ESCRIBANO MONACAL

ESCRIBANO MONACAL
UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

martes, 22 de diciembre de 2020

GIACOMO MATTEOTTI, EL HOMBRE QUE SE ENFRENTÓ AL FASCISMO ITALIANO

 

Hoy voy a hablar de un hombre que tuvo la valentía de decirle las verdades a los fascistas italianos en su propia cara. Cosa que, hasta ese momento, nadie se había atrevido a hacerlo.

Se llamaba Giacomo Matteotti y nació en 1885 en una pequeña localidad italiana de la región del véneto. Fue el único de los siete hijos, que tuvieron sus padres, y que llegó a la edad adulta.

Parece ser que nació en el seno de una familia burguesa y acomodada, gracias a los negocios de su familia, que se dedicaba a la compra-venta de hierro y cobre.

Mientras realizaba los estudios de Secundaria, coincidió con un futuro oponente político, Umberto Merlín, uno de los líderes de la Democracia Cristiana.

Posteriormente, estudió Derecho en la prestigiosa Universidad de Bolonia, graduándose en 1907. Por lo visto, allí fue donde, a través de unos amigos, entró en contacto con el Partido Socialista. Aunque su padre ya había sido concejal por ese partido.

Durante la I Guerra Mundial, no fue alistado por haber muerto también su padre y ser el único hijo que le quedaba a su madre.

Hay que decir que, antes de la guerra, Italia, no era un país que tuviera grandes diferencias con otros países europeos. Así que los dos bandos lo estuvieron cortejando para atraérselo. Sin embargo, optó por aliarse con Reino Unido y Francia, porque estos le prometieron una serie de territorios para crear futuras colonias.

Sin embargo, otros, como Matteotti, hicieron propaganda a favor de la neutralidad. Como esa era una postura contraria a la del Gobierno, fue deportado y confinado en una aldea de Sicilia.

Una vez acabada la guerra, pudo volver a su localidad de origen, donde, en 1919, fue elegido diputado por esa zona ante el Parlamento Italiano.

Parece ser que fue un parlamentario muy activo e intervino en múltiples ocasiones, pronunciando discursos o haciendo numerosas propuestas.

En 1920, ya empezó a redactar informes sobre la violencia perpetrada por los fascistas en todos los rincones de Italia. Al año siguiente, publicó un informe titulado “Investigación socialista sobre las hazañas de los fascistas en Italia”.

En 1922, hubo una grave crisis dentro del Partido Socialista de Italia. Parece ser que a algunos de sus dirigentes no les gustó que uno de sus líderes, Filippo Turati, hubiera acudido a la llamada del rey para consultarle sobre el nuevo Gobierno.

Así que, después de muchas discusiones y de una votación, donde se le censuró esa conducta, Turati y otros líderes socialistas, entre los que se encontraba Matteotti, abandonaron su partido, para crear el Partido Socialista Unitario, en el que, nuestro personaje, fue nombrado secretario general.

Ciertamente, el período de entreguerras, fue un período de grandes cambios en Europa. Todo ello vino, porque la mayoría de los países habían gastado el presupuesto de varios años para intentar vencer en la I Guerra Mundial. Posteriormente, la situación económica se agravó tras la famosa Crisis de 1929.

Esta crisis postbélica no sólo afectó a Alemania. También hubo otros países que quedaron muy marcados por la guerra. No olvidemos que cayeron 4 monarquías muy antiguas: Alemania, Imperio Austro-Húngaro, Turquía y Rusia.

Con esto me refiero a que, a pesar de que Italia estuvo en el bando vencedor, su situación económica no era muy boyante. Esto dio lugar a una gran crisis política, que propició la llegada de Mussolini al poder en 1922. Curiosamente, éste también había empezado su carrera política como afiliado al Partido Socialista.

Por ello, en el Partido Socialista de Italia, siguiendo la corriente habitual de aquella época, triunfó el ala de extrema izquierda, que solía escuchar las órdenes procedentes de Moscú. Así que los que creían en una socialdemocracia, como Turati o Matteotti se vieron obligados a abandonar su partido.


En agosto de 1922, las fuerzas de la izquierda convocaron una huelga general indefinida en Italia. Eso dio pie a que los empresarios y políticos conservadores contaran con los fascistas para que, a base de actos violentos, reventaran esa huelga.

De esa forma, los fascistas, se ganaron las simpatías de la nobleza, la burguesía y el empresariado.

En octubre del mismo año, la izquierda convocó otra huelga general. Esta vez, los fascistas, se veían muy respaldados y conminaron al Gobierno que, si no cortaban eso de raíz, ellos asaltarían el poder.

Hay que decir que el Gobierno estaba formado por una coalición de partidos, llamada Bloques Nacionales, al que también pertenecía el Partido Fascista, el cual ya había conseguido 37 diputados en el Parlamento Italiano.

Así que entre el 27 y el 29 de octubre de aquel año, el Partido Fascista, convocó la famosa Marcha sobre Roma, que congregó a varios miles de personas.

Sorprendentemente, el día 30, Mussolini, fue llamado por el rey Víctor Manuel III, el cual le encargó la formación de un nuevo Gobierno. Evidentemente, no estaba solo, sino que ya tenía los apoyos mencionados anteriormente.

En 1924, se convocaron elecciones generales. Sin embargo, fueron un tanto especiales, porque Mussolini había logrado que se promulgara la llamada Ley Acerbo.

Esta consistía en un artificio legal por el cual, si un partido sacaba más del 25% de los votos, sería recompensado con los 2/3 de los escaños del Parlamento. De esa manera, el Partido Fascista, obtuvo 374 escaños, mientras que la oposición apenas llegó a los 100.

Por tanto, gracias a estas elecciones, Mussolini, obtuvo plenos poderes y ya no se molestó en convocar ninguna más. De hecho, ya no hubo otras en Italia hasta 1946.

Lógicamente, para obtener este gran resultado, los fascistas, recurrieron a todo tipo de tropelías. Como amenazas, palizas, algún asesinato y hasta robos de tarjetas de empadronamiento.

A la vista de estos hechos, el 30/05/1924, Matteotti, secretario general y portavoz del Partido Socialista Unitario, el cual había obtenido 24 escaños, pronunció un discurso en el Parlamento, donde pidió la anulación de estas elecciones.

Lógicamente, en los escaños fascistas, hubo división de opiniones. Como se suele decir, unos se acordaron de su padre y otros de su madre.

Después de esto, quedó tan impresionado, que, tras haberse sentado en su escaño, le dijo a su compañero de partido, Antonio Priolo, que fueran preparando una oración fúnebre para su entierro.

Tal y como había predicho, el 10/06/1924, Matteotti, fue secuestrado por un grupo de individuos, cuando paseaba cerca de su domicilio. Estos lo metieron en un coche y huyeron con él.

No se supo más de él, hasta que su cadáver fue encontrado por un perro de la Policía, el 16/08/1924, en un bosque a las afueras de Roma. Lógicamente, apareció en un avanzado estado de descomposición a causa del tiempo que llevaba medio enterrado en ese lugar y por el calor del verano.

Este hecho sirvió para unir a la oposición, cuyos diputados se retiraron del Parlamento y declararon que no volverían hasta que no se investigara todo este asunto a fondo.

Muchos le echaron la culpa a Mussolini, sin embargo, él siempre negó su intervención en este suceso. No obstante, este hecho también consiguió dividir las opiniones en el Partido Fascista.

Ciertamente, a mí, todo esto me recuerda mucho a otro asesinato que tendría lugar unos años después. El de Calvo Sotelo, que fue perpetrado en 1936 y que aceleró los preparativos para el fallido golpe de Estado, que dio lugar a la guerra civil.

Parece ser que, el año anterior, Mussolini, había creado, secretamente, unos grupos de acción a la que llamaban Ceka, que pertenecían a la Policía política del régimen.

Por lo visto, Matteotti, había sido secuestrado por uno de estos grupos violentos, al mando de un tal Amerigo Dumini, que tenía fama de ser un profesional, en todo lo tocante a los asesinatos.

Sin embargo, no debería de ser muy valiente, pues, en cierta ocasión, se citó para un duelo con un periodista socialista y, cuando vio que éste era un gran esgrimista, Dumini, tiró su sable y salió corriendo despavorido.

Parece ser que, tras ser detenido, a mediados de julio de ese año, confesó que había participado en ese secuestro, junto con Albino Volpi, Augusto Malacreia, Amleto Poveromo y Giuseppe Viola. Precisamente, fue este último el que le clavó a Matteotti una daga en una axila y en el pecho. Lo que provocó su muerte.

En aquel momento se pensó que era posible que no lo quisieran matar, sino sólo asustarle, como ya habían hecho con otros políticos a los que habían secuestrado antes, sin embargo, parece que Matteotti luchó bravamente contra ellos y se produjo ese desenlace.

Por lo visto, hubo algunas personas que tomaron la matrícula del coche. Luego se supo que pertenecía a un director de un periódico afín al fascismo.

Como la instrucción recayó en uno de esos jueces que todavía creen en la independencia del poder judicial, pues el propio Mussolini dio la orden de que lo trasladaran fuera de Roma. Aun así, ese juez ya había señalado la responsabilidad en el hecho de varios cargos fascistas, los cuales tuvieron que dimitir.

El caso es que la Policía detuvo a todos los culpables y fueron encarcelados. El juicio tuvo lugar en marzo de 1926. Aquello fue una mera pantomima, porque 3 de ellos fueron absueltos y otros tres condenados a penas de 5 años. Para colmo, todos fueron puestos en libertad, gracias a una amnistía general que se otorgó ese mismo año.

Ciertamente, volvieron a ser juzgados en la posguerra, pero sólo fueron condenados a unas penas muy inferiores a las que les deberían haber correspondido. Aparte de que volvieron a beneficiarse de otra amnistía.

Curiosamente, cuando siempre se había pensado que el móvil de ese crimen habían sido las denuncias de Matteotti contra los fascistas, en los años 80, se encontró un documento del propio Dumini donde aclaraba el caso.

Por lo visto, Dumini, había escrito este informe para ser publicado, en el caso de que Mussolini quisiera eliminarle y lo había entregado para su custodia a un bufete de abogados de USA. País en el que había nacido Dumini.

Parece ser que Musssolini se había enterado de que Matteotti tenía en su poder una serie de informes que incriminaban tanto a los miembros del Gobierno como a algunos familiares suyos por haber aceptado sobornos de la empresa petrolera estadounidense Sinclair. Estos tenían como objeto el monopolio para explotar unos posibles yacimientos en la región de Emilia y en varios lugares de Sicilia. También podría ampliarse a otras zonas de Italia e, incluso, a Libia, que estaba siendo colonizada por los italianos. La concesión, aprobada por un decreto de mayo de 1924, era por 90 años y estaba exenta de impuestos.

Es posible que este informe le llegara a Matteotti procedente de otra compañía rival, la Anglo-Iranian Oil Company, que también estaba interesada en la posible explotación de esos yacimientos.

Parece ser que, en aquella época, el mercado de los combustibles en Italia estaba siendo acaparado por la poderosa Standard Oil, con un 80% del negocio, y la Royal Dutch Shell, con el 20% restante.

Por lo visto, este asunto saltó cuando en la Shell se dieron cuenta de que Sinclair había actuado, no por cuenta propia, sino como agente de Standard Oil, la cual estaba intentando bloquear la ampliación del negocio de los británicos en territorio italiano.

Por ello, los primeros en cobrar esos sobornos fueron Arnaldo Mussolini, hermano del Duce, y Filipo Filipelli, dueño del periódico Il Corriere Italiano y también del coche con el que perpetraron ese secuestro. Los siguientes en cobrar fueron los propios miembros del Gobierno italiano.

Por lo visto, Matteotti, había obtenido esa documentación durante un viaje realizado a Londres, la cual le fue entregada por algunos miembros del Partido Laborista, el cual gobernaba en ese momento en el Reino Unido.

Parece ser que, tras este asesinato, la prensa británica, y, especialmente, Daily Herald, un periódico muy afín a ese partido, comenzaron una campaña para culpar a varios miembros del Gobierno italiano y, concretamente, a Arnaldo Mussolini.

Así que este tremendo escándalo provocó que Mussolini cancelara los acuerdos con Sinclair Oil en noviembre de 1924.

No debería de extrañarnos que Mussolini tomara esta decisión, pues, desde un primer momento, el Partido Fascista, había llegado al poder a base de denunciar los escándalos de los demás partidos y no podía admitir que la gente viera que ellos estuvieran haciendo lo mismo que los que los habían precedido.

Para no alargar más este artículo, diré que, actualmente, se sigue sin tener constancia de la presunta responsabilidad de Mussolini en este suceso. En su momento, él sólo admitió cierta responsabilidad moral en ese asunto. Incluso, hay algunos autores que piensan que el propio rey de Italia también cobró sobornos de esa Empresa y podría estar implicado en ese suceso.

También hay otros autores que afirman que Mussolini estaba en conversaciones con el Partido Socialista, de donde se había ido Matteotti, para concederles algunos ministerios y, por ello, nuestro personaje, quiso denunciar la política del Gobierno fascista.

Durante la guerra civil española, una de las unidades republicanas que combatieron en la misma, se llamaba Batallón Matteotti. Incluso, en la II Guerra Mundial, se crearon las Brigadas Matteotti, que fueron uno de los grupos de la resistencia italiana contra los invasores alemanes.

Una de las hazañas más famosas de esas Brigadas fue la liberación dos famosos políticos italianos, condenados a muerte y encarcelados en una cárcel de Roma: Sandro Pertini y Giuseppe Saragat.

Para terminar, muchas ciudades de Italia dedicaron calles y monumentos a Giacomo Matteotti, cuyo cadáver fue enterrado en su pueblo natal.

 

TODAS LAS IMÁGENES PROCEDEN DE WWW.GOOGLE.ES

sábado, 19 de diciembre de 2020

EL CARDENAL VON GALEN, EL HOMBRE QUE SE ENFRENTÓ A HITLER

 

A veces, la voluntad de un solo hombre puede tener la fuerza de todo un Ejército. Ciertamente, este hombre debió de ser muy valeroso, pues, fiel al lema de su escudo de armas “ni adulación, ni temor”, no vaciló a la hora de enfrentarse al nazismo. Hasta el propio Einstein alabó la labor de este prelado católico.

Clemens August Graf von Galen, que así era como se llamaba, nació en 1878, en una localidad alemana de la Baja Sajonia, muy cercana a la famosa ciudad de Münster.

Fue el undécimo de trece hijos de una familia de la nobleza de Westfalia. No hay más que ver que en su apellido lleva la palabra “graf”, o sea, conde.


Como ya dije en otro de mis artículos, dado que, desde que cayó la Monarquía, en Alemania no están reconocidos oficialmente los títulos nobiliarios, los aristócratas se los pusieron dentro de sus apellidos.

La mayoría de sus familiares fueron políticos o altos dignatarios de la Iglesia Católica. Así que no es de extrañar que en su educación primara el aspecto religioso. De hecho, su propia madre siempre fue muy devota.

Así que sus padres lo enviaron a un colegio jesuita. Sin embargo, como en esa época todavía seguían vigentes las leyes que impuso Bismarck contra la Iglesia, sus exámenes no eran reconocidos oficialmente. Por tanto, al final tuvo que matricularse en una escuela pública en la que se graduó de secundaria .

Posteriormente, se trasladó a Suiza, con el fin de estudiar en la Universidad de Friburgo. Sin embargo, tras un viaje a Roma, durante el que pudo conversar con el Papa León XIII, decidió hacerse sacerdote.

Así que, primeramente, ingresó en un seminario jesuita en Innsbruck (Austria). Después, se trasladó a Münster (Alemania), donde prosiguió sus estudios y fue ordenado sacerdote en 1904.

Posteriormente, estuvo un tiempo trabajando a las órdenes de su tío, que era el obispo de Münster, para pasar luego a ejercer como párroco de varias iglesias.

Precisamente, cuando ejercía como párroco de la iglesia de San Matías, en Berlín, conoció al nuncio del Vaticano, que fue a escuchar uno de sus sermones, que se habían hecho famosos en la capital.

Se trataba nada menos que del arzobispo Eugenio Paccelli, que con el tiempo llegaría a ser el Papa Pío XII. Parece ser que al, por entonces, nuncio, le gustó la forma en que predicaba sus sermones y se hicieron buenos amigos.

Tras la derrota alemana en la I Guerra Mundial, fundó varios comedores para la gente necesitada. Algunos dicen que lo hacía para que estos no abrazasen las teorías comunistas, que entonces estaban muy en boga.

Posteriormente, fue enviado como párroco a una iglesia de Münster, donde, en 1933, fue nombrado obispo de esa ciudad. Justamente, el mismo año en que Hitler llegó al poder.

Aunque, desde unos años antes, Hitler ya era un político muy conocido, no pudo aspirar a llegar al Gobierno hasta 1932, año en 

que le permitieron nacionalizarse alemán, porque era de origen austriaco.

Así que veremos que, no sé si casualmente, las vidas de Hitler y von Galen corren paralelas. Pero, lógicamente, cada uno en su ámbito profesional.

Parece ser que, en ese nombramiento de von Galen, algo tuvo que ver Paccelli, pues, aunque no llegó a ser Papa hasta 1939, sí que tenía un gran poder, como secretario de Estado del Vaticano.

Precisamente, el cardenal Paccelli, fue el que negoció y firmó, en ese mismo año, el concordato entre el Vaticano y la Alemania de Hitler, que aún sigue en vigor.

En 1935, nuestro personaje, ya empezó a destapar la ideología del nazismo. En una carta pastoral dirigida contra las tesis del ideólogo nazi Alfred Rosenberg, califica sus teorías como “idolatría recaída en la noche del paganismo”. También, von Galen, dejó caer la idea de que no le importaría morir como un mártir.

Tampoco se cortó un pelo a la hora de meterse con la jerarquía eclesiástica alemana, que presumía de realizar una diplomacia silenciosa, pero que era desconocida por el pueblo.

En 1937, ordenó la publicación de la encíclica papal “Con ardiente preocupación”, promulgada por Pío XI y escrita por el cardenal Paccelli. Parece ser que estuvo inspirada en una reunión, que tuvo lugar el año anterior, entre el Papa y varios obispos alemanes, entre los que estaba von Galen, los cuales le narraron los hechos que estaban ocurriendo en su país.

Por ello, el 21/03/1937, Domingo de Ramos, esta encíclica fue leída a los fieles en todas las iglesias católicas de Alemania.

Lógicamente, esto no gustó absolutamente nada a los líderes nazis, que incautaron todos los periódicos y máquinas para imprimir, que tenía la Iglesia. También cerraron varios monasterios y seminarios. Incluso, la propia encíclica, fue censurada en la España franquista.

Poco después, los nazis, también cerraron todos los centros católicos de enseñanza y también prohibieron las asociaciones católicas de jóvenes.

Sin embargo, von Galen, siempre fue un nacionalista alemán y, cuando empezó la II Guerra Mundial, animó a que los jóvenes se alistaran para defender a su patria. Incluso, se mostró de acuerdo con invadir la URSS para combatir “la plaga del bolchevismo”.

En 1941, von Galen se hizo famoso, no sólo en Alemania, sino en todo el mundo, gracias a tres de sus sermones. Estos fueron imprimidos por los Aliados y difundidos de forma clandestina en Alemania.

El primero de ellos es de junio de ese año. En él, protesta contra el Gobierno alemán, pues había disuelto la orden de los jesuitas y otras órdenes monásticas, incautando todos sus bienes.

Por ello, acusa al Estado de que les están robando todos los derechos a los ciudadanos alemanes, si, de un día para otro, les quitan todos sus bienes y los encarcelan, sin ni siquiera un juicio previo.

El segundo sermón es de mediados de julio de ese año. En él, vuelve a insistir en que el Estado está tratando de manera injusta a sus ciudadanos, a base de cerrar conventos y expulsar a los miembros de esas comunidades religiosas. Incluso, dice que nadie ha contestado al telegrama que envió, nada menos que a la Cancillería del Reich.

Así que en ese sermón dice: “Somos yunque y no martillo”. “Si es lo suficientemente resistente, firme, duro, entonces, el yunque suele durar más que el martillo”.

Para acabar con una frase tomada de Los Hechos de los Apóstoles: “¡Hay que obedecer a Dios, más que a las personas!”. Supongo que esta última frase le chirriaría en los dientes a un dictador tan orgulloso como Hitler.

El tercer sermón data de principios de agosto del mismo año. Aparte de que sigue denunciando la expulsión de los clérigos de conventos y monasterios. Ahora trata otro tema.

Esta vez, denuncia que se tiene constancia de que se está sacando a muchos enfermos de los hospitales, sin el consentimiento, ni de ellos, ni de sus familiares y, posteriormente, se informa a estos últimos de que su pariente ha fallecido y su cuerpo ha sido incinerado. Estos son, claramente, casos de asesinatos y no de una posible eutanasia solicitada voluntariamente y así lo afirma este prelado. Por tanto, lo denuncia ante la Justicia y pide que también lo hagan todos sus fieles.

Los nazis no hicieron esto sólo con los enfermos terminales, sino con todo tipo de discapacitados físicos y mentales.

Parece ser que estas personas no les gustaban a los nazis, porque no eran un modelo de la raza superior, que ellos reivindicaban para los alemanes. Así que, en palabras de Hitler: “la guerra era el mejor momento para eliminar a los enfermos incurables”.

A pesar de que las palabras de von Galen consiguieron que se produjeran protestas por toda Alemania y, oficialmente, estos experimentos acabaron en agosto de ese año, lo cierto es que continuaron. Incluso, Pio XII, que acababa de acceder al Papado en 1939, declaró que “el asesinato directo de una persona inocente por defectos físicos o mentales no está permitido”.

Supongo que esto haría reflexionar a muchos alemanes, porque, incluso, varios de los líderes nazis habían sido formados como católicos, como los casos de Hitler o Himmler. Sin embargo, en esta operación colaboraron miles de médicos, sin oposición de ningún tipo. Sin embargo, sí hubo cierta oposición entre las enfermeras.

No obstante, se sabe que la operación Aktion T4, que así era cómo se denominaba oficialmente, comenzó, justamente, al principio de la guerra y acabó con la rendición de Alemania.

No se conocen, con exactitud, las cifras exactas, pero se calcula que fueron alrededor de 300.000 personas (hombres, mujeres y niños) las que fueron asesinadas en diferentes hospitales psiquiátricos, repartidos por Alemania, Austria, Polonia y la antigua Checoslovaquia.

Muchos de los médicos que trabajaron en Aktion T4, luego fueron trasladados a los campos de exterminio nazis, para que enseñaran a sus colegas a utilizar los gases con el fin de asesinar, más fácilmente, a los desdichados que eran llevados allí.

Igual a algunos les haya extrañado que el régimen nazi no se metiera con von Galen, pues ya había encarcelado a otros sacerdotes. Lo cierto es que lo tuvieron en el punto de mira, pero Hitler, por consejo de Goebbels, ordenó que no lo mataran hasta el final de la guerra, para que la gente no lo viera como un mártir en un momento en que, a causa del esfuerzo bélico, estaban debilitadas las estructuras del Estado.

Tampoco he visto ninguna foto de este prelado con la jerarquía nazi, pues muchos de ellos hubieran parecido insignificantes junto a un sacerdote de 2 metros de alto y que siempre fumaba en pipa.

Aparte de que había muchos católicos en el Ejército alemán y, si la Gestapo hubiera detenido a este prelado tan famoso, es posible que se hubiera producido una rebelión entre los uniformados.

No obstante, los nazis, se vengaron deteniendo a uno de los hermanos del prelado y encerrándole, durante toda la guerra, en uno de sus campos de concentración, aunque tuvo suerte y salió vivo de esa cruel experiencia.

Además, von Galen, dejó caer que, si mataban a la gente por “no ser productivos”, muy pronto podrían hacer lo mismo con los inválidos de guerra, que cada vez eran más, y eso alarmó a la población. Incluso, los sermones de este prelado fueron publicados por el bando de los Aliados y lanzados sobre las líneas alemanas, en forma de octavillas, desde aviones de la RAF.

Estos sermones tuvieron tanto eco en Alemania, que hasta la famosa organización opositora la Rosa Blanca incluyó algunos fragmentos en los panfletos repartidos por este grupo.

Von Galen fue miembro de la Soberana Orden de Malta y es considerado por ésta como uno de sus santos y, por ello, le rinden homenaje anualmente. También se sabe que mantuvo muchos contactos con grupos de la oposición al nazismo.

Curiosamente, al final de la guerra, dejó muy claro que los Aliados habían sido los enemigos de Alemania. También rechazó la tesis de USA de que todos los alemanes eran culpables de los crímenes del nazismo. Tal y como pretendían convencerles sus expertos en guerra psicológica.

Así que criticó muchas de las medidas tomadas por las autoridades militares de ocupación, como el encarcelamiento de todos los funcionarios alemanes o la expulsión de los alemanes que siempre habían vivido en zonas de la Europa Oriental. De hecho, fundó un pueblo para realojar a esos refugiados.

Al mismo tiempo, fue la voz de muchos alemanes, que estaban siendo maltratados por los ejércitos aliados de ocupación. Levantó la voz contra las violaciones que venían sufriendo las mujeres a manos de los soldados soviéticos o los asaltos y robos cometidos en las casas, por parte de los soldados británicos y de USA.

No le importó enfrentarse a las autoridades británicas, que ocupaban su zona. Parece ser que les dijo: “igual que luché contra las injusticias nazis, lucharé contra cualquier injusticia, sin importar de donde venga”. Esta vez, se volvieron a publicar sus sermones y se repartieron de forma clandestina por todos los hogares alemanes.

Parece que esto no hizo mucha gracia a los flemáticos británicos y le exigieron renunciar a su cargo, cosa a la que él se negó. Eso sí, le incautaron su coche y le prohibieron visitar las parroquias de su obispado.

Incluso, les dijo, a los británicos, que, al expulsar a los funcionarios de sus puestos, estaban haciendo lo mismo que hicieron los nazis, cuando llegaron al poder. Con la diferencia de que éstos les dieron una pensión y los británicos no.

Por lo visto, von Galen, tenía muy preocupados a las autoridades británicas, las cuales invitaron a un obispo anglicano a que se enfrentase con él, pero rechazó la invitación, porque lo admiraba al ver que el alemán tenía una gran autoridad sobre su pueblo.

En febrero de 1946 fue creado como cardenal por su amigo Pío XII. Cuando le impuso el capelo cardenalicio, el Papa, le dedicó estas palabras: “Dios te bendiga, Dios bendiga a Alemania”.

Curiosamente, el Papa nombró cardenales a otros dos obispos alemanes. Así que von Galen aprovechó para decir: “El Santo padre ha reconocido así que no todos los alemanes están sujetos a la condena que el mundo quiso pronunciar contra ellos”.

Hay que hacer notar que los británicos pusieron todos los impedimentos para que fuera a Roma. Sin embargo, su estancia en esa capital fue sufragada por cardenales procedentes de USA.

Regresó a mediados de marzo a su ciudad de Münster, donde fue muy bien recibido por todos sus ciudadanos. Una ciudad que se hallaba devastada por los bombardeos aéreos.

Desgraciadamente, una semana después sufrió fuertes dolores abdominales. Supongo que, al tener en esa época, de la inmediata posguerra, una sanidad en estado muy precario, no le supieron diagnosticar a tiempo una apendicitis. Parece ser que esto fue lo que provocó su muerte. Fue enterrado en la cripta de la catedral, que aún se hallaba en ruinas.

En 1956, varias asociaciones católicas, pidieron al nuevo obispo de Münster que solicitara el inicio del proceso de beatificación.

Parece ser que fue aceptada por el Vaticano, pero, como se sabe “las cosas de palacio van despacio”.

Así que este proceso concluyó de forma positiva y en 2005 fue nombrado nuevo beato de la Iglesia Católica. Curiosamente, el mismo día en que se cumplía el 47 aniversario de la muerte de su amigo Pío XII.

 



TODAS LAS IMÁGENES PROCEDEN DE WWW.GOOGLE.ES

miércoles, 16 de diciembre de 2020

UN GRAN AVENTURERO, ALEXANDER VON HUMBOLDT

 

Hoy voy a dedicar este artículo a una persona que tuvo la suerte de heredar una fortuna y saber gastarla en lo que más le apasionaba, que era viajar para conocer otros países y 
estudiar su fauna y su flora. Algo insólito para muchos ricos de esa época, que sólo pensaban en divertirse y dilapidar su herencia. En cambio, otros sólo se dedican a ahorrar, sólo para ser los más ricos del cementerio.

Alexander von Humboldt, es el nombre por el que le conocemos hoy en día, aunque no fue su nombre completo, que era mucho más largo.

Nació en Berlín, en 1769, en el seno de una familia muy acomodada. Su padre era un militar de alto rango, que fue nombrado chambelán de palacio por los reyes de Prusia, mientras que su madre era una rica heredera, que había quedado viuda de un matrimonio anterior y además poseía una buena fortuna.

Por ello, la familia siempre tuvo muy buenas relaciones con la Casa Real de Prusia. Concretamente, el futuro rey Federico Guillermo II de Prusia fue su padrino de bautizo.

Los padres de Alexander quisieron darle una excelente educación a él y a su hermano Wilhelm, que llegó a ser uno de los ministros de Prusia. Basaron su formación en las ideas de Rousseau y, para ello, contrataron a muy buenos profesores, que siempre les exigieron un buen nivel de aprendizaje.

Supongo que, en esta decisión, tendrían mucha influencia las ideas de su madre, que procedía de una familia francesa y protestante.

Parece ser que, desde pequeño, tuvo una gran inclinación por la Naturaleza. Concretamente, animales, minerales y plantas. Algo que no coincidía, exactamente, con lo que pretendían sus padres con esa educación tan esmerada que habían elegido para ellos.

Realmente, sus padres buscaban formar a sus hijos para que ocuparan puestos relevantes en la Administración del Estado del Reino de
Prusia. Cosa que logró su hijo Wilhelm.

Su padre murió cuando Alexander sólo tenía 10 años, así que, desde entonces, la educación de ambos quedó bajo la supervisión de su madre.

Posteriormente, ambos hermanos fueron a estudiar a la antigua Universidad de Brandeburgo en Frankfurt del Oder. No confundir esa ciudad con la más famosa de Frankfurt del Main.

He dicho antigua Universidad, porque, a principios del siglo XIX, fue fusionada y trasladada a la Universidad de Breslau, una ciudad que ahora se llama Wroclaw y pertenece a Polonia.

En Brandeburgo estudiaron muchos personajes famosos, quizás los más conocidos sean el teólogo protestante Thomas Müntzer y Karl Philip Enmanuel Bach, célebre músico y uno de los muchos hijos del gran compositor Johann Sebastian Bach.

Volviendo a nuestro personaje de hoy, Wilhelm estudió Derecho, mientras que Alexander se decantó por la Economía.

No obstante, parece ser que no les gustó mucho ese centro y, muy pronto, se trasladaron a otro más prestigioso, la Universidad Georg August en Göttingen, situada en esa ciudad de la Baja Sajonia. Por lo visto, también parece que, en esa decisión, influyó la voluntad de su madre.

Por lo visto, allí encontró Alexander lo que iba buscando. Aparte de continuar con sus estudios de Economía, se formó en otras disciplinas, como la Botánica, la Antropología o la Zoología.

Incluso, realizó un viaje de estudios a través del Rin hasta Gran Bretaña. A la vuelta, fueron a París, donde les pilló nada menos que la Revolución Francesa. No obstante, pudieron salir sin ningún problema de Francia.

Posteriormente, estuvo haciendo un curso para poder trabajar como funcionario en la administración de las minas de Prusia. Así consiguió sacar más rentabilidad a la explotación de muchas de esas minas.

Parece ser que también diseñó una lámpara y un respirador para usar dentro de las minas y, más concretamente, en las labores de rescate de los mineros, cuando se quedaban atrapados en el interior de las mismas.

No obstante, durante su tiempo en las minas, siguió estudiando el comportamiento de los animales y las plantas. Además de las propiedades del aire y su importancia en el mantenimiento de todos los seres vivos.

En 1796, tras la muerte de su madre y después de haber cobrado su herencia, renunció a su puesto como funcionario y empezó a viajar por el mundo.

He de decir que ya era una persona muy conocida en Alemania y que tenía muy buenos amigos, como Schiller o Goethe.

Empezó por viajar a Italia y a Francia. En ambos países, dio conferencias sobre los temas a los que había dedicado y allí conoció al botánico Aimé Bonpland, que le acompañó en su viaje por América.

En un principio, parece ser que intentaron enrolarse en la expedición de Napoleón rumbo a Egipto, pero éste sólo quería llevar a los científicos más solventes en cada materia y ellos aún no lo eran.

Desde Francia viajaron a España y, después de solicitar, durante bastante tiempo, un permiso para poder investigar en la América española. Al fin, lo consiguió gracias a la fama que le iba precediendo sobre sus investigaciones en diversas materias.

De hecho, fue el primero que dio a conocer que había una meseta en el centro de la Península Ibérica. Supongo que tuvo mucho que ver que recorrieron a pie buena parte de la Península, tomando muestras y mediciones de todo lo que se iban encontrando.

No debemos olvidar que las riquezas de las colonias se consideraban un secreto de Estado, pues había muchas potencias extranjeras con ganas de apropiárselas. Así que este permiso dado a un extranjero fue algo excepcional para lo que era habitual en la Corona española.

Por lo visto, su mentor, para conseguir el buen fin de estas gestiones, fue Mariano Luis de Urquijo, secretario de Estado del rey Carlos IV.

A principios de junio de 1799, Humboldt y Bonpland, zarparon desde La Coruña a bordo de la fragata española Pizarro.

Hicieron escala en Tenerife, donde estudiaron el famoso volcán Teide y la flora y la fauna de esa isla.

Unos días después, volvieron a embarcar y, a mediados de julio de 1799, desembarcaron en la costa de la actual Venezuela. Desde allí fueron a través del río Orinoco. Según parece, disfrutaron mucho en ese viaje, pues descubrieron muchas especies animales y vegetales totalmente desconocidas para ellos.

En marzo de 1801 comenzaron su segunda exploración, partiendo de Cartagena de Indias (Colombia), navegando a través del río Magdalena. En Bogotá (Colombia) conocieron al célebre botánico español, José Celestino Mutis, que les facilitó el acceso a su extensa biblioteca. Incluso, a Alexander, le permitieron hacer un estudio para mejorar la extracción de mineral en las minas del virreinato de Nueva España.

Desde allí viajaron a Ecuador, donde estudiaron los volcanes situados alrededor de Quito. Consiguieron subir hasta la cima, lo cual fue todo un logro, pues no tenían ni la preparación, ni el material adecuado para hacerlo. No olvidemos que se trata de montañas de más de 4.000 metros. Aprovecharon para comprobar los diferentes tipos de plantas que iban encontrando a medida que iban escalando esas montañas.

Posteriormente, continuaron sus viajes a través de los Andes, visitando ruinas arqueológicas incas, cerca de Cajamarca.

En esos viajes, no perdió el tiempo y descubrió cosas como el conocido Efecto Humboldt, por el cual un sonido nos llega con mayor o menor fuerza dependiendo de las condiciones climáticas, o el cálculo más exacto de la longitud de Lima (Perú) y la desviación magnética del planeta. Incluso, las propiedades del famoso guano, como abono para las cosechas.

A principios de marzo de 1803, residieron en Guayaquil (Ecuador), donde dio a conocer sus hallazgos sobre las corrientes oceánicas. De hecho, hoy en día, a una de ellas se le sigue llamando corriente de Humboldt. Es una corriente de agua fría, que se desplaza desde la Patagonia hacia el norte, ascendiendo por toda la costa occidental de Sudamérica.

A finales de marzo del mismo año, la expedición llegó a México. Viajó desde Acapulco, pasando por Ciudad de México, hasta Veracruz.

Allí fundó las bases de la Geografía moderna a base de realizar estudios estadísticos sobre la población y sus condiciones de vida. Incluso, estudió el impacto de algunas enfermedades, como la fiebre amarilla.

Posteriormente, viajaron hasta USA, donde los recibió el presidente Jefferson, el cual se interesó mucho por sus estudios y, especialmente, por los recursos del Virreinato de Nueva España. Incluso, ambos estuvieron alojados en la Casa Blanca.

Supongo que, ingenuamente, Alexander, le contó todo lo que había visto y lo maravillado que había quedado por todas las riquezas de esa zona.

Lógicamente, en USA, tomaron muy buena nota de todo lo que les había contado y, en cuanto pudieron, le arrebataron todos esos territorios a México.

En agosto de 1804 regresaron a Francia. Concretamente, a Burdeos y allí, Humboldt, publicó sus libros, donde narraba sus exploraciones nada menos que en 30 volúmenes.  Era el viaje de exploración más importante realizado hasta esa fecha. No obstante, como viajó sin subvenciones de ningún tipo, su fortuna se redujo considerablemente.

En esos volúmenes, se muestra muy crítico con la situación de los esclavos e, incluso, ya detecta situaciones prerrevolucionarias, conducentes a expulsar, primero a los españoles y luego a luchar entre los territorios dominados por las distintas burguesías criollas, predominantes en cada zona, a fin de imponerse unas sobre otras. Justamente, lo que ocurrió unos años después.

También criticó la forma de actuar del clero, que tenían medio esclavizados a los indígenas, para que trabajaran sólo para ellos.

En París, que, en aquella época, era la metrópoli mundial 

por excelencia, difundió sus ideas, como los de los lugares más apropiados para el cultivo del café y el cacao, tanto por las características del suelo, como por las condiciones climáticas.

En 1805, regresó a Berlín, donde el rey de Prusia le colmó de honores para que no se fuera de su país. Sin embargo, al año siguiente, le sorprendió allí la guerra contra Napoleón y las derrotas prusianas en Jena y Auerstedt, que dieron lugar a un duro saqueo francés.

Por lo visto, llegaron a saquear hasta el palacio de Tegel, que había sido propiedad de su madre y lo había heredado su hermano. Precisamente, el lugar donde nació Alexander.

No aceptó el ofrecimiento para ser ministro del rey de Prusia, sin embargo, sí para ser su asesor, durante la visita de éste a París, tras la derrota de Napoleón, que tuvo lugar en 1814.

Una de sus mayores inquietudes era viajar y explorar el centro y sur de Asia. No obstante, en 1811, recibió una invitación para explorar en Rusia. Desgraciadamente, no se pudo llevar a cabo a causa de la invasión de este país por las tropas de Napoleón.

Permaneció en París hasta 1827, año en el que se terminó la publicación de todos los volúmenes de sus exploraciones. Al año siguiente, fue reclamado por el soberano de Prusia, del que era chambelán, para que regresara a Berlín. A su regreso a la corte, lo nombró consejero privado.

Está visto que no quería que se marchara. Igualito que en España, que estamos dejando que emigren las personas más válidas y lo más seguro es que ya no vuelvan.

Es más, von Humboldt, convenció al rey de Prusia para que apoyase a los jóvenes investigadores. Al efecto, se formó una comisión, presidida por nuestro personaje, que se dedicaba a estudiar los méritos de cada uno para otorgar las oportunas ayudas. Incluso, les daba igual que fueran prusianos o extranjeros.

Una vez en Berlín, dio muchas conferencias a las que asistieron multitud de personas de todo tipo. Lo cual indica que no solía utilizar un lenguaje muy académico, ininteligible para la mayoría de los ciudadanos. Aparte de ello, fomentó que en esa ciudad se realizaran congresos científicos, al modo de los que se venían realizando en Londres o París.

En 1829, tras haber sido invitado, nuevamente, por el Gobierno ruso, comenzó una exploración por ese país. Como ya tenía 60 años, se llevó a varios científicos para que le ayudaran en sus investigaciones.

La expedición atravesó los Urales y siguió hasta el extremo oriental, rozando la gran frontera, que existe entre ese país y China.

Parece ser que esta vez realizaron un trabajo más provechoso, pues, en sólo 6 meses, recorrieron 18.000 km, mientras que, en el viaje por América, 

tardaron 5 años y sólo recorrieron 8.000 km. También es verdad que el paisaje de América es mucho más abrupto e intrincado que el de Siberia.

Aunque parezca increíble, cuando von Humboldt regresó a San Petersburgo, devolvió un tercio de los fondos que le había otorgado el gobierno ruso. Al mismo tiempo, les animó a que esa cantidad la invirtieran en sucesivos estudios, pues en un país tan extenso se podrían realizar muchas investigaciones, que en otras zonas del planeta serían más complicadas, pues habría que pedir permisos a varios países, que no siempre mantenían buenas relaciones.

Parece ser que le hicieron un poco de caso, pues, tras su marcha, el gobierno ruso, ordenó la instalación de una red de estaciones meteorológicas, que se distribuyeron por todo el país.

En 1842, Alexander, convenció a Federico Guillermo IV, rey de Prusia, para que creara una orden y una medalla “Pour le mérite”, que ya existía para los militares. Sólo que, en este caso, sería para premiar a las personas más destacadas en los ámbitos de las ciencias y las artes. Concretamente, Humanidades, Ciencias Naturales, Medicina y Bellas Artes.

En 1848, ya con 79 años, le tocó ver la revolución de marzo en Berlín. Incluso, acompañó a su rey a la calle, donde éste prometió que, a partir de ese momento, iba a gobernar de una forma más liberal.

En 1857, consiguió que el Parlamento de Prusia aprobase una ley que aboliera la esclavitud en el territorio de ese reino y que, al mismo tiempo, obtuvieran la libertad todos los esclavos que entrasen en él.

Desgraciadamente, los gastos de sus viajes y los de la publicación de sus libros, le llevaron, al final de su vida, a la ruina.

Curiosamente, algunos de sus libros, como el titulado Kosmos, batieron récords de ventas en libros de ese tipo. No obstante, hay que decir que esos libros técnicos no suelen tener millones de lectores, sino un público mucho más reducido.

Por lo visto, llegó a tener que prescindir de sus sirvientes y pedir varios préstamos bancarios, que no consiguió devolver. Afortunadamente, llegó a un acuerdo con su monarca para que los pagase el Estado a cambio de quedarse con sus propiedades.

Desgraciadamente, en abril de 1859, empezó a sentirse mal. Una sobrina suya lo estuvo cuidando hasta que falleció en mayo del mismo año. Se puede decir que con él murió el último científico con conocimientos de todo tipo. A partir de entonces comenzaron los especialistas.

Por lo visto, el cortejo fúnebre fue presenciado por decenas de miles de personas y, unos días después, su cadáver fue enterrado en los jardines del Palacio Tegel, propiedad de su hermano.

Durante su vida le llegaron muchos reconocimientos. En Francia, fue calificado como “el mayor erudito del siglo”. En México, como Benemérito de la Patria y en Alemania, como “el segundo descubridor de América”.

Incluso, hoy en día, existen varias universidades con el nombre de von Humboldt. Una de ellas en Berlín, la cual fue fundada por su hermano.

 

TODAS LAS IMÁGENES PROCEDEN DE WWW.GOOGLE.ES