ESCRIBANO MONACAL

ESCRIBANO MONACAL
UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

domingo, 27 de septiembre de 2015

LOS ATENTADOS CONTRA ENRIQUE IV DE FRANCIA



En mi  anterior entrada, ya mencioné que este monarca había sufrido en toda su vida unos 21 atentados, en otros tantos años de reinado, unos realizados y otros cortados a tiempo. La verdad es que parece excesivo, así que no estaría de más que analizáramos por qué había tanta gente con ganas de mandarlo “al otro barrio”.
Enrique IV llegó a ser nada menos que el jefe de la causa protestante calvinista, también llamada hugonote, en Francia.
Al morir Enrique III, que también falleció a causa de un atentado, le había dejado su reino, con la condición de que se pasara al catolicismo.
El 25/07/1593, nuestro personaje, abjuró del protestantismo en Saint Denis, pero a la mayoría de la gente no le pareció convincente, porque ya lo había hecho eso, anteriormente, unas cuantas veces.
La Iglesia francesa le levantó inmediatamente la excomunión. Sin embargo, el Papa Clemente VIII se lo pensó mucho antes de hacer lo mismo.
Tras su llegada al trono, siguió habiendo razones para sospechar de que todo era una farsa, pues casi todos sus colaboradores eran protestantes. Incluso, para hacer la guerra no se alió con Felipe II, el campeón del catolicismo, sino con estados protestantes como Inglaterra u Holanda.
En el campo católico se estimaba más a los duques de Guisa, como pretendientes con mayores derechos al trono de Francia. Incluso, veían como un sacrilegio que un antiguo protestante fuera el rey de un país donde la mayoría de sus súbditos eran católicos.
El rey esperó la llegada de la absolución, por parte del Pontífice, para, después, promulgar el célebre Edicto de Nantes, por el que se garantizaba cierta libertad religiosa en su reino. Esta nueva norma no le gustó nada al Papa y meditó sobre la conveniencia de dar marcha atrás en su anterior absolución.
La fuerte subida de impuestos sirvió a los opositores a su Gobierno para calificarle como un tirano. No olvidemos que los jesuitas seguían ciertas teorías, por entonces, muy de moda,  que defendían que era lícito cargarse a los tiranos. Este dato es muy importante y explica algunos de sus atentados.

Por entonces, abundaban en algunos libros frases como éstas: “Si no puede recurrirse a autoridad que haga justicia del usurpador, el que lo mata salva la patria y merece recompensa”. Frase que atribuían a Santo Tomás.
Un rector de la Sorbona decía: “El rey recibe su poder del pueblo, y cuando haya causa razonable, el pueblo tiene derecho de quitarle la corona”.
Enrique III fue asesinado por un dominico el 01/08/1589. Tres días después, la universidad parisina de la Sorbona excomulgaba al fallecido rey y a todos los que rezaran por él. Unos días más tarde se reunieron 70 doctores de Teología de la Sorbona, los cuales desligaron del juramento de obediencia y fidelidad a todos los vasallos del difunto rey, declarándole tirano.
Un miembro del Colegio de Abogados de París declaró: “No debe tenerse relación alguna con los tiranos y el matarlos es un acto glorioso”.
El canciller de la Iglesia de París, hablando también en nombre de la Universidad dijo: “El príncipe es tirano, cuando sobrecarga de contribuciones y tributos al pueblo, y se opone a las asociaciones y progresos de las letras”.
Precisamente, tras haberse bautizado como católico y ser rey de Francia, la única corporación religiosa que no quiso jurar obediencia al rey fueron los jesuitas, escudándose en que el Papa aún no le había levantado la excomunión.
Su primer intento de atentado lo sufrió en 1584, cuando, tras haber sido advertido por un sacerdote, pudo desarmar a un militar que ya estaba dispuesto a disparar sobre él.
También lo intentaron en otra ocasión atrayendo a un capitán hugonote, para no despertar sospechas, pero el hombre no se decidió a cometer el crimen.
En 1591 lo intentó un orfebre parisino, pero fue detenido a tiempo. No obstante, fue juzgado y condenado a morir en la horca.
En 1593 le tocó el turno a un soldado, el cual, como en ocasiones anteriores, había escuchado una proposición de dos sacerdotes para cometer este delito. Fue detenido por un guardia antes de cometer el crimen. Tras ser interrogado y torturado, se le juzgó y se le condenó a muerte. A los curas no los pudieron pillar, porque ya habían puesto tierra de por medio.
Al siguiente asesino no le dio tiempo ni de intentar cometer el crimen, pues gritó en una taberna que iba a atravesar el corazón del rey con su cuchillo. Así que fue arrestado, juzgado y ejecutado.
En 1594, la policía detuvo a ocho individuos que pretendían matar al monarca. Así que los juzgaron y los colgaron. Está visto que buena parte de los impuestos recaudados los destinaban a chivatos de la policía.
A finales del mismo año, un joven de 19 años lo intentó y casi lo consigue. Se coló entre la guardia y los criados de palacio, llegando hasta la recámara del rey, sin levantar sospechas. Se lanzó hacia él con un cuchillo, pero un movimiento imprevisible del monarca, que se agachó para saludar a una persona,  hizo que fallase y que sólo le hiciera una herida en el labio y
otra entre los dientes.
Tras capturarlo, inmediatamente, la guardia real, confesó que había sido convencido por unos jesuitas, ya que el chico estudiaba Derecho en un centro de esta Orden religiosa.
Así que, siguiendo la confesión del joven, los jueces prendieron a 37 jesuitas y, luego, el rey aprovechó para echarlos de Francia. No obstante, al joven le juzgaron y le condenaron a muerte, con el sufrimiento especial que se reservaba para los regicidas, como en los anteriores casos.
Tampoco se escapó del brazo de la Justicia el padre Guignard, jesuita y director del colegio donde estudiaba el chico. Fue juzgado y ahorcado, por haber sido uno de los inductores de ese crimen.
A principios de 1595, le llegó el turno a un cura un poco bocazas. No se le ocurrió otra cosa que ir por las tabernas empuñando un cuchillo y presumiendo de que con él iba a matar al rey. Lógicamente, fue arrestado, juzgado y colgado.
En 1596 fueron esta vez dos los candidatos al patíbulo. En el primer caso, se trataba de un abogado, que viajó desde su pueblo expresamente para cometer ese crimen. Se supone que alguien se fue de la lengua, porque la policía lo arrestó nada más llegar a París. Fue juzgado, colgado y quemado.
En el segundo caso, se trataba ahora de un italiano (¿No sé qué pinta aquí un italiano?). Lo cierto es que había comentado su intención de cometer ese crimen y alguien lo habría denunciado. Así que fue juzgado y ejecutado.
En 1597 ocurrió lo mismo. Dos religiosos, uno de nacionalidad flamenca y otro francés, fueron capturados antes de cometer el crimen. Así que fueron juzgados y ejecutados el mismo día.
En 1600 le tocó el turno a una mujer dueña de un restaurante
en Saint Denis y con fama de bruja. Se le oyó comentar que iba a meter a su marido como cocinero de palacio, para así tener la oportunidad de que ella le suministrara un veneno con el fin de matar al rey. Afortunadamente, la policía fue advertida a tiempo y esta mujer fue juzgada y quemada como hechicera.
En 1601 una mujer viajó expresamente a París para advertir a la policía de las intenciones de su marido, un abogado de un pueblo de Borgoña. Así también el marido salvó su vida, pues sólo le condenaron a una pena de prisión.
En 1603, todo un hidalgo fue acusado también de querer envenenar al rey. Desconozco cómo pretendería realizar esta acción. Lo único cierto es que le juzgaron y le condenaron a muerte.
Ese mismo año, Enrique IV, no escarmentó y consintió el restablecimiento de los jesuitas en Francia, aun contra el parecer  del Parlamento, que así se llamaba en Francia al Tribunal Supremo.

Lo curioso de este asunto es que, tras el asesinato, se multiplicaron los insultos contra los jesuitas, lanzados desde cátedras y púlpitos. En cambio, su sucesor, Luis XIII, siguió favoreciendo a los jesuitas a pesar de las protestas del Parlamento.
En 1605, al volver de una esas cacerías a las que el monarca era tan aficionado, fue asaltado por un loco que quiso clavarle un puñal. El mismo rey fue capaz de quitárselo. Cuando los jueces quisieron condenarlo, el rey se opuso por su condición de deficiente mental.
Parece ser que, por aquella época, Francia, al tener un gobernante no querido por el resto de los países, ni por una buena parte de su población, a causa de su antigua fe protestante, estaba sufriendo un boicot económico y político.
Las monedas fuertes apenas se veían por la calle y los impuestos no paraban de subir. Por eso, dicen algunos autores que en aquella época se arruinó mucha gente y pudiera esa ser la causa de tantos atentados.
Precisamente, Ravaillac, procedía de una de las zonas más castigadas
por los impuestos. El mismo duque d’Epernon era el gobernador de esa zona y odiaba al rey, por tratarse de un católico extremista.
Ahora, me gustaría comentar el atentado de Ravaillac con mayor detalle, porque en el anterior artículo, creo que me he quedado algo corto.
El rey ya se tomaba a chanza las predicciones de sus astrólogos, porque cada año le anunciaban su muerte violenta, desde que ciñó la corona.
El 13 de mayo tuvo lugar la consagración o coronación de la nueva reina, María de Médicis, en la basílica de Saint Denis. No ocurrió nada malo y los reyes regresaron a su palacio sin mayor problema.
Al día siguiente, el rey, se despertó sobresaltado a causa de muchas pesadillas. No obstante, despachó con algunos de sus colaboradores y luego se fue a oír misa.
Posteriormente, se fue a ver a su hijo el delfín al Palacio de las Tullerías. No se le ocurrió otra cosa que ir andando por la calle, así que fue asaltado por un hombre que, al ver que tras el rey venían otros nobles, salió corriendo a esconderse y no le atraparon.
Tras la comida, como siempre, jugó con sus hijos y luego fue a la habitación de su esposa, donde le comentó lo preocupado que estaba, pero que iba a ver a su amigo Sully, el cual estaba enfermo. La reina le pidió que no fuera, pero él se decidió a visitarle. Luego vio encima de una mesa la famosa carta anónima que le advertía para que no saliera esa tarde. Él hizo caso omiso.
Sobre las 15.30 pasó al lado del capitán de la guardia, el cual estaba preparado, con sus tropas, para darle escolta. El rey se opuso a pesar de las protestas del militar.
Así que salió en su carroza. D’Epernon se sentó a su derecha, Montalbán y Laforce lo hicieron a su izquierda. Mirabeau y Liancourt tomaron asiento en la parte delantera del carruaje.
Detrás iban algunos nobles a caballo y unos criados a pie. Al rato de arrancar, fue entonces cuando el rey preguntó qué día era y D’Epernon contestó que era el 14 de mayo, con lo que al rey le cambió el semblante. Entendió perfectamente la predicción de su astrólogo y ordenó al conductor que regresara a palacio con la mayor rapidez posible y por un camino que no era el habitual del rey.
Su carroza pasó junto a la del gobernador de París y se paró para saludarle y charlar un rato con él.
Luego vino el momento en el que se le atravesaron al carruaje real dos carretas, una con vino y otra con heno, que, por unos momentos,  le impidieron el paso. Los criados aprovecharon para avanzar y esperar al rey al otro lado del cruce.
Ravaillac, que seguía desde hacía un rato al carruaje,  aprovechó ese momento en que el rey tenía menos escolta para lanzarse sobre él y acuchillarle. El rey no pudo verlo, porque estaba leyendo un documento con el duque D’Epernon y el asesino le atacó por la espalda. Eran las 4 de la tarde y el rey tenía sólo 57 años.
Al asesino lo detuvieron los jinetes que acompañaban al rey, pero no lo mataron, siguiendo las instrucciones de D’Epernon. Sin embargo, aparecieron de la nada otros 8 jinetes con ánimo de matar a Ravaillac. Nadie sabe quiénes eran, pero los nobles de la escolta a caballo consiguieron ponerles en fuga.
El cuerpo del rey fue llevado de regreso a palacio, pero los doctores nada pudieron hacer, porque ya estaba muerto.
La reina, entonces, temió que los traidores quisieran también matar a su hijo el Delfín  de Francia, así que el canciller le ordenó al capitán de la guardia buscarlo y traerlo a palacio con su madre. El militar tuvo suerte y regresó con el niño sano y salvo.
Más tarde, este niño, accedió al trono con el nombre de Luis XIII. Este rey es el que aparece en la novela  de Dumas “Los tres mosqueteros”.
Como ya dije en el otro artículo, Ravaillac, era un tipo que estaba como una cabra y creía ser una especie de intermediario entre Dios y el rey de Francia, para decirle que tenía que combatir a los hugonotes.
Intentó en varias ocasiones ver al rey, pero los guardias y sus consejeros lo impidieron. Así que cambió de estrategia.
Por aquel entonces, se decía que el rey estaba preparando sus tropas para hacer una “Noche de San Bartolomé”, pero a la inversa. O sea, donde las víctimas fueran los católicos. Al oír eso, su mente enferma”comprendió” que lo único que podía hacer era matar al rey.
Tras su captura, la mayor preocupación de sus interrogadores era conocer a los posibles inductores o cómplices del asesinato. A pesar de las fuertes sesiones de tortura, no consiguieron nada. Él siempre dijo que Dios se lo había encargado. Ni siquiera, tras oír la sentencia, cambió de opinión. Siempre dijo que había actuado solo.
Incluso, en el mismo cadalso, el confesor le dijo que sólo le daría la absolución si le confesaba la verdad y él le contestó lo mismo.
Tras estos acontecimientos, la gente siguió preguntándose si había habido algún tipo de complot.
Jacqueline de Voyer, Sra. D’Escoman, denunció a su jefa, la marquesa de Verneuil y al duque de D’Epernon, como organizadores de este asesinato, tras haber oído, unos días antes del crimen,  una serie de conversaciones entre ellos.
El problema es que no pudo probarlo adecuadamente. Por eso, fue juzgada y condenada por calumnias y, posteriormente, recluida en un convento.
También se comentó que pudieron coincidir dos complots diferentes. Uno el de Ravaillac y otro el de los 8 jinetes, que aparecieron de improviso tras la muerte del rey.
Al mismo tiempo, se sospechó de la conducta de D’Epernon, que no movió un dedo por defender a su rey, se opuso al linchamiento de Ravaillac, mandó llevarlo preso a su propio palacio, etc. No hay que olvidar que estos dos personajes ya se conocían con anterioridad a este hecho.
Incluso, movió todos los hilos para que en un tiempo récord de 2 horas, es sabido que las cosas de palacio siempre iban muy despacio, se reconociera, por el Parlamento, a la reina María de Médicis, como reina regente, debido a la minoría de edad del Delfín.
La mayoría de los datos en que me he basado para escribirlo proceden de  un artículo del eminente profesor D. José Manuel Reverte Coma.

viernes, 25 de septiembre de 2015

FRANÇOIS RAVAILLAC, EL ASESINO DE ENRIQUE IV DE FRANCIA



Realmente, poco se sabe acerca del criminal llamado François Ravaillac, nacido en la conocida ciudad de Angulema en 1578.
Se supone que su familia tendría cierta cultura y posición social en esa ciudad, pues un abuelo, que tenía su mismo nombre, fue fiscal y dos de sus tíos maternos fueron canónigos de
esa catedral.
El caso de su padre fue diferente, pues siempre fue un hombre violento y alcohólico, que se metió en constantes peleas, las cuales le acarrearon muchos problemas con la Justicia. En cambio, su madre, fue una mujer típica de la época, muy piadosa, al igual que sus dos hermanos canónigos.
Aquel era un enclave católico, que se mantenía como tal contra viento y marea, a pesar de estar rodeados por varias localidades con mayoría de hugonotes, o sea, los protestantes franceses.
Durante las guerras de religión en Francia, se cometieron todo tipo de desmanes y asesinatos en los dos bandos.
Eso hizo que la familia de Ravaillac se arruinase y no le quedase a él más remedio que ponerse a pedir por la calle. Es posible que esto lo trastornara y de ahí vendría su desenfrenado odio hacia los hugonotes.
También afirman algunos autores que el padre de Ravaillac estuvo metido en un complot para asesinar al duque de Epernon, al cual le acusaban de querer entregar su ciudad a los hugonotes. El complot fue descubierto y la familia perdió todos sus bienes.
Con 19 años se trasladó a París para probar suerte allí. Incluso, ingresó en un convento, pero lo echaron al poco tiempo. Unos dicen que fue por no querer aguantar la disciplina de esa orden y otros, porque decía tener visiones de diverso tipo. También intentó hacerse jesuita, sin embargo,  lo expulsaron a causa de sus visiones.

Volvió de nuevo a su tierra, donde trabajó como maestro de escuela, para poder vivir y ayudar a su madre, que se había quedado sola y desamparada.
Como volvió a tener nuevas visiones, donde se le decía que debía de ir a convencer al rey para que aplastara militarmente a los hugonotes, pues regresó a París.
La verdad es que esto de las visiones me recuerda mucho a la gran heroína Juana de Arco, que pretendió hacer lo mismo que él y llegó a tener éxito.
Por otro lado, tenemos aquí la gran figura de Enrique IV. Uno de los reyes más queridos por los franceses.
Enrique nació en 1553, fruto de la unión de Antonio de Borbón, duque de Vendôme, uno de los miembros de la Casa Real francesa, y de Juana Albret, reina de Navarra en el exilio.
No olvidemos que, cuando Fernando el Católico, que era un rey con un magnífico olfato político, se dio cuenta de que los franceses ambicionaban Navarra, dio orden de invadirla en 1512 y anexionarla a Castilla.
Enrique siempre fue un buen candidato para el trono, pues era nieto de Margarita de Angulema, hermana de Francisco I.
La repentina muerte de Enrique II, sufrida durante un torneo medieval, y poco más tarde las de sus 3 hijos: Francisco II, Carlos IX y Enrique III, provocaron que se le ofreciera la corona de Francia.
Enrique llegó a ser el jefe del bando hugonote, durante esas crueles guerras civiles. Precisamente, fue durante su matrimonio con Margot, cuando tuvo lugar la espantosa matanza de la Noche de San Bartolomé, de la que hablaré en otro artículo.
Su predecesor, Enrique III, también fue asesinado. Concretamente, por la mano de un clérigo, que estaba como una cabra.
Antes de morir, dejó a su primo Enrique, nuestro personaje, como su único heredero, con la única condición de que se hiciera católico.
Esto no fue bien acogido por la mayoría católica. Tampoco por el Papa, ni por el poderoso Felipe II de España, el cual llegó a proponer a su hija Isabel Clara Eugenia para ese trono, pues era hija de Isabel de Valois.
Tras varios años de sanguinarios combates entre los dos bandos no se llegó a ninguna parte. Por eso, una serie de prohombres, miembros de las dos facciones llegaron a la conclusión de que sería mejor intentar convivir a base de firmar ambos bandos una serie de concesiones y comprometerse a cumplirlas.
A los miembros de esta tercera vía les llamaron popularmente “politiques”. Éstos, consiguieron convencer a Enrique de que la forma más rápida de llegar al trono sería abjurando de su fe protestante y ser bautizado como católico. Como era una persona muy pragmática no lo dudó, pues ya era la tercera vez que lo hacía. Parece ser que pronunció aquella famosa frase de “París bien vale una misa”. Su abjuración tuvo lugar en la Real Abadía de Saint-Denis, panteón de los reyes de Francia.
Así que fue coronado, como todos los reyes franceses, no en la catedral de Reims, que se hallaba en poder de su rival, el duque de Guisa, sino en la catedral de Chartres el 27/02/1594. Tras este acto, el Papa llegó a perdonarlo al año siguiente.
La reina Margot no fue a la coronación, porque llevaba unos años encarcelada por orden de Enrique III, a causa de sus escandalosas infidelidades, y porque su marido quería divorciarse de ella, por falta de descendencia. Cosa que consiguió en 1599. Lo cierto es que él siempre fue tan infiel como ella.
Una vez en el trono, promulgó el Edicto de Nantes (1598), documento muy importante, donde se reconoce la libertad religiosa de todos los franceses, aunque la religión oficial seguiría siendo la católica.
Ese mismo año, firmó con España el Tratado de Vervins, por el que nuestro país hubo de devolverle a Francia todas las plazas que había ocupado durante la guerra.
Dado que Francia había pasado por las manos de unos cuantos reyes a cual más inútil, la gestión de este rey, apoyada por su amigo el duque de Sully, fue tremendamente eficaz. Se decantó por la clásica forma de gobierno de las monarquías absolutas. Muy en boga, por entonces.
Su política económica fue muy brillante. Decía que su objetivo era que todos los franceses pudieran cocinar una gallina cada domingo. Algo que ni siquiera ocurría en la, por entonces, primera potencia mundial, o sea, España.
Consiguió que todos los franceses se unieran para sacar adelante su país y se buscó un enemigo, en la persona de Felipe II de España, como país rival del suyo.
Su política económica se basó en las obras públicas, como la construcción y reparación de caminos y la de canales entre ríos próximos,  y en poner las bases de una industria propia, comenzando por el sector textil.

También fomentó entre la nobleza la puesta en  cultivo de nuevas tierras, para lo cual hubo que desecar varios pantanos. Eso también eliminó muchas enfermedades que solían padecer los vecinos que habitaban cerca de esas zonas.
Evidentemente, su conversión al catolicismo dejó a los dos bandos estupefactos. Así, a los sectores más radicales de sus antiguos camaradas hugonotes no les gustó nada que su jefe los abandonara. Tampoco gustó a los católicos, pues nunca se fiaron nada de él.
Es posible, que, por ese motivo, sufriera tantos atentados, pero siempre salió ileso de los mismos. Algo realmente llamativo.
Precisamente, el 13 de mayo de 1610, se había congregado una gran multitud en París para recibir a la nueva reina María de Médicis, segunda esposa de Enrique, que acababa de ser coronada. No hubo ningún incidente.
Al día siguiente, el rey había pasado muy mala noche y se despertó muy temprano. Confesó a sus allegados que tenía un gran temor de que podría morir ese día.
Se montó en su carroza para ir a visitar la casa de su viejo amigo el duque de Sully, Maximilien de Béthune, que se hallaba enfermo con gripe. Además, ni siquiera aceptó que le acompañara una escolta a caballo, siendo acompañado tan sólo por unos cuantos guardias de infantería.
Parece ser que su semblante empeoró tras leer un anónimo que alguien había dejado sobre su mesa. En él se podía leer: “Sire, no salgáis esta tarde”.
Durante el viaje, el rey preguntó a sus acompañantes qué día era y cuando el duque de Epernon le dijo que era el 14, le ordenó al cochero: “Sácame rápidamente de aquí”. Parece ser que la fecha coincidía con un presagio que le había dado su astrólogo.
Volviendo a Ravaillac, éste había intentado en varias ocasiones,  infructuosamente, hablar con el rey para que no apoyara con sus tropas a un candidato protestante en los Países Bajos. Así que su locura había decidido que debería matarlo.
Ese día se vistió de verde, color que contrastaba con su largo cabello
pelirrojo, montó en un caballo y siguió a la carroza real, desde su salida del palacio del Louvre. Algunos de los criados reales ya lo conocían por su insistencia en ver al rey, pero no lo deberían de estimar peligroso, porque no se fijaron mucho en él.
Al adentrarse por una calle estrecha, dos carros de mercancías le cortaron el paso. La carroza quedó parada hasta que se quitaron los carros de en medio.
Como la ciudad se estaba adornando para recibir a la reina, Enrique ordenó abrir las cortinas de cuero del carro, para así poder ver los adornos. Eso hizo que mucha gente le reconociera y fuera a saludarle.
Ravaillac aprovechó la parada de la carroza real para saltar de su caballo y, poniéndose de pie sobre una rueda, acuchilló 2 veces al monarca. La segunda cuchillada consiguió cortarle la arteria aorta y la vena cava. Mortal de necesidad y más en esos tiempos.
También dio una tercera cuchillada, pero sólo atravesó la manga del duque de Montbazon, que también acompañaba al monarca.
El rey sólo pudo decir: “No es nada, no es nada”, pero, desgraciadamente, a los pocos segundos falleció.
El asesino ni siquiera quiso escapar, sino que se quedó en la escena del crimen con su largo cuchillo en la mano. Así fue reducido por los guardias.
Epernon se aseguró de que nadie matara a Ravaillac y se enfrentó a algunos ciudadanos que quisieron hacerlo. No quería que ocurriera como en el caso del asesino de Enrique III, que lo lincharon en la misma escena del crimen.
También mintió asegurando que el rey sólo estaba herido, pero lo cierto es que ya había muerto. Así que se lo llevaron rápidamente a palacio.
A Ravaillac lo llevaron primero a un lugar llamado Hotel de Retz, que no tenía nada que ver con un establecimiento hotelero, claro. Allí permaneció encerrado durante 2 días y, curiosamente, pudo hablar con mucha gente. Luego fue llevado a lo que hoy es el Ayuntamiento de París.
Evidentemente, Ravaillac, fue juzgado y condenado a una muerte brutal, que los franceses reservaban a los que cometían magnicidios de ese tipo.
El 27 de mayo fue llevado hasta la actual plaza del Ayuntamiento de París. Aunque hoy nos pueda parecer mentira, esas ejecuciones eran muy populares entre los ciudadanos. Incluso, solían llevar a los niños para que vieran a dónde conduce llevar un mal camino en la vida.
Bueno, igual no es tan raro, porque hace un rato estuve leyendo que, durante la Guerra Civil española, en el lugar que se realizaban las ejecuciones en Valladolid, pusieron puestos de café y churros para los espectadores que se acercaban a presenciar estas ejecuciones.
No voy a entrar en detalles, pero la sentencia del juez ordenaba que el reo debería de ser ampliamente torturado, para luego ser desmembrado por 4 caballos y sus restos incinerados hasta no quedar nada de él.
En cuanto a la autoría del asesinato, él siempre afirmó que había actuado completamente solo, pero los jueces nunca le creyeron.
Hoy en día, se sospecha que detrás, como siempre, hubo una trama,
posiblemente dirigida por Epernon, el cual es el que más había insistido para que la reina fuera consagrada el día antes y así se convirtió automáticamente en regente a causa de la minoría de edad del futuro Luis XIII.
Tampoco estarían libres de culpa los espías españoles, para los que el rey francés cada vez se veía como un enemigo más poderoso. Se sabe que algunos franceses se habían ofrecido a los españoles para asesinar al rey.
 Incluso, en algunos sitios se habló de que los espías del Papa no fueron ajenos a este suceso, porque el rey francés iba a ordenar muy pronto la intervención de sus tropas en un principado alemán para luchar a favor de un candidato protestante contra otro católico.
También se dijo que Ravaillac afirmó en los interrogatorios que alguien le había dicho que Enrique IV quería llevarse al Papa de Roma a París.
Lo cierto es que la noticia ya había llegado a varias cortes europeas, incluso antes de haberse producido. Lo cual es altamente sospechoso.
Un tiempo después, una testigo, Jacqueline D’Escoman, informó de una conspiración tramada por el duque de Epernon y la amante del rey la marquesa de Verneuil, Enriqueta d’Entragues, por lo que ambos fueron investigados. Lo que sí es cierto es que la marquesa competía diariamente con la reina y se consideraba como la auténtica reina de Francia.
La acusación no pudo demostrarse, así que ambos salieron en libertad. No obstante, la testigo, dama de compañía de la marquesa, fue condenada por calumnias.
Otro de los posibles sospechosos fue Concino Concini, mano derecha de la reina María de Médicis, pero tampoco se probó nada.
Epernon, o sea, Jean Louis de Nogaret de la Valette,  nunca fue del agrado de Enrique IV, porque había sido el hombre de confianza de su predecesor y era muy católico. Se opuso a la coronación de Enrique IV, pero luego tuvo que rendirle pleitesía.
No se sabe si tendría alguna relación familiar con Guillaume de Nogaret, el famoso jurista del siglo XIII, que dirigió la acusación contra los templarios.
Sin embargo, algunos afirman que  la conocida y fallecida actriz, Audrey Hepburn, fue descendiente directa de  Epernon.
 También abogó siempre ante el rey para dar mayor influencia a los católicos. Incluso, le pidió la vuelta de los jesuitas, los cuales habían sido expulsados en 1595, porque uno de sus alumnos intentó matar al rey. Pero nunca le hizo mucho caso. Por eso, puede ser que algunos afirmen que los jesuitas estuvieran detrás de este hecho, pero no hay ninguna prueba al respecto. Curiosamente, tenía intereses en la misma zona de origen de Ravaillac. De hecho, fue gobernador de Angulema y pidió que, tras su muerte,  su corazón fuera depositado en su catedral.
Otros afirman que el archiduque Alberto pudiera estar en la conspiración. La causa estaba en que, para poder intervenir, Enrique IV, en esos ducados de los Países Bajos, no le quedaría más remedio que atravesar los territorios de este noble a lo cual se había negado tajantemente. Parece ser que el rey francés le había enviado un ultimátum al archiduque, que era aliado de España.
También se ordenó a la familia de Ravaillac que salieran del país y se cambiaran de apellido. Su casa en Angulema fue arrasada por la multitud.
La figura de Ravaillac siempre ha sido muy discutida. Incluso, en pleno siglo XX, los católicos franceses se empeñaron en que se abriera una investigación en el Vaticano para intentar beatificarlo, como si hubiera sido un mártir. Incluso, se le ofrecen misas habitualmente, considerándolo como uno de los defensores de la fe católica en Francia.

miércoles, 16 de septiembre de 2015

EL PROGRAMA NUCLEAR EN LA ANTIGUA URSS



Para empezar, los USA nunca sospecharon que en la antigua URSS, ya desde los años 30,  había varios equipos investigando la energía nuclear y sus aplicaciones pacíficas y bélicas. Concretamente, dos en Leningrado y uno en Jarkov.
De hecho, los soviéticos crearon su Comisión del Uranio en fecha tan temprana como 1939, mientras que los orgullosos USA lo hicieron un año después.
Pocos meses después de su inicio, los rusos ya sabían qué cantidad necesitarían para hacer explotar una bomba atómica y producir una reacción en cadena.
Igor Kurchatov, al que se le considera el padre de la bomba atómica soviética, tuvo problemas para encontrar uranio ya procesado y, como entonces Alemania y la URSS acababan de firmar un pacto, pues no se le ocurrió otra cosa que pedirle un kg. de uranio ya enriquecido a sus colegas científicos alemanes.
Así, los alemanes empezaron a mosquearse con ellos, porque tampoco tenían conocimiento de la marcha de las investigaciones soviéticas. De hecho, Einstein escribió al presidente USA, Franklin D. Roosevelt: “Me consta que Alemania ha suspendido la venta de uranio extraído de las minas de la Checoslovaquia ocupada…”. Parece ser que esto encendió las alarmas en Washington.
Entre 1939 y 1940, varios científicos se dirigieron directamente a Stalin para que potenciara las investigaciones a fin de obtener la bomba atómica.
El peligroso Lavrenti Beria fue nombrado jefe del entonces NKVD, que luego pasó a llamarse KGB y hoy FSB, a la vez que principal responsable de la industria bélica de su país. Gracias a que tuvo el acierto de nombrar como su consejero científico a Semyonov, íntimo amigo de Kurchatov, estas investigaciones tuvieron el calificativo de prioritarias.
Lo curioso es que, mientras que en USA no se habían enterado de nada de lo que estaba ocurriendo en la URSS, con estas investigaciones, en la URSS, lo conocían todo al detalle, sobre lo que hacían en USA, al respecto. Así que Stalin les pidió a sus técnicos construir una bomba atómica a la mayor brevedad posible. Bueno, seguro que no se lo “pidió” a los científicos, porque ya sabemos cómo se las gastaba el del bigote.
Con la invasión alemana de la URSS, se pararon estas investigaciones. No obstante, Stalin, ordenó a Beria que trasladaran estos laboratorios desde Leningrado a la retaguardia, para seguir trabajando en ello.
El mayor problema siempre fue encontrar uranio dentro de sus fronteras. Después de mucho buscar, los geólogos, lo encontraron en la zona de los Urales y el Turquestán. Algo que también desconocían en Washington.
En aquella época, se valieron de la mano de obra prácticamente esclava, procedente del llamado “gulag”, que tenía en sus campos de concentración repartidos por todo el país, para extraer el mineral y construir diversas plantas procesadoras.
Se llegó a construir un gran centro, donde quedaron unificados las minas, las procesadoras, los lugares para la experimentación, las ciudades y hasta pistas de aterrizaje. Todo en el más absoluto secreto.
Con la retirada nazi, los científicos volvieron a Moscú y allí decidieron construir la bomba atómica preferiblemente con plutonio, que era más destructivo que el uranio. También, según parece, porque disponían de mayor cantidad de plutonio.
En 1944, los rusos ya tuvieron su primer procesador para hacer pruebas en laboratorio con el uranio y el plutonio.
A finales de la II Guerra Mundial, los rusos invadieron Checoslovaquia y la zona oriental de Alemania y se apropiaron de las minas de uranio de estos países.
También hicieron como el resto de los aliados. O sea, se llevaron por la fuerza a la URSS a todos los científicos alemanes que pillaron. Parece ser que hicieron muy buenos fichajes.
El 16/07/1945 tuvo lugar la famosa Conferencia de Postdam, durante la cual le llegó al presidente Truman la noticia de que los ensayos con su bomba atómica habían sido un éxito. Así que le dejó caer a Stalin que disponía de una nueva arma con un gran poder destructivo.
Seguro que  Stalin tuvo que contener la risa, porque en Moscú estaban muy al corriente de esos experimentos, pero tampoco le dijo nada de lo que estaban haciendo ellos en la URSS. Sólo le pidió que la usaran contra Japón.
Posiblemente, le dijo esto, porque sabía que la primera idea de los USA había sido lanzarla sobre Alemania, pero no les dio tiempo. Japón estaba más lejos de Moscú y les haría menos daño.
Parece ser que los USA reclutaron al científico alemán, pionero en investigaciones de este tipo, Klaus Fuchs. No sé si desconocerían que era miembro del PC de su país. Así que los soviéticos, según dicen algunas fuentes, no tuvieron demasiados problemas para que trabajara también para ellos y, desde ese momento, estuvieron al corriente de las actividades realizadas por el Proyecto Manhattan.
También es cierto que los USA se unieron con los ingleses para fabricar una bomba atómica, pero no le quisieron decir nada a Stalin. Parece ser que pusieron el centro de investigación lo más alejado posible del frente de batalla y de los bombardeos aéreos, que estaban castigando muy duramente el Reino Unido durante ese período.
No obstante, a su regreso a Moscú, se reunió con varios expertos nucleares, urgiéndoles a que construyeran esa bomba antes de 2 años. Para lo cual, les dio nuevos fondos y puso a su disposición los presos de varios campos de concentración.
En los meses finales de 1945 se denominó Borodino al proyecto nuclear ruso, teniendo como responsables políticos a los conocidos Malenkov, Molotov y Beria. Kurchatov continuó como director científico del mismo. No sé si los políticos se colocaron al frente para darle más auge al proyecto o, simplemente, para llevarse alguna medalla. A lo mejor me confundo, pero sospecho que sería por lo segundo. Los políticos suelen ser más o menos iguales en todas partes.
Los rusos trabajaron a marchas forzadas y en 1946 ya el programa era como un ministerio más de la URSS. Tenía un directorio responsable de la construcción de la bomba y otro, que se dedicaba a aportar los suministros para realizarla.
Por su parte, el general Groves, jefe del famoso Proyecto Manhattan, se dedicó en este tiempo a afirmar que a los rusos les costaría, por lo menos, 20 años llegar a tener la bomba atómica. Pensaba que había monopolizado todo el escaso uranio, que existía a nivel mundial y que los rusos no tendrían este mineral en su territorio, pero se equivocó.
Este general es ese que se ve en algunas fotos al lado de los científicos USA, vestido de uniforme, con una ostentosa barriga y con los pantalones subidos casi hasta el sobaco, al
estilo de Fred Astaire o H. Bogart.
Incluso, los rusos, para acelerar su programa nuclear, se dedicaron a adquirir por todo el mundo cientos de equipos industriales. Naturalmente, sus agentes actuaron con disimulo, como si fueran unos simples industriales.
Además, construyeron más reactores para procesamiento de estos minerales. Hasta se permitieron el lujo de construir alguna de esas plantas a imagen y semejanza de otras en USA.
A finales de 1946, los rusos se dedicaron a fabricar misiles para poder lanzar los artefactos nucleares que estaban construyendo. Tuvieron mucho éxito con las pruebas realizadas en Kazajstán. Es muy posible que, para construir esos proyectiles, les fueran muy útiles esos científicos alemanes que se llevaron a la URSS, porque Alemania llegó a estar muy adelantada en ese campo.
El mismo día de Navidad de 1946, Kurchatov, consiguió realizar con éxito su primera reacción en cadena controlada.
 En 1947, al “padrecito Stalin” le dio una de sus locuras y, como aún no habían conseguido fabricar la bomba, hizo una purga entre los científicos nucleares. Empezando por los judíos, como otros dictadores.
Precisamente, hay quién dice que el proyecto nuclear alemán, al que no
le dio Hitler demasiada importancia, no tuvo éxito, porque la mayoría de los científicos eran judíos y salieron zumbando de Alemania en cuanto los nazis llegaron al poder.
En la primavera de 1949 se vio que ya tenían suficiente plutonio y construyeron su primera bomba, a la que llamaron “Calabaza”. La prueba se realizó en Kazajstán. Concretamente, en el famoso polígono de Semipalatinsk.
El 29/08/1949, se realizó, con gran éxito,  el ensayo con la primera bomba atómica de la URSS. Ni siquiera los USA se enteraron ese día, sino 10 días después.
Lo curioso es que los responsables USA se negaron a creer esta noticia y la achacaron a una explosión en un laboratorio de cualquier tipo.
Hasta el 25/09 no admitieron oficialmente en la URSS que habían realizado este ensayo con éxito. Posiblemente, lo hicieron para que se enteraran en Occidente y se echara la prensa encima del Gobierno USA, por no haberlo querido reconocer antes.
Además, para mayor escarnio, luego se dieron cuenta de que buena parte de la tecnología soviética se la habían copiado literalmente a USA. O sea, que les habían estado espiando y no se habían dado cuenta. Debió de ser algo muy duro para un país que siempre se ha gastado una pasta en seguridad y en películas donde presumen de esas agencias.
Precisamente, el espionaje soviético consiguió que se acortaran los plazos para conseguir una bomba propia y gastar menos, porque ya contaban con la experiencia USA en el tema.
Entre tanto, los británicos, donde estaba ahora Fuchs, se dedicaron a investigar sus actividades y, tras detenerlo, consiguieron que confesara. En el juicio sólo
le cayeron 14 años de condena, pues había espiado para una potencia aliada, en ese momento, de USA y del Reino Unido.
Si no hubiera estado espiando para un aliado, como la URSS, la condena, con toda seguridad hubiera sido a muerte. Así que sólo llegó a cumplir 9 años y luego emigró hacia la antigua RDA.
Sin embargo, en el caso del matrimonio USA Rosemberg, como les pillaron en plena Guerra Fría y ya no eran aliados, la condena fue a muerte para ambos. De todas formas, ha habido siempre mucha discusión sobre si realmente trabajaron o no para la URSS.
Seguramente, para reivindicar a su gremio, tan denostado en Moscú, el científico Kurchatov dijo lo siguiente: “Los científicos soviéticos consideraron un deber patriótico garantizar la seguridad de la Patria y obtuvieron éxitos importantes en la fabricación de armas atómicas”. Por si alguien albergaba alguna duda sobre su futuro uso bélico.
No obstante, los USA tampoco se habían “dormido en los laureles”, pues habían creado el llamado “Plan Dropshot”, basado en que el da primero, puede dar dos veces. Así, en caso de guerra, ya habían previsto lanzar 300 bombas atómicas de una tacada y otras 250.000 bombas de tipo convencional sobre el territorio soviético. Incluso, algunos afirman que habían aplazado la fecha al 1 de enero de 1957 para ese atroz ataque, pues, en un principio, se había elegido la del 01/01/1950.
El muy sanguinario general USA Curtis le May, al que dediqué otro artículo en su momento, escribió, posteriormente, en sus memorias: “teníamos el poder de destruir por completo a Rusia sin ni siquiera herirnos las manos”.
Entre las ciudades que la Junta de Estado Mayor USA había elegido se encontraban las más importantes, pues, según su informe: “la capacidad de destruir las concentraciones humanas es una de las propiedades relevantes de la bomba atómica”. O sea, que eso de las bombas inteligentes y los bombardeos estratégicos eran un camelo.
Por supuesto, como los USA son muy amigos de hacer estadísticas, esta vez tampoco se habían olvidado de hacerlas. Así que tenían prevista la muerte de nada menos que 2.700.000 personas con el lanzamiento de las primeras 133 bombas atómicas.
Pero, claro, tras la explosión de la primera bomba soviética, la cosa
cambió bastante. Además, los rusos habían progresado más que los USA en la construcción de los misiles nucleares de largo alcance y eso les preocupaba mucho más, porque tenían más y mejores misiles que ellos.
Como el presidente Eisenhower, al contrario que Truman y Kennedy, era militar, pues se tomó esta amenaza más en serio y no faltó a ninguna de las múltiples reuniones del Consejo de Seguridad Nacional.
Precisamente, el primer presidente USA que visitó nuestro país fue el antiguo general Eisenhower. Seguramente no fue por casualidad.
Según los manuales de Historia, en ellos se dice que el Pentágono presionó en
 los años 50 al presidente USA, para que reabriera la negociaciones diplomáticas con España.
Me da la impresión de que lo hicieron para asegurarse unas bases en España, pues, si en cualquier momento caía Franco, el único partido que estaba perfectamente organizado era el PCE y nuestro país podía caer en la órbita soviética, como le había ocurrido a casi toda la Europa Oriental.
Evidentemente, los bombarderos estratégicos soviéticos tendrían desde nuestra península una inmejorable base para poder volar hacia USA y por eso pienso yo que los militares USA quisieron adelantarse a sus políticos.
Incluso, ya en 1962, cuando el mundo estuvo al borde de una guerra nuclear, por culpa de la famosa Crisis de los misiles en Cuba, Le May y sus amigos le indicaron al presidente Kennedy que sería posible bombardear la URSS, sin que les diera tiempo a los rusos a utilizar sus misiles intercontinentales. Todo un farol, por supuesto.