ESCRIBANO MONACAL

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UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

jueves, 14 de noviembre de 2019

GEORG ELSER, EL AUTOR DE UNO DE LOS ATENTADOS CONTRA HITLER


Hoy voy a hablar de un hombre que siempre me ha parecido un tipo sumamente íntegro y que no dudó en actuar de acuerdo con lo que su conciencia le dictó en cada momento.
Johann Georg Elser, que ese era su nombre, nació en 1903 en un pequeño pueblo del actual Estado federado alemán de Baden-Würtemberg, situado al suroeste de Alemania y cuya capital es Stuttgart.
Se trataba de un hijo ilegítimo de María Müller, el cual fue reconocido, tras su matrimonio con Ludwig Elser.
Parece ser que, en un principio, se trataba de una familia de clase media. El padre era propietario de una empresa maderera en Königsbronn y el matrimonio llegó a tener 5 hijos más.
Sin embargo, todo se fue derrumbando a causa del alcoholismo del padre. Así que Georg tuvo que empezar a trabajar muy pronto como tornero en una fundición de acero. No obstante, no estuvo mucho tiempo en ese trabajo debido a sus problemas de salud.
Así que, en 1919, fue a hacer unos cursos de carpintería, donde muy pronto se vio que destacaba del resto de los alumnos. Gracias a ello, enseguida encontró trabajo en varios talleres de carpintería.
En 1928 se mudó a la ciudad de Constanza, fronteriza con Suiza, donde conoció y simpatizó con muchos militantes del KPD (Partido Comunista de Alemania). Sin embargo, a pesar de tener varios amigos en las filas de ese partido, nunca llegó a afiliarse a él.
Residió durante varios años en esa ciudad, aunque tuvo que trabajar en varios sitios, porque le pilló el momento de la infame Crisis del 29, que dejó muy tocada a  Alemania, la cual acababa de salir en muy mal estado de la I Guerra Mundial.
Además, esa crisis atizó especialmente en Alemania, ya que, anteriormente, había recibido cuantiosas inversiones de USA, las cuales fueron repatriadas nada más producirse el Crash de la Bolsa de Nueva York.
Volviendo a Elser, parece ser que allí fue donde empezó a tener contacto con la relojería, pues fabricó muchas cajas para relojes.
Desconozco si ya tendría afición por la música o fue allí donde aprendió a tocar varios instrumentos, como la cítara, el acordeón o el contrabajo. Tocando en algunas bandas locales.
Parece ser que siempre fue un hombre muy solitario, aunque no antisocial. Se le conocen muchos amigos e, incluso, llegó a salir con varias chicas. Llegó a tener un hijo, con una de ellas, pero no se casaron.
Después de varios años en Constanza, recibió una carta de su madre, donde le explicaba su mala situación económica, debida a las continuas borracheras de su padre. Así que volvió al hogar familiar, en Königsbronn, para intentar levantar el negocio, que ya tenía varias órdenes de embargo.
Aparte de su trabajo habitual como carpintero, entró a trabajar en una fábrica de municiones, situada en un pueblo cercano.
Parece ser que allí fue donde fue robando, poco a poco, saquitos de pólvora, para que no se dieran cuenta de ello.
Al mismo tiempo, se enamoró de una mujer casada. Se trataba de Elsa Harlen, la cual tenía un marido, que solía maltratarla.
Georg consiguió que le alquilaran el sótano de la casa de Elsa y su marido. Por lo visto, la cosa fue a más y Elsa tuvo un hijo, fruto de su relación con Georg.
De hecho, en cierta ocasión en que vió que su marido la maltrataba, defendió a Elsa y su marido tuvo que abandonar la casa.
Posteriormente, parece ser que Georg llegó a la conclusión de que Hitler y su régimen nazi eran malos para Alemania, porque les iba a meter en otra gran guerra, que destruiría su país. Así que llegó a la conclusión de que la única forma de derribarlo era eliminar a los dirigentes de ese régimen.
Por ello, a mediados de 1939, tras haber robado varias cargas de dinamita y unos cuantos detonadores en una cantera cercana a su pueblo, se mudó a Munich.
Aunque Elsa ya se había divorciado de su marido, no se la llevó para que no la inculparan por el atentado que pensaba realizar.
Parece ser que llego a esa conclusión viendo que cada vez caían más los salarios, aumentaban los precios y se destruía la familia tradicional, pues los niños eran obligados a afiliarse a las Juventudes Hitlerianas, donde les aleccionaban para apoyar al régimen. Aparte de que se estaban perdiendo todas las libertades.
Elser trabajaba a contrarreloj, pues tenía muy claro que Hitler quería meter a Alemania en una guerra. Así que tenía claro que debería matar cuanto antes a éste, junto a Goering y Goebbels, que eran los principales pilares en donde se sostenía ese régimen.
El lugar elegido fue un gran salón de una cervecería, que tenía un aforo superior a las 1.800 localidades y donde, anualmente, se celebraba, cada 8 de noviembre, la víspera del fallido intento de golpe de Estado, realizado en 1923, que supuso la condena a prisión para Hitler y sus colegas.
Elser entró a trabajar en ese local como carpintero. No cobraba mucho, pero ese trabajo le permitió acceder allí, sin levantar sospechas y, al final de la jornada laboral, encerrarse en un armario, hasta que se fueran todos, para luego ir colocando, minuciosamente, los explosivos para el atentado.
Llegó a fabricar un temporizador artesanal para su bomba, la cual colocó en un pilar de madera, situado tras la tarima, donde se colocaba el conferenciante.
Parece ser que se dio cuenta de que los inodoros descargaban agua, de forma automática, cada 30 minutos. Así que aprovechó esos momentos para trabajar sin que se oyera el ruido de sus herramientas.
De ese modo, estuvo trabajando, durante 30 noches, en la preparación del atentado. El día 7 de noviembre, víspera de la conferencia de Hitler, lo revisó todo y lo dejó preparado para que explotara durante la alocución anual del Führer.
Parece ser que Hitler llegó en un avión, pero no pudo volver de la misma manera debido a la niebla imperante en esa zona. Así que abrevió su discurso para poder tomar un tren que le llevaría de vuelta. Por ello, salió del local 13 minutos antes de lo programado.
Por el contrario, la bomba funcionó perfectamente y explotó a las 21.20, que era la hora que había marcado Elser en el reloj que acompañaba al explosivo.
Sin embargo, como aún quedaban unos 150 asistentes en el local, mató a 8 de ellos e hirió a unos 63. Algunos de ellos de cierta gravedad.
Lo cierto es que Elser ya se hallaba lejos de Munich. Llegó a Constanza e intentó escapar hacia Suiza. Desafortunadamente, fue detenido, por la Policía alemana, cuando intentaba cruzar la frontera.
En su poder, se hallaron diversos objetos como detonadores, planos del local del atentado y, lo que más llamó la atención de sus captores, es que, en el interior de la solapa de su chaqueta, portaba un emblema de un grupo de acción del KPD, prohibido en Alemania. Parece ser que luego reconoció que eso lo había hecho, por si era detenido, para demostrar que lo había hecho él solo y no le culparan a nadie más.
Tras su detención, fue conducido hasta Munich. Curiosamente, no fue ejecutado sobre la marcha, como solía hacer, habitualmente, la Gestapo.
Por lo visto, cuando Hitler se enteró de este hecho, ordenó que se le sacara toda la información posible, pues daba por sentado que eso no podría ser obra de un hombre solo, sino de una organización a la que había que eliminar. Precisamente, por eso, Elser, sobrevivió hasta el final de la guerra.
Supongo que intentaría que Elser dijera algo acerca de los comunistas para que le sirviera como excusa para eliminarlos. Tal y como hizo con aquel al que acusaron de haber incendiado el Reichstag o parlamento alemán.
Curiosamente, como, por entonces, los soviéticos eran aliados de los alemanes, el propio Stalin, envió un mensaje a Hitler, donde se congratulaba que no le hubiera ocurrido nada con ese atentado.
Bueno, tampoco es de extrañar, pues, tras la firma del infame Pacto Ribbentrop-Molotov, Stalin, entregó a Hitler a muchos comunistas alemanes, que se habían refugiado en la URSS, huyendo del nazismo.
Incluso, la oposición en Alemania, hizo correr el rumor de que ese atentado había sido creado por los propios nazis para reforzar el extenso poder, que ya disfrutaba Hitler. Algo que hizo reflexionar mucho y dividió a la opinión pública.
Hay que decir que, siguiendo la costumbre de los nazis, que también tenían los soviéticos, los agentes detuvieron y encarcelaron a todos sus parientes. Incluso, a su amante, Elsa.
Durante todos esos años, nuestro personaje, estuvo recluido en diversos campos de concentración. Empezando por el de Sachsenhausen y acabando en Dachau. En este último, estuvo encerrado en un barracón para personalidades. Así que no estuvo sometido a las mismas penalidades como hicieron con otros, por ejemplo, los comunistas, los republicanos españoles o los judíos.
No obstante, la comisión creada y formada por varios jefes de la Policía, que se encargaron de interrogarle, siguiendo las instrucciones directas de Hitler, utilizaron todos los medios posibles para hacerle hablar. Incluso, el suministro de drogas, que le hicieran contestar en sueños.
Digo que me resulta curioso que tuvieran esos miramientos con Elser, porque, precisamente, unos años después, uno de los miembros de esa comisión policial fue acusado de pertenecer a la trama encabezada por el coronel von Stauffenberg, el cual realizó un atentado fallido contra Hitler. Así que, tras un simulacro de juicio, ese policía, como otros muchos acusados, fue colgado de una cuerda de piano.
Alguno se preguntará por qué utilizaban para ahorcar a esta gente cuerdas de piano y no las habituales sogas. La razón es que las sogas llegan a romper las vértebras y el condenado muere enseguida, mientras que las cuerdas de piano no provocan esa ruptura y, por tanto, la agonía es mucho más larga. Incluso, las filmaron con una cámara de cine y enviaron esas películas a Hitler.
Lo cierto es que nunca consiguieron que cambiara su versión de que había cometido él solo este atentado. De hecho, le conminaron a volver a diseñar su bomba y llevaron a un ingeniero para comprobarlo. Elser no dudó y dibujó de nuevo los planos para construir su bomba, la cual, funcionó correctamente, como comprobaron más tarde.
Parece ser que Elser obtuvo la categoría de prisionero especial del Führer. Por ello, le dieron una celda individual con mesa, cama y hasta su propia cítara. Además, le pusieron el apodo de Eller, que era el que utilizó la burocracia alemana para referirse a él.
Ya en abril de 1945, cuando quedaba poco menos de un mes para el fin de la guerra, el jefe de ese campo, recibió unas instrucciones relativas a cómo debería deshacerse de ese preso.
Por algún motivo que se me escapa, no querían llamar demasiado la atención, pues le dijeron que tenía que eliminarlo, buscándose una excusa, como que pereció durante un bombardeo aéreo.
Así que la noche del 09/04/1945, unos agentes de la infame SS fueron a buscarle y lo asesinaron fuera de su barracón, de un tiro en la nuca. Posteriormente, su cadáver fue incinerado en los hornos de ese campo.
Este suceso ocurrió sólo tres semanas antes de que los soviéticos liberasen ese lugar y un mes antes de la rendición de Alemania.
En Alemania, como en todas partes, suele haber habladurías. En el caso de Elser, como nunca se supo dónde lo habían encerrado, ni tampoco que había sido asesinado, pues algunos pensaron que todo había sido una trampa urdida por el régimen. Incluso, se llegó a decir que Elser había sido un agente de la SS, que utilizaron como señuelo y que nunca existió tal intento de atentado.
El colmo fue cuando llegaron a insultar públicamente a su madre, diciendo que su hijo había sido un colaborador para aumentar la fama y los poderes de Hitler. Es más, algunos pensaron que se trataba de un traidor a sueldo del servicio de espionaje del Reino Unido.
Desgraciadamente, hasta los años 60, no se supo la verdad, cuando se investigaron los archivos policiales nazis y se comprobó que Elser había actuado solo. De todas formas, hasta los años 90, nuestro personaje, no ha sido reconocido como héroe por el gobierno alemán.
Desde 2001, se han ido entregando, cada dos años, un trofeo que lleva su nombre para premiar el coraje civil. Incluso, en 2003, se emitió un sello con su efigie y también se erigieron algunos monumentos en su honor en distintas ciudades de Alemania.

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martes, 5 de noviembre de 2019

LEWIS HINE, EL FOTÓGRAFO DE LOS POBRES


Siempre se ha dicho que “una imagen vale más que mil palabras”. Así que, según parece, el personaje que traigo hoy al blog se la tomó al pie de la letra y se puso a enseñar a la sociedad lo que muchos no querían que se viera.
Lewis Wickes Hine, que así se llamaba nuestro personaje de hoy, nació en 1874, en un pueblo del Estado de Wisconsin, al norte de USA.
Desgraciadamente, su padre murió en un accidente, cuando él era aún un niño, y no le quedó otra que ponerse a trabajar en una fábrica para ayudar a su familia.
No obstante, nunca quiso renunciar a tener una buena formación. Así que simultaneó su trabajo con la asistencia al colegio, la enseñanza secundaria y luego la universitaria.
Se decidió por estudiar Sociología, carrera que realizó en la Universidad de Chicago. Además, posteriormente, hizo dos masters. Uno en la Universidad de Columbia y otro en la de Nueva York. Centros donde también realizó estudios de Pedagogía.
Una vez acabados sus estudios, consiguió un trabajo en la Escuela de Cultura Ética, fundada por el reformador social Félix Adler y cuya sede se halla en Nueva York. Se trata de un centro, que aún continúa existiendo y que fue creado para que los hijos de los pobres obtuvieran la mejor formación con el fin de que pudieran ingresar en las universidades.
Es posible que le consiguiera este trabajo un antiguo profesor suyo, Frank Addison Manny, que fue director del colegio de su pueblo y, anteriormente, había sido profesor en la Escuela de Cultura Ética.
Evidentemente, en ese centro, se les dio prioridad a los chicos que procedían de minorías étnicas marginadas, como los judíos o la gente de color. Seguramente, por ello, vemos a muchos de esos antiguos alumnos en puestos muy destacados del Gobierno, la Administración Pública o la cultura en USA.
Parece ser que, muy pronto, se observó que la formación que allí se daba era muy superior a la habitual en otros centros educativos. De esa forma, poco a poco, fueron ingresando en ella chicos procedentes de estratos sociales cada vez más altos. Esto ha dado lugar a que, hoy en día, su matrícula sea una de las más caras de USA.
Volviendo a nuestro personaje, por lo visto, allí se dio cuenta de la importancia de la fotografía para probar una serie de hechos. No olvidemos que esta técnica era muy pionera, porque, hasta 1888, no empezó a pensarse en utilizar los rollos de películas para realizar fotos. Un invento de George Eastman, el fundador de la famosa empresa Kodak.
En 1904, Hine, comenzó con su campaña haciendo fotografías por todo el país. Empezando por las oleadas de inmigrantes que llegaban al puerto de Nueva York. Por supuesto, tras haber pasado el filtro aduanero, que había puesto el Gobierno USA en la famosa isla Ellis. Hasta allí fue, llevando a cuestas una pesada cámara de la marca Graflex.
Curiosamente, en algunas de esas fotos, como la de John Howell, un niño de 10 años, que vendía periódicos en una calle de Indianápolis, se puede ver la sombra de Hine, cuando realiza esa foto.
El caso es que Hine no se limitaba a hacer esas fotos, sino que, previamente, se entrevistaba con los retratados para conocer directamente sus problemas.
En 1907, fue fichado por la, recién creada, Fundación Russell Sage, cuyo lema es “mejorar las condiciones sociales y de vida en USA”.
Esto no era nada extraño, pues, desde la década de 1890 hasta 1920, durante la llamada “Era progresiva”, se fundaron en USA muchas organizaciones de este tipo. En general, los objetivos de las mismas eran el estudio de los nuevos problemas causados por la industrialización, la inmigración constante, la desbocada urbanización y, sobre todo, la lucha contra la corrupción entre los políticos.
Eso dio lugar a nuevas normales legales contra la corrupción y la lucha contra los trusts y los monopolios de todo tipo.
Aparte de ello, sus esfuerzos también se enfocaron en la limitación o prohibición del consumo de alcohol, el reconocimiento del voto femenino y los estudios para mejorar la eficiencia en el trabajo, a fin de que no se necesitaran tantas horas para producir lo mismo.
Precisamente, en ese mismo año de 1907, la citada fundación apoyó financieramente la llamada “Encuesta de Pittsburgh”, consistente en un estudio, dirigido por el periodista Paul Kellogg, donde un grupo de expertos, entre los que estaba Lewis Hine, sacaron a relucir los males de esa sociedad que todo lo confiaba a una industrialización y a un desarrollismo exacerbado.
Parece ser que Hine había conocido tres años antes a los hermanos Kellogg, los cuales dirigían varias revistas, que tenían un marcado carácter social, donde también publicaron algunas de las fotografías de Hine.
Supongo que elegirían esa ciudad, porque era el prototipo de una ciudad con un gran desarrollo industrial, donde varias empresas, como la US Steel, eran las verdaderas dueñas de esa urbe y sometían a su voluntad a su Ayuntamiento. Parece ser que la publicación de este trabajo, ya empezó a remover las conciencias de la gente que nunca había querido saber nada de este tema.
Supongo que, debido a la fama que obtuvo con esta investigación, en 1908, Hine, fue contratado por el llamado Comité Nacional del Trabajo Infantil, del cual formaban parte gente muy importante, incluidos algunos ex presidentes de USA.
En sus primeros estudios, este Comité ya detectó que, en USA, alrededor de 1 de cada 6 niños, no estudiaban, porque tenían que dedicar su tiempo a trabajar para ayudar a sus familias.
Por eso mismo, le encargaron a Hine que realizara diversos reportajes, por todo el país, donde mostrara las duras condiciones de vida en que se desenvolvían estos chicos. Desde luego, siempre lo tuvo muy claro que su labor consistía en “mostrar cosas que tenían que ser corregidas”.
Desgraciadamente, por entonces, los empresarios buscaban mano de obra barata, para obtener grandes beneficios. Por eso mismo, ponían sus ojos en los inmigrantes recién llegados y en los niños, cuyas manos, al ser más pequeñas, eran idóneas para realizar ciertos trabajos, donde no cabía una mano de un adulto.
Durante unos 10 años, estuvo desarrollando este trabajo, el cual, sirvió como munición a los reformadores sociales del momento para exigir que se mejoraran las condiciones sociales de esos chicos y sus familias y, de paso, no se les robara su derecho a tener una educación, ni a disfrutar de su infancia.
Parece ser que, en muchos sitios, no fue bien recibido. En algunas empresas, llegó a ser maltratado tanto por el personal directivo como por los vigilantes de las mismas.
Incluso, algunos agentes de Policía llegaron a amenazarlo de muerte, si no dejaba de hacer su trabajo.
De hecho, llegaron a prohibir que se hicieran fotografías en fábricas, alegando un posible caso de espionaje industrial. Así que, en muchos casos, a Hine no le quedó otra que hacerse pasar por inspector de incendios, vendedor de biblias o fotógrafo de la marca que había construido cualquiera de aquellas máquinas. Por lo visto, él llamaba a ese trabajo “investigaciones fotográficas”.
Uno de sus frutos fue que, en 1907, un senador por Indiana, presentara un proyecto de ley, ante el Senado USA, para limitar el trabajo infantil. Aunque no fue aprobado, no obstante, se vio que esto dio que pensar a mucha gente, que antes no se había planteado nunca este problema.
Sin embargo, ya en 1915, este Comité consiguió que se aprobara una Ley, por la que se creó la agencia llamada Oficina de niños de USA, donde se estudian las condiciones en que se desarrolla la vida infantil y se lucha contra el abuso ejercido contra ellos.
No obstante, no todo fue un camino de rosas. El Comité promovió diversas leyes, en el Congreso y el Senado. Algunas de ellas llegaron a aprobarse, pero fueron luego obstaculizadas por el presidente de turno o por la Corte Suprema, alegando que no se ajustaban a la Constitución.
Por eso mismo, en 1924, el Comité promovió una nueva enmienda a la Constitución, relativa a la prohibición del trabajo infantil. Paradójicamente, aunque esta norma fue pronto aprobada tanto en el Congreso como en el Senado, para su puesta en vigor, necesitaba la ratificación de los correspondientes Estados. Lo cierto es que, hoy en día, sigue sin ratificarse por la mayoría de los Estados y, por tanto, esa enmienda no ha sido aún añadida a la Constitución USA.
Afortunadamente, en 1938, este Comité consiguió “colar” en la Ley de normas justas del trabajo, unas menciones sobre el trabajo infantil. Mediante ellas, se prohíbe el comercio interestatal de bienes producidos por mano de obra infantil. Como excepciones a esta prohibición, se citan los niños que ayudan a las labores agrícolas o los que lo hacen en los negocios familiares.
Tras la incorporación de USA a la I Guerra Mundial, se dedicó a fotografiar la labor que realizaba la Cruz Roja de su país, tanto en el frente como en los hospitales de la retaguardia.
Parece ser que, en la posguerra, intentó reconciliarse con el empresariado. De esa manera, consiguió que lo contrataran en algunas importantes empresas a fin de publicar sus fotos en las revistas de los empleados de las mismas.
A partir de 1930, fue contratado para fotografiar el desarrollo de la construcción del emblemático edificio del Empire State. En sus fotos, se podían apreciar claramente las arriesgadas condiciones de trabajo en que los obreros realizaban, diariamente su labor. Él mismo pudo comprobarlo, pues muchas veces tuvo que poner en juego su vida para obtener el punto de vista más conveniente para realizar esas fotos. Parece ser que realizó unas 1.000 fotos, relativas con la construcción de ese famoso edificio.
Durante la Gran Depresión de 1929, que, primeramente, golpeó con fuerza en USA y luego pasó a Europa, volvió a trabajar para la Cruz Roja, describiendo en sus imágenes la labor social realizada por este famoso organismo.
Más adelante, fue contratado por una agencia dedicada a la Administración del progreso de obras, la cual se dedicaba a controlar la marcha de las obras públicas promovidas por el Gobierno a fin de dar trabajo a los millones de personas que se habían quedado en el paro a causa de la citada crisis.
Parece ser que, más tarde, entabló amistad con Berenice Abott y otros fotógrafos famosos, los cuales le introdujeron en la Photo League, una especie de cooperativa de artistas dedicada a la denuncia social. O sea, que igual se encontraba como pez en el agua. Desgraciadamente, esta institución hubo de cerrar en los años 50 a causa de la encarnizada persecución del infame senador McCarthy.
Precisamente, en la Photo League, coincidió con Paul Strand, otro de los grandes fotógrafos del momento, que fue alumno suyo en la Escuela de Cultura Ética.
Posteriormente, intentó, por todos los medios, entrar a formar parte del grupo de la agencia de la Administración de seguridad agrícola. En aquel momento, esta agencia,
dirigida por el economista Roy Stryker, estaba realizando una gran labor a base de fotografiar las duras condiciones de vida del campesinado de ese país. Gracias a ellos, hoy en día, podemos ver muchas fotos, donde se aprecia lo duramente que vivieron esa crisis los campesinos de aquel país.
Desgraciadamente, por razones que se me escapan, Stryker, siempre se negó a admitir a Hine dentro de su grupo de fotógrafos.
Parece ser que, en sus primeros años, firmaba al dorso de sus obras y las definía como “fotografías documentales”. Sin embargo, en sus últimos años las llamaba “fotografías interpretativas”.
Supongo que la publicación de varias de sus miles fotos le acabó granjeando muchas enemistades. Eso dio lugar a que nadie le contratara y a su ruina. Parece ser que hasta tuvo que vender su casa y luego solicitar ayudas sociales.
Por lo visto, antes de eso, solicitó sendas becas en la Corporación Carnegie y en la Fundación Guggenheim, para volver a realizar trabajos sobre la inmigración, pero ambas le fueron denegadas.
Desgraciadamente, en 1940, se vio sometido a una operación de la que no se recuperaría, muriendo en noviembre de ese mismo año. Triste final para una persona a quien todos le debemos mucho, por haber conseguido unas mejores condiciones de vida, las cuales podemos disfrutar hoy en día.
Por lo visto, su hijo ofreció el legado gráfico de su padre a varias entidades, pero no lo quisieron aceptar. Sin embargo, sí lo hizo el museo dedicado a George Eastman, el fundador de Kodak, en Rochester (Nueva York). Curiosamente, la casa donde se asienta ese museo, que fue la residencia de Eastman, es, desde 1966, monumento nacional.
Otros lugares donde están depositadas sus miles de fotografías son la famosa Biblioteca del Congreso, la Universidad de Maryland, la Administración Nacional de Archivos y Registros y la Biblioteca Pública de Nueva York.
Una de las frases de Hine era que “el gran peligro social radica en la oscuridad y en la ignorancia. Se requiere luz, luz y luz a raudales”.
Otra de ellas fue: “El objetivo del trabajador social es ¡hágase la luz! y en esta campaña de iluminación disponemos de un agente que escribe con luz: el fotógrafo”.
No obstante, durante toda su vida dijo: “Quiero fotografiar lo que necesita ser apreciado, quiero fotografiar aquello de necesita ser corregido”. Para él, siempre fue una forma de ampliar sus conocimientos sociológicos e intentar cambiar la sociedad con esos medios. De hecho, actualmente, se le considera como uno de los fundadores del periodismo de reportaje gráfico.

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