ESCRIBANO MONACAL

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UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

martes, 22 de mayo de 2018

ALEXANDER ORLOV, UN FAMOSO DESERTOR DEL KGB


Como lo prometido es deuda, voy a intentar definir una de los personajes que figuraban en mi anterior artículo y que me habían parecido interesantes. Como ya expliqué anteriormente, hice esto para no alargarlo demasiado.

Como la mayoría de los espías, nuestro personaje de hoy solía utilizar varios nombres, pero se cree que el verdadero fue Lev Lazarevich Feldbin y nació en 1895 en una ciudad cercana a Minsk. La capital de la actual Bielorrusia.

Parece ser que, en principio, su familia, que era del rito judío ortodoxo, lo había encaminado a la carrera eclesiástica. Sin embargo, él abandonó esos estudios para matricularse en Derecho en la Universidad de Moscú, adonde se trasladó en 1913.

Tampoco pudo seguir esta carrera. Al estallar la I Guerra Mundial, fue obligado a alistarse dentro del Ejército Imperial de Rusia. Sólo pudo ser soldado raso, porque en aquella época no permitían que un judío pudiera tener el rango de oficial.

En cambio, en 1918, cuando comenzó la guerra civil en Rusia, se pasó al Ejército Rojo, donde ya consiguió el rango de oficial. Siendo destinado a labores de contraespionaje dentro del GPU o Inteligencia militar, en la zona de Ucrania. También participó en la organización de algunos sabotajes en la zona controlada por el Ejército Blanco o zarista.

Posteriormente, terminó sus estudios de Derecho y trabajó en el Tribunal Supremo de la antigua URSS, en calidad de ayudante de uno de sus fiscales.

En 1924, fue invitado por su primo, alto cargo del espionaje soviético, a trabajar para el germen de la futura NKVD. Parece ser que se le dio bastante bien. Obtuvo varios éxitos importantes, como la detención del agente zarista Boris Savinkov y colaboró en la de Sidney Reilly, el famoso as de los espías.

Para ello, llegaron a crear una asociación de tipo zarista, llamada Unión Monárquica de Rusia Central, con la que atrajeron a todos estos personajes. Esto hizo que Félix Dzerzhinsky, jefe máximo de la NKVD se fijara mucho en él.

Después estuvo destinado en Georgia, adonde se trasladó con su mujer, María, y su hija, Vera. Esta última, contrajo una grave enfermedad y, por ello, nuestro personaje pidió ser destinado a un país europeo, donde su hija pudiera recibir un tratamiento médico más adecuado. Precisamente, en Georgia, tuvo como jefe al infame Lavrenti Beria, que llegó a ser el jefe del KGB.

De esa manera, consiguió ser trasladado a la embajada de la URSS en París, en concepto de miembro de la delegación comercial de la misma. Concretamente, a un organismo llamado INO, del cual se decía que era una de las instituciones mejor informadas del mundo.

Poco después, fue enviado a Berlín para ejercer un puesto similar dentro de la embajada soviética en ese país. Allí trabajó con un hermano de la segunda esposa de Stalin.

En 1932, fue enviado a USA con la excusa de visitar a unos familiares que vivían en ese país. El verdadero motivo era conseguir un pasaporte USA, que le permitiera viajar por toda Europa sin levantar sospechas. No obstante, a finales de ese mismo año, volvió a Europa, porque se dio cuenta de que los servicios de contraespionaje USA le estaba vigilando muy de cerca.
Como su hija seguía enferma, pidió ser trasladado a Austria, cosa que consiguió. Allí estuvo residiendo, aunque también realizó algunas misiones en la antigua Checoslovaquia y en Suiza.

Más tarde, se le ordenó desplazarse hasta Dinamarca, para servir como ayudante de Ignace Reiss, al que también he dedicado, recientemente, otro de mis artículos.

A principios de 1935, fue destinado en Londres, bajo la cobertura de ser un representante de una empresa USA, dedicada a la fabricación de frigoríficos. No obstante, a finales de ese año, se le ordenó volver a Moscú, donde fue destinado a un puesto poco importante. Supongo que sería porque, en sus últimas misiones, no había obtenido unos resultados muy satisfactorios.

A principios de septiembre, fue destinado a España, adonde llegó a mediados del mismo mes. En plena Guerra Civil. Aquí fue donde adoptó el apodo de Alexander Orlov. El nombre de un escritor ruso del siglo XVIII.

Parece ser que Stalin envió a muchos de estos agentes más para eliminar a los principales líderes trotskistas, que para ayudar a la II República Española. Por eso, eligió muy cuidadosamente a los agentes que destinó a nuestro país y luego fue eliminando a los que consideraba que se habían “contagiado” de la mentalidad occidental.

Parece ser que la URSS mandó dos equipos de agentes a España. Uno de ellos lo formaban Orlov, Belkin, Syroyezhkin (también conocido como Pancho), Eitingon y Vasilevsky. Estos se quedaron permanentemente y figuraron como personal de su embajada.

Luego, existía otro grupo formado por tres agentes, que iban y venían: María Fortus, Grigulevich y Erich Tacke al que se unieron unos cuantos comunistas españoles. Este grupo era utilizado para operaciones  especiales, como el secuestro de Nin y el de otros muchos.

No se sabe si Orlov estaría implicado en la llamada que recibieron desde Moscú el general Berzin y Arthur Stashevsky, tras haber criticado públicamente al NKVD, el antecesor del KGB, y haber pedido el inmediato regreso de Orlov a la URSS.  Lógicamente, ambos fueron eliminados nada más regresar a la URSS.

En un principio, la misión de Orlov, consistió en organizar guerrillas para efectuar sabotajes tras las líneas del bando nacional. Algo que ya había realizado, en los años 20, durante la guerra polaco-soviética. Lo cierto es que parece que nunca realizó esa labor y la dejó en manos de su colega Grigori Syroyezhkin (Pancho).

Más tarde, concretamente, en octubre de 1936, se le puso al mando de la operación diseñada para el traslado de las reservas del Banco de España hasta el territorio de la URSS. Este cargamento fue llevado al puerto militar de Cartagena, rodeado de fuertes medidas de seguridad y embalado en cajas de munición de guerra, para que nadie sospechara sobre su contenido.

Parece ser que este tesoro estaba almacenado en unas cuevas, donde se encontraba el arsenal de la base naval de Cartagena. El traslado se realizó durante tres noches, desde estos almacenes hasta los barcos soviéticos atracados en ese puerto.

Allí fue embarcado en cuatro buques hasta el puerto de Odessa, en la península de Crimea, el cual fue temporalmente cerrado con el único propósito de recibir ese cargamento. Es preciso recordar que, en ese momento, España era el cuarto del país del mundo, en lo referente a reservas de oro.

Ya en territorio soviético, el valioso cargamento, compuesto por 510 Tm de oro y otros metales preciosos, fue enviado a Moscú dentro de un tren blindado y rodeado del máximo secreto.

Parece ser que cuando Stalin presenció la descarga de este tesoro, llegó a afirmar que: “Los españoles nunca volverán a ver su oro. Igual que nadie puede verse sus orejas”. Esta vez, todo salió a pedir de boca y Orlov fue condecorado por el propio Stalin con la Orden de Lenin.

Regresó a España, para seguir realizando su labor de represión contra el trotskismo y los presuntos enemigos de la II República Española.

Curiosamente, según algunos autores, fue el propio Negrín, por entonces, ministro de Hacienda del Gobierno republicano, el que se presentó en la sede de la embajada de la URSS en Madrid para hablar con el embajador, Marcel Rosenberg.

Hay que decir que Negrín estaba casado con una rusa y hablaba ese idioma. Aparte de que fue uno de los miembros fundadores de la Asociación de amigos de la Unión Soviética.

Allí, delante de Orlov, le dijo que convendría que esas reservas fueran trasladadas a la URSS, sin contrapartida alguna, porque sospechaba que, si se las entregaban a los países de Europa Occidental, estos se las podrían transferir al bando franquista.

Parece ser que el propio Negrín fue el que le dio un salvoconducto a Orlov para que las autoridades militares españolas colaboraran con él en el traslado de esta preciada carga.

Por esa razón, fue ascendido a jefe del KGB, que operaba en España. Ahora su trabajo se había ampliado a la detención y repatriación de todos los agentes soviéticos, que fueran reclamados por Moscú a causa de las infames Purgas de Stalin.

El tema del oro enviado a Moscú fue una ilegalidad desde todos los puntos de vista . Se hizo mediante un decreto secreto. No se dio cuenta de ello ni al Parlamento, ni siquiera al Presidente de la República.
 
El director general de Tesoro fue engañado, el cajero general del Banco de España se suicidó y varios consejeros de esa Entidad denunciaron el hecho y dimitieron.

También es preciso decir que el Banco de España no fue hecho público hasta 1962. En aquel entonces, tenían en sus cámaras fondos de clientes privados, como el resto de la Banca, y también se los llevaron a la URSS. Parece ser que este tesoro fue depositado en las cámaras subterráneas del Kremlin.

Tras la desclasificación de algunos archivos del KGB, se vio su implicación en la detención de los dirigentes del POUM y, especialmente, de Andreu Nin.

Parece ser que Stalin, que ya conocía a Nin, de cuando estuvo residiendo en la URSS, puso el ojo sobre él, tras haber leído un editorial en “La Batalla”, un periódico del POUM. En el mismo, se relataba la represión y los asesinatos de los trotskistas en el territorio de la URSS, por orden de Stalin.

Además, Nin había propuesto que se invitara a Trotsky a residir en Cataluña. Lo que provocó las protestas enérgicas tanto del PSUC como del cónsul soviético en Barcelona.

Por lo visto, el NKVD, infiltró a uno de sus agentes en el POUM, el cual decía ser
comisario en las Brigadas Internacionales. Más tarde, fue invitado a un congreso de ese partido en Barcelona. Allí hizo muchas fotos a los dirigentes del mismo. Estas fueron muy útiles para que los agentes del NKVD pudieran, más tarde, identificar y detenerlos a todos.

Como ya dije en mi anterior artículo, el principio del fin del POUM fueron los sucesos de mayo de 1937 en Barcelona.

El consejero de Seguridad de la Generalitat de Cataluña, que pertenecía a ERC, ordenó al comisario general, que era del PSUC, que expulsara a los miembros de la CNT del edificio de la Telefónica. Situado en plena Plaza de Cataluña, en Barcelona.

El POUM apoyó a la CNT y se organizó un inmenso tiroteo por todo el centro de Barcelona, que provocó muchas víctimas.

Parece ser que también hubo muchos detenidos. Algunos de ellos fueron encerrados en las cárceles secretas del PSUC. Sus cadáveres aparecieron unos días después con claros signos de tortura.

Tras estos incidentes, comenzó una campaña auspiciada por el PCE, para ilegalizar y disolver al POUM. Parece ser que el presidente del Gobierno, Largo Caballero, se negó a ello y tuvo que dimitir, porque buena parte de sus ministros eran contrarios al POUM. De esa forma, llegó Negrín al poder.

Posteriormente, parece ser que el NKVD fabricó una serie de documentos falsos, que implicaban al POUM en una conjura contra el Gobierno republicano.

Uno de sus agentes, que se había infiltrado en una red falangista, le dio una maleta a un librero de Gerona, que pertenecía a la misma,  a fin de que se la guardara en su establecimiento. Pocos días después, la Policía efectuó un registro en esa tienda y allí encontró la maleta llena de documentos que comprometían a varios líderes del POUM.

Incluso, en el más puro estilo de la Mafia, robaron la documentación del caso Andreu Nin del propio despacho del comisario de Orden Público de Madrid y hasta pretendieron secuestrar al juez encargado de la instrucción de este caso.

Analizando lo que estaba ocurriendo a los demás y como no era tonto, en 1938, Orlov, se dio cuenta de que podría ser el siguiente. De hecho, todos los agentes y diplomáticos enviados a España, fueron obligados a regresar a la URSS y eliminados. Incluso, su primo, el que le metió en esa organización, también había sido asesinado.

Poco después, también fue llamado para embarcar en un barco soviético, atracado en el puerto de Amberes.

Concretamente, recibió una orden de Yagoda, el nuevo jefe del KGB. El cual le ordenaba que fuera a la embajada soviética en París. Desde allí, partiría en un coche oficial hasta el puerto de Amberes, donde se encontraría con un dirigente de la KGB dentro de un barco soviético llamado Svir.

Seguramente, como lo vieron indeciso, le quisieron engañar diciéndole que la Inteligencia alemana le buscaba para matarle. Así que le habían asignado una escolta de 12 agentes para su protección.

Visto eso, no se lo pensó más y en julio de 1938, embarcó en un puerto francés con destino a Canadá. Donde desembarcó sin ningún problema, junto a su familia.

Precisamente, fueron por una curiosa razón a Canadá. Parece ser que, unos días antes, Orlov, se presentó en la embajada USA en París, para ver al embajador con objeto de explicarle su situación y pedirle un visado de entrada. No pudo ser, porque era fiesta y este diplomático se hallaba de vacaciones. Así que se decidió por ir a la embajada canadiense, donde le dieron un visado de entrada.

Sin embargo, el largo brazo de Lenin nunca le abandonó. Hasta allí llegaron las denuncias, donde era acusado de haber robado fondos de la embajada soviética, antes de haber desertado. También de haber asesinado a un antiguo secretario de Trotsky. Supongo que lo harían para intentar que algún Gobierno lo extraditara a la antigua URSS.

No obstante, tras su llegada a Canadá, para rebajar la persecución soviética, remitió varias cartas a Lenin y al jefe de la KGB, donde, a lo largo de 37 páginas, decía que había escrito un documento, que se publicaría en el caso de que le ocurriese algo a él o a su familia. Incluidas, su madre y su suegra, que continuaban residiendo en la URSS. Por lo visto, en ese documento se explicarían minuciosamente las operaciones de la KGB en el extranjero y las identidades de los agentes implicados en las mismas.

Incluso, remitió otra carta a Trotsky, donde se le prevenía acerca de un miembro de su círculo, que era un agente infiltrado del KGB y, según parece, estuvo implicado en la muerte del hijo de ese famoso dirigente soviético. No obstante, parece ser que Trotsky no hizo caso de esa advertencia. Tampoco hay que culparlo, pues en ese momento se practicaba mucho la desinformación y era muy difícil distinguir las noticias auténticas de las falsas.

Parece ser que Orlov cumplió su palabra y no publicó su libro “La historia secreta de los crímenes de Stalin”, hasta 1953. Año del fallecimiento de este dirigente soviético y también de su madre y su suegra. Evidentemente, Orlov, no se autoinculpó de ninguna de las actividades realizadas por orden de Stalin.

Aunque parezca increíble, hasta la publicación de ese libro, los famosos servicios de Inteligencia USA, no se habían enterado de que
tenían a un antiguo alto cargo de la KGB viviendo en su territorio. Así que, a partir de entonces, lo sometieron a varios interrogatorios. Parece ser que, posteriormente, se demostró que muchos de los datos que aportó a esos investigadores eran completamente falsos.

Por ejemplo, cuando se le preguntó si había tenido algo que ver en la desaparición de Andreu Nin, contestó que Stalin había dado la orden de matarle. Sin embargo, él dijo que no estuvo presente y que el asesinato lo llevó a cabo un agente llamado Bolodin, luego condecorado por Stalin. Curiosamente, no aparece ningún agente con ese nombre en los archivos del KGB.

Todavía eso es más curioso, porque se sabe que consiguió entrar en USA gracias a un visado diplomático otorgado por el cónsul de USA en Ottawa, al que le explicó por qué estaba huyendo de Stalin.

Incluso, en 1956, publicó otra obra, donde se afirmaba que, al revisar los antiguos archivos de la Ojrana, la antigua policía zarista, algunos miembros de la KGB, se encontraron con que el propio Stalin había sido uno de sus colaboradores.

Parece ser que esto llegó a oídos del propio Ejército Rojo, antes de la II Guerra Mundial, donde algunos miembros del Alto Mando organizaron un complot para derrocar a Stalin. Por lo visto, ese sería uno de los motivos por los que se inició la purga contra miles de mandos militares. No obstante, hay muchos autores que consideran que el tema del complot es poco creíble. Aunque sí se ha demostrado que Stalin trabajó en su juventud para la Ojrana.

Curiosamente, antes de la publicación de su primer libro, Orlov, residía en Cleveland (Ohio), donde estudió Administración de Empresas. Parece ser que su Facultad se hallaba en el mismo edificio que unas oficinas del FBI. Incluso, sus agentes lo conocían, porque, en muchas ocasiones, habían coincidido en los ascensores de ese edificio y habían charlado con él. Sin embargo, nunca sospecharon que tuvieran delante a un antiguo agente del KGB. Para más escarnio, todo ello ocurrió en plena Guerra Fría.

Como se suele decir que se pilla antes a un mentiroso que a un cojo, ocurrió una cosa inesperada. Vasili Mitrokhin, que fue coronel del KGB y supervisor del Archivo Central de esta institución, parece ser que anotó algunos datos importantes que encontró entre sus estanterías.

Por lo que se refiere a nuestro personaje, parece ser que siempre fue tan minucioso que, cuando estuvo en España, llegó a instalar un horno crematorio para deshacerse de los cadáveres de sus víctimas, al frente del cual puso a un colega suyo apellidado Vaupshasov y que era operado por un español militante del PCE.

De ese modo, no sería de extrañar que nunca se encontrara el cadáver de Andreu Nin, pues nunca se han encontrado los cadáveres de otros muchos, que también fueron represaliados por los agentes del KGB, durante la Guerra Civil española.

Así que esto se supo cuando en 1998, Mitrokhin, publicó un libro donde se contaban estas cosas y otras muchas sobre el KGB.

Desde la llegada de Alexander Orlov y su familia a USA, primero vivieron en Filadelfia, pero no les pareció un clima muy adecuado para la mala salud de su hija, aunque, como medida de seguridad, ni siquiera asistía a la escuela. Así que sus padres le daban clases en su propia casa. Posteriormente, se mudaron a Los Ángeles, donde unos meses después falleció su única hija, con sólo 16 años y a consecuencia de sus fiebres reumáticas, que le dañaron el corazón.

Más adelante, se fueron a Boston, huyendo de la posible persecución de los agentes soviéticos. De hecho, los agentes soviéticos, consiguieron eliminar a algunos desertores, como él, que vivían dentro del territorio USA. Por último, residieron, con una identidad falsa, en Cleveland (Ohio)

Parece ser que su mujer, María, murió en 1971 a causa de un infarto. Nuestro personaje la siguió a la tumba en 1973.


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