ESCRIBANO MONACAL

ESCRIBANO MONACAL
UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

jueves, 2 de agosto de 2018

EL GENERAL PAULUS, OTRO MILITAR MUY CONTROVERTIDO


Mi anterior artículo lo dediqué a un militar soviético que se pasó al bando alemán. Esta vez, vamos a ver la otra cara de la moneda.
Nuestro personaje de hoy se llamaba Friedrich Wilhelm Paulus y nació en 1890 en una pequeña localidad del actual Estado de Hesse. En el centro de Alemania.
Su familia no era noble. En cambio, su padre fue tesorero del Gran Ducado de Hesse, al frente del cual se hallaba el gran duque Ernesto Luis de Hesse-Darmstadt, nieto de la reina Victoria de Inglaterra.
Nuestro personaje, primero estudió en Kassel. Luego intentó ingresar en la Armada Imperial, pero no fue admitido, porque era un cuerpo donde solían entrar, casi exclusivamente, los hijos de las familias nobles.
Así que se matriculó en la Facultad de Derecho de la Universidad de Marburgo, situada también en Hesse.

Se ve que no le gustaba esa carrera, porque la dejó a medias. Así que se alistó como cadete para hacer prácticas en un regimiento de Infantería.
Al comienzo de la I Guerra Mundial, combatió en el frente occidental. Concretamente, en varios sectores del frente francés.
Posteriormente, fue destinado a las tropas alpinas, que operaban en Serbia, Rumania y Macedonia. Terminando la guerra como capitán.
Permaneció en el Ejército durante el período de entreguerras y, como muchos otros militares, tuvo que enfrentarse a los llamados “Espartaquistas”. Unos revolucionarios de izquierdas, que pretendían instalar un régimen al estilo bolchevique en Alemania. No olvidemos que Marx era alemán.
Durante esos años, estuvo destinado en varias guarniciones, hasta que se especializó en el manejo de los carros de combate.
Estuvo a las órdenes del famoso mariscal Guderian, el cual lo definió como listo, muy
trabajador, pero con poca capacidad de decisión.
En 1939, al comienzo de la II Guerra Mundial, ya era general y estaba destinado en el Estado Mayor del X Ejército alemán. Una de las unidades que participaron en la invasión de Polonia.
Posteriormente, ya como teniente general, estuvo presente en la invasión de Bélgica, Holanda y Luxemburgo.
Parece ser que, al término de esa campaña, le encargaron realizar los planes para la invasión de la antigua URSS. También se dice que aconsejó llevar uniformes adecuados para temperaturas muy frías. Sin embargo, Hitler, no le hizo caso, confiando en que Moscú caería antes de la llegada del duro invierno ruso.
En 1941, estuvo a las órdenes de von Reichenau, participando en la invasión de la antigua URSS. Cuando su jefe ascendió a jefe de todo el Grupo de Ejércitos del Sur, a él le dieron el mando del Sexto Ejército.
Desgraciadamente, su jefe, que también había sido su gran valedor, sufrió un accidente, mientras estaba corriendo por el campo y, además, el avión que lo evacuaba a un hospital, se estrelló, mientras intentaba aterrizar en una pista helada. Así que no se sabe si murió del primer accidente o del segundo.

Todo ello, se me hace muy sospechoso, porque, en un principio, von Reichenau, nunca estuvo por la labor de reírle las gracias a Hitler y, según algunos autores, se había unido a un grupo de militares dispuestos a derrocarle. Seguramente, todo ello fue debido al miedo, que siempre ha tenido el Ejército alemán, por tener dos frentes abiertos al mismo tiempo.
A pesar de ello, era un miembro convencido del Partido Nazi y siempre fue un ferviente antisemita. Hasta el punto de que suyas fueron las instrucciones para asesinar a miles de judíos en las zonas conquistadas de la URSS.
Volviendo a Paulus, la verdad es que ese nombramiento le venía muy grande, porque, durante la mayor parte de su carrera, había sido un oficial de Estado Mayor y casi nunca había tenido mando directo sobre tropas.
La verdad es que Hitler tenía sobre Paulus un concepto muy parecido al que Stalin tenía sobre Vlasov. Ambos militares habían salido de la clase media o hasta del proletariado y ahora les habían llevado a codearse con los miembros del Alto Mando que, en el caso alemán, casi todos pertenecían a la aristocracia a la que ambos dirigentes siempre habían odiado.
Supongo que dar publicidad a estos generales era una forma de demostrar, antes sus respectivos pueblos, que las cosas estaban cambiando desde la llegada de ellos al poder.
Algo parecido a la famosa frase de Napoleón: “Cada uno de mis soldados lleva en su mochila el bastón de mariscal”.
También ambos líderes comprendieron que la toma de Stalingrado sería una gran victoria publicitaria para cualquiera de los bandos. Por ello, no les importó sacrificar allí a sus mejores tropas. Aparte de muchos miles de víctimas civiles.
Se cree que, durante la Batalla de Stalingrado murieron entre 1.250.000 y 1.800.000 personas. Entre civiles y militares.
Así que nuestro personaje recibió órdenes de llevar su unidad hasta esa ciudad sitiada. A la que los alemanes empezaron a atacar a finales de agosto de 1942.
Iniciaron el asedio con una serie de cruentos bombardeos, lo que dio lugar a que conquistaran el 80% de la ciudad. En noviembre de ese año, el porcentaje llegó hasta el 90% y, como es lógico, en Berlín, ya daban esa ciudad por ganada.
Sin embargo, a mediados de noviembre de ese mismo año, el Alto Mando soviético, organizó la exitosa Operación Urano. Consistió en atacar al Ejército alemán por los dos flancos, ya que sabían que en ellos tenían las unidades peor preparadas, compuestas por rumanos, húngaros, etc.
De esa manera, sin demasiada dificultad, las tropas soviéticas de Zukov y Vassilievski lograron rodear al 6º Ejército de Paulus.

No obstante, Hitler, envió a von Manstein, uno de sus generales preferidos, al mando del 4º Ejército, para intentar romper el cerco soviético y sacar de ahí a Paulus y a sus tropas. Lo cierto es que no pudieron hacer nada e, incluso, algunas de las tropas de von Manstein, quedaron también atrapadas dentro del cerco, donde ya había 300.000 soldados alemanes, que se defendían como podían, pues ya escaseaban los víveres y las municiones.

Es muy posible que los soviéticos no atacaran antes, porque, seguramente, tenían reservadas esas tropas en prevención de un posible ataque japonés, por la costa del Pacífico. Sin embargo, cuando su célebre espía Sorge les informó de que los japoneses no tenían intención de atacar la URSS, desplazaron esas tropas hacia la zona occidental de su país.
A finales de noviembre, Paulus, envió un mensaje a Hitler, donde le informaba de su situación desesperada y le pedía ayuda. Parece ser que ese mensaje fue captado por los soviéticos.
Yo me inclino a pensar que, seguramente, sería sido captado por los británicos, que controlaban las claves de la máquina Enigma y luego se lo contarían a los soviéticos.

Parece ser que el mariscal Goering se pasó de listo al asegurar a Hitler que su Luftwaffe podría abastecer sin problemas a las tropas de Paulus. Seguramente, no tuvo en cuenta el duro clima ruso y la falta de pistas de aterrizaje en buen estado. Así que no se les pudo abastecer por ninguna vía.
Parece ser que, a finales de enero, Hitler, ascendió a Paulus a mariscal y le hizo la observación de que ningún mariscal alemán se había rendido ante el enemigo.
Por lo visto, Hitler, que no sabía nada de temas militares, pero conocía bastante bien a la gente, se dio cuenta de que Paulus tenía intención de rendirse y de esa manera intentó coaccionarle u obligarle al suicidio.
Paulus, siempre había sido el perfecto militar. O sea, un hombre que siempre cumplía con todas las órdenes sin hacer ningún tipo de preguntas. Sin embargo, esta vez vio que no tenía ninguna posibilidad y que sus tropas se habían reducido a los 100.000 soldados, estando muchos de ellos heridos.
De hecho, a primeros de enero de 1943, el Alto Mando soviético, había sondeado a Paulus, ofreciéndole una rendición honrosa y un buen trato para sus hombres.
Así que el 31 de enero, Paulus y sus hombres, fueron hechos prisioneros por los soviéticos. Parece ser que lo detuvieron en su cuartel general, que estaba en el sótano de un centro comercial.
Parece ser que el aspecto de Paulus y sus hombres era penoso, en contraste con el de los militares soviéticos bien alimentados y abrigados.

Por lo visto, Paulus, era un católico convencido y nunca se le pasó por la cabeza pegarse un tiro, tal y como deseaba Hitler, que se pilló un cabreo impresionante, cuando le notificaron la rendición del 6º Ejército al completo.
Tras su rendición, parece ser que, en un principio, Paulus, se negó a colaborar con los soviéticos. Sin embargo, tras el atentado fallido, que protagonizó von Stauffenberg, contra Hitler, empezó a cambiar de opinión.
Hasta entonces, muchos prisioneros alemanes en manos de los soviéticos se habían negado a colaborar con el Comité Nacional para una Alemania libre, liderado por comunistas alemanes.
Como el Ejército alemán era enormemente clasista, tuvieron que organizar la Liga de Oficiales Alemanes, para que no tuvieran que codearse con los soldados. De entre los oficiales pertenecientes a esa organización, el de mayor graduación era Paulus. Lo cierto es que eran tan conservadores que tomaron como suya la anterior bandera del Imperio Alemán.
Los objetivos de esta organización eran conseguir la paz a toda costa, la vuelta a las fronteras anteriores a 1937 y el derrocamiento de todos los líderes nazis.
También lanzaron, desde aviones rusos, miles de octavillas sobre las unidades alemanas a fin de que depusieran sus armas, pero no tuvieron ningún éxito.
Incluso, los oficiales alemanes prisioneros, llegaron a proponer al Alto Mando soviético la creación de un Ejército con sus hombres para luchar contra los nazis. Lo que no sabían estos oficiales es que la mayoría de sus hombres habían muerto a causa del frío, el hambre y el maltrato dado por los soviéticos.
De hecho, de los 100.000 hombres de Paulus, que se rindieron a los soviéticos, sólo 6.000 volvieron a Alemania.
No sé si os suena haber leído esa propuesta anteriormente. Lo cierto es que estos tampoco se fiaron de ellos y no dieron su permiso para la creación de esa unidad.

En cambio, les permitieron unirse a las pequeñas unidades de partisanos soviéticos, que luchaban contra las tropas de Hitler. También ejercieron la labor de traductores en los interrogatorios a los prisioneros.
Parece ser que los soviéticos fueron más diabólicos en sus planes. Por lo visto, al final de la guerra, permitieron que los prisioneros alemanes cruzaran el frente a fin de mezclarse con los defensores alemanes y crear pánico dentro del Alto Mando alemán.

Sin embargo, los soviéticos, no tuvieron mucho éxito, pues buena parte de esos alemanes liberados se dedicaron a defender su país, mientras que muy pocos obedecieron las órdenes emanadas desde Moscú.
Muchos de estos últimos fueron descubiertos por las tropas alemanas y ejecutados de inmediato.
No obstante, ya en la posguerra, la URSS, premió a los que habían formado ese Comité con puestos relevantes en la Administración Pública de la zona de ocupación soviética. Lo que luego dio lugar a la República Democrática Alemana.
Paulus se mostró tan colaborador con los soviéticos, que llegó a testificar en contra de los líderes nazis en los famosos Juicios de Nürenberg. Luego, se le permitió volver a la zona de Alemania ocupada por la URSS, donde residió el resto de su vida.
No sé si los soviéticos no le dejaron trasladarse a la República Federal Alemana o quizás temió caer en manos de la Justicia de su país, como les ocurrió a otros famosos líderes militares que habían colaborado con el enemigo.

Allí trabajó en el Instituto de Investigación de Historia Militar hasta que cayó enfermo. Padeció la terrible enfermedad de la ELA, la cual le llevó a la tumba en 1957.
Su última voluntad fue que su cadáver fuera enterrado en el Cementerio de Baden-Baden, en la Alemania Occidental, junto a la tumba de su esposa, que había muerto varios años antes y no se habían vuelto a ver desde que lo destinaron al frente ruso.
Me parece que la conclusión que debemos sacar es que hay que tener suerte hasta para elegir el bando. 
Nuestro anterior personaje, Vlasov, era un soviético que optó por adherirse al bando alemán. Al terminar la guerra, fue entregado a los soviéticos, los cuales le juzgaron y ejecutaron.
En cambio, en el caso que nos ocupa, Paulus, era un alemán que acabó la guerra dentro del bando vencedor. Así que al terminar la misma no le ocurrió absolutamente nada y, además, nunca fue entregado a la Justicia alemana.
También existe otra posibilidad, que es lo que suelen hacer los italianos, que siempre han sido unos grandes diplomáticos. No sé si os habéis dado cuenta de que siempre han salido victoriosos en las dos guerras mundiales, aunque hayan empezado la guerra en el bando perdedor.
No sé si habrá tenido algo que ver que, dentro de su península, tienen al Estado Vaticano, al que se le considera que posee el mejor servicio diplomático del mundo.

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martes, 31 de julio de 2018

ANDREI VLASOV, UN MILITAR MUY CONTROVERTIDO


Esta vez voy a dedicar este artículo a la figura de un militar que nunca ha sido del agrado de los especialistas en la II Guerra Mundial. Unos lo critican por unas cosas y otros por otras. Así que dejo que cada uno, tras haber leído este artículo, saque sus propias conclusiones.
Nuestro protagonista de hoy se llamaba Andrei Andreyevich Vlasov y nació en 1901 en una localidad de la provincia de Nizhni Novgorod, que entonces pertenecía al antiguo Imperio Ruso.
Seguro que el nombre de esa ciudad le suena a más de uno por haberse desarrollado en esa localidad algunos partidos del Mundial de fútbol de Rusia 2018.
Nuestro protagonista era el hijo número 13 de una modesta familia de campesinos. Aunque su padre también trabajaba a veces como sastre.
Realizó sus estudios en un seminario de la Iglesia ortodoxa rusa, hasta la llegada de la famosa Revolución Rusa.

El caso es que, con sólo 16 años, fue obligado a alistarse en las filas del Ejército zarista, sin ni siquiera haber recibido, previamente, una mínima formación militar. Por cierto, era un tipo bastante alto. Medía 1,92m.
Posteriormente, se alistó en el Ejército Rojo, con el cual luchó en los frentes de Ucrania, el Cáucaso y Crimea. Destacó en su labor y fue haciendo su carrera dentro del Ejército, tras haber sido alumno de la prestigiosa academia militar de Frunze. Posteriormente, ejerció como profesor de táctica militar en la misma institución.
Parece ser que no se unió al PCUS hasta 1930. Se cree que unos años más tarde, formó parte de alguno de esos tribunales militares, encargados por Stalin, para realizar la gran purga militar de 1937-38. Hay quien dice que eso le benefició para ascender más rápidamente, pues esa purga se llevó por delante a casi todo el Alto Mando del Ejército Rojo.
Increíblemente, en 1938, fue enviado como asesor militar del dirigente nacionalista chino Chiang Kai-Shek, aquel que luchó contra el comunista Mao durante la guerra civil china, aunque, en esa época, luchaban juntos contra los japoneses.
Algunos dicen que en ese momento fue cuando empezó a desarrollarse su ideología política. Pues fue en China donde pudo contactar tanto con los nacionalistas como con los comunistas.
En 1940, siendo general de brigada, fue nombrado jefe de la 99 División
de fusileros, que era considerada una de las peores unidades del Ejército Rojo, a la que dio un vuelco considerable.
Parece ser que, tras una inspección del mariscal Timoshenko, jefe del Ejército soviético, fue ascendido a general de división, gracias a la gran labor realizada con esa unidad. Calificándola como la unidad mejor preparada del Ejército.
En 1941, cuando comenzó la invasión alemana de la URSS, Vlasov, tenía el mando del 4º Cuerpo de Ejército Mecanizado. Ya por entonces era teniente general.

Con su unidad, consiguió parar la ofensiva alemana y aguantar su posición durante una semana. También participó en la defensa de Kiev y consiguió que su unidad escapara al cerco germano.
Incluso, cuando participó en la defensa de Moscú, sus fuerzas consiguieron recuperar algunas localidades tomadas por el enemigo y fue objeto de merecidos elogios por parte del diario soviético Pravda, además de recibir varias condecoraciones.
Lo cierto es que se convirtió en un general muy popular. Stalin lo utilizó como un ejemplo de un alto mando surgido del proletariado. Incluso, el famoso escritor Ilya Ehrenburg, le dedicó uno de sus poemas.
En enero de 1942 fue enviado a Leningrado con la misión de intentar levantar el cerco alemán sobre esa ciudad. Lo cierto es que consiguió penetrar unos 70 km en territorio enemigo.
Desgraciadamente, el resto de las divisiones soviéticas no pudieron seguirle y se vio rodeado. El Alto Mando soviético no le permitió retirarse, así que se estrechó el cerco y gran parte de sus tropas fueron aniquiladas por el enemigo.
Precisamente, en ese sector combatió la famosa División Azul, incorporada dentro del Ejército alemán, formada por voluntarios españoles.
Parece ser que las tropas de Vlasov estaban desesperadas. Tuvieron que comerse sus propios caballos y hasta cortezas de árboles.
Sus superiores le ofrecieron a nuestro personaje un avión  para poder escapar.
Aquí hay diversidad de opiniones. Unos autores dicen que se negó a dejar a sus tropas abandonadas a su suerte. Mientras que otros afirman que se escondió en un granero y fue detenido tras una denuncia de un granjero.
Parece ser que fue apresado por las tropas del general alemán Lindemann, el cual, tras interrogarle, lo envió detenido a la retaguardia.
Dicen que Vlasov afirmó que, durante esos días que permaneció escondido, tuvo tiempo para meditar sobre la política de Stalin hacia su propio pueblo y se convirtió en anti-estalinista.

Sin embargo, varios de los generales soviéticos, que promovieron sus ascensos, opinaban que haría esas declaraciones por oportunismo o, simplemente, por salvar el pellejo ante los nazis. Es posible que esos generales opinaran públicamente de esa forma para salvar su propio pellejo ante Stalin, pues habían apoyado la carrera de Vlasov.
Durante su estancia en prisión, Vlasov, conoció al capitán Strik Strikfeldt, un alemán, que había combatido en el Ejército Blanco y que intentaba organizar una especie de movimiento anticomunista ruso para intentar echar del poder a Stalin.
Parece ser que lo convenció. Así que Vlasov escribió una especie de informe al Alto Mando
 alemán, donde se brindaba a cooperar para organizar una fuerza militar rusa que luchara en territorio soviético junto al Ejército alemán.
Así que lo trasladaron a Berlín y enseguida, se movilizó el aparato de propaganda de Goebbels. Siendo recibido personalmente por este ministro.
Posteriormente, Vlasov y sus colegas, estuvieron haciendo preparativos para organizar el llamado Ejército de Liberación de Rusia, también conocido por sus siglas ROA. Incluso, estuvieron contactando con una serie de políticos con el fin de tener preparado un gobierno provisional para el momento en que fuera derrocado Stalin.
Incluso, a comienzos de 1943, redactó un folleto anticomunista, llamado la Proclamación de Smolensk, del cual se imprimieron miles de ejemplares, que fueron lanzados desde aviones alemanes sobre las líneas soviéticas a fin de incitar a los soldados soviéticos a la deserción.
Parece ser que, entre los militares alemanes que apoyaron a Vlasov, se encontraba el famoso Klaus von Stauffenberg. Aquel que protagonizó el famoso atentado contra Hitler.
Curiosamente, en la época de ese famoso intento de golpe de Estado, el propio general Lindemann, que había capturado a Vlasov, era uno de los jefes del Ejército de Reserva, con el que los golpistas intentaron derrocar a Hitler. Lo cierto es que no parece que este general estuviera involucrado en ese célebre suceso.
El propio Himmler intentó convencer a Hitler para que diera su aprobación a un ejército de este tipo. Formado por 10 divisiones, unas fuerzas blindadas y una pequeña fuerza aérea. El reclutamiento de esas tropas comenzó en el otoño de 1944.
De hecho, nuestro personaje, visitó varios campos de concentración a fin de intentar convencer a los rusos, que se hallaban allí encarcelados, para que se unieran a sus filas. Algo en lo que tuvo mucho éxito.
Al principio no tuvo demasiado eco. Luego, se apuntaron en tromba, cuando se enteraron de que, lo más probable, es que no tuvieran que combatir en el frente del este. Supongo que sería porque ellos sabrían que a Stalin no le gustaba hacer prisioneros y menos aún, si se trataba de desertores rusos.
A los que se alistaron les dieron unos uniformes parecidos a los de las SS, pero con una cruz de San Andrés, en el cuello, en lugar de las infames SS.
Al final, sus tropas estuvieron compuestas por prisioneros de guerra soviéticos, obreros forzados rusos y otros rusos zaristas que habían combatido en el Ejército Blanco contra los bolcheviques.
Lo cierto es que Hitler nunca se fio de Vlasov. Incluso, las unidades alemanas formadas por desertores soviéticos fueron trasladadas al frente occidental y nunca estuvieron bajo el mando de Vlasov.

Aparte de que, posteriormente, el propio Hitler dio la orden de que estas unidades fueran desmanteladas y sus integrantes pasaran a engrosar otras unidades del Ejército alemán y sin mandos rusos.
Parece ser que ya había unos 900.000 rusos luchando en las filas alemanas. Muchos de ellos fueron utilizados para intentar repeler el famoso Desembarco de Normandía.
Allí ocurrió una cosa muy curiosa. Se vio que, mientras muchos de ellos no opusieron mucha resistencia, en cambio, otros se batieron con todas sus fuerzas.
Parece ser que la razón estuvo en que la propaganda aliada, que nunca estuvo muy al corriente de lo que ocurría en el territorio soviético, les prometió que, si se rendían, los 
devolverían muy pronto a sus lugares de origen. Lógicamente, allí les estaría esperando Stalin para eliminarlos a todos.
La verdad es que no se sabe si esa desconfianza de Hitler venía dada por su anti-eslavismo o porque nunca consideró a Vlasov una persona fiable. Tampoco lo consideraba fiable el principal asesor militar de Hitler, el mariscal Keitel.
Parece ser que siempre trataron a Vlasov como a una figura decorativa, que sólo les podría ser útil a efectos propagandísticos.
Incluso, en cierta ocasión en que nuestro personaje visitaba territorio ruso ocupado por los alemanes, pronunció uno de sus acostumbrados discursos. Según parece, en Berlín no hizo ninguna gracia que se refiriera a los alemanes como unos “simples invitados” de los rusos. Habría que ver el cabreo que se pillaría Hitler. De hecho, mandó que lo arrestaran, aunque no lo entregó a la Gestapo.
En diciembre de 1944, Vlasov, redactó el Manifiesto de Praga. En este documento se fijaban 14 puntos, donde se indicaba que el objetivo final del Ejército de Liberación Ruso era la plena democratización de Rusia.
Parece que Vlasov conocía perfectamente a Stalin, porque solía decir a los desertores rusos que no tenía sentido escapar, porque, aunque volvieran y ganaran la guerra, Stalin los enviaría a todos a Siberia. Cosa que sabemos que hizo con todos los soldados rusos, que habían caído prisioneros de los alemanes.
Además, Vlasov, nunca fue partidario del antisemitismo. Incluso, se sabe que ocultó entre su Estado Mayor a 9 oficiales rusos de origen judío para que no fueran capturados por las temidas tropas de las SS.
Solamente se le permitió luchar al frente de sus hombres, cuando el Ejército alemán ya se batía en retirada. Eso fue en febrero de 1945 y no hizo un gran papel, porque tuvo que enfrentarse a unas fuerzas soviéticas muy superiores, mientras que él sólo disponía de una división. A pesar de ello, consiguió contener el avance de las mismas durante 3 días.
Posteriormente, retiró sus fuerzas hasta una zona cercana a Praga. Allí, sus colaboradores, le pidieron unir sus fuerzas contra los SS alemanes, que estaban destrozando ese país. De hecho, los nazis, le habían ordenado bombardear el campo de concentración de Büchenwald con todos los prisioneros dentro.
No se sabe si fue por la rabia causada porque los alemanes nunca se fiaron de ellos o, simplemente, por apuntarse al bando vencedor, lo cierto es que lucharon junto a las guerrillas checas contra esas fuerzas alemanas. Así también protegieron el casco antiguo de la capital, durante el heroico Levantamiento de Praga, iniciado el 5 de mayo de 1945.
Sin embargo, también tuvieron que luchar contra los partisanos checos comunistas, los cuales, cada vez que detenían a uno de esos soldados rusos, lo entregaban a los soviéticos para que lo mataran en el acto.
Así que Vlasov tomó la iniciativa de replegar sus tropas hacia el oeste de Alemania, donde se rendirían a las tropas USA del célebre general Patton.
No está muy claro si los militares USA aceptaron la rendición de las tropas de Vlasov. Lo cierto es que todos acabaron en manos de los soviéticos. Alrededor de unos 100.000, entre hombres, mujeres y niños, acabaron en los campos de concentración soviéticos. La mayoría de ellos murieron en el llamado Gulag de Siberia.
Parece ser que a Vlasov lo metieron dentro de un tanque y lo llevaron hasta la retaguardia soviética. Desde allí, lo introdujeron en un avión hasta Moscú.
Se sabe que fue llevado a juicio el 30/07/1946, el cual se celebró a puerta cerrada. A los dos días, fue condenado a muerte. Fue, inmediatamente, ahorcado junto con otros 11 compañeros suyos, en el patio de la infame prisión de la Lubyanka, en Moscú, donde también estuvo la sede de la KGB.
Parece ser que algunos oficiales aliados dejaron escapar a miembros del ROA hacia la zona de ocupación USA. Incluso, Liechtenstein, se negó a entregar a los que se refugiaron en su pequeño país y consiguió que fueran admitidos en Argentina.
Al día de hoy, en su país, se le sigue considerando un traidor. Aunque también hay algunos que opinan que pudo ser uno de los portavoces del descontento de muchos ciudadanos rusos con el terrorífico régimen de Stalin.
No obstante, hace pocos años, se remitió una petición al Fiscal General del Estado de Rusia, al objeto de que fuera revisado su caso, pero no fue tenida en cuenta por este funcionario.
Como ya habéis visto, en su país, se le sigue considerando un traidor a efectos militares. Lo que no se sabe es si se equivocó al fiarse de los alemanes para intentar derrocar a Stalin y llevar la democracia a Rusia. Cada uno puede dar su opinión al respecto.


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jueves, 26 de julio de 2018

AGAPITO GARCIA ATADELL, DE CRIMINAL A FERVIENTE DEVOTO


Esta vez traigo al blog uno de los personajes más funestos de la Guerra Civil española. Decir eso ya es mucho, porque, durante se conflicto, se puso muy alto el “listón” en lo que atañe a personajes de este tipo.
Agapito García Atadell, que así se llamaba nuestro personaje de hoy, nació en 1902 en la localidad gallega de Vivero.

Supongo que, como miles de gallegos, optó por la emigración, pues muy pronto se le ve ejerciendo el oficio de tipógrafo en Madrid.
Parece ser que siempre fue un tipo duro, pues, ya en 1922, fue detenido por unas presuntas amenazas contra otro colega suyo, que no quiso afiliarse al sindicato de impresores, donde militaba Atadell. O sea, la UGT, el famoso sindicato del PSOE.
Curiosamente, Pablo Iglesias, el fundador del PSOE y de la UGT, también era un gallego, que emigró a Madrid y además era tipógrafo, al igual que Atadell.
En 1924, parece ser que nuestro personaje seguía teniendo esas ideas revolucionarias, pues fue detenido, tras haber publicado unos artículos, que, según la acusación “incitaban a la sedición” y fue llevado ante un juez
militar. Esto le hizo pasar varios meses en la cárcel.
Parece ser que en Madrid estuvo ejerciendo su profesión en los talleres de los periódicos “El Sol” y “La Voz”. También conoció por esa época al famoso dirigente socialista Indalecio Prieto, con el que siempre le unió una gran amistad.
En 1934, tras los sucesos conocidos como “Revolución de Asturias”, fue detenido y encarcelado en Madrid. Allí conoció a otro famoso dirigente socialista, Largo Caballero.
Al comienzo de la Guerra Civil, el Gobierno del Frente Popular, creó una especie de policía paralela, al frente de la cual puso hombres de confianza salidos del  PSOE y el PCE.
Atadell fue puesto al mando de una de esas unidades, dotada con 48 agentes, que, muy pronto, fue apodada “la Brigada del Amanecer”, por las horas en que ejecutaban sus arrestos, aunque el nombre de estas unidades era el de Milicias Populares de Investigación.
Bajo sus órdenes tuvo a algunos “elementos” de cuidado, como Ángel Pedrero o Luis Ortuño. Su primera sede estuvo en un palacio incautado a los condes del Rincón, situado en la calle Martínez de la Rosa, 1. Entre Serrano y Castellana. Justo lo contrario de una barriada obrera.
Aunque, teóricamente, estaban a las órdenes de la Brigada de Investigación Criminal de la Policía, muy pronto se desentendieron de sus superiores y actuaron por su cuenta. Por supuesto, con el conocimiento de la mayoría de los miembros del Gobierno. Hasta se dice que algunos destacados parlamentarios y dirigentes de izquierdas se personaban, habitualmente, en su checa para darles ánimos.
Es más, algunos periódicos republicanos, solían publicar las más importantes detenciones realizadas por este grupo y se les animaba a seguir por ese camino.
Incluso, llegaron a organizar su propia checa de la cual casi nadie salió con vida. En un principio, estaba en los sótanos del Círculo de Bellas Artes, junto a la calle de Alcalá. Supongo que, como era un lugar muy transitado, se buscaron otro más tranquilo, lejos de miradas curiosas. Así que se trasladaron a un edificio de la calle Fomento, el antiguo Palacio de Manzanedo, cerca del actual edificio del Senado.
Incluso, tuvieron otra en la calle de San Bernardo, donde, según parece, se especializaron en encarcelar y asesinar a religiosos de todo tipo. Lo mismo les daba hombres que mujeres.
Parece ser que Atadell quiso rentabilizar aún más su trabajo y se dedicó a robar las pertenencias de todos los detenidos. Lógicamente, sin comunicárselo a sus superiores.
A pesar de haber atrapado en Madrid a multitud de miembros de la Quinta Columna, nunca fue muy del agrado del bando republicano. Se decía de él que era “un bandido y un canalla” y que su único afán no era servir a la II República, sino servirse de su cargo para robar todo lo posible y hacerse rico cuanto antes. 
Evidentemente, eso nunca se lo dijeron públicamente cuando estaba en Madrid al mando de su brigada. Por si acaso.
Parece ser que, tras el auto, donde viajaban los agentes de esa Brigada para ejecutar sus detenciones, iba siempre un camión para llenarlo con todo lo que pudieran robar en cada casa.
En su momento, debió de tener mucho poder, pues hasta los representantes diplomáticos le visitaban habitualmente con el fin de realizar gestiones para intentar conseguir la libertad de los nacionales de cada uno de sus países.
Por lo visto, una de sus señas de identidad era el nombre de su Brigada, escrita con pintura reflectante en el capó de los coches que utilizaban.
Una de sus más hábiles estratagemas fue publicar en la prensa que en la sede del Círculo de Bellas Artes se repartían vales de comida. De ese modo, pudieron detener a muchas de las personas que acudieron a retirar esos vales ficticios.
Hay quien dice que llegaron a matar unas 2.000 personas. Me parece una cifra demasiado alta, pues la Brigada fue disuelta a finales de 1936, justo cuando Atadell huyó de España.
Por supuesto, una de las razones por las que dejaban hacer esas tropelías a estas brigadas es porque a veces también hacían ciertos favores personales a los dirigentes políticos del momento. Por ejemplo, parece ser que, por orden de Ángel Galarza Gago, ministro de la Gobernación, detuvieron y asesinaron a la periodista francesa Carmen de Bati y al periodista español Luis Calamita Ruy-Wamba.
En este último caso, algunos autores afirman que el difunto no sólo tenía unas ideas políticas distintas de las del ministro, sino que entre ellos hubo una cuestión personal, pues, en su juventud, uno le había quitado su novia al otro. También, según parece, unos años antes, Calamita, le había ganado a Galarza en las elecciones legislativas a Cortes.
Por otra parte, hay quien afirma que, aunque Luis Calamita fue detenido por la brigada de Atadell, no fue asesinado por ellos, sino por un matón enviado por Galarza, llamado Vicente Rueda, que también era paisano y enemigo de Calamita
Parece ser que, entre los principales informadores de la brigada, se hallaban los porteros de los edificios del centro de Madrid. Los cuales les informaban del lugar donde estaban escondidas sus víctimas y de la capacidad económica de las mismas.
Por ello, no es de extrañar que, en la posguerra, el colectivo de los porteros fuera uno de los más castigados por los vencedores. Muchos sufrieron duras penas de cárcel y otros fueron condenados a muerte y ejecutados. Por eso, muchas de esas porterías fueron ocupadas por militares y policías jubilados.
Así que, cuando las tropas franquistas se acercaron a Madrid, supongo que Atadell vería que la guerra estaba ya perdida y no se le ocurrió otra cosa que huir con la fortuna que había amasado en esos primeros meses de la guerra. Hay quien dice que esa fortuna podría alcanzar los 25.000.000 Ptas.  Una cantidad muy elevada en esa época.
Hay quien dice que su huida no fue debida al avance del Ejército franquista, sino a que el PCE y la FAI habían puesto sus ojos en él y en sus ganancias fraudulentas, con ánimo de que las repartiera con ellos. Incluso, según parece, se atrevió a liberar a una joven detenida por las milicias del PCE.
Por lo visto, en la Dirección General de Seguridad, sabían perfectamente que estas brigadas incautaban los bienes a los detenidos. De hecho, había un encargado de llevar estos bienes hasta esa Dirección. Sin embargo, la mencionada Dirección, ordenó, posteriormente, que las nóminas de los milicianos, agentes y jueces de esas brigadas se pagaran con la venta de esos bienes.
Parece ser que, aunque Atadell y sus colegas de huida, se llevaron muchas joyas, todavía quedaron muchas en poder de los miembros de las brigadas.
En noviembre de 1936, cuando se disolvió el Comité Provincial de Investigación Pública, le fueron entregados al Gobierno republicano un total de 472 cajas llenas de alhajas y otras dos con objetos de oro y plata, procedentes de las incautaciones a los detenidos.
Así que Atadell, acompañado por sus fieles compañeros Penabad y Ortuño, con la excusa de que iban a realizar un servicio de contraespionaje, se dirigieron a Alicante, donde, en el Consulado de Cuba, obtuvieron unos pasaportes de ese país, como si ellos fueran unos cubanos, que hubieran extraviado su documentación.
Desde ese puerto, tomaron un barco hacia Marsella. Adonde llegaron el 12 de noviembre de 1936. En esa ciudad vendieron todas las alhajas que habían obtenido durante sus saqueos.
Una semana después, Penabad y Atadell, acompañados de sus respectivas esposas, fueron hasta el puerto de Saint Nazaire, donde embarcaron en el trasatlántico francés Mexique. Curiosamente, la esposa de Atadell había sido monja de clausura.
Según algunos autores, un sindicalista francés advirtió a su amigo, el cineasta español Luis Buñuel, sobre la presencia de este tipo en ese buque.
Así que Buñuel fue a denunciarlo a la Embajada de la II República española en París. Parece ser que estos diplomáticos se enteraron de que el buque iba a hacer una escala en la isla canaria de la Palma, que ya era territorio del bando nacional.
Por una de esas extrañas “colaboraciones” que hubo durante esa época, la embajada republicana, a través de otra de un país extranjero, puso estos hechos en conocimiento del Gobierno franquista y, por ello, fue detenido tras haber atracado el buque en el puerto de Santa Cruz de la Palma.
Curiosamente, la prensa republicana, que, hasta entonces, siempre había jaleado todas las operaciones realizadas por Atadell y su Brigada, esta vez decía: “No hay perdón para los traidores”. En alusión a la huida de Atadell y sus cómplices.
Hasta sus antiguos subordinados en la Brigada se mostraron muy enfadados con su huida. Supongo que el motivo sería que se habían quedado sin su parte.
Hay también algunos autores que afirman que Atadell, que no debía tener un pelo de tonto,
encargó a un joven pasajero, llamado Ernesto Ricord, que, durante una anterior escala del barco en el puerto de La Coruña, haciéndose pasar por falangista, fuera a denunciar ante las autoridades franquistas que dentro del barco se hallaban dos peligrosos “rojos” a los que había que detener.
Parece ser que no les detuvieron en el puerto de La Coruña, porque el barco tenía bandera francesa y ese país no permitió la entrada de la Policía española a fin de practicar las detenciones.
Así que, cuando el barco ya había zarpado hacia Canarias, la Policía franquista de esa ciudad alertó a la de Canarias y le dijo que arrestara a los que les señalara Ricord, que seguía navegando en ese barco.
Sin embargo, como, por alguna razón, Atadell, ya había previsto que lo estaban esperando, utilizó a Ricord, que se suponía que era un chivato de la Policía, para designar a otras personas como a los famosos “rojos”.
Por lo visto, el 26/11/1936, cuando los agentes fueron a detenerlos en Canarias, se montó un buen jaleo, porque Ricord señaló como “rojos” a dos ciudadanos españoles. Uno de ellos era procurador ante los Tribunales y el otro un conocido periodista. Este último fue el que señaló al “súbdito cubano” Atadell como uno de esos presuntos “rojos”.
No obstante, él se lo tomó con mucha calma y se limitó a decir que seguro que todo se debía a un error y que pronto se aclararía todo.
Afortunadamente, todo se aclaró. Por eso mismo, Atadell, Penabad y Ricord fueron detenidos y trasladados a Sevilla.
La verdad es que estuvieron a punto de lograr escaparse de España. De hecho, los soltaron y regresaron al barco. Sin embargo, un falangista, que no se había creído la versión de Ricord, los siguió y se dio cuenta de que los tres eran cómplices. Por lo que los detuvo allí mismo.
Lo cierto es que, una vez detenido, Atadell, se mostró muy colaborador con la Policía. Igual, pensaría que así podría salir con vida de ese trance.
Contó muchas de las cosas de su Brigada, sin embargo, como es lógico, no se autoinculpó de las miles de muertes provocadas por la misma. Como muchos de los criminales más infames de la Historia, siempre dijo que había realizado esos actos obedeciendo órdenes de sus superiores. En concreto, de la Dirección General de Seguridad.
Incluso, alegó en su defensa, haber salvado las vidas de algunos conocidos derechistas. Eso es cierto, en parte, pues una de sus protegidas fue Rosario Queipo de Llano, hermana del famoso general sublevado en Sevilla.
Es más, se permitió afirmar que Negrín le había dado permiso para llevarse el dinero y las joyas robadas, en su huida de España. Con un absoluto descaro, echó la culpa de esos robos, exclusivamente, a los demás miembros de su Brigada.
Incluso, se permitió el lujo de alegar que otras brigadas, como la Escuadrilla del Amanecer o los Linces de la República, eran mucho más sanguinarios y más incontrolados que la suya.
No obstante, el 30/06/1937, llegó su juicio, en forma de Consejo de Guerra, el cual fue realizado en la Audiencia Territorial de Sevilla, aunque se les aplicó el Código de Justicia Militar. Supongo que fue así por haberse declarado el estado de guerra.
El fiscal aportó una gran cantidad de testigos que testificaron en contra de los acusados. Algunos calificaron a Atadell como un completo sádico, que creía tener poderes para matar a quien quisiera.
Sin embargo, su abogado defensor, alegó que su brigada era la más humanitaria de todas las que había en Madrid, culpando del terror reinante a las demás.
No obstante, el fiscal, en sus conclusiones finales, pidió pena de muerte para Atadell y Penabad y 20 años de reclusión para Ricord. Parece ser que esto cayó como un jarro de agua fría en el ánimo de los procesados.
Por lo que respecta al abogado defensor, pidió cadena perpetua para Atadell por un delito de rebelión militar. Puede parecer algo extraño, porque los que se sublevaron fueron los del otro bando. Sin embargo, durante la guerra y la posguerra, se utilizó esa acusación para llevar a mucha gente a la cárcel o hasta el pelotón de fusilamiento.
Para Penabad pidió una pena de 12 años de prisión, por auxilio a la rebelión. Está muy claro que intentaba, por todos los medios, salvar las vidas de ambos, que es la misión principal de un abogado defensor.
Por lo que se refiere a Ricord, lo califica como a un débil mental, que sólo aceptó el dinero de Atadell para realizar unas gestiones por su cuenta. No ve culpabilidad alguna y, si acaso, podría ser acusado de negligencia, con una pena de 6 meses y 1 día.
Curiosamente, durante esos meses que duró su encarcelamiento en Sevilla, Atadell, se volvió muy católico. Rezaba mucho y hasta escribió unas cartas a su mujer, donde le encargaba una serie de misas en honor de varios santos de su devoción.
Incluso, escribió pidiendo perdón, públicamente, por el daño que había cometido contra la Iglesia y los clérigos de la misma.
Es más, dirigió otro de sus escritos al mismísimo Indalecio Prieto, donde le informaba que había dejado de ser socialista para convertirse en católico y que rezaba para que también se convierta el conocido dirigente socialista.
Lo cierto es que fue un tipo que nunca le importó cambiar de bando. Empezó siendo del PSOE, luego se fue al PCE, donde no estuvo mucho tiempo, para volver de nuevo al PSOE.
La sentencia del juicio coincidió con la petición del fiscal. Así que, una vez aprobada por las autoridades militares, las dos penas de muerte se ejecutaron el 15/07/1937, por medio del garrote. Al día siguiente, sus cuerpos fueron enterrados en el Cementerio de San Fernando, de Sevilla.
Lo cierto es que, si no lo hubieran ejecutado los nacionales, sus amigos republicanos se hubieran mostrado muy dispuestos a hacer lo mismo. Parece ser que en su brigada también habían asesinado a conocidos republicanos, que no eran afines al PSOE. De hecho, su ejecución se publicó en la prensa republicana y se calificó como un acto de Justicia.
La verdad es que se les dieron más oportunidades que las que ellos daban a los que habían caído en sus manos. Parece ser que los miembros de esa brigada solían formar en su checa una especie de tribunal, presidido por Atadell.
Se interrogaba muy cruelmente al detenido y con amenazas de todo tipo. Al final, el total del sumario sólo ocupaba una cara de una cuartilla. Por supuesto, al preso no se le daba la opción de que lo defendiera un abogado.
Esos “tribunales” no descansaban en todo el día. Trabajando en turnos de 8 horas en las más de 200 checas que se instalaron en Madrid.
Al final, sólo había tres opciones: libertad, encarcelamiento o muerte. parece ser que, en la mayoría de las sentencias, el veredicto, dependía de que les cayera más o menos simpático el detenido. A veces, los que habían conseguido la libertad, eran detenidos en la calle por milicianos de otra checa y asesinados allí mismo.