Esta vez voy a referirme a un
personaje que, seguramente, no se dio cuenta de que había cambiado el mundo y
que había pasado por un punto de no retorno, para no regresar nunca más a los
ideales de la Edad Media.
Como habréis adivinado ya, en
este artículo voy a escribir sobre Girolamo Savonarola. Un personaje que sigue
siendo muy discutido, todavía hoy en día.
Nació en 1452, en Ferrara. A pesar
de lo que se podría pensar a primera vista, no nació en una familia modesta,
sino que era uno de los siete hijos de un noble, cuya familia gobernó
en Mantua.
Por lo visto, en aquella época,
era costumbre, entre algunas familias nobles, dedicar a algunos de sus hijos a
la Iglesia.
Girolamo, se educó con su abuelo,
que fue un médico importante en la corte de la familia Este y un hombre de gran
cultura y religiosidad. Otro de sus hermanos fue fraile, como él y el más joven
optó por la Medicina.
Su padre también quería que
Girolamo estudiara Medicina, sin embargo, él optó por estudiar a los autores clásicos
y la Teología.
En 1472, publicó su obra “De
ruina mundi” y tres años después, “De ruina Ecclesiae”, donde compara a la Roma
del Papa con la antigua Babilonia.
A los 22 años, en Faenza, tras
escuchar el sermón de un predicador, decidió dedicar su vida a la Iglesia.
Ingresó en un convento de la
Orden de los Dominicos, en Bolonia. Allí se formó en Teología y destacó por
observar la regla de su Orden al pie de la letra. Fue ordenado sacerdote en
1477.
Posteriormente, se dedicó a la
predicación. Al principio, no tuvo mucho éxito, pero, poco a poco, fue perfeccionando
su estilo y lo puso en práctica en Bolonia, Ferrara, Brescia y Génova.
Lo curioso es que, durante sus
sermones, solía meterse con su jefe, el Papa, acusándolo de falta de fe y de olvidar
la vida sencilla, propia de los clérigos.
También, dedicaba sus invectivas
contra los sacerdotes, diciendo que se habían olvidado de sus fieles y sólo
buscaban el beneficio propio.
Lo que no entiendo es cómo, la
Iglesia, lo mandó destinado a Florencia, la cuna del Renacimiento. Desde luego,
parecía el sitio menos indicado para este predicador. A lo mejor es que en Roma
se querían cargar el Renacimiento en Florencia, como ocurrió posteriormente.
Desde luego, fue un regalo envenenado.
Parece ser que Lorenzo de Médici
pidió que le enviaran un fraile dominico. La solicitud la efectuó su amigo,
Pico della Mirandola.
En 1482, cuando este fraile llegó
a Florencia, esta ciudad estaba sumida en una crisis económica. Varios Bancos
habían quebrado, muchas tiendas habían cerrado y había bastantes parados. Desde
luego, ese ambiente era propicio para los típicos milenaristas, que suelen amenazar
con el fin del mundo, si la gente no vuelve a la vida sencilla.
No hará falta decir que nuestro personaje
era un orador muy sobresaliente. Enseguida, desbancó a los demás por su manejo perfecto
de ese arte.
Habitualmente, congregaba a una
multitud que se quedaba embelesada oyéndole. Les hablaba de
sus visiones, del
lujo desmesurado, la corrupción de los políticos y de la plana mayor de la
Iglesia.
Exigía una renovación en el seno
de la Iglesia y pedía a sus fieles que llevaran una vida más modesta y practicaran
un Cristianismo parecido al de los primeros cristianos.
Increíblemente, la voz de este
hombre llegó más allá de lo que se podría pensar. Incluso, algunos personajes
famosos, como Pico della Mirandola, Botticelli o Miguel Ángel, se hicieron
fieles suyos.
En 1487, parece ser que se pasó
un poco de la raya y la gente se cansó de sus discursos apocalípticos. A pesar
de que había llegado a ser prior del convento de Florencia, tuvo que trasladarse a Ferrara.
En 1490, volvió a Florencia. Al
año siguiente, se le destinó como titular de la parroquia de San Marcos. Al
mismo tiempo, creó una congregación autónoma, autorizada por el Papa.
Desde el púlpito de ese templo
lanzó todo tipo de insultos contra el Papa, Inocencio VIII. Incluso, lo
comparaba con el mismísimo diablo. Desde luego, se dice que este Papa hizo lo
que le dio la gana, pero no creo que fuera para tanto. A lo mejor, es que los
Médicis le encargaban que se metiera con el Pontífice. Aunque luego
emparentaron con él.
Por lo que se ve, este hombre no
es que lanzara profecías, sino que las “clavaba”. Ejemplo de ellas fue la de
que los franceses invadirían esa península, la epidemia de sífilis, etc.
Parece ser que su prédica atraía,
sobre todo, a la gente modesta. Ya que muchos de ellos se hallaban en la pobreza,
mientras los ricos llenaban sus casas con obras de arte que costaban un dineral
y, seguramente, las pagarían a través de los impuestos que les sacaban a los pobres.
En 1492, Lorenzo, que era el
mecenas de muchos artistas, estaba a punto de morirse. Llamó a Savonarola a su
presencia y éste, en lugar de bendecirle, le maldijo. Desde entonces,
los
Médici, también fueron blancos en las prédicas de este fraile.
En 1494, Carlos VIII de Francia, invadió
la península y avanzó sobre el territorio de lo que hoy es Italia. Los pequeños
Estados del momento no pudieron hacer nada contra el Ejército francés.
Piero, el hijo y sucesor de Lorenzo,
fue a parlamentar con los franceses. Por su cuenta, firmó un pacto por el que
les dejaba pasar y ocupar un par de fortalezas.
Cuando regresó a la ciudad, fue
muy mal recibido por haber firmado un tratado sin consultar a nadie. Tanto las
clases altas como las bajas, que ya lo despreciaban, se unieron para echarle
del poder. Así que tuvo que exiliarse a toda prisa, junto con el resto de su
familia.
Así que en Florencia decidieron
que este fraile fuera a parlamentar con Carlos VIII. La verdad es que logró
unas condiciones parecidas, con la diferencia de que Florencia pasaría a ser
aliada de Francia.
De esa manera, cuando el Ejército
francés se fue de Florencia, camino de Nápoles, Savonarola, se quedó como líder
político de la ciudad.
Su objetivo principal fue
restaurar la moral y la religiosidad en Florencia. Aparte de ello, creó un Gran
Consejo, compuesto por unas 1.000 personas, para debatir los asuntos políticos.
Como siempre fue un religioso muy
radical, convirtió una ciudad próspera y feliz, donde siempre había todo tipo
de
diversiones, en un sitio donde sólo se veían desfilar procesiones y otros
actos religiosos.
Incluso, llevados por una radicalización
religiosa, el martes de Carnaval de 1497, hicieron una enorme hoguera en el
centro de Florencia. Los seguidores del monje fueron echando en ella todo tipo
de objetos, que ellos consideraban que fomentaban el pecado.
Miles de cosas como vestidos
lujosos, perfumes, espejos, instrumentos musicales. Hasta se dice que el mismo
Botticelli lanzó a la hoguera unas cuantas de sus obras. A esto se le llamó la
Hoguera de las Vanidades.
También dirigió su poder contra
los homosexuales, las bebidas alcohólicas, todo tipo de juegos, etc. Para ello,
organizó una Policía, que se ocupaba de incautar todo tipo de objetos y de meter a esta gente en la cárcel.
Evidentemente, ya se estaba pasando
bastante de rosca. Así que un grupo de agraviados por estas duras medidas se
unieron y se aliaron con los franciscanos, que habían visto perder a muchos de
sus feligreses, ahora atraídos por Savonarola.
Desgraciadamente para él, a la muerte
de Inocencio VIII, llegó Alejandro VI. Un Papa de origen español, amante del
lujo y con muy buenos aliados.
En Roma no podían hacer nada
contra él, mientras Florencia fuera aliada del rey de Francia, que se hallaba
muy cerca de la sede papal.
En 1495, la cosa cambió. Se formó
una amplia liga, donde estaban Venecia, Milán, el Papado y Nápoles. Todos ellos
contra Francia. Así que el rey francés se vio en inferioridad de condiciones y
se
retiró con sus tropas a su país.
Evidentemente, Alejandro VI, no
desaprovechó la ocasión para vengarse del fraile al que se la tenía jurada
desde hacía mucho tiempo, porque cada vez se metía más con él y con su familia.
En un principio, el Papa, invitó
al fraile a visitar Roma para aclararle de dónde sacaba sus famosas profecías.
Como el monje no era tonto, se negó a ir allí. Así que el Pontífice le prohibió
predicar, pero el otro no le hizo caso y siguió a lo suyo.
Como ese Papa era uno de los más
corruptos que ha habido, pues esta vez le quiso ganar para su causa
ofreciéndole el puesto de cardenal, pero el otro tampoco mordió el anzuelo.
Esta vez, al Papa, no le tembló
la mano y decidió su excomunión. Sin embargo, al iluso fraile no se le ocurrió
otra cosa que escribir a los principales monarcas de Europa, pidiendo que
organizaran un concilio para echar a ese Papa.
Como este Papa era muy sutil y
seguro que conocía muy bien a la gente, decretó la excomunión de Savonarola y
amenazó con un interdicto, por el cual, Florencia, se quedaría fuera de la
Iglesia, no podrían enterrar a sus muertos en el cementerio y, lo más
importante, se incautaría de los bienes que tuvieran los florentinos en Roma.
Savonarola no se dio cuenta de
que los florentinos estaban ya hartos de su puritanismo. De hecho, cada vez le
quedaban menos fieles y estos eran mucho más radicales.
También se opondrían a él tanto
los agraviados por sus normas, como los partidarios de las grandes familias y
hasta los que propugnaban el regreso de los Médicis.
Incluso, el Papa, le atacó en uno
de sus puntos vulnerables, suprimiendo su Congregación de San Marcos.
En 1498, Savonarola, tuvo la
osadía de subirse al púlpito de la catedral de Florencia para asegurar que esa
excomunión no tenía validez ninguna y puso a parir al Papa, claro.
Más adelante, el Cabildo
catedralicio, le impidió volver a predicar allí y tuvo que seguir haciéndolo en
San marcos.
Así que, ese mismo año, el Pontífice,
aprovechando que Carlos VIII de Francia acababa de morir, decretó el arresto y
la ejecución del fraile.
También, en Florencia, debido al
miedo que le tenían al Papa, nombraron una nueva autoridad, la Señoría.
Unos días después, se sucedieron
varias revueltas en Florencia, por discusiones teológicas entre franciscanos y
dominicos.
El Pontífice dio la orden de
arrestar a todos los mercaderes florentinos y confiscarles todas sus
mercancías. Esto dio lugar a que la gente apelara a la Señoría para tomar
medidas contra el fraile, porque el Papa exigía la entrega del mismo. De esa manera, atacaron el convento donde se hallaba
nuestro personaje.
El Papa aprovechó para enviar
allí a su gente. Capturaron al fraile, junto a dos de sus seguidores más
cercanos, fray Domenico de Pescia y fray Silvestro.
Lo estuvieron torturando nada
menos que 42 días, acusándole de rebelión y herejía. Sólo le dejaron sano el
brazo derecho para que pudiera firmar su confesión. Cosa que hizo.
El 23 de mayo de 1498, el fraile,
fue llevado, junto con sus dos seguidores, a la Plaza de Señoría. Allí fueron ahorcados
públicamente para ser, posteriormente, quemados hasta que
sólo quedaron cenizas
de ellos. Las mismas, fueron arrojadas al río Arno, por la zona del puente
Vecchio.
Posteriormente, la familia Médici
recuperó su poder y volvió a gobernar en Florencia.
Como ya he dicho anteriormente,
hoy en día, los expertos siguen discutiendo sobre su figura. Unos dicen que fue
un adelantado a su época, pues predicó algo parecido a la Reforma, que luego
propuso Lutero. Sin embargo, Savonarola, no quería modificar la doctrina, sino
solamente cambiar a algunos personajes que gobernaban la Iglesia.
Por otra parte, el Gran Consejo,
daba una imagen más democrática de Florencia. Sin embargo, su gobierno se
distinguió por ser una férrea dictadura de tipo teocrático.
Tras su muerte, todavía le
quedaron, durante mucho tiempo, seguidores en Florencia. Incluso, muchos monjes
franciscanos alabaron sus ideas.
Por ello, en 1527, volvieron a
expulsar a los Médicis de Florencia, los cuales reaparecieron tres años
después.
Hasta en el siglo XX surgió un
movimiento de fieles, a los que se unieron un grupo de dominicos, pidiendo la
canonización de este fraile, argumentando que su excomunión y ejecución fueron
injustas.
Por eso mismo, se han llegado a
inaugurar monumentos dedicados a este personaje en Ferrara, Bolonia y
Florencia.
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