Seguramente, a todos nos han
enseñado que la
Revolución Francesa fue uno de los hitos más importantes de la
Historia de la Humanidad.
También, que a partir de ahí, se
empezaron a respetar los Derechos Humanos y cosas por el estilo.
Precisamente, en España,
conocemos de sobra lo bien que respetaban esos derechos los soldados franceses.
Si pudieran hablar los asesinados en Madrid, aquel famoso 2 de mayo de 1808,
posiblemente, cambiarían muchos libros de texto.

Lo que no se suele decir es que,
tras la famosa Revolución, Francia, quedó dividida en dos bandos. Uno
republicano y otro monárquico.

Desde luego, los monárquicos, no
se quedaron de brazos cruzados. Muchos de ellos residieron en el Reino Unido y
desde allí intentaron en varias ocasiones recuperar lo perdido.
Ya comenté, hace tiempo, en otro
de mis artículos, lo que ocurrió en una región, llamada la Vendée, situada al
oeste de Francia, que tomó partido por la monarquía.

De hecho, un historiador
contemporáneo francés, pretendió realizar su tesis doctoral sobre ese tema y
fue amenazado por ello.
En 1795, se puede decir que la
República Francesa, a duras penas, había conseguido detener la ofensiva de las
tropas aliadas contra su territorio. Incluso, logró resonantes victorias, como
las de Valmy y Fleurus.

Evidentemente, los jefes del
bando monárquico eran Luis, futuro Luis XVIII, y su hermano, el conde de
Artois, futuro Carlos X.
Este último, tras recibir la
visita del conde Joseph de la Puisaye, que luchaba en la Vendée, a pesar de que,
en principio, fue tratado con cierta desconfianza, al pensar que pudiera ser un
agente de los republicanos, le otorgó el
mando supremo de las tropas en Bretaña.
El mismo conde trabó amistad con
varios ministros británicos, los cuales le dotaron de medios materiales para
realizar el desembarco previsto.

Como los británicos tendrían
mucho interés en complicarle la vida a los revolucionarios franceses, esta vez
les cedieron una gran cantidad de medios a los monárquico
s. Supongo que,
también, así aprovecharían para quitarse del medio a estos incómodos exiliados,
que les estorbarían si un día quisieran firmar la paz con Francia.
Parce ser que llevaban unos 3.500
combatientes, aparte de sus familias. Además, también transportaban armas,
uniformes, alimentos y otros suministros para los rebeldes de la Vendée.
Incluso, es preciso decir, que
una de las mercancías que más abultaba era un enorme cargamento de moneda falsa
francesa. Al objeto de arruinar al país y provocar la caída de el República.

No tuvieron ningún problema,
porque, los rebeldes de la Vendée y los chuanes se habían pasado por esa zona y
habían eliminado a los republicanos que estaban de guarnición en la costa.

Sin embargo, d’Hervilly, que no
se fiaba de la situación, propuso atrincherarse en esa zona a la espera de
nuevos refuerzos, procedentes del Reino Unido.
Parece ser que el mismo día del
desembarco, d’Hervilly, recibió una carta de un amigo, en la que se acusaba a
Puisaye de ser un agente al servicio del Reino Unido.

Por otra parte, no sé si los
republicanos tendrían alguna información sobre este desembarco, porque los
localizaron enseguida.
Durante la travesía, se
encontraron con algunas naves de la flota francesa, que les intentaron cortar
el paso, pero tuvieron que huir ante el poderío naval británico.
Lo cierto es que el general
Lazare Hoche, jefe de las tropas republicanas en esa zona, se dirigió
inmediatamente hacia ese lugar.
Inmediatamente, tomó la iniciativa
y ocupó el castillo de Penthievre, desde donde podían vigilar a los
desembarcados y bombardearles.
Tras la ocupación del castillo,
los británicos, quisieron hostigar a los republicanos, sin embargo, dispararon,
con su artillería naval, tanto a las filas republicanas como a las monárquicas.
Los monárquicos intentaron varias
veces romper el cerco republicano. Incluso, embarcando en la naves británicas, para desembarcar en otro lugar, pero no fue
posible.
El líder de los rebeldes chuanes
se indignó cuando se enteró de que los refuerzos prometidos habían recibido en
Londres la orden de desembarcar en otra zona, alejada de la suya. Así que la
mayoría de sus hombres desertaron y se volvieron a sus tierras.

Tras el ataque, se contabilizaron,
entre las filas de los monárquicos, 1.200 muertos y unos 10.000 prisioneros.
Ente los primeros, estaba d’Hervilly, aunque no murió allí mismo, sino en el
viaje de vuelta a Londres. No se conocen las bajas por parte de los
republicanos.
Parece ser que aquella estrecha
península se llenó, enseguida de gente llena de lodo y de sangre, que les
rogaba a los británicos que vinieran a rescatarles, pero no consiguieron nada.

A pesar de que Hoche les había prometido
respetar sus vidas, siguiendo las instrucciones recibidas desde París, les
hicieron un simulacro de consejo de guerra y condenaron
a muerte a unos 757
hombres, dejando libres a las mujeres y a los niños. Se dice que, de todos los
condenados, sólo pudieron escapar una media docena. No olvidemos que, en
Francia, se hallaban en la época del Terror. Uno de esos muertos fue un abuelo del famoso poeta Baudelaire.

Parece ser que entre los fusilados
se hallaban unos 430 nobles. Muchos de ellos habían sido marinos militares a
las órdenes del guillotinado Luis XVI.
Algunos afirman que los
británicos dispararon sus cañones sobre ellos para así terminar con los mandos
supervivientes de la antigua Armada francesa.
También fusilaron a varios
miembros del clero. Incluidos un obispo y su hermano, que era abad.

Parece ser que esa cifra aumentó,
en meses posteriores, hasta 952 prisioneros muertos. Supongo que sería a causa
de las heridas y el maltrato recibido. Todos ellos fueron enterrados en una
capilla que se construyó en ese lugar.
Esta masacre también dio lugar a
que el responsable de la misma, Tallien, perdiera todos sus apoyos y cayera en
desgracia.
Puisaye consiguió huir. Sin embargo,
tras su regreso a Inglaterra, los monárquicos exiliados le culparon del fracaso
de la expedición.
Incluso, decían que pudiera ser
un agente de los republicanos o del gobierno británico. Esto último podría ser
cierto, pues, un poco más tarde, el citado gobierno, le regaló un título
nobiliario y unos terrenos en Canadá, aparte de una pensión vitalicia. Así que ya
no quiso volver con sus antiguos compañeros y se nacionalizó británico.
También llovieron las críticas
contra el primer ministro británico, Pitt. Él se limitó a responder: “Por lo
menos, no ha corrido sangre inglesa”.
Sheridan, el jefe de la Oposición
le contestó: “No, sin duda, no ha corrido la sangre inglesa; pero el honor
inglés ha corrido por todos los poros”.
me parece espectacular!!!
ResponderEliminarMe alegro que te haya gustado este artículo. Espero que también te gusten los más de 300 que ya he publicado en este mismo blog.
EliminarMuchas gracias por tu comentario y saludos.