ESCRIBANO MONACAL

ESCRIBANO MONACAL
UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

viernes, 28 de diciembre de 2018

RENÉ CARMILLE, UN HÉROE INJUSTAMENTE OLVIDADO


Aunque parezca mentira, poco a poco nos vamos enterando de lo que ocurrió durante la II Guerra Mundial. Yo creo que eso puede ser porque las potencias aliadas tienen mucho que esconder sobre su actividad antes y durante ese conflicto. Incluso, algunos autores han llegado a afirmar que se desconoce alrededor del 70% de lo que ocurrió durante ese gran episodio bélico.
De todas maneras, hoy traigo al blog a un personaje al que creo que debería conocerse y recordarse como es debido. Igual no ha sido así, porque los Estados tienden a premiar más a los héroes militares que a los civiles. Supongo que será por aquello de fomentar los sentimientos patrióticos.
Vayamos al grano. Nuestro personaje de hoy se llamaba René Carmille. Nació en 1886, en una población muy pequeña, casi una aldea, llamada Trémolat. Situada en la región de la Dordoña, al suroeste de Francia.
Debió de ser todo un portento, pues ya vemos que se graduó en 1906 en la elitista École Polytechnique, donde han estudiado las mentes más privilegiadas de Francia. Entre ellos, 3 premios Nobel, 4 mariscales y 3 presidentes de la República 
Francesa.
Curiosamente, se trata de un centro que siempre ha pertenecido al Ministerio de Defensa. De hecho, sus alumnos suelen desfilar uniformados en la gran parada militar que tiene lugar cada 14 de julio, aniversario de la famosa Toma de la Bastilla.
Lo cierto es que Carmille se convirtió en un gran especialista en Estadística, llegando a ser controlador general de las Fuerzas Armadas y, más tarde, director general del Servicio Nacional de Estadística.
También fue uno de los primeros especialistas en  Contabilidad y  Estadística por medio de tarjetas perforadas. De hecho, llegó a proponer que el código que figuraba en esas tarjetas fuera el que también se utilizara en la Seguridad Social. Algo que todavía sigue en vigor en Francia. Se le llama el número de Carmille.
En 1890, Herman Hollerith, inventó el sistema de las tarjetas perforadas, el cual sería la base de los actuales ordenadores.
En 1896 ya fundó su propia empresa dedicada a la computación, utilizando sus tarjetas perforadas, la cual llegó a ser una gran empresa en 1911. En 1924, se fusionó con otras empresas para crear el gigante informático que todos conocemos como IBM.
Seguro que más de uno ha oído que IBM vendió su sistema de tarjetas perforadas al régimen de la Alemania Hitler para detectar quiénes eran y dónde vivían los judíos. A fin de poder arrestarles y confiscarles todos sus bienes. Posteriormente, utilizaron ese mismo sistema para localizarlos en los países que iban siendo ocupados.
Sin embargo, seguramente, no conoceréis una obra del investigador USA Edwin Black, titulada “IBM y el Holocausto” (2001), donde relata con todo detalle todos estos pormenores. Sin embargo, también dedica un capítulo a narrar las relaciones entre esa multinacional y el régimen de Franco.
Parece ser que, sólo en los 3 meses finales de la guerra civil, le vendieron unas 700.000 tarjetas perforadas para mecanizar el censo y así poder localizar dónde se hallaban sus oponentes políticos. Estas fueron de mucha utilidad para el SIPM (Servicio de Información y Policía Militar) en la inmediata posguerra.
Aparte de ello, se sirvieron de la neutralidad de España para hacer grandes negocios con Alemania e Italia, ya que el Gobierno USA les prohibía realizar directamente esas transacciones con los mencionados países.
Volviendo a nuestro personaje de hoy, hay que decir que, en 1934, también propuso,  utilizar este novedoso sistema para agilizar la movilización militar en Francia. Se ve que, aunque parezca mentira, ya se estaban preparando para una futura guerra con Alemania.
Tras la increíble derrota militar de Francia, en la II Guerra Mundial, llegó a proponer al Gobierno colaboracionista de Vichy, crear un registro secreto. Éste se utilizaría para, llegado el caso, poder movilizar de manera inmediata a millones de hombres para la guerra contra el ocupante alemán. Supongo que ese detalle no les pasaría desapercibido a los miles de franceses que colaboraban, habitualmente, con los alemanes.
Curiosamente, el Gobierno de Vichy, aceptó ese ofrecimiento y fundó un servicio al que llamó eufemísticamente Servicio de Demografía, camuflada dentro del Ministerio de Finanzas, donde crearon una gran base de datos, llevada a cabo por técnicos y militares desmovilizados. La central estuvo en Lyon, mientras que tuvo otras delegaciones en varias capitales de provincias y en otras ciudades de la antigua África colonial francesa.
Tampoco debería de ser casual que Alemania designara a la empresa Dehomag, filial de la IBM en Alemania, cuyo presidente era un ferviente admirador de Hitler, para que controlara el cumplimiento de los términos de la rendición de Francia. Para realizar esa labor nombrará a 3 de sus representantes, que se situarán muy cerca del Gobierno de Vichy.
Por lo visto, Carmille, no perdió el tiempo. Metió en un gran ordenador los datos de todo el personal militar. Incluidos los que se hallaban prisioneros en territorio alemán. Le dio un número de identidad a todos los ciudadanos franceses, susceptibles de ser movilizados, y los agrupó según sus profesiones.
Por lo visto, para conocer el nombre y el número de los prisioneros, se sirvieron de los datos proporcionados por la Cruz Roja Internacional.
Se tomaron los datos procedentes de los Registros Civiles, con los nacidos en los últimos 65 años. Incluso, con los datos de las mujeres. Todo ello, con el fin de que los alemanes no descubrieran que se hacía para organizar una movilización militar encubierta.
Sin embargo, el ministro de Justicia y conocido colaboracionista y antisemita, Raphaël Alibert, vio en esas tarjetas la posibilidad de detectar a los judíos. De hecho, consiguió que les retiraran la nacionalidad francesa a unas 15.000 personas a causa de su origen judío.
Así que Carmille, sin importarle los riesgos que corría al hacer esto, reprogramó las llamadas “máquinas Hollerith”, que eran las que leían esas tarjetas perforadas, para que no detectaran la columna nº 11, donde iban los datos relativos a la religión practicada por cada uno de los ciudadanos. De esa manera, consiguieron salvar las vidas de miles de judíos.
No hay que olvidar que, en el verano de 1942, se realizó la Gran Redada del Velódromo de Invierno, donde las autoridades francesas encerraron a unos 13.000 judíos franceses en esa instalación deportiva, situada en París y luego los fueron enviando directamente al campo de exterminio de Auschwitz. Parece ser que, entre ellos, había más de 4.000 niños. Algo que ni siquiera les habían ordenado los nazis. En esa operación participaron, exclusivamente las autoridades policiales francesas. No intervino ningún alemán.
La Policía francesa no pudo obtener esos datos de las tarjetas de Carmille. Así que se limitó a investigar en sus propios expedientes.
Visto lo que estaba ocurriendo, Carmille, a pesar de las presiones a las que le sometía el Gobierno francés, para que implementara una columna nº 11, donde se indicara quién era de religión judía, ideó un sistema para obstaculizar el acceso a esos datos.
Dio instrucciones, oralmente, a sus funcionarios para que hicieran una especie de huelga de celo. A fin de retrasar lo máximo posible la salida de esa estadística. Incluso, falsificó el lugar de nacimiento de muchos de ellos, indicando que habían nacido en Alsacia, cuando esa región no pertenecía a Francia.
Lo cierto es que ese estudio duró desde junio de 1941 hasta febrero de 1944, cuando las autoridades se olieron que se estaba produciendo un sabotaje y detuvieron a Carmille.
Curiosamente, como en IBM se dieron cuenta que era la empresa Bull la que le estaba facilitando las tarjetas perforadas a nuestro personaje, iniciaron acciones contra ella.
Gracias a los datos informáticos, aportados por Carmille al Gobierno del general De Gaulle, éste pudo organizar muy rápidamente la movilización de los varones en edad militar en el África colonial francesa. A fin de poder crear el nuevo Ejército de la Francia libre.
También se resistió Carmille a las presiones de los gobiernos francés y alemán para que actualizara los cambios de domicilio de los ciudadanos franceses, a fin de localizarlos y poder enviarlos como trabajadores forzosos a Alemania.
Aun así, los alemanes consiguieron que unos 875.000 franceses fueran a trabajar a Alemania. Por supuesto, unos voluntarios y otros forzosos. Lo cierto es que esos datos erróneos, puestos adrede en el estudio de Carmille contribuyeron a que muchos se libraran de ir.
Carmille llegó a militar en una red de agentes de la Resistencia francesa, denominada Marco Polo. Para que sus archivos estuvieran bien a salvo, los depositó en un seminario de la orden jesuita en Francia. Un lugar muy apartado de la vista de la Gestapo.
Por otra parte, envió datos correctos a Londres y a Argel, donde se estaba organizando la Francia libre. De hecho, De Gaulle, envió a varios de sus ayudantes a Argel para estudiar y custodiar esos importantes datos.
Desgraciadamente, el 03/02/1944, Carmille es arrestado en Lyon con su propio jefe de personal, Raymond Jaouen. Son llevados hasta el hotel donde está el cuartel general de la Gestapo en esa ciudad. Allí son torturados durante 2 días por el infame Klaus Barbie, apodado “El carnicero de Lyon”.
Precisamente, el mismo Barbie que, en 1983, fue extraditado de Bolivia a Francia. En 1987, fue sometido a juicio y condenado a cadena perpetua por el asesinato de más de 300 personas. Murió en 1991, en la cárcel donde se hallaba cumpliendo su condena.
Parece ser que no lograron sacarles nada ni a Carmille ni a su colega. Así que enviaron a ambos al campo de exterminio de Dachau.
Por lo visto, Jaouen, no aguantó las malas condiciones en que se efectuaban esos traslados y murió durante el viaje. En cambio, Carmille, sí que logró llegar con vida.
Desgraciadamente, nuestro personaje murió a causa del tifus el 25/01/1945. Igual que le ocurriría a la famosa Ana Frank, en otro campo, en febrero de ese mismo año.
Sólo me falta decir que, gracias a personas como ésta, se salvaron miles de vidas, que, muy posiblemente, hubieran sido exterminadas por los nazis.
Sólo hay que ver que, en Holanda, a causa de las detenciones de los nazis y de la colaboración de las autoridades de ese país, llegaron a detener y a matar al 73% de la población judía. Mientras que en Francia sólo consiguieron atrapar al 25%.
Lo cual me parece todo un éxito y deberíamos de reconocérselo a Carmille y a todo su equipo.
Yo no sé qué pensaréis vosotros, pero, en lo que a mí respecta, la gente como ésta me devuelve la confianza en la Humanidad y creo que esta historia, aunque nuestro personaje tuvo un triste final, me parece que debería de ser vista como un mensaje de esperanza para todos.
Así que, como todos los años, aprovecho para desearos:

¡¡UNA MUY FELIZ NAVIDAD Y UN MAGNÍFICO AÑO 2019!!

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sábado, 22 de diciembre de 2018

MARY SHELLEY Y EL MONSTRUO DE FRANKENSTEIN


Aunque se está aproximando el fin de año, no me gustaría que terminara el 2018 sin narrar esta historia.
Hoy voy a dedicar este artículo a una gran autora, que nos dio un libro muy famoso y del que ahora se cumplen 200 años desde su primera publicación.
Mary Shelley, que es nuestro personaje de hoy, nació en 1797, en Londres. Sus padres fueron el conocido filósofo William Godwin y la famosa escritora, especializada en temas feministas, Mary Wollstonecraft.
Desgraciadamente, como era muy común en aquella época, su madre falleció pocos días después del nacimiento de Mary, a causa de una infección sufrida tras el parto. Algo que siempre mortificó a nuestro personaje, pues se sentía culpable de ello.
Parece ser que su viudo estuvo muy enamorado de su mujer y, al año siguiente, publicó una especie de memorias dedicada a ella.
Por lo visto, Godwin, era una especie de filósofo libertario. Siempre estuvo en contra del matrimonio y de la opresión que pudiera sufrir cualquier individuo. Sin embargo, se casó en secreto con M. Wollstonecraft.
Según parece, la educación de nuestro personaje fue muy superior a la que solían tener las mujeres de su época. Algo que me parece admirable. Su casa siempre fue un 
lugar de encuentro para intelectuales de todo tipo que acudían a visitar a su padre. Así que tuvo ocasión de conocer a las mentes más preclaras de su país y también del extranjero.
Sin embargo, el padre de Mary se vio incapaz de llevar una casa, donde vivía con ella y con Fanny, hija de una relación anterior de su esposa. Así que decidió casarse con una vecina, también viuda y con dos hijos.
Como suele ocurrir en estos casos, las relaciones con su madrastra nunca fueron buenas. Así que Mary deseaba fervientemente abandonar su hogar cuanto antes.
Uno de los que visitó a su padre fue el poeta Percy Shelley. No es que tuvieran el mismo apellido, sino que ella adoptó el de él, cuando se casaron. Tal y como suele ocurrir en el Reino Unido. En aquella época, ella se llamaba Mary Godwin.
Lo cierto es que este poeta ya estaba casado y además pertenecía a una familia de la aristocracia. Sin embargo, se enamoró de Mary y pretendió divorciarse de su mujer. Cosa que nunca consiguió. Por aquella época, él tenía 21 años, mientras que ella sólo tenía 17.
Como todos sabemos, una cosa es la teoría y otra la práctica. Seguro que mis lectoras tienen muy claro de lo que hablo.
Así que, cuando el padre de Mary supo de las intenciones de Percy con su hija, se opuso, inmediatamente a esa relación. Aunque  fuera acorde con sus teorías sobre el amor libre. Así que, en el verano de 1814, como el padre de Mary echó a Percy de su casa, optaron por escaparse, llevándose también a una de las hermanastras de Mary. Precisamente, una de las hijas de la última esposa de su padre.
Estuvieron viajando durante unos meses por Francia y otros países limítrofes, hasta que se les acabó el dinero y se vieron obligados a regresar a Gran Bretaña.
Tuvieron dos hijos. Uno de ellos murió muy pronto y otro al cabo de pocos años, lo que llevó a Mary a una grave depresión. También pasaron ciertas estrecheces económicas hasta que Percy cobró una sustanciosa herencia.
En mayo de 1816, se citaron en Ginebra con lord Byron, para pasar las vacaciones junto al lago Lemán. A ese encuentro asistieron Mary y Percy con su hijo, la hermanastra de Mary, lord Byron y su médico, el Dr Polidori.
Lo cierto es que les hizo un tiempo infame. Casi no pudieron salir ningún día a la calle, pues no paró de llover y hacer frío. Incluso, nevó en muchos sitios, en pleno verano.
Precisamente, les pilló allí el llamado “Año sin verano”. No se sabe qué ocurrió con seguridad, lo cierto es que hubo varias importantes erupciones volcánicas en distintos puntos del planeta, que oscurecieron el cielo. La principal fue la del volcán Tambora, la más importante y estudiada de la Historia.
Ello unido a una menor radiación solar, lo cual hizo que bajara considerablemente la temperatura media. Se calcula que la media bajó unos 4ºC, lo cual es mucho, aunque no lo parezca a primera vista.
Para el que no lo sepa, se calcula que la última glaciación hizo que la media mundial bajara unos 3ºC, pero durante un tiempo más prolongado.
Curiosamente, fueron a parar a la zona más castigada de Europa. O sea, Francia, Alemania, Suiza, Holanda, Bélgica, etc.
Incluso, en algunos países se produjeron disturbios violentos motivados por la escasez de suministros alimenticios. Además, muchos de estos países se estaban intentando recuperar de las guerras napoleónicas. Como le ocurrió a España.
Lo cierto es que este grupo, donde estaba nuestro personaje, se hospedó en una mansión llamada “Villa Diodati”, en una localidad cercana a Ginebra. Precisamente, en esa misma mansión se había alojado, a mediados del siglo XVII, el famoso poeta británico John Milton. Autor de la conocida obra “El paraíso perdido”. Así que lo veían como un lugar muy a propósito para escribir sus propias obras.
Allí estuvieron días y días sin poder salir. Tomando láudano y hablando de los temas más variopintos. Todo eso, hizo que a lord Byron se le ocurriera hacer una especie de concurso de relatos de terror.
Parece ser que Mary no acababa de encontrar nada que le gustase. Sin embargo, al día siguiente, se despertó de madrugada con una idea muy clara. Escribir la historia del monstruo del Dr Frankenstein.
Curiosamente, los mejores relatos procedieron no de Byron o de Shelley, sino de Mary y del Dr. Polidori, que escribió una obra titulada “El vampiro”. Precursora de la famosa obra “Drácula”.
Es preciso decir que Mary ya había escrito varias obras antes de esa, aunque no había alcanzado aún el éxito con ninguna de ellas.
A su vuelta al Reino Unido, residieron en la ciudad de Bath. Es posible que lo hicieran para alejar las miradas del embarazo de su hermanastra,  Claire Clairmont, que había sido amante de Byron.

Desgraciadamente, en aquella época se produjeron dos suicidios que afectaron a la vida de Mary. Uno de ellos fue el de su hermanastra mayor, Fanny Imlay. El otro fue el de Harriet, la esposa de Shelley, cuyo cuerpo fue encontrado ahogado en Hyde Park.
Así que, ya, sin obstáculos de ningún tipo, Percy y Mary se casaron el 30/12/1816 en una iglesia de Londres. Esta vez, el padre y la madrastra de Mary, asistieron a su boda. No así la familia de Percy.
Sin embargo, los familiares de Harriet no le permitieron tener a Percy la custodia de los dos hijos tenidos con ella, pues un tribunal dictaminó que la conducta de la familia de Mary era claramente inmoral y los cedieron en adopción a la familia de un pastor luterano.
Por fin, el 1 de enero de 1818, se decidieron a publicar la primera edición de Frankenstein, que pasó de ser un relato corto a una novela mucho más extensa.
Desgraciadamente, no indicaron quién era su autora, porque decían que así se vendería mucho mejor. De hecho, durante mucho tiempo se pensó que el autor era Percy, el cual sólo era  el autor del prólogo de la obra. Aun así, sólo tuvo una tirada de unos 500 ejemplares.
Por lo visto, en aquella época, no era muy normal que las mujeres se dedicaran a la Literatura y eso les ocurrió a muchas de ellas. Hasta la 3ª edición, publicada en 1831, no se atrevió ella a reconocer la autoría de su obra.
Sólo tenéis que ver el artículo que publiqué sobre María Lejárraga, una autora del siglo XX, la cual escribió todas las obras, que luego serían publicadas a nombre de su marido, Gregorio Martínez Sierra, el empresario del Teatro Eslava, de Madrid. Incluso, siguió haciéndolo, después de haberse roto ese matrimonio
A finales de 1818, la pareja se fue definitivamente a Italia. Allí fueron muy felices. Sin embargo, Mary, nunca tuvo mucho éxito con sus hijos. En poco tiempo, los dos que tenía murieron, víctimas del tifus. Afortunadamente, volvió a quedar embarazada y dio a luz otro hijo, cuyo nombre fue Percy Florence. Fue el único que sobrevivió.
Fijaron su residencia en San Terenzo, en pleno Golfo de Génova, donde, en 1822, Percy compró un velero junto con un marino amigo suyo.
A mediados de julio de ese año, viajaron con el velero hacia Livorno, donde vivía lord Byron, con el objetivo de preparar la salida de un nuevo periódico especializado en política.
Lamentablemente, nunca volvieron. Los cuerpos de Percy y los dos marineros que le acompañaban, fueron encontrados unos diez días después.  Los tres cadáveres fueron incinerados por sus familiares en la playa. Algo contrario a las costumbres de esa época.
Ya viuda, con sólo 25 años, Mary, en un principio, vivió en la casa de unos amigos en Génova. Posteriormente, se trasladó a Gran Bretaña, donde vivió gracias a una pensión que le dio el padre de Percy y a la venta de sus nuevos libros. Sin embargo, su suegro siempre se negó a conocerla.
Parece ser que luego tuvo varios pretendientes, pero siempre se negó a casarse, alegando que ya había estado casada con un genio y sólo podría casarse con otro que le igualara.
Aunque escribió bastantes obras, la más conocida es “Frankenstein o el moderno Prometeo”. Algunos la definen como la narración del castigo del Creador por la arrogancia de este científico, que se atrevió a desafiar el poder divino.
El Dr. Frankenstein sólo buscaba desterrar la enfermedad del cuerpo humano y hacer que el hombre fuera invulnerable a todos los males que le aquejan. Hasta a una muerte violenta.
Se puede decir que aborda una serie de temas muy recurrentes. Tales como la lucha entre el bien y el mal. El conflicto entre el creador y su creación. También habla sobre la soledad y defiende al que es diferente de los demás. Etimológicamente, se llama “monstruo” al que se sale de la línea habitual de los de su especie.
Curiosamente, el monstruo de Frankenstein que fue definido como una especie de criatura nacida sin necesidad de una mujer, realmente, fue creado por una escritora.
También es cierto que Mary critica, en parte a la Ciencia, porque dice que sus avances le ponen en conflicto con el Gran Hacedor.

La verdad es que, aunque parezca mentira, los primeros artistas de Romanticismo, nunca fueron progresistas, sino muy conservadores. No hay más que ver cómo se pusieron a buscar como locos las tradiciones de cada lugar para hacerlas resurgir en sus obras.
En cambio, los de la segunda generación ya fueron más progresistas y no se conformaron con hacer lo que se había hecho hasta ese momento. De hecho, sus héroes no eran gente sin mancha, sino personajes fuera de la Ley, como los ladrones o los piratas.

Sin embargo, la pareja formada por Percy y Mary pertenecieron a aquellos que hicieron del Romanticismo su forma de vida y quisieron gozar de una libertad lo más amplia posible. Sin importarles lo que dijeran los demás. Eso les hizo ganarse la antipatía de mucha gente.
También, en aquella época, se puso de moda la teoría del Galvanismo, por la cual se afirmaba que se podría dar vida a un muerto a base de juntar de nuevo todas las partes de su cuerpo y aplicarle una corriente eléctrica inducida. Galvani llegó a demostrar que podría mover las patas de una rana muerta, si la conectaba a la corriente eléctrica.
Hay quien opina que, para realizar esta obra, la autora pudo basarse en la educación recibida de su padre, ya que en la novela se puede ver que el Dr. Frankenstein, tras crear al monstruo, se ve que no le gusta y lo abandona a su suerte.
Curiosamente, en el libro se puede apreciar la historia desde el punto de vista del científico y también desde el de la criatura.
Mary nos dice en su obra que la Ciencia podría llegar a generar monstruos. Incluso, cree que la Ciencia podría llegar a ser la nueva religión. Por eso, denuncia que la Ciencia no se para a pensar que podría perjudicar ciertos valores humanos, como puede ser la ética.
Incluso, hoy en día, se está temiendo que la multiplicación de los robots en el interior de las empresas, podría poner en peligro muchos miles de puestos de trabajo.
También nos dice que el monstruo llegó a aprender muchas cosas. Sin embargo, algunas de ellas le perjudicaron, porque se fue convirtiendo en una persona. Llegó a ser una especie de persona aterrada por haberse quedado sola ante un mundo que no conocía.
Le pide una y otra vez a su creador que le haga caso, pero, al final, se va hacia el Ártico y allí se pierde su pista. Desgraciadamente, se ha convertido en un ser absolutamente desarraigado, porque nadie le quiere.

En 1823, se representó, por vez primera, en Londres, una obra basada en las andanzas de este personaje. Se titulaba “La presunción o el destino de Frankenstein”. Lo cierto es que tuvo un enorme éxito.

En 1910, tuvo lugar la primera adaptación de la novela al cine. Era un simple cortometraje muy breve y en cine mudo, pero que, debido al éxito obtenido, dio lugar a otras muchas películas sobre ese personaje. De tal manera que, hoy en día, todo el mundo conoce al monstruo de Frankenstein. En cambio, muy poca gente sabe quién escribió esa novela.
Cuando a la gente se le menciona Frankenstein, casi todo el mundo lo relaciona con el personaje interpretado por Boris Karloff, que fue el actor que mejor lo representó.
También se hizo muy popular, gracias a la televisión, por la popular serie “La familia Adams”. Un poco más tarde, llegó al cine “El jovencito Frankenstein”. Ambas fueron una nueva forma de representar a este personaje en forma de comedia.
Desgraciadamente, Mary, falleció en 1851. Muy probablemente, a causa de un tumor cerebral, que le venía ocasionando, desde 1839, parálisis temporales en diversas partes del cuerpo.

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miércoles, 19 de diciembre de 2018

LOS PRISIONEROS DE LA ISLA DE LA CABRERA


Hoy voy a hablar de un acontecimiento que, normalmente, no se refleja en los libros de Historia, pero que dio lugar al sufrimiento de varios miles de personas.
Quizás, algunos me dirán que vinieron como enemigos de España, pero, ante eso, he de argumentar que ellos seguramente no vinieron por su gusto. Además, eran seres humanos iguales que nosotros.
Seguro que a todos nos habrán enseñado en la escuela que, en 1808, tuvo lugar una batalla en Bailén (Jaén) entre las tropas de Napoleón Bonaparte y las españolas, comandadas por el general Castaños.
De hecho, fue un acontecimiento muy importante a nivel europeo, pues se trataba de la primera derrota importante del Ejército napoleónico y ello dio lugar a la evacuación del rey José I y su familia hacia el norte de España y hasta a la suspensión de algunos asedios, como el de Zaragoza.
Precisamente, en esa batalla combatió en las filas de la Caballería española el que luego fuera uno de los libertadores de Sudamérica, el futuro general José de San Martín. Su actuación en ese combate le valió su ascenso a teniente coronel del Ejército español.
Contra todo pronóstico, el 20/07/1808, las tropas españolas vencieron a las francesas. Hay un cuadro de Casado del Alisal, que retrata el momento de la rendición. En él podemos ver al general Castaños, con su habitual uniforme blanco, que saluda a su huraño oponente quitándose su sombrero bicornio.
Tras esa victoria española, se firmó el llamado Convenio de Andújar. En uno de sus puntos se estableció que los 20.000 prisioneros franceses serían evacuados hasta los puertos de Sanlúcar y Rota, desde donde navegarían hasta el puerto francés de Rochefort.

Como era normal en esa época, se hizo un pacto entre los contendientes por el que los vencidos no volverían a tomar las armas contra España. Algo que, hoy en día, nos parecería algo ridículo. Sin embargo, era muy habitual en esa época.
Estoy convencido que más de uno pensará que le estoy tomando el pelo. Sin embargo, os puedo decir que, en 1883, el incumplimiento de esa promesa le costó la vida al coronel peruano Leoncio Prado Gutiérrez a manos de las tropas chilenas. Tal y como se puede ver en esta ilustración de la época.
Volviendo al tema de hoy, el primer obstáculo fue que no se encontraron los suficientes barcos para devolver a esos prisioneros a Francia. Los únicos que podrían llevar a cabo esa misión eran los británicos, pero ellos no estaban por la labor, ya que no se fiaban de que esos soldados cumplieran su promesa.
De esa manera, sólo los generales y los jefes del Estado Mayor pudieron volver con sus equipajes a Francia, mientras que los oficiales y sus soldados permanecieron en España.
También es preciso decir que esas tropas francesas venían de saquear Córdoba y cometer todo tipo de desmanes entre sus habitantes. Así que es normal que no gozaran de las simpatías de los españoles y de buena parte del Ejército, porque no se habían portado como unos verdaderos soldados.
Por eso mismo, cuando el general Dupont llegó al Puerto de Santa María, se encontró con que la gente se amotinó y le quitó su famoso “equipaje”.
Lógicamente, éste se hallaba compuesto por todo lo que había saqueado en sus correrías por España. O sea, dinero, obras de arte, objetos de culto, etc.
Por lo visto, este general francés se puso un poco chulo y exigió que le devolvieran su equipaje a lo que el capitán general de Andalucía le respondió: “Deponga VE. Semejantes ilusiones y conténtese con que la Nación española, por su noble carácter, se abstendrá de hacer, como dexo dicho, el vil oficio de verdugo”.
Dado que las autoridades españolas no sabían qué hacer con tantos prisioneros, como ya he mencionado anteriormente, a los generales y jefes del Estado Mayor se les permitió regresar a Francia. Un pequeño grupo de soldados fue conducido a las Islas Canarias, donde no les fue muy mal. De hecho, muchos de ellos encontraron trabajo y hasta se casaron y se quedaron a vivir en esas islas.
El resto de esas tropas pasó a ser custodiada en los llamados pontones. Se trataba de una serie de barcos dados de baja para la navegación, a los que se les habían quitado los palos donde iban las velas y se hallaban fondeados en la Bahía de Cádiz.
Posteriormente, las autoridades españolas, decidieron trasladar a los prisioneros al islote de la Cabrera, en las Islas Baleares.
El primer barco del convoy de presos, llegó al puerto de Cabrera el 05/05/1809. Poco a poco, fueron llegando más prisioneros hasta alcanzar los 8.000.
Por lo visto, en un principio, pensaron que estarían allí muy poco tiempo, pues sólo les dieron suministros para 3 días.
En un principio, construyeron unas chozas para guarecerse. Sin embargo, viendo que iban a seguir allí, hicieron luego otras más resistentes, aunque el terreno les era hostil y además no tenían ningún tipo de herramientas.
Parece ser que las autoridades españolas nunca respetaron el pacto para entregar ropa y otros suministros a los prisioneros. Así que, ya cuando llegaron a esa isla, muchos de ellos iban descalzos y con los uniformes destrozados.
Parece ser que habían pactado que cada 4 días llegarían desde Palma de Mallorca los barcos con los suministros alimenticios, pero eso nunca se cumplió a rajatabla. De hecho, se sabe que, a causa de uno de esos retrasos, murieron unos 800 hombres a causa del hambre.
Ni siquiera tenían una fuente de agua potable y nunca se les dio nada de carne.
En su desesperación, unos intentan cultivar huertos, pero no tienen apenas éxito. Otros intentan recoger mariscos o huevos de aves marinas en la playa. Incluso, los que hay que mueren, por comer plantas venenosas.
Por lo visto, para no llamar la atención de los curiosos, las autoridades de Baleares corrieron la voz de que esa gente se hallaba allí en cuarentena a causa de una enfermedad muy contagiosa. Posteriormente, esa malnutrición dio lugar a ciertas enfermedades como el escorbuto y la sarna, que antes no habían padecido.
Parece ser que, en un principio, esas epidemias se pudieron atajar por existir médicos y farmacéuticos entre los prisioneros. Sin embargo, esa situación empeoró tras la evacuación de todos los oficiales en el verano de 1809. Entre los que se hallaban todos esos profesionales sanitarios. Por ello, la media de muertos subió hasta los 15 fallecidos cada día.

En esa situación de precariedad, llegó a establecerse un mercadillo, donde un ratón llegaba a cotizarse a cambio de 5 habas. En cambio, una rata ya podía ser una especie de caza mayor y se pagaban 25 habas por cada una de ellas.
No hay que negar que poseían cierto espíritu emprendedor. Uno de ellos se dedicaba a tallar figuras de vírgenes con la poca madera que había en la isla y se la vendía a los marinos que iban a llevarles los suministros.

También hubo otros cuyas dotes para los trabajos manuales les llevaron a realizar botones con los huesos de los cadáveres de sus compañeros, labores con algodón y cestos de mimbre. Todo eso era comprado por los comerciantes mallorquines y vendido, sacando un buen beneficio en la península.
Los que no poseían dotes manuales, pero sí intelectuales, tampoco perdieron el tiempo. Por todos lados, se crearon escuelas, donde se enseñaban todas las ramas del saber de aquel tiempo.
Incluso, se atrevieron a realizar funciones de teatro, memorizando obras de Molière y hasta consiguieron representar diversas óperas.
Es más, llegaron a darse unas situaciones muy curiosas. Dado que algunos militares solían
llevar con ellos a sus esposas o queridas y como allí sólo había unas 15, pues eran algo muy cotizado. De hecho, algunos de los esposos las vendieron a otros más adinerados, que, posteriormente, las revendían a otros. Incluso, se dio el caso de una que fue el premio de una especie de lotería.
Lógicamente, esto provocó el escándalo de un cura español, que había sido enviado por las autoridades españolas a esa isla.

Por otra parte, organizaron su convivencia, basándola en la costumbre a falta de otras normas legales. Al que pillaban robado, la primera vez, le cortaban las orejas. A la segunda, era ejecutado y tirado al mar. 
No obstante, también es cierto que algunos consiguieron asaltar las naves de aprovisionamiento y escapar por  mar.
Lógicamente, como toda unidad militar, en un principio, obedecieron a sus mandos. Posteriormente, cuando evacuaron a los oficiales, ya hubo que crear un nuevo orden basado en la gente más respetada de la comunidad, que no tenían por qué ser suboficiales, sino que, en muchos casos, eran simples soldados.
No obstante, se dieron algunos casos de canibalismo. Se conoce el caso de un prisionero de origen polaco, que declaró haber matado a varios de sus compañeros, para luego comérselos, ya que no llegaban regularmente los suministros prometidos.
También habría que recordar que, durante y tras la Guerra de la Independencia, España pasó por una situación de hambruna brutal, que dio lugar a epidemias y a una enorme mortandad. Todo ello, agravado, en 1816, por el llamado “Año sin verano”.
No hará falta decir que esta situación fue aprovechada por comerciantes mallorquines. Hombres sin escrúpulos, que sólo pensaban en el enriquecimiento personal sin pararse a pensar que estaban tratando con personas, que vivían en condiciones infrahumanas.
Por ese motivo, muchos de estos comerciantes, a pesar de estar estrictamente prohibido, les hicieron llegar piezas para la confección de calzado. Lógicamente, no para los prisioneros, que seguían descalzos, sino para que esos empresarios los pudieran vender a buen precio en la península, pagando a los prisioneros una miseria. Por supuesto, las autoridades españolas conocían este tema, pero se limitaron a mirar hacia otro lado.
Parece ser que muchos mallorquines no estaban por la labor de que llegaran los suministros a los prisioneros. No sé si era porque escaseaban en la propia Mallorca o para hacer que se murieran de hambre. Lo cierto es que esas barcas de suministros fueron atacadas dos veces, en mar abierto, durante su viaje a la Cabrera, y confiscada su carga.
Por fin, tras el tratado de Valençay, firmado en diciembre de 1813, que permitió el regreso de Fernando VII, los prisioneros empezaron a atisbar una cierta salida para su comprometida situación.
Posteriormente, en mayo de 1814, se permitió que dos goletas francesas se acercaran hasta el islote de la Cabrera para embarcar a los supervivientes y llevárselos de vuelta a su país.
Hay cifras muy dispares sobre cuántos prisioneros llegaron y cuántos pudieron ser evacuados de allí. Unos hablan de unos 14.000 presos de los cuales sólo volvieron unos 3.000. incluso, un autor los cifra en 3.380.
Por supuesto, a estos prisioneros no les importó que esas naves francesas llevaran el nuevo pabellón de Luis XVIII y no la misma bandera tricolor que es la que tiene actualmente Francia.
Por lo visto, unos años después, muy pocos de estos supervivientes quedaban vivos. Las privaciones y las enfermedades sufridas durante esos 5 años pasaron factura y a muchos de ellos les llevó a una temprana muerte. Incluso, se menciona que algunos fueron tratados a su regreso como si fueran espías españoles.
Hoy en día, este episodio es, prácticamente, desconocido en España. Sin embargo, parece ser que, durante varias décadas, las madres francesas, amenazaban a sus hijos, cuando se portaban mal, con enviarlos a Cabrera.
En 2009, hubo un acto de homenaje, durante el cual,  se reunieron en esa isla tropas de los dos países, acompañados de las autoridades de ambos Estados.
Ya sé que no es una historia muy navideña, pero me apetecía contarla. Espero que os haya gustado.

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