ESCRIBANO MONACAL

ESCRIBANO MONACAL
UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

viernes, 31 de marzo de 2017

OPERACIÓN PASTORIUS, SABOTAJES NAZIS EN USA



Supongo que, a estas alturas, todo el mundo sabrá que la clave de la victoria de las fuerzas aliadas en la II Guerra Mundial y, sobre todo, de los USA, fue que pudieron fabricar una mayor cantidad de armamento que los alemanes.
La razón principal era que sus fábricas no estaban al alcance de los bombarderos enemigos. Justo lo contrario de lo que les ocurría a las fábricas alemanas, que eran bombardeadas diariamente.
En resumen, la II Guerra Mundial, desde el principio, fue concebida como una guerra industrial. Así que la potencia militar que pudo producir mayor cantidad de material fue la que ganó.
De hecho, tanto los aliados como los alemanes, sabían que se tardaba mucho menos tiempo para fabricar un montón de aviones que para formar un piloto. Así que, si os fijáis, podréis comprobar que a los pilotos que caían prisioneros, de uno y otro bando, se les encerraba en campos situados lo más lejos posible del frente, para que, en caso de escaparse, les fuera muy difícil llegar hasta sus líneas y volver a combatir contra ellos.
Incluso, al principio de la guerra, Alemania, no tuvo ningún problema para vencer en el combate naval. De hecho, en 1942, sus submarinos fueron capaces de hundir 13 mercantes con bandera USA en tan sólo 17 días.
Por otra parte, los componentes del Alto Mando aliado tampoco eran nada del otro mundo. Muchos de ellos, como Eisenhower o Bradley, nunca habían combatido en primera línea y al que sabía un poco de eso, como Patton, nunca le hicieron mucho caso.
Lo que quería decir, con todo este rollo que os he soltado, es que, como los alemanes eran conscientes de que sus bombarderos no podían llegar al territorio USA y de que su industria les estaba haciendo mucho daño en el frente de batalla, pues idearon un plan para intentar nivelar esta situación.
No hay que olvidar que todas las industrias del automóvil de USA fueron reconvertidas en fábricas de material bélico.
En USA siempre ha habido una gran colonia de ciudadanos de origen alemán. Actualmente, se estima que hay más de 50.000.000 de ciudadanos USA, cuyos orígenes están en Alemania.
Es más, hay ciudades USA, como Cincinnati, en Ohio, donde había tanta población alemana, que la gente solía hablar en alemán y no en inglés.  Lógicamente, tras la I Guerra Mundial, la cosa cambió un poco. Supongo que para no llamar mucho la atención.
Lo cierto es que, tras la Crisis de 1929,  también calaron las ideas de tipo nazi entre estos ciudadanos de origen alemán. Se calcula que, antes de la II Guerra Mundial, ese partido llegó a tener unos 300.000 afiliados en USA y lucían sus uniformes, al igual que lo hacían en Alemania.
Curiosamente, en Alemania, en 1919, cuando Hitler ingresó en el partido nazi, éste sólo tenía unos 60 afiliados. Lo cierto es que a los carnets del partido les pusieron unos números muy altos, como si tuvieran miles de afiliados.
Posteriormente, cuando intentaron dar el golpe de Estado en Múnich, conocido como Putsch de la cervecería,  ya llegaban a los 50.000.
Evidentemente, algunos de estos alemanes emigrados a USA, volvieron a territorio germano. Unos porque no habían tenido mucha suerte en la vida y otros porque había comenzado la II Guerra Mundial y, aunque todavía no había entrado USA en ella, querían luchar por Alemania.
El problema es que muchos de ellos se encontraron con una Alemania muy diferente a la que ellos habían conocido. Habían dejado un país democrático y muy culto y se encontraron otro sin libertades y dirigido férreamente por la dictadura nazi. Todo un conflicto para muchos
de ellos.
Muy pronto, los nazis se dieron cuenta que aquí tenían un filón. Así que concentraron a un grupo de estos emigrados retornados. Para ellos, eran gente muy valiosa, porque habían vivido muchos años en USA, acababan de volver y conocían perfectamente sus costumbres y, lo más importante, hablaban inglés sin ningún tipo de acento que les pudiera delatar.
Parece ser que el cine británico estrenó, en 1940, una película donde, precisamente, se narraba el desembarco de unos saboteadores en las costas de Canadá. Algo muy parecido a lo que luego hicieron nuestros personajes.
Todavía no he presentado a nuestros personajes de hoy. La Abwehr, uno de los servicios de Inteligencia de Alemania, al mando del almirante Canaris, reclutó a muchos de ellos, eligiendo a 8 personas para llevar a cabo una serie de sabotajes en USA.
Todos ellos eran alemanes que habían vivido varios años en USA. Se trataba de George John Dasch, que fue el encargado de esta operación, Edward John Kerling, Richard Quirin, Heinrich
Harm Heinck, Hermann Otto Neubauer y Werner Thiel. Incluso, se les unieron Ernst Burger y Herber Haupt, que eran ciudadanos USA y militaban en el partido nazi de ese país.
Parece ser que le pusieron ese nombre a la operación en honor a Francis Daniel Pastorius, que fue el primer alemán que fundó una colonia estable en USA, en el siglo XVII, llamada Germantown. Curioso nombre para una operación bélica, porque, Pastorius, era cuáquero, o sea, pacifista.
El grupo de agentes recibió una formación intensiva en una casa de campo a las afueras de Berlín. El responsable de su formación fue el teniente Walter Kappe, un hombre con una gran experiencia en el entrenamiento de saboteadores.
Este grupo de 8 agentes se dividió en 2 grupos de cuatro, con unos objetivos diferentes para cada uno. También se les dijo que deberían de hacer proselitismo dentro de la comunidad alemana de USA a fin de formar más saboteadores dentro del país para utilizarlos en el futuro.
A finales de mayo de 1942, cada grupo navegó a bordo de un submarino alemán. Ambos partieron de la base de Lorient, en la Francia ocupada.
El primer grupo desembarcó, el 14 de junio de ese año,  en una pequeña playa de Long Island, cerca de Nueva York. Iban vestidos de uniforme, por si los capturaban, no los pudieran acusar de espionaje, conforme a las leyes de guerra.
Como, en principio, no vieron a nadie, se despojaron de sus uniformes y los metieron en las cajas de armamento y munición, que escondieron bajo la arena de la playa.
Desafortunadamente, un vigilante perteneciente a los guardacostas, que paseaba desarmado por la playa, los descubrió.
Intentaron convencerle de que se habían perdido y, como no lo consiguieron, pasaron a sobornarle. Tras pagarle una cantidad de dinero, el vigilante se fue. Sin embargo, se dirigió a ver a sus superiores para denunciarles.
Cuando los militares llegaron al lugar, los saboteadores, ya se habían ido. No obstante, el vigilante, John C, Cullen,  les mostró dónde habían escondido las cajas con la munición y los uniformes. Así que montaron una discreta guardia, por si volvían a por el contenido de las cajas. No obstante, dieron el aviso al FBI, que, inmediatamente, informó a Hoover y éste al presidente. Por supuesto, no publicaron nada sobre este tema.
En cambio, el segundo grupo, que desembarcó el día 17 en una playa de Florida, al mando de Edward John Kerling,  tuvo más suerte, porque no fueron descubiertos. Así que se dirigieron hacia los objetivos marcados en Cincinnati y Chicago. Como dije antes, ambas ciudades están llenas de emigrantes de origen alemán y, seguramente, podrían encontrar allí muchos posibles contactos.

Los objetivos que les habían marcado eran estaciones de ferrocarril, presas como la de las cataratas del Niágara, fábricas de aluminio (esencial para la fabricación de aviones), grandes almacenes, cuyos dueños fueran judíos, etc.
Ahora viene lo inexplicable. El primer grupo ya se hallaba en Nueva York, cuyas estaciones de ferrocarril estaban entre sus objetivos a sabotear. Sin embargo, por alguna extraña razón, Dasch convenció a Burger y ambos decidieron entregarse a la Policía.
En un principio, Dasch, llamó al FBI, pero nadie le hizo caso. Más tarde, dejando a Burger al frente de la misión, fue a la sede central del FBI en Washington. Allí, tras mostrarles los fajos de dinero que portaba,  fue interrogado por uno de los jefes del contraespionaje USA y le convenció de que era un agente alemán. Les contó lo ocurrido, con todo lujo de detalles y, además, delató a los demás, explicando también dónde se hallaban escondidos. El interrogatorio duró varios días y  sus declaraciones ocuparon 250 páginas.
Así que el FBI no tuvo ningún problema para atrapar a los miembros de los dos grupos. Precisamente, la captura de estos saboteadores le valió una condecoración a Hoover, fundador de esa agencia.
En un principio, iban a ser juzgados por un tribunal civil. Sin embargo, el presidente Roosevelt, quería unas condenas ejemplarizantes. Así que se optó por juzgarles ante un tribunal militar. De todas formas, no está muy claro que ellos fueran civiles o militares capturados en tiempo de guerra.
Otra versión dice que, si hubieran sido juzgados por un tribunal civil, como mucho, les hubieran impuesto una pena de dos años y unas multas de unos miles de dólares.
Sin embargo, al hacerlo por la vía militar, se aseguraban una condena mínima de 30 años y la posibilidad de la pena de muerte, que es lo que pretendía Hoover y logró convencer al presidente para que así se hiciera.
Esta decisión de que unos civiles fueran juzgados por la vía militar, en USA, se cree que fue un peligroso precedente para la orden que dio el presidente Bush hijo, en ese mismo sentido, tras el atentado de las Torres Gemelas, en 2001.
Tampoco hay que olvidar que, entre nuestros personajes,  dos de ellos eran ciudadanos USA y, legalmente,  tenían derecho a ser juzgados por un tribunal civil, pero ese “pequeño detalle” se lo saltaron a la torera.
Realmente, nunca había ocurrido esto, desde que los militares juzgaron a todos los civiles  implicados en el asesinato del presidente Lincoln.
Casualmente, el propio presidente Roosevelt, designó a los 7 generales, que presidieron el Consejo de Guerra, entre los cuales no había ningún jurista,  y a los abogados de los procesados. Estos últimos, que eran dos coroneles, hicieron lo imposible para que el juicio fuera desviado a un tribunal civil, pero no  les fueron admitidos sus recursos.

Curiosamente, uno de los fiscales era el Fiscal General  y ministro de Justicia de USA, Francis Biddle. Posteriormente, fue uno de los jueces que presidieron los famosos Juicios de Nüremberg.
A pesar de que Hoover  y Biddle pidieron una atenuación en las penas para Dasch y Burger, lo cierto es que todos fueron condenados a muerte, como quería el presidente.
Otra versión dice que Hoover estaba muy contento con la condecoración que le había sido otorgada y no quería que Dasch, que era muy locuaz, explicara que el FBI había detenido a los dos grupos gracias a su delación. Así que ordenó que lo encerraran en una celda en régimen de aislamiento, sin que se le permita  hablar  con los guardines y sin poder disponer de ningún objeto que le sirviera para escribir.
Sin embargo, estos dos agentes, tuvieron mucha suerte, porque, unos días después,  falleció el presidente y su sucesor, Truman, aceptó conmutar las penas de muerte de estos dos reos por las de 30 años. Así que fueron encerrados en un penal de Georgia.
Posteriormente, en 1948, aceptó otorgarles el indulto y ambos fueron deportados a la zona de Alemania, que estaba ocupada por los USA. No obstante, nunca les perdonaron oficialmente, como les habían prometido, por haber colaborado con la Justicia USA.
La verdad es que siempre les engañaron. Parece ser que en el FBI le dijeron a Dasch que lo juzgarían con los demás, para despistar a los alemanes y que, en un plazo máximo de 6 meses, lo pondrían en libertad con un indulto del presidente, pudiendo volver a residir en USA.
Los otros seis condenados no tuvieron la misma suerte. Todos ellos fueron ejecutados en agosto de 1942, por medio de la silla eléctrica. Sus cadáveres fueron enterrados en un cercano cementerio, bajo unas lápidas donde sólo se habían grabado unos números, sin ningún nombre que los identificara.
El caso de Dasch es muy llamativo. Realmente, no sabemos si fue un saboteador nazi o un agente al servicio de USA. Hay que recordar que, durante su larga estancia en esa nación, concretamente, 19 años, tuvo varios trabajos. Incluso, se alistó en el  Ejército USA y hasta se casó con una ciudadana de ese país. Curiosamente, también había servido en el Ejército alemán al final de la I Guerra Mundial.
Hay otra versión que dice que no regresó a Alemania para luchar a favor de su país, sino porque su madre estaba gravemente enferma. Así que intentó volverse cuanto antes a USA, porque no le gustó nada el régimen de Hitler, y así poder reunirse con su esposa.
Parece ser que lo que pretendía Dasch, al cooperar con el FBI, era salvar su vida y quedarse en USA, a fin de participar en emisiones de radio de propaganda contra el régimen de Hitler.
En el caso de Burger, era un mecánico que ya se había afiliado al Partido Nazi, antes de emigrar a USA. Allí trabajó en varios oficios y se nacionalizó USA. Incluso, se alistó en la Guardia Nacional, siendo destinado a Michigan y a Wisconsin.
Tras la Crisis de 1929, regresó a Alemania y al Partido Nazi, pasando a militar en las SA a las órdenes directas de Ernst Röhm.
Parece ser que escribió un artículo criticando los violentos procedimientos de la Gestapo y eso le valió su encierro en un campo de concentración. Precisamente, allí lo encontró la Abwehr y lo fichó para esta operación.
Posteriormente, también fueron procesados los familiares de los procesados, que aún vivían en USA. Varios de ellos fueron encarcelados, durante unos años, y luego deportados a Alemania.
También he leído en alguna parte que el material que les aportaron era de baja calidad y hasta muchos de los dólares que les entregaron ya no estaban en circulación desde 1933. Con lo cual, llamarían mucho la atención y les seguirían el rastro muy fácilmente.
Así que es posible que las verdaderas intenciones de Alemania no fueran enviar unos comandos para hacer unos cuantos actos de sabotaje, sino aterrorizar a la sociedad de ese país, haciéndoles pensar que habían enviado muchos comandos a ese país.
Incluso, se rumoreó que el propio Canaris había boicoteado esta operación y les había dado pistas a los aliados, sobre la misma.
Lo que está claro es que Alemania quería, de alguna manera, hacerles ver a los ciudadanos USA y a sus empresas, que no estaban a salvo en su país, aunque estuvieran fuera del
alcance de los bombarderos alemanes.
Lo cierto es que los dos saboteadores que sobrevivieron no recibieron una buena acogida en Alemania. Allí fueron calificados como unos traidores, que habían causado la muerte de sus compañeros.
Además, estropearon ese proyecto y, según parece,  Alemania no volvió a enviar más saboteadores al territorio USA. Sin embargo, es sabido que envió a muchos espías a México, país fronterizo con USA y, por entonces, con una frontera que se podía cruzar muy fácilmente.
Se sabe que Dasch pidió numerosas veces poder regresar a USA, pero todas ellas le fueron denegadas. Su vida no fue muy feliz en su país, pues no encontró ningún buen trabajo y, en cambio, tuvo que soportar continuamente amenazas de muerte. Murió en 1992 a la edad de 88 años y nunca le llegó el prometido perdón presidencial.
Su compañero, Burger, había muerto en 1975, a la edad de 69 años. Se rumoreó que, durante unos años, estuvo residiendo en España.

domingo, 26 de marzo de 2017

ENRIQUE II EL DE LAS MERCEDES



Esta vez voy a hablar sobre un personaje que nunca ha tenido buena fama. Lógicamente, todo eso se debe a que, para llegar a ser rey, tuvo que matar a su hermanastro y eso parece que nunca se lo han perdonado.
El futuro Enrique II de Castilla nació en Sevilla en enero de 1332. Fue fruto de la relación extramatrimonial entre su padre, el rey Alfonso XI de Castilla, y su madre, Leonor de Guzmán y Ponce de León, señora de Medina Sidonia y emparentada con Alfonso IX, rey de León. Hay que decir que de esta relación nacieron nada menos que 10 hijos.
Enrique fue el primero de los que sobrevivieron. Junto con él, también nació un hermano gemelo, llamado Fadrique Alonso de Castilla, que llegó a ser maestre de la Orden de Santiago, entre otros títulos.
Durante el reinado de su padre, tanto Leonor como sus hijos, vivieron una vida muy confortable, siendo tratados como si fueran la familia legítima del rey.
Sin embargo, el futuro rey Pedro I, también hijo de Alfonso XI, y su madre vivieron absolutamente apartados de la Corte.
En el caso de Enrique, su padre encargó su educación al conde de Trastámara, Rodrigo Álvarez de las Asturias. A la muerte de éste, como el conde no tuvo descendencia, entre otras cosas, le pidió al rey que le diera el título de conde de Trastámara a Enrique. Precisamente de ahí vino el nombre de la nueva dinastía.
Este era un título propio de Galicia, pero que nunca había sido hereditario. Lo otorgaba el rey a una persona y a su muerte, retornaba al monarca. Así que Alfonso XI le otorgó ese título a su hijo, Enrique.
La temprana muerte del monarca dio lugar a un cambio radical en la situación. Los nobles del reino dejaron de hacerle la pelota a Leonor y proclamaron a Pedro como nuevo rey de Castilla.
A partir de ahí, no hubo paz en el reino. Su madre, María de Portugal, no tuvo ninguna piedad con Leonor. Mandó que fuera arrestada y, tras pasar por las mazmorras de varios lugares de Castilla, en 1351, ordenó que fuera asesinada en Talavera de la reina.
Es posible que Enrique quisiera “blindarse” contra ese cambio de poderes, al casarse con Juana Manuel, hija del famoso infante y poeta Don Juan Manuel, uno de los hombres más poderosos de Castilla.
Mientras tanto, Pedro, no hizo más que buscarse enemigos. Primero se casó con la francesa Blanca de Borbón, pero, como no aportó la dote prometida, se casó con ella y luego la abandonó. Lo que provocó la indignación del rey de Francia. Eso fue aprovechado por Enrique para poner a Francia de su parte. Aún más, cuando se supo que Pedro ordenó la muerte de Blanca. Así, ya en 1352, surgieron las primeras sublevaciones, lideradas por Enrique contra Pedro I.
Pedro aprovechó para aliarse con los ingleses. Sin embargo, el rey de Aragón, Pedro IV el Ceremonioso, increíblemente, se alió con sus habituales enemigos, los franceses.
Realmente, al rey de Aragón, le importaba muy poco la guerra civil en Castilla. Sin embargo, le convenía que se sentara en el trono castellano un rey afín a sus intereses, para que la flota castellana no continuara aliándose con sus habituales oponentes en el mar, la flota de Génova.
También ocurrió lo mismo cuando, en 1354, Pedro I se casó con Juana de Castro, viuda de Diego de Haro. Tras la boda, el rey la repudió al día siguiente de la ceremonia. Así que la familia Castro se unió al nutrido grupo de oposición al monarca.
Tampoco hay que olvidar que, en aquella época, Francia e Inglaterra, estaban enzarzadas en la Guerra de los Cien Años. Así que la guerra civil en Castilla, a la que se unieron Portugal y Aragón, fue una especie de prolongación de esa guerra europea en otros frentes. De hecho, muchos caballeros y arqueros europeos lucharon en la Península Ibérica, apoyando a uno u otro bando.
En 1356, Pedro I, empezó a luchar contra todos sus oponentes. Mostrando ya toda su crueldad con los vencidos. Así que Enrique y sus hermanos tuvieron que salir huyendo. Esta vez no les pudo pillar. Sin embargo, unos años más tarde, les capturó y ordenó su muerte.
A partir de esa fecha, se dedicó a luchar en todos los frentes. Se enfrentó a Pedro IV de Aragón y, tras una tregua conseguida por un legado del Papa, fue a sofocar una sublevación en Andalucía. Allí capturó a Fadrique, el hermano gemelo de Enrique, y lo mató de una forma atroz.
En 1358, volvieron a enfrentarse Pedro I de Castilla y Pedro IV de Aragón. Esta vez, Enrique, luchó en el bando aragonés con la condición de que ese monarca le ayudara a deponer a su hermanastro y poder conseguir el trono.
No le sirvió de mucho, pues, en 1360, las tropas de ambos bandos se enfrentaron en la primera batalla de Nájera, consiguiendo la victoria el rey castellano. Posteriormente, ambos bandos firmaron una tregua.
En 1362, Pedro I, atacó Aragón con la complicidad de Carlos II el Malo, rey de Navarra. Avanzó de una manera muy rápida por Aragón, pero esta vez fue parado en seco por una fuerza integrada por aragoneses, franceses y las tropas de Enrique. Así que al monarca castellano no le quedó
otra que retirarse.
En 1366, los partidarios de Enrique lo proclamaron nuevo rey de Castilla en Calahorra. A partir de entonces le llamaron “el de las mercedes”, por la cantidad de dinero y títulos que tuvo que repartir para que no se le fueran sus partidarios.
Al año siguiente, Pedro I, consiguió que los ingleses se unieran a su bando. Un gran contingente de tropas de esa nacionalidad, al mando del Príncipe Negro, invadió Castilla, desde los dominios ingleses del sur de Francia.
En 1367, ambos bandos se volvieron a encontrar en la segunda batalla de Nájera. Allí, por segunda vez, volvió a vencer Pedro I y Enrique tuvo que huir a Francia.
Sin embargo, el año anterior, Pedro I, había firmado con sus aliados el acuerdo de Libourne. Mediante el cual, al Príncipe Negro, que también era el Príncipe de Gales, le prometió una fuerte suma de dinero y el señorío de Vizcaya. Mientras que a Carlos II el Malo de Navarra, le prometió Álava y Guipúzcoa, por permitir que atravesaran su reino.
No obstante, Pedro I, no pudo cumplir su parte del trato, a pesar de llevar con él el tesoro real,  y los ingleses lo dejaron abandonado.

Parece ser que Enrique se enteró de ello, por eso, reorganizó sus tropas y volvió a combatir contra su hermanastro.
Esta vez organizó mejor sus tropas y vencieron a Pedro I en la batalla de Montiel. Posteriormente, cuando el monarca castellano fue a visitar la tienda de Du Guesclin, el jefe de los mercenarios franceses, se encontraron allí los dos hermanastros. Se enfrentaron entre ellos y, en esa pelea,  Enrique mató a Pedro. De esa manera tan triste fue como consiguió el trono de Castilla.
Dado que Enrique les había prometido a sus partidarios todo tipo de riquezas y de títulos, no tuvo más remedio que repartirlos durante todo su reinado.
De todas formas, la esencia de la victoria de Enrique sobre Pedro fue el triunfo de los nobles holgazanes sobre la incipiente burguesía del reino. Eso convirtió a Castilla en uno de los reinos más atrasados de la Europa Medieval. Desde el principio de su reinado, como había llegado al trono de una forma muy poco ortodoxa, sus derechos al mismo fueron discutidos por muchos personajes de la época.
Así, los reyes de Portugal, Inglaterra, Navarra y Aragón combatieron contra él en alguno de los momentos de su reinado, pues todos tenían cierto parentesco con el monarca asesinado.
Las guerras contra estos pretendientes duraron hasta 1375. Por otra parte, la crisis económica se abatió sobre Castilla, pues a Enrique le costó mucho poder pagar a todos sus acreedores y mercenarios y no se le ocurrió otra cosa que devaluar varias veces la moneda, provocando un alza brutal de los precios y la llegada del hambre a Castilla.
Algo que da una idea de la situación desesperada de Castilla, en materia económica, es que Enrique II, cuando era pretendiente al trono siempre fue enemigo de los judíos. Sin embargo, tras la llegada al poder se hizo muy amigo de ellos, para conseguir financiación. Según parece, esto hizo brotar una ola de fuerte antisemitismo en todo el reino, que tuvo unas consecuencias dramáticas durante el siguiente reinado.
Otra señal inequívoca de la mala situación económica de Castilla es que, durante su reinado, el monarca convocó a las Cortes con mucha frecuencia. Lógicamente, para que le aprobaran nuevos impuestos a fin de que pudiera pagar a sus acreedores.
Este debilitamiento económico provocó la ruina del reino, mientras que aumentó considerablemente la riqueza de los grandes señores, que se dedicaron a competir por el poder con el monarca. Como ya había ocurrido en reinados anteriores. No obstante, hay que decir en su favor que logró asentar las bases de la nueva dinastía de los Trastámara.
Empezó por enfrentarse a Fernando I de Portugal, que invadió Galicia. Le venció a base de un ataque combinado del Ejército y la Flota castellanos contra el territorio portugués.
Posteriormente, hubo de enfrentarse a una coalición formada por Aragón, Navarra, Portugal y hasta Granada. Esta guerra duró hasta la firma de los tratados de paz en 1371. En el caso de Aragón, luchó contra él, porque Enrique no quiso cederle los territorios que le había prometido.
Tampoco quiso respetar el trato que había hecho con el maestre de Calatrava. Éste se comprometió a entregarle la plaza de Carmona a cambio de que no hiciera daño a dos hijos de Pedro I, habidos con su relación con Isabel de Sandoval y que los tenía bajo su custodia.
Sin embargo, tras tomar posesión de esa ciudad, ordenó el traslado de los niños a diferentes prisiones. Sancho de Castilla, que tenía sólo 6 años, fue enviado al castillo de Toro, donde fue encerrado y murió al año siguiente. Tras una investigación realizada sobre su momia en 2006, no se pudo demostrar que hubiera sido envenenado, como se sospechaba.
En el caso de su hermano Sancho, que era un bebé de 1 año, fue llevado al castillo de Curiel. Allí permaneció, cruelmente, encerrado durante nada menos que 55 años. Incluso, llegó a tener descendencia con la hija del alcaide de esa fortaleza y una de sus hijas fue la que consiguió que el rey Juan II le pusiera en libertad, muriendo unos años después.
Me permito recordaros que al que le han llamado siempre “el cruel” ha sido a Pedro I, no a Enrique II.
En Inglaterra, Juan de Gante, duque de Lancaster, casó con Constanza, hija de Pedro I y pretendió tener derechos sobre la corona de Castilla.
Antes de que los ingleses se acercaran a nuestra costa, Enrique II de Castilla, accedió a las pretensiones de los franceses y les envió la flota castellana para apoyar el asedio al importante puerto de La Rochelle. Allí acudió también la flota inglesa y sufrió una de las mayores derrotas de su historia. Aunque parezca mentira, se podría decir que Castilla ya era la primera potencia naval de esa época. Sobre ese tema ya hablaré en un próximo artículo.
Realmente, a Castilla también le interesaba que se pudiera navegar libremente a través del canal de la Mancha, pues por ahí se exportaba la lana de las ovejas castellanas con destino a los talleres textiles de Flandes.
No obstante, Inglaterra lo volvió a intentar de nuevo, en 1372. Esta vez, se había aliado con Portugal y Aragón. Enrique II fue primero hacia Portugal y, tras vencer a su monarca, pactaron la boda de un hermano del rey castellano con una hermana del rey portugués.
 Posteriormente, fue hacia Navarra y allí pactó la entrada de sus tropas, para bloquear la llegada de los ingleses. Ambos concertaron la boda del heredero de Navarra con una hija de Enrique II.
Las tropas inglesas no consiguieron llegar a la frontera de Castilla, pues, durante su marcha,  se tuvieron que enfrentar, constantemente, a los franceses. Así que dieron media vuelta, ya que sus fuerzas habían quedado muy mermadas.
En 1375, cuando Pedro IV se vio solo ante las tropas de Castilla, no le quedó más remedio que firmar la paz de Almazán. No obstante, concertaron el matrimonio del heredero de Castilla con Leonor, hija del monarca aragonés. 
Sin embargo, a Enrique II, no le salieron bien los cálculos cuando, en ese mismo año,  se reunieron ingleses y franceses, para firmar la llamada Tregua de Brujas. No se molestaron en invitar a los castellanos. Lo único que hicieron fue llevarle el documento para que lo firmara. Evidentemente, ese documento era muy favorable a Francia, que era quien lo había auspiciado. Lo único positivo es que, después de muchos años,  Castilla volvió a vivir en paz.
Sin embargo, en 1377, murió Enrique III de Inglaterra y su sucesor, Ricardo II, firmó un acuerdo con Navarra por el que le permitiría el paso de sus tropas para intentar la conquista de Castilla.
En Inglaterra, seguían pensando que los miembros de la casa de York y los de Lancaster eran legítimos herederos al trono de Castilla. No hay que olvidar que dos hijas de Pedro I el Cruel y María de Padilla estaban casadas con Juan de Gante, duque de Lancaster, y con Edmond, duque de York, respectivamente.
Parece ser que el monarca castellano debía tener muy buenas fuentes de información, porque se enteró de ese pacto antes de que las huestes inglesas pusieran su pie en la Península Ibérica.
Para empezar, lo primero que hizo fue invadir el pequeño reino de Navarra, tomar varias plazas como rehenes y obligar a su rey a firmar un documento, donde le obligaba a aliarse con Castilla. Una vez firmado ese documento en Santo Domingo de la Calzada, Castilla devolvió esas ciudades a Navarra.
Misteriosamente, poco después de haberse firmado ese documento, el monarca castellano cayó enfermo y falleció al día siguiente en esa misma localidad.
En su momento, se rumoreó que su muerte podría haber sido debida a un envenenamiento o tal vez a un ataque de gota, enfermedad que venía padeciendo. Sólo tenía 46 años.
Está sepultado encima de la sillería del coro en la Capilla de los Reyes Nuevos de la catedral de Toledo.











lunes, 20 de marzo de 2017

PABLO DE SANTA MARÍA, EL RABINO QUE SE CONVIRTIÓ EN OBISPO



Siguiendo con mi razonamiento de que, en muchas ocasiones, el buen conocimiento de la Historia puede ser mucho más entretenido que las novelas de ficción, esta vez os traigo la biografía de un personaje que, a primera vista, pudiera parecer increíble, pero que existió en realidad.
Nuestro personaje de hoy nació en Burgos. Los autores no se ponen de acuerdo sobre su año de nacimiento. Unos afirman que fue en 1345, mientras que otros sostienen que fue en 1350.
Francamente, yo creo que ese dato es el que menos nos debe preocupar. Lo realmente importante fue la imprevista evolución de este personaje.
Al nacer, le pusieron el nombre de Schlomo ben Jitzchaq ha-Levi y, por supuesto, pertenecía a una familia bien conocida de judíos burgaleses. También fue conocido como el Burgense.
Este hombre fue todo un personaje dentro de la comunidad judía, recibiendo una excelente formación, tanto hebrea como árabe, para, posteriormente, convertirse nada menos que, en 1379, en el rabino mayor de Castilla,. Eso le convirtió en un hombre mucho más rico de lo que ya era.
Me parece que, en un momento dado, se dio cuenta de que la Iglesia católica, con el apoyo de la monarquía,  iba a iniciar una dura campaña contra su pueblo. Así que, en 1390, se bautizó y, con él, casi toda su familia. Parece ser que su esposa y su padre se negaron a hacerlo. Así que se separó civilmente de ella con el propósito de hacerse sacerdote.

La verdad es que no se equivocó, los ataques contra las juderías de Castilla comenzaron al año siguiente.
En julio de 1390, fue bautizado en Burgos, con el nombre de Pablo García de Santa María, junto con sus cuatro hijos varones y su hija. Hay quien dice que los bautizó San Vicente Ferrer.
Parece ser que se puso ese apellido, porque afirmaba que la tribu Levi era de donde procedía la Virgen María y él presumía de estar emparentado con ella.
Posteriormente, sus tres hermanos también abrazaron la fe católica, pudiendo mezclarse, desde entonces, con la nobleza de Castilla y Aragón.
Evidentemente, tras ese acto, se crearon un escudo nobiliario. Lo normal es que alguien pusiera en su escudo una concha de peregrino, por haber ido a Santiago. Éstos, en su blasón, colocaron nada menos que cinco. Por si alguien ponía en duda su fe católica.
Incluso, algunos de ellos fundaron monasterios y varios de sus descendientes profesaron en ellos.
Se ve muy claro que a este hombre lo estaban formando para intentar que sus antiguos feligreses se pasaran en masa a la fe católica. Así que lo enviaron nada menos que a la Universidad de la Sorbona, en París, para doctorarse en Teología católica. Parece ser que también visitó Inglaterra para conocer a los filósofos y teólogos más importantes de su tiempo.
En 1395, a su regreso a Castilla, le promovieron a arcediano en la catedral de Burgos.
En 1402, Enrique III de Castilla, le propuso al Papa para la sede vacante en el obispado de Cartagena. Así se convirtió en obispo.
Su ascenso fue meteórico. Poco más tarde, el rey le confió al príncipe, en calidad de tutor del mismo. Normalmente, los monarcas, dejaban la educación de sus herederos en manos de otros nobles, pero no de eclesiásticos.
En 1407, tras la muerte del canciller López de Ayala, fue nombrado por el rey para ocupar ese cargo. El más importante del reino.
Posteriormente, a la muerte de Enrique III, fue miembro del Consejo de Regencia, durante la minoría de edad del futuro Juan II.
Incluso, el no va más, llegó a ser consejero del rey de Aragón, siendo un alto cargo del reino de Castilla. No debemos olvidar que, aunque estos dos reinos estaban dentro de la Península Ibérica, solían enfrentarse bélicamente de vez en cuando.
Aunque se dice que nadie es profeta en su tierra, a este hombre tampoco le afectó ese dicho. En 1415 fue nombrado obispo de Burgos, precisamente, la misma ciudad donde había sido gran rabino.
La cosa no termina aquí. Unos años más tarde, el Papa le nombró Patriarca de Aquileia. El mayor patriarcado cristiano, después del de Roma. Así que, supongo,  también sería una de las sedes más ricas de la Iglesia. Aunque, en ella época, ese territorio era el escenario de una guerra entre Venecia y el Sacro Imperio.
Contra todo pronóstico, el Papa, nombró a uno de los hijos de Pablo como nuevo obispo de la sede de Burgos. Salvo error, eso no había ocurrido nunca en la Iglesia.
Aunque algunos autores lo mencionan como arzobispo, recordemos que el arzobispado de Burgos no se creó hasta 1574.
No es de extrañar que estos cristianos nuevos acapararan puestos importantes en la Castilla de la época. La razón es muy sencilla, mientras los nobles de la época sólo se dedicaban a guerrear y organizar grandes fiestas, siendo la mayoría de ellos casi analfabetos. En cambio, los judíos, siempre han tenido muy cuenta la formación de sus hijos. De esa manera, muchos de ellos ocuparon puestos muy importantes en la Administración del Reino.
Precisamente, los hermanos de Pablo representaron a Burgos en las Cortes de la época y fueron regidores perpetuos de su ciudad.
Por lo que se refiere a los hijos de Pablo, Gonzalo, fue obispo de Astorga. Alfonso, le sucedió en la sede de Burgos. Pedro fue un excelente militar, que ejerció como tal durante los reinados de Juan II y Enrique IV. Aparte de ser regidor de Burgos y procurador de esta ciudad ante las Cortes. Alvar, fue diplomático y miembro del Consejo Real, durante el reinado de Juan II. María casó con un noble perteneciente a la estirpe de los Covarrubias.
Curiosamente, tanto Pablo, como Alfonso, su hijo y sucesor en el obispado de Burgos, fomentaron la terminación de la catedral de esa ciudad, cuya construcción llevaba muchos años parada, por falta de financiación.
Como, por lo que se ve, los recién llegados, tienen que hacer más méritos para ser admitidos en su nueva comunidad, pues nuestro personaje se puso a hacer campañas contra sus antiguos feligreses a fin de que se convirtieran al Cristianismo, como había hecho él. De hecho, se dice que su mejor obra fue “Dialogus Pauli et Santi contra Judaeos”. Según dicen, en ella se basaron muchos teólogos para ejercer una mayor presión contra las comunidades judías.
Es más, redactó una “Ordenanza sobre la prisión de los judíos y los moros”. En ella, pretendía poner al pueblo judío fuera de la Ley. Asimismo, pretendía que dejaran de ejercer ciertas profesiones en las que siempre habían gozado de mucha fama, como eran las de médico, cirujano, comerciante, etc.
Tampoco les permitía tratar a los enfermos cristianos. Ni siquiera viajar de una ciudad a otra, sin un permiso previo.
También les exigía cortarse el pelo y la barba y no exhibir públicamente  ciertos vestidos que denotaran su riqueza.
Evidentemente, tanto su rápida conversión, como las medidas que propuso, posteriormente, causaron estupor en las aljamas o juderías de Castilla y Aragón, donde siempre había sido un personaje conocido y respetado.
Parece ser que, a partir del siglo XVI, sus descendientes no lo tuvieron ya tan fácil, pues se pusieron de moda los estatutos de limpieza de sangre y tuvieron que comprar muchas voluntades para no figurar como procedentes de una estirpe de conversos.
Tal ocurrió en el caso de Pedro Osorio de Velasco, cuando quiso ingresar en la Orden de Santiago. Esto le supuso tener que convencer a varios teólogos y catedráticos, incluso al rey Felipe III.
Por fin, en 1603, el Papa Clemente VIII, emitió un breve en el que lo declaraba apto para tomar ese hábito.
Al año siguiente, Felipe III, emitió una cédula en la que se le concedía el hábito de la Orden de Santiago. Sin embargo, ya era tarde. Osorio había muerto el año anterior.
Volviendo a nuestro personaje, le llegó la muerte en Burgos, en 1435. Fue enterrado en el antiguo convento de San Pablo, en Burgos, donde, posteriormente, serían enterrados otros miembros de su familia.
No hará falta decir que él fue uno de los que aportó más fondos para que se terminara ese monasterio. Por ello, los frailes aceptaron que se enterraran también en el mismo recinto los cuerpos de su madre y su esposa, fallecidas en fecha anterior a la suya. Por eso mismo, los frailes, aceptaron que se colocaran en varias naves los escudos de armas de esta familia.
Curiosamente, este convento era de la Orden de los Dominicos, precisamente, los que siempre persiguieron con más denuedo a los judíos.
Este edificio está lleno de cosas curiosas. Una de ellas es que fue donde empezó su formación el reputado experto en Derecho Internacional e iniciador de los Derechos Humanos, Francisco de Vitoria, nacido en Burgos.
Otra curiosidad es que en 1512 se reunieron en este recinto, por orden del
rey Fernando V, el Católico, un grupo de teólogos y juristas para estudiar las denuncias de los dominicos, sobre los daños inferidos por los colonos a los indios. De allí salieron las famosas Leyes de Burgos, promulgadas por este monarca a finales de ese mismo año, por las que se empezó a dar un trato más humano a los indígenas y a las que se considera como el primer tratado sobre Derechos Humanos en todo el mundo.
Hoy en día, ya no existe este convento. Fue casi destruido durante la Guerra de la Independencia. Posteriormente, fue desamortizado. Luego convertido en cuartel militar y, después, demolido en su totalidad.
En la actualidad, su solar se halla ocupado por el nuevo Museo de la Evolución Humana, situado en Burgos.
Espero que os haya gustado este artículo y quisiera pediros disculpas por el anterior, porque me quedó demasiado largo.