Seguramente, cuando alguien va al
médico, ya tiene depositada toda su confianza en él, porque piensa que se trata
de una persona de plena confianza y le va a curar. Es posible que, después de
leer este artículo, más de uno se lo plantee de otra manera.
Nuestro personaje de hoy se
llamaba Marcel André Petiot, más conocido como Marcel Petiot, y nació en 1897 en Auxerre, una ciudad de la
Borgoña, región famosa por sus excelentes vinos, situada al sur de París y casi
en el centro de Francia.
Su familia pertenecía a la
pequeña burguesía. Siendo su padre funcionario de Correos y su madre ama de
casa.
No sé si tendría algo que ver en
su desarrollo futuro. Lo cierto es que su madre fue ingresada en un
Psiquiátrico y murió aún joven cuando él sólo tenía 12 años.
Parece ser que, desde pequeño,
nuestro personaje dio muestras de un comportamiento un tanto anormal.
Por un lado, parece ser que le
podría llamar superdotado, pues leía y razonaba de una forma que parecía tener
5 años más de los que realmente tenía.

Incluso, algunos autores afirman
que un día se llevó al colegio una pistola de su padre y disparó hacia el techo
de su clase.
Lo cierto es que, como ya no le
admitían en ningún colegio, tuvo que acabar sus estudios en una academia
especial, ubicada en París.
Parece ser que, durante la I
Guerra Mundial, se hallaba estudiando Medicina. No obstante, dejó sus estudios
para incorporarse al frente a primeros de 1916.


Posteriormente, fue revisado por
unos psiquiatras, los cuales le definieron como neurasténico y paranoico
depresivo.

Parece ser que, en los siguientes
cinco años, pasó por varias consultas psiquiátricas. Siendo diagnosticado de
una psicosis melancólica y una manía persecutoria. Por lo que le dieron una pensión del Estado.
No obstante, tampoco se puede
decir que perdiera el tiempo, porque, en esos años, retomó sus estudios y se
licenció en Medicina en 1921. Además, con una calificación muy alta.

Posteriormente, montó una
consulta en un pueblo de su región natal de Borgoña. Gracias a su simpatía, se
hizo allí tan popular, que fue elegido concejal en 1925, representando al
Partido Socialista, y alcalde al año siguiente.
Incluso, poco después se casó con
Georgette Lablais, la hija del propietario de un restaurante en París y
tuvieron su único hijo en 1928.
No obstante, pasó varias veces
por los tribunales, acusado de delitos como estafas en los seguros sanitarios o
malversación de fondos. Posiblemente, esto le llevó a perder su puesto de
alcalde en 1931. Curiosamente, casi todos los concejales de su pueblo dimitieron en
solidaridad con él.
Por lo visto, la Policía le tenía
vigilado muy cerca, pues le consideraban sospechoso de haber cometido una serie
de delitos. Por lo visto, en esa época, se cometieron varios robos importantes
en la zona y él fue uno de los sospechosos. No obstante, esto nunca fue
aclarado.

Parece ser que, durante su
mandato como alcalde del pueblo, llegaron a desaparecer hasta los tambores de
la banda municipal. Incluso, hasta parece ser que se llevó una de esas cruces
de piedra que se suelen ver en los caminos.
Precisamente, en 1928,
desapareció una joven llamada Louise Delaveau, hija de uno de sus pacientes,
con la que Petiot tuvo una aventura y, según decían algunos, se había quedado
embarazada.

Quizás, por esa razón, en 1933,
se trasladó a París, donde ganó cierta fama, pues prometía rápidas curaciones
para diversas enfermedades, por medio de la electroterapia. Incluso, recetaba
drogas, argumentando que eran para uso medicinal.
Según parece, también realizaba
abortos, una práctica totalmente ilegal, en ese momento, en Francia.

Sin embargo, también se le acusó de
atender, en forma privada, a ciertos enfermos y luego hacer ver que estaban
dentro de los planes de asistencia médica patrocinados por el Estado francés. O
sea, que cobraba por ambos lados.

No obstante, siguió con sus
problemas psiquiátricos. En cierta ocasión, se le detuvo por robar unos
ejemplares en una librería y agredir al vigilante de la misma. Parece ser que
también padecía cleptomanía.
Fue encarcelado, pero logró huir.
No obstante, pronto fue detenido de nuevo y esta vez se le ingresó en un
Psiquiátrico.

Al comienzo de la ocupación de
Francia, los alemanes reclutaron a miles de trabajadores franceses para
enviarlos a sus fábricas en Alemania. Así que él se dedicó a firmar miles
certificados médicos, donde afirmaba, falsamente, que esa persona estaba
discapacitada para realizar cualquier trabajo.

Tras el aumento de la represión por
parte de los alemanes, utilizó a unos compinches para hacer correr la noticia
de que ofrecía pasajes para Argentina a todos los que estuvieran sufriendo
persecución por parte de la Gestapo nazi. Por lo visto, cobraba 25.000 francos
por persona.
Los interesados sólo tendrían que
ir a su casa, provistos ya con su pasaporte, su equipaje y sus objetos de valor
para poder escapar cuanto antes de la Francia ocupada.

Lo cierto es que nunca llegaron a
Argentina, los muchos que acudieron a su llamada, también desaparecieron de
la faz de la tierra. Por lo visto, hasta se molestó en mostrar a los familiares
de los desaparecidos unas postales que, según decía, le habían enviado estos
desde Argentina.

Hasta llegó a hacer desaparecer a
un agente, enviado por la Gestapo, para infiltrarse en esa presunta
organización ilegal.
Parece ser que su primera víctima
fue un rico peletero judío, que vivía en su mismo barrio, al que le sacó unos
300.000 euros en piedras preciosas.

Hasta eliminó a alguno de sus
vecinos, que parecía estar sospechando de sus extrañas actividades, antes de que
se lo fuera a contar a la Policía.
Casualmente, en marzo de 1944,
los vecinos de su calle llamaron a la Policía y los bomberos por los malos
olores que desprendía la chimenea de la casa de Petiot.

Sin embargo, cuando los bomberos
rompieron las ventanas para entrar en la vivienda, se encontraron con un
escenario dantesco.
Al bajar al sótano, que era de donde procedía
ese mal olor, se encontraron con un montón de cuerpos humanos, que habían sido
desmembrados. Algunos de ellos, ya habían sido introducidos en dos hornos de
leña, de donde salía ese humo. Por lo visto, estaba intentando deshacerse de
todo lo relacionado con su actividad criminal.
Otros dicen que argumentó que los
cuerpos pertenecían a colaboracionistas franceses y que la Resistencia le había
encargado que se deshiciera de ellos. No hay que o lvidar que París

Incluso, se rumorea que nuestro personaje
había sido descubierto por los nazis y el jefe de la Gestapo en París, un
colaboracionista francés, llamado Henri Lafont, le había chantajeado para que
trabajara con ellos. Así que pudiera haber sido la Gestapo la que le encargara
ese trabajo.
Lo cierto es que la Policía
encontró, en el registro de ese inmueble, nada menos que 72 maletas, 655 kgs.
de diferentes artículos y 1.760 ropas de diferentes tallas. Se encargó de esta
investigación el comisario Georges-Victor Massu, uno de los policías más
famosos de Francia.
Parece ser que este comisario era
muy amigo del célebre escritor belga Georges Simenon, el cual le acompañaba en
algunas de sus investigaciones para conocer el trabajo policial. Sirviéndole de
inspiración para crear su archifamoso personaje, el comisario Maigret.

Parece ser que se sirvió de tres
cómplices para atraer a la gente a su casa. La mayoría de los que llegaron eran
judíos, perseguidos de cerca por la Gestapo.

De esa forma, en cuanto morían,
les quitaba todo lo que tuviera algún valor y luego se deshacía de sus cuerpos.
Parece ser que, al principio, se
limitaba a tirar los cadáveres al Sena. Es posible que eso no fuera algo
alarmante, porque se hallaban en medio de la II Guerra Mundial.
Más adelante, cavaba fosas en su
jardín y allí los enterraba en cal viva. Se me ocurre que, más adelante, igual
se presentaron demasiados y entonces pensó en deshacerse de ellos
incinerándolos.
Según parece, Petiot, huyó y se
escondió en la casa de unos amigos, argumentando que la Gestapo lo estaba
buscando, por haber matado a unos soldados alemanes. No olvidemos que aún se
hallaba en la Francia ocupada.

Como ya he dicho anteriormente, en
principio, la investigación fue llevada por la Policía francesa. Sin embargo,
poco después, la propia Gestapo se hizo cargo de ella. Parece ser que las
autoridades alemanas de ocupación no tuvieron más remedio que parar esta
investigación, tras el famoso Desembarco de Normandía. Así que la investigación
quedó en suspenso durante unos meses.
Evidentemente, la noticia del
hallazgo de unos cadáveres en esa casa abandonada fue censurada por las fuerzas
alemanas de ocupación y sólo se enteraron de ella los vecinos de su calle.

Cuando llegó la hora de la
liberación de París, en agosto de 1944, Petiot, hizo lo que muchos franceses,
se dejó barba, para que no le reconocieran y se enfrentó brevemente a las
tropas alemanas, presumiendo de ser un oficial de la Resistencia, bajo el nombre
falso de Henri Valery. Luego se dedicó a interrogar a los prisioneros alemanes
y a los colaboracionistas franceses.
Parece ser que este artículo fue publicado
por medio de un favor que le pidió el comisario Massu a un periodista amigo
suyo. Llevaba por título, “Petiot, soldado del Reich” y seguro que provocaría
la indignación de nuestro personaje.
Parece ser que, ni corto, ni
perezoso, Petiot, escribió a un antiguo abogado suyo diciéndole que todo eso era
una mentira. Por lo visto, le escribió: “Si salgo hoy de la sombra es para poner fin a las
odiosas calumnias que corren acerca de mí”.

Así que éste llevó la carta a la
Policía, la cual reabrió la investigación y en abril de 1945 fue reconocido y
detenido en una parada de Metro de París.
Aparte de ir vestido con el
uniforme de la Resistencia y llevar larga barba, para no ser reconocido, le
incautaron una serie de cosas muy curiosas. Llevaba mucho dinero encima, unos
50 documentos de identidad y hasta un borrador de una carta.

Incluso, se dice que, durante la ocupación
nazi, se enteró de que dos médicos franceses habían sido deportados a los
campos de concentración. Tuvo la osadía de visitar a sus familiares, diciendo
que pertenecía a la Cruz Roja y que necesitaba algunos documentos de identidad
de los presos para pedir su libertad. Así que se los dieron y los llevaba cuando
fue detenido.

Así que el fiscal, Pierre Dupin,
le acusó de haber asesinado, al menos, a 27 personas, con ánimo de robarles. Curiosamente,
él le quiso rectificar afirmando que había matado a 63 personas.
Según se dijo, se pudieron
identificar algunos cuerpos. Los cuales pertenecían a 12 judíos y 4 proxenetas.
No obstante, entre la ropa hallada, también había los pañales de un bebé.
Posteriormente, durante las tres
semanas que duró el juicio, iniciado en marzo de 1946, la acusación se amplió
hasta 135 delitos.

Incluso, se permitió acusar a uno
de los abogados de los familiares de ser un defensor de “traidores y judíos”. Algo
que hizo que el letrado, que había sido uno de los jefes de la Resistencia, le
amenazara con pegarle.

Al final, tras haber escuchado
las declaraciones de unos 90 testigos y haber comprobado las toneladas de
pruebas, que fueron llevadas en un convoy de camiones, el tribunal lo declaró
culpable de 26 asesinatos y lo condenó a muerte.
Parece ser que tardaron unos días
en ejecutar esa sentencia por una avería en la guillotina, que llevaba
mucho tiempo sin utilizarse, a causa de la guerra.

Parece ser que ni siquiera perdió
la compostura en el último momento. Cuando le propusieron decir algo, sólo
contestó: “Soy un viajero que se lleva su equipaje”.
Más tarde, cuando iban a
colocarle la cabeza bajo la guillotina, les dijo a los que estaban presenciando
su ejecución: “Caballeros, les sugiero que no miren. No va a ser algo bonito.
Quisiera que guardaran un buen recuerdo de mí”.
Hasta aquí, todo puede parecer
muy lógico. Sin embargo, para rizar el rizo, voy a terminar con algo que os va
a parecer muy extraño.
No obstante, en 1980, al coronel
John F. Grombach, ciudadano francés nacionalizado USA, cuyo padre había sido el
cónsul de Francia en Nueva Orleans, le hicieron una entrevista. Este fue uno de los altos responsables del
espionaje USA y jefe de una pequeña agencia absolutamente desconocida hasta
entonces.
En ella, afirmó que Petiot había trabajado
para ellos y les había informado de varios temas, como las Fosas de Katyn, las
bases de las bombas volantes y las identidades de los agentes alemanes enviados
a USA.
Parece ser que se había enterado
de todo eso, porque, entre su clientela, tenía muchos oficiales alemanes, que
le habían contado esas cosas.
No obstante, el general no pudo demostrarlo,
porque no disponía de ninguna documentación para probar esas afirmaciones.
Sin embargo, en 2001, se
encontraron, en los archivos de la CIA, algunos telegramas, donde se mencionaba
a Petiot y a esa extraña organización de espionaje, desconocida hasta ese
momento, denominada “The Pond”. O sea, “el charco”.
Por otra parte, lo cierto es que
su fortuna nunca se ha hallado. La mansión fue comprada por otras personas, que
la derrumbaron por completo, buscando un escondite que nunca hallaron.
Parece ser que su mujer y su hijo
emigraron a Sudamérica y desde entonces viven allí, porque no pudieron seguir
viviendo tranquilamente en su país.
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