ESCRIBANO MONACAL

ESCRIBANO MONACAL
UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

jueves, 29 de junio de 2023

LA CUESTIÓN ROMANA

 

De entrada, quiero aclarar que este título nada tiene que ver con el Imperio Romano, sino con algo mucho más actual, como es el Vaticano.

A lo largo de varios siglos, tras la caída del Imperio Romano, los Papas gobernaron sobre una buena parte de lo que hoy es Italia. Todo ello, con el visto bueno de los emperadores del Sacro Imperio Romano-Germánico.

La Iglesia católica lo explica afirmando que, en el 756 d. de C., el rey de los francos, Pipino el breve, donó de forma eterna, al Papa Esteban II, los territorios que formaban la Pentápolis y el Exarcado de Rávena.  Donación confirmada por su hijo, Carlomagno. Con esos territorios formaron el llamado Patrimonio de San Pedro.

Sin embargo, los tiempos cambian, aunque en el Vaticano parecen no querer darse cuenta de ello.

En 1849, se produjo una sublevación en Roma, que dio lugar a la proclamación de la República Romana. Parece ser que una de las causas de ésta fue la negativa del Papa a apoyar la guerra contra Austria, pues decía que no podía apoyar la guerra contra un país católico.

Milán y Venecia se habían sublevado contra el dominio del Imperio Austro-Húngaro y eso hizo que otros estados italianos, como el reino de Cerdeña o el de las Dos Sicilias apoyaran a las ciudades sublevadas.

Tras la proclamación de la República en Roma, el Papa huyó a Gaeta y pidió la ayuda de países católicos. Francia y España enviaron tropas con las que derrotaron y expulsaron a los republicanos de Roma.

En 1861, con la llegada de la unificación italiana, se proclamó el Reino de Italia. El primer parlamento de este nuevo reino, reunido en Turín, decidió que su capital estaría en Roma. Sin embargo, esa ciudad pertenecía a los Estados Pontificios.

En un principio, la idea del nuevo estado italiano no era conquistar esa ciudad de una manera violenta, sino que el Pontífice se aviniera a pactar con ellos. Sin embargo, dieron con un hombre bastante terco. Su nombre era Pío IX y decía que no quería ser algo parecido a un simple “capellán del rey de Italia”.

A éste no se le ocurrió otra cosa que pedir, otra vez, ayuda a las naciones católicas, como Francia, el Imperio Austro-Húngaro o España.

Napoleón III, que quería hacer valer el poderío militar de Francia, fue el único que le envió algunas tropas.

Sin embargo, en 1870, tuvo que reclamarlas para que se incorporasen a la guerra franco-prusiana. Su derrota en ese conflicto dio lugar a su abdicación y exilio.

Ese fue el momento elegido por el Ejército italiano para asediar la ciudad de Roma, que todavía estaba en manos papales.

Como, tanto en Italia como en el Vaticano siempre han sido unos maestros de la diplomacia, las tropas esperaron la decisión de sus gobernantes. Sin embargo, como Pío IX no se apeaba de su postura, decidieron conquistar Roma. Incluso, fue entonces cuando el a proclamó la infalibilidad papal. Aunque ahora nos parezca mentira, nunca había existido ese dogma.

No obstante, el Papa veía la situación tan desesperada que llegó a contactar con los gobiernos alemán y británico para ver si, llegado el caso, le podrían conceder asilo en sus respectivos países.

Dado que las murallas de Roma no estaban preparadas para un largo asedio, ni para los disparos de la Artillería, en sólo 3 horas, lograron abrir una brecha y penetrar en la ciudad. Tampoco se produjeron muchas bajas, 49 por parte italiana y 19 del lado vaticano.

Posteriormente, tras haber realizado un plebiscito, se decidió que la nueva capital de Italia estuviera en Roma.

Evidentemente, esto no gustó nada al Papa, el cual decretó el luto y se declaró prisionero en el Vaticano. Se colgaron banderas con crespones negros y ni siquiera se subieron las persianas de los edificios papales.

Por eso se llama la nobleza negra a los nobles vaticanos, pues, por orden del Papa, todos ellos estaban de luto.

A partir de entonces, todas las ceremonias se desarrollaron en el interior de los edificios vaticanos. Incluso, la proclamación de los Papas sucesores de Pío IX. Ni siquiera daban su tradicional bendición desde los balcones que dan a la Plaza de San Pedro.

Aparte de ello, el Papa excomulgó al rey Víctor Manuel II y el Gobierno italiano le respondió negándose a reconocer los matrimonios realizados por la Iglesia. Lo cual causó estupor en muchos pueblos de Italia. Incluso, desde el Vaticano, se opusieron a que los italianos participasen en cualquier tipo de elecciones en Italia.

Ciertamente, lo que proponía el Gobierno italiano era dar una especie de autonomía al Vaticano y no tratarlo como si fuera otro país. Como lo es en la actualidad.

Así que León XIII, sucesor de Pío IX, continuó con la misma política, aunque también se opuso al avance de ciertas ideologías, como el socialismo, el imperialismo, etc.

A éste le sucedió Pío X, el cual ya quiso recuperar algunas relaciones con el Gobierno italiano. De hecho, apoyó a los italianos que votaban a favor de partidos liberales, pero se opuso a los anticlericales, socialistas y demás, porque consideraba que así se defenderían mejor los intereses de la Iglesia Católica.

Pío X también fue el Pontífice al que el tocó la I Guerra Mundial, desarrollando una importante labor diplomática entre ambos bandos enfrentados.

En 1915, empezó a cambiar la política vaticana con la llegada de Benedicto XV. Animó a los italianos a participar en la política de su país y apoyó la creación del Partido Popular Italiano, de tendencia democristiana.  En 1919, participó en sus primeras elecciones y fue el segundo partido más votado, detrás del socialista.

El año 1922 fue crucial para la resolución de este conflicto. Ese año se produjo la muerte de Benedicto XV, siendo sucedido por Pío XI. Éste comenzó unas negociaciones diplomáticas con el nuevo Gobierno italiano, entonces presidido por Benito Mussolini.

Ciertamente, no había cambiado mucho la opinión del Gobierno italiano hacia el Papado, ya que los liberales eran laicos, mientras que los fascistas eran anticlericales. Sin embargo, se produjo un cambio muy importante: el Estado italiano reconocía al Vaticano como un Estado independiente, al mismo nivel que Italia.

También fue una forma de que la Iglesia Católica, aunque no lo apoyara, tampoco se opusiera al régimen fascista italiano.

Así llegamos, el 11/02/1929, a la firma de los famosos pactos de Letrán, suscritos por el cardenal Gasparri, en nombre del Vaticano, y el propio Mussolini, en nombre del Gobierno italiano. Fueron llamados así, porque se firmaron en el Palacio de Letrán, en Roma.

La importancia de esos pactos es que, con ellos, se creó el Estado del Vaticano, y también se firmó el primer concordato, para definir con exactitud las relaciones entre ambos.

Aparte de ello, el Estado italiano se comprometió a indemnizar al Vaticano por los territorios invadidos durante la unificación de Italia y el reconocimiento internacional de ciertos edificios y palacios propiedad del Vaticano.

Por lo demás, también se acordó que los obispos jurasen lealtad a Italia y que todos los clérigos estuvieran exentos de realizar el servicio militar, aunque volvería a haber capellanes castrenses.

También se puede mencionar que esto dio lugar al reconocimiento del

catolicismo como religión oficial de Italia y a su enseñanza obligatoria en las escuelas. Al mismo tiempo, hizo que los matrimonios eclesiásticos también tuvieran validez civil.

Esto estuvo vigente hasta 1984, cuando el Parlamento italiano decidió que el catolicismo ya no fuera la religión oficial de Italia.

Incluso, el Estado italiano, reflotó el Banco de Roma, propiedad del Vaticano, que, en aquel momento, se hallaba muy endeudado.

El cambio fue tan profundo que un convencido anticlerical, como era Mussolini, se decidió por casarse por la Iglesia con su esposa, bautizar a sus hijos y hacer que estos hicieran la Primera Comunión.

Igual es que habría leído aquella famosa frase del rey Enrique IV de Francia: “París bien vale una misa”.

A partir de entonces, ambas partes se fueron ayudando 

mutuamente.
Incluso, cuando, tras el escándalo del asesinato de Matteotti, al que dediqué otro de mis artículos, el sacerdote Luigi Sturzo, fundador del Partido Popular, quiso aliarse con el Partido Socialista para expulsar del Gobierno a los fascistas, le llegó una orden del Vaticano para que dimitiera de su cargo.

No obstante, el Vaticano fundó otro partido denominado Acción Católica e invitó a todos los feligreses a afiliarse a él. Por otro lado, Mussolini ilegalizó el Partido Popular.

Aun así, siguió habiendo ciertas tiranteces, como cuando, en 1938, el Papa Pío XII publicó su famosa encíclica “Con ardiente preocupación” para criticar lo que estaba ocurriendo en la Alemania gobernada por Hitler.

No obstante, también el Gobierno alemán, presidido por Hitler, firmó, en 1933, otro Concordato con el Vaticano.

Se ve que esta gente conocía muy bien la influencia que tenía y aún tiene la Iglesia católica en el mundo.

Por el contrario, se cuenta que, en cierta ocasión, en medio de la invasión de la URSS, le aconsejaron a Stalin que hiciera una política de acercamiento al Vaticano. Él sólo respondió: “¿cuántas divisiones tiene el Papa?”.

Es curioso que desconociera la influencia de la Iglesia alguien que, en su infancia, había pertenecido a un coro eclesiástico. Incluso, como tenía muy buena voz, le quisieron pagar sus estudios, pero él no lo aceptó.

 

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domingo, 25 de junio de 2023

EL MISTERIO DE JOACHIM PEIPER

 

Hoy voy a narrar la historia de un oficial nazi, que tuvo un final muy extraño. Observaréis que no he puesto un oficial alemán, sino, directamente, nazi, porque es lo que fue.

Joachim Peiper, que era cómo se llamaba, nació en Berlín en 1915. Su familia era acomodada, ya que su padre, Waldemar, era un militar en activo y su madre, Charlotte, pertenecía a la baja nobleza alemana. A pesar de haber nacido en Berlín, sus padres procedían de Silesia, una región que, actualmente, pertenece a Polonia.

La familia tuvo 3 hijos, siendo Joachim el menor de los tres. El mayor de ellos, Hans-Hasso, sufría problemas mentales y murió en 1942. Bueno, no sé si moriría solo o los médicos nazis le llevaron a la muerte, que era lo que solían hacer con los enfermos mentales.

El segundo de ellos, Horst, inició su carrera como oficial del Ejército, pero murió en 1941, en el territorio invadido de Polonia.

En cuanto a Waldemar, luchó en la I Guerra Mundial en las colonias alemanas del África Oriental y fue herido en varias ocasiones. Posteriormente, padeció la malaria y fue evacuado a Alemania. Casi al final de ese conflicto, fue destinado a Turquía, pero la malaria le produjo
daños en el corazón y tuvo que ser dado de baja en el Ejército.

No obstante, durante el período de entreguerras, se le vio luchando en los temidos freikorps. Unos cuerpos paramilitares, formados por veteranos de guerra, que se enfrentaron a los comunistas y a los anarquistas en las calles de Alemania.

Volviendo a nuestro personaje de hoy, en 1933, se afilió a las SS, empezando su carrera como simple soldado. Parece ser que pronto llamó la atención del propio Himmler y lo tomó bajo su protección.

En 1935, fue enviado a la academia de oficiales de las SS. Saliendo un año después con el despacho de teniente.

A partir de 1938, se convirtió en un oficial de Estado Mayor del cuartel general de Himmler. De hecho, solía acompañarle en todos sus viajes.

Ese mismo año, conoció a una secretaria de esa misma oficina, llamada Sigurd Hinrichsen, que, además, era muy amiga de la esposa del malvado Heydrich y de Hedwig Potthast, secretaria y amante de Himmler.

Joachim y Sigurd se casaron en junio de 1939 y residieron en Berlín hasta que, una vez iniciada la II GM, la capital sufrió frecuentes bombardeos. Así que tomaron la decisión de que Sigurd y los 3 hijos que tenían, se trasladaran a vivir a un pueblo de Baviera.

Al comienzo de la guerra, Joachim fue nombrado oficial de enlace entre Himmler y Hitler.

No obstante, no se puede decir que desconociera las crueldades de las SS, pues acompañó a Himmler a algunos lugares, donde le demostraron cómo asesinaban a los prisioneros. Incluso, cómo se deshacían de los pacientes con enfermedades mentales.

Es más, estuvo muy al tanto de los planes de las SS para despoblar, rápidamente, Polonia a fin de repoblarla con ciudadanos alemanes. Por sus manos pasaban todos los planes y estadísticas sobre los asesinatos de judíos y polacos en Polonia. Lo mismo ocurrió en el caso de la URSS.

Incluso, acompañó a Himmler en la visita que realizó, en 1940, a España. Se le puede ver en algunas fotos justo detrás de Himmler.

Ese mismo año, pidió ser destinado a una unidad de combate y destacó en la invasión de Francia. Fue ascendido a capitán y condecorado en varias ocasiones.

En octubre de 1941 fue destinado, nuevamente, a unidades de combate. Esta vez fue en la antigua URSS y empezó su progresión en dos ciudades que ahora nos suenan mucho: Mariupol y Rostov del Don.

Parece ser que siempre fue uno de esos oficiales que no gustan demasiado a sus soldados, ya que utilizaba unas tácticas muy agresivas, que daban lugar a una gran cantidad de bajas entre sus tropas.

También fue siempre un militar despiadado con los prisioneros de guerra y la población civil. Era muy dado a ejercer una cruel represión hacia ambos, quemando pueblos enteros, con sus habitantes encerrados en el interior de sus casas.

Esto hizo que lo condecorasen y que apareciera en varios periódicos nazis, los cuales le calificaron como un héroe de guerra.

En septiembre de 1943, Italia firmó la paz con los Aliados. Por ello, Hitler dio la orden de invadir ese país.

Peiper recibió la orden de marchar hacia allí con su unidad. Lucharon en una escaramuza con un grupo de partisanos italianos. Estos hicieron varios prisioneros alemanes.

En un principio, Peiper, se mostró partidario de realizar un intercambio. Sin embargo, tras entregarle los prisioneros, mataron a los partisanos y prendieron fuego al pueblo de Boves, en el Piamonte.

Parece ser que Peiper no sólo fue cruel con el enemigo, sino también con sus propios hombres. Cualquier indisciplina era castigada con el fusilamiento.

El famoso Desembarco de Normandía lo pilló con su unidad en Bélgica. No obstante, los enviaron al Paso de Calais, que es donde pensaban que iba a tener lugar

el desembarco principal, por ser el sitio más cercano a la costa británica.

Esta vez no le fue tan bien. La superioridad aérea de los Aliados hizo que perdiera muchos de sus carros de combate y esto le provocó una crisis nerviosa por la que tuvo que ser hospitalizado.

En 1944, el Alto Mando alemán puso en marcha la ofensiva de las Ardenas. Era su última oportunidad para intentar frenar el avance de los Aliados.

A Peiper le dieron la misión de tomar los puentes sobre el río Mosa, junto a la ciudad belga de Lieja. Dado que el talón de Aquiles del Ejército alemán siempre había sido la escasez de combustible, otra de las misiones que le encargaron fue tomar unos depósitos, que había cerca de esos puentes y que pertenecían al Ejército USA.

Parece ser que logró conquistar esos depósitos, pero no los puentes y tuvo que desviarse hacia Malmedy. Allí se enfrentó y venció a una unidad de Artillería.

Ordenaron a los prisioneros que permanecieran sentados en una pradera hasta que llegaron unos camiones y, sorprendentemente, los ametrallaron. De esa forma, asesinaron a 84 prisioneros, aunque hubo algunos que se salvaron huyendo hasta que llegaron a sus líneas y pudieron contarlo todo.

Posteriormente, continuaron asesinando militares y también a cientos de civiles belgas, que no habían participado en los combates.

Cuando mejoró el tiempo consiguieron despegar los aviones aliados y destrozaron su unidad. De los 3.000 hombres con los que empezó la ofensiva, sólo regresaron unos 700.

El final de la guerra le pilló en Hungría y, en lugar de entregarse a las tropas USA, optó por volver a su casa en Baviera, donde fue detenido en mayo de 1945.

Lógicamente, estaba en el punto de mira del Ejército USA, por el 

asesinato de los prisioneros de guerra en Malmedy.

Parece ser que, durante los interrogatorios, siguió defendiendo sus ideas antisemitas y anticomunistas.

En mayo de 1946 comenzó en el campo de Dachau el juicio contra el teniente coronel Peiper y varias decenas de miembros de las SS, acusados de crímenes de guerra.

Aunque el fiscal no pudo demostrar de manera fehaciente que Peiper había dado la orden de matar a los prisioneros de guerra el Malmedy, el tribunal lo condenó a muerte.

Ya se sabe que, cuando ocurren estas cosas, la gente se agarra a un clavo ardiendo. Parece ser que uno de los que le ayudó para que conmutaran su pena fue el famoso general Guderian, que, según parece, tenía muy buenas relaciones con los Aliados.

Lo cierto fue que, en 1951, le fue conmutada la pena de muerte por la cadena perpetua y, sólo 3 años después, por la de 35 años de prisión.

Increíblemente, en 1956, fue puesto en libertad condicional. Algo muy extraño para un tipo que era culpable de asesinar a cientos de personas.

Posteriormente, la red de antiguos miembros de la SS le consiguió un trabajo en la empresa de automóviles Porsche. No obstante, siguió manteniendo el contacto con sus antiguos camaradas de las SS.

Sin embargo, como esa compañía tenía muchos obreros italianos en sus fábricas, estos se quejaron a sus sindicatos por trabajar en esa empresa el asesino de los habitantes de Boves. Eso unido a que el rumor llegó a USA y bajaron sus ventas en ese país, dio lugar a su despido.

Posteriormente, fue contratado como jefe de vendedores de la empresa Volkswagen, pero también fue despedido por el mismo motivo.

En 1964, la Justicia de la República Federal Alemana le llevó a 

juicio por la matanza de Boves. Sin embargo, lo tuvieron que dejar en libertad, porque el fiscal no pudo probar su responsabilidad directa en dar las órdenes para esas matanzas.

En 1972, Peiper y su mujer se mudaron a un pequeño pueblo del este de Francia, que tenía unos 350 habitantes. Parece ser que le gustó ese país, desde que intervino en su invasión. Allí vivieron discretamente en una casa de campo de la que apenas salían y trabajó como traductor para una editorial alemana.

Sin embargo, sólo 2 años más tarde, fue reconocido por un 

antiguo miembro de la Resistencia, el cual lo denunció ante el PCF. Los comunistas investigaron el asunto y confirmaron que era él.

Precisamente, el Gobierno francés, sabía que residía allí y le había dado un permiso de residencia temporal por 5 años.

En 1976, el PCF, publicó y repartió miles de octavillas en ese pueblo para informar a sus conciudadanos que uno de sus vecinos era un criminal de guerra. Incluso, publicaron un artículo sobre ese tema en el diario comunista L’Humanité.

Curiosamente, concedió entrevistas a los cientos de periodistas que acudieron a verlo a su casa, en la localidad de Traves, y les dijo que él ya había pagado con sus años de cárcel.

No obstante, como las amenazas no cesaron, se cuenta que él le dijo a su mujer que regresara a Alemania y que él iría unos días después.

Sin embargo, el 14/07/1976, fiesta nacional de Francia, apareció su 

casa de Traves envuelta en llamas.

Cuando los bomberos consiguieron sofocar el incendio, sólo encontraron un cadáver irreconocible de alguien que tenía un arma en la mano.

Los investigadores afirmaron que aquella persona había muerto, no por el incendio, sino por la inhalación de humos, pero no pudieron confirmar que se tratara de Peiper.

Unos días más tarde, un grupo antinazi llamado Los Vengadores, se atribuyó este incendio.

Lo cierto es que, al año siguiente, la Policía cerró el caso, declarando que no habían podido saber si el cuerpo era de él o no. Lo cual dio lugar a muchos rumores, que insinuaban que pudo idear esa treta para escapar de sus perseguidores.

 

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viernes, 23 de junio de 2023

EL GRAN LEGADO DE JAMES SMITHSON

 

Hoy voy a narrar en este artículo la vida de un personaje muy poco conocido por el común de los mortales. Sin embargo, su legado aún perdura y seguro que le suena a casi todo el mundo.

James Smithson nació, posiblemente, en París (Francia) en 1765. Su madre, que era británica, había viajado hasta allí para dar a luz, ya que se trataba de una viuda, que había quedado embarazada de un hombre casado. Cosas de la moral tan estricta, que había en esa época.

Su madre fue Elizabeth Hungerford Keate, viuda del rico hacendado James Macie. Mientras que su padre fue el rico terrateniente Sir Hugh Smithson, que luego fue nombrado primer duque de Northumberland. Lo cierto es que nunca fue reconocido por éste.

Casualmente, para rematar el rizo, su madre era prima hermana de la esposa de Sir Hugh Smithson. Incluso, se trataba de una persona importante, ya que su familia descendía del rey Enrique VII. Conocido por la guerra de las dos rosas.

Tras su nacimiento, nuestro personaje fue bautizado como Jacques Louis Macie. Al cumplir los 10 años, regresaron a Gran Bretaña, donde lo inscribieron como británico y le cambiaron el nombre por el de James Louis Macie.

Como los británicos son unos tipos un poco raros, a cambio de

nacionalizarlo, le prohibieron que ingresara en el Ejército o que fuera funcionario. Tampoco podría aceptar ninguna propiedad donada por la Corona.

Así que le cerraron varias puertas, que tenían abiertas los jóvenes de su edad y de su posición social.

Posteriormente, su madre volvió a casarse. Esta vez, su marido fue Mark Dickinson, con el que tuvo otro hijo.

Curiosamente, aunque no quiso reconocerlo, el duque de Northumberland pagó los gastos de su educación en la Universidad de Oxford.

Parece ser que fue un buen estudiante y se especializó en mineralogía. En 1784, participó en una expedición geológica a Escocia y las remotas islas Hébridas.

Por fin, recibió su graduación en Química en 1786 y, un año más tarde, fue admitido en la Royal Society of London. Nominado nada menos que por el famoso Henry Cavendish.

Allí conoció a las primeras figuras de la Ciencia de su época, como Joseph Priestley, Sir Joseph Banks, Antoine Lavoisier, etc.

Por ello, dedicó su vida a la Ciencia y a estudiar todo lo que le pusieran por delante. Por ejemplo, los venenos de las serpientes, la composición química y geológica de las rocas lanzadas por los volcanes, la electricidad y hasta las sustancias que componían las lágrimas.

Estudió a fondo las propiedades del zinc y, por ello, uno de los minerales de los que se extrae el zinc, fue bautizado como Smithsonita. Por lo visto, fue el primero que utilizó el término silicatos.

También estudió los fósiles de animales prehistóricos, hallados en una cueva en el interior de Inglaterra.

Su padrastro murió en 1771. Su padre falleció en 1786 y fue sucedido por su hijo, que también se llamaba Hugh. Mientras que su madre murió en 1800.

Su medio hermano, Henry Louis Dickinson, y él fueron los únicos herederos. Henry se dedicó a la vida militar, llegando al grado de coronel, y estuvo destinado en 

varias colonias británicas.

En 1801, tras la muerte de su madre, nuestro personaje cambió su apellido por el de Smithson. No sé si obtuvo el permiso de su hermanastro para poder hacerlo, pero lo hizo.

Fue un consumado viajero, con todos los riesgos que eso significa. Estando en París, le pilló la Revolución Francesa.

En 1807, fue apresado, durante las guerras napoleónicas, en lo que hoy es el norte de Alemania. Una vez liberado, fue de nuevo apresado en Hamburgo por los franceses.

Por lo visto, tuvo que escribir al famoso naturalista Sir Joseph Banks, que era un personaje muy influyente, para que le soltaran y lo consiguió.

Parece ser que siempre invirtió en la industria del vidrio de la que obtuvo pingües beneficios.

James Smithson nunca se casó, ni tuvo hijos. Por ello, decidió legar toda su fortuna al hijo de su medio hermano, Henry James Dickinson, que tuvo que cambiar su apellido por el de Hungerford para poder cobrarla.

En el testamento se indicaba que, si su sobrino moría antes que él o no tenía descendencia, esa fortuna sería donada a USA para establecer una institución cultural en ese país.

Desgraciadamente, James Smithson murió en Génova en 1829 y fue enterrado en el cementerio protestante de esa localidad italiana. Su sobrino heredó su fortuna, pero también murió sólo 6 años después que él y también sin descendencia. En su testamento indicó que esa herencia debería servir para fundar la “Smithsonian Institution, con el fin de aumentar y difundir el conocimiento humano”.

Curiosamente, nuestro personaje, legó toda su fortuna para crear una fundación en un país donde nunca había estado, pero al que admiraba mucho. Me da la impresión de que no le tenía mucho cariño al Reino Unido, porque nunca le había tratado muy bien.

Como en USA siempre han tenido unos funcionarios muy eficientes, algo por lo que deberíamos envidiarles, pues actuaron de inmediato. El encargado de negocios de su Embajada en Londres le dio la noticia al Secretario de Estado, el cual informó al presidente, Andrew Jackson, y éste le dio la noticia al Congreso.

En 1836, como los ciudadanos USA son gente muy práctica, mientras estaban discutiendo qué hacer con ese legado, el presidente envió a un delegado suyo para que se hiciera con esos fondos.

Curiosamente, algunos políticos USA, vieron como una afrenta que su país aceptase un legado procedente del Reino Unido, pero, al final, lo aceptaron.

Evidentemente, como los británicos también son muy amantes del dinero y, además, en aquella época no tenían muy buenas relaciones con USA, le pusieron todo tipo de obstáculos.

No obstante, al final, tuvieron que dar su brazo a torcer y dejar que

se llevaran ese dinero a América. Algo más de 508.000 dólares de la época, más otros 50.000 de otros fondos. Aparte del archivo y las colecciones de Smithson, que también formaban parte de esa herencia.

En 1847 se creó la fundación Smithsonian y se construyó el edificio neogótico, donde sigue estando su sede principal.

Curiosamente, su escudo fue diseñado por el político reformador, Robert Dale Owen, hijo del famoso Robert Owen, creador del llamado socialismo utópico.

A pesar de que parte de la colección de minerales y algunos archivos resultaron destruidos en un incendio ocurrido en 1865, se sigue conservando su biblioteca.

En 1903, las tumbas del cementerio, donde estaba enterrado Smithson, iban a ser trasladadas, porque su terreno iba a ser ocupado por una cantera muy cercana.

Por ello, el propio Alexander Graham Bell, que era uno de los regentes

de esa institución, pidió ayuda al Gobierno USA y decidieron trasladar la tumba a su país.

Sus restos mortales fueron enviados en un barco de la Armada USA y, una vez desembarcados en un puerto de Nueva Jersey, fueron escoltados por una unidad de la Caballería USA hasta la sede de la propia Fundación, situada en Washington DC. Desde entonces, sus restos se hallan en la cripta de ese edificio.

El comité directivo de esa Fundación está compuesto por un presidente, que es el mismo presidente de la Suprema Corte de Justicia, un vicepresidente, 3 diputados congresistas, 3 senadores y 6 ciudadanos.

Desde el principio, se decidió que la labor de esta Fundación sería la investigación científica. Empezaron por la Meteorología, que era una ciencia que estaba empezando a dar sus primeros pasos, y aquello fue el germen de la Oficina Meteorológica de USA.

En la actualidad, también se dedican a investigar en otros campos de la Ciencia, como la Astronomía, la Climatología, la Ecología, la Zoología, etc.

No sólo eso, sino que fundaron varios museos, cuya entrada es libre, en los que se pueden encontrar millones de piezas en exposición de todo tipo. Como el de Historia Natural, el del Aire y del Espacio, el de Historia Americana, el de Historia y Cultura Afroamericana, el de Arte Asiático, etc.


Se calcula que reciben unos 30.000.000 de visitantes cada año, mientras que la cifra de visitantes del Museo del Prado no llega a los 2.500.000.

Sus científicos también participan en proyectos con otros países a fin de poder ampliar los conocimientos de estos.

 

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