacas han de tener dos años y estar en buen estado de salud. Concretamente,
en 1755, una de las vacas fue devuelta, pues los del Roncal vieron que no
estaba en muy buenascondiciones. Consecuentemente, los franceses se la
cambiaron por otra.
Algunos autores dicen que este tratado les recuerda un tributo impuesto por Carlomagno, tras vencer en la guerra a los sajones. Por ello, estos debían entregarle cada año 12 vacas, en señal de sumisión. En este caso no es así, pues se trata de un pacto entre iguales.
Algunos autores dicen que este tratado les recuerda un tributo impuesto por Carlomagno, tras vencer en la guerra a los sajones. Por ello, estos debían entregarle cada año 12 vacas, en señal de sumisión. En este caso no es así, pues se trata de un pacto entre iguales.
Hasta en el mismo tratado de
delimitación de fronteras entre Francia y España, que entró en vigor el 1 de
abril de 1859, dedica, por entero, el Anexo III del mismo a este pacto firmado
en el siglo XIV.
Desgraciadamente, como ha
ocurrido en muchos casos, los documentos originales, donde figuraba este
acuerdo, con las firmas de todas las partes, que se custodiaba en la iglesia de
Isaba, se destruyeron en el incendio de la misma, que tuvo lugar en 1427. Afortunadamente,
seis años más tarde, se hicieron varias copias de los mismos de una que ya existía
en otro de los pueblos.
En
2011, el Gobierno Foral de Navarra, declaró a este acto como Bien de
Interés Cultural Inmaterial y ahora se realiza una fiesta, donde se
procura que se conozcan mejor las gentes que viven a ambos lados de los
Pirineos.
Espero que os haya gustado esta
curiosa historia y me gustaría veros a todos como seguidores de mi blog. Como sé
que lo vais a hacer, ya os doy las gracias por anticipado.
Estimado Juan: Que grato es leer historias como estas, si bien puede ser conocida por varios, estoy seguro para muchos mortales como yo es inédito. Te agradezco por compartirlas.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me alegro que te haya gustado.
EliminarMuchas gracias por tu amable comentario.
Saludos.
Eso es lo que pretendo, que la gente conozca la Historia de una forma amena.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario y saludos.