Ante todo, he de decir que hace
tiempo que no hago ningún comentario sobre una obra de arte, porque tampoco es
mi especialidad. Así que espero que me perdonen los especialistas en ese tema.
Para encuadrar el período en que
se gestó esa obra, voy a comenzar a hablar del autor de la misma.
Se trata, nada menos, que de Jan
Van Eyck. Es posible que a algunos no les suene mucho su nombre, pero ya veréis
cómo seguro que habréis visto algunas de sus obras.
Nuestro personaje de hoy nació en
1390, en la localidad belga de Maaseik, situada junto a la frontera con Holanda.
Tradicionalmente, siempre se ha
dicho que el Renacimiento comenzó en Italia y, más comúnmente, en Florencia,
porque, en el siglo XV, era la ciudad más pujante de toda la Península Itálica.
Sin embargo, se dio otro fenómeno
parecido en los dominios de los duques de Borgoña, que se extendían desde el
este de la actual Francia, comprendiendo toda la zona fronteriza con Suiza y
Alemania y, además de eso, las actuales Bélgica, Holanda y Luxemburgo.
En los mencionados territorios,
gracias a la política de esos duques, que fomentaron el desarrollo de una
incipiente burguesía, se llegó a disfrutar de una gran prosperidad y eso atrajo
a muchos artistas de diferentes zonas, los cuales crearon el llamado
Renacimiento Nórdico, o sea, el que se dio al norte de los Alpes. Esta
situación duró hasta 1477, en que Luis XII, rey de Francia, se anexionó buena
parte del territorio de Borgoña.
Ciertamente, esa tierra siempre
disfrutó de un gran prestigio. El mismo Carlos V siempre le decía a su hijo,
Felipe II, que recordara que ellos venían de Borgoña. De hecho, aunque el
emperador tuvo que ceder parte de esos territorios al rey de Francia, jamás
consintió ceder el correspondiente título. El cual, fue heredado por todos sus
sucesores en el trono de España.
Posteriormente, tanto los Reyes
Católicos, como el regente Cisneros o el emperador Carlos V, supieron atraerse
a algunos de esos artistas flamencos y borgoñones para realizar, también en sus dominios,
sus apreciadas obras de arte.
Lo cierto es que se conoce muy
poco de la biografía de Jan Van Eyck. No obstante, en 1457, un humanista italiano,
llamado Bartolomeo Facio, escribió su obra “De viris illustribus”.
En ella, del mismo modo que
haría, posteriormente, el más conocido Giorgio Vasari, mencionó a los mejores
artistas de su tiempo. Curiosamente, junto a los muy famosos Donatello,
Pisanello o Ghiberti, cita a dos pintores nórdicos: Jan Van Eyck y Roger van
der Weyden.
Incluso, se atrevió a decir que
Van Eyck, que era “el más grande pintor de nuestro tiempo”. Lo cual, ya parece
demasiado atrevimiento para un italiano. Curiosamente, Facio, murió ese mismo
año. No sé si sería a causa de una muerte natural o porque se lo cargarían sus
paisanos.
Volviendo a nuestro pintor, en
1419, tras la muerte del duque de Borgoña, Juan sin miedo, le sucede su hijo,
Felipe III el bueno, que será el que más encargos le haga. Anteriormente, Jan, había
estado al servicio de Juan de Baviera, conde de Holanda.
Poco después, traslada su corte
de Dijon a Gante, en Flandes. Con lo cual, esa ciudad pasa a ser una de las más
pobladas de Europa. Al mismo nivel que París, Brujas o Barcelona.
En Brujas, debido a su activo
comercio, ya existían consulados de las más importantes potencias del momento,
como algunas de las repúblicas de Italia, Castilla o Aragón. De esa manera,
también se instalan allí un buen número de comerciantes, sobre todo, italianos.
Es la época donde comienzan a
destacar sus famosos tapices, inspirados en cartones realizados por artistas
locales. Especialmente, los miniaturistas, entre los que estaba nuestro pintor.
La alta sociedad de la época,
empezando por el duque, se vanagloriaba por poseer amplias y cuidadas
bibliotecas y por aprender latín y griego clásicos.
Precisamente, es en Flandes donde
primeramente se empieza a utilizar la técnica del óleo en la pintura.
Posiblemente, fue en el taller de Robert Campin. También es en Flandes donde se
abandona el estilo llamado Gótico Internacional por el nuevo del Renacimiento,
también llamado Realismo Flamenco.
En un principio, se pensó que Jan
había inventado la técnica del óleo. Eso es cierto, pero sí lo es que llevó esa
técnica a sus más altas cimas.
Jan tuvo un hermano mayor,
llamado Hubert, del cual se cree que fue un pintor muy famoso, pero que,
desgraciadamente, hoy en día, desconocemos la mayoría de sus obras.
En muchas ocasiones, como ocurre
en el caso del Políptico del Cordero, en San Bavón, de Gante, se sabe que fue
una obra encargada a Hubert. Sin embargo, como Hubert falleció en 1426, dejando
esa obra inacabada, fue terminada por Jan, tal y como puede leerse en una
inscripción en el marco del mismo: “El pintor Hubert van Eyck, de quien no se
encuentra otro mejor, comenzó esta obra; Jan, segundo en el arte, la llevó a su
fin”. Por ello, es muy difícil saber qué parte de la misma es obra de uno u
otro hermano.
En 1432, el duque trasladó su
corte a Brujas, ciudad que, desde entonces, será la residencia habitual de
nuestro pintor. Incluso, se sabe que, en un par de ocasiones, viajó a Aragón y
a Portugal para realizar ciertas misiones diplomáticas, cuyo fin se cree que
fue tantear a esas cortes para que el duque casara con alguna mujer de
las dinastías reinantes en esos países.
Ahora nos parecerá un poco raro
que un pintor apareciera en estas misiones. Sin embargo, no hay que olvidar
que, por entonces, era costumbre que los novios pudieran contemplar un retrato
de su futura esposa, antes de pedir su mano. Además, van Eyck era un gran especialista
en el arte de la miniatura.
El duque se decidió por la
candidata portuguesa. Así que Felipe el bueno se casó en junio de 1430 con
Isabel de Portugal y, de paso, creó la famosísima orden del Toisón de Oro.
Actualmente, hay dos maestres de
la misma: el rey Felipe VI, de España, y el candidato al trono imperial de Austria.
Se cree que nuestro pintor se
casó alrededor del año 1430 y hacia 1432 compró una casa en Brujas, ciudad en
la que residió hasta su muerte.
Por lo visto, siempre gozó del
aprecio del duque. Cuando, en 1434, nació su primer hijo, el duque le hizo un
gran regalo a base de objetos de plata y hasta envió a uno de sus nobles cortesanos
para que le representara en el bautizo.
Se repitió lo mismo, con el
nacimiento del segundo de sus hijos. Incluso, el duque siguió pagando a su
viuda, un año después de la muerte del pintor. Es más, cuando una de las hijas
del pintor decidió hacerse monja, recibió una dote del duque, aunque su padre
llevara varios años muerto.
Parece ser que el duque siempre
albergó deseos de promover otra Cruzada a Tierra Santa. Es posible que, por
ello, le encargara pintar un Mapamundi, que no ha llegado hasta nosotros, pero
del que tenemos constancia por las crónicas de la época.
Otra de sus obras más conocidas,
y ya mencionada anteriormente, es el llamado Políptico del Cordero Místico, de
la catedral de San Bavón, en Gante. La misma ciudad, donde, en 1500, nació el
futuro emperador Carlos V.
Esta obra le fue encargada a
Hubert van Eyck, hermano mayor de nuestro personaje. Desconocemos de quién
procedió el encargo, pero sí que fue terminada con la donación de la pareja
formada por Joos Vijd y su esposa, Elisabeth Borluut, ricos burgueses de esa
ciudad. No sabemos cuándo comenzó a pintarla. Sin embargo, sí se conoce que
murió en 1426. Tampoco sabemos si Jan le ayudó a pintarla, antes de su
fallecimiento, pero sí que fue el que la terminó.
Esta obra pasó por múltiples contingencias,
a lo largo de la Historia, pero no voy a narrarlas en aquí, para no alargar
demasiado este artículo.
La obra que nos ocupa hoy es nada
menos que el Retrato del matrimonio Arnolfini. Una de las mejores obras de este
autor y también considerada como una obra maestra del realismo simbólico
flamenco. Se trata de un óleo pintado en 1434 sobre una tabla de roble, cuyas
medidas son 82x60 cm.
Ya he mencionado que en Brujas
residía una importante colonia de comerciantes de diversos países. De hecho,
como en 1440, el duque hizo allí su entrada triunfal, se conocen el número de
los representantes de esas colonias que desfilaron ante él. Predominaban los
comerciantes de la zona del Mar Báltico, conocidos como de la Hansa, pero
también hubo muchos procedentes de las diversas ciudades-Estado que componían
la actual Italia.
Gracias a ellos, se dieron a
conocer las pinturas realizadas en Flandes. Hasta los mismos comerciantes
burgaleses, trajeron esas pinturas para venderlas en la famosa feria de Medina
del Campo (Valladolid).
Los comerciantes procedentes de
la ciudad de Lucca eran minoritarios en Brujas. No obstante, poseían una
capilla propia en la Iglesia de los Agustinos e, incluso, veneraban a una
imagen del crucificado, que denominaban el Volto Santo y que decían que había
sido encontrada en una playa.
Sabemos que esta obra fue adquirida,
a finales del siglo XV, por Diego de Guevara, embajador de los Reyes Católicos
ante esa corte ducal.
Posteriormente, fue regalada por
éste a Margarita de Austria, esposa de Juan, único hijo varón de los Reyes
Católicos. Desgraciadamente, ese matrimonio duró muy poco a causa del prematuro
fallecimiento del esposo.
Aunque, tras enviudar, Margarita
se la llevó con ella a su tierra, y se sabe que, posteriormente, esta obra fue
a España. Por lo visto, aparece en el inventario de los bienes de esta noble,
tía del emperador Carlos V, realizados en 1558, con motivo de la muerte de la
misma.
Parece ser que, durante mucho
tiempo, estuvo colgada en el antiguo Alcázar de los Austrias y luego en el
Palacio Real, ambos en Madrid. Tal y como se menciona en un inventario de 1789.
Allí permaneció hasta que alguien
la robó, durante la Guerra de la Independencia. No está muy claro. Unos dicen
que fue un oficial napoleónico y otros, que fue uno británico. Lo cierto es que
ahora pertenece a la National Gallery, de Londres.
Por lo visto, en 1815, fue
descubierta en Bruselas por un general británico, llamado Hay. Éste se la llevó
al Reino unido, donde, en 1842, fue vendida al museo donde se expone ahora.
En un principio, se pensó que las
figuras representadas en este cuadro eran Giovanni de Arrigo Arnolfini y su
mujer, Giovanna Cenami, ambos pertenecientes a ricas familias de Lucca,
asentadas en Brujas, al menos, desde 1421. Incluso, algunos afirman que la
familia de ella era más importante que la de su esposo.
Giovanni gozó de cargos
importantes en la corte de Felipe el bueno, duque de Borgoña. Fue nombrado director de finanzas en Normandía y acrecentó su fortuna con los
aranceles sobre las importaciones.
Sin embargo, a principios del
siglo XX, un experto, llamado Louis Dimier, indicó que podría tratarse de la
propia boda del pintor con su esposa Margarita.
Incluso, otros autores llegaron a
pensar que se trataba de la pareja formada por Michelle Arnolfini, hermano de
Giovanni, y su esposa, que era de origen flamenco. Ya que las facciones de la
mujer se asemejan más a las de una persona de esa zona, que no a una de la
Toscana italiana.
No obstante, en 1934, el célebre
crítico, Erwin Panofsky, escribió un famoso artículo en The Burlington
Magazine, donde demostró que se trataba de Giovanni y su esposa, como en un
principio se había propuesto.
No obstante, otros autores han
vuelto a la carga, con sus diferentes teorías al respecto. Así que no nos
debería de extrañar que surgieran otras nuevas interpretaciones para este
cuadro.
Hasta la Edad Media, era poco
frecuente ver unas pinturas firmadas, porque se decía que eso estaba mal visto.
En cambio, en el caso de van Eyck, solía firmarlas todas, aunque
fuera en el
marco de las mismas. En este cuadro, se puede apreciar que el pintor escribió,
en latín y con letra gótica, una frase, como si estuviera grabada en el muro
del fondo. En ella, se puede leer: “Jan van Eyck estuvo aquí, 1434”. Incluso,
en un inventario realizado en 1700, cuando se hallaba esa obra en España, se
indicaba que había unas frases, sacadas de unos versos de la Metamorfosis de
Ovidio, escritas en los laterales del cuadro.
A raíz de esa frase, con la que
el autor ha firmado su obra, muchos piensan que no se trata de una simple
pintura de costumbres, sino de una imagen de una ceremonia, donde el propio
pintor actuó como testigo de la misma.
Precisamente, al fondo se ve un
espejo, donde aparecen los novios y otros dos personajes frente a ellos. Dicen
que uno de ellos podría ser el propio pintor.
Se han efectuado muchos estudios
sobre los símbolos que aparecen en este cuadro. Por un lado, era normal que un
matrimonio figurara con las manos juntas. Sin embargo, aquí lo extraño es que
el marido ofrezca su mano izquierda, lo cual podría dar a entender que se
trataba de un matrimonio desigual. Algo que estaba muy reglamentado en aquella
sociedad estamental. Pero no es así, porque sabemos que la familia de la esposa
era más rica que la del marido.
Por eso mismo, se pensó que
podría tratarse de Michelle Arnolfini, que se casó con Elizabeth, de la que se
cree que pertenecía a un estamento inferior al de su marido.
Sin embargo, parece ser que el
pintor quiso retratar dos momentos en una única escena, que es la que aparece
en el cuadro.
En aquella época, no era preciso
que un sacerdote estuviera presente en la boda. Bastaba con que hubiera unos
testigos.
La ceremonia tenía dos partes.
Una donde los novios se tomaban de la mano y otra donde él pronunciaba el
juramento de fidelidad, alzando su mano derecha.
En principio, llama la atención que,
en ese dormitorio, que es donde se desarrolla esa escena, la ventana esté
abierta, mientras que a los novios se les ve muy abrigados. Es posible que sean
una especie de nuevos ricos y nos estén mostrando que están muy satisfechos por
tener esos bienes de lujo.
En la parte superior de la
estancia podemos ver una lámpara realizada en metal. Sin embargo, entre sus
cinco brazos, sólo hay uno donde se ve una vela encendida. Eso se consideraba
el símbolo de Cristo y se solía encender en los sitios donde se iba a firmar un
contrato o pronunciar un juramento.
Otros autores afirman que esa
única vela encendida, que se colocaba en los dormitorios de esa época, se
utilizaba para atraer la fertilidad a los matrimonios.
La imagen del perro sirve para recalcar
ese espíritu de fidelidad, como se pueden ver a los pies de muchas tumbas
medievales. No obstante, otros autores dicen que el pintor lo ha colocado ahí
para restarle cierta solemnidad al momento. Incluso, haciendo alarde de sus
conocimientos en la técnica de la miniatura, podemos llegar a apreciar los
diferentes pelos del animal.
En la pared del fondo, bajo la
firma del autor, podemos ver un curioso espejo de forma redonda y convexa,
donde se reflejan la parte posterior de los novios y, supuestamente, los dos
testigos de esa boda, donde, según algunos autores, uno de ellos sería el
propio pintor, aunque sólo se aprecian un personaje vestido de azul y otro de
rojo.
Sólo cuatro años después, Robert
Carpin, pintó un retablo, del cual sólo se conservan los dos laterales en el
Museo del Prado. En uno de esos laterales figura San Juan con un espejo similar
a éste.
Alrededor del espejo del cuadro
que nos ocupa, aparecen 10 círculos, donde han sido representados diferentes
momentos de la pasión de Jesucristo. Dándoles un aspecto como si se tratara de
unos esmaltes.
Junto al espejo, se puede ver
colgado en la pared, algo que parece un rosario, confeccionado en cristal. Los
rosarios solían ser regalados, habitualmente, por el novio a la novia.
En el cabecero de la cama se
aprecia una imagen de una santa, realizado en madera. Los expertos nos se ponen
de acuerdo, ya que unos la atribuyen a Santa Margarita, patrona de los
nacimientos, en su pose habitual, pisando a un dragón. Sin embargo, como tiene
una especie de escobilla a su lado, también podría ser Santa Marta, patrona del
hogar.
Otros elementos que indican que
se trata de una familia adinerada son los muebles, las figuras religiosas y las
frutas. Sobre todo, las naranjas, que eran bastante caras, pues solían proceder
de Portugal.
En el suelo, y entre los dos
contrayentes, también podemos ver una típica alfombra traída de Anatolia, lo
cual es otro símbolo de riqueza.
Aunque, a primera vista, parece
que la novia ya está embarazada, no es así. Lleva un vestido de color
verde, que simbolizaba la fertilidad y, en esa época, era normal retratar a las
mujeres casadas como si estuvieran embarazadas para dar a entender que eran
fértiles. A simple vista, se puede apreciar que el pintor se ha afanado por
mostrar hasta los más mínimos detalles de ese vestido.
Desgraciadamente, este matrimonio
nunca tuvo hijos y, además, años más tarde, Giovanni, fue demandado por
adulterio por una joven con la que había mantenido relaciones.
Tampoco se nos ha de escapar que
se ven por el suelo dos pares de zapatos. Los más cercanos al espectador son
una especie de chanclas de madera. Al fondo, junto y encima de la alfombra, se
ven otras de color rojo. Esto significa que, durante su boda, los novios se
hallaban descalzos. Con lo cual, esto le da un valor más sagrado a ese rito e,
incluso, algunos dicen que con esto pretendían atraer la fertilidad.
En resumen, se puede definir a
esta obra como una pintura de tipo realista, no religiosa, pero repleta de
elementos religiosos y simbólicos. Por su hieratismo, esta obra se aparta del
estilo habitual del pintor, en cuyas obras les aporta una gran vitalidad a los
personajes representados.
Otras obras a destacar son El
hombre del turbante rojo, datada en 1433; La Virgen del canciller Rolin, de 1435;
la del canónigo van der Paele, de 1434.
Por último, en el Museo Thyssen-Bornemisza, de Madrid, podemos ver una obra que siempre me ha gustado mucho. Se trata del Díptico de la Anunciación, fechado en 1436. Es una obra tan magistral que esta pintura, casi se podría confundir con una escultura.
Se cree que murió a mediados de
1441 y fue enterrado en el claustro de una iglesia, hoy inexistente, situada en
Brujas. Tras su fallecimiento, su hermano menor, Lambert, también pintor se
hizo cargo de su taller y terminó las obras que habían quedado inacabadas.